fanfic_name = Viñetas Letra-K
chapter = 1
author = Ameban
Rating = AP15
Type = Angst
fanfic = -AUTORIA:
Fanfic de Robotech/Macross por Ameban. Todos los derechos están reservados a la gente de "Harmony Gold-LTD", Estudios "Nue", Mikimoto, Noboru Ishiguro, etc... No es un fic 100% RBT, también posee elementos de Macross.
Esto es solo desvaríos de una fan para pasar el rato. Yo no gano dinero con esto.
-NOTA DE LA AUTORA: Khyron y Azonia, una pareja canon de la popular serie “Robotech” -el remake occidental de “Macross” que no es en absoluto popular entre los fans. Como suele ocurrir en estos casos, si quieres que algo se haga, hazlo tú mismo... Es por eso que he escrito esta historia. Espero que por favor, no sea igualmente ignorada.
Como personajes separados los encuentros de los más interesantes de la serie, y como pareja me encantan… aunque no fue hasta tiempo después de ver la serie que empecé a fijarme más en ellos y lo realmente complejo de su relación.
No me gustan las historias con malos de opereta, así que aquí los personajes están retratados como lo que son, no como cliché arquetipos. Después de todo, los Zentraedi son los grandes antagonistas de la serie y también merecen otra clase de atención.)
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*LAS TRES LEYES ZENTRAEDI FUNDAMENTALES*
1- Todo Zentraedi debe obediencia absoluta a su señor. Lo contrario sería motivo de consejo de guerra.
2- El asesinato está prohibido. La muerte por castigo indisciplinario, no
3- Cualquier contacto entre géneros más allá de lo profesional, es un acto prohibido por encima de todo.
…Pero, ¿qué ocurre cuando estas leyes son rotas?
***
1-AZONIA.
“Ser la más grande de todas las mujeres de un pueblo, significa ser la más racional y responsable de todas ellas.
Pero incluso cuando se cree que se sabe lo que se debe hacer siendo responsable de ese poder, no se puede evitar ser mujer.”
***
La guerra Civil Zentraedi…
Dos años atrás, Azonia había cometido el que podría ser el peor error de su vida. Un error que le había costado todo su pueblo y su posición, que había provocado la patética situación en la que se encontraba ahora. Una situación tan demencial que nunca en su vida de guerrera de Quadronno Meltrandi había llegado a pensar que pudiera llegar a pasar.
Al principio de todo Azonia/Maruk Lap Lamiz, era quien en aquel momento ostentaba ser la líder con mayor rango de las Meltrandi (la facción femenina de los Zentraedi), comandando las fuerzas de elite, los temibles Quadronnos. Ella era una Laplamiz, una línea de clonación de Meltrandi enfocada en la creación de mujeres Zentraedi de alta categoría, así que empezando por su envergadura, más alta, fuerte y resistente que cualquiera de había recibido la las demás Meltrandi, Azonia además hacía gala de una mente aguda y disciplinada, haciendo de ella alguien a todas luces apta para el cargo que debía asumir. En su larga –para estándares Zentraedi- vida, Azonia Laplamiz había conseguido escalar posiciones de mando hasta situarse prácticamente a la cabeza del poder dentro de la facción Meltrandi.
De esa forma, aquella mujer alta y de aspecto regio, con labios carnosos y corto cabello rizo, había recibido la orden más importante de toda su carrera de boca del propio emperador Bodolza, señor de todos los Zentraedi. Una misión que podría situarla al mismo nivel que el propio emperador, o al menos le alzaría de forma definitiva sobre todos los demás grandes generales en contraposición a otras muchas Señoras Meltrandi que ambicionaban su puesto, y convertirse así en su mano derecha en sustitución del mismísimo Breetai. Azonia había prometido cumplir a toda costa y esa fue su idea desde el principio, cuando supo que después de 10 largos años de búsqueda, una pequeña división mandada por ese comandante Zentran de tez azul y un ojo huero, Khron Kravshera, descubriera accidentalmente que la fortaleza de aquel individuo de leyenda había ido a parar al tercer planeta de un sistema cuyos nativos llamaban Sol.
El comandante Khron resultó muerto en aquella misión por un ataque de una fuerza indeterminada, pero previamente había informado de aquella noticia al emperador Bodolza, este mandó a su general de mayor confianza, Breetai Kridanik, y una pequeña división suya a recuperarla en lo que se supone una misión de rutina aunque sin perder la cautela dado lo ocurrido con Khron. Sin embargo la misión se fue convirtiendo en un rotundo fracaso ya que los nativos del sistema Sol realmente habían encontrado y recuperado la fortaleza, y la habían hecho suya aprendiendo sus secretos. Azonia estuvo siguiendo de forma casual pero constante la misión de Breetai hasta que Dolza le informó que ella le iba a sustituir… y ella, obviamente, estaba dispuesta a ejecutar lo que se esperaba que hiciera.
En principio era algo delicado; había que recuperar la nave donde Zor había escondido la matriz de protocultura, fuente de toda tecnología y saber que ellos desconocían, pero antes de eso, y dado los problemas que había tenido Breetai, su escuadrón de Quadronnos debía servir de bastión a un pequeño grupo de espías dentro de los actuales poseedores de la nave para que averiguaran lo más posible de la gente que se había adueñado de la fortaleza. Sin embargo eso no supuso gran problema ya que su primera oficial, Mirilla Parino, había ayudado a infiltrar dentro de la misma y averiguar cuanto se pudiera de aquellos que ahora se habían apropiado de semejante tesoro.
La codiciada nave estaba en manos de los habitantes de un planeta cubierto en su mayor parte de agua, y en sus manos aquella nave se había convertido en un arma formidable ya que poco a poco iban descubriendo sus secretos, pese a que probablemente ignoraban qué tenían entre manos. El problema era que, siendo los Zentraedi también unos formidables guerreros, los habitantes de ese planeta también resultaron serlo y aprendían con una rapidez preocupante a usar los secretos ocultos en la fortaleza de Zor. Y eso considerando que no eran más que copias diminutas de ellos mismos.
Por esa razón los Zentraedi habían dado en llamarlas “Micronianos”, seres diminutos. Unos seres que ya eran citados en sus memorias históricas como criaturas a las que debían evitar a toda costa… No dejaba de ser irónico que Dolza ordenara una ruptura de esas normas para conseguir averiguar más sobre sus enemigos infiltrando entre ellos a un grupo de tres espías para que averiguaran más sobre sus adversarios, pero eso era algo que Azonia no se atrevía a cuestionar, así que simplemente se limitó a cumplir con las órdenes dadas.
Fuesen o no unas criaturas a las que había que evitar, Azonia no iba a permitir jugarse su puesto por un error de cálculo, y al poco de recibir la orden de Dolza, mandó ejecutar la transposición al sistema Sol para continuar la misión donde Breetai la había dejado.
Aquella regia mujer ostentaba un cargo muy alto como comandante de la fuerza Quadronno, y por ello entre ella y Breetai siempre había habido una prudente rivalidad, donde ambos se observaban, estudiaban y admiraban mutuamente. La líder Meltrandi sabía que Breetai no había aceptado de buena gana ser sustituido de esa forma, pero entre todas las opciones posibles, él sabía que Azonia era la mejor… e igualmente ella pensaba estar a la altura de las circunstancias. De esa forma, en cuanto llegó al sistema Sol y hubo localizado la fortaleza perdida, ella comenzó con su trabajo e intentó recuperar la nave intacta lo mejor que pudo sin dañarla, lo que no dejaba de ser difícil dado que la misión estaba condicionada por un rotundo “se mira pero no se toca”.
Eventualmente resultó que el fracaso de Breetai estaba totalmente justificado y desde el principio todo se había vuelto en su contra, tanto que lo único que se había logrado hacer satisfactoriamente era infiltrar a los tres espías Zentran entre aquellos diminutos seres, sin lograr nada más significativo que eso. Los Micronianos eran unos adversarios terribles, su capacidad de combate y sus imprevisibles técnicas eran capaces de mantenerlos a ralla con una eficacia asombrosa, comparable a la de los Invid incluso. Pero el problema principal no era solo qué tan buenos luchadores fuera, sino que aquellos series minúsculos también luchaban empleando armas sucias, una guerra psicológica contra la que ellos no estaban capacitados para enfrentarse. Azonia ya se había informado de ello tras su entrevista con Dolza y los informes de Breetai, pero resultó ser más impactante de lo que pensó: los Micronianos vociferaban su cultura y costumbres sin ningún tapujo, y estas resultaban devastadoras entre los Zentraedi, tanto entre los Zentrandi u hombres, como entre las Meltrandi o mujeres.
Y es que los Zentraedi no podían más que asistir con horror como los varones y mujeres de los Micronianos se relacionaban entre sí sin ningún impedimento, siendo el contacto físico algo muy normal en ellos. Aquel hecho les resultaba tan desconcertante como horroroso ya que esa clase de comportamiento estaba terminantemente prohibido entre los Zentraedi desde prácticamente el comienzo de su historia, salvo entre los de alto rango cuando la ocasión –siempre profesional- lo requería; eso sin mencionar el tema de la música y el hecho de que los Micronianos no parecían ser soldados todos ellos, sino que existía la libertad de elección para dedicar sus vidas a objetivos que no tenían nada que ver con la milicia. Azonia había podido ver cómo en sus comunicaciones, los Micronianos se regodeaban mostrando la interacción existente en su cultura entre hombres y mujeres, y todo lo que implicaba poder vivir de esa forma tan “libre”, donde la guerra no era la premisa de la existencia… Así que siendo ella una gran líder de las Meltrandi, o mujeres Zentraedi, no podía permanecer indiferente ante aquello, algo que en sus entonces 48 años de vida no había creído ni siquiera posible.
Más tarde, tras el choque inicial y unas cuantas misiones fallidas, para su mayor asombro la situación dio otro vuelco más, algo que la dejaría más estupefacta que cualquier otra cosa a lo largo del resto de su vida. Aunque había comenzado como una petición descabellada, pero inocente. Esa nueva visión cultural había ocasionado que su discípula predilecta y primera capitana, Mirilla Parino, hubiese desertado de su pueblo para unirse a los Micronianos, y convivir con uno en particular que era un auténtico demonio luchando. Aquello fue terriblemente doloroso y repugnante para ella. Azonia no podía comprender qué había pasado por la mente de Mirilla para dejarse seducir de esa forma por los Micronianos por solo presenciar que semejante posibilidad existía. En un principio Azonia había pensado que Mirilla buscaba alguna especie de ajuste de cuentas o batalla personal contra ese Microniano, y siendo ella su predilecta, le había concedido vía libre a su deseo: eso le ayudaría en su carrera como guerrera Quadronno; como Zentraedi, Azonia era capaz de entender las “supuestas” razones de su predilecta. Sin embargo, pese a haberle dado vía libre e incluso permitir que otra de sus oficiales de confianza, Kazianna Hesh, infiltrara a Mirilla en la fortaleza de Zor… Nada resultó ser como ella había esperado. Azonia asistió asombrada al rito de unión de alguien a quien casi consideraba como su hija (aún sin saber qué significaba ese término) con aquel mortal enemigo, que para más INRI, tenía un acusado defecto de visión, como averiguaría más tarde cuando supo qué eran esas lentes azulonas que el Microniano en cuestión llevaba ante los ojos.
