chapter = 3
author = Ameban
dedicate = A todos aquellos que siempre le gustaron los Zent.
Rating = AP15
Type = Angst
fanfic = Fanfic de Robotech/Macross por Ameban (Isabel M.) Todos los derechos están reservados a la gente de "Harmony Gold-LTD", Estudios "Nue", Mikimoto, Noboru Ishiguro, etc...
Esto es solo desvaríos de una fan para pasar el rato. Yo no gano dinero con esto.
*Notas de respuesta:
En este capítulo el romance no empieza aún como tal, para eso hay que esperar al siguiente, "Viviendo en el Hielo", que es donde ya se empieza a desarrollar más la historia sobre lo que pasó en esos dos años. Este capítulo está centrado en el punto de vista de Grell, el subordinado de Khyron, por ser él el tercero en discordia sobre lo que aquí ocurre. Simplemente opino que es imposible que ningún otro Zent no pensara nada sobre lo que le ocurría a su líder.
****
=3-GRELL=
“¿Qué ocurre cuando la fidelidad con tu señor y con tu pueblo se ve cruzada con la realidad?, ¿Qué hacer en esos casos?”
Si había una forma de definir a Grell era la de “Zentraedi típico”. Se trataba de un Zentran de cierta envergadura, alrededor de 17 metros de alto, rasgos severos, mandíbula cuadraba y ojos pequeños y negros; su perfil era quebrado y su cabeza estaba rematada por un hirsuto cabello negro acerado en el que ya se empezaban a adivinar entradas de calvicie. Nada en su aspecto le hacía particularmente diferente a otros Zentraedi, ni siquiera de un Microniano ya que su tono de piel era el rosa pálido habitual, no el tono lavanda o el azulón. En definitiva, su único rango distintivo era su rango… y a quién servía.
Siguiendo el usual historial de un Zentraedi perteneciente a su línea de clonación, Grell había sido diseñado para ocupar una posición más o menos relevante pero no para ser un mando de categoría; su función original se podría calificar como la de cualquier oficial de puente de alto rango para asistir a un comandante o capitán, pero no estaba diseñado para ser un consejero como pasaba con Exedore o Yaita quienes siempre permanecían al lado de sus señores como asistentes tácticos e incluso personales. Su uniforme negro ribeteado en oro, y no el usual de tono lavanda con el corto herreruelo carmesí liado a los hombros, así lo atestiguaban.
Antes de convertirse en el primer oficial de la 7ª División Bottoru, Grell había servido a otros capitanes ejerciendo funciones similares, hasta que finalmente fue nombrado segundo al mando tras el comandante de división, Khyron Kravshera, sin duda un cargo de mayor importancia y que en principio era el culmen de su carrera.
Grell no era alguien con tanto renombre como Exedore, el primer oficial y consejero del gran Breetai… o como Mirilla, la famosa capitana de Quadronno Meltrandi; muy al contrario, era un individuo mucho más normal que, en el momento que empezó a vestir el uniforme negro ribeteado en oro de Primer Oficial de los Bottoru, tuvo que afrontar la menos aburrida de todas las tareas: ser el primer oficial del comandante conocido como “el Traidor”.
A partir de ese momento, la vida de Grell se convirtió en una mucho más interesante.
Cuando el asunto de la nave de Zor comenzó para los Bottoru en particular, hacía ya varios años que Grell estaba al servicio de Khyron, y en muchos sentidos, había llegado a considerar a su superior casi como a un amigo, sentimiento que parecía recíproco dada la actitud beligerante que su señor tenía en él, y confianza que este muchas veces también depositaba en él. Khyron no era en absoluto como otros comandantes de flota Zentran, o incluso con las Meltran, y eso le había llevado a tener una curiosa relación con él.
Casi desde el primer día, Grell había aprendido que Khyron era un Zentraedi terriblemente individualista, casi hasta unos extremos que se podían considerar como inestables según los estándares Zentraedi. Khyron nunca hablaba sobre la razón de este comportamiento o por qué prefería actuar de esta forma, pero cada una de sus acciones parecía estar encaminada en ese sentido: en vez de seguir las instrucciones que recibía, su líder se las saltaba para hacer lo que él consideraba correcto y triunfar según su propio criterio. Ese comportamiento impredecible y alocado, hacía que en muchas ocasiones, sobre todo al principio de empezar a servirle, Grell no supiera como abordar a su señor y hacer las funciones que le correspondía… hasta que eventualmente, encontró un punto de equilibrio con el que poder hacer su trabajo. Grell acabó por comprender que a su señor había que “sugerirle”, hacerle darse cuenta de las situaciones en las que estaba, encaminarle en una dirección con tacto y sutileza, antes que darle cualquier orden directa. El resultado contrario era casi matemático: Khyron siempre se negaría a obedecer órdenes directas porque, de alguna forma algo en lo más profundo dentro de él, se negaba a atacar esa directriz.
De esa forma, intentando comprenderle, Grell llegó a mantener una estrecha relación con él, aunque no siempre estuviera de acuerdo con lo que Khyron pensase u ordenase, y en otras tantas, siempre compartiera su sentir. Grell se veía envuelto en los tejemanejes y tramas de su señor, colaborando en sus estrategias de lucha y en el contrabando de material con el que abastecía su batallón, por igual. Es más, muchas veces se vio a si mismo apostando con su señor los resultados de las ocurrencias de este, algo considerado como una falta de disciplina… Y es que para Khyron todo tenía que ser un reto, y si ese reto era divertido, mejor.
No obstante, por muy beligerante que Khyron fuese con él, Grell sabía cuando había que temer a su señor y dejarle solo sin interponerse en sus arranques de cólera; cualquier Zentraedi del batallón Bottoru habría aprendido a mantenerse lejos de él cuando “el Traidor” sufría alguna de sus crisis; en esos casos su mote no era un sobrenombre banal en absoluto. Grell podía tomarse confianzas con él que otros muchos Zentran no se habrían atrevido a tomar, pero incluso él, tenía sus límites y sabía que debía atacarlos. Grell conocía lo suficiente a su señor como para ser el primero en barruntar cualquier señal de peligro que este mostrara, y sabiamente había aprendido a mantenerse lejos de él en esos casos; aunque inteligente y muy ocurrente, Khyron era alguien muy emocional y sus estados de ánimo saltaban con una facilidad asombrosa de extremo a otro del espectro, sin ponerse freno.
