chapter = 4
author = Ameban
dedicate = A todos los fans de K/A que siempre quisieron algo sobre ellos.
Rating = AP15
Type = Adventure
fanfic = Fanfic de Robotech/Macross por Ameban (Isabel M.) Todos los derechos están reservados a la gente de "Harmony Gold-LTD", Estudios "Nue", Mikimoto, Noboru Ishiguro, etc...
>>>Notas Importantes:
A partir de este capítulo la historia empieza a ser desarrollada de forma más o menos lineal, aunque siempre entrelazándose con acontecimientos y pensamientos de otros personajes que ya se han contado o serán dichos. Hay algunas referencias a temas adultos en este y otros capítulos, pero lo cierto es que esta historia no tendrá ningún lemon.
Por otro lado, ruego a los fans puristas, tanto los de "Macross" como los de "Robotech", que no tengan en cuenta las menciones de una y otra historia. A mi me gustan ambos universos y no veo por qué tengan que estar enfrentados.
Por último, siento decir que por circunstancias personales, dudo que pueda publicar tan de seguido los capítulos que me quedan (un total de 7) ya que no estaré on-line, así que paciencia. Igualmente pude acabar la portadilla de este fic, que he publicado en deviantart. Aquí va el "thumb":thumb41793621: O si no, como:
www-deviantart-com/deviation/41793621/ (sustituid los '-' por '.' para poder verlo)
Disfrutadlo!
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4- Exilio en el Hielo.
“¡Qué alargados caen los días
En la angustia de mi exilio!
¡Qué pesadas son las horas
Velando con mi espíritu!”
“En mi duro destierro todo es hambre y frío”
--Manuel Burgos. (1947)
***
Los Zentraedi no lo sabían pero millones de años atrás la Tierra había sufrido un estado similar al que se encontraba en ese momento. Mucho antes de que incluso los Dinosaurios apareciesen sobre la Tierra, la superficie del planeta había estado cubierta por un gigantesco mega-continente que más tarde los humanos darían en llamar “Pangea”; con el tiempo, este mega-continente se separó en dos mitades, Laurasia y Gondwana, y en medio del cual se encontraba un enorme mar que también recibiría el nombre mitológico de “Tetis”… y que millones de años más tarde se transformaría en el Mediterráneo, en cuyas orillas florecerían algunas de las grandes civilizaciones Micronianas.
Pero todo eso ya pertenecía al pasado, aunque ahora la Tierra se encontraba en una situación similar a la que sufrió cuando la única masa terrestre era solo Pangea, o tras el límite KT ocasionado por el choque de un gigantesco meteorito. Tras la destrucción de la superficie del planeta sufrida tras el ataque de la flota imperial Zentraedi, la Tierra había sido desprovista de ríos, montañas y bosques, aunque fueron las zonas de amplia población humana las que más sufrieron. Ahora estaba cubierta por un bosque de cráteres y de gigantescas naves Zentraedi que tachonaban el paisaje alzándose hacia el cielo, como mudos esqueletos resultantes de la batalla allí acontecida.
Debido a la ausencia de cubierta vegetal y de protuberancias en el terreno, el clima cambió hasta volverse radical, alternando temperaturas bajo cero en las horas nocturnas, y de más de 40º grados en las horas centrales del día durante el verano, y con los vientos huracanados de hielo durante el invierno. Los Cataváticos australes, que regulaban el clima de todo el planeta, también habían variado su curso, y prácticamente el 80 de las especies que poblaban el planeta habían sido exterminadas… Justo como ocurriera en aquella época millones de años atrás, salvo por el hecho de que en la ocasión actual las condiciones extremas y las extinciones masivas poco habían tenido que ver con el curso natural del planeta ni con agentes externos como los meteoritos gigantes, sino con una guerra.
Solo las regiones que nunca habían tenido gran presencia humana, y que siempre habían estado muy aisladas, parecían haber sufrido menor daño. Igualmente, allá donde las gigantescas naves Zentraedi se alzaban como mudos monumentos a la batalla sufrida, había empezado a florecer la vida. Su increíble masa y altura hacia el cielo atraía las nubes de lluvia como si de islas en medio del yermo paisaje se trataran. Y la protocultura albergada en ellas ayudaba a acelerar el crecimiento de las plantas que de otra forma no habrían tenido oportunidad de germinar.
Los humanos, y los Zentraedi unidos a ellos, pronto se dieron cuenta de eso, y comenzaron a reconstruir sus ciudades y el planeta junto a ellas, aprovechándose de los materiales y el cobijo que estas les otorgaban.
Muchos Zentraedi, tanto los que habían huido hacia la civilización Microniana, como los que simplemente no tenían otra alternativa, se congregaron en torno a las grandes naves para reconstruir el mundo donde poder vivir de ahora en adelante; y de esa forma pequeñas ciudades formadas por poblaciones mixtas de Zentraedi y humanos fueron surgiendo junto a las gigantescas naves. En algunos casos, la mayoría de la población era Zentraedi, como ocurrió con el caso de Nueva Detroit, y en otros la mayor parte de la población era humana, como en el caso de Ciudad Monumento, pero el gobierno siempre se encontró en manos de estos últimos. Ellos se hicieron con las Cámaras de Conversión y las utilizaron para agrandar o disminuir a los Zentraedi, preferiblemente esto último, de forma que estos pudieran vivir y trabajar junto a ellos.
Pero no todos los Zentraedi lo hicieron…
El Queadol de Khyron había logrado salvarse, aunque no se podía decir lo mismo de muchas de las naves que habían formado su escuadrón, y ahora sus tripulantes se encontraban varados en medio de un desierto helado sin tener ni idea de cómo salir de allí, y apenas de cómo sobrevivir. La mentalidad y el entrenamiento Zentraedi, pensado solo para el combate y todo lo que giraba en torno a él, no estaba preparada para cosas tan básicas como las reparaciones o incluso la agricultura.
Y esa era la situación que ahora Khyron tenía que afrontar junto a sus Bottoru y un puñado de Meltrandi.
Pocas semanas después del forzoso aterrizaje en la tundra canadiense, el líder de los Bottoru se había reunido con Grell en un improvisado despacho cerca de la sala de guerra principal que había sobrevivido al choque en unas condiciones bastante aceptables. Allí pretendía discurrir con su primer oficial las medidas a tomar para organizar un plan de supervivencia, cuando de repente la puerta se abrió dejando paso a la líder de las Meltrandi.
-¿Azonia?- exclamó este al verla entrar, -¿A qué has venido? No he pedido tu presencia.-
Lap Lamiz se había cubierto los hombros con su maltrecha capa para guarecerse del frío reinante que incluso los sistemas de mantenimiento de la nave no eran capaces de paliar del todo; pero incluso así, ella seguía teniendo el mismo aspecto regio de siempre. Al entrar, miró al líder de los Bottoru, y en tono grave, anunció.
-Cierto, pero mi presencia sí es requerida en esta reunión, Khyron. Yo soy las responsable de las Meltrandi que hay aquí.-
Desde su asiento, Khyron pareció reflexionar su respuesta. Había lógica en ella.
-Está bien. Puedes sentarte.- contestó y Grell no pudo evitar mirarle de reojo.
Nunca antes había sido tan condescendiente con ella, pero imaginó que sus razones tendría el líder Bottoru para dejarla participar en una reunión… Solo esperaba que los dos no acabaran peleándose como siempre había ocurrido hasta el momento.
Y esa fue la primera vez que Azonia tomó el mando junto a Khyron.
