fanfic_name = Viñetas Letra-K
chapter = 2
author = Ameban
dedicate = Dedicado a todos los fans de K/A.
Rating = AP15
Type = Angst
fanfic = Fanfic de Robotech/Macross por Ameban (Isabel M.) Todos los derechos están reservados a la gente de "Harmony Gold-LTD", Estudios "Nue", Mikimoto, Noboru Ishiguro, etc...
Esto es solo desvaríos de una fan para pasar el rato. Yo no gano dinero con esto.
*Notas importantes sobre este capítulo:*
Este capítulo está centrado en Khyron/Quanzin, contando la saga de RBT desde su punto de vista. Tengo que decir que el Khyron de mi fic se parece más al Quanzim de "Macross" que al de la versión de "Robotech", ya que es mi favorito de todas sus encarnaciones y realmente el original. Es por eso que si algunos diálogos tomados de la serie aparecen algo cambiados, ya que los he mezclado con los originales de "Macross". No obstante he usado referencias de las novelas para completar su perfil, PERO en mi fic Khyron no es un drogadicto como en las novelas, que es una excusa patética para dar sentido a su personalidad, aunque sí he usado el tema de las Flores de la Vida para dar algunas explicaciones.
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2-KHYRON
“De entre todos los Zentraedi, Khyron siempre fue el más humano, y nunca fue consciente de este hecho, aunque siempre luchó por encontrarse a si mismo Irónicamente, el contacto con los Micronianos, a los que tanto odiaba, dio un nuevo rumbo a su búsqueda personal.”
***
Muchos años atrás, antes de que la nave de Zor hubiese desaparecido a aquel rincón del universo llamado Sistema Sol, los Zentraedi habían tenido una dura lucha contra los Invid en lo que había comenzado siendo una rutinaria misión de abastecimiento de protocultura en estado virgen y sin procesar. En el transcurso de la misma, ellos habían tendido una emboscada al propio Zor intentándolo matar, pero el gran general Breetai Kridanik, cumpliendo su deber y arriesgando su vida, había intervenido para salvarle… Eso había ocasionado la pérdida de su ojo derecho y la desfiguración de su rostro, razón por la que ahora llevaba una prótesis metálica en su lugar.
En el caso particular de Khyron, ocurrió algo más. En aquel momento él no era más que un joven Kravshera con muy pocos años de edad, emergido de una línea de clonación diseñada para ocupar puestos intermedios de mando pero abierta al desarrollo individual de cada uno de ellos. Como el resto de los Zentraedi, los Kravshera nacían de cámaras de clonación como ya hombres adultos y con todos los conocimientos y preparación básicos (lenguaje, matemáticas, manejo de armas, etc…) que les serían útiles para su carrera; en el caso particular de esta línea de clonación, sus individuos se caracterizaban por tener una altura media y un cuerpo atlético de mayor potencia que los soldados comunes, pero sin llegar a ser tan masivos como los de otras muchas líneas de clonación de alto rango; sus rostros eran redondeados pero de mandíbula triangular, y con elegantes perfiles romanos, mientras que sus tonos de piel eran mayormente azules y lavanda, ocasionalmente con un tono purpúreo. El caso de Quanzim Krashvera 03350, como era su nombre completo, era un típico ejemplo de ello, y a primera vista sus únicas características que lo hacían diferente a los demás de su clase, eran sus cabellos de color azul acerado y su tez de un suave tono malva, una combinación no muy habitual.
Como correspondía a alguien de su posición en tan temprana etapa de su carrera, se le había asignado la misión de recuperar matrices de protocultura que habían caído en poder de los Invid durante el viaje del legendario personaje conocido como Zor. La misión no parecía tener nada de extraordinario que se saliera de lo habitual, pero al igual que en el caso de Breetai, él también sufrió una emboscada; su escuadrón y él mismo quedaron atrapados en las cámaras donde se gestaban matrices de protocultura, donde todo el escuadrón pudo contemplar las Flores de la Vida, una forma de vida totalmente distinta a lo que ellos estaban habituados a ver. Ese fue un momento de distracción fatal que fue aprovechado por los Invid, quienes ya habían luchado contra esas criaturas artificiales creadas por los corruptos Maestros de la Robotechnia por bastante tiempo y sabían qué tácticas podían ser más efectivas contra ellos. Al descubrir la trampa, todos ellos pretendieron salir de allí, ya que la explosión de la energía resultante sería una auténtica bomba que les aniquilaría sin dejar rastro alguno… y así fue. Pero afortunadamente para él, pudo salvarse por muy poco. Khyron no sufrió la onda expansiva de la explosión en toda su magnitud, pero sí estuvo en contacto directo con las Flores de la Vida justo en el momento en que la reacción energética que creaban al germinar tuviera lugar. El joven Kravshera había visto las flores junto a las matrices, y supo cómo germinaban y se propagaban… En otras palabras, había descubierto cómo una forma de vida tan distinta a la suya, la de los Zentraedi, lograba existir.
Pero la reacción energética que se producía entonces, la protocultura en estado crudo, entró en contacto con la que tenía presente en él mismo en su código genético y en sangre, y que había sido usada para crearle como Zentraedi, como forma de vida artificial. La reacción no se hizo esperar y algo le ocurrió, algo que le cambió de forma permanente.
Khyron logró salvarse casi milagrosamente, pero cuando se hubo recuperado, físicamente intacto no como Breetai, él supo que algo en él ya no era lo mismo que antes. Tal vez físicamente no hubiese sufrido heridas que le hubiesen retirado del servicio (y dictado como “prescindible” dentro del orden social Zentraedi donde los tarados no tenían cabida) pero sí había algo dentro de él que se había visto alterado; era como si algo que hubiese estado dormido en él desde el principio de su creación como “Ser”, se hubiese despertado al contactar con la protocultura en estado virgen. Y aunque nunca gustó de hablar de ese incidente, y nunca dijo nada sobre lo que había significado para él, ese hecho marcaría su vida como un importante punto de inflexión; la nueva e incipiente conciencia que se había despertado en el brillaba en sus ojos negros de forma extraña, diferente al de cualquier otro Zentraedi.
***
Desde entonces Khyron había estado haciendo lo que acabó por definir su persona alimentando aquel impulso. Al saberse distinto al resto de los Zentraedi, pero sin dejar de ser uno de ellos, empezó a… pensar por si mismo y querer desarrollar ese fuerte impulso de individualidad que había dentro de él. Por ello empezó por dejar crecer sus tupidos cabellos acerados hasta formar una melenita que le tapaba el cuello y toda la frente hasta los ojos al estilo de un perro pastor, algo relativamente habitual entre los Zentraedi, pero no entre los oficiales de determinados rangos; se negaba a obedecer órdenes ciegamente prefiriendo valorar el objetivo de la misión antes de hacer cualquier cosa que se le hubiese ordenado; a temer a las Meltrandi de la misma forma que los demás Zentrandi hacían, auque su presencia le incomodara como le ocurría al resto de los miembros de su mismo género debido al condicionamiento y las normas de su sociedad; a consumir complejos artificiales de forma regular e impuesta, e incluso mantener en su arsenal tres Graug que ya no se fabricaban más desde que el satélite fábrica donde eran hechos fuera destruido años atrás. En definitiva, rehusaba tener una vida totalmente dirigida desde el exterior, prefiriendo actuar bajo su propio criterio. Amaba la lucha, sí, pero porque él así lo sentía, no porque se le hubiese impuesto que lo hiciera. E igualmente, estaba orgulloso de ser Zentraedi, pero esa era su decisión y su sentimiento, no su imposición.
Eventualmente, tras una carrera donde fue ascendiendo puestos a fuerza de ganar misiones, batallas, y desarrollo personal, Quamzin Krashvera 03350 acabó siendo considerado un brillante ejemplo de la línea de clonación Kravshera famoso tanto por sus brillantes procedimientos como por tener poca (o ninguna) consideración en el método a usar para conseguir sus objetivos, tanto que si era necesario, sacrificaba a sus propios hombres cuando lo consideraba oportuno. De esa forma acabó siendo nombrado comandante del 7º batallón de infantería armada Bottoru, un rango que si bien no era de los más altos, resultaba respetable. Desde su puesto, aparentemente definitivo, comandó eficazmente su batallón durante muchas batallas siendo la victoria algo muy habitual en su batallón ganándose una notoria reputación por ello, aunque haciéndolo a su manera. No obstante, esa libre manera de actuar hizo que tuviera sus desavenencias y fracasos, especialmente tras la operación Mona con el líder de la 11ª división Jiabau, Wuer Mataai, quién le guardaba un rencor personal por ser Khyron el causante directo de que Mataai casi perdiera todo su batallón por culpa de la indisciplina del líder Bottoru. Esos mismos fracasos sacudieron su historial no solo en la operación Mona, sino también en Isiris donde a causa de una borrachera, estuvo disparando a sus propias tropas.
Dada la rígida disciplina de la sociedad Zentraedi, y dado también el hecho de que la ejecución gratuita (asesinato) de tropas Zentraedi era considerado un delito, Khyron se vio sometido a varios consejos de guerra donde se le juzgaba tanto por indisciplina como por faltas dentro del reglamento como líder. Y por ello, pese a sus 15 años de edad (más que muchos Zentraedi de inferior e incluso igual rango) y sus abundantes victorias, no había progresado más en su carrera como militar Zentraedi encaminado a dirigir medios puestos.
Pero pese a todas esas manchas negras en su expediente, Khyron se tomaba las cosas con un curioso sentido del humor, casi como una chanza, ya que él estaba convencido de que nunca perdería si seguía aquel impulso que habitaba dentro de él. A sus ojos los demás Zentraedi podían ser superiores a él en capacidad de combate, estrategia e incluso en fuerza física (Khyron no era tan idiota como para objetar a Dolza o a otros rangos cercanos a él), pero sí eran poco imaginativos y cuadriculados en su forma de pensar y en sus procedimientos, como si no tuviesen realmente una capacidad para discernir más allá de lo que se les decía que debían pensar. Él no consideraba que tuviese que hacer lo mismo, sino que quería diferenciarse de todo ese criterio impuesto.