Grell sabía que si bien no podía tomarse en serio esos bruscos cambios, sí debía mantenerse cauteloso con ellos.
Desagraciadamente para Grell, desde el momento en que comenzó la misión de recuperar la nave de Zor, eso se estaba convirtiendo en la tónica habitual.
Grell recordaba bien cómo había empezado todo…
***
Tiempo atrás, los Bottoru habían sido llamados para efectuar un par de operaciones que tuvieron consecuencias desastrosas gracias al buen saber de Khyron. La primera de ellas, conocida como “Mona”, había reunido a generales tan importantes como Breetai Kridanik, Azonia Laplamiz, Wuer Matai y otros tantos además del propio Khyron y su batallón Bottoru. En esa batalla, los alocados planes de su señor ocasionaron que la 9ª y 11ª división del batallón Jiabao, bajo el mando del general Wuer Maatai, fueran casi aniquilados gracias a la inoportuna intromisión de su señor, si bien la operación acabó siendo un éxito. A ese incidente había que añadir que durante la operación “Isiris”, Khyron había acabado disparando a sus propias tropas producto de la embriaguez de sustancias alcohólicas que su señor había consumido, y que posteriormente Grell tuvo que jurar que no sabía de dónde habían salido.
Como consecuencia, se celebró un consejo de guerra donde Wuer Matai había exigido poco menos que la cabeza de Khyron, en justa venganza, por lo que le ocurrió a su batallón por culpa de Kravshera 03350… pero a alguien de arriba, Khyron no debía caerle tan mal, y el castigo que sufrieron los Bottoru no fue tan severo como al líder de los Jiabao le hubiese gustado: Khyron solo fue retirado del servicio durante una buena temporada, hasta nueva orden. Él parecía conforme con ese castigo y lo aceptó casi con naturalidad, pero él sabía que Wuer Matai seguía profundamente disconforme con su sentencia, así que tarde o temprano se las tendría que ver con el general que comandaba los Jiabao.
Así las cosas, durante una temporada los Bottoru no tuvieron mejor cosa que hacer que matar el tiempo con entrenamientos de una u otra índole, y montar reuniones sociales con las que divertirse gracias a los aprovisionamientos secretos de los que su líder les proveía y la relajada disciplina que los Bottoru disfrutaban en sus naves… Pero incluso Khyron acababa por aburrirse de esa tónica de vida, y estaba encontrando mucho más interesante quedarse mirando a las paredes.
Así fue hasta que Grell le comunicó las nuevas órdenes.
Cuando Grell entró en la cabina de mando del puente principal del Quadol que comandaba el batallón, se encontró con su señor repantigado sobre el asiento y bamboleando con impertinencia un pie sobre el respaldo de su asiento. Estaba vestido con el uniforme que correspondía a su rango, una casaca tipo frac de cuello alto, color borgoña ribeteada en oro, y con un corto herreruelo de color caqui que cubría sus hombros pero que rodeaba su cuello con una ostentosa gola abotonada sobre los hombros. El color de su uniforme contrastaba con el tono azulino de sus cabellos y piel, pero no con el líquido de la copa de donde estaba bebiendo.
-¡Ah, Grell!- exclamó nada más verle entrar, -Me alegro mucho de volver a verte… ¿Qué noticias tan interesantes me traes esta vez?, ¿más informes sobre las remesas de cerveza garudana de contrabando que he conseguido?- había un tono impertinente en su melódica voz, pero Grell sabía que era producto del aburrimiento.
-Señor, vengo a informarle con urgencia de las últimas órdenes recibidas.- contestó él con profesionalidad.
Captando el tono serio de su subordinado, Khyron dejó la copa a un lado y se acomodó en una postura más decente sobre su asiento sin apartar la vista del Zentraedi vestido de negro.
-¿Qué noticias?- quiso saber.- ¿Cómo es que no se me ha informado personalmente?-
-Hemos sido requeridos por el General Breetai Kridanik para la misión de recuperar la fortaleza de Zor.-explicó Grell un tanto nervioso por la urgencia de los acontecimientos, -La orden tuvo que ser valorada por el mayor general de la división Bottoru antes que pudiera comunicársela.-
-¿¡Cómo!?- exclamó Khyron con sorpresa, ignorando el problema “burocrático” que Breetai había tenido que solventar con el líder de toda la división Bottoru y poder dar su orden -¿¡Ya la han encontrado!?- su subordinado asintió, - Pero, ¿para que nos necesita entonces el viejo Breetai?... ¿Es que esa nave es demasiado grande para él?- preguntó en tono jocoso.
-Al parecer están teniendo problemas en recuperarla, señor.- informó Grell ignorando las chanzas de su líder, - Según sus informes, la nave de Zor está en manos de un pueblo de este tamaño…- explicó haciendo un gesto con las manos que mostraba unas medidas incluso más pequeñas que las de un humano normal,-… Que se han apropiado de la nave y están plantando gran resistencia para recuperarla.-
Khyron se quedó confundido durante un instante, intentando asimilar la idea de tanta noticia repentina, hasta que finalmente estalló en carcajadas.
-¿Micronianos, eh?- exclamó entre risas, -Así que finalmente es cierto que esas criaturas existen… Sabía que después de 6 meses así, pronto se acabaría esta inactivada, pero no imaginaba que fueran a ser los Micronianos a quienes tuviéramos que agradecerles entrar de nuevo en acción.- entonces se puso en pie y se acercó al panel de mandos. –Está bien, vayamos para allá y veamos cuán difícil es la misión que ha obligado a Breetai a acordarse de nosotros y sacarnos de aquí… Ya era hora de que se acabara el aburrimiento.-
Poco después, Khyron había difundido la noticia de la nueva misión entre su batallón, que después de tanto tiempo de inactividad, fue recibida con gran entusiasmo. Y en cuanto los avituallamientos, armamento, equipos y remesas de protocultura estuvieron listos, introdujo las coordenadas de la nave de Breetai y su escuadrón en el sistema Sol, que estaba a varios días de transposición de allí. Al hacerlo, Grell vio algo extraño en ellas.