Esa fue la primera gran pérdida que Azonia tuvo que afrontar al poco de llegar al sistema Sol. Ella que había aceptado la petición de su “hija” al creer que le estaba dando vía libre para ejecutar algo muy importante para ella como líder de Quadronno y su primera oficial. Pero finalmente Laplamiz había permitido que Mirilla fuese abducida sin que ella siquiera se hubiese percatado de ello, y eso era un error que ni siquiera el paso de los años borraría de su memoria.
Azonia nunca perdonaría a Mirilla el que la hubiese traicionado y engañado de semejante forma.
***
Pero los micronianos y su aberrante cultura no eran el único problema con el que Azonia se había enfrentado. Azonia sabía que antes de que ella sustituyera a Breetai, este había hecho llamar a otro comandante Kravshera para que le ayudara con la empresa, Khyron, quien estaba al mando de la 7ª División de infantería armada Bottoru, quien había permanecido en el sistema Sol pese a la sustitución de Breetai ya que Dolza no debió considerar que sus intervenciones fueran un problema en los planes de recuperación de la fortaleza… Así que Azonia se encontró con que el comandante de la 7ª división iba a estar bajos sus órdenes, cosa que eventualmente también se convirtió en un serio problema para ella.
La líder Meltran conocía, aunque solo fuera de oídas, a toda la plana mayor de los Zentraedi, y Khyron no era una excepción… Pero nunca hasta ahora se había visto obligada a tener que lidiar con aquel a quien llamaban “El Traidor”, ya que si bien ambos habían coincidido en la operación Mona, ella no le prestó mucha atención debido a su respetuosa rivalidad con Breetai. Azonia simplemente había tenido otra clase de prioridades en aquel momento que vigilar las acciones de alguien conocido con semejante sobrenombre, incluso por sus propias tropas. Pero ahora esa circunstancia había cambiado: ella se encontraba sustituyendo a Breetai y precisamente parte de las órdenes recibidas eran, que si bien Khyron era considerado una parte importante en la misión de recuperar la fortaleza de Zor, también debía mantenerle bajo control. Azonia no tuvo más desgracia que comprobar que esa tampoco era una orden fácil de ejecutar.
Si los Micronianos eran una auténtica pesadilla para ella (y para cualquier Zentraedi de hecho) ya desde el primer momento tras su encuentro inicial cuando ella se presento ante él como sustituta de Breetai, Khyron se había convertido en un insistente ataque de jaqueca continua. La líder Meltran, usualmente cerebral y comedida, era sacada continuamente de sus casillas por el líder de los Bottoru, quien parecía no hacerse cargo de la importancia de recuperar la nave de Zor *intacta*, sino que deseaba su destrucción con todo lo que había dentro por alguna clase de reyerta personal, si es que realmente era eso.
Azonia era incapaz de entender por qué Khyron obraba de esa forma, solo sabía que eso *no* era lo que había que hacer, y que las incursiones del Zentran de cabello azul acerado ponían en peligro toda la misión. Pero al mismo tiempo se sentía intrigada por ello… Para Lap Lamiz las órdenes recibidas de Dolza eran obvias, ¿por qué no lo eran para Khyron? ¿Por qué actuaba como si esa misión fuera algo personal? Es más, parecía que realmente Khyron disfrutara secretamente con sacarla de sus casillas de continuo, hasta que eventualmente, temiendo por el éxito de su misión y harta de sus juegos, Azonia acabó incluso amenazando la vida del líder Bottoru por su falta de disciplina, y el intercambio de insultos, entre ellos el de “oye, tonto” vs “cállate de una vez, mujer”, se había convertido en algo habitual.
En cierto modo Azonia estaba más acostumbrada que cualquiera de sus subordinadas a lidiar con los Zentrandi, pero aquello la superaba.
***
Finalmente, la situación se tornó totalmente desesperada y ella acabó siendo sustituida pese a que hizo lo posible para que eso no ocurriera. Breetai se encargó de volver a ocupar su puesto, aunque afortunadamente Dolza no ordenó que ella regresara a la base central, sino que debía permanecer junto al viejo general de la cara marcada y el alocado Khyron… Al menos eso significaba que no tendría que volver con la cabeza gacha y humillada por el fracaso ante el resto de las líderes Meltrandi, sino que realmente su presencia era necesaria para que Breetai realmente pudiera completar la misión. Lo asombroso fue que Breetai no vino solo, sino que trajo consigo una parte de la tropa Imperial del batallón Agles formada por 1200 naves y creyéndose seguro en su posición, había ignorado los informes de la líder Meltrandi. Viendo que no iba a volver, pero que tampoco parecía estar haciendo nada útil allí, en un primer momento Azonia solo pudo sentarse y esperar a ver que pasaba.
Durante ese tiempo, fue testigo de una serie de sonoras derrotas protagonizadas por Khyron, y delicados descubrimientos sobre el “poder secreto” de los Micronianos que a juicio de Dolza, Breetai e incluso el viejo Exedore apuntaba a que los Micronianos realmente dominaban al protocultura al mismo nivel que los propios Maestros de la Robotechnia. Semejante posibilidad había provocado, entre otras cosas, un amotinamiento y huída en masa de sus tropas durante el ataque masivo ordenado por Dolza en respuesta al rito de unión entre Mirilla y el Microniano miope. Al parecer el motivo de semejante revuelta generalizada había sido producida por un grupo de instigadores que buscaban a alguien o algo llamado “Minmey”, y que de acuerdo con las averiguaciones de Khyron (que a juicio de Azonia tampoco eran de fiar), “Minmey” no era un arma de poder inconcebible producto de los conocimientos que los Micronianos tenían sobre la protocultura… sino una hembra Microniana. Azonia no podía concebir que los Zentrandi dejaran de luchar para ir en pos de una mujer Microniana, así que finalmente no aceptó la suposición de Khyron y creyó que se trataba de una peligrosa arma.
A raíz de estos sucesos, Breetai, quién al mismo tiempo conocía el alcance de lo que estaba ocurriendo en su pueblo por culpa de la influencia Microniana y su supuesto dominio de la protocultura… y que por tanto optó por una solución Salomónica.
Negociar la paz.
Y para ello envió como representante a su mano derecha, Exedore, a negociar con los micronianos. El Primer Nacido incluso había sido micronizado para esa tarea.
***
Ante esa situación tan desconcertante e impacientada por los sucesos, Azonia Laplamiz se encontraba totalmente perdida; no estaba dispuesta a que su objetivo de lograr el éxito de la misión se echara a perder por las descabelladas ideas de Breetai, pero tampoco sabía qué podía pasar, ni en que situación se encontraba ella ni el resto de los Zentraedi allí congregados. Irónicamente, el único que se mostraba claro con qué hacer era Khyron, quien parecía mantener su mente fijada en el objetivo de derrotar a los Micronianos sin importar la fortaleza de Zor y todo lo que estuviese pasando, mientras que el resto de los Zentraedi estaban totalmente confundidos.
Viendo que Breetai parecía estar atado de pies y manos por una situación que le superaba, que Khyron parecía darle igual 8 que 80 y aún se atrevía a cuestionar los planes de Breetai, y sobre todo que ella no tenía idea alguna de lo que podía suceder, Azonia opto por hacer lo que tenía que hacer… de acuerdo con las normas. O sea, informar al estado mayor, al propio Dolza, de lo que estaba ocurriendo. Ante una crisis de esa importancia, era lo más correcto y Azonia conocía bien el procedimiento. Al menos de esa forma Dolza ni el resto del alto mando podría culparla de tomar soluciones indebidas de forma arbitraria… Eso era algo que incluso le hizo sentir cierta incertidumbre personal hacia Breetai, ya que ella nunca había creído posible que el viejo general del rostro mutilado hubiese tomado una decisión tan insensata como aquella. En cuanto a Khyron, aunque nunca había dejado de sorprenderla el desparpajo y la indisciplina con que ese Kravshera actuaba, su situación personal era algo que no la incumbía.
Definitivamente informar a Dolza era lo mejor que se podía hacer.
O eso creía ella…
Antes de que Dolza diera cualquier tipo de ultimátum, Azonia quiso saber la opinión de su actual inmediato superior.
-Muy bien, General Breetai…- comenzó a decir tras abrir un canal de comunicaciones con él, -¿Hasta cuándo piensas hacer durar esta farsa?-exigió saber en tono molesto.
-…Continuar con cualquier tipo de hostilidades sería imprudente después de todo lo acontecido. Conociendo el estado actual de nuestra flota, si seguimos atacando a los Micronianos, podría generarse una revuelta generalizada. - contestó este con pasmosa tranquilidad sin ni siquiera levantarse de su asiento de mando. Era evidente que Breetai no pretendía moverse de donde estaba.
Azonia no estaba tan segura de eso,
-Hum!, ¿Eso cree?- exclamó en el mismo tono; incluso ella estaba disconforme con lo que ocurría,- Pues espero una solución diferente cuando la flota principal llegue aquí.-añadió como por casualidad.
Las palabras de Azonia tuvieron su efecto y el hombre del rostro marcado se removió de su asiento de forma nerviosa.
-¿¡La flota principal!?- exclamó casi en un tono cercano al miedo, -¿Y qué tiene que ver la flota con todo esto?- quiso saber. Un temor se estaba empezando a formar en su mente.
-Tiene que ver porque informé de mis descubrimientos y de todo lo que ha estado pasando al mando central, al mismísimo Dolza.- explicó Azonia con tono condescendiente. Ella también se había hartado de tantas ambigüedades y había obrado según lo que juzgó correcto, incapaz de imaginar el temor que estaba empezando a formarse en el corazón de Breetai. –…Y su majestad Dolza decidió poner a la flota principal en acción.-
-¡¡Insensata!!- gritó Breetai con el corazón en la boca cuando le comunicó sus acciones, -¿¡Tienes idea de lo que va a pasar!?-
Ciertamente, Azonia no comprendía el súbito pánico de Breetai, algo que encima resultaba totalmente inusual en él ya que el viejo general del rostro marcado, al igual que ella, era una persona bastante cerebral… Pero no tardó en descubrirlo.
Por su posición, Breetai tenía acceso a información que muy pocos Zentraedi sabían, incluso más que la propia Azonia. Él sabía por boca del propio Dolza que la cultura Microniana era similar a la que una vez su pueblo pudo haber tenido en el pasado, y que su influencia podía resultar (y así estaba resultando de hecho) nefasta para los Zentraedi, ya que les hacía olvidar todo en lo que eran. *Ese* y no el supuesto gran dominio de la protocultura que ellos tenían era el verdadero peligro que entrañaba el contacto de los Zentraedi con los Micronianos. Así que la respuesta de Dolza ante el informe de Azonia sería más que clara: eliminar a todos los infectados por la cultura Microniana.
-…Gracias a tu intervención, Dolza nos eliminará a todos nosotros. Nos considerará “contaminados”, Zentraedi corrompidos por la influencia Microniana a los que habrá que eliminar para no dañar al resto, como si fuésemos un cáncer. Y además, la fortaleza de Zor desaparecerá. Ya no nos queda más protocultura.- anunció cruzándose de brazos.
Azonia sintió cómo se le helaba la sangre cuando supo esa verdad. Lo que ella había hecho creyendo correcto se había convertido en su dictamen de muerte… y si ella desaparecía, todas las Meltrandi miembros de la elite, las Quadronno, estarían condenadas. ¡Ella había sido su propia ejecutora!