Y así fue hasta que conoció a los Micronianos…
***
El primer encuentro entre él y los Micronianos fue siguiendo una simple orden de Breetai Kridanik, uno de los principales generales Zentraedi, el mismo que había acabado con el rostro mutilado por intentar salvar a Zor, y quien además gustaba de sus impredecibles tácticas. Breetai había requerido su presencia pocos meses después de embarcarse en la que era considerada la misión más importante del momento para las tropas Zentraedi. Le había ordenado recuperar la perdida nave de Zor a manos de los Micronianos, unos ridículos seres, copias diminutas de Zentraedi, que se habían apropiado de la nave cuando esta aterrizó en su mundo natal, y la habían reconstruido a su manera dándola en llamar SDF-1. Khyron había respondido gustoso a su llamada, ya que en ese momento había pasado ya varios meses de inactividad tras haber sido retirado del servicio activo por el consejo de guerra celebrado en su contra tras la operación Mona a raíz del incidente con los Jiabao. Eso había ocurrido tiempo atrás, pero después de unos 6 meses de inactividad, él y su escuadrón estaban deseosos de entrar de nuevo en batalla. Pese a haber estado cumpliendo condena durante ese tiempo, cuando su batallón efectuó el proceso de transposición, muy en su línea de querer disfrutar siempre de cada momento, no perdió la oportunidad de jugar apostando con su inmediato subordinado cuántas naves del batallón de Breetai atropellarían en cuando finalizase el proceso. Simplemente para Khyron el castigo que había sufrido era algo del pasado y que no tenía por qué impedir que se divirtiera un poco junto a su fiel primer oficial.
Tras esa atropellada aparición, Khyron había ejecutado la misión encomendada por Breetai sobre la superficie de un planeta de un llamativo color rojo parecido a su mundo natal que sus adversarios llamaban Marte, y que irónicamente, asociaban con la guerra. La misión parecía que iba a cumplirse según lo planeado… hasta que literalmente le explotó en las narices y la fortaleza de Zor escapó de sus manos con una insolencia pasmosa.
El líder Bottoru se sintió ofendido por aquella derrota; como él mismo proclamaba, luchaba para ganar, y más cuando sabía que podía conseguir la victoria… pero ese no había sido el resultado. Por ello se había tomado aquella primera derrota como algo personal. Y además, para él había quedado claro una cosa: los Micronianos serían pequeñitos, pero estaban todos locos.
Khyron se repetía una y otra vez que él podía ganarles, que podía cumplir la misión de Dolza, y así estaba convencido de ello. Pero una y otra vez todo parecía jugar en su contra, y a cada derrota sus ganas de “jugar” se iban deshaciendo.
Las casualidades eran muchas, y cuando no, era la ineptitud de sus superiores. Primero Breetai y ese primer oficial suyo que ejercía como consejero del gran general, Exedore Formo, conocido como el Primer Nacido, quienes precisamente le habían llamado porque conocía sus tácticas pero que ahora coartaban su libertad de actuación y sus ataques una y otra vez, muchas veces cuando estaba a muy poco de conseguir la victoria.
Después de Breetai, llegó Azonia, la líder de las Meltrandi Quadronno, en sustitución del viejo general de rostro mutilado… Pero para entonces algunas cosas ya habían cambiado.
***
Antes de ella llegar, Khyron no solo se había enfrentado a los Micronianos en combate, sino también culturalmente, y al igual que el resto de los Zentraedi, ese choque le resultaba terrible... aunque una parte de él no podía entender por qué razón no le afectaba tanto como al resto de su gente. Los Micronianos ejecutaban una curiosa táctica de lucha que consistía en proclamar sus costumbres y su identidad como pueblo a la mínima ocasión, y aquello desconcertaba a los Zentraedi, especialmente antes de que llegaran a comprender su idioma. Pero a diferencia del resto de sus camaradas, lo cierto es que Khyron no se sentía tan intrigado y repugnado por la cultura Microniana como le ocurría a Exedore, por ejemplo, quien parecía asumir de forma automática que todo lo que manejaban los Micronianos y que ellos no comprendían eran los secretos de la protocultura. Para él todo ese extraño comportamiento de los Micronianos y sus excentricidades no tenían anda que ver con la protocultura, sino que solo eran particularidades de un pueblo diferente al suyo que simplemente vivía de otra forma; nada a lo que temer, aunque sus prácticas fueran tan chocantes como desagradables.
A un enemigo al que se le tiene asco no se le puede vencer igual que a uno al que se ve como igual; en ese sentido, Khyron tenía una curiosa teoría acerca de la similitud entre los insectos, esas amorfas y diminutas formas de vida resistentes a prácticamente todo, y los Micronianos.
Khyron podría pensar así, pero eso no ocurría con el resto de los Zentraedi, y poco a poco fue descubriendo cosas a las que él no había dado la suficiente importancia pero que acabaron constituyendo la perdición de su pueblo; todos los Zentraedi que habían sido llamados al sistema Sol parecían ser cautivados por el chocante comportamiento de los Micronianos, mientras que él solo lo veía como una rareza. Un buen ejemplo de esto era el caso de la hembra Microniana que embriagaba con su canto a las tropas Zentraedi.
La primera vez que Kravshera oyó mentar el nombre de Lyn Minmey fue en unas transmisiones Micronianas, sin ni siquiera suponer lo que esto acabaría convirtiéndose en el futuro…
Al poco de empezar a combatir con ellos, el líder Bottoru recibió en su nave una transmisión Microniana llena de ruido que resultaba realmente confusa; en ella, sin aparente lógica militar, se sucedían una serie de vistosas imágenes sobre hembras Micronianas ataviadas con diminutos uniformes de combate. Kravshera había sido retenido contra su voluntad tras su última escaramuza contra aquellos diminutos adversarios, pero sabía que Breetai había un pequeño contingente de espías a investigar aquellas maniobras militares, y así le dejó hacer, aunque como era de esperar, este contingente fracasó. Pero mientras todo esto ocurría, Breetai había ordenado a sus tropas analizar las señales que recibían de sus adversarios y así obtener una ventaja táctica sobre ellos. Esta orden fue impartida por todas las naves Zentraedi, entre ellas al propio Batallón Bottoru; sorprendentemente Khyron juzgó acertada esa misión, y colaboró en descifrar el complejo mensaje Microniano.
-¿Qué extraña técnica de combate es esta?- había preguntado Exedore, ese viejo pequeño y deforme conocido como el Primer Nacido a quien Breetai respetaba tanto, - No entiendo el objetivo de mostrar a sus mujeres ataviadas con semejantes uniformes. Espero que nuestros espías puedan obtener más información.-
-Si queréis mi opinión…- bufó Khyron con cierta sorna desde una de las pantallas bidimensionales que se proyectaba en el puente principal del Nupetiet de Breetai, - Yo no veo ninguna táctica militar en estas transmisiones.-
-¿Qué pretendes decir?- preguntó Breetai atraído por su inusual comentario.- ¿Qué son entonces?-
-…Quiero decir que para mi esto no es más que lo que se ve,- contestó el líder Bottoru algo incómodo, - Un puñado de hembras Micronianas paseándose medio desnudas.- explicó con un pasmoso pragmatismo pero apartando la mirada de las transmisiones Micronianas que él también podía ver desde su Queadol, molesto con lo que veía.
-¿¡Qué!?- exclamó Exedore sorprendido, - ¡Pero eso… eso no es militar!-
-¿Y qué si no lo es?- espetó el líder Bottoru, -Eso es lo único que yo veo, y todo esto no es más que una pérdida de tiempo. Aquí estamos nosotros como tontos discutiendo sobre lo que los Micronianos hacen con sus hembras cuando podríamos estar atacándoles y derrotándoles de una vez.-
-¡Ya basta, Khyron!- volvió a repetir Breetai una orden que de un tiempo a esta parte se había convertido en algo habitual en su boca.- Nuestros espías han sido enviados para recaudar toda la información posible. Tenemos que conocer exactamente el potencial de nuestros enemigos y saber si realmente conocen los secretos de la protocultura… Así que te sugiero que tus especialistas sigan descodificando todas las señales de origen Microniano que se capten.-
-¡Bah!- contestó este dejándose caer sobre su sillón de mando mientras cerraba el canal de comunicación. –Idiotas… Buscan objetivos militares en hembras con paños menores…-gruñó.
Molesto, el líder Bottoru se sirvió una copa del licor con el que aprovisionaba la nave y con la que poder calmar su mal humor; al menos tenía algo con qué hacerlo.
A sus ojos, lo único útil de esta tarea era la posibilidad de descifrar la comunicación Microniana, información que sí sería útil. Para él ahora estaba claro que el Primer Nacido era un completo idiota; no podía entender por qué alguien considerado como el más grande analista Zentraedi perdía el tiempo creyendo que todo lo que veían hacer a los Micronianos automáticamente estaba relacionado con la protocultura, o intentando comprender el significado de que los micronianos exhibieran casi desnudas a sus hembras, por muy aberrante que fueran esos actos.