-Señor… ¿Son correctas esas coordenadas?- preguntó confundido, -¡Nos conducirán justo en medio del batallón de Breetai!-
-Así es, Grell…- contestó el líder Bottoru con tranquilidad. - Dime… ¿Con cuántas de sus naves crees que chocaremos?- preguntó en tono casual mientras le guiñaba un ojo.
El primer oficial Bottoru lo vio claro en seguida; Khyron estaba de buen humor y quería jugar.
-Puess….- comenzó a decir dubitativo.
-¿Nos apostamos algo?- le retó.
-¿Huh…?-
***
Cuando la transposición finalizó, casi de inmediato las alarmas de las naves Bottoru comenzaron a chillar con voz alta y clara, sobre todo en la nave principal, el Queadol Magdomilla de su comandante, que recibió el mayor impacto al ser arrastrada a lo largo de todo el casco sobre el gigantesco Nupetiet-Vergnitzs color caqui de 4 kilómetros de largo. Una vez ambas naves se hubieron estabilizado, Khyron siguió el procedimiento y abrió un canal de comunicaciones con la nave de Breetai, y con total profesionalidad, ejecutó el saludo protocolario:
- Se presenta el comandante de la 7ª división armada del Batallón Bottoru, Khyron Kravshera tal y como ordenó, Lord Breetai. -
Khyron tuvo que hacer grandes esfuerzos para aguantarse la risa mientras veía las caras de asombro de Breetai y del viejo Exedore, que le miraban estupefactos. Entonces, para rematar la faena, puso su mejor sonrisa de no haber roto un plato en la vida, y comenzó a saludarles haciendo gestos con la mano sin que pudiera evitar que se le escapara una risita.
Grell sabía que su señor se estaba divirtiendo mucho solo por el placer de ver las caras de estupor del viejo Exedore y Breetai… pero al mismo tiempo se dio cuenta de algo más. Haciendo caso omiso del pequeño juego de su líder, Grell captó su atención dándole unos golpecitos en el hombro; Khyron borró su inocente sonrisa de su rostro y se volvió hacia él.
-Un momento, esto no está bien…- comenzó a decir Grell - Tú apostaste que daríamos a tres naves, y al final le hemos dado a cuatro. *Yo* he ganado la apuesta.-
-¡Cállate, idiota, ya lo sé, no lo he olvidado!- contestó Khyron, azorado, -¿No te das cuenta de que esto se está transmitiendo?-
Grell, claro está, recuperó la compostura y se disculpó rápidamente con sus superiores a este y al otro lado de la pantalla, mientras que Breetai le daba un ultimátum al líder Bottoru. Khyron y Grell intercambiaron sendas miradas e hicieron lo posible por aparentar seriedad, finalmente el hombre de cabellos azulinos intervino.
- Esta bien… ¿Qué quiere que hagamos, señor?-
En aquel momento, Grell no lo sabía, pero aquella fue la última vez que Khyron volvería a tener tantas ganas de jugar en mucho tiempo. Había dado comienzo una larga pesadilla para los Bottoru, y a un nivel más personal, también para él mismo.
***
Tras aquel inocente comienzo, comenzó el calvario… con una sorprendente derrota. Grell había seguido las instrucciones de su señor y de Breetai, aunque el encargado de llevar a cabo la parte más delicada del plan había sido Gerao, un soldado de confianza de Khyron que gustaba de las mismas tácticas agresivas que su señor, y que consecuentemente, gozaba del apoyo de su líder. Grell sabía que había pocas personas a las que Khyron se dirigiera con verdadera familiaridad aunque prefería que todos sus hombres le llamaran simplemente “jefe”, y Gerao era una de las pocas a las que Khyron ocasionalmente llamaba “amigo”. Pero ese aspecto de su relación, no evitó que los Micronianos lograran escapar… haciendo saltar por los aires el lugar donde habían estado.
Esa fue la primera derrota y la que ocasionó que oyera a su líder gritar claramente:
-¡Están locos!-
Y esta había sido una afirmación acertada, él también lo había creído. Pero cuando vio que su señor golpeaba el panel de mandos de su nave al tiempo que juraba y maldecía, Grell también supo que mientras que no lograra su victoria, Khyron no tendría más ganas de hacer apuestas.
Las semanas que siguieron tras esa primera derrota, fueron una alternancia entre estrategias de su señor para burlar la siempre presente vigilancia de Breetai y hacerse con la victoria, o sea, capturar la fortaleza de Zor, o destruirla si era menester hacerlo. Grell sabía que su señor estaba muy seguro de que lo conseguiría, si no una, la otra opción… y también sabía que él colaboraría con su señor en ese sentido. Pero al igual que el resto de los Zentraedi del sistema Sol, él también estaba empezando a sufrir las consecuencias de la influencia de la cultura Microniana, aunque tal vez en su caso esto ocurriese en menor medida que en el resto de las tropas Zentraedi puesto que su señor no estaba tan interesado en hacer averiguaciones sobre la cultura Microniana, sino simplemente en derrotarlos.
Grell contemplaba con el estómago revuelto las transmisiones de los Micronianos, llenas de sonidos extraños y de secuencias de colores con las que se entremezclaban imágenes de esa pequeña gente donde sus varones y hembras convivían abiertamente. Y al mismo tiempo, veía cómo su señor, también parecía indiferente ante ellas, sin moverse de sus trece en su deseo de derrotarles.
Khyron parecía ser inmune a la influencia Microniana; sin embargo, Grell acabó por descubrir que su independiente líder, tampoco había permanecido impoluto.
***
Tras una serie de derrotas acumuladas, que no habían ocasionado otra cosa que un deseo más profundo en su señor de poder vencer a los Micronianos, Grell vio cómo a Khyron se le había ocurrido un plan para dar un buen golpe a la fortaleza de Zor, y aunque, como de costumbre, él tuviera que hacer su trabajo y señalar a Khyron que estaba contraviniendo las órdenes, el resultado de su plan fue efectivo. Khyron se había atrevido a afirmar que Exedore era un tonto con buena fama; Grell no pensaba así, el pequeño y deforme Zentraedi era una persona de gran reputación entre su gente, tal vez envidiado por todos los demás consejeros de la flota… pero sí era cierto que Khyron había tenido una idea mejor que la del Primer Nacido.
