TÍTULO: SUMMERTIME BLUES
AUTORA: Angela Ward.
EMAIL DE LA AUTORA: tapw63ARROBAyahoo.com
SPOILERS: Este relato se sitúa entre el final de la sexta temporada y el comienzo de la séptima. Los principales spoilers son “Arcadia” y “Biogénesis”.
DISCLAIMER: Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de Chris Carter y 1013.
TIPO: MSR, Scully POV.
RATING: AP15 (quizá debería ser O18, pero sólo por alusiones a acontecimientos pasados).
RESUMEN: Scully saca a Mulder del pabellón psiquiátrico, luego van a Nueva Inglaterra y toman algunas decisiones sobre sus vidas personales y profesionales.
FEEDBACK: Si leéis esto antes de que la séptima temporada empiece, no me importaría saber si pensáis si es posible o totalmente absurdo. Si lo leéis después de haber visto la séptima, a lo mejor no os parece muy bueno.
Pasé todo un día estudiando “la nave espacial”. Tomé docenas de fotos desde distintos ángulos, y algunas muestras para la prueba del carbono y análisis en los laboratorios de Quantico. Entonces volví a casa. Durante todo el camino de vuelta, mi mente se llenaba con argumentos para sacar a Mulder de la unidad de psiquiatría del hospital. No creo que esté loco; pienso que hay una explicación completamente lógica de por qué está teniendo esos terribles ataques y experimentando esas alucinaciones auditivas. Mis planes se sitúan un poco en el plano melodramático. Principalmente nos presentan a los pistoleros y a mí entrando en varios ordenadores y ocultándonos de algún modo. Tan pronto como mi avión aterriza en Nueva York, me doy cuenta de que no habrá necesidad de tales artificios.
Mi contestador sólo tiene un mensaje urgente. Es de un tal señor Kelling, que es abogado en Boston. Marco el número y, aunque son más de las cinco de la tarde, me contesta. Tan pronto como me identifico, me pregunta si puedo volar a Boston esta noche o mañana a primera hora para tratar un asunto urgente relacionado con Fox Mulder. Acepto encontrarme con él a las ocho de esa misma noche.
El señor Kelling abre la puerta. Tiene unos sesenta años, y es la típica imagen de un abogado de familia anticuada.
- ¿Doctora Dana Scully?
- Sí, soy yo.
- ¿Puedo ver alguna identificación, por favor?
Le muestro la cartera con mi identificación del FBI, pero mientras está comprobándola, oigo una voz familiar:
- Edward, en realidad no hay necesidad dde eso. Puede que mi mente ya no sea lo que fue, pero ya la he visto antes. Más de una vez. Estoy segura de que ella es la compañera de mi hijo.
Me giro para mirar a Tina Mulder. Personalmente, creo que es una excusa bastante pobre para una madre, pero aparentemente estamos en el mismo barco y no quiero provocarla.
- Hola, señora Mulder. ¿Le dijo al señorr Kelling que me llamara?
- Sí, lo hizo. Por favor, siéntese, docttora Scully.
Después de sentarme, la señora Mulder dice:
- Sabes que Fox está en el hospital, ¿noo?
- Sí, lo sé. Iba hacia allá cuando oí ell mensaje del señor Kelling. Pero estando en Nueva York me pareció más sensato venir aquí primero.
La señora Mulder suspiró.
- El problema es que, como pariente más cercano de Fox, se me ha pedido que tome decisiones que creo que no tengo el conocimiento ni, francamente, el derecho a tomar.
- Aparentemente –continuó el abogado – FFox sentía que había una posibilidad de que sucediera algo como lo que está ocurriendo, porque hace aproximadamente un año me visitó por primera vez desde que su padre murió. Él rellenó el papeleo entonces por usted, doctora Scully, para que tomara posesión de los poderes de abogado y tomara las decisiones necesarias en el caso de que desapareciera o estuviera física o mentalmente incapacitado. La señora Mulder podría negarse a tal procedimiento, pero creo que no planea impugnarlo en modo alguno.
