fanfic_name = Lovers Through Time

chapter = III

author = NikkyScully

dedicate = Disclaimer: Bueno se sabe que los personajes de x-files del siglo XX son propiedad de CC. Pero yo estoy convencida que los del siglo XIX son míos.

Escrito por: NikkyScully.

Clasificación: No se como catalogarlo, no tengo dudas con respecto a que es shipper ¿Pero que tipo de shipper estaré hablando en el?

Spoiler: Tengo dudas si decir algo en esta parte porque si les digo algo se me van a confundir y no van a querer leer nada.

Dedicatoria: A mí porque cumplí años recientemente a las bitches, a mis niñas, a las chicas del msn y a las chicas del mail. Gracias.

Nota: Esta vez el atraso no es mi culpa, se me daño el monitor y envié a que lo arreglaran y la espera se me hizo eterna, pero ya estoy de vuelta. Esta tercera parte es mi favorita, tiene de todo un poco, espero que lo disfruten.

Feedback: Por favor envíenme comentarios, cualquier cosa que me indique que tengo luz verde para volverlo a rescribir, se los voy agradecer mucho. Envíen sus comentarios a Jro185ARROBAhotmail.com

Rating = touchstone

Type = Humor

fanfic = Mansión Merynton

 

Todos dormían en la gran mansión, excepto la Srta. Scully. Ella se dedicaba a observar con entusiasmo y alegría la figura que le había regalado el Sr. Mulder.

 

Aunque le fascinaba, su orgullo, su arrogancia, impertinencia e inteligencia bastante aguda, le parecía hermoso el hecho de que era todo un testarudo e incorregible, pero le agradaba más saber que él aceptaba esos defectos que su familia catalogaban como un gran defecto de educación en ella. Temía saber que se había enamorado de este caballero y sentía temor al saber que era probable que él no le correspondiera de igual manera.

 

Le parecía impensable reconocer que había encontrado el amor de su vida; pensó e imaginó que la vida le había jugado una mala pasada y se sintió molesta, porque si no se hubiera comprometido con el coronel Skinner era seguro que hubiera podido tener más esperanzas con el Sr. Mulder.

 

De repente la puerta de su habitación se abrió, dándole paso a una sombra femenina.

 

-Melissa ¿Ocurre algo?- le preguntó a su hermana.

-Nada cariño, no podía dormir y vi la luz de tu lámpara salir por debajo de la puerta.

-Ven aquí conmigo. Antes conversábamos mucho, ya no lo hacemos- le recordó.

-Las cosas cambian Katherine- le dijo mientras se sentaba a su lado, luego miró la figura de marfil que su hermana tenía en la mano. -¿Qué es esa cosa tan rara?

-Esto- le mostró, -es una figura taína.

-¿De donde la sacaste?- le preguntó curiosa, mientras miraba la figura en sus manos.

-Me la regaló el Sr. Mulder. Pasamos la mañana juntos.

-Disculpa... pero me cuesta entender eso- expresó confundida.

-No pienses lo que no es hermana, pasamos la mañana conversando. Es un hombre encantador, no sabes lo inteligente que es y lo que ha visto.

-Katherine, en tu voz hay un tono de fascinación que me preocupa- expresó temiendo lo peor.

-Me conoces hermana, ya lo sabes... no tienes que preguntar. Sabes que cuando siento fascinación por algo, ese algo es muy grande; no me dejo sorprender por cualquier cosa ni me encariño tan rápido, pero esta vez es diferente.

-Hermana, tú... no, no es posible. El otro día expresaste con desdén que te parecía el hombre más arrogante y orgulloso que tus ojos habían visto.

-Y es lo que me gusta y no solo eso Melissa, él me acepta tal y como soy; y no critica mi comportamiento sincero, no desprecia mi sentido de libertad y mi rebeldía.

-Katherine ¿Tú y él...?- buscaba la palabra adecuada. -¿Acaso ya tienen algo?

-¡No! ¡Por Dios! El ni siquiera conoce mis sentimientos y no pretendo revelárselo.

-¿Por qué?

-Porque él no siente lo mismo que yo- mostró con angustia.

-Eso tú no lo sabes Katherine.

-Hombres como él no expresan ninguna impresión o fascinación por mujeres como yo.

-¿Por qué te menosprecias de esa manera?

-Porque soy realista, Melissa.

 

La Sra. Austen conocía muy bien a su hermana, mejor de lo que ella misma se conocía. Ella ya sabía que su hermana se había enamorado del Sr. Mulder e imaginaba que el coronel Skinner se podría enterar de esta situación y grandes problemas se podrían cernir sobre su hermana.

 

-¿Qué pasará con el coronel Skinner?- preguntó con cierta preocupación.

-Nada, me casaré con él.

-Tú no lo amas, Katherine.

-Pero él si a mí, es lo único que necesito.

-Odio cuando eres tan conformista. Debes luchar por lo que sientes.

-Melissa, no puedo evitar mi matrimonio con el coronel Skinner, eso sería una deshonra para nuestra familia.

-¿Desde cuando te importa eso?

-Ya hemos hablado respecto a eso.

-Pretendes ser rebelde y pretendes disfrutar de tu libertad, lo tuyo es solo hablar y no actuar. Yo por lo menos soy clara conmigo misma.

-Tus palabras me hieren Melissa- expresó con malestar.

-Créeme que intento hacerte recapacitar, tú no amas al coronel Skinner y dices que te has enamorado de otro; no pierdes nada rompiendo tu compromiso y aclarar toda esta situación con el Sr. Mulder.

-Melissa, le debemos mucho al coronel Skinner. El logró que nuestro hermano entrara al regimiento, tiene un buen puesto, Skinner ha sido una buena persona con nosotros, era amigo de nuestro padre antes de morir y si no es por su ayuda, nosotros no seríamos la familia prestigiosa que hoy somos.

-¡Por el cielo y sus santos! ¿Te estás escuchando? Te quieres casar con el coronel Skinner por agradecimiento.

-Tú fuiste la primera en apoyarme en esa decisión....

-Pero es que Bill prácticamente te obligó, no tomaste una decisión; solo aceptaste y ya. Katherine, el coronel Skinner tiene la edad para ser tu padre.

-No, no, eso no es cierto.

-Está bien, haz lo que quieras, pero cuando te des cuenta que te has equivocado no empieces a llorar y a empezar a decir que no mereces esta vida, porque tú misma te la has buscado.

-Te escuchas peor que nuestra madre.

-Por lo menos yo tengo el sentido común que le falta a nuestra madre.

 

La Srta. Scully comenzó a reír ante lo que le había dicho su hermana, la Sra. Austen podía ser comedida frente a su familia, pero cuando estaba a solas con su hermana se le podía ver más fuerte que ella.

 

Se había casado enamorada y para ella fue un golpe de suerte que su marido hubiera sido un comerciante mercante de Georgia y que toda su vida estaba hecha en esta ciudad, así que cuando se casaron Melissa tuvo que irse a vivir a Georgia.

 

Al principio se sintió frustrada por tener que alejarse de su familia, pero luego se acostumbro a estar lejos de ella, sobre todo porque así se libraba de las presiones de su madre y las reglas de su hermano mayor.

 

-Katherine, solo quiero que lo pienses bien. Tal vez esta sea la única oportunidad para ser feliz. Además el Sr. Mulder es mejor partido que el coronel Skinner.

-¿Por qué piensas eso?

-En el pueblo se dice que recibe más de veinte a treinta mil libras anuales y que cuando cumpla sus treinta años recibirá un titulo inglés.

-A mí no me interesa eso de él- expresó con orgullo.

-Yo sé que no, pero debes poner los beneficios sobre una balanza y verás que el resulta ganando.

-¡Melissa! Me estoy enamorando de ese hombre, pero eso no quiere decir que él sienta lo mismo o que vayamos a contraer nupcias.

-La esperanza es lo último que se pierde.