-…La situación es mala, muy mala.- comenzó a decir el hombre de piel lavanda con los codos apoyados sobre la mesa de la sala,- Casi la mitad de los sistemas de la nave no funcionan correctamente, empezando los por los de mantenimiento y ambiente… así que no podemos usar muchas de las salas de la nave porque se han hecho inhabitables. Lo mismo con la maquinaria de combate; la mayoría de los battlepods están inservibles por los desperfectos sufridos cuando nos estrellamos en este erial… Y lo que es peor, la protocultura se nos está escapando por las fisuras de las cámaras de contención hacia el exterior, sin que podamos evitarlo.-
-¿La protocultura?- exclamó entonces Azonia, recordando la conversación mantenida pocas semanas antes con Breetai acerca de la escasez de la misma. -¿No tenemos manera de recuperarla?-
-No.- contestó Khyron con una mueca de disgusto, -No sabemos qué hacer para tapar esas fisuras y conseguir que deje de perderse o aprovecharla de alguna forma.-
-Disculpe, señor… ¿Aprovecharla?- preguntó Grell con suavidad, -¿Cómo podríamos aprovechar la protocultura que se pierde de la nave si nada funciona?-
-Esa protocultura está haciendo que crezcan plantas terrestres alrededor de la nave. Para esos seres es casi una comida… Y podríamos aprovecharnos de ese fenómeno si supiera cómo, y así conseguir un abastecimiento de comida vegetal.-
Tanto Grell como Azonia le miraron confundidos. ¿Cómo sabía Khyron esas cosas?
-¿Hacer crecer… plantas?- se atrevió a preguntar Azonia, -¿Cómo?-
-¡Si supiera cómo, lo haría! Empezando por hacer crecer flores de la Vida si las tuviéramos, y luego sintetizarlas para conseguir protocultura… Si supiéramos cómo hacer cualquiera de esas cosas, se acabaría el problema del combustible y de paso conseguir una remesa de vegetales para comer. ¡Si manejáramos la protocultura como hacen los Maestros, ya no tendríamos todos estos problemas!-ladró Khyron en tono irritado poniendo una de sus exageradas muecas- Si yo supiera cómo se hace eso, nada de esta locura para recuperar la nave de Zor habría pasado.-
El líder Bottoru resultó pensar de una forma sorprendentemente pragmática sobre lo que estaba ocurriendo, pero en su interior, prefería no saber nada sobre la creación de protocultura.
Los otros dos Zentraedi no respondieron. Grell estaba algo sorprendido por la mención de los Maestros de la Robotechnia que Khyron había hecho, ya que para él esas eran unas figuras casi tan desconocidas, lejanas y legendarias como lo era Zor. Era evidente que Khyron sabía algo acerca de esos individuos y de ese fenómeno sobre cómo hacer crecer plantas que seguramente los Maestros también conocían, pero tampoco sabía ponerlo en práctica. Como él mismo había señalado, si lo supiera, no tendrían tantos problemas… Pero esa clase de conocimiento sobre la protocultura solo estaba al alcance de esos escogidos que eran los Maestros.
Y ese era precisamente el problema, que ninguno de ellos sabía cómo hacer nada de eso.
- …Además, de los 15.000 soldados que formaban la tripulación de mi Queadol cuando nos llamó Breetai, ahora apenas quedan algo más de 3000. El resto de los cruceros que formaban mi escuadrón se han perdido durante el choque o fueron destruidos; no hemos encontrado más supervivientes que los que aquí hay.- concluyó en tono abatido.
-¿Tan pocas de tus tropas han sobrevivido al choque?- preguntó Azonia con suavidad. Aún así eran muchos más de las Meltran supervivientes.
Él clavó sus ojos negros en ella y contestó:
- En el choque, y en las batallas contra los Micronianos. Mi Queadol sobrevivió al choque y la batalla contra Dolza, pero el resto de las naves de mi batallón no han sobrevivido, y si lo han hecho, no conozco su paradero… Y como yo era el único que realmente se preocupaba por arreglar las cosas y ganar, en vez de perder el tiempo con investigaciones absurdas, mi batallón sufrió muchas más bajas que los demás. –Su tono estaba lleno de reproche, - Además, he tenido que dar orden de perseguir y ejecutar a los disidentes.-
-¿Disidentes…? –alcanzó a preguntar Azonia ahogando su propia exclamación de asombro.
-Disidentes, claro, ya sabes… traidores.- contestó Khyron con el mismo tono sarcástico sacudiendo una mano.- Ahora entre mis propio Bottoru hay también montones de idiotas que creen que irse a vivir con los Micronianos es mejor que seguir siendo Zentraedi.- apretó los puños sobre la mesa, - No son más que traidores infieles, y merecen su castigo.- explicó con aplomo.
Grell no dijo nada, se reservó su opinión para si mismo. Sabía cómo pensaba Khyron y era consciente que intentar convencerlo de que esos “traidores” solo buscaban una oportunidad de sobrevivir era la explicación para muchas de esas deserciones. No es que él estuviese de acuerdo con la actitud de sus subordinados Bottoru, pero sí la entendía. No obstante, su líder también tenía algo que añadir a lo que acababa de decir:
-… Pero ejecutar a todos los traidores no es la solución. Si hay más, acabaremos peor todavía y solo habrá un puñado de nosotros. Lo que debo hacer es convencerlos de que irse junto a los Micronianos o con Breetai no es la solución a sus problemas.-
-¿¡Con Breetai!?- exclamó de repente Azonia, -¿Qué tiene que ver él en todo esto¿Acaso él ha sobrevivido también?-
De nuevo, Khyron se giró hacia ella y la miró con un rictus mezcla de gravedad y molestia. Era evidente que él sabía que ocurría y que tenía una opinión al respecto.
Por su parte, Azonia permaneció ajena a la severa mirada del líder Bottoru; hasta ese momento ella no sabía que Breetai también había sobrevivido, pero de haberlo hecho, habría intentado huir con sus Quadronnos a la nave del general de rostro marcado. Después de todo ambos habían luchado juntos y se habían deseado “suerte” en su batalla contra las fuerzas de Dolza y ella, pese a la rivalidad que había mantenido con él por aspirar al mismo puesto, también le respetaba… Sin embargo, Lap Lamiz tenía una opinión bastante distinta sobre Khyron; para ella el Zentran de cabellos azulinos era un oportunista, irreverente, insubordinado y demente con el que ahora encima tenía la desgracia de depender para sobrevivir. Ante semejante panorama había valorado la posibilidad de unirse a Breetai si este siguiera vivo, en lugar de permanecer en la nave de ese Kravshera junto a su batallón.
Al fin y al cabo, Khyron era un chiflado y ella no tenía ningún deseo de someterse a sus caprichos… ¿o no era así?
-Breetai es un traidor. – contestó Khyron con desprecio y totalmente convencido de ello, -El peor de todos ellos porque él mismo debería haberse dado cuenta mucho antes de lo que significa mantener una posición como la suya… Pero en lugar de eso, creyó que todo lo que hacían los Micronianos era “protocultura”, hasta dejarse seducir por ellos… y después de conseguir que nos sentenciaran a muerte a todos los que estabamos en este sistema, ahora está de su parte. Sus naves patrullan el planeta desde el espacio y está colaborando ampliamente con aquellos que debería haber eliminado.-
-¿Cómo… cómo sabes tú todo eso?- preguntó Azonia luchando por no parecer una ignorante.