Gracias al plan de su señor, se había logrado destruir el radar principal de la fortaleza de Zor… y capturar a tres de ellos.
Como era de esperar, Khyron no estaba especialmente orgulloso de que su “brillante plan” solo hubiese servido para que Breetai capturara a tres Micronianos y se los llevara ante Dolza como supuesta demostración del éxito obtenido, pero al menos sí había quedado claro que él tenía razón. Incluso Exedore tuvo que reconocerlo.
La partida de Breetai podría haber supuesto un alivio para la situación actual. Grell sabía que en cuanto el viejo general se marchara, Khyron aprovecharía la oportunidad para volver a lanzarse al ataque y ser él quién regresase triunfante ante el emperador Bodolza, no como el “viejo cara de chapa”, que lo estaba haciendo con un trío de Micronianos. Grell podía percibir el entusiasmo de su señor quién veía por fin su oportunidad. Y poco más tarde, también presenció cómo una vez más, Breetai había incapacitado sus naves, sabedor de lo que podía pasar en su ausencia.
Entonces, Grell eligió sabiamente alejarse de su señor. Cuando Khyron estaba de ese mal humor después de un chasco como ese, ni siquiera él estaba en posición de hacer frente al líder de los Bottoru.
Tras algunos días en esa situación, en los que no pudiendo hacer otra cosa que seguir a la nave de Zor reformada por los Micronianos, Grell se atrevió finalmente a interrumpir los rezos y maldiciones de su señor cuando recibieron una noticia del alto mando.
El Zentraedi enfundado en su traje negro, se acercó a su señor, que seguía mirando las transmisiones Micronianas a falta de algo mejor que hacer. Podía comprender que su señor quisiera distraer sus frustraciones en algo (preferiblemente que no fuera liarse a tiros con alguien), pero lo que el líder Bottoru estaba viendo era una especie de transmisión donde se exhibían más mujeres casi desnudas que desfilaban ante la pantalla como si fuera una presentación de rangos; y una de ellas, de larga cabellera negra y finos rasgos, aparecía sentada sobre una especie de trono con un símbolo heráldico sobre la cabeza; debajo de ella se veía claramente un cartel que rezaba “Mss. Macross”, que tampoco tenía mucho sentido.
A juzgar por la imagen, posiblemente esa transmisión fuera un acto de reconocimiento por las victorias obtenidas, y esa mujer Microniana estaba siendo recompensada por triunfar de alguna forma en una batalla sobre todas las demás, pero aún así, no dejaba de ser repugnante toda la parafernalia y la forma en que lo llevaban a cabo.
-¡Ah, Grell!- exclamó Khyron sin apartar la mirada de ellas cuando vio que se aproximaba, -¿Qué has venido a decirme?, ¿Ya te has atrevido a hacer acto de presencia ante mi?-
-Señor…- comenzó a decir Grell con temor, - Usted sabe que en las actuales circunstancias, poco habría podido hacer yo. La decisión fue total responsabilidad del general Breetai.-
-Ya, ya, ya… -exclamó este interrumpiendo al tiempo que sacudía una mano como si eso ya no tuviera importancia, -No hace falta que te excuses.- se giró hacia él y preguntó: -¿Qué has venido a decirme?-
Grell se relajó notablemente mientras se acercaba al líder Bottoru, aún sentado en su asiento de mando. Era un alivio saber que ya estaba más tranquilo.
-Breetai ha sido reemplazado, y su sustituto viene hacia aquí con su flota.- informó.
-¿Su sustituto?- exclamó Khyron alzando la mirada hacia él, -¿Y quién es, si puede saberse?- había cierto tono sarcástico en la voz del líder Bottoru, -
-No nos han informado, señor.- contestó Grell, -Pero sabemos que en breve estarán aquí.-
Khyron resopló y puso una mueca. Una faceta que había sobre él, era lo rápidamente que su cara pasaba por toda clase de expresiones faciales distintas, fueran o no simuladas. En cierto sentido, su rostro era un libro abierto, reflejo gestual de los vaivenes que experimentaban las emociones de su dueño.
-¿Después de que Breetai nos dejara aquí inmovilizados no nos han informado de quién le ha sustituido y por qué? Eso no tiene mucho sentido.- exclamó, -…Me preguntó qué tal habrá quedado la posición de Breetai después de regalarle su majestad el emperador Dolza esos tres Micronianos…. Algo tiene que haber pasado para que le hayan sustituido de esa forma y que no sepamos nada.- Grell supo por el tono jocoso de la voz de su líder que Khyron estaba pretendiendo ser capcioso.
Poco después lo supieron cuando las primeras naves de la transposición empezaron a materializarse ante ellos formando un círculo a su alrededor. Eran muchas, y una en particular destacaba sobre todas las de más, un Queadol Magdomilla… de color púrpura oscuro.
Eso solo podía significar una cosa: Meltrandi, más en concreto los temibles Quadronnos, el cuerpo de elite Zentraedi.
Cuando las pantallas de comunicación principales se abrieron entre todos los terminales de la flota allí congregada, Grell contuvo el aliento, sabedor de que serían Meltrandi, mujeres, lo que vería… Pero para su sorpresa, no se sintió tan mal como esperaba: después de visionar tanto acerca de las costumbres Micronianas y sus mujeres casi desnudas, las Meltrandi no le intimidaban tanto resultando incluso sosas y comedidas comparándolas con lo que había visto. Y también pudo comprobar que su líder se encontraba en la misma situación.
Las Meltran que habían sustituido a Breetai eran lo mejor de lo mejor: la mismísima líder Meltrandi, Maruk Lap Lamiz (más conocida como Azonia), comandante del cuerpo de elite Quadronno, y su primera oficial, la famosa Mirilla Parino. Pero a pesar de ello, Khyron no parecía realmente impresionado o si quiera incómodo por encontrarse rodeado de mujeres de esa forma, sino que su actitud irreverente era aún más notoria. Fue entonces cuando Grell empezó a notar los primeros cambios en la mentalidad de su señor, producto del contacto con los Micronianos.