 

Y con esta última frase la Sra. Austen salió de la habitación de su hermana para dejarla reflexionar con la almohada lo que podría pasar si se diera una oportunidad tratando de averiguar que es lo que en realidad siente por el Sr. Mulder y si ese sentimiento era recíproco.

 

2 de abril.

Tienda de la Sra. Long.

 

La Srta. Scully entró a esta tienda de abarrotes en busca de sus chocolates preferidos, pero no sabía lo que podía descubrir ese día en aquel lugar.

 

Miraba las estanterías en busca de algo muy especial para ella, pero su búsqueda fue interrumpida por la voz masculina de alguien que se encontraba detrás de la estantería donde estaba lo que ella buscaba.

 

-A mí también me gustan los chocolates con almendras señorita- expresó el Sr. Mulder con una sonrisa que la Srta. Scully no podía descifrar, ella se sonrojó al verlo.

-Es bueno verlo de nuevo Sr. Mulder- expresó complacida.

-¿Le complace verme? Mas bien se ve sorprendida- le dijo mientras estudiaba su mirada a través de estantería.

-Me tomó de improvisto, no pensé verlo aquí- le aclaró.

-Es solo una tienda de abarrotes Srta. Scully- rodeó la estantería hasta colocarse justo frente a la Srta. Scully, -me impresionó mucho saber que está usted comprometida para casarse.

 

El quiso ir al punto, no podía dilatarlo por más tiempo, ella lo tomó por sorpresa; no esperaba que el Sr. Mulder le dijera eso y ver en sus ojos la frustración de este caballero la hacía sentir algo preocupada. Bajó la vista ante su nerviosismo mientras el Sr. Mulder esperaba alguna palabra de ella.

 

-Créame Srta. Scully, he quedado extremadamente desilusionado.

-Pensé que lo sabía y me sorprende saber más que esté desilusionado por no saberlo.

-Estoy desilusionado porque usted está comprometida- dijo él sinceramente.

-No debería estarlo.

-¿Por qué no?- pregunto él, viendo que ella evitaba mirarlo.

-Porque usted no tiene ninguna relación conmigo para estar frustrado por mi compromiso con otra persona- le aclaró.

-Me apena mucho informarle que usted es muy importante para mí, Srta. Scully- le dijo con sinceridad.

-No entiendo Sr. Mulder- ella seguía con la cabeza gacha, si lo miraba muchas cosas saldrían a la luz con tan solo mirarlo.

-Estoy enamorado de usted.

 

Ella lo miró a los ojos y entendió que él no le mentía, sus ojos nerviosos podían descifrar que él estaba siendo sincero y ella se sintió frustrada y hasta desdichada y no sabía por qué; él vio también la vergüenza pero no pudo reconocer en su mirada que el sentimiento era mutuo.

 

Ella nerviosa se alejo de él y fue hacia la Sra. Long para pagar los chocolates y luego salir prácticamente despavorida de allí. Él sin ningún temor la siguió, ella caminaba tan deprisa como podía mientras él la llamaba a viva voz en plena calle, hasta que pudo alcanzarla cuando llegaron al parque de Netherfield.

 

-No debería huir señorita- le comunicó.

-No deberíamos estar hablando- le dijo sin vacilar.

-¿A qué le teme? Lo que siento es sincero a mi pesar.

-¿A su pesar?- le preguntó extrañada.

-Lamento mucho informarle que no era mi intención enamorarme de usted, yo quería enamorarme de alguien que fuera prácticamente igual a mí, alguien que compartiera mis ideas, alguien que gozara una libertad sin ataduras y no alguien como usted; que cada vez que me ve me insulta, me llama loco y está comprometida.

-Se ha confundido Sr. Mulder, usted no está enamorado de mí- le aclaró.

-Usted no sabe lo que yo siento para decirme eso- la tomó por lo brazos hasta tenerla muy cerca, ella forcejeaba con él, pero zafarse era imposible, -créame que mi sentimientos están muy claros y tengo terror al sentir que me he enamorado de una dama prejuiciosa y atada a las reglas de la sociedad.

 

Ella no sabía si llorar o reír, él se le estaba declarando y ella no podía decir nada. Lo amaba, no había duda, pero su compromiso con otra persona la mantenía callada mientras él le decía todas esas palabras, que a pesar de ser duras a ella la hacían la mujer más feliz sobre la tierra.

 

-No soy prejuiciosa, soy muy diferente a lo que usted cree y si se diera una oportunidad para conocerme se daría cuenta que está confundido y que no está enamorado de mí- le volvió a aclarar.

-No se burle de mí, señorita, puedo estar demente pero reconozco lo que hay en mi corazón.

-Sr. Mulder, le estaré muy agradecida si me suelta.

-Si me dice que también me ama- le pidió.

-¿Qué?- trató de mostrarse sorprendida. -Sr. Mulder por favor, creo que su confusión ha llegado bastante lejos. Por favor suélteme, si me ven aquí, así con usted, empezarán a decir cosas indebidas de mí. Soy una señorita que se da a respetar y debo aclararle que mi prometido es extremadamente celoso.

-¡Ve! Es lo que no entiendo, yo debería estar enamorado de una persona que no le importe lo que digan los demás.

-Entonces enamórese de la Sra. Samuelle, ella es lo que usted necesita.

 

El se sintió ofendido con esas palabras y ella estaba tan extasiada al ver la furia de este caballero, aun dudaba y necesitaba alejarse de él antes de que las cosas se fueran a mayores. Una voz femenina detrás de él los hizo separarse.

 

-Sr. Mulder, Srta. Scully. Es grato verlos por aquí- expresó una dama vestida de azul y cabello castaño, de ojos venenosos y pensamiento mal intencionado, una señorita en busca del mejor partido en Netherfield y el mejor partido en Netherfield en ese momento era el Sr. Mulder.

-Buenas tardes, Srta. Fowley.

-Buenas tardes.

-Hola Diana.

-Hola querida Katherine ¿Cómo estás?- le preguntó prácticamente matándola con la mirada. Observó la mirada de nerviosismos de ambos- ¿Algún problema?

-Nada que se pueda resolver conversando- expresó el Sr. Mulder con unos deseos grandes de deshacerse lo más pronto posible de la Srta. Fowley.

-Sr. Mulder, dígame, ¿acaso le molestó la invitación que le hice para que fuera a tomar el te conmigo a mi casa? Si le pareció inadecuada dígamelo y así no se volverá a repetir tal petición.

-No, para nada, Srta. Fowley; es que el trabajo me ha mantenido ocupado. Por eso no he podido ir a su casa a tomar el te, tan pronto pueda lo haré.

-Oh, entonces esperaré su visita con ansias- expresó con una sonrisa en sus labios- le preparé unas galletas de canelas que le encantarán- miró a la Srta. Scully -si lo deseas Catherine, podrías acompañarnos con el coronel Skinner.

-No, gracias Diana, prefiero que tú y el Sr. Mulder tengan una tertulia agradable sin que nadie los pueda interrumpir.

-Eres tan linda Katherine, tienes muchas razón. Me confunde verte aquí con el Sr. Mulder ¿No deberías estar en casa?- expresó con desdén.

-Fui a la tienda de la Sra. Long en busca de chocolates de almendras...

-¿Chocolates de almendras? No son buenos para la digestión querida- expresó la Srta. Fowley con aires de inteligencia.

-Me gustan mucho.

-Podrías enfermarte- miró a Sr. Mulder. -¿Verdad que estoy en lo correcto Sr. Mulder?

-No tienen nada de malo, la reina Victoria los come a toda hora y nunca se ha escuchado que se enferme por comerlos.

 

La Srta. Scully sonrió al ver que el Sr. Mulder no le daba la razón la Srta. Fowley y también se percató que la sola presencia de esta señorita provocaba la incomodidad del señor. La Srta. Fowley se sintió molesta al ver como el Sr. Mulder la ponía en ridículo frente a su amiga o más bien supuesta amiga. Esta se acercó a el tomándolo por el brazo y la Srta. Scully sintió celos.