-Hemos recibido transmisiones de su nave. Están recogiendo a los Zentraedi supervivientes atrayéndolos con la posibilidad de mantener una buena vida si están de su parte y la de los Micronianos.- explicó por fin Grell tras su prolongado mutismo.
-¡Y eso es lo que no se puede concebir!- exclamó entonces Khyron como una continuación del enunciado de su primer oficial, -¡Si el emperador Dolza nos mandó ejecutar es porque él creyó que ya no éramos verdaderos Zentraedi porque hacíamos demasiado caso a los Micronianos!... ¡Si Breetai y los demás no se hubiesen vuelto como ellos creyendo que tenían los secretos de la protocultura, nada de esto habría pasado y ahora no estaríamos aquí tirados¡Los Micronianos no dominan nada y son los culpables de todo lo que nos ha pasado!- finalizó dando un furioso puñetazo sobre la mesa.
Azonia permaneció callada e involuntariamente se mordió el labio. De alguna forma estaba empezando a pensar que el líder de los Bottoru tenía razón. Nada de esto habría pasado si se hubiese hecho lo que se tenía que hacer desde el principio, y ahora no se encontrarían tirados en medio de ninguna parte. La líder de los Quadronno estaba empezando a experimentar una emoción hacia sus adversarios desconocida para ella: hasta entonces vencer a sus enemigos en combate era un asunto formal, un trabajo, un trámite… pero ahora estaba empezando a comprender que se puede desear aniquilar a un enemigo solo porque se le odia.
Y eso era precisamente lo que le ocurría a Khyron; el Zentran de perfilados rasgos no veía a los Micronianos como un mero trámite bélico dentro de su sistema de vida, sino como a criaturas odiosas y despreciables a las que había que aniquilar. El odio que Khyron guardaba contra los Micronianos era algo real y tenía más fundamento del que le había parecido a Azonia en un primer momento.
Lo cierto es que hasta ese momento Azonia nunca había albergado ningún tipo de hostilidad hacia los Micronianos, pero estaba empezando a pensar que su hasta ahora indiferente punto de vista hacia aquellas pequeñas criaturas no era del todo acertado.
Como parecían haber sido otros muchos que antes había dado como hechos inapelables.
-Señor… al margen de todo eso, creo que lo primero de todo es saber cómo podemos sobrevivir aquí sin que los Micronianos y las tropas de Breetai nos encuentren.- señaló Grell con suavidad y los otros dos líderes le miraron con interés, cada uno por un motivo diferente.
-Correcto. Ni los Micronianos ni Breetai deben saber que estamos aquí… que yo sigo vivo. Además, nunca me uniría a ellos.-
-¿Y qué hay de nuestra supervivencia?- preguntó entonces Azonia, quien no tenía más ganas de escuchar acerca de lo que había pasado tras el ataque de Dolza, sino de saber qué hacer para enfrentarse al auténtico problema del día a día. -En mi opinión, no sirve de nada ocultarnos si luego no podemos sobrevivir.-
Khyron se giró hacia ella y sonrió.
-Cierto. Es nuestra primera prioridad…- bajó al vista hacia la mesa mientras golpeaba su superficie con un dedo en actitud pensativa, -Lo primero sería conseguir toda la protocultura y avituallamientos necesarios para poder vivir. Luego, tal vez sería…-
-¿Aprender a cómo reutilizar el material que consigamos?- sugirió Azonia. –Es cierto que los Micronianos no dominarán la protocultura como hemos creído hasta ahora, pero sí es verdad que tienen muchos conocimientos que nos pueden ayudar. Creo que debemos sacar provecho de las cosas que tenemos y no sabemos cómo usar.-
-Sí. Precisamente.- contestó Khyron con una sonrisa de satisfacción a partes iguales; la idea era buena, y Azonia estaba demostrando que su rango era por algo. –Empezaremos por reunir todos los conocimientos sobre ellos que podamos.-
Al oírle, Azonia sonrió para sí. Acababa de dar el primer paso consiguiendo que Khyron hiciera caso de su sugerencia.
Cuando la reunión terminó, Grell suspiró con alivio al ver que no había acabado en una nueva pelea entre su señor y la líder Meltran, que más tarde Khyron habría pagado con él pese a que su señor por lo general era bastante beligerante con él.
Lo cierto es que cuando Khyron estaba relajado o no tenía que mantener su aire marcial de líder de los Bottoru y de los Zentraedi que no se había unido a los Micronianos, estaba más pálido y callado que de costumbre. Normalmente Khyron, si no tenía nada mejor que hacer, mataba el tiempo con juegos o entrenamientos ligeros, o directamente le daba por organizar una fiesterita particular y ponerse a beber con un grupo de oficiales cercanos a él de forma que todos acababan con una borrachera a cuestas… Pero ahora no era así. Grell había captado una inusual quietud en él, que parecía querer ocultar pero que, en un rostro tan expresivo como el suyo, no era posible.
Y podía entender perfectamente por qué: él, al igual que todos los demás, estaba conmocionado por todo lo ocurrido.
Todos los Bottoru se sentían, no solo perdidos, sino desamparados, y eso incluía al propio Khyron, aunque su sentido de la independencia y libertad personal le diese más seguridad y autonomía que al resto de sus hombres. La razón era sencilla: los Zentraedi como tales, casi habían sido destruidos; y su líder, el emperador Bodolza “el Viejo”, con ellos. Y todo esto había ocurrido luchando contra unas criaturas mucho más pequeñas que ellos, y en teoría más débiles.
¿Cómo puede alguien en su sano juicio permanecer indiferente ante algo así? Al igual que Khyron, Grell también sabía qué era odiar a un adversario.
Ahora Khyron parecía ser el único líder notable que realmente mantenía vivo el espíritu Zentraedi, mientras que un cargo tan alto como el de Breetai se había convertido en un traidor, y Azonia apenas tenía voz y voto. En cierta forma, Khyron sería el responsable de lo que le ocurriese a todos ellos de ahora en adelante.
Y el mayor problema de todo esto es que lo que tenían que hacer no era luchar contra los Micronianos, ni siquiera contra las fuerzas de Breetai. Khyron luchaba para ganar, y sabía muy bien cuando no estaba en condiciones de hacerlo, así que darse por descubierto ahora, sin ni siquiera estar en disposición de defenderse y con la moral en la cuerda floja, era un acto de tremenda imprudencia.
No, lo que debían hacer ahora era permanecer escondidos y sobrevivir. Simplemente asegurarse el día de mañana.
Al menos Laplamiz había tenido una buena idea al respecto. El problema es que no sabían como empezar.
Por su parte, Azonia también reflexionaba sobre lo ocurrido.
Ella también estaba conmocionada por cómo se habían precipitado todos los acontecimientos, pero tenía claro que debía salir adelante; ella, Maruk Lap Lamiz, líder suprema de las Quadronno Meltrandi, no se dejaría vencer de esa forma. Aunque el chalado de Khyron hubiese tenido que recordárselo, ella debía estar por encima de cualquier vicisitud y comportarse como lo que era. De esa forma, había empezado a poner en práctica su plan y por ello se había unido a la pequeña reunión del líder Bottoru.
El problema era que a partir de ese momento, no veía las cosas tan claras como antes y había empezado a preguntarse sobre las palabras del Zentran de cabello azulino. El hecho de descubrir que Breetai seguía vivo en su nave y que también disponía de muchos hombres, la habían hecho dudar sobre su decisión de permanecer junto a los Bottoru… Podría hacerse con la confianza de Khyron, pero a la hora de la verdad unirse a Breetai era una solución mucho más sensata que permanecer junto al alocado líder Bottoru.