El tonto de Exedore…
***
Poco tiempo más tarde, el lenguaje Microniano fue traducido y comprendido por los Zentraedi, y él, obviamente, también lo aprendió. No resultó una tarea fácil: la lengua de los Zentraedi era puramente funcional, con cierto número de palabras polisemicas y funciones descriptivas de pronunciación relativamente fácil, o sea, una lengua apropiada para su sistema de vida. En cambio la lengua de los Micronianos era primitiva, tanto que incluso escribían a mano como algo habitual, y estaba llena de dichos y expresiones arcaicas y sin valor que incluso hacían referencia a cosas como el clima o los animales, pero igualmente abarcaba múltiples palabras para las que los Zentraedi no tenían equivalente o directamente no tenían traducción… aunque también se daba el caso contrario; lo único que ambas tenían en común era que las dos usaban alfabetos fonéticos. En cierto modo parecía que los Micronianos gustaban de jugar con la lengua, en lugar de limitarse a describir un hecho o una circunstancia.
Estaba claro que cada lengua reflejaba cómo de diferentes eran las sociedades de ambos pueblos.
Tras ello, se precipitaron una serie de acontecimientos. Obviamente, el líder Bottoru, siempre ansioso por tener su revancha sin que Breetai y Exedore metieran las narices en sus asuntos, vio su oportunidad cuando la nave insignia de Breetai, un gigantesco Nupetiet-Vergnitzs de 4 kilómetros de largo y color caqui que concordaba con su aspecto vegetal, efectuaba una transposición de vuelta a la base central del Emperador Bodolza, conocido como “El Viejo”, tras anunciar que había capturado a tres pilotos Micronianos, dos varones y una hembra, y que esperaban obtener gran información sobre ellos. Khyron no acompañó a Breetai en su viaje a la base central, sino que permaneció en el sistema Sol, viendo así una oportunidad: Breetai y el hombrecillo deforme que lo acompañaba estarían fuera una buena temporada dando cuenta de sus fracasos al emperador Bodolza, mientras que él, libre de su mando, podía vencer a los Micronianos y volver así, con una gran victoria bajo el brazo con la que poder presentarse triunfante ante Dolza. Breetai y Exedore quedarían como unos idiotas que no hacían mas que prestar atención a un puñado de excentricidades, mientras que él sería considerado un héroe de guerra.
Era un intercambio justo para tantas misiones fallidas.
Pero sus planes se vieron frustrados cuando vio que antes de su partida, Breetai había dado orden de volver a inutilizar la propulsión del batallón Bottoru, impidiendo así que Khyron se tomara la libertad de hacer lo que quisiera mientras que él estaba fuera.
Eventualmente, Khyron fue informado de que Breetai había sido sustituido del mando por otro general que ocuparía su puesto y que continuaría con las operaciones de rescate de la nave de Zor. A sus ojos, esto no era extraño ya que estaba claro que Breetai había fracasado… pero tenía curiosidad por saber quién le sustituiría. Después de todo, Breetai siempre había sentido cierta simpatía por las impredecibles tácticas del líder Bottoru, y en su fuero interno, Khyron sabía que su sustituto no pensaría igual. Si ya había tenido previos problemas con el gran general de rostro marcado, ahora seguramente tendría más.
***
Cuando las naves del general que se convertiría en su inmediato superior empezaron aparecer tras la transposición, Khyron y su primer oficial, Grell, contemplaron con cierto asombro la identidad del comandante sustituto de Breetai. A través de las pantallas de comunicación que abarcaban el puente principal de su Queadol, el líder Bottoru vio aparecer otro Queadol Magdomilla, así como Thuverl Salans, y Quiltra Queleuals idénticos a los de su batallón… salvo por una salvedad. Esas naves eran de un vistoso color púrpura oscuro, en lugar del verde caqui de las suyas propias. Eso solo podía significar una cosa: Bodolza había enviado a su fuerza de elite, un batallón Meltrandi o de mujeres, y puesto que debían tener muy alto rango para sustituir a alguien de la categoría de Breetai, solo podían ser Quadronnos, la fuerza de elite.
Casi inmediatamente después de finalizar la transposición de todas las naves, una ventana de comunicaciones se abrió en el puente del Queadol ante sus ojos mostrando a la que sería su nueva superior. Allí pudo ver a una mujer de aspecto adulto y regio, labios gruesos, barbilla triangular y un corto cabello rizo y oscuro igual que sus ojos, vestida de granate ribeteado en negro y con una capa con gola del mismo color púrpura que la nave de su dueña. La reconoció fácilmente gracias a un encuentro anterior en Mona; era la comandante Azonia/Maruk Lap Lamiz, la líder suprema de la fuerza de elite Meltrandi, los Quadronno. A su lado, como si de su hija se tratara, se situaba su primera oficial, una joven de cabello largo, ojos verdes e increíble belleza conocida por ser la mejor piloto Zentraedi, Mirilla Parino… aunque sobre la fama de Mirilla, Khyron tenía su particular opinión. Y por último, su segunda oficial, Kaziana Hesh, y Yaita, su oficial de comunicaciones y su consejera respectivamente, la primera una mujer incluso más alta que la propia comandante Quadronno de cabello rubio oscuro tirando un tono ciruela, y la segunda pelirroja, aunque ambas iban ataviadas con los característicos uniformes color malva de las Meltrandi.
Efectivamente Khyron ya se había encontrado “trabajando” anteriormente con Azonia en otra misión, durante la operación Mona… pero en aquel momento apenas se habían prestado atención el uno al otro si bien estaba de acuerdo en que la reputación de Azonia como comandante de las Quadronno era justificada, de hecho durante aquel encuentro, Azonia estuvo muy ocupada rivalizando con Breetai; era aquella engreída de Mirilla quien se había encargado de ponerle en evidencia durante algunas batallas decisivas… Khyron sin embargo había estado mucho más preocupado de lograr su objetivo durante esa misión siguiendo sus propias directrices, y desgraciadamente Wuer Matai se había encargado de meterse en medio y estropearlo todo. En realidad ese había sido su principal dolor de cabeza durante esa misión.
En cualquier caso Dolza se había tomado grandes molestias en enviar a alguien como Azonia en sustitución de Breetai. La pregunta ahora era si Azonia realmente valdría para la misión que tenían entre manos… O mejor dicho, si realmente ella podría dejarle suficiente holgura como para que él la llevase a cabo.
Esa era una pregunta que todavía no se había atrevido a responder, pero sabiendo que Azonia era tan brillante como disciplinada, la respuesta debería ser obvia.
-“Al habla la Comandante Maruk Lap Lamiz de la fuerza de los Quadronno Meltrandi.”- comenzó a anunciar la recién llegada en cuanto finalizó la transposición. –“Por orden de su majestad, el emperador Bodolza, tomo el mando de esta misión para recuperar la nave de Zor en manos de los Micronianos.”- hizo una pausa para que el resto de las tropas asimilaran las noticias, y luego chequeó los resultados.
Khyron chasqueó la lengua incómodo por la presencia de la recién llegada. De entre todas las posibilidades, no le agradaba la idea de encontrarse directamente bajo el mando de la líder de los Quadronno Meltrandi y su recta disciplina… y a un nivel más personal, tampoco por la de tener que lidiar con una mujer…. ¿O tal vez no? Había presenciado las costumbres Micronianas respecto a sus mujeres, y después de aquel duro trago, la presencia de Azonia y sus tropas no le resultaba tan… chocante.
La líder Meltrandi se volvió hacia él y le miró con cierto rictus de molestia en su rostro. Ya se conocían por su anterior encuentro, pero nunca hasta ahora se habían encontrado cara a cara de semejante forma. Azonia era una mujer atractiva, pero no tan hermosa ni mucho menos que como lo era Mirilla. No obstante, ella parecía de alguna manera molesta por su función actual. Había notado que el hombre de piel lavanda y cabello de color azul acero no se había molestado en devolverle el saludo.
-Khyron Kravshera, comandante de la 7ª división armada Bottoru…- comenzó a decir dirigiéndose a él directamente.- Le informo que estoy al tanto de sus éxitos y también de sus insubordinaciones en la misión encomendada de recuperar intacta la nave de Zor. Le ordeno desde ya no intervenir ni atacar a los Micronianos bajo ningún concepto. ¿Esta claro?-
-Clarísimo… Azonia.- contestó el líder Bottoru.
***
A partir de entonces Khyron empezó a desarrollar un curioso juego a dos bandas con Azonia. Por supuesto, él seguía acumulando cada vez más rencor contra los Micronianos por cada derrota sufrida haciendo que cada vez los odiara más y sabedor de que podía derrotarlos si tan solo se le diese la oportunidad. Deseaba hacerlo en cuanto su actual superior levantara su estrecha vigilancia sobre él, ya que tal y como correspondía a alguien del talante de Azonia, ella no le estaba dejando actuar en paz.
Khyron siempre había obrado de motu-propio, algo inusitado entre los Zentraedi para quienes derrotar a sus adversarios eran solo un trabajo, no algo personal; él estaba convencido de que podía vencer si lo hacía siguiendo sus propias normas, pero Azonia no lo veía de esa forma. A sus ojos la líder Meltrandi solo era alguien que podía ser brillante, pero que debía su posición por cumplir a rajatabla el manual de “cómo ser el perfecto Zentraedi”, en lugar de aprovechar las oportunidades… y eso era algo que él encontraba molesto en ella, así que no desaprovechaba la oportunidad de demostrarle cuán equivocada estaba. También había que añadir que él obraba así como consecuencia de la influencia Microniana; cuanto más contacto tenía con ellos, más irreverente se volvía con Azonia ya que el recelo intrínseco que sentía como Zentran hacia las Meltrandi se iba desvaneciendo.
Y así, sin apenas darse cuenta, ambos habían caído en un juego de “gato y ratón” similar al que los Micronianos creían que los Zentraedi practicaban con ellos.