 

-Me encantaría dar un paseo con usted Sr. Mulder- le comunicó sonriéndole.

-A mi también me encantaría, pero tengo asuntos que atender Srta. Fowley. Le prometo que en verano daremos todos los paseos que usted desee- le dijo alejándose de ella y luego dirigió su mirada a la Srta. Scully. -Srta. Scully, tenemos una discusión pendiente.

 

Les hizo una reverencia con el sombrero y se retiró, no porque quisiera, si no porque odiaba la presencia de la Srta. Fowley. La Srta. Scully supo de inmediato que el seguiría insistiendo con los sentimientos creados y que ella al final no tendría escapatoria. La Srta. Fowley miraba la cara que tenía la Srta. Scully y tenía cierta curiosidad por saber de que se trataba esa discusión pendiente.

 

La Srta. Diana Fowley era otra señorita más, aristocrática y procedía de una familia de muy buena posición, disfrutaba de una fortuna mayor que la que poseían los Scully y nunca se jactaba de echárselos en cara a la Srta. Scully y a su familia.

 

-Dime Katherine ¿No te parece un buen partido para mí?- le expresó con cierto orgullo.

-¿Te gusta?- le preguntó, guardándose los celos y el odio.

-Eso no es lo importante, Katherine... con mi fortuna y la de él seríamos el matrimonio y la familia más poderosa de Netherfield- expresaba con vanidad mientras se abanicaba la cara con su abanico de tela bordada.

-Entonces busca su cortejo- le comunicó con cierto aborrecimiento que la Srta. Fowley no pudo notar.

-Es lo que haré, se dice que vino a Estados Unidos en busca de esposa y yo se lo facilitaré.

-En tal caso te deseo suerte, Diana- expresó con intenciones de retirarte.

-¿Quieres tomar algo conmigo en la posada? Yo invito.

-Lamento mucho declinar Diana, pero tengo cosas que hacer en casa.

Le sonrió cordialmente y se retiró. Mientras caminaba hacia su casa no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido tan solo unos minutos atrás, estaba feliz y triste a la vez, nunca hubiera imaginado que tal caballero como el Sr. Mulder estuviera enamorado de una dama como ella. Las probabilidades eran mínimas, pero parecía que esta vez el destino jugaba a su favor y muy a pesar.

 

Al llegar a su casa encontró a su madre, hermana y cuñada alrededor de la mesa del comedor, observando algunas telas que de seguro eran para empezar a bordar su vestido de novia. Su madre le sonrió feliz y se acercó a ella.

 

-Katherine hija ¡Al fin llegas!- expresó con ternura, -ven acércate.

 

Mientras su madre intentaba que ella se acercara a la mesa, la Srta. Scully tenía la mente en blanco, se le veía pálida y azorada, pero las presentes ni siquiera lo notaron o no quisieron hacerlo porque estaban más pendientes en las telas que en el estado de ánimo de la futura Sra. Skinner.

 

-¿Qué te parecen, Katherine? Son las mejores telas, traídas desde Boston. Llegaron mientras estuviste fuera- le comunicó su cuñada, la Sra. Tara Scully.

-Me gusta esta- expresó la Sra. Austen, mientras levantaba una de las telas para apreciarla mejor.

 

Ahora sí quería llorar, mas bien quería matarse, ver la ilusión de sus familiares por la inminente boda la hacía querer morir. Su madre le tomó una de sus manos y la coloco justo sobre una de las telas, ella la retiró deprisa bajo la mirada de interrogación que traía su madre al ver el comportamiento tan raro de su hija. Sin decir nada, giró sobre sus pies y corrió hacia el segundo piso de la casa.

 

-¿Ahora qué tiene?- preguntó confundida su madre.

-Hablaré con ella- dijo la Sra. Austen, mientras se retiraba del comedor.

 

Subió al segundo piso pensando en lo que podría tener su hermana, algo ocurrió y para ella tenía que ver con el Sr. Mulder. Al llegar a la puerta de la habitación de la Srta. Scully tocó sutilmente.

 

-No quiero ver a nadie.

-Creo que deberías verme a mí- le dijo calmadamente.

 

Esperó un rato, se escuchaban los pasos del otro lado de la puerta y esta se abrió. Al entrar la Srta. Scully volvió a sentarse frente al ventanal que la dejaba observar el jardín y así darle la espalda a su hermana.

 

Estaban calladas, la Sra. Austen no tenía que preguntarle a su hermana que le ocurría, solo tenía que esperar pacientemente, lo cual era parte de sus virtudes, una virtud muy común en los Scully pero bastante desarrollada por la Sra. Austen.

 

-Me encontré con el Sr. Mulder en la tienda de la Sra. Long- hablaba suavemente, evitando que sus hermana se percatara de que ella estaba muy inquieta.

-Por eso estás así, por él estas así- le afirmó mientras se acercaba a ella.

-Fue tan raro escuchar como me decía que estaba indignado por saber que estoy comprometida con otro hombre- le dijo.

-¿Por qué tendría que estar indignado?- le preguntó curiosa.

-Porque está enamorado de mí- le contestó, en su tono de voz se podía escuchar la preocupación y el miedo.

-¿Te lo dijo?- le preguntó pasmada.

-No pudo ser mas explicito- y respiró profundamente para evitar echarse a llorar.

-¿Y qué le contestaste?- le preguntó casi desesperada por saber la respuesta.

-No le dije nada, salí corriendo de la tienda como una cobarde y él me siguió. El muy tonto me siguió.

-No se le puede llamar tonto a un hombre que trata de expresar lo que siente y prácticamente es rechazado.

-¿Me tratas de decir que debí expresarle que también siento lo mismo?- le preguntó con cierta molestia.

-¿No lo hiciste?- le preguntó mientras se colocaba frente a ella, para mirarla y ver las expresiones de su rostro entristecido.

-No- dijo con cierta pena.

-Debiste hacerlo.

-¿Por qué me recomiendas tal cosa?- manifestó airada.

-Porque con negar lo que sientes no ganas nada Katherine- le aclaró.

-Melissa, te advierto que las cosas no son tan sencillas como parecen, estoy comprometida.

-Rompe el compromiso- le franqueó.

-No puedo hacerlo.

-¿Por qué no? ¿A qué le tienes miedo?- le preguntó.

-No puedo exponerme.

-¿A qué no puedes o no debes exponerte?

-A lo que podrían decir los demás.

-Katherine, creo que los demás comprendería las razones de romper tu compromiso con el coronel Skinner cuando vean que te comprometes con el Sr. Mulder.

-Melissa, tú no conoces al Sr. Mulder, él me ama, según sus palabras; pero no tiene deseos de casarse conmigo.

-¿Por qué no los tendría?- le preguntó confundida.

-Porque no está en su naturaleza, en su existir, en su forma de ser. Es un hombre que no se fija en los conceptos de la sociedad, es liberal, tiene una forma de vida muy diferente a la nuestra; yo no podría estar con un caballero como él, aunque lo ame.

-¿Qué estás diciendo? Catherine, no te entiendo.

-Melissa ¡Por Dios! Comprende que él me quiere pero no como su esposa.

 

Y la Sra. Austen lo comprendió todo, era factible; conociendo la reputación de la familia del Sr. Samuelle no había duda de que él fuera igual a ellos, era prácticamente igual a ellos y no lo veía así hasta escuchar las palabras de su hermana. Aunque quedaba algo por refutar.

 

-Hermana, él te dijo que te ama; pero no sabes si en realidad quiere lo que tú estas pensando.

-Me gritó en la cara que se sentía decepcionado por haberse enamorado de mí, porque él quería enamorarse de una persona que comprendiera sus ideas, que las apoyaras, que fuera igual a él y yo no soy igual a él. Si dejo mi compromiso con el coronel Skinner para enredarme con el Sr. Mulder muchas cosas dirán de mí y no solo de mí sino también de ti, de nuestra familia; yo lograría soportar lo que puedan decir de mí, pero no lo que puedan decir de ustedes. Simplemente no puedo.