La señora Mulder me mira y suspira.
- Fox me ha hablado muy bien de ti, Danaa. Incluso ha mencionado tu cercana relación con tu propia madre una o dos veces. Estoy segura de que esto te parece algo frío e insensible en mi actitud hacia mi único hijo. Pero respeto su decisión. Eres su compañera, su mejor amiga. También eres médico y pasas con él más tiempo que nadie. El hecho es que tú estás en mejor posición para evaluar su salud mental y sus necesidades médicas que yo.
- No estoy muy segura de que haya entenddido lo que se me está pidiendo – digo.
- Resumiendo, en la práctica USTED, no TTina Mulder, está asumiendo el papel del familiar más cercano de Fox William Mulder. Desde que él es, claramente, incapaz de decidir por sí mismo si debería permanecer hospitalizado o ser dado de alta, ésa será tu decisión. ¿Nunca le ha mencionado esto antes? – me pregunta el señor Kelling.
- En este tema en concreto, no. En sentiido general, me ha dado alguna indicación de que... – me detengo y reagrupo mis pensamientos -. Me ha dicho que soy la única persona en la que confía.
- Bien, si firma aquí, la señora Mulder y yo llamaremos al hospital y diremos que usted irá a primera hora de mañana para hacer una evaluación médica y tomar las decisiones correspondientes en el cuidado de Fox – dice el señor Kelling.
- Si creo que no se le están proporcionaando los cuidados que necesita, ¿puedo sacarle de allí? ¿Llevarle a casa, si creo que se recuperará mejor allí?
- Por supuesto, Dana – dice la señora Muulder -. Lo que creas mejor.
Asiento y firmo. El señor Kelling me entrega un delgado sobre. La señora Mulder me besa ligeramente en la mejilla cuando me despido.
Tomo un vuelo de vuelta a Washington y reviso el sobre durante el viaje. Junto con los papeles necesarios, hay un juego de llaves. Después de unos minutos de comprobar los documentos me imagino que son de la casa de verano de Mulder en Rhode Island. Aparentemente, Mulder la heredó cuando murió su padre. También hay una carta. Ni nombre completo está garabateado en el sobre con la familiar escritura de Mulder “Doctora Dana Katherine Scully”. La carta en su interior dice: “Querida Dana, si estás leyendo esto es que estoy en algún problema. Quizá perdido o presuntamente muerto, quizá físicamente enfermo. Puede que finalmente me haya vuelto loco y haya empezado a hablar con hombrecillos verdes a los que sólo yo veo. Lo más importante que debes recordar, mi dulce y escéptica Scully, es que no te tienes que creer nada de lo que te digan. Una vez se me creyó muerto y volví a ti. Cuando he parecido loco en el pasado, pudiste encontrar razones lógicas y médicas para mi actitud. Haz lo que creas mejor. Que siempre sepas que confío en ti y que te quiero” Está firmado “Fox Mulder”, como si no pudiera decidir qué nombre usar.
Releí la carta y revisé la colección de papeles frente a mí. Siempre he sabido que soy la única persona en la que Mulder confía, pero esto es casi increíble. Literalmente, ha puesto su vida en mis manos. Tengo acceso a sus cuentas bancarias, a sus propiedades, sus registros médicos, todo. Cuando aterrizamos en Dulles recojo mis maletas y voy derecha a mi coche. Aún tengo un par de prendas de ropa limpias, además de mis artículos de aseo, así que ni siquiera voy a mi apartamento. Mi instinto – el tipo de sensación con la que yo tomaría el pelo a Mulder si él tuviera una – me advierte que el tiempo es oro. Me dirijo derecha al apartamento de Mulder y lleno un neceser de viaje con lo imprescindible. Preparar el equipaje a Mulder no es nuevo para mí. En la rutina que hemos desarrollado mientras estamos en la carretera a menudo soy yo la que me encargo de hacer el equipaje de los dos mientras él se preocupa de cualquier cabo suelto con los policías locales. Soy consciente de que este apartamento podría estar bajo vigilancia, así que me muevo rápidamente.