Y así era, pero había muchas consideraciones en contra. En primer lugar, y pese a si misma, ella le debía la vida a Khyron y no a Breetai; él la había salvado y también la había hecho darse cuenta de quién era ella haciendo que despertara su orgullo de comandante suprema de todas las mujeres Zentraedi. A un nivel personal debía estarle agradecida, aunque él no lo reconociese de esa forma; es más, ahora mismo Azonia le debía mucho más al Zentran llamado “el Traidor” que a Breetai, quién después de todo no se había preocupado por intentar rescatarla cuando ella y su nave resultaron sentenciadas, y ni mucho menos averiguar sobre su paradero. Para Azonia, ahora Breetai resultaba no ser el respetable líder con quien había mantenido durante años una honorífica rivalidad, sino un tipo que la dejó abandonada en medio de un combate que habían sellado luchar juntos, mientras que Khyron, aquel a quien ambos habían considerado un cobarde y un traidor, era quien realmente se había preocupado en rescatarla. ¿Por qué? A juicio de Azonia, el líder de los Bottoru había tenido un motivo egoísta para hacerlo, tal vez algo más complejo que solo el poder derrotar al comandante de la división Jiabao, Wuer Mataai, pero si había algún motivo más, la verdad es que ella lo ignoraba.
Por otra parte, las palabras de Khyron resonaban continuamente en sus oídos: Breetai era un traidor porque se había puesto de parte de aquellos que habían sido los causantes de su situación actual… Hasta entonces Azonia no se había parado a pensar en ese punto en particular, pero estaba empezando a creer que Khyron estaba en lo cierto.
¿Y si realmente los Micronianos eran los verdaderos culpables de todo y no cosas como que ella estuviese perdiendo su aversión cultural hacia los Zentrandi?
Cuanto más lo pensaba, más convencida estaba de que, después de todo, Quamzin Kravshera tenía razón y que existen razones para querer derrotar a un adversario a toda costa, razones no relacionadas solo con conseguir la victoria, sino con querer infligir daño a un enemigo.
Azonia estaba empezando a descubrir una nueva forma de pensar ligada a un nuevo sentimiento que nunca había supuesto que pudiera darse. El odio era una emoción muy poderosa que podía estar muy ligada al deseo de combatir, y también contra quién se combate.
***
En las semanas que siguieron a aquella reunión, los battlepods que aún quedaban en funcionamiento en la nave de Khyron, junto con algunas armaduras del tipo Nousjaedul-Ger, empezaron a hacer incursiones en la zona, y de ahí, cada vez más lejos.
La primera misión importante fue algo producto de la casualidad. El lugar donde el desmochado Queadol se había ido a estrellar se encontraba bastante cerca del territorio conocido como Alaska donde se había encontrado el cañón reflex que los Micronianos habían usado contra la flota de Dolza. Sabiendo esto, y creyendo que en un lugar así encontrarían algo útil... una maniobra militar clara y comprensible.
Sin embargo, pese a que el fenomenal cañón había derribado cientos y cientos de cruceros de la Armada Imperial, las fuerzas de que aún permanecieron en órbita tras el masivo ataque habían destruido el cañón antes de que el cuerpo principal de la flota de Dolza fuera destruido. Como consecuencia el cañón no resultó ser más que un inmenso agujero cavado en el suelo de permafrost hasta unos 4 km de profundidad. Ahí, excepto esqueletos calcinados de Micronianos, montones de amasijos de metal recubiertos de herrumbre y maquinaria inútil, no quedaba absolutamente nada importante o de valor, ni siquiera el codiciado generador reflex movido por protocultura que lo había activado.
Posiblemente los Micronianos ya hubiesen hecho alguna incursión previa antes de que los Bottoru aparecieran por allí, pero ya no se podía salvar nada. Incluso el generador reflex que ponía en marcha todo el sistema estaba calcinado. Pese a su eventual derrota, las fuerzas de Dolza habían hecho un buen trabajo.
Los Bottoru no pudieron hacer otra cosa que dar la espalda a los restos del gigantesco cañón, descartando poder encontrar algo de valor en lo que allí quedaban.
De esa forma, las tropas de Khyron empezaron a moverse en otras direcciones buscnaod nuevos objetivos Viajaban en grupos pequeños, moviéndose deprisa y al amparo de los obstáculos del terreno, la niebla o la noche, según fuese preciso, pero siempre con suma discreción y en silencio, como un leopardo que recorre su territorio de caza sin que sea visto. La razón era porque estos pequeños destacamentos no iban en busca de ganar batallas, sino simplemente buscaban otras naves Zentraedi que había corrido el mismo destino que el Queadol de Khyron, o en la mayoría de los casos, uno peor.
Buscaban cualquier cosa que les pudiera servir: protocultura, battlepods en buen estado, armamento… e incluso ropas y comida. En algunos casos, las naves estrelladas, en su mayoría Thuverl Salan, o los masivos cruceros Quiltra Queleual, estaban casi inservibles, y solo se podía salvar un puñado del material allí contenido que aún no hubiese sido rapiñado por los Micronianos o por Zentraedi vagabundos; en otros casos pudieron recuperar remesas de protocultura o de cualquier otro material útil, como ropas o comida sintetizada. Para su desagrado, muchas de esas naves estaban plagadas de Zentraedi muertos, y el olor a putrefacción y muerte era tan fuerte que poder indagar en ellas era una tarea desmoralizante. En otros casos simplemente encontraban los cuerpos de otros Zentraedi a medio consumir por los animales locales; las inmensas reservas proteínicas que constituían los cuerpos de los Zentraedi fallecidos eran devoradas por ejércitos de famélicos osos, lobos, pumas, coyotes, glotones y otros predadores que habían escapado al holocausto; empezaban a devorarlos por las partes más blandas de sus cuerpos, como los ojos, orejas, labios y nariz, pues ni siquiera los superdepredadores del planeta, como los osos y lobos, tenían las armas necesarias para desgarrar la gruesa piel de los cuerpos Zentraedi hasta que estos no estuviesen en cierto grado de putrefacción.
Era irónico ver cómo los Bottoru hacían con las naves de su pueblo lo mismo que los famélicos carnívoros del planeta hacían con sus tripulantes.
Otras veces, la situación era más complicada que eso. En algunas ocasiones, mayormente cuanto encontraban esos grandes tanques voladores que era los Quiltra Queleual, no resultaban estar llenos de cadáveres, sino de otros Zentraedi que habían sobrevivido y que también recorrían los yermos páramos buscando de qué abastecerse; esto ocurría sobre todo en el territorio conocido como Arkansas, donde literalmente, había ido a parar el grueso del batallón Jiabao que no había sido destruido. En esas ocasiones, los destacamentos Bottoru enviados por Khyron tenían varias opciones según fuesen esos Zentraedi; en algunos casos eran otros Zentraedi perdidos y desmoralizados que apenas lograban sobrevivir en aquel inhóspito erial, y que al ver a los recién llegados, se unían a ellos en la esperanza de encontrar una salida a su situación, aunque en ocasiones esos mismos Zentraedi obraban de forma reticente al saber quién era su salvador: Khyron no era un comandante con un cargo especialmente alto dentro del mando Zentraedi, pero su fama y la de su batallón le precedían, así que ni los hombres que se salvaron de la Gran Flota Principal ni los de Breetai se sentían especialmente atraídos por unirse a él.