 

Y la Srta. Scully tenía razón, la sociedad en sí no perdonaría tal acto perpetrado por los deseos de ella, de querer ser como deseaba, de amar libremente sin importar la razón; tacharían a la familia Scully como una grupo angular que no supo educar bien a una señorita rebelde y sentirían pena por el coronel Skinner a tal punto de borrar de la faz de la sociedad a la familia Scully y solo por el mero hecho de que la Srta. Scully pudiera romper su compromiso con alguien tan importante para los Scully y de quien habían recibido bastante ayuda, social y fundamentalmente económica.

 

Ambas hermanas acordaron no hablar lo que había sucedido con el Sr. Mulder con nadie, si alguien hubiera llegado a saber sobre los sentimientos de éste hacia la Srta. Scully las cosas se complicarían a tal manera que el mismo Sr. Scully se vería en la necesidad de obligar a su hermana a adelantar la boda para esa misma primavera si era necesario.

 

La Sra. Austen le pidió a su hermana que se calmara y que guardara cierta compostura frente a los demás miembros de la familia, ellos no podían verla tan alterada porque luego empezarían los interrogatorios y ella no podría soportarlo. Bajaron al primer piso de la casa y encontraron a su hermano, cuñada y madre conversando en el salón; ambas se unieron a la tertulia y aunque la Srta. Scully trato de evitarlo su madre le había preguntado que le había pasado; ella sólo supo responder que estaba bien y que su madre no tenía porque preocuparse, todo estaba bien.

 

La Sra. Austen le dirigía a su hermana ciertas miradas cómplices y la Srta. Scully sólo le pedía con sus gestos que no le echara más leña al fuego. Así continuaron hasta la hora de la cena, donde tenían de invitado el coronel Skinner. Ambos no hablaron mucho y la Srta. Scully se disculpó con él por retirarse más temprano de lo debido; pero estaba cansada, le explicó y él por amor no le replicó. Aunque su madre y su hermano ya se habían sentido ofendidos y molestos por la repentina partida de la Srta. Scully.

 

8 de abril.

Mansión Derby.

 

Hasta esa fecha la Srta. Scully y el Sr. Mulder no se habían vuelto a ver, hasta que los Samuelle ofrecieron un almuerzo, los Mackenzie fueron invitados y por suplica del Sr. Samuelle la Srta. Fowley también fue invitada, porque este tenía negocios con su padre y esta no dejó de asistir porque tenía un propósito en mente: conquistar al Sr. Mulder.

 

La Srta. Scully recibió la invitación muy precipitadamente, no se la esperaba; y saber que tenía que almorzar con los Samuelle le causaba cierto malestar porque el Sr. Mulder iba a estar ahí. Pero no se negó a asistir a pesar de que su madre le rogó que no fuera, aprovechó que su prometido estaba fuera de la ciudad y pidió que prepararan el coche y con premura partió a la mansión Derby.

 

Al llegar a la mansión fue recibida por la Sra. Samuelle, hablaron de trivialidades hasta que la Sra. Samuelle la llevo al salón. Esta notó que la Srta. Scully quedó estática al ver que el Sr. Mulder hablaba con la Srta. Fowley, aunque un poco incómodo. La Srta. Scully no notó eso porque los celos le habían cegado la racionalidad.

 

-Sí, a mí también me exaspera la Srta. Fowley, pero tuve que invitarla. Su padre tiene negocios con Samuelle- le explicó.

-Parece que a tu cuñado le agrada- le dijo con cierta antipatía en la voz.

-¿Agradarle?- empezó a reír sin querer llamar la atención, -querida Katherine, él sólo pretende ser cortés, pero si ella sigue insistiendo Mulder no va dudar en deshacerse de ella.

 

Había comenzado a llover fuertemente, pero fue algo que no perturbó la tranquilidad de los invitados y los anfitriones. El pequeño grupo fue llevado hasta el comedor y la situación se situó incómoda porque la Srta. Fowley insistía con educación que quería sentarse al lado del Sr. Mulder.

 

-Siéntese al lado de su amiga, la Srta. Scully. Así ambas se sentirán más cómodas- y rodeó la mesa hasta sentarse junto al Sr. Mackenzie.

 

No era bien visto esto, pero la Srta. Scully volvió a respirar tranquila porque el Sr. Mulder había vuelto a rechazar las nuevas insinuaciones de la Srta. Fowley, aunque esta no se cansaría tan fácilmente.

 

El almuerzo fue servido deprisa y los comensales hablaban mientras disfrutaban de una deliciosa comida. La Srta. Fowley no se cansaba de alabar al cocinero y la excelente mantelería que poseía la Sra. Samuelle; ésta sólo sonreía más por cortesía que por complacencia. Mientras se hablaba del vino, la comida, la primavera y la mantelería el Sr. Mulder no dejaba de observar a la Srta. Scully, ella notó que él la estudiaba y se sentía apenada y querida; y sabía que no debía sentirse así.

 

Mientras los Samuelle jugaban a robarse la comida entre sí como dos tórtolos empalagosos, una pregunta que hizo la Srta. Fowley los interrumpió y perturbó a la Srta. Scully.

 

-Las telas llegaron hace un par de días, pronto comenzaremos con la confección- expresó con algo de pena e incomodidad, pudo notar el recelo en los ojos del Sr. Mulder.

-Hay un buen costurero en Boston, me hace mis vestidos de fiestas. Yo podría hablar con él y tal vez te haría tu vestido de novia- le expuso la Srta. Fowley.

-Gracias por el ofrecimiento Diana, pero el vestido lo hará una buena amiga de mi familia- le aclaró.

 

El Sr. Mulder se mostraba molesto, sólo se dedicaba a comer y responder cualquier pregunta que se le hiciera con monosílabos. Su hermano, el Sr. Samuelle, se preguntaba que le ocurría a su pariente, por lo general era callado cuando se reunía con otras personas, pero nunca exponía cara de disgusto y en esos momentos él la mostraba.

 

Luego de almorzar, se dirigieron al salón principal para jugar a las cartas y charlar. Así lo hicieron los Mackenzie, que jugaban con el Sr. Samuelle; entretanto la Sra. Samuelle los observaba desde el otro lado de la habitación mientras platicaba con su más cordial amiga, la Srta. Scully.

 

El Sr. Mulder su puso a redactar una carta y la Srta. Fowley se sentó a su lado para apreciar la hermosa letra del caballero, según ella era la mejor jamás vista y mientras ella lo alababa él prácticamente le ignoraba, como si ella no se encontrara en ese salón. La Srta. Scully se divertía junto a la Sra. Samuelle ante semejante actitud del Sr. Mulder hacia la Srta. Fowley.

 

-¿A quién le redactas esa carta, William?- le preguntó el Sr. Samuelle que estaba medio frustrado porque la Sra. Mackenzie era una buena jugadora de cartas.

-A nuestra hermana Samantha- le comunicó.

-¿A Samantha?- preguntó con sorpresa la Sra. Samuelle -dile a Samantha que me complace saber que ha hecho grandes progresos con el piano y que pronto espero verla para retomar las clases de pintura que yo le estaba impartiendo.

-¿Tendrías la bondad de dejar tu entusiasmo para otra ocasión? Ahora no queda espacio en el papel- expresó un poco molesto y no con la Sra. Samuelle sino con el mismo y la Srta. Scully.

-No importa. La veré en el verano- pasaron desapercibidas las palabras del Sr. Mulder, la Sra. Samuelle ya se había percatado de que él no se encontraba de excelente humor ese día.

-No sabía que ustedes tuvieran una hermana- expresó con cierta confusión la Srta. Fowley.

-Sí. La tienes un poco abandonada, Michael- expresó el Sr. Mulder.

-Lo reconozco, pero sabes que estoy alejada de ella muy a mi pesar- aclaró con algo de tristeza en su voz.