Cuando llego al hospital, hablo con la enfermera jefe y le doy a conocer mis peticiones. Insiste en llamar al doctor a cargo de la unidad de psiquiatría, pero no habría llegado tan lejos en mi vida sin haber aprendido a ser firme. Al final consigo lo que quiero. Acceso inmediato a Mulder.
Cuando entro en la habitación acolchada, Mulder se precipita sobre mí. Me empuja contra la pared, sujetándome los hombros con las manos, y yo digo con calma:
- Mulder, soy yo.
- ¿Scully? ¿De verdad eres tú?
- Sí, Mulder, de verdad.
- Tienes que sacarme de aquí. No estoy lloco.
- No te preocupes, Mulder. Lo haré.
- Ahora, Scully. Sé que odias cuando tenngo presentimientos, pero tengo una sensación muy fuerte de que algo malo va a suceder pronto. No esperes hasta mañana.
- He traído tu bolsa de viaje conmigo. IIré a buscarla. Cámbiate y desocuparemos tu cuarto.
El doctor expresa sus reservas en ciertos temas, pero soy inflexible. En menos de una hora, Mulder y yo estamos saliendo del aparcamiento.
- ¿Quieres que conduzca yo?
- No, quiero que duermas. ¿Ya no experimmentas esos dolores de cabeza y las alucinaciones auditivas?
- Ahora mismo no.
- De acuerdo entonces. Duérmete.
Sorprendentemente me hace caso. Viajamos hacia el norte, la interestatal está casi desierta a estas horas. Recuerdo nuestro precipitado viaje a Nuevo México hace varios años. Excepto por la dirección y por el hecho de que esta vez la distancia es mucho menos, podríamos estar reviviendo aquello.
Casi ha amanecido y nos estamos acercando a Nueva Inglaterra cuando Mulder despierta.
- ¿Scully?
- ¿Sí. Mulder?
- ¿Dónde vamos?
- A tu casa de verano de Rhode Island. No es exactamente un escondite, pero si alguien nos está buscando, tardará más en encontrarnos allí que si fuéramos a uno de nuestros apartamentos en el área de D.C.
- ¿Quieres que conduzca?
- Mulder, te juro que, para un ser un hoombre que cree en la igualdad total en cualquier otro aspecto de la vida, eres un completo chovinista cuando se trata de conducir. YO estoy conduciendo. Tú estás hablando, me imagino exactamente qué sigue. Necesito algunas respuestas. Para empezar, ¿cómo te sientes?
- Mucho mejor. Un poco destrozado, como si acabara de pasar la gripe, pero los dolores de cabeza y el ruido mental han desaparecido.
- ¿Qué es lo último que recuerdas antes de que te despertaras en el hospital?
- Recuerdo... – él para de hablar y una expresión de angustia cruza por su rostro -. Scully, ¿viste a Diana Fowley mientras yo estaba en el hospital?
- Sí. Ella y Skinner fueron lo primero qque vi cuando llegué; Skinner fue quien me llamó mientras estaba en Nuevo México.
- Scully, lo que la agente Fowley te dijjo... probablemente no era verdad. Por alguna razón te odia y quiere interponerse entre nosotros.
- Mulder, Fowley no me lo dijo claramentte, pero más o menos ella insinuó que tú y ella habíais... que os habíais acostado juntos. ¿Me estás diciendo que no es verdad?
Suspira y mi corazón se hunde.
