Fanfic Name / Nombre del Fanfic: Robotech: La Luz de la Espada

Chapter / Capitulo: 2

Author / Autor: Strato Nayar

Rating / Clasificacion: AP (All People = Todo espectador)

Action / Accion

Adventure / Aventura

Alternate Universe / Universo Alterno

Fanfic: Potencia de Fuego 
 
Otro espacio. Otro tiempo. La Robotech Expeditionare Force se embarcó rumbo a Tirol, el planeta natal de los maestros de la Robotecnia, para negociar la paz con ellos. Sin embargo, habían ido a dar a un lugar inimaginable, totalmente desconocido a ellos, y sin embargo, extrañamente familiar, pues encontraron “lo de siempre”: una batalla espacial. 
Asistían como meros espectadores, monitoreando y descifrando las transmisiones de los bandos en liza. Una poderosa maquinaria de guerra imperial (Instintivamente se le llamó así) que sufría el asalto de una guerrilla sorprendentemente bien entrenada, bien equipada y totalmente resuelta. Sin embargo, al darse cuenta de que el imperio poseía un arma capaz de desintegrar un planeta y ordenaba implacablemente su uso, no pudieron permanecer impasibles. 
Los zentraedi fueron los más afectados, y cuando éstos se repusieron de la ola de estupor que generó en ellos la orden de destruir la cuarta luna, casi todos los tripulantes de todas las naves se miraron entre ellos. Probablemente nunca un consenso sobre una operación militar fue tan rápido ni tan unánime. 
Inmediatamente fue abierto un canal de comunicaciones con las ala X más cercanas, así como con el elipsoide de chatarra. Todas las naves asomaron su artillería y apuntaron, mientras los cazas variables y los battlepods zentraedis eran encendidos para despliegue inmediato. Rick corrió al hangar del escuadrón Skull. 
Lisa Hayes ordenó contactar por láser a la chatarra volante y al ala X que había disparado, mientras buscaban otro canal para contactar a la base rebelde: 
-“Aquí almirante Lisa Hayes de la Fuerza Expedicionaria Robotech, contactando a la flota rebelde. ¿Me escuchan?” 
-“Aquí Han Solo, capitán del Halcón Millenium. ¿Quiénes son ustedes, refuerzos del imperio?.” 
En eso Luke los interrumpió:  
-“¡En un minuto más van a desintegrar el planeta. Hay que evacuar!” 
Pero Lisa les dijo:  
-“No será necesario. Ordene a todas las naves que tiene en el espacio que se dirijan a nuestra flota despejando la línea de tiro” 
-“¿¡Que es lo que pretenden!?” 
Pero ya todos los ala X y ala Y se estaban alejando de la estación de combate, así como el Halcón Millenium, por lo que Luke decidió hacerles caso. En el CIT del SDF-3 se veían unos cruceros con una característica forma de punta de flecha desplegándose desde la estación de combate imperial. Tenían un vago parecido con las naves de la REF, diseñadas originalmente por los maestros de la robotecnia para las Meltran. 
Sin embargo, estas naves eran de color gris, y de todos modos no llegarían muy lejos. 
En todas las naves, tanto zentraedis como micronianas, se desplego la artillería cubriendo toda el área de la estación de combate. Lisa ordenó el despliegue de la nave de combate de la Megaroad, y esta empezó a cargar energía en sus cañones reflex. Un instante después del breve pero masivo bombardeo (Años después, Luke describió el disparo de la SDF-3 como “un sable láser de dimensiones colosales”) la estación de combate quedó con varios agujeros en el medio, a través de los cuales se veían las estrellas al otro lado. Después empezó a derrumbarse lentamente sobre sí misma, en una nube de fuego y humo. Finalmente, un cegador fogonazo impidió que pudieran mirar la explosión final.  
 