-Debe estar muy hermosa, la última vez que vi a la Srta. Mulder apenas tenía quince años- dijo la señora Mackenzie -debe tener algunos dieciocho ¿Verdad Sr. Mulder?

-Cumple sus diecinueve el próximo invierno- respondió sin levantar la vista del papel.

-¡Con mucho placer recibirá esa carta su hermana!- expresó con alegría la Srta. Fowley.

 

El Sr. Mulder no contestó y ella seguía insistiendo con sus halagos hacia él.

 

-Escribe usted extraordinariamente deprisa.

-Se equivoca. Escribo bastante despacio.

-¡Cuántas cartas tendrá usted que escribir durante el año! ¡Sobre todo cartas de negocios! ¡Las encuentro insoportables!

-Entonces es una suerte que sea yo quien tenga que escribirlas y no usted.

 

Y la Sra. Samuelle tuvo que reprimir un ataque de risa, los presentes sólo mostraban sus sonrisas y la Srta. Scully se preguntaba porque la Srta. Fowley se rebajaba al punto de ser ignorada por un caballero que estaba enamorado y muy molesto a la vez.

 

-Por favor, recuérdale a tu hermana que deseo mucho verla- le pidió la Sra. Samuelle.

-Ya se lo he dicho, según tu deseo Elizabeth- expresó con cansancio.

-Temo que no le guste a usted la pluma con que escribe. Permítame que se la corte, sé cortar las plumas admirablemente- trató de quitarle la pluma con la cual escribía el Sr. Mulder, pero este no se dejó.

-¡Gracias, pero yo siempre corto la mía!- expresó casi gritándole.

-¿Cómo puede escribir con tanta simetría?- y siguió callado, ella volvió a preguntar -¿Siempre le escribe cartas tan deliciosamente largas, Sr. Mulder?

-Son largas, pero desconozco si son deliciosas para Samantha. Es algo que yo no puedo adivinar.

-En mi opinión, quien sabe escribir con facilidad una carta larga no puede escribir mal.

-Eso no es un cumplido para William, Srta. Fowley- intervino su hermano, -porque no escribe con facilidad. A veces demora demasiado en elegir las palabras. ¿No es verdad, William?

-Mi estilo es muy distinto del tuyo Michael.

-¡Oh!- exclamó la Sra. Samuelle -Samuelle es muy descuidado al escribir sus cartas. Omite la mitad de las palabras y lo emborrona todo.

-Mis ideas fluyen con tal rapidez que no alcanza el tiempo para expresarlas, por consiguiente mis cartas no comunican todo lo que deberían de comunicar.

-Su modestia me conmueve, Sr. Samuelle- manifestó la Srta. Scully.

-No hay nada más engañoso que la humildad de mi hermano- dijo el Sr. Mulder mientras miraba fijamente a la Srta. Scully. -A menudo él carece de opinión, y a veces una ostentación indirecta.

-¿De cual de ambas cosas tildas mi débil rasgo de modestia?- le preguntó el Sr. Samuelle.

-De ostentación indirecta, porque tú estás orgulloso de tus defectos al escribir, ya que consideras que se deben a la rapidez de tus pensamientos cuando es lo contrario- dijo en tono burlón hacia su hermano.

-De acuerdo, he comprendido que ahora me he convertido en tu bufón predilecto, William- expresó el Sr. Samuelle.

-No te lo tomes a mal, solo he querido hacerte entender tu error- le explicó.

-Ya lo entendí, que no se vuelva a repetir semejante discusión. Tengo que reconocer que tus correcciones, William, las tomo sin cuidado.

-Conozco tu sistema, Michael- dijo el Sr. Mulder. -Cuando no te gusta un tema, procuras pasarlo por alto.

-Y es lo que está haciendo ahora, Sr. Mulder- manifestó la Srta. Scully.

-Tal vez. Ciertos temas de conversación se parecen mucho a disputa. Si la Srta. Scully y tú aplazan la polémica hasta que yo me haya marchado, lo agradeceré mucho, y podrás decir de mí lo que quieras.

-Lo que nos pide- dijo la Srta. Scully -no representa un sacrificio por mi parte, y así el Sr. Mulder podrá terminar su carta.

 

El Sr. Mulder le brindó una sonrisa, ella volvió a estremecerse y tomando el consejo de ésta, el caballero terminó la carta. Cuando terminó solicitó de la Srta. Fowley y de la Srta. Scully algo de música. La Srta. Fowley se acercó a toda prisa al piano, y tras una cortés invitación a la Srta. Scully para que comenzara, a la cual esta se negó con igual cortesía y más seriedad, se sentó.

 

La Srta. Fowley interpretó algunas tonadas italianas y esperaba los elogios del Sr. Mulder, pero él solo aplaudió como los demás, luego la Srta. Scully tomo el lugar de la anterior señorita en el piano y empezó a tocar.

 

El Sr. Mulder la miraba fijamente, sin hacer movimiento alguno sus ojos no dejaban de ver a la Srta. Scully, ella sentía la mirada penetrante del caballero sobre ella y no sabia como explicar el por qué de sentirse tan bien al notar como él la miraba.

 

La. Srta. Fowley estaba más atenta en procurar en hacer interrumpir a la Srta. Scully que recibió una reprimenda por parte de la Sra. Mackenzie y la hizo sentir apenada y ofendida. Para él ella tocaba como un miembro de la corte celestial, se sentía regocijado y maravillado, quería escucharla tocar por siempre, pero su regocijo culmino porque ella ya había tocado su pieza y él de repente se sintió frustrado. Al terminar de tocar los presentes le aplaudieron y la elogiaron bastante. Los que nadie se esperaba era el elogio por parte del Sr. Mulder.

 

-Es una encantadora interprete Srta. Scully, sus dedos están enriquecidos con la mejor habilidad innegable- expreso con fascinación y galantería.

-Gracias Sr. Mulder- le brindo una sonrisa que él interpreto como algún aváncese hacia ella. Y la Srta. Fowley empezó a sentir celos, se suponía que todos los elogios debían ser dirigidos hacia ella y no hacia la Srta. Scully, aun su cabeza de señorita caprichosa no percibía que él Sr. Mulder no tenía ni el más mínimo interés en ella.

 

La Sra. Samuelle noto esas miradas tímidas entre él Sr. Mulder y la Srta. Scully, pudo percibir ese aire de éxtasis que había entre los dos y no quiso ser ridícula, pero se olía en el ambiente que ambos se traían algo entre manos.

 

Luego de tocar algo escocés la Srta. Scully toco varias tonadas irlandesas y él señor Mulder seguía observándola encantado y con ojos de amor, ella mientras tocaba no podía dejar de mostrar esa sonrisa tímida que era parte de su carácter; él no dejaba de mirar esa figura celestial que estaba frente a ellos. Cuando termino volvieron a ovacionarla y ella agradecía complacida y tomo asiento junto a la Sra. Samuelle.

 

-Es una jovencita muy bien instruida Srta. Scully, es prácticamente improbable encontrar a una joven con el don perfecto para tocar un piano como lo hace usted- expreso el Sr. Mackenzie.

-Sus padres se preocuparon mucho por educarla y esa educación ha rendido muy buenos frutos. Toca agradablemente sublime- agrego la Sra. Mackenzie, luego volvió su mirada hacia el Sr. Samuelle. – Sr. Samuelle ¿Se cree usted capaz de jugar otra ronda contra mí?

-Creo que declinare Sra. Mackenzie, es una excelente jugadora y no quiero arriesgar mi fortuna jugando contra usted- ambos rieron animadamente.

-Katherine, ven quiero mostrarte algo que tengo en la biblioteca.

-Esta bien.

 

Ambas se pusieron de pie y salieron del salón, él Sr. Mulder no le paso desapercibido este hecho y se encontraba disgusto al tener a la Srta. Fowley a su lado que no dejaba de hablarle ni siquiera un segundo.