- No del modo que ella quiere que creas.. Por alguna razón – Y, honestamente, no tengo ni idea de por qué – lo último que recuerdo antes de despertarme en una habitación acolchada del pabellón psiquiátrico del hospital es que me estaba levantando de mi cama en casa con Diana Fowley durmiendo a mi lado. Así que supuse que ella y yo “dormimos juntos” en el sentido literal igual que tú y yo “dormimos juntos” esa noche que pasamos en el bosque de Florida. Pero NO tuve sexo con ella. No sólo ya no estoy interesado en tener ese tipo de relación con ella, sino que, por mucho que le duela a mi ego, simplemente no era capaz.
Le sonreí.
- Eso... está bien, Mulder. Sé que es diifícil para ti creer que alguien con quien tú... intimaste una vez te pueda traicionar, pero estoy segura de que no podemos fiarnos de ella.
Mulder suspira, luego dice:
- Se han cambiado de la zanahoria al pallo, Scully.
- ¿De qué estás hablando?
- Spender y el Consorcio no se equivocann a menudo, pero cuando lo hacen es a gran escala. Y el mayor error que nunca han cometido, con diferencia, fue asignarte como mi compañera para desprestigiar mi trabajo. En vez de destruirme, me dieron una inestimable aliada y a la única persona en el mundo sin la que no puedo vivir. No creo que les llevara demasiado tiempo darse cuenta. Eso es por lo que han plantado todas esas cosas – transferencias, posibilidad de una vida normal – frente a ti durante tanto tiempo. Pero tú no picaste. Así que ahora han empezado a cambiar de táctica. Estoy empezando a estar de acuerdo contigo en que hay algo raro en que Diana volviera cuando lo hizo. Obviamente te quiere hacer creer que te estoy traicionando en un plano personal o profesional. No es cierto, Scully. Por favor, cualquier cosa que te diga, confía en mí para contármelo.
- Lo haré – digo, y añado -: ¿Por qué tee comprometiste con ella en primer lugar?
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, me arrepiento de ellas.
- Por favor, olvida que lo he preguntadoo, Mulder. No es de mi incumbencia.
Él me lanza una de esas miradas de “tú estás chiflada” y dice:
- Claro que es de tu incumbencia, Scullyy. Es sólo que no me siento muy seguro.
- Mulder...
- No, por favor, Scully. Quiero intentarr que lo entiendas. Imagina, hace mucho tiempo, cuando aún no nos habíamos conocido.
- Vale – accedo.
- Ella vino a mí, no yo a ella. Sé que ssuena egoísta, pero es un hecho. La habría conocido tres o cuatro meses antes, cuando me paró en el pasillo un viernes por la tarde y me preguntó si querría ir con ella a tomar algo aquella noche. Yo acepté. La primera vez pensé que podría estar relacionada con el trabajo, la elaboración de un perfil para la que necesitaba mi ayuda, pero ella dejó muy claro que su interés en mí era personal, no profesional. Así que fuimos progresando de las bebidas a cenar y de las cenas a la cama.
- ¿Te atraía?
Se encoge de hombros.
- Sé que esto te puede sonar un poco cruudo, Scully, pero ¿no has oído el viejo dicho de que una mujer necesita una razón convincente para tener sexo, pero un hombre necesita una razón convincente para no tenerlo? No era exactamente la mujer de mis sueños, pero tampoco me era repulsiva. Yo estaba cerca de los treinta y no había tenido una relación seria desde la universidad, así que me aproveché de lo que ella me estaba, obviamente, ofreciendo.
- ¿No estuviste con nadie entre Phoebe yy Diana? - pregunto, sorprendida.
- No estoy diciendo que viviera una vidaa de total celibato aquellos años, Scully. Hubo algunos encuentros de una sola noche con mujeres que conocí en fiestas o que encontraba en los bares. Pero fueron pocas y bastante separadas entre ellas. Estaba concentrando toda mi energía en ser el chico maravilla del FBI.
- ¿Entonces cuánto duró tu relación con la agente Fowley?