***
Una vez más, Breetai tomó una decisión absoluta: para poder salvarse ellos mismos, los Zentraedi “contaminados”, deberían luchar junto a los Micronianos, aquellos que había sido sus enemigos durante todo este tiempo, contra la flota Zentraedi al completo. La sobrecogedora cantidad de más de 4 millones de naves.
Breetai pidió su apoyo a los dos Loores que le acompañaban en el sistema Sol aparte de la flota Agles, y que habían estado en contacto directo con la “influencia” Microniana, o sea, la propia Azonia y el comandante Khyron, un total de solo tres y cuya suma de todas las naves bajo su mando no llegaba ni a las 2000. Tanto Breetai como Azonia ya sabían a qué se iban a enfrentar, pero Khyron era el único Lord que aún permanecía ignorante sobre lo que estaba pasando, así que antes de hacer cualquier movimiento, debían explicarle lo ocurrido. En una improvisada reunión a través de las pantallas bidimensionales de comunicación, Azonia comenzó por pedir perdón a Breetai y a Khyron por algo que había sido su error y luego explicó a grandes rasgos en qué consistía el problema… La actitud de Breetai, como era de esperar en alguien como él, no fue más que la de un frío estoicismo, dispuesto a aceptar lo que se le venía encima y luchar como el grandioso general Zentraedi que era; por su parte, Laplamiz no tuvo que meditar mucho su respuesta tras explicar lo que pasaba: sabía que todas sus Quadronno la apoyarían en ese sentido y también que era su culpa encontrarse en esa situación, así que estaba claro qué debía hacer: morir defendiéndose a ella y a las suyas afrontando las consecuencias del error que había cometido. Para los Zentraedi, aquella era una manera muy honorable de finalizar sus vidas.
Pero la reacción de Khyron fue la más extrema de todas; en primer lugar, aunque Azonia no sabían aún que esa sería la primera de las dos veces en su vida que le vería reaccionar así, se quedó boqueando como un pez, estupefacto por las noticias de ella. Y luego hizo lo que Breetai supuso que haría…
-¿Y ahora qué, después de lo que has hecho, Azonia?- quiso saber antes de tomar cualquier decisión.
- Bueno… Veo que tenemos pocas opciones ahora que Dolza ha decidido eliminarnos después de que todos hayamos estado expuestos a los Micronianos…- comenzó a explicar en tono grave intentando ocultar su nerviosismo mientras apretaba en un puño los faldones de su capa color púrpura,- Me quedaré a enfrentarme a la flota principal de Dolza…Será un honor luchar a tu lado, Breetai.- concluyó Azonia cerrando los ojos con resignación.
-Te felicito, Azonia.-contestó Breetai con la misma calma resignada,- Que ganes todas las batallas y no mueras en vano, Maruk Lap Lamiz.- añadió haciendo el honorífico salido Zentraedi.
-Tú también, Breetai Kridanik –contestó ella cerrando el saludo.
Entonces Azonia vio como su actual comandante en jefe formulaba la misma pregunta al tercero en discordia, el líder del escuadrón Bottoru quien parecía haber recuperado ya la compostura,
-¿Y tú, Khyron?, ¿tienes algún plan?-
La respuesta del líder de los Bottoru fue distinta, auque terriblemente lógica:
-Ya conoces mi respuesta, Breetai. Nunca me uniría a los Micronianos. Además, yo lucho para ganar y ahora *todo* está en nuestra contra…- explicó tras haber recuperado la compostura al tiempo que se rascaba la sien, un gesto que solía hacer de forma inconsciente cuando se encontraba incómodo por una situación,- Esto es un suicidio.-aclaró.
A Khyron no le faltaba razón, un simple escuadrón como el suyo que no llegaba ni a las 20 naves, aunque una de ellas fuera su Queadol Magdomilla, y aún contando con toda la flota de Breetai, Azonia y los Micronianos junto a ellos… era una resistencia patética contra 4 millones de naves, y pensar lo contrario era, como él había dicho, un suicidio seguro. La retirada prudencial era mucho mejor que una batalla desesperada por la vida en la que no había ninguna posibilidad no ya de ganar, sino siquiera de salvar la vida.
Pero Azonia y Breetai no lo veían de esa forma, aunque Breetai sí parecía entender el pragmático punto de vista de Khyron pese a no compartirlo. Khyron podría ser brillante, pero en situaciones como aquella, su juicio era cualquier cosa menos Zentraedi.
-Entendido, Khyron. Después de todo no esperaba tu ayuda.- contestó lacónicamente dando a entender que el líder Bottoru tan solo era un cobarde.
Azonia le dedicó una mirada de desconcierto: le costaba creer que Khyron actuase de aquella forma tan opuesta a las creencias Zentraedi.
-¿¡No os dais cuenta!?- exclamó el líder de los Bottoru ofendido por la respuesta de Breetai, -¡¡Moriremos todos!!- pero no pudo seguir hablando, el general Zentraedi de piel azulina y rostro dañado cerró el canal de comunicación con Khyron y la pantalla deformó su rostro grotescamente al hacerlo.
De esa forma concluyeron los planes de batalla entre los tres y Azonia presenció cómo el 7º Batallón Bottoru desapareció del campo de batalla mientras que ella hacía lo que había prometido, luchar junto a Breetai y asistir impotente a cómo toda la flota de Dolza iba apareciendo ante sus ojos como un enjambre de avispas listas para el asalto de un panal. Ella había jurado que lucharía como la comandante del cuerpo de elite Quadronno contra sus enemigos al lado de alguien que se encontraba en la misma situación que ella y por quien siempre había sentido un prudente respeto y admiración pese a la rivalidad que mantenía con él.
Morir en una lucha codo con codo con Breetai como era aquella no tenía nada de deshonroso, aunque ahora su gente la considerara como una apestada.
***
Sin embargo, una cosa son las creencias y otra es la realidad.
A partir de ese punto, desde el momento que comenzó la batalla, los acontecimientos se precipitaron de forma asombrosa. La propia Azonia no sabía que estaba ocurriendo en todos los frentes. Su principal preocupación fue mantenerse unida junto a Breetai y colaborar con los… los culpables de que esto estuviese ocurriendo. Azonia dirigió sus temibles Quadronos femeninos contra la flota de Dolza, y las Meltran lucharon con la saña que solo ellas eran capaces de demostrar, defendiéndose como un gato panza arriba.
Pero junto a ellas, también luchaban las fuerzas de Breetai y las de los Micronianos; aquellas personas diminutas también habían accedido a luchar contra ellos, y los que había sido unos poderosos adversarios durante todos estos meses pasados, dirigían ahora la nave de Zor directamente hacia la fortaleza de Dolza haciendo uso de sus armas psicológicas, en esta ocasión con aquella hembra Microniana que cantaba y se movía de una forma provocativa que ninguna otra Meltran habría creído posible y que parecía volver locos a los Zentran. Indudablemente esa era una buena forma de contraatacar a los Zentraedi bajo las órdenes de Dolza, además de la sorpresa de encontrarse con que los Micronianos guardaban en secreto una especie de arma o algo más con potencia reflex construido cerca de su círculo polar norteño de su mundo y del que hasta entonces no habían tenido noticia.
La líder Meltran apenas tuvo tiempo de fijarse en ello, ni en las canciones de la mujer Microniana, ni en el efecto que sus provocadoras contusiones ni su voz tenían sobre la armada de Dolza. Pese a todas aquellas muestras de resistencia, la superioridad numérica de los Zentraedi venidos junto a Dolza, acabó por hacerse evidente y finalmente su nave insignia, un Queadol Magdomilla de un característico color púrpura, se vio abordada por una división indeterminada de Zentran (posiblemente de la división Jiabao), mientras que otras de las naves de su división lo eran por grupos de Meltrandi bajo las ordenes de otras comandante que ahora veían la posibilidad de alzarse sobre ella. El abordaje de un crucero Zentraedi no era algo muy habitual, pero eso poco importaba al igual que si sus atacantes eran Zentrandi o Meltrandi; solo cabía el combate cuerpo a cuerpo mientras el Queadol Magdomilla se precipitaba peligrosamente contra la atmósfera del planeta al perder estabilidad por el fragor de la batalla, tanto desde su interior como del exterior.
-¿Dónde están las fuerzas de Breetai?- musitó con temor ante la inminente respuesta, -¿Por qué no bloquean el abordaje? Si esto sigue así, mi nave no tendrá salvación…-
Azonia tenía la creencia de que Breetai ciertamente lucharía a su lado, pero en lugar de eso, su Nupetiet se había situado paralelo al SDF-1 mientras que su propio Queadol se desestabilizaba desde su posición retrasada, incapaz de mantenerse agrupado al resto de sus aliados. Eso no era lo que tenía que estar ocurriendo, sino que ellos dos debían luchar juntos.
La líder de los Quadronnos empezó a pensar que la habían abandonado a su suerte.
Las Quadronno Meltrandi que aún permanecían en el interior del Queadol tuvieron que luchar sin hacer uso de sus temibles armaduras contra los Zentran que se iban infiltrando en el crucero como hormigas atacando un termitero. En medio de semejante reyerta, Azonia tuvo que emplear todo su saber hacer para defenderse ella misma al tiempo que daba órdenes a su gente. Su uniforme color granate se vio desgarrado por una manga y perdió uno de los faldones de su casaca a causa de las embestidas que tuvo que soportar, tanto por el fuego enemigo del exterior, como de las luchas cuerpo a cuerpo.
Entonces ocurrió algo que ni con mucho había esperado. En lugar de las tropas de Breetai, lo que hizo acto de presencia desde la otra cara del planeta fue el mocho Queadol Magdomilla color caqui de Khyron, allí donde estaba la Luna del mismo y donde posiblemente había permanecido oculto durante la batalla, para salir a interceptar su nave.
El Queadol Magdomilla, muy al estilo de su comandante, disparaba a amigo y enemigo por igual con tal de abrirse paso entre sus líneas y llegar hasta donde estaba la nave de Azonia; una vez la hubo alcanzado, se situó entre su nave y la de su atacante que se reveló como la 11ª división del batallón Jiabao bajo el mando de Wuer Maatai, cierto comandante Zentran que (¡oh, casualidad!) tenía cierta cuenta pendiente con Khyron desde la operación Mona.
El Queadol Magdomilla embistió a ambas naves hasta que el propio Queadol Magdomilla color púrpura de Azonia se encontraba literalmente empotrado con el mocho crucero color caki de Khyron, de forma que pasar de uno a otro era posible; una maniobra no muy ortodoxa, pero indudablemente de rescate. Entonces la líder Meltran recibió una transmisión del comandante de los Bottoru que resonó por todos los puentes principales de la nave.
-“Azonia… si puedes oírme y quieres salvar el pellejo, trasládate a mi nave ahora mismo.”-
La líder Meltran no podía creer lo que oía, que fuera Khyron quien la estuviese rescatando y no Breetai… pero en tan apremiante situación, esa era la mejor solución para salir de ese infierno, aunque técnicamente no era muy prudente anunciarlo de esa forma. Inmediatamente se giró sobre sus talones mientras que descargaba una ráfaga de disparos sobre un Zentran cubierto con una armadura ligera, y luego golpeaba la cara de otro con la culata de su arma, que merced de su fuerza superior como Meltrandi de alto rango, cayó al suelo con la cara destrozada.
-¡De acuerdo, Khyron!, ¡Iré a tu nave!- apenas tuvo tiempo de contestar a través de un comunicador manual,-¡Kazianna, Yaita, Seloy, seguidme todas al Queadol Magdomilla!- ordenó.