 

-Elizabeth- se mostró sorprendida- ¿Qué paso aquí? Esta más llena que la ultima vez- se acerco a uno de los estantes.

-La hemos remodelado considerablemente, la mayoría pertenecen a William. Es un gran lector- le aclaro. –Ya sabes que puedes venir y utilizarlos cuando quieras, a mí la lectura me abruma completamente.

-Tienen a Goethe- expreso sonriendo.- Es un gran escritor alemán.

-Oh si, es el preferido de Samuelle- se acerco al estante donde estaba la Srta. Scully y empezó a rebuscar entre los tomos.- Falta el tomo III, debe estar en la alcoba de Mulder y Samuelle odia que no estén en su lugar correcto, ¿me esperas? Regreso enseguida.

 

Y salió de la biblioteca dejando a solas a la Srta. Scully, cuando la Srta. Samuelle dejo la biblioteca paso por el salón principal hasta el segundo piso de la residencia, el Sr. Mulder se dio cuenta de ello y miro a la Sra. Fowley.

 

-Srta. Fowley- le hablo el Sr. Mulder por primera vez en varios minutos.

-¿Si?- pregunto ella.

-¿Puedes hacerme un favor?- le pregunto.

-Estoy a sus órdenes Sr. Mulder- contesto cortésmente, esperando a que él le pidiera algo importante.

-Cuando me ponga de pie, por favor no me siga- dijo groseramente y se puso de pie.

 

La Srta. Fowley estaba boquiabierta ante la actitud del Sr. Mulder. Ella intentaba derribar esa barrera que él había impuesto ante ella, pero no podía. Simplemente no podía y eso la hacia sulfurar.

 

El Sr. Mulder llego hasta la puerta de la biblioteca y asegurándose de que nadie estuviera viendo entro ágilmente pero con cuidado para que la Srta. Scully no se percatara de su presencia.

 

La vio dándole la espalda, ojeando un libro que tenia en sus manos. El se acerco lentamente hacia ella, pero se detuvo en medio del salón, él definitivamente deseaba que ella si notara su presencia, así era él, tomaba en segundo decisiones que revocaban las que había tomado anteriormente.

 

-Elizabeth…- la Srta. Scully giro al esperar ver a la Sra. Samuelle, pero su sorpresa fue descomunal al ver al Sr. Mulder parado frente a ella, el corazón casi se le congelo del susto y dejo caer el libro que tenia entre sus manos.- ¡Demonios! Que susto me ha pegado Sr. Mulder- dijo sofocadamente.

-Pensé que las señoritas como usted no blasfemaban.

 

Ella se quedo callada. El siguió acercándose a ella y ella intentaba adivinar que era lo que él pretendía hacer.

 

-¿Qué hace usted aquí Sr. Mulder?- pregunto finalmente.

-Recuerde que teníamos una conversación pendiente Srta. Scully- le informo.

-Creo que es un tema que debemos considerarlo olvidado- le dijo mientras esquivaba su mirada.

-Opino todo lo contrario- y se acerco a ella con pasos lentos y seguros. -¿Sigue pensando que estoy confundido respecto a mis sentimientos? Hace una semana le confesé a usted mis sentimientos sin ningún temor, pero usted no me dijo si correspondía a tales sentimientos- le comento ya muy cerca de ella.

-Usted esta confuso Sr. Mulder, como le comente aquella vez. Usted no esta enamorado de mí- decía con voz nerviosa.

-¿Ah si? ¿Entonces como explica usted estos deseos que tengo por besarla?- dijo casi en un susurro.

-Es hombre- le discutió.

-Claro que soy hombre, pero eso no tiene nada que ver con mis deseos y sentimientos. Srta. Scully usted intenta negar algo que ya yo se- le comento con ojos brillante.

-¿Qué es lo que niego?- pregunto con perspicacia.

-Que esta tan enamorada de mi como yo de usted- le dijo con seguridad en su voz, una voz que la estaba descolocando en grandes proporciones. –Y créame que intento responder a tales sentimientos- le confirmo.

 

Ella estaba al borde de un ataque de nervios, lo tenía tan cerca que pensaba que el aire le estaba faltando. Quería salir de ese lugar, pero no podía porque él la tenía acorralada contra el estante de los libros y quería alejarse porque quería irse, pero quería a la vez estar ahí y escuchar cada una de sus palabras hasta morir.

 

El sin ningún temor la tomo por la cintura y la acerco más él. Ella ya no tenía escapatoria.

 

-¿Qué esta haciendo?- preguntaba con nervios.

-Dígame que no me estoy equivocando, dígame que usted también esta enamorada de mí- volvía a insistir.

-¿Cómo quiere que le diga algo como eso?- preguntaba casi histérica.

-Fácil, solo dígalo- dijo en forma risueña porque sabía que ella en cualquier momento se lo iba a confirmar.

 

Ella estaba temblando, pero sabía que tenia que ser sincera y tenia que expresar todo lo que sentía, cerro los ojos y comenzó hablar.

 

-Créame que me gustaría hacerle entender que sus sentimientos son errados, pero puedo entender que no podré hacerlo- le explico. –Sus sentimientos son verdaderos y yo no puedo discutirle ese hecho.

-¿Cuál es la razón que la lleva a tal conclusión?- le pregunto sorprendido antes sus palabras.

-Yo… no sabría decirle- su voz temblaba y lo miro a los ojos tratando de guardar cierta compostura, pero sus nervios no se lo permitían- es todo tan confuso.

-Usted siempre esta confundida Srta. Scully y a veces eso me intriga. Debe reconocer que yo no soy el único aquí con sentimientos de amor- le explico.

-Es algo que no puede darse.

-¿Pero... usted siente lo mismo?- le pregunto mientras estudiaba su mirada.

-No… bueno si, no en realidad no... si- no sabia ni que decir, quería decirle la verdad pero el miedo la tenia aterrada.

-Ahora aquí el confundido soy yo ¿podría ser mas explicita?

-Si negara lo que siento no seria correcto de mi parte, pero existen razones muy fuertes para tratar de que esos sentimientos sean olvidados Sr. Mulder. Estoy comprometida y mi compro...

 

A él le encantaba verla en ese estado, pero sus deseos por besarla le ganaron. Poso sus grandes labios sobre los de ella. Un beso tierno que ella no pudo rechazar, un beso que expresaba por primera vez los sentimientos que afloraron de ellos.

 

Era el primer beso entre, ambos y el primer beso de ella. Jamás pensó que sentiría algo tan extraordinario como ese beso, él la complementaba con ese beso, la hacia diferente con ese beso, jamás había sido besada, no de esa manera como él la estaba besando.

 

Su primer beso fue tan solo un roce, pero ese era el beso, el beso que compartía con él era un verdadero beso, algo que si catalogaba como su verdadero primer beso. El avasallaba apasionadamente dentro del interior de su boca, exploraba un nuevo territorio, un territorio virgen, unos labios vírgenes.

 

Ni siquiera respiraban no lo necesitaban, no conocían la palabra respirar. Ella lo abrazo por el cuello demandando más por parte de él. Una jovencita en su situación se hubiera desmayado, ella no era una jovencita común e iba disfrutar de ese momento aunque tuviera que morir después. Era todo tan fantasioso y hermoso hasta que el sonido de la puerta cerrada la desconcentro.

 

-Katherine ¿estas ahí? Abre la puerta cariño- pedía la Sra. Samuelle del otro lado.

-Sr. Mulder…. Por favor… aléjese… esto es incorrecto- la lucidez volvía a su mente mientras él seguía besándola.

-Créame que esto es lo más correcto en nuestras vidas.

 

El Sr. Mulder se alejo rápidamente de la Srta. Scully dejándola pensando en lo que él había dicho. Segundos después la Sra. Samuelle entraba a la biblioteca acompañada por su esposo.

 

Estaba confundida, le hacia raro ver a su amiga acompañada por su hermano político. Su mente comenzó a maquinar teorías que quería desechar, pero se le hacia tan raro. Ambos le daban la espalda, como tratando de ocultar algo. El Sr. Samuelle no notaba nada, todo le parecía muy normal mientras se paseaba por la habitación con una copa de vino.