En otras ocasiones daban con supervivientes de la flota de Breetai, incluso con sus propios hombres, que viajaban por los páramos buscando a sus compañeros; cuando esto ocurría intentaban evitar cualquier clase de encuentro pues Khyron no deseaba ser descubierto por Breetai ni los Micronianos, e incluso un eventual enfrentamiento habría llamado la atención del viejo general. Afortunadamente, diferenciar a las tropas de Breetai y a los Zentraedi unidos a los Micronianos se hizo más fácil porque ellos vestían unas ropas estandarizadas de color púrpura con botas negras de suela plana que les habían facilitado sus aliados Micronianos.
Por último, y en contadas ocasiones, sí dieron con compañeros de su batallón pertenecientes a otras naves de la 7ª División Bottoru además de los que ya se habían salvado en el Queadol de Khyron. Los capitanes de esos cruceros habían muerto durante la batalla o tras el aparatoso aterrizaje de las naves que comandaban, así que su tripulación tampoco sabía qué hacer. No obstante, cuando vieron llegar a sus compañeros y supieron que su líder los estaba buscando, no duraro en unirse a ellos en la creencia de que era mejor estar todos juntos bajo el mando de su imprevisible señor antes que permanecer en medio de ninguna parte sin un futuro posible.
Ellos eran los únicos soldados Zentraedi que no dudaron en qué hacer, una fidelidad hacia su líder que a Azonia siempre le pareció asombrosa.
De esa forma, con el paso de las semanas, los Bottoru escondidos en los hielos del norte fueron con consiguiendo mejorar sus condiciones y aumentar levemente su número. Y todo ello supervisado por su líder, su segundo al mando, y en menor medida, por Azonia.
***
Semanas más tarde, después de su primera reunión, Khyron, junto a Grell y Azonia, quien últimamente siempre le acompañaba en estas decisiones, se encontraba en la sala de almacenamiento principal de su estrellada nave. Desde allí, remesas de battlepods y tanques de protocultura eran traídos y almacenados en la nave, mientras que otras cosas más mundanas también lo eran.
-¿Otra remesa de comida estandarizada?- exclamó Khyron con molestia, -¿Es que no se ha podido conseguir nada más?-
-No, señor.- contestó Grell con fría profesionalidad. –Las naves que revisan nuestros hombres no están provistas de nada más que del rancho estándar. Los únicos que tenemos otra clase de avituallamiento somos nosotros.-
-Khyron¿cuál es el problema con esas provisiones?- preguntó entonces una confundida Azonia con suavidad, -Es lo que siempre hemos consumido.-
El líder Bottoru se volvió y clavó en ella sus ojos negros que lucían bajo su flequillo de perro pastor.
-Es cierto, es lo que siempre hemos consumido… pero no es lo que se consume siempre en mi batallón.- contestó este con cierto deleite.
- No entiendo.- contestó ella.
-En mi batallón, además del rancho estándar, ocasionalmente también se consumen alimentos de origen natural.- explicó este, - Es mucho más sustancioso, y la verdad es que está mejor… Así mis hombres y yo mismo estamos más contentos.- hizo una pausa, - Y si quiero que mi escuadrón esté contento viviendo en estas condiciones, debe tener el estómago lleno de comida caliente y sabrosa. Así verán que me preocupo por su bien estar.-
Azonia abrió la boca para decir algo, pero solo alcanzó a mirarlo con perplejidad cuando se dio cuenta de que el hombre de piel lavanda tenía razón. Si se quiere sobrevivir en unas condiciones como aquellas, la comida y el refugio estaban por delante de cualquier otra cosa… Lo que no entendía era aquello de “comida natural”. ¿Por qué era tan importante¿Acaso era otra de las excentricidades que ese Kravshera tenía respecto a sus hombres?
-Ya veo… Pero creo que… nunca he probado algo así.- anunció con una mezcla de perplejidad y curiosidad.
-¿De veras?- exclamó Khyron con una sonrisa pícara, -No sabes lo que te pierdes.-
Azonia gruñó; parecía que Khyron volvía con sus reproches hacia ella, o bien que se estaba riendo de ella.
-¿…Ni siquiera la cerveza garudana? –aventuró él al ver que ella no respondía.
- No. La conozco, pero nunca la he probado.- contestó ella con frialdad.
-Está bien. – contestó él volviendo de nuevo la vista hacia los vehículos que traían nuevo material. –En ese caso, me aseguraré de que lo hagas la próxima vez que comas… Así sabrás por qué es tan importante.-
Y así fue como ocurrió tras aquella casual conversación. A primera vista solo era eso, pero aquello tendría otras consecuencias que en ese momento ninguno de los dos podía prever y que supondrían un gran cambio para todos ellos.
Cuando Azonia fue a almorzar en la sala-comedor común donde los oficiales de cierto rango comían, en lugar de la supuesta ración de compuestos sintéticos alimenticios aderezados con protocultura se encontró con que en su mesa no había nada de esa especie de puré marrón que era su comida, sino carne asada de Hypax, un animal oriundo de Haydon VI, que previamente había estado congelada. Para beber, se encontró con agua y cerveza garudana en sendas botellas.
-¿Qué… qué es esto?- preguntó con perplejidad, -¿Dónde está mi comida?-
-¿No lo sabes?- preguntó Khyron desde su cercano asiento donde estaba comiendo exactamente lo mismo no muy lejos de donde estaba Grell, - Es tu almuerzo de hoy… Así probarás la comida de verdad.-
Ella le miró con el ceño fruncido, y luego a su plato, para volver la vista hacia él.
-¿Qué significa esto, Khyron?- preguntó con cierto tinte de molestia en su voz.
Él se volvió hacia ella sin dejar de masticar; los modales en la mesa Zentraedi tampoco estaban muy desarrollados.
-Ya te lo dije, comida natural.- contestó entre bocado y bocado, - Espero que sepas apreciarla. No nos queda mucha.-
Azonia suspiró para sí: sería mejor seguirle el juego; además, él parecía disfrutarla de veras y tal vez no fuese alto tan malo. Así que sin pensárselo más veces, dio un bocado al trozo de carne, que resultaba más duro que el puré habitual, y luego empezó a masticar. Sus ojos se agrandaron por la sorpresa al sentir el sabor y el instinto innato de comer algo auténtico.
-Esto está… muy bueno.- exclamó con deleite.
Khyron sonrió divertido al verla comer. Sus hombres disfrutaban de ocasionales almuerzos como aquel, pero para Azonia, en sus casi 49 años de vida, estaba claro que esa era la primera vez que hacia algo así. En cierto modo era como ver a un niño en una tienda de caramelos.
-Ahora prueba la cerveza.- sugirió divertido mientras señalaba la botella llena de un líquido rojizo. Pese a que era cerveza se parecía más a los vinos de los Micronianos.
Ella cogió la botella y se sirvió un poco en un vaso del que luego bebió, y su rostro volvió a pasar por las mismas muecas de asombro que antes.
- Cosmos… nunca había bebido algo así.- exclamó, y luego apuró el vaso.
Khyron comenzó a reírse a carcajadas, divertido al ver la reacción de ella.
-No bebas demasiado, Azonia.- advirtió entre risas, - O te emborracharás.-
Ella apartó la vista del vaso y volvió a mirarle con el ceño fruncido. Se dio cuenta de que él debía encontrar muy divertido ver a la gran Maruk Lap Lamiz tener esa clase de comportamiento; quiso responderle algo sobre el respeto a la autoridad, pero supo que eso no era posible.