Khyron estaba perdiendo su aversión cultural hacia las mujeres.
Khyron, por supuesto, empezó a obrar con Azonia de la misma forma que lo había hecho antes con Breetai, buscando siempre la oportunidad de evadir la estrecha vigilancia a la que ella le sometía. Era difícil, pero Khyron, siempre ansioso por llevarse la victoria, lo consiguió unas cuantas veces, todas ellas con el apoyo incondicional de Grell y Gerao.
Pero a juicio del primer oficial Bottoru, había algo distinto en la forma de actuar de su líder. Khyron parecía estar disfrutando de enfrentarse a Azonia a un nivel que él no parecía llegar a comprender; no era igual a cuando desobedecía a Breetai, sino algo más personal: tanto la líder Meltrandi como el comandante de los Bottoru parecían estar encontrando cierto placer en sus continuas discusiones. Grell conocía a su señor lo suficiente como para saber cuando estaba furioso *de verdad* y cuando se enfadaba por trivialidades… Y ese era el caso en la mayoría de las discusiones con Azonia: Khyron burlaba su vigilancia de alguna u otra forma, atacaba a los Micronianos con más o menos éxito, Grell le recordaba que estaban desobedeciendo órdenes, Khyron alegaba que más tarde él se encargaría de lidiar con ella… y finalmente, tenían que ordenar retirada y abandonar el combate una vez más. En resumen, ese era el proceso.
Algunas veces, Grell presenciaba las peleas entre Azonia y su líder, y en otras ocasiones, estas ocurrían en privado; pero en ellas, Khyron discutía a unos niveles casi absurdos, queriendo buscar más el conflicto con ella, y poniendo gestos con la cara inusuales incluso en él, para una vez acabada la discusión, caer rendido sobre un sillón como si hubiese sufrido un gran desahogo.
Y ahí es donde estaba la diferencia: cuando Khyron estaba realmente iracundo, no había quien se interpusiera frente a él, pero en estas ocasiones parecía que más bien buscaba el enfrentamiento con Azonia a modo de desahogarse de alguna extraña manera.
Entonces Grell se percató de algo: ¿Acaso ese era el reflejo de la influencia Microniana sobre su señor? ¿Discutir con las Meltrandi solo por gusto? ¿Desquitarse con el cuerpo de elite Zentraedi ahora que sabía que eso se podía hacer? El primer oficial valoró esa posibilidad y finalmente se avino a intervenir tras una de aquellas peleas.
-Señor, si me permite mi opinión…- comenzó a decir tentativamente, - Creo que le da mucha importancia a todo este asunto. Sabiendo que Lady Laplamiz va a actuar de esa forma, debería ser más precavido.-
-¡Ya sé que piensa actuar de esa forma, tonto!- exclamó Khyron apartándose la mano de su frente cubierta por su espeso flequillo de perro pastor, - ¡Es solo que no soporto esa actitud de superioridad que tiene!... ¡No es más que una cabeza-cuadrada que obedece a ciegas órdenes sin sentido! ¡Encima cree que la tengo miedo!-
Grell estaba convencido de que para Khyron todo el mundo era estrecho de miras de una u otra forma, así que su respuesta también resultaba… artificial. ¿Qué le importaba a Khyron que ella pensara cumplir la misión de esa forma?
-Señor, creo que se preocupa demasiado por ese tema…- dijo por fin.
Khyron dio una patada a su sillón, y soltó un resoplido. Esa fue su única respuesta.
El Zentraedi enfundado en su negro uniforme sabía del odio que su señor guardaba por los Micronianos, algo que iba más allá de lo que cualquier otro Zentraedi sintiese por ellos. Grell intuyó que si seguía por ese camino, podía pisar un terreno peligroso; el líder Bottoru parecía estar continuamente inmerso en su odio hacia los Micronianos, y las peleas con Azonia tal vez eran una vía de escape producto de tanta frustración. Su señor solo aprovechaba su recién aprendida familiaridad con las Meltrandi para dar rienda suelta a su ira.
Más tarde, supieron que una vez más el general Breetai había tomado el relevo de Azonia tras los últimos acontecimientos, y eso significó que tanto la propia líder Meltrandi como el comandante Bottoru quedaban relegados a un segundo plano, casi tercer, dada la inmensa flota que Breetai había traído consigo. Grell sabía que su señor era alocado e impredecible, pero no tonto, así que en cierta forma respiró aliviado cuando vio que Khyron se callaba ante la inmensidad de la flota Agles formada por más de 1200 naves, y también de ver cómo por fin tenían alguna clase de refuerzos ante tantas luchas contra los Micronianos.
Grell sabía que sus fuerzas estaban muy mermadas y ahora no podían permitirse una maniobra a gran escala. En cierta forma, la flota que se había traído Breetai consigo le hizo sentirse más seguro.
Nada de eso evitó sin embargo, que él, y todos los demás, asistiera estupefacto a la unión de la afamada Mirilla Parino con el Microniano de ojos cubiertos de lentes azules. Él no estaba muy enterado de lo ocurrido, pero al parecer su señor había tenido algo que ver con el hecho de que Mirilla se hubiese micronizado e infiltrado entre los humanos.
En lo personal, sin embargo, Grell estaba más preocupado por los acontecimientos que se sucedían sin ningún control, y en la forma en que estos estaban afectándole tanto a él como a su señor y por extensión a todos los Bottoru… Grell cada vez tenía más miedo de que a su señor se le ocurriera alguna locura, una mayor de lo habitual.
***
Finalmente eso no fue lo que ocurrió sino que todos ellos fueron víctimas de otra locura de la que Khyron no había tenido nada que ver; Grell supo que había sido sentenciado junto a todos los demás por el propio Dolza a causa de “Contaminación Microniana”. Estupefacto, escuchó de boca de los loores Zentraedi que el emperador Bodolza había dictaminado la ejecución de todos ellos por considerarlos contaminados. ¡Eso era inadmisible! ¿Contaminado?--- ¿él? Lo único que había hecho era su trabajo…
Impotente, asistió a la alianza del general Breetai y Azonia, listos para hacer frente a su destino como Zentraedi; pero él sabía que su destino estaba ligado a lo que decidiera su señor, y Khyron ya había decidido otra cosa bien distinta: no lucharían, sino que se mantendrían al margen.