 

-¿Cerré la puerta? Lo siento, no me percate de ello- dijo mientras abría el libro que traía en las manos.

-Elizabeth, posees los libros del Márquez de Sade- expreso la Srta. Scully tratando de ocultar su agitación.

-Si, así es- la miro fijo y luego miro a su cuñado con algo de confusión. Ella supo de inmediato que entre ellos dos ocurría algo.-Incluso todos los libros del Márquez de Sade fueron quemados cuando él fue encerrado en aquel sanatorio ingles; los que están en esa estantería son los únicos existentes en la actualidad- le explico.- Eran de Mulder y él me los regalo a mí cuando decidí mudarme a Estados Unidos con Samuelle.

-Pensé que tú los disfrutarías mejor que yo y creo no equivocarme ¿Cierto?- expreso el Sr. Mulder mientras trataba de ser ocurrente y ocultar un poco su impaciencia.

-Eso pregúntaselo a tu querido hermano, gracias a esos libros él se ha aprovechado mucho de mis conocimientos adquiridos por ellos.

-¡Por Dios querida! No te expreses así frente a la Srta. Scully. Las estas haciendo apenar.

-Pero si ella sabe muy bien que lo que digo no tiene nada de reprochable- justifico.

-¿A caso no fueron prohibidos por el erotismo y los temas libertinos tratados en ellos?- le pregunto.

-Expresar las pasiones del cuerpo y él alma cuando se conjugan en un acto sexual para forman sentimientos es algo que yo no lo considero sacrílego ni prosaico- comento el Sr. Mulder con cierta molestia.

 

El Sr. Samuelle lanzo una sonrisa ante el comentario de su hermano.

 

-Yo tampoco lo condeno- dijo la Srta. Scully y en ese momento todo el mundo la desconocía, excepto el Sr. Mulder porque él también tenia la llama de pasión demasiado elevada para estar condenando al Marques de Sande.

-Me siento aburrido- se quejo el Sr. Samuelle,- regresemos al salón antes de que nos tilden de malos anfitriones.

-Los acompaño- dijo la Srta. Scully.

-Adelántense, tengo que arreglar todos esos libros que están tirados en el suelo.

 

Y ante ese comentario la Srta. Scully y el Sr. Mulder se miraron cómplices porque eran responsables de que esos libros estuvieran en el suelo. La Srta. Scully salio de la biblioteca y más atrás el Sr. Samuelle, cuando el Sr. Mulder se disponía hacer lo mismo su cuñada lo detuvo.

 

-¿Qué paso aquí?

-¿De que hablas querida hermana?- trato de ser menos obvio.

-Algo paso y creo saber que es.

-Tus suposiciones me tienen sin cuidado Elizabeth. ¿Qué pudo haber pasado aquí? Pues yo creo que nada, estaba buscando unos de mis libros mientras hablaba con la Srta. Scully sobre Emmanuel Kant.

-Ya no te ves molesto, puedo ver en tus ojos cierta placidez que no logro entender ¿Qué hizo que tus ojos cambiaran de la furia extrema a la felicidad indudable?- le pregunto mientras observaba cada una de las expresiones del rostro del Sr. Mulder.

-Con mi sinceridad puedo contestar que no entiendo que tratas de preguntar o investigar. No tienes dotes de detective Elizabeth, así que por favor volvamos al salón; si no a ambos nos tildaran de malos anfitriones- el avanzo hasta la salida.

-De todas formas lo voy a investigar William, sabes que siempre lo hago- dijo con cierta confianza que se suponía no debía atribuirse.

-Elizabeth- se acerco a ella muy despacio y agrego…- soy tu hermano político, por consiguiente no debes llamarme William.

-William, William, William y mas William- repetía para fastidiarlo.

-Eres toda una grosera- y salio molesto de la biblioteca.

 

En el transcurso del día los nuevos enamorados en secreto no dejaron de mirarse. La Srta. Scully tenía toda su cabeza enmarañada de pensamientos, no sabía ni que hacer, le había confirmado sus sentimientos al Sr. Mulder y temía que eso se les fuera de las manos a ambos.

 

Ella tenía un compromiso que cumplir, pero reconocía que de momento ese compromiso no le interesaba. Estaba enamorada perdidamente de ese misterioso caballero ingles y él de esa enigmática señorita de sangre irlandesa.

 

El pensaba en lo que haría después de eso, tal vez, por un tiempo ocultarían su amor o no iban a esperar mucho tiempo para hablar. Era todo muy complicado, necesitaba hablar con ella, aclarar la situación, pero en ese momento era más importante observarla como lo más preciado en su vida y nada más.

 

La Sra. Mackenzie hablaba con la Srta. Scully y la Srta. Fowley, pero la Srta. Scully estaba más pendiente en averiguar que estaba pensando el Sr. Mulder que la miraba sin disimular. A ella eso le gustaba, pero si seguían así todos se iban a dar cuenta de lo que en realidad estaba ocurriendo.

 

Finalmente la visita había concluido, los Mackenzie invitaron almorzar a los Samuelle y al Sr. Mulder al día siguiente, ellos aceptaron cordialmente, la Srta. Fowley los invito a cenar, pero ellos se negaron a aceptar poniendo cada pretexto posible, todo por el bien del Sr. Mulder que lo que mas deseaba era verla desaparecer. La Srta. Scully educadamente los invito a tomar el te cuando pudieran, antes de que los Samuelle respondieran el Sr. Mulder ya había dado el si y se despidió de ella besándola delicadamente en la mano, ella sonrió ante el gesto y partió. Mientras iba en el coche no podía evitar pensar en todo lo ocurrido esa tarde, estaba prácticamente eufórica y trataba de ordenar cada uno de sus pensamientos.

 

Estaba feliz, él Sr. Mulder estaba enamorado de ella y ella de él. Pero había un pequeño inconveniente, bueno, un gran inconveniente: su compromiso. Trato de buscar todas las excusas posibles para poder romperlo sin que el coronel Skinner saliera con el orgullo lastimado, pero ningunas eran plausibles

 

Al llegar a su casa se encontró con una visita inesperada, su prometido había llegado desde Boston y se le ocurrió la excelente idea de ir a su casa a visitarla y ella tomo esa idea como algo desagradable. Los futuros esposos y el teniente Scully estaban en la sala, conversando, hasta que al teniente se le ocurrió comentarle a coronel sobre la visita que ella les había hecho a los Samuelle.

 

-Pensé que hablamos claramente la última vez Katherine, te dije que no me gustaba tu relación con esas personas- le dijo.

-Y yo te explique patentemente que no tienes derecho a pedirme semejante cosa. Ellos son muy allegados a mí, además yo no fui la única que los visito esta tarde. La Srta. Fowley y los Mackenzie estuvieron con nosotros- le explico.

-Ah... bueno, si estuviste con los Mackenzie y no a solas con los Samuelle como pensé es algo que puedo dejar pasar por alto- expreso con cierto autoritario que la Srta. Scully en su mente reprochaba, a veces el coronel Skinner se comportaba con ella como si fuera su padre y no su prometido. El se levanto del asiento.

-¿Ya se va señor?- le pregunto el teniente Scully con cierta admiración hacia el coronel mientras se ponía de pie- ¿no se que queda a cenar?

-Lo siento, no podré. Tengo cosas que hacer mañana en el regimiento y no puedo desvelarme- miro a la Srta. Scully y le tomo la mano ya que ella también se había puesto de pie, la miro con adoración y creía que le iba a dar un beso en la boca, pero respiro tranquila cuando noto que él le besaba la mano educadamente- hasta mañana querida, deseo que descanses muy bien.

-Lo mismo deseo para ti- y sin agregar mas, bajo la vista. El coronel Skinner fue acompañado por el teniente Scully hasta la puerta, luego este regreso con su hermana.- Iré a ver si la cena esta lista- y se acerco a la salida del salón.