- Según tengo entendido, eres tú el que se emborracha con esta---- bebida, y luego dispara sobre sus tropas.- señaló ella con tono hiriente.
- ¡Vaya¿quién te ha dicho eso? –preguntó él sin darse por ofendido.
- Es de dominio público en toda la flota Zentraedi.- contestó ella con gravedad. – Y no, yo no me emborracharé de la misma forma. No estoy hecha como los rangos inferiores.-
Khyron ignoró el comentario de Azonia sobre las características de su línea de clonación, y continuó comiendo y hablando a partes iguales.
- Considerando que nosotros, los que estamos aquí, somos los únicos Zentraedi que quedamos en la flota, no es de extrañar que sea de dominio público. –aclaró él sin perder el humor; ni siquiera parecía molesto por lo que los demás Zentraedi dijeran sobre él.
Entonces se levantó de su mesa, y fue hacia la de ella hasta situarse justo enfrente de la líder Meltran apoyando las manos sobre el tablero.
-En cualquier caso, lo que yo haga con mi batallón, es asunto mío. Y ellos me agradecen mucho tener la posibilidad de disfrutar de lo mismo con lo que tú estas disfrutando ahora, Azonia.- explicó. –Espero que ahora comprendas porqué es importante conseguir esta clase de avituallamientos.-
Azonia le miró con gravedad, sosteniendo su mirada guasona sin retroceder. Ella podría colaborar con Khyron, pero eso no significaba que él no le debiese respeto.
-Bien. Pues si es tan importante, tal vez deberías conseguir más de los Micronianos.- replicó ella, - Ellos consumen este tipo de comida de forma regular¿no?-
-Azonia, cada día me sorprendes más. No dejas de tener buenas ideas.- fue su sorprendente contestación.
La primera comida natural de Azonia había comenzado de esa forma. Ciertamente comprendió por qué Khyron recompensaba a sus hombres de esa forma cuando era menester hacerlo, y que ellos valoraran ese gesto de su jefe. Por otro lado, encontrándola tan deliciosa, Azonia se atracó todo lo que pudo de esa primera comida natural, y consecuentemente, durante los dos días siguientes, el estómago le estuvo molestando hasta que se le pasó el empacho. Curiosamente no le ocurrió lo mismo con la cerveza garudana, que no parecía hacerle tanto efecto, tal vez a causa de lo que había afirmado sobre su diseño como líder Meltran, más fuerte y resistente que la de sus compañeras; sin embargo, supo que ese tipo de comida era más fuerte que el rancho sintético y debía ser más moderada con ella. A pesar de la mala experiencia, desde luego que consumiría cosas así siempre que pudiera.
Por otro lado, estaba intrigada por el cambio que había visto en Khyron. Él la toleraba más y de mejor humor cada día, lo que no dejaba de ser curioso cuando solo unas cuantas semanas atrás no paraba de ponerla de los nervios. Azonia siempre meditaba sus respuestas lo más sesudamente que podía, pero nunca imponía su criterio como había hecho anteriormente… y sorprendentemente, el líder de los Bottoru las aceptaba de buen grado. Eso significaba que ella no estaba desencaminada en su objetivo de ordenarle a Khyron lo que se debía hacer, y que eventualmente ella recuperaría su puesto.
El problema era que cada vez más, y pese a que ella misma evitaba pensar en ello, le costaba más encaminar su trabajo en una pura ascensión al poder, sino que realmente lo hacía porque deseaba ayudarle. De alguna forma, empezaba a ver a Khyron como un colaborador, y no como un obstáculo.
Y ella no sabía cómo ni por qué.
Por su parte, Grell había asistido desde el otro extremo de la mesa a la pequeña comedia organizada por su señor respecto al almuerzo de Azonia. Él sabía que en principio había sido para convencer a Azonia de que debían conseguir ese tipo de avituallamientos para aumentar la moral de la tropa, y eso era algo en lo que él estaba de acuerdo… Pero¿realmente era necesario ofrecerle semejante banquete a la líder Meltrandi para convencerla¿No había otras formas de hacerlo? Y en todo caso¿por qué convencerla a ella si su cargo no era tan importante? Sus Meltrandi eran solo un pequeño puñado en medio del total de las tropas y tampoco tenían tanta importancia.
Grell tenía la incómoda sensación de que Khyron le había ofrecido esa cena por alguna clase de motivo personal que no alcanzaba a comprender. Normalmente los únicos que disfrutaban de cosas así eran los más cercanos al líder Bottoru, entre los que se encontraban los capitanes de los otros cruceros del batallón (en caso de que hubiesen sobrevivido) y el propio Grell--- y esta vez él no había tenido su ración.
Ya habían pasado poco más de seis meses desde el aparatoso aterrizaje del Queadol de Khyron sobre la tundra Canadiense. A pesar de la insolación y de lo patético de la situación actual de los Bottoru, poco a poco las cosas iban mejorando de forma sustancial.
En primer lugar por fin habían conseguido recuperar las reservas de protocultura en estado líquido, en gran parte gracias al expeditivo método de vaciar de su contenido las cámaras de contención de otras muchas naves estrelladas... o si no, simplemente poniendo recipientes bajo las brechas del propio Queadol donde poder recogerlo: simple pero efectivo. Al menos así pudieron poner en marcha otros sistemas de la nave, sus vehículos, en incluso tener potencia de fuego. La protocultura en estado activo era otro tema, pues en muchos casos las bobinas de contención estaban dañadas y los Zentraedi sencillamente no sabían cómo hacer funcionar esas bobinas, una razón de más para aprender a reparar cosas.
Pero a pesar de lo conseguido, seguía sin ser suficiente.
Por otro lado, aunque Khyron ya se había adaptado más a la crisis actual y estaba viendo que de alguna manera sí podía existir una salida, se estaba enfrentando a otra clase de crisis más personal.
El principal motivo era que, aunque la moral de la tropa ahora era algo más alta, no se podía decir lo mismo de su primer ayudante, Grell, quien parecía haberse vuelto más cobarde y/o ineficiente a partes iguales... Eso era algo que Khyron no podía entender por qué; él pensaba que sí él era capaz de sobrellevar lo que había ocurrido, los demás también podrían. Después de todo, ellos eran Zentraedi y él su líder, alguien en cuyo ejemplo debían fijarse e imitar.
Así que¿qué le estaba pasando a Grell?
Irónicamente, mientras que a juicio de Khyron, Grell estaba cada vez peor, no se podía decir lo mismo de Azonia. Para alegría de Khyron, ella ahora estaba de su parte y compartía su visión sobre "los verdaderos culpables son los Micronianos. Ellos son nuestros enemigos."... Aunque en un principio había temido que ella se uniera a Breetai cuando se entero que “el viejo cara de chapa” seguía vivo, entre otras cosas porque ambos habían sido compañeros de armas durante el día que Bodolza les había sentenciado a muerte. Pero no, Azonia había demostrado tener el suficiente sentido común para darse cuenta de lo que realmente pasaba... aunque claro, todo en Azonia solía ser "sentido común", tal vez demasiado a juicio de Khyron, pero también era cierto que sus aportaciones eran buenas.
Una lástima que hasta ahora no hubiesen tenido oportunidad de trabajar juntos...