- Unos seis meses, creo. El sexo fue sollo así, así. La atracción real, al menos al principio, fue tener a alguien en mi vida que estaba de acuerdo con todo lo que yo decía. Pero eso se pasó pronto. ¡Era como tener una relación con un loro! Todo lo que yo decía, ella lo afirmaba. Y cuando estaba llegando al colmo del aburrimiento y me empezaba a imaginar una forma para terminar nuestra relación, fue enviada a Europa. NUNCA tuve sueños de nosotros casados y formando una familia, así que yo imaginé, dadas las circunstancias, que dejar que aceptara un trabajo al otro lado del mar podría ser un final feliz.
- Mulder, durante los años que hemos traabajado juntos no la mencionaste hasta que volvió en primavera.
- Eso es porque en realidad nunca jugó uun papel importante en mi vida, Scully. Tengo que admitir que cuando regresó pensé que eso era bueno, pero sólo en un sentido profesional, no en el personal. Es mayor que nosotros y ha trabajado más tiempo en el FBI. Imaginé que tendríamos una aliada en ella; alguien que podría interceder por nosotros con los jefazos. Pero aparentemente Diana quiere de mí más que eso. Es bastante obvio que no necesitaré otro compañero, en sentido personal y profesional, mientras tú estés en mi vida, así que ella intenta hacer lo más dañino para separarnos. No podemos dejarla.
- No lo haremos, Mulder – digo con una ssonrisa -. No lo haremos.
Llegamos a las afueras de la ciudad, donde la casa está situada, justo cuando comienza a haber más tráfico. Hacemos una parada en un supermercado y compramos alimentos para unos pocos días. Parece algo realmente íntimo que hagamos esto juntos, debatiéndonos entre cereales o pan blanco e intentando decidir si con un filete sería bastante o si deberíamos comprar dos. Mulder incluso escoge una botella de vino tinto para acompañar los filetes. Probablemente no debería beber cuando hace tan poco que dejó el hospital, pero decido no comentarlo.
Cuando llegamos a la casa, cogemos nuestras bolsas y entramos. En cuanto atravesamos la puerta, bostezo.
- Scully, ¿hace cuánto que no duermes? –– me pregunta Mulder.
- Ayer me levanté más o menos a esta horra, creo. Es difícil estar seguro.
- ¿Por qué no te acuestas en el sofá y dduermes un poco? Yo guardaré los alimentos y pondré sábanas en las camas.
- ¿Me prometes que no dejarás la casa?
- Me quedaré encerrado, excepto para saccar la compra del maletero.
Me adormezco. Oigo a Mulder moviéndose por la casa, abriendo el frigorífico y algunos armarios. Enciende la radio y sintoniza alguna emisora de rock clásico. Luego escucho una ducha en el piso de arriba. Debo haber dormido más de lo que pensaba, porque lo siguiente de lo que soy consciente es de los dedos de Mulder acariciando mi mejilla y diciendo:
- Venga, Scully, despierta.
Es el aroma del café, más que el sonido de su voz, lo que me trae de vuelta a la conciencia. Abro los ojos y le sonrío.
- Levántate, Scully – repite -. He hechoo el desayuno. O la comida.
Me incorporo y me estiro, luego levanto una ceja.
- ¿Tú cocinaste, Mulder?
- Huevos revueltos, tostadas y café, Sccully. No exactamente una obra maestra, pero era más fácil que encargar una pizza.
Nos sentamos y comemos. No sé si está sorprendentemente bueno o si estaba más hambrienta de lo que pensaba. Quizá un poco de las dos cosas. Mulder parece estar bien. Su pelo está aún ligeramente mojado de la ducha y se ha puesto la camiseta y los shorts que guardé en su bolsa de viaje. Intento convencerme de que se trata de un examen médico, pero en mi corazón sé que es más personal que eso. Mientras estamos acabando nuestra improvisada comida, digo:
- Creo que necesitamos revisar la informmación que pude conseguir mientras estabas en el hospital.
Él suspira y dice:
- Scully, si te digo algo, ¿prometes no enviarme de vuelta al hospital psiquiátrico para más exámenes?