No obstante, aunque Khyron iba perdiendo la aversión hacia las Meltrandi, y en particular hacia Azonia, no le libraba de continuos ataques de ira producidos por el binomio Microniano + Órdenes de Azonia. Su rabia finalmente explotó cuando la segunda al mando de Azonia, en un arranque de arrogancia, (o tal vez queriendo apoyar a su líder en las continuas peleas verbales que ambos mantenían) se tomó la libertad de faltar a la disciplina de no dirigirse nunca a un hombre al no ser que fuera por razones de trabajo y mantener con él una conversación personal donde agredió su incompetencia. En lugar de recordarle sus órdenes y quién estaba al mando, que habría sido lo usual en un caso así, Mirilla había decidido pasar un buen rato riéndose de Khyron en sus propias narices, pero él no estaba por la labor de permitir que la capitana Quadronno se burlara de él, un comandante de batallón, de esa forma…. así que le dijo lo que él pensaba de ella realmente y que a su juicio nadie se había atrevido a decírselo antes.
- …Lo que yo veo es que nunca te has enfrentado a un buen oponente, y por eso te crees alguien especial, Mirilla.- espetó este clavando la mirada en la bella Meltran, - Pero escucha bien lo que voy a decirte: sé por experiencia que entre los Micronianos existe un auténtico As contra el que tú no podrías vencer.-
-Así que hay un As Microniano a bordo de la nave de Zor…- exclamó intrigada la joven de grandes ojos verdes, - Interesante…-
Tras ello, Khyron no volvió a ver a Mirilla entre las tropas de asalto Meltrandi, y eventualmente fue informado de que la capitana de Quadronno había pedido ser micronizada e infiltrada entre los Micronianos para poder vencer a su Némesis. En cierta forma podía comprender la forma de actuar de Mirilla: ella estaba haciendo exactamente lo mismo que él, solo que en el caso de Mirilla, ella había recibido el apoyo de Azonia en su búsqueda personal de venganza… mientras que él se tenía que aguantarse y hacer las cosas por su cuenta. Con disgusto pudo ver que Azonia estaba siendo claramente partidista en una cuestión como aquella, donde tanto Mirilla como él actuaban movidos por las mismas razones y ella estaba siendo favorecida claramente. Aún así, Khyron se sentía conforme consigo mismo; había podido demostrarle la verdad a la engreída Mirilla. Ahora solo quedaba sentarse y ver los resultados.
El problema era que los resultados no fueron lo que él esperaba ni mucho menos…
Tras esto, supo por boca de Azonia, que en la nave de Zor, o SDF-1 como los Micronianos la llamaban, habían sido infiltrados tres espías Zentran para analizar la cultura y el potencial de sus enemigos. A su juicio esa era una medida innecesaria, pero comprendió por qué Dolza no quería que se atacara la nave ya que el propio emperador había ordenador la misión de los espías; sin embargo, antes de saberlo, Khyron había atacado repetidas veces el SDF-1, provocando que varias naves de su escuadrón, y el morro desprendible de su propio Queadol fueran destruidos. Gracias a tantas incursiones, su escuadrón estaba muy dañado y su propia nave había quedado mocha.
Pero lo peor no era eso, sino ver cómo poco a poco la situación se les iba escapando de las manos. Él parecía ser el único que se movía por hacer algo y evitarlo, pero presenció como los Micronianos poseían armas increíbles y no dudaban en destruir sus propias ciudades y a su gente con tal de lograr sus objetivos… y a él le llamaban “El Traidor” por menos que eso. Tal vez estuviese equivocado cuando juzgó que los Micronianos se preocupaban mucho por su mundo, pero una vez estaba claro que todos ellos estaban locos.
***
Finalmente, una vez ocurridos todos estos sucesos, ya no pudo continuar más con el juego de poner de los nervios a la altiva Azonia cuando esta fue destituida por su incompetencia… para irónicamente, ser sustituida de nuevo por Breetai, una medida que no parecía tener mucha lógica.
El experimentado general volvió al sistema Sol trayendo consigo una buena cantidad de naves, el batallón Agles de la flota imperial nada menos, y Khyron, con su escuadrón gravemente dañado y muchas menos naves, fue relegado a un casi tercer plano en medio de semejante algarabía… aunque no por ello cejaría en sus objetivos. Breetai podría haber traído la gran flota de Agles compuesta por comandantes que llegaban a tener rangos similares al suyo propio, incluso Azonia se había quedado asombrada ante esto sin que tampoco pudiera decir nada al respecto… pero a ojos del líder Bottoru, si seguían actuando como hasta ahora, nada habría cambiado.
Sin embargo, recibió unas alarmantes noticias de boca de Grell, su fiel primer oficial y ayudante. Algo contra lo que él había permanecido indiferente pero que estaba ocasionando estragos entre el resto de los oficiales.
-¿¡…Cómo!?- exclamó sorprendido, -¿Qué hay un motín en la flota de Breetai?-
El líder Bottoru podría tener desavenencias con Breetai, pero sabía que el viejo de la cara de metal sabía mantener en su sitio a sus hombres. Eso que Grell, su primer oficial y aliado, le estaba revelando no tenía cabida.
-Así es, señor.- contestó Grell asintiendo con la cabeza, -Al parecer los tres espías que fueron introducidos en la nave de Zor por órdenes de Dolza, han empezado a propagar entre el resto de las tropas de Breetai una serie de… “cosas” que han enloquecido a sus compañeros.- ni siquiera Grell sabía exactamente de qué se trataba.
Khyron se quedó boquiabierto. ¿Se estaban amotinando por “cosas” que tenían de los Micronianos¿qué clase de locura era esa?
-Eso no son más que tonterías.- replicó, como si negarlo lo hiciera menos cierto.
-Se equivoca… Es peor de lo que parece; se rumorea que incluso hablan de rendirse a los Micronianos.- añadió Grell consciente de la bomba que acababa de soltar.
-¿¡Cómo!?- exclamó su líder, -¿¡Rendirse a los Micronianos!?... ¡Nosotros estamos aquí para combatirlos, no para rendirnos a ellos¡Y menos aún porque los Micronianos tengan cosas que nosotros desconocemos!- y alzó los puños para dar más énfasis a sus palabras.
-Eso es lo que dicen.-
-¡Basta¡no quiero saber más!- contestó Khyron con rabia dando la espalda a su subordinado, pero luego se lo pensó mejor.- ¿…Sabe Breetai o el alto mando algo de esto?- preguntó.
-No, no lo parece, señor.-
Khyron se cruzó de brazos y suspiró pesadamente.
-Esta claro que tenemos que destruir la nave Microniana.- anunció.
Khyron no lo sabía, pero se equivocaba. El Emperador Bodolza sí estaba al tanto de las actividades de los Micronianos, aunque de una forma muy subjetiva, y gracias a eso ya había dictado su sentencia de muerte. La misma que acabaría siendo la ruina de todos ellos… aunque cuando lo supo, en un primer momento Khyron se alegró de la decisión tomada.
***
Dolza se había dejado de tonterías y por fin había dado orden de atacar a los Micronianos y destruirlos para evitar que su poder siguiera creciendo. Además, el deforme Exedore por fin había hecho algo con su cerebro privilegiado y había diseñado una táctica que lograría infiltrar a las tropas Zentraedi dentro de la fortaleza de Zor, de forma que sería fácil hacerse con el control de la nave.
El líder Bottoru estaba realmente contento de que por fin las cosas salieran como debían de ser y que los Zentraedi atacaran todos juntos, y no como hasta ahora que él había sido el único que había hecho algo útil. La única que no había dicho nada al respecto era Azonia, quien permanecía al margen de todo lo que ocurría como una mera observadora, tal vez producto de aquella extraña rivalidad que mantenía con Breetai y que la empujaba a analizar meticulosamente todo lo que pasaba a su alrededor, o bien ella no se atrevía a decir nada mientras que no recibiera alguna clase de orden directa de parte de Dolza .
De esa forma, los Zentraedi atacaron en masa a la nave de Zor, y Khyron lo hizo de la forma habitual, combatiendo junto a sus otros soldados en uno de sus Graugs. Entre tanto Breetai y Exedore dirigían la operación desde lejos.
Durante la batalla, Khyron divisó cierto VT marcado con el emblema de una calavera con dos tibias cruzadas, símbolo pretendidamente impactante que, según tenía entendido, simbolizaba la muerte entre los Micronianos. Ya había visto anteriormente ese VT, que debía pertenecer a algún oficial de alto rango, pero hasta ahora, nunca le había visto huir de la batalla… así que le siguió con un pequeño destacamento de sus hombres tras su cola hacia el interior de su nave nodriza. Y de esa forma consiguió introducirse dentro del SDF-1.
Una vez dentro, hizo lo que tanto había deseado, pagando con las instalaciones Micronianas, especialmente con su ciudad, el rencor que les guardaba tras tantos ataques frustrados y victorias sobre él, incluyendo la perdida de varias naves de su escuadrón y el morro de su Queadol. Ya había visto antes las ciudades Micronianas, y la que había dentro del SDF-1 era una especialmente codiciada.
Pero cuando por fin disfrutaba de su próxima victoria, casualmente su destacamento se cruzó con un grupo de battlepods que no debería estar ahí. ¿Qué hacían esos dándose vueltas por la nave sin seguir las órdenes dadas?
Obviamente se lo preguntó…
-¡Vamos a buscar a Minmey!- exclamaron los Zentraedi de aquellos battlepods.
Esa era la segunda vez que él escuchaba ese nombre, y por ello aún sonaba extraño a sus oídos. Pero entonces aprendió lo que significaba.
-¿Minmey?- exclamó sorprendido, -¿Qué es eso¿un nuevo tipo de arma¿qué calibre tiene?- preguntó siguiendo el esquema Zentraedi de cómo tenían que ser las cosas. ¿Qué iba a ser si no? Puede que incluso Exedore tuviera razón y los Micronianos habían descubierto más secretos sobre la protocultura.