 
II 
 
Mientras toda la flota de la REF avanzaba lentamente hacia Yavin 4, en los hangares del Megaroad 01 habían aterrizado las ala X sobrevivientes, así como el elipsoide de chatarra. Rodeándolos a cierta distancia se encontraba personal de la REF, con Rick Hunter a la cabeza. Todos tenían sus rifles preparados y contenían la respiración, esperando encontrarse con quizás que horrores visuales. Después de todo, no había razón para que la vida en otras partes del universo fuese igual a la que ellos conocían. 
Entonces desde el elipsoide de chatarra al que llamaban Halcón Millenium descendió una rampa. Rick le hizo una seña a Johnathan Wolf para que este se acercara con su grupo, que incluía a Jack Baker. También se acercó el doctor Lang. Todos exhalaron un suspiro de asombro, pues lo que vieron superaba todo lo imaginable. 
El que descendía era un ser tan absolutamente humano que hasta podía parecer un nativo de Kansas, en la Tierra. A Rick le recordó un arqueólogo de una película del siglo XX, que vivía fantásticas aventuras con aire absolutamente desenvuelto. Éste bajo con el mismo aire y una media sonrisa. 
-“Soy Han Sólo, capitán del Halcón Millenium. ¿Me podrían aclarar quienes son ustedes? Jamás oí hablar de una “fuerza expedicionaria robotech”” 
Rick Hunter, que era el oficial de mayor rango presente en el hangar se adelantó, cuando escuchó nuevamente un rarísimo rugido que lo sobresaltó. Detrás del aventurero venía una extraña creatura de más de dos metros de altura, peluda y con unas bandoleras. Rick y Wolf, asustados y temerosos, no pudieron determinar si era un animal o un ser racional. 
-“No se preocupen. Este es Chewbacca, mi primer oficial. Yo respondo por él.” 
-“Bien, partiré informándoles que somos una armada espacial que viene de una galaxia distante y hemos llegado aquí sólo por accidente. Estamos completamente extraviados.” 
-“Si es así ¿Por qué intervinieron en la batalla? No es que nos moleste, pero...” 
-“La misma pregunta podría hacerte yo a ti, Han...” 
La voz venía de alguien completamente humano, cuyo corte de pelo a lo príncipe valiente contrastaba extrañamente con su traje de piloto. Tras él anadeó una máquina cilíndrica de poco más de un metro que emitió unos pitidos extrañamente modulados. 
-“No te preocupes R2, no nos harán daño.” 
Cuando éste se acercó, Han Solo señaló en su dirección. 
-“Si quieren saber más, hablen con ese chico. Él es el héroe del día.” 
-“¿Cuál es tu nombre, muchacho?” 
-“Soy Luke Skywalker, de la Alianza Rebelde. ¿Qué les hizo ayudarnos?” 
-“De dónde venimos también ha habido guerras e imperios, y conocemos el dolor de la destrucción y la muerte. Algunos de nuestros compañeros en otros tiempos fueron enemigos. En ocasiones recibieron órdenes semejantes. Estaban totalmente desprovistos de cultura y ahora que la conocen, darían lo que fuera por redimirse de tamaña crueldad. Alguien dispuesto a hacer estallar un planeta entero para acabar con sus enemigos...” 
Rick Hunter se sentía extraño. Los miró con un torvo brillo en sus ojos, como si algo dentro de él se sintiera muy viejo. Terminó la frase sólo con un suspiro. 
Luke Skywalker sintió algo parecido. Una rara empatía, como si algo (¿la Fuerza?) le dijera que podía confiar en ellos. Rick, sintiendo que el diálogo se volvía un tanto forzado, se adelantó a estrechar la mano de Luke Skywalker, sintiendo que ese, ése era el auténtico gesto, el más adecuado. 
 