Esa respuesta era predecible pero no suficiente.
-¿Y ahora qué, señor?- preguntó conteniendo el aliento.
-Ahora nos marcharemos lo más lejos de aquí, Grell.- contestó como si fuera la cosa más obvia del mundo. El primer oficial no estaba tan seguro de que ese plan diera resultado, pero su señor lo consiguió.
Poco después, una vez hubo comenzado aquella batalla de proporciones épicas, y no habiendo podido ir muy lejos dado el estado del escuadrón Bottoru y lo mermado de sus reservas de protocultura, Grell se quedó junto a Khyron contemplando la batalla a través de las múltiples pantallas de la nave, entre ellas, una en particular en donde se veía a la Microniana causante de la desbandada en masa, aquella que cantaba y se contoneaba con ropas provocativas y que los Micronianos, obviamente enterados del efecto que tenía entre su gente, la estaban usando como arma. Esa mujer no era otra que la llamada Minmey.
Ella era la representación física de lo que había llevado a su gente a esa situación. Grell creyó que la odiaba casi tanto como lo hacía su señor… hasta que le oyó murmurar como en sueños.
-Hmmm, esa canción… Bonita chica.-
Grell se giró hacia él asombrado por lo que creía haber entendido, pero antes de que pudiera comprender qué ocurría, Khyron se giró hacia él y le ordenó que le diese las coordenadas del general Breetai. Grell imaginó que Khyron querría congraciarse con Dolza atacando a la armada del general de rostro mutilado, e intentó hacerle entender que eso no solucionaría nada.
Pero una vez más, pudo ver la influencia de los Micronianos en su señor. Khyron había ido a por Azonia… o al menos eso parecía. Grell siguió las órdenes de su señor y empotró el Queadol Magdomilla que lideraba a los Bottoru con el de Azonia, y luego vio cómo su señor le daba órdenes a Gerao para que fuera a rescatarla.
¿Acaso Khyron pretendía salvar a la comandante Meltran por alguna extraña influencia de la Microniana que había provocado la deserción en masa?
Durante un instante Grell lo creyó así, hasta que comprobó que todo era un plan trazado por su señor para derrotar de forma definitiva a Wuer Maatai, quien sin ninguna duda andaría buscándole en medio de la operación de exterminio por “contaminación”. Una vez, Grell había sido testigo de cómo los planes de su señor funcionaban cuando se le dejaba hacer; Wuer, asqueado por la impresión de ver a la líder Meltrandi junto a Khyron, no supo reaccionar a tiempo, y su señor se deshizo de él rápidamente haciendo que estallar la nave de Wuer cuando chocó contra la atmósfera. El pequeño problema existente entre el líder de los Jiabao y el del 7º Batallón Bottoru fue resuelto de esa forma tras largo tiempo de fría hostilidad.
Sin embargo eso también significó que Azonia acabara conviviendo con los Bottoru después de que estos lograran salvarse y aterrizar cerca del ártico del planeta.
En ese momento, Grell no pensó mucho en las consecuencias de aquel suceso, pero más tarde se arrepintió de haber salvado a la líder de las Meltrandi.
***
Tras el accidentado aterrizaje sobre la superficie devastada del planeta de los Micronianos, la vida de Grell empezó a tornarse cada vez más difícil. No solo era la situación en la que todo el batallón Bottoru se encontraba, sino la suya particular; ahora, junto a su señor y luego Azonia, él era el responsable de lo que ocurriese con aquellos restos de la que una vez fuera la poderosa flota Zentraedi, Grell supo que en sus manos estaba buena parte del destino de su pueblo, de aquellos que no había sido cautivados por la cultura Microniana.
Y también la suya propia.
Al principio de su forzosa estancia en el planeta, escondidos en el Queadol cubierto por frías ventiscas y el omnipresente hielo, Grell no había prestado mucha atención a Azonia; la líder Meltrandi simplemente permanecía al margen deambulando como perdida por las tripas de la nave junto al puñado de Meltrandi que también se había salvado y que parecían ser su única preocupación. Azonia evitaba verse envuelta en los asuntos de Khyron y él mismo, o simplemente escuchando sin intervenir… Hasta que poco a poco, empezó a introducirse en ellos y hacerse oír.
Lo que había estado pasando en los últimos tiempos, incluso al comportamiento errático de su señor, escapaba a lo que él estaba acostumbrado. Pese al marcado individualismo de Khyron, era obvio que la casi desaparición de su pueblo a manos de los Micronianos, le había afectado, al igual que a todos los demás incluido el propio Grell; el primer oficial sabía que Khyron, desde su papel de líder, no daría muestras abiertas de su estado de “shock”, pero para el propio Grell fingir su entereza era algo realmente difícil… Aún así, eso no explicaba algunas cosas que empezaron a pasar a medida que pasaban el tiempo en ese mundo. Grell no llegaba a entender todavía por qué desde que los Bottoru rescataron a la comandante Azonia y lo poco que quedaba de sus Quadronnos, ella se había ido convertido en una parte tan importante del alto mando Zentraedi. Cierto, ella era la suprema líder del cuerpo de elite Meltrandi y su rango era tan alto que incluso durante un tiempo comandó sobre el propio Breetai… Pero ella era una Meltran, una mujer, una hembra… y de su gente apenas quedaba nada.
¿Cómo es que una Meltran gobernaba a los Zentrandi como si fuese igual a ellos? Lo lógico y normal es que ella lo hiciese sobre sus subordinadas y que, siendo Khyron el rango más alto que quedaba, fuese él quién se encargase de todo. Entonces Grell empezó a darse cuenta de lo que ocurría. Azonia era una líder nata, surgida para ello, y como tal, pretendería conseguir el lugar que le correspondería. Maruk Lap Lamiz tenía demasiada dignidad como para limitarse a permanecer escondida sin hacer nada y a las órdenes de alguien con una fama tan ambigua entre los Zentraedi como era Khyron. Su orgullo y su capacidad estaban por encima de ello.