Kazianna Hesh, una Meltran incluso más alta que la propia Azonia que ostentaba ser la 2ª Oficial de la comandante de los Quadronnos y que había ayudado a infiltrar a Mirilla en la fortaleza de Zor, se quedó mirando asombrada a su señora durante un instante: no podía creerse que Azonia, quien siempre estaba enfurecida con Khyron, ahora aceptase su oferta de ayuda… o lo que fuera. Para Kazianna era mucho más sensato huir a la nave de Breetai, donde por lo menos no tendría que cuidarse las espaldas, como seguramente ocurriría en un crucero como el de ese majadero. Sin embargo la situación apremiaba y las Meltran bajo el mando de Azonia no tuvieron ni tiempo de asentir a su señora, incluida la tímida Yaita, e hicieron lo que ella les ordenó, siguiéndola hacia la supuesta salvación. Todas se lanzaron a la carrera por los inmensos pasillos de la nave hasta el lugar donde se encontraba encajado el crucero del comandante Bottoru a riesgo de saber que el anuncio de Khyron realmente ayudaría a sus asaltantes a localizarlas y matarlas.
Bajo esa amenaza, sucedió una lucha a sangre y fuego. Con horror, Azonia veía como su gente, las Meltran, feroces luchadoras como eran, no podían hacer frente a la superioridad numérica de los Zentran bajo las órdenes de Dolza que las perseguían aniquilándolas una tras otra, sin que aparentemente les importaran las bajas que ellas les infligieran. Todas ellas se tuvieron que abrir paso haciendo uso de su mejor pericia luchadora y de su resistencia; muchas cayeron por el camino, y Azonia vio que su segunda oficial, la alta y morena Kazianna Hesh, también desaparecía entre el fuego cruzado donde apenas pudo distinguir su uniforme color púrpura y su capa granate, aunque Azonia no la viese caer. Durante un breve instante tuvo la sensación de que su segunda oficial se había apartado del camino intencionadamente, disconforme con la decisión de su señora, pero la regia Meltran no tuvo mucho más tiempo para pensar en ello, tan solo de salvar su propio pellejo y correr hacia la escotilla más cercana por donde ambos Queadols se encontraban anclados.
Finalmente alcanzó una salida desde donde podía saltar a la nave de Khyron que no estaba bloqueada por los Zentran del batallón Jiabao. Junto a ella se encontraba su tímida pero taimada asistente pelirroja, Yaita, la única que había conseguido mantenerse a su lado durante todo el camino, ya que Seloy se había quedado rezagada en uno de los corredores que conducían a los hangares donde se encontraban los Quadrunn-Rau. Al otro lado de la escotilla, con un salto al vacío de por medio, le esperaba uno de los soldados de confianza de “El traidor”, Gerao según tenía entendido. Un rostro así de feo era difícil de olvidar.
-¡Vamos, señora Meltran, será mejor que salte cuanto antes!- el tono de Gerao era respetuoso pero sus palabras sonaban rudas en su boca.
Azonia echó un último vistazo al caos reinante a su alrededor, y luego a Gerao, que la aguardaba con impaciencia, pero que no parecía albergar ninguna hostilidad hacia ella o hacia Yaita, sino que más bien parecía nervioso por encontrarse tan cerca de dos mujeres.
En ese fatídico momento de duda, una violenta explosión sacudió el Queadol como una maraca y la Meltran de largo cabello rojizo que servía como consejera de Azonia fue alcanzada por una súbita ráfaga de disparos procedentes del fondo del pasillo; Azonia se giró hacia donde su asistente se había encontrado para encontrársela tendida en el suelo con el rostro y parte de sus ropas quemadas por la explosión y varios impactos directos de rifles de asalto.
-¡Yaita…!-. exclamó Azonia con aprensión, no tanto por ver que estaba muerta, que resultaba obvio e inevitable, como por la forma tan absurda en que había ocurrido.
Yaita había muerto en combate, como se esperaba de un Zentraedi dispuesta a entregar su vida en la lucha, tal y como mandaban las creencias de su pueblo…. Pero de una forma nada ortodoxa, acribillada por la espalda mientras se encontraba arrinconada sin opción a escapar o a defenderse, algo muy distinto a lo que se esperaba de una integrante del cuerpo de elite Zentraedi.
Apartando esos pensamientos de su mente, Azonia alzó la vista y vio como un destacamento de Zentran se dirigía hacia ella con la intención de hacer con ella lo mismo que habían hecho hacía un instante con su asistente; los Jiabao habían dado con ella tras inspeccionar otras escotillas que comunicaban ambos Queadol. La líder Meltran no se lo pensó más, la suerte ya estaba echada y no quedaban más opciones, así que tomó carrerilla y saltó con todas sus fuerzas evitando milagrosamente, gracias a sus resistentes ropas, las ráfagas de disparos que los soldados Zentrandi le enviaron; pero que a pesar de todo esos mismos disparos le destrozaron la gola de su capa.
Tras el gran salto que sus piernas le permitieron ejecutar, aterrizó aparatosamente en la escotilla del Queadol Magdomilla donde la aguardaba Gerao como buenamente podía en medio de las sacudidas de ambas naves; y sin que este le ayudase, o al menos que ella hubiese aceptado su ayuda, Azonia Lap Lamiz se incorporó y se adentró en una nave que no era la suya mientras Gerao cubría la retirada de ambos disparando con su propia arma hacia los Jiabao, que afortunadamente merced del fragor y las sacudidas de la nave en el exterior, no pudieron cruzar al otro lado de la misma forma que lo había hecho Azonia.
-¡Venga, vayámonos de aquí!- arengó y Gerao no se hizo esperar. El tipo era rudo pero sensato.
La regia Meltran siguió a Gerao hacia la aparente seguridad que le brindaba la nave del líder Bottoru ya que al menos no parecía que estuviese abordada por fuerzas enemigas… todavía. Pero aún se sentía insegura de lo que podía encontrarse en semejante lugar.
Ya a salvo de sus perseguidores, Azonia corrió tras Gerao por los pasillos del Queadol en dirección al puente de mando principal, donde posiblemente se encontraba Khyron junto a Grell, su primer oficial. No sabía exactamente qué se le podía haber perdido a ella en esa nave y en ese lugar en concreto, pero al menos sabía que en el puente principal tendría más posibilidades de hacerse cargo de su situación que escondiéndose de los soldados Jiabao en alguna de las zonas más vulnerables de la nave.
Aunque con Khyron nunca se sabía, y ahora tampoco tenía ningún deseo de ver al que tantos disgustos le había dado durante tanto tiempo, y ahora parecía ser su salvador.
¿Realmente lo era o Khyron haría honores a su sobrenombre y tenía alguna clase de plan para con ella?
***
Las puertas del puente se abrieron dando paso a Gerao seguido de cerca por la líder Meltrandi; allí, en una sala abovedada, muy iluminada y presidida por múltiples pantallas bidimensionales en donde se veía desde igualmente múltiples ángulos el infierno reinante de dentro y fuera de la nave, y también una imagen tridimensional de la Microniana cantarina, se encontraba el líder de los Bottoru y su inmediato subordinado, un Zentran de aspecto tosco y vestido de negro llamado Grell. Por su alto status, Azonia había estado antes en presencia de líderes Zentrandi, incluso había visto las cadenas donde se almacenaban las cámaras de clonación, así que aunque le resultaba revulsivo, los acontecimientos de los últimos meses y las circunstancias actuales hicieron que el choque no fuese tan grande como habría sido en una situación normal al verse rodeada de repente de tantos Zentran.
Khyron se volvió hacia ella con una sonrisa autosuficiente en su cara de tez lavanda y de corte redondeado, y dijo con satisfacción:
-Bien, bien… Ya veo que mi oferta de rescate ha sido bien recibida, Lap Lamiz.-
Al oír aquello, Azonia gruñó para sus adentros. Se esperaba algo así de todas formas, no tenía ninguna intención de seguirle el juego a *ese* Kravshera.
A pesar de eso, Azonia quedó algo impresionada cuando se encontró cara a cara con el Zentran que había supuesto su mayor dolor de cabeza de un tiempo a esta parte… Pese a que ya conocía a otros Kravshera, no se esperaba que fuese así, tan solo poco más alto que ella y con ese aspecto tan juvenil. Dolza y Breetai, incluso el comandante Reno, resultaban mucho más impresionantes que él; era evidente que los Kravshera no estaban diseñados para ser de los grandes líderes, aunque en ocasiones se pasearan entre ellos y buena parte de los comandantes de otras divisiones fueran Kravshera.
En ese momento el puente se vio sacudido violentamente a causa de un impacto recibido, y casi de inmediato, Grell anunció con urgencia.
-¡Señor!, ¡Estamos recibiendo un saludo de Wuer Matai!-
-En pantalla.- contestó el líder Bottoru con tranquilidad.
Los cuatro Zentraedi que había en ese momento en la sala, Khyron, Gerao, Grell y la propia Azonia, vieron como una de las pantallas de comunicaciones de abría directamente sobre todas las demás. En medio de ellas se podía ver el rostro del comandante de la 11ª División Jiabao, una cara de corte anguloso y facciones marcadas que les miraba con rudeza.
-¡Hola, Wuer!- saludó Khyron con la misma pasmosa tranquilidad, como si todo lo que ocurriera allí no tuviese nada que ver con él.-Hacía tiempo que no nos veíamos, ¿eh?-
-¡Quamzin Krashvera!- exclamó Wuer como si escupiera su nombre, - ¡Siempre he sabido que eras un loco, pero esto es inaudito incluso en ti!- miró directamente a Azonia, -¡No puedo creer que estés cohabitando con la líder de los Quadronnos! ¡Eres aberrante! ¡Un consejo de guerra no es suficiente para juzgar un crimen como ese!-
-Sí, yo también me alegro de verte, Wuer.- contestó Khyron con una sonrisa capciosa llena de desparpajo.
De nuevo Azonia gruñó para sus adentros al ver lo que allí estaba pasando. Ella estaba al tanto de que Wuer Matai tenía una reyerta personal con Khyron desde la operación Mona… resultaba irónico que todos los que participaron en aquella batalla hubieran acabado allí reunidos de esa forma. Sin embargo no había tiempo para pensar en esa clase de casualidades, sino que durante un momento Azonia tuvo la sensación de que Khyron la había rescatado solo para montar ese numerito y utilizarla en contra del líder de los Jiabao de la misma forma que los Micronianos estaban usando a su mujer cantante en contra de los Zentraedi que luchaban en las fuerzas de Dolza. Pero a pesar de esa idea, sabiamente eligió quedarse callada y esperar a ver qué ocurría.
-El que se alegra soy yo…- anunció Wuer con una amplia sonrisa de satisfacción.- He esperado ajustar cuentas contigo desde hace mucho tiempo, y mira por donde mi oportunidad ha llegado ahora, cuando por fin el gran Dolza te ha puesto en su lista de “Contaminados” a erradicar.- Wuer se lamió los labios, - Y por supuesto yo haré lo que se me ha ordenado.-
-Me parece muy bien. Es normal que ahora los dos nos encontremos en esta situación- contestó Khyron abriendo los brazos y sin mostrar nerviosismo alguno. Pero entonces se giró hacia el panel de mando principal y gritó: -¡Disparad fuego graneado, AHORA!!-
-¿¡¡Cómo!!?- exclamó Wuer.