- Por supuesto, Mulder – digo con una soonrisa -. ¿Qué?
Suspira de nuevo y sigue:
- Aquello que dijiste, sobre la necesidaad de volver al trabajo... Sé que tienes razón. Es nuestro trabajo. En realidad es más que eso. Es nuestra búsqueda, nuestro destino, sea cual sea la palabra que quieras usar para describir este viaje en el que tú y yo parecemos habernos embarcado juntos. ¿Pero no puede esperar hasta mañana? ¿Por favor?
- Claro, Mulder. Creo que sí. ¿Necesitass descansar más? – pregunto, interesada.
- No tanto descansar como relajarme. Creeo que los dos debemos hacerlo. Pensé que por un día o día y medio, nos podríamos comportar como gente normal. Ir a pasear por la playa, volver y jugar a juegos de mesa o ver la televisión. Luego hacer una barbacoa con los filetes y tener una agradable cena con vino y una conversación que no termine con nosotros discutiendo sobre algo racional o irracional.
Le miro fijamente. Lo que Mulder me ha propuesto no es precisamente mi fantasía número uno con los dos, pero suena muy bien. Un día normal. Mulder y yo. Dando un paseo. Jugando a algo. Conversación y vino con la cena.
- Creo que estaría bien, Mulder – replicco -. Pero antes déjame tomar una ducha.
- Claro. Recogeré aquí abajo mientras tee duchas. Pongo tu maleta en la habitación de arriba de las escaleras.
Mientras me ducho, me doy cuenta que Mulder me ha dado la habitación más grande, la que sus padres debieron haber compartido cuando su familia solía venir aquí. Me pregunto si está siendo caballeroso o si instintivamente puso sus cosas en “su” habitación y entonces me dio esta para que no tuviéramos que compartir el mismo baño. ¡Espero que no sea porque me está poniendo inconscientemente en el lugar de su madre! Después de secarme me visto con un informal vestido color arena. Mi apariencia oscila sólo entre serios trajes y vaqueros y camisetas masculinas, pero si Mulder puede proponer un paseo por la playa, lo menos que debo hacer es vestirme apropiadamente. Sonríe cuando vuelvo a la sala de estar. Sorteamos las desvencijadas escaleras de camino a la playa.
- Cuidado, esta parte es difícil – murmuura cuando llegamos abajo. Toma mi mano. Asumo que es para ayudarme a atravesar las rocas que bloquean nuestro paso, pero incluso cuando hemos llegado a la arena nuestros dedos siguen unidos.
Paseamos durante un buen rato, alternando conversaciones informales con confortables silencios. Cuando hablamos, lo hacemos sobre el mar y nuestras infancias. Mulder y yo chocamos tan a menudo con nuestras diferencias que es difícil creer que tengamos algo en común. Nuestro mutuo amor por la costa, por ejemplo. A él le viene de su particular estancia en la playa. Para mí es un sentimiento general, formado a causa de vivir en media docena de diferentes comunidades costeras durante mis “navales” años de crecimiento. Finalmente regresamos. Suelta mi mano, parece que con reticencia, cuando llegamos a la casa. Después de una pequeña discusión decidimos echar una partida de Scrabble. Pronto me pongo en cabeza al poner “fox” con la X en una casilla de triple puntuación.
- ¡Hey, los primeros nombres no valen! –– protesta Mulder.
- He puesto “fox” como el animal que vivve en los bosques. No Fox como tú – replico.