El problema era la forma en que intervenía; Grell se dio cuenta de que la regia Meltran estaba empezando a hacer lo mismo que él había hecho durante años con Khyron, solo que en su caso incluso los comienzos resultaron más difíciles dado el historial de sonoras peleas que ambos habían tenido durante meses. A ojos de Grell, era obvio que Azonia se había dado cuenta de cuál era la forma más apropiada de hacerse con la confianza de su impredecible líder.
Azonia también había aprendido a darle coba, y para su desgracia, Grell era un obstáculo para ella y él acabó por darse cuenta de que ella, de alguna forma, buscaba desacreditarle o bien situarse por encima suyo. Grell no estaba por la labor de ver rodar no solo su puesto, sino su cabeza, por culpa de Azonia y la forma que esta tenía de irse haciendo cada vez con más poder sobre los Bottoru. Grell recordaba bien que su primer enfrentamiento, el que marcó un antes y un después definitivo en la valoración que Khyron tenía sobre los dos, fue debido a la sugerencia de Azonia sobre usar espías que se infiltraran entre los Micronianos. Con el tiempo las peleas entre ambos se convirtieron en algo continuo, incluso cuando por fin después de 2 años de espera en los que nunca habían dado muestra de su existencia a los Micronianos, sus espías descubrieron el paradero de una de las cámaras de conversión, viendo así alguna clase de fin a su forzoso destierro. Grell tenía la responsabilidad de recuperar la preciosa herramienta que los Bottoru nunca habían tenido para los Zentraedi disconformes con los humanos.
-¡Inútil!- volvió a gritarle su líder, -¡Tu ridículo plan volvió a fracasar una vez más!-
-Lo siento, señor…- se disculpó él, azorado, - No pudieron eliminar el centro de comunicaciones de Nueva Detroit, y los VT’s micronianos aparecieron sin que pudieran hacer nada.-
Y como venía ocurriendo en los últimos tiempos, Khyron no aceptó sus explicaciones,
-¡Ya basta de excusas, Grell!- gritó, -¡Tus hombres ni siquiera se defendieron de ellos!-
-Señor… si al menos me dejara explicarme…- replicó este. Pero era inútil, Khyron tenía ya una idea preconcebida de lo ocurrido, y tenía la impresión de saber de dónde la había sacado.
-¡Cállate, Grell! Tu capacidad de liderazgo ha ido empeorando día a día y solo das excusas. Te has convertido en un cobarde.- apostilló Azonia sentada desde el asiento de mando del Queadol, que milagrosamente había quedado en pie tras el choque y la larga estancia en esa tierra yerma. Una prueba más de los derechos de mando que Azonia había ido obteniendo en los últimos meses.
Grell sintió que la sangre le subía a la cabeza; podía soportar las broncas de Khyron, pero no las de Azonia; ella era la culpable de que esto le estuviera pasando. Antes su señor le habría perdonado por ese fracaso, culpando de ello a los Micronianos y todo lo que tuviera que ver con ellos, pero ahora eso ya no ocurría por culpa de la líder Meltran.
- ¿Ah, sí?- exclamó en tono sarcástico, - Pues a decir verdad yo no creo que sea *eso* sea lo que está ocurriendo aquí.-
Por supuesto, Grell no se atrevería a decir “todo” lo que pensaba abiertamente, pero sí hacerle notar a Azonia que él sabía a qué estaba jugando.
-¡No me interrumpas!- cortó esta mirando a un lado con desdén.- No creo que sea tan difícil recuperar la cámara de tamaño para nosotros.-
Una serie de insultos micronianos sobre las mujeres vinieron a la mente de Grell, y los habría usado de haber tenido la posibilidad y de saber qué significaban realmente.
-¡Lo que quieres es dar la impresión de que la culpa de todos los fracasos que sufrimos son culpa mía, pero la verdad es que eres tú quién…!-
Grell había tocado la tecla correcta, Azonia se removió en su asiento y se levantó de golpe para enfrentarse a la afirmación del Bottoru vestido de negro.
-¡Es suficiente, Grell!- ladró ella, -¡Solo sabes defenderte dando excusas! ¡Y esas tampoco son formas de dirigirse a un superior!-
Ninguno de los dos sabía cómo podía haber acabado esa discusión si no fuera porque Khyron intervino a tiempo cortando la pelea de forma tajante. Como era de esperar, Azonia se retractó inmediatamente sabedora de que podía haber acabado mal, mientras que él hacía lo que su líder le ordenaba, para al poco salir corriendo de allí, espantado por sus gritos.
Tras eso, Grell llegó a desear que los tiempos en que Khyron discutía con Azonia volviesen otra vez… O mejor dicho, que a su señor no se le hubiese ocurrido la idea de salvarla y tenerla entre ellos.
¿Por qué lo había hecho entonces? ¿Acaso Azonia había encontrado la forma de manejarle *antes* de la batalla contra Dolza?
***
Khyron no podía ser tan idiota como para no darse cuenta de la manipulación que Azonia practicaba con él; el Kravshera de cabello azul acerado solía ser el primero en intervenir en esa clase de disputas, solventándolas haciendo que ambos callaran sin rechistar, pero a pesar de ser el primero en cortar las discusiones entre la líder Meltrandi y él, no había dicho nada sobre la actitud de Azonia; es más, incluso parecía gustoso de compartir el liderazgo con ella, y Azonia actuaba en consecuencia. ¿Cómo es que su señor lo permitía?
Grell acabó por suponer que la influyente posición de Azonia sobre su líder no tenía que ver con que Khyron se diera cuenta o no de las manipulaciones de la líder Meltran, sino que tenía la firme impresión de que eso tenía que ver con el largo tiempo que ambos pasaban juntos. Ciertamente en los dos últimos años, antes de que por fin Khyron se sintiera lo bastante fuerte como para actuar, no habían podido hacer más que reagruparse, organizarse y esperar, conformándose con malvivir gracias a los suministros que rapiñaban de los Micronianos y de los centenares de naves Zentraedi estrelladas sobre la superficie terrestre. Pero durante ese largo tiempo la relación entre ambos había cambiado de forma gradual. Grell recordaba perfectamente lo mucho que se enfurecía su señor cada vez que tenía una “discusión” con Azonia, y ahora, parecía que ocurriese todo lo contrario.