Pero el “Minmey” no resultó ser un arma…
-¡Es una chica Microniana, señor!- exclamó un infeliz soldado Zentraedi ignorante de dónde se metía, y pronto sus compañeros se unieron a las entusiastas explicaciones esperando de algún modo que Khyron se uniera a su fiesta particular.
El líder de los Bottoru se quedó estupefacto… Ahora estaba claro que los hombres de Breetai efectivamente se habían dejado influenciar por los Micronianos y habían perdido la razón¡Abandonaban su misión para ir a buscar a una chica Microniana!
Eso no tenía cabida en la ingenua mentalidad de Zentraedi que Khyron tenía¿desde cuándo un Zentran tiene ese enfermizo deseo de estar con una Meltran? O mejor dicho¿¡desde cuándo los hombres abandonan la guerra y la misión que les han encomendado para ir a cazar mujeres!?¡Era inconcebible!... La ingenuidad de los Zentraedi era tal que Khyron no era capaz de asimilar el hecho de que los hombres no lucharan sino que preferían atrapar mujeres, un hecho que por el contrario siempre había resultado habitual entre los que ahora eran sus enemigos.
A sus ojos, ese grupo de soldados no eran más que pobres sombras de Zentraedi que ya no merecían ser considerados uno de ellos, sino enemigos, así que empezó a perseguirlos y disparar contra ellos para aniquilarlos, pero estaban tan desviados que ni siquiera lucharon por defenderse, sino que se limitaron a huir en desbandada, como una manada de animales salvajes huyendo del peligro. Semejante comportamiento ni siquiera era Zentraedi. Aquellos que eran muertos por castigo disciplinario siempre habían mostrado más entereza que eso.
Y encima el idiota de Breetai había permitido que sus propios hombres perdieran la cabeza de esa forma.
Por supuesto, informó de inmediato a sus superiores, quienes tampoco parecían haberse dado ninguna cuenta de lo que estaba pasando, más cuando para su sorpresa, en lugar de ordenarle que los eliminara por enfermos y traidores, querían que los apresara para encerrarlos.
-¿¡Encerrarlos¿Acaso no te das cuenta de lo que eso implicaría?- exclamó furioso, -¿¡Y qué es lo próximo que haremos¿¡Rendirnos a los Micronianos!?- añadió soltando un puñetazo sobre el brazo de su asiento.
El deseo de acabar con los Micronianos acabó con una nueva frustración para Khyron debido a la forzosa retirada ocasionada por aquella huída en masa de sus propias tropas. El líder de los Bottoru estaba viendo que la situación cada vez escapaba más a su control, y sobre todo al control de Breetai, quien además estaba demostrando estar completamente ciego a lo que estaba pasando.
Pero una cosa estaba clara: Minmey, la hembra Microniana, era la culpable real de que todo eso estuviera pasando ya que de alguna forma que él aún desconocía, estaba ejerciendo una clase de influencia, hipnotismo o algo más que había hecho enloquecer a los Zentraedi. Y Khyron ya nunca más olvidaría su nombre.
Poco después, la situación dio una nueva vuelta de tuerca cuando tanto los Zentran como las Meltrandi asistieron estupefactos al rito de unión entre un Microniano miope y la primera oficial de Azonia, la capitana de Quadronno Mirilla Parino… Para asombro de Khyron, Mirilla efectivamente había pedido ser micronizada e introducida en el SDF-1 supuestamente para batirse contra el As Microniano que ponía en entredicho su habilidad como guerrera. Pero en lugar de eso, se unió a ese Microniano siguiendo un rito llamado “boda”, cuyo significado él desconocía pero que no era más que otra muestra de la influencia de los Micronianos sobre los Zentraedi en general, ya que no solo estaba influenciando a los Zentrandi, sino también había hecho mella entre las Meltrandi, el supuesto cuerpo de elite de la armada Zentraedi.
Khyron nunca, ni en la más remota de las posibilidades, había pensado que la orgullosa y arrogante Mirilla pudiese acabar de esa forma.
Ahora habría que esperar qué pensarían Breetai, y especialmente Azonia, sobre este tema.
***
Era inconcebible la situación tan demencial que se había acabado generando. Breetai, alegando que no quería sufrir una revuelta generalizada en toda la flota allí congregada, y que el emperador Bodolza en persona temía las consecuencias de lo que estaba pasando, tomó una solución salomónica... en lugar de hacer lo que tenía que hacer según el punto de vista de Khyron: acabar con los insurrectos y destruir el SDF-1.
Pero no, Breetai o bien se había vuelto loco, o bien estaba resultando ser un completo incompetente, porque ahora había optado por Micronizar a su asistente Exedore para mandarlo como delegado a la fortaleza de Zor dominada por los Micronianos. Los causantes de la locura que estaba sucediendo.
El líder Bottoru intentó detener la maniobra de Breetai enviando un escuadrón de su armada para bloquear el paso al battlepod donde viajaba Exedore, pero el viejo general de la cara marcada no solo había enviado al Primer Nacido a la nave Microniana, sino que encima destruyó el escuadrón mandado por Khyron. Por supuesto el Kravshera pidió explicaciones, pero Breetai se limitó a responderle que se estuviera quieto, que solo se metiera en sus asuntos, y que la situación ya era bastante mala como para seguir luchando.
Khyron se sentía furioso, frustrado e impotente a partes iguales. Bajo su punto de vista todo lo que había ocurrido era una locura producto de una total incompetencia: primero Breetai y Exedore perdieron un tiempo precioso y cantidad de oportunidades en estar demasiado pendientes de los asuntos de los Micronianos, que básicamente consistían en ver cómo sus hombres y mujeres pasaban el tiempo juntos juntando los labios mientras veían imágenes sin sentido llenas de brillos de colores y música (¡Qué le explicaran a él qué tenía que ver todo eso con dominar los secretos de la protocultura!). Y para descubrir esa gran verdad, enviaron a un pequeño contingente de espías que volvieron fascinados por lo que habían visto. Estos espías empezaron a engatusar a sus compañeros con objetos de los Micronianos, y sobre todo con una mujer Microniana de nombre Minmey quien les había cautivado a todos con la que parecía ser su arma hipnótica, su canto.
Dolza, el único que parecía no haber perdido de vista el objetivo principal, había ordenado un ataque final contra los Micronianos. Entonces ocurrió lo peor que podía haber pasado: cientos de Zentraedi cautivados por la tal Minmey habían huido para unirse a los Micronianos... Los hombres dejaban la guerra para irse a perseguir mujeres. Y lo único que se había hecho al respecto era intentar apresarlos y ponerse a negociar con los Micronianos.
¿Es que nadie más no se daba cuenta de que obrar así no era la solución¿A qué venía estar haciendo tanto caso a los Micronianos? Encima él tampoco podía hacer nada más, solo sentarse y esperar a ver cómo terminaba esa locura.
Khyron pensaba que él era el único cuerdo en todo este asunto, ya que durante todo ese tiempo ni Azonia había llegado a pronunciarse al respecto, ni siquiera incluso después de la traición de su primera oficial... ¿Qué le pasaba a esa mujer?, no parecía que estuviera de acuerdo con los planes de Breetai, pero tampoco hacía nada por evitarlos… A juicio de Khyron, parecía que Azonia simplemente no supiera qué hacer porque no había nada en su manual personal de “cómo ser un buen Zentraedi” que la dijera cómo actuar; esa mujer era brillante en combate, pero increíblemente cerrada de mente.
O eso era lo que él creía.
Pronto descubrió que no era así, sino que Azonia también estaba profundamente disconforme con lo que ocurría y había tomado cartas en el asunto a su manera... con unas consecuencias fatales.
***
Cuando finalmente fue informado sobre el resultado de la última gran idea de Breetai, Khyron se encontraba en una postura que durante los últimos tiempos se había convertido en algo habitual en él, sentado con el ceño fruncido en el asiento de mando principal de su nave con los brazos cruzados y bamboleando cansinamente un pie sobre sus piernas cruzadas. Solo podía esperar a que finalizase la última locura de Breetai y su idea de negociar con los Micronianos.
Estaba valorando seriamente la posibilidad de mandarlo todo al carajo, Breetai incluido, cuando Grell interrumpió sus rezos.
-Señor, -dijo en tono grave, -Estamos recibiendo una transmisión urgente de Lord Breetai y la Comandante Azonia.-
Khyron arqueó una ceja en una mezcla de curiosidad por saber lo que había ocurrido y su temor sobre el resultado de las “negociaciones”.
-Idiotas…- murmuró mientras se ponía en pie, - Está bien, Grell, abre un canal y ponlos en pantalla. Veamos que nueva locura se les ha ocurrido ahora a esos dos…-
Y así lo hizo su subordinado.
Cuando las pantallas de comunicaciones se abrieron, Khyron no sabía qué iba a encontrarse exactamente, pero tuvo la certeza de que no era algo agradable: tanto Breetai como Azonia tenían expresiones muy sombrías en el rostro que no auguraban nada bueno, y eso le puso sobre aviso de lo que iba a escucharles decir, algo que ni aún así podía imaginar.
La líder Meltran fue la primera en hablar.
-Lord Breetai Kridanik, comandante Khyron Kravshera…- comenzó a decir en un tono abatido,- Antes que nada quiero pediros perdón a todos por lo que ha ocurrido por mi culpa...-el líder Bottoru se giró hacia ella con sorpresa; ¿Qué había pasado para que la altiva Lap Lamiz dijera algo así? Hasta donde Khyron sabía, Azonia era alguien con mucho autocontrol que por lo general sabía lo que hacía, auque él no estuviese de acuerdo con ella.