Entonces intenta poner “X-Files” a continuación de mi X, pero me opongo a eso. No es una palabra real, excepto para nosotros y algunas personas en el FBI. Espero que no acepte mi objeción, pero en vez de eso sonríe afectadamente y cambia algunas letras de modo que queda “sexy”. ¡Vaya, genial! Debería haber dejado que pusiera X-Files. Ahora tengo que mirar al “sexy fox” en el tablero y a un sexy Fox frente a mí sonriendo. Cuando acabamos el juego, vemos una repetición de “El show de Dick Van Dyke” en televisión. Durante los anuncios nos tomamos el pelo acerca del hecho de que usamos los nombres “Rob y Laura Petrie” cuando investigamos una vez de incógnitos en San Diego. Él dice que ya que Bill y Tara viven en aquella misma ciudad quizá deberíamos haberles invitado a casa para dar más realismo a nuestro matrimonio. Yo señalo que si Bill júnior se hubiera enterado de que Mulder y yo dormíamos bajo el mismo techo habría habido algún muerto (mi hermano habría tenido un ataque al corazón o habría matado a mi “marido”). Cuando el programa termina, Mulder empieza a hacer la cena. Expreso mi escepticismo con esta idea, ya que tengo muy claro que los huevos revueltos y las tostadas probablemente agotaron sus habilidades culinarias. Así que me deja la parte de cocinar y se pone a preparar los filetes en la barbacoa y a servir el vino. Tras la cena, me hace una pregunta que yo sabía que tarde o temprano tendría que llegar:
- Oye, Scully, ¿cómo pudiste sacarme dell hospital? Debe ser difícil de hacer, incluso para ti.
- Lo cierto es que en realidad es obra ttuya, Mulder. Ya que tú tuviste la previsión de darle esa carta al señor Kelling – dándome los poderes necesarios en caso de que estuvieras incapacitado o perdido – fue bastante fácil de hacer.
- Ah, ¿entonces hablaste con Kelling? Erra el abogado de mi padre – dice, pareciendo ligeramente intranquilo.
Tardo un momento en averiguar por qué, entonces me doy cuenta de que probablemente está recordando el modo en el que acabó la carta. “Recuerda siempre que confío en ti y que te quiero”. Decido aliviar la tensión.
- Sí, así que deberías estar en plena luucidez mental, compañero, o usaré tu confianza para pagar algunos préstamos de la universidad. Después de todo, tengo acceso a todas tus propiedades.
Él no pica el cebo, sólo sonríe y dice:
- Lo que es mío es tuyo, Scully.
Después de cenar y cuando hemos acabado de recoger (por alguna razón, hoy me he sentido mucho más casada de lo que me sentí aquella vez en San Diego) Mulder bosteza.
- ¿Estás listo para acostarte? – preguntto.
Él me sonríe, y me preparo para algún tipo de indirecta – caramba, le di una gran oportunidad para ello – pero en vez de eso dice, casi vacilante:
- Estoy cansado, pero no quiero irme a lla cama exactamente.
- ¿Qué, entonces?
- Cuando éramos pequeños Samantha y yo ssolíamos dormir en una hamaca que sujetábamos entre aquellos dos pinos – señala con la mano hacia dos pinos visibles en el crepúsculo – y mirábamos las estrellas y escuchábamos el mar mientras nos dormíamos. Me gustaría que hiciéramos eso.
- Es una idea encantadora, Mulder. Pero la hamaca se debe haber estropeado hace tiempo.
- No, aún está aquí. Está en el armario de mi vieja habitación. Por favor, Scully. Sabes que puedes fiarte de mí.
Me está mirando con esa expresión de cachorro que sólo usa cuando DE VERDAD quiere que yo haga algo. Vacilo, pero no por el motivo que él cree. Soy yo misma la que me preocupo. Después de estar con las manos cogidas toda la tarde y de beber vino en la cena, estoy sobre el filo de un cuchillo. Me costaría demasiado poco olvidar que es mi compañero, olvidar que soy médico y no acordarme de nada excepto del hecho de que yo soy una mujer y él es un hombre. El hombre al que yo quiero. Así que no sé cuál de los dos se sorprende más cuando digo:
- Claro, Mulder.