Por inaudito que pareciese, parecía que Khyron estaba dispuesto a compartir la soberanía con la líder Meltran, incluso él mismo le ofrecía comida y bebida a ella, como si fuera una igual. ¿Qué había pasado?
A raíz de este comportamiento, Grell ya no sabía si realmente seguía siendo el segundo al mando de los Bottoru, o si Azonia le había desbancado del puesto que siempre había tenido… ¡Cosmos! Odiaba a aquella--- aquella--- “bruja”. No sabía qué significaba esa palabra Microniana, pero sonaba dulce en su boca sabiendo que era un insulto destinado a las mujeres.
Para Grell, Azonia no era más que una “bruja” (o lo que fuera que eso significase) manipuladora que incluso estaba poniendo su propia vida en entre dicho de cara a su líder. Él, que hasta ahora nunca antes había temido por su vida en ese sentido.
Grell odiaba a los Micronianos por ser ellos los causantes de todos los males a los que se había enfrentado desde que años atrás recibiera aquella “inocente” transmisión de Breetai. Odiaba aquel planeta yermo y desolado y su demencial clima helado, que les obligaba a mal vivir a base de despojos, como si criaturas carroñeras se trataran. Y también odiaba a la líder Meltrandi por manipular su vida de esa forma.
Desgraciadamente el binomio de Micronianos y Azonia, el mismo que en el pasado había irritado tanto a su líder, no era el único problema al que se enfrentaba; tanto él mismo como su líder, y todos los demás Zentrandi, empezaron a sufrir extraños cambios que no parecían estar ocasionados solo por la influencia Microniana. Para empezar, sus cuerpos empezaron a exhalar un olor cada vez más fuerte, cuando lo normal era que los Zentraedi fueran bastante neutros; a lo que había que añadir que distintas partes de su cuerpo, especialmente las mejillas y la barbilla, se vieron cubiertas de un rebelde pelo que de repente parecía querer crecerles por todas partes… Las dos cosas eran algo increíblemente molesto, y que parecía que les estuviese tornando en bestias salvajes.
Pero lo peor de todo era algo contra lo que Grell le costaba realmente luchar: había empezado a notar un cambio en su conducta: ahora las Meltrandi (menos Azonia) le resultaban, a falta de una palabra mejor, extrañamente fascinantes. Ese era un sentimiento que aparecía en el momento menos oportuno, y que provocaba que en muchas ocasiones se quedara mirando como embobado a las Meltrandi (Quadronnos o no) que eventualmente acabaron refugiándose junto a los Bottoru. La ocasión en que peor lo había pasado fue cuando, desde el puente de mando principal, Khyron le había sorprendido en medio de su ensoñación mirando a las Meltrandi que pululaban por la sala de guerra principal; su líder simplemente comenzó a reírse a carcajadas de lo que estaba haciendo… Grell pocas veces se había sentido tan avergonzado de algo, y más cuando era obvio que Khyron se había reído porque sabía qué estaba haciendo.
Eso demostraba que Khyron sentía lo mismo, solo que en su caso en particular era únicamente por Azonia. ¿Acaso esa mujer de corto cabello rizo sabía que ese sentimiento era lo que debía utilizar para controlar al líder Bottoru?
El segundo de los Bottoru llegó a cuestionarse si realmente debía seguir a Khyron y sus planes por más tiempo… Para descubrir que no tenía otra opción; él no podría vivir junto con los Micronianos, era algo que no aceptaba ser.
Pero entonces, ¿qué hacer?
***
Una incómoda, y casi aterradora idea, asaltó la mente de Grell mientras día a día que pasaba reflexionaba sobre todo ello. Una idea que se hizo más fuerte después de presenciar (e interrumpir) ese rito Microniano que hacían por parejas acerca de juntar los labios entre hombres y mujeres. Algo que cualquier Zentraedi siempre había considerado aberrante, pero que su señor y la señora de las Meltrandi habían llevado a cabo con total tranquilidad y sin ningún remordimiento delante de todos. Cierto que Khyron estaba bastante bebido cuando eso ocurrió, cierto que también estaba ansioso por humillar a ese Microniano impertinente que mantenían como rehén, y cierto también que Khyron solía comportarse de una forma impredecible cuando estaba en ese estado… Pero había otras muchas formas de hacerlo y de hacer callar al Microniano bocazas, aunque estuviese bebido. Lo que Khyron había hecho esta vez no tenía sentido… aunque al menos esta vez no le había dado por disparar a sus propias tropas ni agredirle a él personalmente.
Grell tembló cuando esa idea asaltó su mente tomando una repentina fuerza… ¿Y si su señor hubiese sido tan contaminado como Breetai y muchos otros? ¿Es por eso que ahora pasaba tanto tiempo con la comandante Laplamiz? ¿Era eso y no otra cosa lo que empujaba a su líder a ignorar toda explicación objetiva que él le diese sobre lo que pasaba y hacer más caso a la líder Meltran?, ¿Era por eso que él también tenía esas extrañas trazas de comportamiento? ¿Y si Dolza tenía verdadera razón cuando ordenó que les aniquilaran a todos ellos? ¿Acaso el muerto emperador Bodolza sabía que esa era una de las consecuencias de la influencia Microniana, que los Zentran hicieran más caso a las Meltran que a cualquier otra cosa? O dicho de otra forma, ¿Qué los hombres perdieran los papeles por ir detrás de las mujeres?
¿Y si su señor y la líder de las Meltran también habían sucumbido ante el hechizo de los Micronianos?
Y en realidad era eso lo que había ocurrido: muchos Zentraedi se unieron a los Micronianos yendo en post de Minmey, la hembra Microniana cantarina. Era lo miso que le había ocurrido a Khyron, solo que su señor, ¡en lugar de ir en post de Minmey lo había hecho en post de Azonia!
Esa era la verdad, una verdad aterradora.
Pero no podía ser, Khyron odiaba todo lo relacionado con los Micronianos… ¿O no?
Por primera vez en muchos años, Grell consideró oportuno que ya no debía mantener calmo a su señor al tiempo que le apoyaba en todo, sino vigilarle en el más puro estilo de la palabra, temeroso de lo que pudiera pasar.
State = Continuará/To Be Continue
feedback = Sí/Yes
email = ameban_s_micARROBAhotmail.com