A la orden de Khyron, el Queadol disparó una ráfaga de detonadores directamente contra el Nupetiet-Vergnitzs insignia del batallón Jiabao, que explotaron arrasando por igual a aliados y enemigos. Entonces Khyron, aprovechando el factor sorpresa, se giró y gritó:
-¡Rumbo 3.5.7.8, ya!- y los motores de la nave se pusieron en marcha hacia esa dirección
-¿¡Qué haces!? –exclamó de repente Azonia tras su prolongado mutismo, -¡Eso nos dirigirá directamente hacia la atmósfera del planeta!-
-Eso es lo que pretendo…- contestó Khyron, y sin previo avisto, estalló en carcajadas,- ¡Por fin me desharé de ese inútil de Wuer Mataai!-
Azonia se quedó boquiabierta, incapaz de articular réplica alguna sobre lo que estaba pasando.
El plan de Khyron había sido muy sencillo, pero efectivo. El líder de los Bottoru sabía que, aunque el ataque a la posición de Azonia parecía más bien casual, Wuer vendría a por él, así que se situó en una posición en la que pudiese atraer su atención directamente aparentando estar en desventaja; luego, tras dejarlo obnubilado por la presencia de Azonia en el puente de su nave, sorprenderlo con un ataque inesperado, y a continuación, empujarlo hacia la atmósfera donde su nave ardería al contacto con la capa de gases que rodeaba el planeta.
Lo que el líder de los Bottoru no se esperaba es que en ese preciso instante el Gan Cañón de la nave de Zor en control de los micronianos acababa de ejecutar su también mortífero ataque, y que con él no solo estaba arrasando la mismísima fortaleza de Dolza, sino que también alcanzó a unas 10.000 naves Jiabao. La onda expansiva de la explosión arrastró a la propia nave de Wuer Mataai hacia la atmósfera del planeta, y también al Queadol Magdomilla, llevando consigo a ambas naves en rumbo de colisión contra la superficie del planeta, amenazando con desintegrarlas por la fricción.
***
Lo que ocurrió a continuación fue un auténtico caos. La Fortaleza de Dolza había explotado y con ella arrastraba miles y miles de naves Zentraedi; el Nupetiet-Vergnitzs de Breetai apenas tuvo tiempo de escapar de allí, en parte empujada por la onda expansiva hasta más allá de la Luna terrestre, pero la nave insignia de Azonia no corrió la misma suerte y ella pudo ver como su propio Queadol Magdomilla, ya visiblemente deteriorado, se precipitaba hacia la atmósfera arrastrando naves menores con ella. Su masa gravitatoria aceleró su caída conforme se precipitaba hacia la atmósfera terrestre, haciendo que se viese envuelta en una estela de llamas anaranjadas de unos 2000ºC de temperatura; si llegaba a estrellar contra la superficie del planeta, desde luego que su masa habría descendido casi al 10% después del choque con la atmósfera.
Mientras que Azonia contemplaba estupefacta cómo todo lo que había tenido se convertía en un cometa de fuego, Khyron y sus hombres tenían otros problemas. Empujada por la onda expansiva y el que ya era de por sí un rumbo de colisión, todos ellos corrían el mismo riesgo que Queadol de Azonia. Khyron daba órdenes a diestro y siniestro intentando compensar la inevitable atracción gravitacional y el ángulo de choque con la atmósfera, pero aún así, el hocico desprendible del Queadol, que le daba un aspecto vagamente insectiforme, había sido destruido tiempo atrás en otro ataque frustrado contra el SDF-1, y ahora el cuerpo principal estaba desprotegido.
Entonces la líder Meltrandi tuvo una idea, e inmediatamente le gritó a Khyron:
-¡Si quieres que nos salvemos, mete esta nave en la estela del Nupetiet de Wuer Matai! ¡Aprovecharemos la ventana atmosférica que va abriendo para que tu Queadol no se desintegre!-
Azonia sabía que una orden de ese tipo podría ocasionar que el irracional Khyron empezara a discutir con ella una vez más, pero ella no tenía ninguna intención de tener perder la vida solo porque al líder de los Bottoru no le pareciera bien lo que ella ordenase.
Y sorprendentemente, Khyron aceptó su sugerencia.
-¡Ya habéis oído!- gritó, -Situad el Queadol en la estela de la nave de Wuer. Tenemos que conseguir que la nave no roce más con la atmósfera.-
Las naves del batalló Jiabao se precipitaron contra la cara norte de un continente que atravesaba la superficie acuífera del planeta desde norte a sur; la mayoría de las naves, empujadas sin orden ni concierto, se precipitaron alocadamente contra la superficie, y muchas de ellas estallaban en llamas anaranjadas antes de alcanzar a tocar el suelo; el resto simplemente estallaban al chocar contra este.
Por el contrario, siguiendo las instrucciones de Khyron y Azonia, el Queadol Magdomilla entraba en picado tras la estela de la nave de Wuer, que obviamente, en su alocada caída, se iba deshaciendo en llamas. Cuando estas ya estaban empezando a resultar incluso peligrosas para la integridad del Queadol Magdomilla situado tras el inmenso crucero, el líder Bottoru ordenó dirigir la caída de su nave hacia un área despejada y de clima frío situado al norte de donde las naves Jiabau se estaban estrellando, el llamado Cuadrante Ontario, donde irónicamente solo unas semanas antes, Khyron había perdido varias de sus naves luchando contra los Micronianos y que ahora era donde se encontraba alojado el inmenso cañón de potencia reflex que habían usado contra la armada de Dolza. De esa forma, sin dejar de dar tumbos, el Queadol Magdomilla acabó por estamparse con el hocico por delante contra una superficie de tundra que había estado cubierta de permafrost durante milenios, pero que ahora, por el calor del combate espacial, había empezado a descongelarse.
La nave, de algo menos de 3 kilómetros de largo, hundió 500metros de su deteriorado hocico en el suelo provocando un enorme cráter a su alrededor, y quedó allí clavada como si de un estandarte se tratara. Aunque el crucero resultara pequeño comparado con otras naves de la flota Zentraedi, resultaba inmensa según los estándares del planeta de los micronianos, y merced de la lluvia energética que el ataque de Dolza había creado, la parte alta del casco de la nave se vio cubierta de nubes de tormenta.
En medio de ese paraje desolado quedó anclado el Queadol Magdomilla confundido con otras muchas naves en el mismo estado, en medio de un yermo páramo recorrido por frías ventiscas que durante varios meses al año cubrían la nave de hielo.
***
Ese choque fue el comiendo de un penoso periodo. Así sería durante la mayor parte de los dos años consecutivos; eso, junto al calor generado por la nave sobre el suelo de permafrost y la protocultura que goteaba por las brechas de los sistemas de la nave, crearon un curioso microcosmos junto a la mayoría de las naves Zentraedi estrelladas sobre la Tierra, pero los Zentraedi supervivientes ni siquiera repararon en pensar por qué al lado de sus naves aparecían semejantes formas de vida en medio de un paraje como aquel. Su vida militar ni siquiera les había enseñado los rudimentos de la agricultura. Pero Khyron sí lo sabía; el conocía las Flores de la Vida y sabía como se propagaban las plantas, así que supo que la abundancia de vegetales junto a las naves Zentraedi era a causa de la protocultura, aunque tampoco sabía en qué aplicar aquel conocimiento. Incluso la presencia de unos famélicos animales astados de cuatro patas y con pezuñas, conocidos como caribúes (1) por los Micronianos, que allí venían a apacentarse de esa vegetación, era algo que se escapaba a su entendimiento.
Lo único que sabían los Bottoru que sobrevivieron a la batalla y el choque que vino después, era que no había otra opción que sobrevivir en aquel yermo paraje… y si todo salía bien, tal vez escapar de aquel mundo.
Las semanas que siguieron a la destrucción de la armada Zentraedi fueron muy duras para todos los Zentraedi supervivientes que no se habían unido a los micronianos… y también para la propia Azonia.
Ella no era la única Meltran que se había salvado escondiéndose en el afortunado Queadol del comandante Bottoru; gracias a que Khyron había ofrecido refugio a la líder Meltrandi en su crucero, muchas de ellas la siguieron en busca de su presencia y de la misma oportunidad de refugiarse del peligro, pero solo unas pocas habían logrado escapar de sus asaltantes Zentrandi y esconderse en el crucero del Zentran llamado “el Traidor”. Ahora ellas aguardaban un destino incierto junto a su señora.
Sin embargo Azonia no había prestado atención a aquellas que había buscado protección junto a ella, en lugar de eso, permanecía encerrada durante largas horas dentro de un camarote que Khyron le había asignado para ella, sola y lejos del resto de los tripulantes del Queadol. Allí Azonia se encontraba sumida en un profundo estado de “shock” y depresión causado por todo lo ocurrido y contra el que no se encontraba preparada para luchar. Ella siempre había obrado sabiamente y con sensatez, siguiendo las normas según las creencias Zentraedi, y había hecho todo lo que ella había creído correcto para lograr la misión que le habían encomendado. Una misión en la que ella había puesto muchas esperanzas…. Sin embargo nada de lo que había hecho, había resultado acertado, y su última decisión, la de avisar al comandante supremo Dolza, había provocado la desastrosa situación en donde se encontraba ahora, apenas viva y recluida en la nave de un Zentran del que no sabía qué esperar, y con solo un puñado de Meltrandi a su alrededor que esperaban una respuesta que ella no podía darles.
¿Qué había hecho tan terriblemente mal para fallar de esa forma? ¿Cómo su solo cumplimiento de las órdenes había desencadenado esa desastrosa situación? ¿Por qué obrar como ella siempre lo había hecho, por el bien de su misión, había ocasionado una situación tan desastrosa? ¿Por qué, sin tanta confianza había puesto Dolza en ella, la había maldecido de esa forma? Maruk Lap Lamiz tenía demasiadas preguntas sin respuesta que no podía alcanzar a comprender, dilemas cuyas fallidas soluciones le habían provocado la situación en la que se encontraba ahora… Y eso la iba sumiendo en la desesperación.
No hay nada que pueda causar más desesperación como ver que en todo lo que se ha creído y por lo que se ha luchado, ha ocasionado de forma directa tu propia perdición y la de todo lo que se ha tenido. Muy pocos son capaces de afrontar esa realidad.
Sin embargo, tras varios días en esa situación, Khyron se dignó a hacerla una visita, una a la que ella deseaba no tener que enfrentarse.
Cuando la puerta de su desordenado camarote se abrió con un resoplido, Azonia levantó la vista de la mesa de la sala principal donde se hallaba sentada y dirigió la mirada hacia el comandante de los Bottoru; su uniforme granate ribeteado en oro estaba en mejores condiciones que el suyo propio ya que no había tenido que frenar el fuego de ningún asalto, pero la gola de su herreruelo verde caqui también se había rasgado y él había optado por echarse sobre los hombros una capa más larga y pesada, a la manera de las Meltrandi de superior rango, de forma que le protegiera del frío clima al que se veía expuesto en aquella parte del planeta. Su cara de corte redondeado y perfil romano tenía un tono serio, y sus ojos negros parecían chispear de furia bajo el espeso flequillo azulino que le cubría la frente hasta las cejas; en su conjunto, nada de su expresión auguraba palabras amables.