-… El emperador Bodolza ha dictado nuestra ejecución al considerarnos a nosotros tres y nuestras tropas una amenaza contra el pueblo Zentraedi… Así que seremos ejecutados junto al planeta Microniano en cuanto la flota principal llegue a nuestra posición en este sistema. Por ello quiero decir que siento profundamente que esto haya ocurrido por algo que es toda mi culpa. Asumo mi responsabilidad en este proceso.-
-¿¿¡¡Quéeee!!??- exclamó Khyron estupefacto. Se había esperado cualquier cosa menos eso,- ¿¡Qué quieres decir con eso¿¡Qué clase de locura es esa de que Dolza nos va a ejecutar¿¡Con qué pretexto!?-preguntó atropelladamente.
- El pretexto de Bodolza es considerarnos contaminados, Khyron.- contestó Breetai al asombrado comandante de cabello azulino. El rostro de Breetai, del mismo tono que azulino que el cabello de Khyron, era totalmente serio y sombrío. –Tras los últimos acontecimientos, Dolza considera que todos nosotros, sin excepción, hemos sido influenciados negativamente por la cultura Microniana y ahora somos una lacra para nuestro pueblo. Así que debemos ser exterminados.-
Khyron no pudo más que boquear como un pez sin saber qué decir ni cómo encajar lo que estaba escuchando. Aquello le superaba en todos los sentidos.
-¿Una lacra? Pero… ¿por qué?- exclamó intentando buscar alguna respuesta a aquella demencial noticia,- ¿Cómo ha llegado a esa conclusión¡Han sido nuestros soldados renegados los que han fallado, no nosotros!-
-Fue mi culpa, comandante Khyron.- contestó Azonia en un inusual tono humilde, - Sin conocer las consecuencias, informé a Dolza sobre todos los hechos acontecidos en las últimas semanas… incluyendo el “madrimonio” de mi primera oficial con ese varón Microniano. – explicó ella empleando el término de la lengua de sus adversarios al no tener equivalente en su propia lengua,- Él ha juzgado que ya no somos Zentraedi de pleno derecho, sino que todos nosotros constituimos una lacra… Siento que mi desafortunado informe haya ocasionado esta situación.-
Khyron inspiró profundamente intentando calmarse al tiempo que iba asimilando la idea. Los cabellos del cogote se tornaron piel de gallina cuando comprendió que tendría tras de sí toda la flota Zentraedi, más grande que ningún otro enemigo contra el que hubiese luchado antes, reclamando su cabeza por creerlo alguien indeseable. Por otro lado, también le invadió un ataque de ira, no podía entender que se le considerara “contaminado” cuando él había sido el primero en luchar como Zentraedi contra los Micronianos; él no tenía la culpa de que los estúpidos planes de Exedore y Breetai sobre meter tanto las narices en los asuntos Micronianos hubiesen desencadenado un resultado como ese.
Pero el temor ante lo que se le avecinaba encima era superior a cualquier clase de ira que sintiese.
-Ante una situación como esta solo nos cabe tomar medidas desesperadas.- intervino Breetai gravemente y aparentando una calma que no tenía, -… Yo me quedaré a luchar contra la flota imperial junto con el apoyo de los Micronianos. –fue su predecible respuesta.
Luego Khyron escuchó como el general Breetai hacía la misma pregunta a Azonia, y esta le contestaba haciendo uso del “código moral Zentraedi”, o sea, anunciando que se quedaría a luchar a su lado y muriendo en batalla, tal y como marcaba la honorífica forma Zentraedi de morir, a lo que hay que añadir que Azonia, si prefería tener que celebrar su última batalla con alguien en particular, siempre sería con Breetai, quien en cierto modo admiraba al tiempo que rivalizaba con él. Khyron podía entender la forma de pensar de Azonia, tan honorífica como se esperaba de alguien que seguía de esa forma el código de honor Zentraedi…. Pero también pensó que Azonia estaba actuando tontamente al aliarse con quien a fin de cuentas era el Zentraedi más responsable de la situación en la que todos se encontraban metidos ahora.
Mujer tonta…
Finalmente, el general de rostro marcado, clavó su ojo natural y artificial por igual en el comandante Bottoru para hacer la inevitable pregunta.
-¿Y tú Khyron¿tienes algún plan?-
Él dio su respuesta, una terriblemente lógica, y más en su caso, que se llevaba la peor parte al estar tan mermadas sus fuerzas… pero al contrario que la actitud de Azonia, la de Khyron resultaba muy poco Zentraedi. El Zentran de cabellos azulinos directamente se negó a luchar, alegando que era un suicidio enfrentarse a un enemigo incomparablemente más grande que todos ellos juntos. Y además, en lo personal, tampoco se uniría a los Micronianos: era inmoral hacer algo así cuando precisamente ellos eran los culpables de que les hubiesen sentenciado.
Breetai se lo hizo notar, y Khyron vio perfectamente como el maduro general le estaba llamando cobarde; el líder Bottoru se enfureció con él y le gritó, por si todavía no se había dado cuenta, lo que era obvio, pero Breetai cerró de comunicaciones dejándole con la palabra en la boca.
Khyron temblaba de furia con los puños apoyados sobre la consola de mando principal de su nave, mientras que murmuraba una serie de insultos en su lengua hasta que fue interrumpido por su primer oficial. No podía creerse que alguien considerado como uno de los más grandes generales Zentraedi, y que la comandante de las fuerzas de elite, estuvieran dispuestos a inmolarse de esa forma.
Pero pronto su primer oficial, siempre haciendo su trabajo, le sacó de esos pensamientos.
-¿Y ahora qué, señor?- preguntó este con nerviosismo.
-Ahora nos iremos de aquí.- contestó el hombre de cabello azulino.- Sabiendo lo que va a pasar, está claro que ya no podemos quedarnos.-
-Sí… pero¿a dónde, señor?-replicó Grell en el mismo tono temeroso.
-Lo más lejos posible.- explicó el líder Bottoru.
-Pero¿cómo? No podemos hacerlo, cualquier intento de transposición sería detectado inmediatamente por la flota.-
-¿No podemos?- exclamó Khyron en el mismo tono impertinente que solía usar, - Observa cómo si lo podemos hacer…- y tecleó unas coordenadas en su panel que inmediatamente fueron transmitidas hacia el resto de su escuadrón.
A su pesar, Khyron no pudo llevar a sus naves muy lejos de allí. Sus reservas de protocultura estaban muy mermadas después de tantos ataques, y tampoco había tenido oportunidad de reabastecerse en las actuales circunstancias, así que optó por ocultarse tras la luna del planeta de los Micronianos y quedarse allí esperando pasar desapercibido.
Así ocurrió al principio, Khyron no tenía intención alguna de combatir en una batalla de la que no se sentía responsable y contra la que no podía ganar, ni siquiera salvar el pellejo… pero tenía curiosidad por ver cómo se desarrollaría esa demencial idea de Breetai sobre luchar junto con los Micronianos, y también de ver cómo estos eran humillados. Sabía que solo el permanecer oculto le salvaría, pero su rencor era más grande que eso.
Después de todo los micronianos habían sido los verdaderos culpables de que todo esto estuviera pasando.
***
La batalla comenzó con un ataque masivo contra la Tierra, el planeta Microniano, pero luego se desarrolló en el espacio. Entonces pudo ver cuál era el arma que estaban empleando esos pequeños y lamentables seres para luchar contra la flota de Dolza; aparte de sus armas convencionales, estaban haciendo lo que mejor sabían hacer: propaganda de su sociedad (palabra que venía muy bien para definir sus actos) Por todos los canales de transmisión, emitían la imagen de esa hembra Microniana de que la que finalmente había aprendido su nombre, Minmey, cantando y contoneándose al ritmo de la música y así conseguir el efecto de atontamiento mental que habían usado los Micronianos contra las tropas de Breetai. Se dio cuenta de que ya la había visto anteriormente, pero hasta ahora no se había parado a contemplar a aquella que tantas deserciones había provocado entre su gente.
Resultaba increíble que una mujer vestida con una suerte de uniforme tan liviano, o mejor dicho, casi desnuda, hubiese ocasionado aquella locura colectiva tan grande entre las tropas de Breetai, e incluso entre algunos de sus hombres.
Aunque por otro lado había algo sugerente que no era capaz de identificar en la forma que se contoneaba al ritmo de esos sonidos y de las palabras que pronunciaba; además, la canción hablaba sobre el honor y la guerra…
-Hmmm, esa canción… Bonita chica…- murmuró para sí sin dejar de mirar la imagen tridimensional transmitida por los canales de comunicación Micronianos y de Breetai. Sin darse cuenta él también sufrió el efecto del canto de Minmey y una idea extraña empezó a formarse en su mente.
-¿Señor…?- exclamó Grell, confundido por la reacción de su líder y lo que creía haber oído.
Como si de un sueño se encontrara, Khyron se volvió hacia su primer oficial y ordenó con impaciencia.
-Yo también quiero luchar… Dame las coordenadas de Breetai, rápido.-
-Pero señor…- espetó Grell confundido por la repentina orden de Kravshera, - Breetai está sumergido en medio de la batalla, y la flota imperial nos atacará en cuanto nos vean. ¿Por qué pide que ahora vayamos para allá?-
-Porque…- comenzó a decir alzando un puño, -Yo soy “el Traidor”¿recuerdas?-
Grell le miró aún más confundido, pero sabía que no era el mejor momento para ponerse a discutir con su líder.