-Tienes terminantemente prohibido salir de esta casa hasta el verano Katherine.

-No puedes prohibírmelo Bill, sabes que nunca acato tus sanciones- le aclaro sin voltear a verlo.

-Puedo y quiero. No sales de esta casa- dijo con su típica voz autoritaria e indolente. –Y dile a la criada que no ponga un lugar para mí en la mesa, no cenare esta noche- y la Srta. Scully salió del salón reprimiendo sus lágrimas y su dolor.

 

9 de abril

Mansión Derby.

 

Era la mañana de un sábado, muy tranquila. Los dueños de casa acostumbraban a dormir hasta tarde por consiguiente los empleados no se levantaban para preparar desayuno.

 

Aunque uno de los que vivía en esa casa estaba despierto desde la madrugada porque simplemente no era amante del sueño como sus demás familiares. Se encontraba en la biblioteca, con su pijama puesta y sentado frente a un escritorio, a su lado el humo de un cigarrillo mostraba su rostro cansado, tenia los dedos negros por el carbón que utilizaba para dibujar con bastante concentración, como si era muy importante lo que estaba dibujando.

 

La puerta de la biblioteca se abrió y él no levanto la cabeza para saber quien había entrado, ya lo sabía. La señora mayor tenía la misma costumbre que él, no podía dormir muchas horas porque estaba demasiado interesada en atender en lo más posible a sus amos.

 

-No le pedí nada- dijo sin dejar de mirar la hoja.

-Lo se señor, pero usted no probo bocado anoche y se levanto muy de madrugada para dibujar, su organismo solo ha visto cigarrillos y semillas de girasol- comento con la preocupación de una leal ama de llaves. Coloco la bandeja que había traído con un suculento desayuno sobre el escritorio.

-No te equivocas mujer, pero no tienes que preocuparte por mí- expreso con indiferencia.¿Por qué se preocupa tanto Beatriz?- pregunto el Sr. Mulder

-Porque usted es mi amo- le contesto.

-Sus verdaderos amos están allá arriba durmiendo, vaya y complazca sus deseos Beatriz. Yo solo quiero que me deje en paz.

-Lo complaceré, pero cuando desayune- dijo con cierto reproche hacia él.

 

El Sr. Mulder levanto la vista, esa señora era toda una mandona pensó. No conocía esa característica en ella, es mas no conocía nada de ella. Había llegado desde Inglaterra hacia ya varios meses y lo único que conocía de esa señora era que le encantaba complacer los deseos y caprichos de los dueños de casa.

 

-Beatriz ¿Vives solo para complacer nuestros caprichos y nuestras ordenes? ¿Te complace hacer lo que haces sin importar las humillaciones recibidas? ¿Adoras cuando tu señora te ordena salir a buscarle chocolates a tantas horas de la madrugada sin importar el frió que este haciendo afuera?

-Así es señor- expreso gustosa.

 

-Eso es patético- expreso con desaire y luego sonrió, - pero como te gusta hacerlo te voy a dar una orden un poco difícil- le dijo mientras colocaba los dibujos en una carpeta de piel.

-Estoy para servirle señor- volvió a expresar más gustosa aun.

-Necesito que envíes esto a Merynton lo mas rápido posible y que te asegures que sean recibidos por las propias manos de la Srta. Scully- le dijo mientras le mostraba la carpeta.- Si no lo haces le diré a la señora que Peg se esta robando la platería y que tú la estas encubriendo.

-Entonces señor, yo misma llevare esto a Merynton- le manifestó mientras tomaba la carpeta entre sus manos.

-Quiero que eso este en Merynton antes de que den las diez- le replico.

-Así se hará señor.

 

Mansión Merynton.

Misma mañana.

 

La Srta. Scully se estaba preparando para bajar a desayunar bien temprano cuando a su puerta toco una de las mucamas diciéndole que la ama de llaves de Derby deseaba verla en la cocina. La Srta. Scully le dijo que bajaría en cinco minutos y termino de alistarse, pero estaba confundida ante la visita de la ama de llaves de su amiga.

 

Al llegar a la cocina vio a Beatriz fatigada, al parecer había caminando desde Derby a Merynton. Se acerco a ella con cierta preocupación.

 

-Beatriz ¿Qué hace usted aquí?

-Debo entregarle esto Srta. Scully- le entrego la carpeta que el Sr. Mulder le había dado.

-¿Quién lo envía?- pregunto con curiosidad.

-Debo irme señorita- y se puso de pie.

-Espere ¿no desea algo de tomar? Se ve fatigada.

-No, gracias- y salio de la cocina hacia el exterior.

 

La Srta. Scully había quedado confundida, miro la carpeta de dibujo en sus manos. Sabia que eso no lo había enviado la Sra. Samuelle, ella dibujaba en lienzo y con acuarela no en papel a carbón. La servidumbre la miraba expectante y ella los miro fríamente obligándolos a volver a sus quehaceres.

 

Decidió volver a su habitación para ver que era lo que contenía la extraña carpeta, paso desapercibida la presencia de su hermano en el pasillo y entro a su habitación. El se quedo extrañado al ver como su hermana había pasado y no le había dado los buenos días.

 

Ella se sentó frente a un pequeño escritorio que tenia en su habitación, saco los hilos que envolvían la carpeta y de su interior saco una hoja satinada. Las letras no las reconoció, pero lo que decía era para ella.

 

“Es muy difícil para mi conciliar el sueño cuando tengo tantas cosas que expresar, pero se que en estos momentos es prácticamente difícil decirle todo lo que siento y que la única manera en que las puedo decir es dibujando el rostro de la mujer a la cual tanto amo, porque expresar mis sentimientos en papel no lo encuentro tan gratificante como dibujarla a usted. W. M.”

 

Así terminaba la nota tan sublime y hermosa para ella, con dos simples iniciales. Las iniciales del hombre que amaba y no podía negar que lo hiciera. William Mulder. Un nombre con demasiado significado para ella.

 

Con cierta prisa termino de abrir completamente la carpeta y de su interior saco varios dibujos de su rostro, un rostro embellecido por lo bien que el Sr. Mulder dibujaba. Decía para si misma que la mujer que estaba dibujada en esas hojas no era ella, demasiado hermosa para ser cierto ¿así la veía él? ¿Así la sentía? ¿La sentía bella? Se preguntaba.

 

Unas facciones realzadas al punto de lo divino, sus ojos bien grandes enmarcados en aquellas hojas, su boca perfectamente dibujada ¿así sentía él su boca por haberla besado? ¿Perfecta?

 

Esta fascinada al ver su pelo dibujado ¿Cómo pudo él adivinar que era extremadamente largo? Ella jamás estuvo delante de él con el pelo suelto y sobre los hombros, jamás. Pero definitivamente al parecer él tenia excelente imaginación, porque el largo de su pelo en los dibujos concordaban con el largo real de su cabellera.

 

Y sintió lagrimas salir de sus ojos, porque se sentía molesta consigo misma por no poder salir corriendo y decirle todo lo que su corazón y alma sentía en esos momentos. No era libre, jamás lo seria, pensaba.

 

Recordó que estaba atada a un hombre al cual no amaba, las lágrimas caían sobre las hojas que tenia entre sus manos y las mojaban. Cubrió su sollozos con una de sus manos, porque el alma le estaba doliendo. El amor había llegado a su vida y no era libre, se levanto de la silla dejando caer las hojas sobre el suelo y se acostó en la cama boca abajo, ahogando su llanto, ahogando su dolor y pensando en que no iba poder ser feliz se durmió ante el cansancio de tantas lágrimas y pena.

La Srta. Scully se sentía confusa, tenía el temor de sentir cierto afecto por este caballero, sabía de antemano que no podía. Ella estaba comprometida con otro y él era solo un conocido para ella que incluso llegaba a sulfurarla de vez en cuando y el cual le parecía

un completo demente.

 

continuara...

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