-¡Azonia Laplamiz, ¿Cuánto más tiempo pretendes permanecer así?!- preguntó con rudeza y sin ningún tipo de ceremonia nada más entrar por la puerta, -… ¿Es así como se comporta la líder de las Meltrandi? ¿Escondiéndose en un agujero sin atreverse a mirar la realidad? ¿Es eso lo que pretendías hacer después de que me arriesgara para salvarte? ¿O es que no he comprendido bien lo que estás haciendo estando encerrada en esta sala durante días?-
Las rudas palabras con las que Khyron la bombardeaba tenían un profundo contraste con el tono melódico de su voz, pero consiguieron despertar la furia en Azonia, una que parecía herirla más que humillarla. Ella había temido que el líder Bottoru acabara agrediéndola con todas aquellas verdades a las que no se atrevía a mirar de frente, pero que al mismo tiempo la herían en algún resquicio del orgullo que había tenido hasta solo unos días antes.
-¿¡Qué es lo que buscas, Quamzin!? ¿Solo quieres burlarte de mí porque ya no estoy en posición de darte órdenes? – por fin se levantó de la mesa y exclamó furiosa usando su nombre capital, -¡Es eso lo que pretendías desde el principio, ¿Verdad?! Me rescataste para poder restregarme a la cara que todo lo ocurrido ha sido culpa mía. Y también por tu vendetta particular con Wuer Matai…- ladró con voz furiosa, desahogando su propia ira con él- ¡Tú no pretendías rescatarme en ningún momento, solo buscabas como salvar tu maldito cráneo en medio de esta lucha y por eso me utilizaste! ¡Eres un enfermo! ¡Un loco enfermo, maldito Kravshera!- siguió diciendo entre dientes con los puños apretados, - ¡Me has utilizado para tus retorcidos planes y poder ganar tu batalla personal mientras que todos nosotros afrontábamos nuestro destino con valor mientras tú huías y te escondías como el traidor miserable que Breetai afirmó que eres!... ¡LOCO!¡COBARDE!¡DESERTOR!-gritó con la furia hacia todo llenándole la garganta, intentando restregarle a la cara lo que ella pensaba de él.- ¡Si crees que me vas a humillar de esa forma, estás equivocado!, ¡No voy a dejar que me utilices y te aproveches de mi posición después de todo lo que ha pasado!, ¡Un Kravshera aberrante como tú no puede darme a mí ninguna clase de orden! ¡No esperes que vaya a permitir que un miserable cobarde como tú se aproveche de mi situación en busca de una gloria personal que no puede alcanzar!-
La ira de la líder Meltrandi se hizo eco por toda la habitación en donde ambos se encontraban cara a cara en ese momento, su voz estaba cargada de furia y aprensión por todo lo que había pasado, pero ahora la utilizaba para hacer blanco de sus iras a alguien por quien realmente no sentía ninguna simpatía tras todo lo ocurrido, ni siquiera agradecimiento después de que él la hubiese rescatado. ¿Qué se podía salvar en medio de esa locura después de todo?
Pero para sorpresa de Azonia, la respuesta de Khyron a toda la rabia y acusaciones que ella había aullado contra él fue un estallido de carcajadas.
-¡Bien! ¡Eso es lo que estaba esperando oír de ti! ¡Por fin has reaccionado como esperaba que debías hacerlo, Azonia!… Me preguntaba cuánto tiempo más seguirías así, hundiéndote en tu miseria personal compadeciéndote de ti misma y de todo lo que ha pasado.- contestó este aún jocoso, - Pero te equivocas en tu juicio; yo tenía mis razones para salvarte en ese momento y no solo tenían que ver con ver muerto a ese idiota de Wuer Matai. – de alguna manera, Azonia tuvo la sensación de que Khyron estaba siendo sincero en ese punto, y no solo porque la mentira fuese algo inusual entre los Zentraedi,- Además, la culpa de esta situación no ha sido solo tuya…. Los verdaderos culpables de todo lo ocurrido son los Micronianos de este mundo y en cómo hemos dejado que ellos nos derrotaran ante la pasividad del alto mando. Tu sola estupidez fue cumplir las órdenes a rajatabla como siempre has hecho en vez de obrar por tu cuenta y pararte a pensar en cuál era nuestro objetivo real en lugar de querer cumplir a pie de la letra tantas directrices estúpidas. Esa es la verdad.- Azonia se quedó muda sin saber qué responder, -…Ahora solo espero que después de haberte salvado, tu presencia aquí sirva de algo para con los Zentraedi… y sobretodo para las Meltrandi que se metieron en mi nave yendo tras de ti. Mis hombres no están acostumbrados a discutir con ellas, o al menos no tanto como yo lo estoy a hacerlo contigo, así que espero que tomes alguna decisión pronto y las pongas en orden. ¡Al menos empieza por hacer algo útil para aquel que te rescató!-
Y diciendo esto, Khyron giró sobre sus talones e hizo un mutis por el foro sin ceremonia alguna, de la misma forma en que había entrado dejando tras de sí a una asombrada Azonia.
Tras la breve discusión, la líder Meltrandi se quedó obnubilada sin saber qué responder, hasta que al final alcanzó a morderse el labio cuando se dio cuenta de lo que Khyron le había dicho: su única culpa había sido obrar de forma automática siguiendo el manual de instrucciones de mando Zentraedi, sin valorar lo que hacía según su propio criterio o el objetivo real de toda aquella misión… que era precisamente lo que Khyron siempre hacía cuando desobedecía las órdenes que se le daban. Y el resultado saltaba a la vista: el batallón Bottoru se había salvado siguiendo las órdenes de su alocado líder, mientras que las Meltrandi, si es que no se habían extinguido, se encontraban totalmente dispersas en paraderos desconocidos.
Ante esa verdad, Azonia entonces tomó una decisión crucial para con ella misma: seguir sus propias reglas independientemente de cualquier otro factor. Así se acabarían los errores catastróficos.
*** Todo eso había ocurrido hacía más de dos años atrás. Entonces Azonia había sido salvada por aquel a quien los Zentraedi llamaban “el Traidor”; y no solo físicamente, sino también al darle un nuevo sentido a su vida. Ahora él la había salvado de nuevo; no era la primera vez, pero una vez más Quamzin, o Khyron, como todos le llamaban de forma vulgar, la había salvado, y en esta ocasión de una forma mucho más personal.
Volviendo la vista atrás, Azonia recapacitaba sobre las muchas cosas que había cambiado en su vida desde que cometiera aquel error capital hasta la situación en que se encontraba ahora, patética para la que había sido la más grande de las Meltrandi, pero mucho más libre espiritualmente. ***
***
Tras aquella breve pero efectiva conversación entre Khyron y ella, Azonia había empezado a encaminar sus nuevas aspiraciones, empezando por recuperar la posición que a ella le correspondía en lugar de permanecer enmohecida en un rincón del Queadol; las palabras de aquel Zentran impetuoso y descerebrado le habían hecho tomar consciencia de quién era ella en realidad y que no debía dejarse hundir por lo que había pasado, sino mirar hacia delante tal y como todos esperaban que alguien de su rango y categoría hiciese.
Con Dolza muerto, viendo que Khyron era el líder de la mayoría de los Zentraedi fieles que aún se encontraban más o menos organizados, y que apenas quedaban Meltrandi, Azonia sabía que no podía permanecer en donde estaba, a merced del caos y de un loco como Khyron Kravshera, sino que debía empezar por recuperar la posición que por derecho le pertenecía para reunir bajo su mando a todas las tropas Zentraedi (por lo menos, Meltrandi) y luego tal vez buscar una vía con la que volver a casa, o al menos empezar de nuevo como pueblo. Esa no era una tarea fácil de comenzar, empezando por el hecho de que ahora ella se encontraba a merced de Khyron y ella no podía hacer nada desde una posición de inferioridad… Al no ser que consiguiera encontrar alguna forma de convencerle y manejarle de la forma que ella pensara correcta. ¿Pero cómo iba a hacer algo así? Desde que se encontraron de nuevo y él estuvo directamente bajo su mando vez que ella fue sustituida del cargo por Breetai, Azonia se había pasado prácticamente todo el tiempo discutiendo con él, tanto directa como indirectamente. Además, los Zentrandi tampoco aceptarían a una Meltran como su líder así como así.
Azonia Lap Lamiz se dio cuenta que necesitaría de Khyron para volver a ser quién era y que conseguirlo sería una tarea ardua y difícil.
Lo primero que hizo tras centrar sus objetivos y haber llegado a esa conclusión, fue tener una reunión con la veintena de Meltrandi que le habían seguido buscando refugio junto a su señora.
Azonia se encontró con que ninguna de aquellas Meltrandi eran de su círculo de oficiales de alto rango, ni la atrevida y resoluta Kazianna Hesh, quien siempre había combatido a su lado y sido confidente de Mirilla; ni Seloy Deparra, quien había admirado a su señora desde su posición y esperaba que siempre la siguiera a todas partes, se encontraban allí ya que habían desaparecido durante la reyerta. Azonia ni siquiera sabía si ambas habían sobrevivido o no, y lo único que podía hacer era especular por su destino; por supuesto de la única que sabía qué había pasado era de Yaita, ya que había muerto delante de ella, acribillada como una traidora por un escuadrón de Jiabaos. Azonia tenía que hacerse a la idea de que todas ellas ahora formaban parte de su pasado y que, salvo que ocurriese una gran casualidad, ya nunca más las vería.
Las caras que ahora la rodeaban mostraban el mismo temor y desamparo que ella había tenido, además de una profunda sensación de asco por estar rodeadas de hombres por todas partes; sus uniformes iban desde el reglamentario frac color lila ribeteado en rojo o en dorado, a los ajustado mallots del mismo color rodeados de arneses de cerámica que servían para anclarlas a los Quadrunn Rau. Pero ninguna correspondiera a un rango realmente alto, y sus rostros llenos de congoja hablaban por si mismos.
Azonia Laplamiz supo que aquellas mujeres desamparadas eran lo único que sabía a ciencia cierta que quedaba de sus Quadronno y que buscaban en ella una luz que las guiase dentro de aquella demencial situación.
Había una en particular, que sin embargo, parecía destacar sobre el resto. Era una joven de pocos años de edad, tal vez 3 ó 4, pero que indudablemente debía ser brillante para formar parte de los Quadronnos con tan poco tiempo de vida; físicamente era más alta que una Meltran común y su rostro era redondeado, con ojos grandes y cortos cabellos color rubio oscuro, que en líneas generales la identificaban como una Hesh.
-Lady Azonia Laplamiz…- comenzó a decir al poco de que todas las Meltrandi del Queadol se reunieran en una destartalada sala lejos de las habitaciones y corredores por donde pululaban los Zentrandi, -Mi nombre es Kyatta Hesh, y son teniente de segunda del escuadrón Orbio de los Quadronno bajo el mando de la capitana Deparra.- se presentó manteniendo su postura marcial y su saludo con el puño apoyado sobre el pecho.- Dado mi rango y mi posición, he sido elegida por todas las Meltrandi que aquí nos encontramos para ocupar el lugar que me corresponde y actuar como vocal hacia usted.-
Azonia clavó sus ojos oscuros en la joven, quien a pesar de toda su marcialidad no podía ocultar la palidez de su rostro, pero en ellos pudo ver la misma resolución que Kazianna tenía, y supo que realmente esa joven a todas luces también era una Hesh. Tal vez acabase de encontrar a su nueva primer oficial.
-Descansad.- ordenó Azonia levantando levemente una mano, y rápidamente las Meltrandi se relajaron, aunque no dejaron de mantener una postura marcial.