***
Después de las semanas que Azonia llevaba viviendo en lo que ahora eran sus camarotes privados, había conseguido acondicionar esas habitaciones de un crucero Zentran con su propio estilo. Los Zentraedi no tenían un sentido de la propiedad tan desarrollado como el de los Micronianos, pero desde luego que sus cosas de uso personal las consideraban como suyas y las guardaban con ellos, como era el caso de sus armas, ropas y armaduras de combate a nivel general, y sus propias naves cuando se hablaba de altos rangos. Azonia apenas tenía de eso, solo había conseguido salvar lo que llevaba puesto, así que por no tener, no tenía ni mudas de ropa limpias. Afortunadamente, gracias a las incursiones por las naves estrelladas, Zentran y Meltran por igual, había conseguido hacerse con ropa interior de mujer procedente de otros cruceros Meltrandi estrellados; solo su ajado uniforme permanecía igual, ya que no había encontrado uno que sustituyera al suyo y que fuera de la misma categoría, no uno de los fracs lavanda habituales.
Ahora sus habitaciones solo tenían unas pocas armas de mano Meltrandi que había recuperado de otras naves y que había traído consigo de cuando la escapada al crucero de Khyron, ropas personales y de cama, y poco más… Pero su orden y pulcritud así que como el ambiente que se respiraba en ellas, le daban un aire femenino del que carecían otras estancias de igual rango.
Azonia había llegado a mentalizarse de que esas salas conectadas entre sí a través de un gran salón principal eran ahora lo más parecido que tenía a un hogar, y cuando no había nada que hacer, se dedicaba a indagar con los sistemas de comunicaciones las transmisiones de los Micronianos y las pocas que captaban de Breetai, en la esperanza de poder averiguar más cosas que fueran de provecho para la situación en la que se encontraban.
Fue entonces cuando vio aquella transmisión donde se veía a Mirilla Parino a través de una de las ventanas bidimensionales que solían constituir las pantallas de comunicación habituales.
Para asombro de Azonia, pudo ver por primera vez desde la batalla contra Dolza a la que había considerado como a su predilecta, e incluso como posible sucesora. Mirilla aparecía como siempre, con su larga cabellera esmeralda echada sobre los hombros, aunque ahora apareciese vestida de forma diferente y casi estrafalaria, acostumbrada a verla, siempre con su uniforme color malva o su mallót de piloto Quadronno. Lo sorprendente era que Mirilla aparecía al lado de ese Microniano con quien había celebrado el rito de matrimonio, uno que ahora que se fijaba, parecía bastante joven o poco maduro comparado con los Micronianos habituales. Ese hombre tenía unas curiosas lentes azules delante de los ojos cuya función ella desconocía –al menos por ahora- y sus largos cabellos eran de un furioso color azul; ese era un color relativamente habitual entre los Zentraedi (mismamente Khyron tenía los cabellos azulinos) pero en el caso particular de aquel Microniano a quién todos se referían como “Sterling”, se le antojaba de alguna forma “artificial”, como si sus cabellos hubiesen sido coloreados para lucir de esa forma. Azonia todavía no lo sabía, pero con el tiempo acabaría por descubrir que los Micronianos se preocupaban mucho por su aspecto, y que por esa razón no se limitaban a cortarse el pelo según el gusto y las funciones de cada cual… Pero eso era algo que no sabría hasta más tarde.
Lo que realmente le llamó la atención de aquella transmisión es que tanto Mirilla como su compañero Microniano tenían entre sus brazos a un tercero de cabellos del mismo color que el de su antigua capitana Quadronno. Azonia había estado en las plantas de clonación donde los Zentraedi melkeszants, y para su asombro reconoció al pequeño ser que Mirilla y el tal Sterling sostenían entre sus brazos como a un “inmaduro”.
-No es posible…- musitó, -¿Qué hace…¿Cómo puede vivir un inmaduro fuera de la cámara de desarrollo?- exclamó, -¿Y por qué Mirilla lo tiene entre los brazos?-
Los ojos de Azonia saltaron alternativamente entre Mirilla, el hombre de las lentes azules, y el inmaduro que sostenían entre los brazos. Entonces comenzó a escuchar con más atención las voces de la transmisión, cosa que le costaba ya que la lengua de los Micronianos resultaba complicada para la simple y descriptiva lengua de los Zentraedi.
-“… El matrimionio formado por el piloto Varitech Maximiliam Sterling y la Zentraedi Mirilla Parino forman lo que se ha dado en llamar como el primer vínculo entre ambos pueblos al haber dado a luz al primer híbrido de humano y Zentraedi de la historia.”- decía la voz masculina que describía la proyección, -“Una niña a la que sus padres han bautizado con el nombre de Dana Sterling.”
-¿Una niña…? – exclamó Azonia sin dejar de mirar cómo su antigua predilecta sujetaba al inmaduro con especial interés.- ¿Es así como los Micronianos llaman a los inmaduros?-
-“La abnegada madre Zentraedi no ha querido hacer muchas declaraciones sobre su actual papel como percusora de la unión entre nuestros dos pueblos. No obstante sí ha resaltado que para su gente esta es una situación inaudita.”-
En esa ocasión, Azonia tuvo que estar de acuerdo con el Microniano que radiaba la transmisión. Era totalmente inaudito que un inmaduro pudiera estar allí, por no decir que no entendía qué era eso de “madre”, término con el que los Micronianos parecían referirse a Mirilla. No obstante a Laplamiz no le costó mucho sumar hechos y concluir que la ex-Quadronno de ojos verdes tenía que ver con el hecho de que ese inmaduro estuviera allí y ahora, y más aún, en que se le pareciera, como si casi fuera una versión sin desarrollar de ella misma.
Pero sin más información, Azonia solo podría elucubrar.
Más tarde, cuando la transmisión hubo acabado y Azonia no pudo averiguar más cosas sobre lo que había visto, se quedó sumida en una profunda reflexión.
Había visto algo que creía imposible, que un inmaduro pudiera existir así… y por lo que había deducido después de ver la transmisión, Mirilla tenía mucho que ver con la existencia de ese inmaduro, de ahí que los Micronianos le dieran tanta importancia y transmitieran ese hecho por sus canales de TV. Eso era algo que Azonia no creía posible sin un extraordinario dominio de la protocultura, algo que al parecer debían poder hacer las mujeres Micronianas llamadas “madre” y que Mirilla parecía haber aprendido. Era por eso que la comunicación insistían tantas veces en “el nuevo vínculo entre humanos y Zentraedi”, o sea, que ellos habían compartido con Mirilla una nueva técnica para melkeszants nuevos Micronianos sin necesidad de cámaras de desarrollo.
Azonia se paseó nerviosa por su cuarto, sin soltar los faldones de su maltrecha capa, tal y como solía hacer cuando estaba en esa tesitura. La idea de que los Micronianos realmente poseían conocimientos asombrosos (y no solo porque supiera reparar maquinaria) estaba empezando a cobrar más forma, e igualmente se estaba volviendo peligrosa. Lo correcto habría sido averiguar qué sabían los Micronianos sobre la protocultura y en qué medida podrían ellos –los Zentraedi varados en aquel planeta que no se les habían unido- aprender y aprovechar esos nuevos conocimientos.
El problema era que para averiguarlo, lo mejor sería introducirse en su sociedad con todos los riesgos que ello conllevaba, y luego aprovecharlos.
Y para eso solo se podían enviar a espías dispuestos a cumplir esa misión….
Por no decir que previamente debía convencer a ese cabeza-loca del líder Bottoru que era una buena idea…
Azonia no tuvo más que hacer de tripas, corazón, e intentarlo.