Tras esto, el Queadol Magdomilla y el resto de las tropas de Khyron se abrieron paso entre las líneas Zentraedi, enemigos y aliados por igual, a tiros, hasta irse acercando al Queadol Magdomilla color púrpura de Azonia, y el gigantesco Nupetiet-Vergnitzs de Breetai. Llegados a este punto, Grell se giró hacia su señor y anunció con urgencia:
-Señor, el Nupetiet-Vergnitzs del undécimo batallón Jiabao al mando de Wuer Maatai está atacando al escuadrón de Azonia. Se encuentran en clara inferioridad y nos impiden el paso hacia el batallón de Breetai.-
-¿¡Qué dices¿Wuer también está aquí¿Y atacando a Azonia?- exclamó Khyron en tono imperioso echándose encima de los paneles de la nave. Entonces apretó los dientes mientras valoraba una posibilidad, hasta que finalmente ordenó:- Rumbo de intercepción con el Queadol de Azonia. Interpondremos nuestra nave con la de Wuer y la de la comandante Meltran… Grell, abre un canal de comunicaciones con la nave de Azonia ahora mismo…-
Grell pestañeó confuso por las órdenes recibidas, pero hizo lo que se le ordenaba. Casi de inmediato sintieron el choque de la inmensa nave con el Queadol de la líder Meltrandi, hasta que unas cuantas escotillas de un costado se encontraban prácticamente en contacto con sus homónimas de la otra nave. Entonces, para sorpresa de todos, Khyron dirigió una transmisión a la nave de la líder Meltrandi, y anunció con urgencia:
-Azonia… si puedes oírme y quieres salvar el pellejo, trasládate a mi nave ahora mismo.-
Unos segundos después oyó contestar a la voz agitada de la líder Meltrandi,
-“¡De acuerdo, Khyron¡Iré a tu nave!”-
Khyron sonrió con satisfacción al saber que ella seguía viva y que subiría en su crucero. Luego abrió otro canal, esta vez dirigido a uno de sus soldados de confianza
-Gerao, recoge una patrulla y dirigíos a las escotillas de comunicación. Ve a buscar a nuestra dama.- ordenó en tono cómplice, el mismo que solía emplear cada vez que le daba órdenes a este oficial en particular,- Y tráemela sana y salva a mi presencia.-
El soldado Bottoru de tez morena no se detuvo a cuestionar las órdenes de su líder, pero sabía que esa inusual orden tenía motivo real. Mientras, Khyron seguía dando órdenes a sus tropas, algo acerca de preparar una ráfaga de fuego graneado.
Sabiendo que no podría quedarse allí mucho más, pudo ver para su alivio que Azonia sí había conseguido eludir a los Jiabao que la perseguían por su Queadol, y saltar a su nave; tal y como se lo había ordenado, Gerao en persona la había traído a su presencia sana y salva, aunque el estado de su uniforme resultaba lamentable.
Cuando se giró y encontró a la líder Meltrandi ante él, cara a cara, luchó consigo mismo durante un breve instante para mantener la compostura: era la primera vez que tenía a una Meltran tan cerca de él, y el aspecto regio de Lap Lamiz, pese a su uniforme destrozado, imponía sobre el resto de los miembros del puente. Después de todo Azonia era un cargo muy alto, y él solo era el comandante de un batallón; además, pese a todas las discusiones y peleas mantenidas con ella, aún no estaba preparado para su verdadera presencia física.
Pero la distracción duró poco; Khyron apenas tuvo tiempo de prestarle atención a la líder Meltran de los Quadronno, puesto que como era de esperar, Wuer por fin hizo acto de presencia en cuanto identificó al Batallón Bottoru. Fue entonces cuando el líder de los Bottoru puso en marcha su plan. Azonia había llegado justo a tiempo para… todo.
Tras una breve comedia protagonizada por Khyron en su línea habitual, el Queadol Magdomilla de los Bottoru. Pese a encontrarse notablemente dañado, disparó una ráfaga de fuego graneado contra el Nupetiet-Vergnitzs de Wuer; el imprevisto ataque alcanzó de lleno el sistema de navegación y la nave reculó hacia la atmósfera terrestre. El líder bottoru había calculado bien, ya que conocía las naves de la flota y sus puntos débiles, tales que incluso un gigantesco Nupetiet tenía y que podían usarse para derribarla.
Viendo como la nave de su pretendido ejecutor se precipitaba sin remedio hacia la atmósfera del planeta Microniano, empujada por el fuego de su maltrecho Queadol; mientras esto ocurría, él reía a carcajadas satisfecho por su éxito y por el solo placer de ver la cara de repugnancia que había adornado el rostro de Wuer cuando le vio junto a Azonia, para luego convertirse en una de sorpresa y terror.
Pero la alegría duró poco pues su nave no solo se encontraba en medio de una infernal batalla, sino que la fortaleza de Dolza acababa de estallar gracias a un ataque masivo de los Micronianos. Este hecho pilló por sorpresa a todos los allí congregados, y tanto el propio Khyron, como su primer oficial, Grell, su sargento de confianza, Gerao, y la recién llegada Lap Lamiz, presenciaron asombrados la gigantesca explosión que iluminó el cielo como si de una nova se tratara absorbiendo a su paso cientos y cientos de naves Zentraedi. El gran batallón Jiabao fue alcanzado en su gran parte por la explosión, mientras que otras muchas de sus naves fueron empujadas hacia la atmósfera del planeta en una alocada carrera que las iba convirtiendo en bolas incandescentes de fuego.
Hasta ahí, bien, el problema es que su propio Queadol estaba a punto de sufrir el mismo destino; de hecho vio la expresión de horror que se formó en el rostro de Azonia cuando la líder Meltrandi presenció el destino que acababa de sucederle a su Queadol color púrpura.
-Las Meltrandi... todas muertas...- musitó para sí con horror.
No deseando sufrir el mismo destino, Khyron comenzó a dar órdenes para conseguir enderezar su propia nave y que la entrada en la atmósfera terrestre no acabase en desastre, pero para su sorpresa, Azonia acababa de despertar de su ensueño y le gritó.
-¡Si quieres que nos salvemos, mete esta nave en la estela del Nupetiet de Wuer Matai¡Aprovecharemos la ventana atmosférica que va abriendo para que tu Queadol no se desintegre!-
Por fin Azonia había tenido una buena idea. Khyron ordenó hacer lo que ella así había dicho y su propia nave se situó tras la de Wuer.
La entrada en la atmósfera hizo saltar la nave como si de un potro desabocado se tratara, al tiempo que las alarmas de seguridad gritaban en medio de un caos de chillidos y órdenes contradictorias; los congregados en el puente se agarraron en donde pudieron, pero sin poder evitar que el cristal que protegía el puente de mando principal estallase por la presión que tuvo que soportar, y que los paneles de la sala de guerra principal situada bajo el puente también se unieron a la orgía de estallidos. Los Bottoru que allí se encontraban se protegieron como pudieron, pero muchos cayeron solo por ser sacudidos como peleles en medio de un infierno formado por los fragmentos de la propia nave. El mismo Khyron salió despedido hacia la mampara del puente golpeándose un hombro en la caída, al hacerlo, la gola de su herreruelo se desgarró y él se sujetó el magullado miembro con la mano; Grell, merced de su mayor envergadura, le ayudó a mantenerse en su sitio y que no cayera por el puente. Mientras, Azonia había surgido un destino similar y parte de la cola de su frac también resultó dañada; el único que pareció salir más o menos indemne fue Gerao.
Cuando por fin pareció que el Queadol lograba estabilizar su curso tras entrar en la troposfera, Khyron ordenó dirigir su nave lejos del campo donde se estaban estrellando las naves Jiabao, en esta ocasión hacia el norte, done el clima era más frío y no corrían el mismo riesgo de que alguna de esas naves se fuera a estrellar sobre ellos, y en donde en principio parecía hallarse el inmenso cañón reflex que los Micronianos habían usado contra la flota de Dolza.
El Queadol fue dando tumbos dejando una estela de humo y llamas tras él, pero el viento helado la fue cubriendo de escarcha, de forma que el Queadol acabó convirtiéndose en un humeante cometa de hielo y fuego.
Finalmente acabó estrellándose sin remedio en medio del gran norte, en la tundra Canadiense, cerca del mar de Beaufort, en algún punto indeterminado entre el gran Lago del Oso y la desembocadura del río Yukon. Una región que había sido acribillada por la flota Zentraedi, pero no de una forma tan devastadora como las áreas más pobladas del planeta.
Aun así, lo que allí había, resultaba ser dantesco. Y ellos, los Zentraedi supervivientes, fueron los primeros en averiguarlo.
***
Tras el choque de su Queadol contra la superficie del planeta Microniano, Khyron se vio envuelto en otra de las mayores crisis a las que había tenido que hacer frente, y en esta ocasión era una contra la que no tenía posibilidad de escape. Él, junto a todo su batallón que había logrado sobrevivir, y un puñado de Meltrandi que no llegaban a la veintena, habían logrado escapar siguiendo a su líder y metiéndose en su nave. Todos ellos habían conseguido evadir al dictamen de muerte que Dolza les había condenado… pero igualmente habían acabado estrellándose en medio de un planeta hostil controlado por los Micronianos, y con unas condiciones de vida que nunca antes habían tenido que hacer frente.
Durante las primeras semanas Khyron tuvo que esforzarse lo mejor que pudo en ser el líder de su batallón y poner orden en medio de sus filas; la desesperación de sus hombres podía tener consecuencias fatales, no ya por la eventual muerte de muchos de ellos, sino porque las deserciones masivas hacia el mundo de los Micronianos también podían suceder… y él no iba a tolerar que sus hombres huyeran en post de un supuesto refugio entre los causantes reales de su desgracia. Khyron podía atajar algunas de esas deserciones disparando y matando a esos Zentraedi como los traidores que eran. Pero esto tampoco sería la solución: sus propias tropas se podían volver en su contra revelados contra su Comandante sin que él pudiera evitar que al que disparasen fuese a él mismo; él solo no podría hacer frente a un motín generalizado y Khyron era muy consciente de este hecho.
De esa forma, Khyron junto con su asistente Grell, trabajaron lo mejor que pudieron para mantener el orden y buscar una salida a su situación actual. El problema es que en esa nave también había una veintena de Meltrandi, mujeres, con las que tampoco sabía que hacer… y ellas solo obedecerían a su líder, Azonia, como si de su abeja reina se tratara, pero quien para mayor problema, tampoco estaba haciendo su trabajo.