Llevamos la hamaca, mantas y almohadas hasta los árboles. A Mulder se le da sorprendentemente bien montar la hamaca, así que después de muy pocos minutos de colocar las cosas nos quitamos los zapatos y nos subimos. Su movimiento balanceante nos empuja el uno contra el otro. Mulder coloca su brazo alrededor de mi hombro y yo cierro los ojos. La parte lógica y racional de mi mente está haciendo saltar un millón de alarmas, pero las ignoro. Sólo por esta noche, estoy de acuerdo con lo que dice mi corazón. Mañana ambos haremos como si este incidente nunca hubiera sucedido. Podemos hacerlo. Hemos hecho un gran trabajo simulando que aquel casi – beso del verano pasado nunca sucedió.
- ¿Scully? – murmura Mulder, sus labios están a solo dos pulgadas de mi oído, las yemas de sus dedos trazando un dibujo imaginario sobre mi mejilla.
- ¿Mmmmm?
- Si te digo algo, algo que no puede serr probado, porque tiene que ver con los sentimientos, no con la ciencia - ¿me creerás si te digo que es cierto para mí, aunque no lo sea para ti?
Abro los ojos y fijo la mirada en los suyos, color avellana; la incertidumbre está escondiéndose en ellos.
- Claro, Mulder.
Estoy confundida y casi me duele que él pueda hacerme tal pregunta. Nunca he dudado de la sinceridad de las creencias de Mulder; de hecho, a pesar de mis propios sentimientos respecto a ese asunto, siempre he sabido que él cree que su hermana fue realmente abducida por extraterrestres. Toma aliento y dice, su voz casi un susurro:
- Te quiero.
- Yo también te quiero, Mulder.
Mi contestación es instantánea y automática. Y cierta. Mulder parece asustado.
- No tienes que decir eso, Scully.
Le sonrío.
- Mulder, en todos los años que hemos esstado juntos, ¿te he dicho siquiera una sola vez lo que querías oír en vez de lo que yo creía realmente?
Me sonríe también y sacude la cabeza.
- No, Scully, nunca lo has hecho.
- No veo abejas por aquí, Mulder, ¿y tú??
- ¿De qué estás hablando...? – empieza aa decir, pero se para a mitad de la frase y sonríe abiertamente. Acerca una mano a mi rostro mientras me acerca a él con el otro brazo. Entonces me besa. El beso es absolutamente maravilloso. Mis ojos se vuelven a cerrar mientras nos besamos, pero me fuerzo a abrirlos cuando Mulder aparta sus labios de los míos. Me está mirando con una mezcla de placer e inquietud. Como si él estuviera disfrutando inmensamente pero estuviera preocupado por si estoy a punto de apartarle o, al menos, decirle que no deberíamos estar haciendo esto. Y probablemente debería hacerlo, pero no quiero. Lo que quiero es que me bese de nuevo, así que le sonrío y acerco su boca a la mía con una mano en su nuca. ¡Vaya! El primer beso fue dulce e interrogante, el segundo cálido, apasionado y demandante. Antes de que pueda llegar a comprender lo que está sucediendo, su lengua está en mi boca y la mía en la suya. La falta de oxígeno, aunque no la de deseo, finalmente nos fuerza a separarnos.
- Dana – dice cuando podemos respirar dee nuevo. Antes de que pueda responder, oímos un estrépito ensordecedor y vemos un cegador rayo de luz. Mi primer pensamiento es que nos ha alcanzado una tormenta de verano, pero esas tormentas vienen desde el mar y el ruido Y la luz vinieron desde el este, cerca de dOnde está la casa. Oooops. Más bien desde donde ESTABA. Porque ha desaparecido. Completamente demolida.
- ¡Mierda, Scully! – Mulder baja rápidammente de la hamaca.
Buscamos nuestros zapatos y corremos hacia las escaleras y la relativa seguridad de la playa. Parece que nuestro plan de esperar hasta mañana para reanudar nuestra búsqueda de la verdad acaba de volar a lo alto del cielo. ¡Al menos esta vez nos besamos!
FIN