***
Pocos días más tarde, Khyron se dirigía una vez más a la ya no tan improvisada sala que se reuniones cerca del puente de mando principal del Queadol donde reuniría con Grell, Gerao y Azonia. Tenían importantes planes que trazar y decisiones que tomar.
Parte del entrenamiento Zentraedi era, por supuesto, la disciplina, y esto también incluía a los cargos altos, aunque en le caso de Khyron en particular, era vox-populi que él no era de los que seguía la disciplina. Y era cierto, pero él sí que mantenía una férrea disciplina consigo mismo y con lo que tenía que hacer. Así que para cuando la reunión fue convocada, él ya se encontraba en su puesto, pero para su sorpresa, Azonia ya se encontraba allí esperándole con una expresión de fría profesionalidad, aunque sí alcanzó a notar cierta palidez en su rostro.
"¿Una mujer impaciente, tal vez¿Por eso está así de pálida?" pensó sorprendido al verla, "Eso no va con su carácter."
- Bien, Khyron, cuando quieras empezamos con la reunión.- anunció ella en un tono algo débil, -Aunque puede que ellos dos tarden un poco en llegar.-
Él se limitó a encogerse de hombros, aunque como ella había resaltado, ni Grell ni Gerao estaban aún allí.
Poco después los 4 se encontraban sentados frente a la misma mesa redonda de otras veces, solo que ahora había un miembro que raramente solía asistir a ellas. El sargento Gerao.
-...He ordenado que Gerao participe en esta reunión porque lo que vamos a discutir implica a nuestros soldados de forma más directa.- comenzó a decir Khyron con un gesto de la mano señalando al poco agraciado Zentraedi.- A sugerencia de Azonia, he decidido enviar espías a las ciudades Micronianas y que se infiltren entre los Zentraedi renegados.-
-¿¡Qué!?- exclamó Grell asombrado, -¿Pretende introducir a nuestros hombres entre los micronianos¡Eso es una imprudencia...!¡No podemos permitir que pase lo mismo entre nuestras tropas que lo que ocurrió en la flota de Breetai!-
Pero en cuanto vio la dura mirada de Khyron, Grell enmudeció rápidamente sabedor de que Khyron ya había tomado su decisión y rebatirle no era buena idea. El problema es que la idea era de Azonia, no de Khyron... y últimamente Khyron siempre tenía demasiado en cuenta las opiniones de Azonia sin pararse a pensar en las consecuencias, o simplemente pararse a escucharle a él, su primer oficial.
- Lo que es una imprudencia es permanecer aquí como hasta ahora sin hacer nada por cambiar la situación.- contestó Khyron con la mandíbula apretada, -Es cierto que los Micronianos podría descubrirnos si no somos lo suficiente prudentes... pero prefiero ser yo quien decida eso.-
-Es cierto, Grell. -apostilló Azonia con tranquilidad desde su asiento, - Introducir espías entre sus filas nos ayudará a conocer sus movimientos y de paso, aprender cosas sobre ellos. Necesitamos saber cómo reparar nuestro instrumental y obtener sus bienes. No podemos vivir siempre de la rapiña de otras naves.-
Grell se giró hacia Azonia y la dirigió una dura mirada de desaprobación. La líder Meltran le estaba haciendo quedar como un inútil delante de su líder, pero no tuvo más opción que darle la razón.
-Está bien.- contestó por fin, - Veamos cuál es el plan.-
-Así me gusta, Grell.- contestó el líder Bottoru con una sonrisa complaciente en su rostro de tez lavanda. Luego se volvió hacia los demás.- Mi idea es mandar pequeños grupos de nuestros soldados seleccionados entre los Bottoru para que se infiltren entre las filas de los Zentraedi que no han sido micronizados. Ellos nos informarán sobre cualquier actividad relevante que ellos realicen y aprenderán todo lo que necesitemos de ellos... Es prioritario que sepamos arreglar nuestro equipamiento y armas, como hacen ellos.-
- Perdone, jefe... Pero entonces¿qué pinto yo en todo esto?- preguntó Gerao con descaro después de su prolongado mutismo,- ¿Voy a ser yo uno de los que se infiltre entre ellos?-
-No, tú no, Gerao.- respondió Khyron con una media sonrisa.- Tú eres demasiado conocido y seguramente alguien te reconocería como uno de mis hombres. Lo que quiero es que tú y Grell...- explicó lanzándole una mirada de reojo a su primer oficial, -... seleccionéis a aquellos que sean los mejor dotados para este tipo de tarea.-
-¡Vaya¿Y cuáles son los objetivos? -preguntó Gerao, aliviado ante la perspectiva de no encontrarse entre los posibles “candidatos” a ser micronizados.
Él siempre hablaba con ese descaro y eso no parecía molestar a su líder; sin embargo fue Azonia la que respondió una vez más, segura de que ella no sería reprobada por sus intervenciones.
-Los objetivos son principalmente tres: conseguir información, conseguir suministros y aprender de sus tácticas.-contestó ella de forma autoritaria sin demostrar cuáles habían sido las razones para que tomara la decisión de enviar espías a la sociedad Microniana.
Khyron lanzó una mirada de reojo a Azonia, un tanto sorprendido por la seguridad con la que hablaba, pero allí, el que daba las órdenes era él.
-Esos son las tres misiones principales que tendrán nuestros espías. Cuento conque vosotros seréis capaces de seleccionar a los Bottoru que mejor estén preparados para ello, no como ocurrió con esos tres idiotas enviados por Dolza que se unieron a los Micronianos a la menor oportunidad después de llenar la cabeza de sus compañeros con tonterías.- explicó poniendo una mueca de disgusto, -No quiero sorpresas de ningún tipo. Nuestros espías deben ser de absoluta confianza.-
-Sí, señor. A sus órdenes.- contestaron Grell y Gerao al mismo tiempo haciendo el protocolario saludo militar.
-... Y si queréis un consejo, desconfiad de los que se ofrezcan voluntarios.- finalizó Khyron.
Sus dos oficiales se levantaron de sus asientos, hicieron el saludo protocolario, y a continuación salieron por la puerta en silencio mientras él les observaba marchar.
Una vez Grell y Gerao hubieron salido de la sala y Khyron se hubiese quedado a solas con Azonia, ella empezó a reírse sin que taparse la boca con la mano impidiera que lo hiciese.
Khyron se giró hacia ella y la miró entre azorado y molesto.
-¿Se puede saber de qué te ríes?- preguntó.
-..."Si queréis un consejo... desconfiad de los voluntarios"... ¡Jajajajajaja!- río ella.
El líder Bottoru la miró incómodo izando una ceja, y eso solo hizo que ella se riera aún más alto divertida por su reacción.
-No le veo la gracia...- contestó él intentando mantener la compostura, -Es la verdad.-
Sin embargo no dijo nada más, ni hizo nada por silenciarla. Khyron sí solía reírse habitualmente, pero ese no era el caso de Azonia, de hecho creyó recordar que esa era la primera vez que realmente había visto reírse a la líder Meltrandi desde que se estrellaron en ese mundo, y más con esa alegría.
Sencillamente no se lo podía negar.
***
>>>NOTAS:
Como curiosidad, el límite KT es como se conoce el momento en que se produjo la extinción masiva de los dinosaurios al chocar un enorme meteorito contra la Tierra en un punto del Golfo de Mejico. Lo he usado porque como símil con la extinción producida por el bombardeo Zentraedi.
Continua en el Cap-5: "Descubriendo el Mundo."
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