Para molestia de Khyron, desde que aterrizaran de esa forma tan forzosa, Azonia no había hecho otra cosa que permanecer recluida en un camarote que él le había asignado, consumiéndose en su propia humillación y vergüenza. Khyron podía entender por qué: ella, tan regia y altiva como siempre había aparecido, había sido la causante de que Dolza les hubiese sentenciado a muerte y de que ella misma se viese en la situación actual, donde ni siquiera conservaba su rango de comandante Quadronno sino que no era más que una Meltran condenada en medio de un planeta inhóspito… Pero para el Kravshera de cabello azulino la situación era mucho más simple que todo eso: cierto que Azonia había cometido un error muy grave que les había sentenciado a todos ellos, pero ella no era la culpable de que eso ocurriese, sino los Micronianos. Lo que a Breetai, ella y él mismo les había pasado era algo que muy bien le podría haber ocurrido a cualquier otro Comandante que hubiese sido lo bastante inconsciente como para dejarse llevar por los Micronianos. Ella estaba tan disconforme como él sobre los procedimientos de Breetai, solo que había intentado poner fin a tantos errores a su manera, y eso había provocado su situación actual. Azonia había errado en el procedimiento que había seguido, pero no en juzgar una situación.
Cansado de la autocompasión de Azonia, finalmente fue a verla para hablar seriamente sobre la realidad.
Cuando entró en su camarote, se encontró a la Meltran de cabello corto y rizo sentada en una mesa del cuarto que le había asignado, totalmente desorganizado y una expresión de profundo abatimiento en el rostro, acrecentado por unas feas ojeras bajos los ojos. Khyron se enfureció aún más: esa mujer que ahora tenía ante sus ojos no tenía nada que ver con aquella otra de aspecto regio, efectiva en combate y dueña de si misma que hasta hacía solo unas semanas había incluso amenazado con ejecutarle por insubordinación, y con la que tantas peleas verbales había tenido en los meses anteriores. No era más que una pobre sombra de si misma.
Y él se había arriesgado a salvarla solo para encontrarse con ese resultado…
Ella levantó la vista para verle y sus ojos estaban vacíos, sin brillo, pero su expresión era de descontento. Era evidente que ella no se alegraba de verle. Al menos ese era un comienzo.
-Muy bien, Lap Lamiz¿Cuánto más tiempo pretendes permanecer así?- preguntó en tono cortante y sin ninguna ceremonia.
Ese fue el comienzo de otra pelea entre ambos, pero en esta ocasión no fue algo producto de la frustración o de no seguir la autoridad competente, sino de una situación personal que, entre otras cosas, perjudicaba la supervivencia de todos. Como Khyron esperaba que por lo menos hiciese, ella acabó por reaccionar, aunque al principio fue contra él; le acusó de algo que todos los Zentraedi parecían pensar sobre él, que era un enfermo y un loco que solo pensaba en si mismo y en su gloria personal a través de traicionar a sus allegados. Aunque también descubrió las razones que ella creía que él había tenido para salvarla en ese momento, esas razones se resumían a que él pensaba utilizarla para deshacerse de Wuer, y luego humillarla por su situación, un claro ejemplo de la opinión generalizada que había sobre él.
El líder de los Bottoru no desmintió esas afirmaciones, y tampoco la negó, solo rió por su reacción, pero no calló la oportunidad de decir revelar que sus razones iban más allá que las que ella creía, a lo que añadió lo que él pensaba sobre el problema en que se veían envueltos todos ellos, y las causas del mismo.
Cuando por fin vio que Azonia había respondido de alguna forma, abandonó su camarote sin dar ninguna clase de cuenta esperando que hubiese sido suficiente como para que ella reaccionase y recuperase su antiguo ser de una vez. Khyron no deseaba tener otra vez esa clase de disputas con ella en el futuro.
Y así fue…
***Ahora, Khyron se encontraba de espaldas a Azonia, mirando a través de una de las ventanas externas de la sala de su nave Queadol Magdomilla que reposaba sobre su estrellado morro en medio de la tundra; la nave había tenido que convertir forzosamente en su base. No se veía otra cosa que un paisaje desolado cubierto del agua helada en su mayor parte que cubría esa parte del planeta.
Desgraciadamente, los malditos Micronianos habían vuelto a resultar victoriosos y habían rescatado a esa hembra Microniana, Minmey, que con su canto habían hipnotizado a los suyos en el pasado, e incluso a ellos mismos cuando la capturaron. Como el propio Khyron había exclamado en su asombro, era curioso como unas criaturas tan pequeñas podían haberles infligido tanto daño, hecho del que Minmey se había aprovechado. En su justa venganza, Khyron había estado a punto de matarla estrujándola entre sus manos, si no hubiese sido por la pronta intervención de Azonia lo habría hecho.
Y dadas las actuales circunstancias, casi era lo mejor que podía haber hecho; al menos se habría desquitado… Pero no lo había hecho y ahora se encontraba rumiando su fracaso junto a alguien a quien valoraba de una forma inusual.***
Por fortuna, Khyron pudo comprobar que su “charla” con Azonia había tenido efecto y ella había reaccionado al recuperar el orgullo que tenía. Lo que nunca pudo prever es la forma en que ella lo había hecho y los planes que se habían formado en su mente.
Al principio Azonia no hizo otra cosa que responsabilizarse de las Meltrandi que se habían salvado junto con ella, y deambular por el maltrecho Queadol sin intervenir abiertamente en los asuntos de Khyron. Él parecía un poco confundido por esa actitud ya que Azonia siempre había demostrado ser una mujer autoritaria, surgida para ello de hecho, y en cambio ahora se mantenía al margen de las decisiones y el mando regido por el comandante Bottoru. Esa actitud podía ser un tanto sorprendente; Khyron pensaba que debería agradecer semejante comportamiento porque por una vez Azonia no estaba metiendo las narices en sus aówntos, pero precisamente ahora es cuando mas necesitaba que ella lo hiciera.
Al cabo de un tiempo esa chocante actitud cambió. Primero de forma gradual, pero luego cada vez más, Azonia empezó a trabajar junto a Khyron en la difícil tarea de sobrevivir en aquel mundo desvastado y mantener en orden a las filas de desespgrados Zentraedi, escondiéndose en todo momento de la vigilancia Microniana y de los Zentraedi disidentes y traidores.
Para su sorpresa, su agradable sorpresa de hecho, Khyron vio que Azonia no solo colaboraba con él en ese sentido en busca del que se había convertido en el objetivo común: sobrevivir, reorganizarse y salir de aquel planeta. Sino que además, había abandonado su irritante aire de superioridad sobre él tratándole como un igual y, aún más sorprendente, compartiendo sus mismos objetivos y puntos de vista. De alguna forma Azonia parecía haber abierto los ojos, (un poco tarde tal vez) y había empezado a darse cuenta de las cosas de la misma forma que él. Por supuesto no es que Azonia estuviese de acuerdo en todo lo que él decía ni proponía, sino que sus aportaciones siempre resultaban acertadas, aunque contradijeran lo que Khyron dijese o planease.
Azonia era una Meltrandi fuerte, inteligente, y de mente clara y despejada ahora que había abandonado las rígidas instrucciones de manual con las que se había regido mientras obedecía a Dolza o Breetai, y eso la convertía en una gran mujer.
Khyron empezó a darse cuenta de que disfrutaba de su compañía, no ya a un nivel profesional, sino personal. Y eso era algo que él encontraba chocante; siempre había pensado en los demás Zentraedi como individuos de mentes limitadas y cerradas, que no querían buscarse a si mismos ni a sus propios límites y capacidades, pero ahora Azonia estaba demostrando ser distinta a aquello, y por eso le gustaba su compañía y su conversación. El Kravshera se sorprendió a si mismo pensando que hasta ahora, nunca había coincidido con nadie a un nivel tan personal; cierto que Grell había sido siempre un buen ayudante y compañero de puente que le apoyaba en sus decisiones y que muchas veces era cómplice de sus planes; y cierto que Gerao también compartía su gusto por los combates rudos y sabía trabajar siguiendo sus órdenes… pero ninguno de ellos podía compararse con Azonia en ese sentido, y además, Grell se estaba volviendo cada vez más incompetente.
¿Acaso era así por ser ella una mujer¿una Meltran?... Tal vez era eso, y tal vez eso que él estaba empezando a descubrir ahora era algo que los Micronianos sabían desde hacía mucho tiempo y por eso en su sociedad hombres y mujeres vivían por igual. A su pesar, tenía que reconocer que los Micronianos, tan odiosos como resultaban, también tenían muchos conocimientos interesantes, y uno de ellos podía ser ese.
Esa debía ser la razón por la que vivían juntos (aparte de que ellos, según descubrió eventualmente, nacían de sus hembras siguiendo un proceso que él desconocía) y por lo tanto ambos géneros se mezclaban tanto.
No, no era eso, se equivocaba. Él no quería la compañía de cualquier otra Meltran de las que se había salvado, sino solo la de Azonia; Khyron era incapaz de ver al resto de las Meltrandi de la misma forma que a Lap Lamiz.
Y puesto que él nunca había negado ni reprimido sus impulsos, ahora tampoco iba a negarse lo que estaba empezando a sentir; es más, ese nuevo impulso compaginaba muy bien con aquel que había habido siempre dentro de él por querer deshacerse de una atadura que no era capaz de comprender. Por ello no lo negaría, sino que lo alimentaría.
El problema era que, en su ignorancia sobre lo que le estaba ocurriendo, no sabía de qué se trataba ni cómo afrontarlo, pero eso era algo que no le importaba.
Con el tiempo, Khyron haría algo que nunca antes se habría creído posible entre la gente de su pueblo.
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