Azonia supo que tendría que dar un buen discurso para tranquilizar a ese pequeño grupo de mujeres perdidas.
- Me alegro de ver que todas vosotras habéis conseguido salvaros después de todo lo acontecido, y que hayáis sido capaces de manteneros en vuestros puestos y luchar tal y como se espera de unas Quadronno como vosotras. Mis más sinceras felicitaciones.- eso hizo que las Meltrandi sonrieran, aliviadas de ver que su sufrimiento era considerado como valentía por su líder,- Por ello cuento con vosotras para nuestro futuro. Ahora mismo todas nosotras necesitaremos de nuestras mejores habilidades como cuerpo de elite Zentraedi para poder sobrevivir a la batalla que tenemos por delante.- hizo una pausa para ver cuál era la reacción de sus subordinadas, quienes parecían más seguras al ser habladas en esos familiares términos bélicos.- Creo que nosotras seremos capaces de sobre llevar esta situación y poder lograr un futuro digno de nosotras.-
-Perdone mi intromisión, mi señora.- la interrumpió la joven llamada Kyatta, -Creo que hablo en nombre de todas cuando digo que nos alegramos de oír que usted confía en nosotras de esa forma, y que está orgullosa de nosotras… Pero creo que debería informarnos sobre qué vamos a hacer ahora que estamos aquí.-
-Es cierto, Lady Azonia.- exclamó otra, una Quadronno vestida con su mallot y largo pelo castaño de aspecto lacio.- Además, estamos rodeadas de… Zentrandi. Supongo que se imaginará que esa es una situación totalmente inusual e incómoda.-
Azonia asintió a sus comentarios, y el gesto de su rostro parecía revelar que estaba de acuerdo con las opiniones que sus Quadronno le estaban mostrando.
-Sí, debo admitir que es incómoda para todas nosotras, -afirmó con empatía, - Pero ahora mismo ese es el menor de nuestros problemas… Así que debemos asumir que a partir de ahora, y hasta que la situación cambie, nosotras las Meltrandi deberemos dejar a un lado nuestros sentimientos personales… y… acostumbrarnos a la presencia de los Zentrandi. Queramos o no, dependemos de ellos.-
-¿Dependemos?- objetó Kyatta, -Nosotras somos una elite. ¡No deberíamos tener que rendirles ninguna clase de pleitesía a los… hombres!-
-En circunstancias normales, desde luego que no- afirmó Azonia cerrando los ojos, -Pero ahora no estamos en circunstancias normales y no podemos hacer otra cosa porque nos encontramos en su nave. Por ahora este es el único lugar donde podemos estar.-
-Lady Azonia, señora…- irrumpió una tercera Meltrandi,- Entiendo que si estamos aquí, por el momento tengamos que aceptarlos… Pero, ¿y después?, ¿qué vamos a hacer mientras tanto?-
-¿Cuáles son sus órdenes?- preguntó la del pelo lacio.
-El objetivo es reorganizarnos y conseguir la suficiente fuerza como para hacernos con el control de la situación.- explicó Azonia en tono grave, -Y luego, volver a Fantoma, nuestro hogar.-
Hubo una serie de intercambio de miradas entre las Meltrandi, aunque ninguna de ellas parecía atreverse a cuestionar algo… o más bien, objetar algo en esos planes. Solo Kyatta parecía haberse dado cuenta de algo más.
-Estoy…. Estamos de acuerdo con sus planes, mi señora.- explicó, -Ninguna de nosotras quiere quedarse aquí… Pero si estamos en una nave Zentran, ahora mismo dependemos de su comandante, y… y todas sabemos la clase de oficial que es Khyron.-
Azonia pudo percibir que la tal Kyatta se había reservado algún calificativo malsonante a la hora de referirse a Khyron, pero Azonia no tenía miedo de hablar abiertamente.
-Sí, lo sé. Ese Comandante es irrespetuoso y de poco fiar… Pero, -Azonia esbozó una sonrisa retorcida, -Yo me encargaré de él. Os lo garantizo.-
La afirmación de Azonia fue recibida con sonrisas de alivio por parte de las Meltrandi. Su líder encontraría la forma de hacerse con el control de la situación.
De esa forma, Azonia Laplamiz empezó a poner en práctica su plan.
***
Al principio Azonia no sabía qué hacer exactamente, pero tenía claro que no deseaba que Khyron la usara, o lo que fuera que tuviese en mente para con ella en algún plan de su inestable personalidad; así que se dedicó a observar su alrededor desde un segundo plano, pero siempre atenta a lo que ocurría. Fue entonces cuando empezó a descubrir cómo funcionaban las cosas bajo el mando de Quamzin Kravshera.
Resultaba curioso como alguien que tenía una fama tal que los propios Zentraedi le llamaban “el Traidor”, y que no dudase en disparar sobre sus compañeros cuando lo considerara oportuno para conseguir una victoria, o bien ser juez y ejecutor con demasiada libertad…. fuese obedecido por sus tropas con semejante lealtad y que parecieran seguir a su señor a todas partes. Ese era un punto que Azonia encontraba intrigante… ¿Cómo alguien tan potencialmente peligroso como Khyron podía comandar sobre sus tropas de semejante forma? ¿Por qué le eran tan fieles? ¿Acaso solo el miedo al líder Bottoru le mantenía en el poder? ¿Eran el miedo y la fama lo que le hacía mantenerse en el poder de semejante forma? No tenía mucho sentido: las Meltrandi eran más comedidas y mucho más disciplinadas, pero los Zentrandi no demostraban ser así, y más particularmente en el caso de Khyron. Ninguno de esos argumentos a favor de la autoridad de Khyron impedía que un grupo de Bottorus más descontento que la media atacase a su señor y diera buena cuenta de él usando las mismas estrategias que él parecía usar con sus hombres.
Entonces Azonia descubrió que Khyron no era tonto en absoluto…
El líder del 7º Batallón Bottoru mantenía el orden entre sus filas con algo que los líderes Micronianos habían practicado durante siglos con el mismo fin sin que ningún Zentraedi lo supiera: “Pan y Circo”, la más efectiva y duradera forma de mantenerse en el poder.
Khyron era un personaje con tremendos contrastes en su personalidad: podía disparar sobre sus tropas durante los asaltos, podía dar órdenes contradictorias sobre lo que se le había ordenado… pero aún así, sus hombres le seguían, no solo por miedo, sino por pura lealtad y confianza en su líder. Y eso era porque, si bien el actuaba de esa forma, sabía que si se sobrepasaba “demasiado” y no daba nada a cambio, cualquier día se podía despertar con un puñal adornando su espalda como si del mástil de un velero se tratara, o bien acribillado por uno de sus queridos Graugs en medio de un pasillo. Por supuesto ese Kravshera no iba a cometer la imprudencia de que eso pasara y arriesgarse a morir a manos de sus descontentas tropas; él sabía muy bien que debía dar buenas razones a sus hombres para que él mismo fuera alguien popular entre sus tropas, estos le fueran fieles y no se amotinaran en su contra por sus tácticas. Azonia vio que la forma que tenía Khyron de mantenerse en el poder no era solo por una cuestión de rangos, sino el susodicho “Pan y Circo”.
En primer lugar, Khyron solía combatir siempre codo con codo con sus hombres; al contrario que otros líderes Zentraedi del mismo rango o al mando de Queadols Magdomilla, Azonia incluida, él solía acompañar a sus tropas y luchar como uno más de ellos en lugar de permanecer a salvo en el puente de mando limitándose a dirigir la operación, lo que le daba popularidad entre sus hombres al compartir sus mismos riesgos y peligros ya que literalmente luchaba codo con codo junto a ellos. Además de eso, Khyron era muy liberal en cuanto a disciplina y formas dentro de su batallón, dando gran libertad de acción y esparcimiento a sus hombres mientras que estos le obedecieran y le fueran leales; entre otras cosas Khyron solía proveer a sus tropas de alimentos naturales como recompensa de trabajos bien hechos en lugar de los compuestos sintéticos que las tropas Zentraedi solían consumir… Laplamiz no tenía idea de dónde los conseguía, pero en su nave había un buen abastecimiento de comida y bebida no estandarizada, y eventualmente ella pudo comprobar que resultaba mucho más agradable de consumir que el acostumbrado rancho sintético, aunque las primeras veces que comiera productos naturales sus digestiones fueran tremendamente pesadas por no tener el estómago acostumbrada a ellas.
Finalmente, y entre otras cosas, Khyron proporcionaba a sus tropas múltiples entretenimiento, de carácter bélico obviamente, durante los periodos de inactividad en que los Bottoru no estuviesen envueltos en ninguna misión, así que la rígida jerarquía y ambiente social dentro de los cruceros de los Bottoru era considerablemente más animada e interesante que en una nave convencional de otros escuadrones, donde salvo por el fragor de las batallas en las que participaban, no había ninguna clase de aliciente personal ni entretenimiento que disfrutar. Para un Microniano esos factores resultarían una pobre copia de la cultura Microniana, pero para los Zentraedi entrar a servir bajo el mando de Khyron, lo primero que hacía era que se quedaran asombrados al comprobar cómo se vivía bajo su mando disfrutando de tantas libertades, y más tarde, una vez integrados en esa organización, producía bastantes satisfacciones, y no era una vida aburrida en absoluto. A cambio de todo aquello, el líder Bottoru exigía la total fidelidad de sus hombres, quienes animados por las recompensas de su líder, siempre le seguían.
En pocas palabras: Khyron Kravshera sabía cómo hacerse popular entre sus tropas, lo que no dejaba de resultar irónico para que luego ellos se vieran traicionados por él.
¿Qué importaba que tu líder te diera órdenes estúpidas y sin sentido, o incluso que te atacara, cuando uno tenía el estomago bien lleno de comida y le aguardaba una buena juerga al final del combate donde podías morir de todas formas? Esas eran razones más que suficientes para la simple vida de un Zentraedi que a lo único que podía aspirar es a un puñado de gloria.
Y esa también era una de las razones por las que los Bottoru no habían sufrido tantas deserciones en masa como en la flota de Breetai, cuyos oficiales se sintieron rápidamente abrumados por las libertades de la sociedad Microniana. Sencillamente unos ya las conocían, mientras que los otros no.
Al tiempo que descubría estos hechos, Azonia empezó a comprender las sutilezas y profundos contrastes de la mentalidad de Khyron, quien en muchos aspectos, tenía trazas de comportamiento y actitudes muy similares a los que había tenido la propia Mirilla. Pero había ciertas diferencias también de peso… Cada vez que le iba conociendo mejor, Azonia veía más claro que lo que Khyron deseaba, tal vez a un nivel del que ni siquiera era consciente, era ser “distinto”. Khyron no se conformaba con ser un líder de batallón más como el resto de los Kravshera, quería ser alguien no ya como militar sino como… persona. Por ello él y sus tropas no solían consumir como norma los compuestos sintéticos reglamentarios, sino sustancias naturales; por eso mismo solía hacer apuestas y juegos con sus más cercanos soldados, o parecía verle un lado cómico a situaciones que cualquier otro Zentraedi habría visto como ridículamente absurdas o carentes de importancia… y sobre todo, por eso también desobedecía órdenes directas.
Khyron buscaba su independencia por encima de todo, y en torno a esa premisa giraba toda su vida.
Azonia supo entonces que la razón por la que nunca había podido hacerse con el control de Quamzin Kravshera era precisamente esa: ella había estado intentando poner límites, los mismos por los que ella se había regido siempre, a alguien que no deseaba tener límites sino experimentar todo lo que pudiera desde su posición como comandante, o las que eventualmente vinieran detrás. Así nunca conseguiría convencerle, sino todo lo contrario, hacer que se volviera más en su contra… Que era precisamente lo que había ocurrido durante todo este tiempo.
Si Azonia quería conseguir el favor de Khyron para poder hacerse con el poder sobre las tropas fieles, debía usar una táctica muy distinta a la de dar órdenes directas, sino algo más sutil pero efectivo: darle coba.
No obstante también había un tercer elemento en discordia a tener en cuenta: el primer oficial (que no consejero) de Khyron, Egrell, por quien Khyron parecía sentir genuino afecto, o al menos valoraba profundamente su profesionalidad y compañía. Que Khyron considerase a Grell un amigo o no, no era algo que incumbiese a la líder Meltran, pero sí el hecho de que Khyron valorase la opinión de Grell y le confiara el éxito de sus misiones más que a ningún otro. Si Azonia quería conseguir controlar a Khyron de la forma que tenía prevista, debía conseguir lo mismo que Grell, que él valorase la suya propia… por encima de la de ningún otro. Y eso significaba que las opiniones del primer oficial de Khyron debían contar menos que las de Azonia.
A la regia mujer no le agradaban mucho esa clase de manipulaciones, impropias de los Zentraedi, pero el orgullo y la supervivencia la podían, y además no estaba dispuesta a que el primer oficial –que no comandante- de un batallón de tantos diera órdenes sobre ella, la comandante de un cuerpo de elite. Así que parte de su plan se desarrolló en la línea de conseguir que Khyron la escuchara a ella más que a Grell, y por extensión que a cualquier otro. Y hacer que la opinión de Grell no contase tanto como antes a ojos de Khyron, tampoco resultó tan difícil como pareció en un principio, ya que el Zentran de duros rasgos no era tan avispado como el propio Khyron, y además cometió peligrosos errores que Khyron achacaba a que su primer oficial no había sido capaz de encajar totalmente la situación en la que ahora estaban metidos.
Habiendo descubierto todo esto, Azonia lo puso en práctica, y poco a poco, durante los meses siguientes se fue ganando la confianza de Khyron de la forma que tenia planeada.
Pero le ocurrió algo más…
A medida que pasaban los meses, Azonia empezó a darse cuenta que algo estaba cambiando en los Zentraedi supervivientes, y especialmente con ella. No sabía qué era, si se trataba de ese planeta desolado por el ataque de Dolza; si era por la contaminación cultural de los Micronianos, el agua que bebían, la comida natural… o incluso la Luna de aquel planeta; pero ella supo que algo estaba cambiando.
Para empezar estaba los propios los Zentrandi, a quienes ella siempre había considerado como unos seres aparte con los que no se podía interactuar más allá de lo necesario. Los Zentrandi, o Zentraedi masculinos eran diferentes pero iguales al mismo tiempo que las Meltrandi o mujeres; ellos no parecían tan disciplinados o efectivos como las Meltrandi en general y las Quadronno en particular: tenían muy variadas envergaduras, resultaban toscos en sus ademanes, y parecía que valoraban más la “cantidad” que la “calidad”; pero además de eso, eran realmente eclécticos en su aspecto, con cabellos y tonos de piel de lo más variado, desde el azul celeste (como Breetai), pasando por el lavanda (como el propio Khyron), y todas las gamas de rosa pálido y moreno que hubiese, menos los tonos amarillentos…. En contraste con las Meltrandi que siempre tenían un tono de piel de la gama rosada en sus diferentes estados. Lo mismo ocurría con los cabellos, siendo el negro y castaño bastante habitual, pero que también se daban los azules, violáceos y otros tonos similares, aunque esa circunstancia también se daba entre las Meltrandi.
En cualquier caso, Azonia acabó por acostumbrarse a estar rodeada de esos seres toscos y variopintos; eventualmente ya no le resultaron tan “repugnantes”, sino algo normal, especialmente en el caso particular de Khyron, con quien le gustase o no, se veía a interactuar más que con cualquier otro Zentran. De forma proporcional, también empezó a ser más consciente de su condición de Meltran, como mujer, de una forma que hasta entonces nunca antes de había percatado de serlo; y por eso mismo, teniendo la posibilidad de cambiarse su uniforme sin ahora las dos mangas por uno de los uniformes de color caqui de los Bottoru, prefirió quedarse con el suyo de mujer, que además guardaba su rango superior al ser de un vistoso color rojo carmesí.
Pero lo más que la desconcertó de todos esos cambios fue el hecho de que su cuerpo empezara a sangrar…
En efecto, al cabo de un tiempo tras haber aterrizado en ese mundo, Azonia pudo ver que una vez cada 28 días más o menos, coincidiendo con los ciclos lunares del planeta, su cuerpo sangraba durante unos días sin que ella supiera por qué. Era algo que nunca antes le había ocurrido, y que por mas test médicos que se hiciera con el limitado equipo de la nave, no veía que tuviese ninguna herida o parásito que lo ocasionara. Azonia estaba empezando a asustarse, aunque realmente no viera que eso afectara a su condición física ni mental.
Finalmente, para su pobre alivio, descubrió que no era la única cuando otra de las pocas Meltrandi que se habían salvado, requirió su presencia de improviso en un pasillo del Queadol. Era la joven Meltran, de la corta melenita rubia oscura que había dicho llamarse Kyatta Hesh, y que eventualmente acabó convirtiéndose en su primera oficial para comandar la apenas veintena de mujeres que eran allí. Kyatta había demostrado ser disciplinada, eficiente y capaz, muy de acuerdo con lo que se esperaba de ella; pero a ojos de Azonia, también era muy reservada, y el trato entre ambas nunca fue tras estrecho como el que Azonia tuvo con Kazianna o Mirilla.
Cuando se la encontró, iba vestida con el acostumbrado uniforme femenino de color malva y su expresión era de preocupación, algo extraño en alguien que pretendía ser tan disciplinada.
-Lady Azonia, requerimos su presencia. - la llamó con educación pero tono urgente en medio del pasillo, - Debemos informarla que las Meltrandi estamos sufriendo una enfermedad no identificada.-
-¿Cómo?- exclamó ella sin saber aún de que se trataba, y sorprendida por la forma de dirigirse a ella.
La Meltran de corto cabello oscuro que la había llamado, la condujo a una sala apartada del resto de los Bottoru, en la sección donde habían ido a alojarse. Allí se encontraba el puñado superviviente de Meltrandi que se habían salvado junto con ella; pese al entrenamiento militar, todas tenían expresiones nerviosas en sus rostros muy similares a las de su primera reunión, unas que casi eran de miedo. Pero como solía ocurrir, la presencia de Azonia pareció calmarlas.
-Señora Lap Lamiz, - comenzó a decir una de ellas, -Debemos informarla de que todas las Meltrandi, sin excepción, estamos siendo víctimas de una rara enfermedad.-
-Si, eso es lo que he oído… ¿De qué se trata?-
-En realidad no sabemos si es una enfermedad o un desajuste en nuestros cuerpos por vivir en el planeta Microniano,- intervino otra aparentando calma, - Pero verá, Lady Lap Lamiz, a todas nosotras… nos sangra el cuerpo con el ciclo lunar.-
Azonia abrió los ojos con asombro y se quedó mirándolas con estupor.
-¿Os sangra… por vuestra condición de Meltrandi?- preguntó adivinando de qué se trataba.
-Exactamente, - contestó Kyatta. –Durante unos días, y luego nada. Este ciclo se repite cada 28 días más o menos, lo mismo que la Luna Microniana… Es por eso que pensamos que ese satélite tendría algo que ver.-
Azonia suspiró pesadamente y cruzó los brazos.
-Sí, sé de lo que habláis. A mi también me está ocurriendo.- confesó en voz baja, -He estado haciendo averiguaciones sobre esta… enfermedad conmigo misma, y no he encontrado ninguna causa vírica. En este planeta no hay ninguna criatura que pueda afectar a nuestro sistema inmunológico… Al menos con las muestras que he encontrado.- alzó la mirada, -Así que solo cabe pensar que se trata de algo ambiental.-
-Pero este planeta es apto para la vida y las condiciones ambientales son buenas. ¿Por qué afectaría a nuestros cuerpos de esa forma?- preguntó la segunda que había intervenido.
-¿Sabe si le ocurre lo mismo a los Zentrandi?, ¿o a los Micronianos?- preguntó una tercera.
Azonia arqueó una ceja,
-Creo que eso es algo que difícilmente sabremos…- contestó ella, insegura. – Pero puede que sea la suma de varios factores. Por lo pronto, no he observado que en si mismo sea malo, pero haré lo posible por averiguar de qué se trata y ponerle remedio.- anunció.
Las Meltrandi asintieron satisfechas. Siempre habían confiado en su señora y esta no las había defraudado.
Y en eso quedó el problema. Azonia no tuvo oportunidad de descubrirlo realmente hasta varios meses más tarde.
***
El hecho de descubrir que sangraba durante un ciclo de varios días, fue un punto de inflexión importante en la vida de Azonia, aunque eso no empezara a ocurrir hasta meses después de su accidentado aterrizaje a bordo del Queadol. Muchos aspectos de su personalidad empezaron a cambiar en ella desde que se viese forzada a vivir rodeada de Zentrandi en un planeta hostil dominado por los Micronianos, pero esa fue muy relevante: sintió que dentro de ella se había despertado “algo” que siempre había estado allí sin que lo supiera, y de alguna manera eso también estaba ocasionándole algo más.
Había empezado a ver a Khyron de una forma bastante distinta…
No sabría decir exactamente qué le ocurría y cuándo empezó a hacerlo, pero sí que a cada día que le pasaba, más le gustaba estar en su compañía y hablar con él, sin que ninguna de las razones iniciales que ella había tenido para relacionarse con él, tuviesen que ver. A sus ojos, Khyron había dejado de ser el líder Zentran que tanto la había sacado de sus casillas y con quien tanto discutía en el pasado, para ser un Zentran realmente… interesante. La acosada personalidad de Khyron, más clara y definida que la del resto de los Zentran que ella había conocido, e incluso que otros Kravshera como Keger o Khron, siempre le había resultado intrigante, pero ahora la encontraba fascinante; y por eso mismo disfrutaba de su compañía. Por eso, y por aquello que estaba despertando en ella.
Azonia se sentía desconcertada por estos hechos, no sabía qué le ocurría, pero sí que quería su compañía, e incluso con el paso del tiempo esa sensación fue a más y acabó por querer buscar el contacto físico con él, por algo que iba mucho más allá de utilizar su influencia sobre el líder Bottoru para querer hacerse con el control de los Zentraedi que aún quedaban fieles. Y el propio Quamzin Kravshera parecía tolerar de buen grado esa faceta de su comportamiento; sin ser consciente de ello, Azonia empezó a aprender a flirtear, y a él parecía gustarle aquella nueva práctica que ella parecía estar desarrollando con el paso de los años.
Poco a poco y sin darse cuenta, Azonia se estaba convirtiendo en mujer. Pero eso no quiso decir que recorrer ese camino fuera fácil para ninguno.
Un camino que tendría muchas consecuencias para todos ellos, para ella en particular.
***
Nota: Caribúes: el caribú es el reno americano, ligeramente más grande que su pariente europeo y de colores más contrastados. Al contrario que el reno europeo, este es salvaje.
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