 
III 
 
 
Un planeta cubierto totalmente por una ciudad. De lejos tenía un brillo opalescente, cual piedra preciosa y de ese hecho derivaba su nombre, Coruscant. En torno al planeta trazaban sus trayectorias de despegue o aterrizaje distintas naves, en un número mucho menor que hace veinte años. De pronto, de la nada apareció una nave muy pequeña, una unidad de combate conocida como TIE fighter. En realidad este ejemplar era un prototipo, pues el modelo original no había sido concebido para saltar al hiperespacio.  
Su piloto, cubierto totalmente por un traje y una máscara negros, movió con lentitud los mandos y en uno de los monitores del caza se proyectó la imagen de dos kaminianos dando inicio a las “Noticias Imperiales”. La meliflua voz de la kaminiana Cilia Sirran anunciaba: “Concluyó exitosamente la primera prueba real de la “Plataforma de Defensa Estratégica de Escala Planetaria”. Después de la certificación operacional fue trasladada a una base rebelde en Yavin 4, donde según los últimos reportes, se libran duros combates.” 
Vader apagó el monitor. Su respiración, controlada por un respirador mecánico de su traje, no cambió su ritmo, pero sintió algo de desaliento y preocupación, como si de la nada, apareciera frente a él un muro. Por primera vez en décadas, Darth Vader, oscuro Señor del Sith, se sentía enfrentado a algo que podía sobrepasarlo. La aparición de la flota alienígena, y su repentino impulso de destruir la “Estrella de la Muerte”, como se conocía popularmente a la estación, era algo tan impensado, que ni siquiera La Fuerza le ayudaba a verlo con claridad. Percibió una fluctuación en ésta poco antes, cuando iba a la cacería de unos pilotos rebeldes, que en realidad fracasaron en su ataque.  
Sin embargo, apenas podía derivar alivio de ese fracaso, ya que cuando apareció la flota desconocida, los imperiales también fracasaron en la ulterior defensa de la estación. 
Se desplazó lentamente por la atmósfera, llegando al sector donde avanzaba la tarde. Era parte de los complejos militares e industriales del imperio, y los pocos vehículos que estaban en su trayectoria, se apartaban de esta antes de siquiera recibir una advertencia.  
Tras pasar entre densas columnas de humo, el TIE experimental aterrizó (pues a este modelo también se le adicionaron “patas”) entrando por una puerta muy alta y ovalada, con un hermoso blasón grabado en el centro. De este salió su piloto, mostrando plenamente su tenebrosa figura humanoide, de más de dos metros de estatura. Cubierto por una capa y una máscara, todo en el era negro, como su misma consciencia y su ideario. Marchó lentamente, como si quisiera sincronizar sus pasos con su respiración mecánica. Fue recibido por otro hombre, cubierto por una túnica y una capucha también negras.  
-“Lo siento maestro, le traigo trágicas noticias.” 
-“Lo sé amigo mío. Ya fui enterado de la destrucción de la Estación de Defensa Estratégica.” 
-“Los rebeldes trajeron refuerzos de una magnitud impensada—se arrodilló detrás de su amo—si he de pagar por mi fracaso...” 
-“No amigo mío, no fue un fracaso tuyo; fue un accidente.” 
-“Y percibí algo más. En uno de los pilotos rebeldes la fuerza era muy intensa.” 
-“¿De verdad? Eso también podría representar un peligro. Un peligro aún mayor.” 
Darth Siduos caminó lenta y deliberadamente por la estancia, como si ponderara todos los factores, mientras su aprendiz Darth Vader continuaba su genuflexión. 
-“No te preocupes. De todos modos los rebeldes quizás harían mal en confiar en ellos.” 
-“Nosotros deberíamos ser extremadamente cuidadosos también.” 
-“¿Por su poder de fuego? No olvides que ningún milagro de la técnica se compara al dominio de la Fuerza. Ésta incluso nos puede guiar para convertir a algunos de esos enemigos en nuestros aliados.” 
-“¿Cómo saberlo, maestro?” 
-“Enviaré a uno de mis agentes, otra de mis aprendices.” 
Darth Vader sintió extrañeza. Nunca le había dado mayor importancia al hecho de que el emperador tuviera otros aprendices o agentes de confianza, pero ahora recordó el destino de Darth Tyranus —el conde Dooku—y sintió una honda inquietud. 
 
 
IV 
 
“La antigua república era legendaria. No era necesario darle un nombre o decir donde estaba. Bastaba con decir que era..., La República. 
Durante años, todas las sociedades civilizadas de la galaxia estaban organizadas en “la República”, cuya grandeza y prosperidad acogía a casi todos los mundos conocidos, floreciendo bajo el sabio gobierno del senado y la protección de los caballeros Jedi.”  
Quién hablaba así era la princesa Leia Organa, del recién destruido Alderaan. Con su voz llenaba la sala de conferencias del SDF-3, y en su relato, simple y sin embargo majestuoso no se advertía la amargura o el resentimiento que se esperaría de alguien cuyo mundo fue tan brutalmente destruído. Más bien, sonaba como una gloriosa leyenda, como un relato épico de la mitología clásica, lo que hizo que algunos sonrieran. Exedore y Lang la escuchaban atentamente. 
“Pero el orgullo y la ambición de poder apareció en seres perversos, llenos de codicia. Uno de ellos, un ambicioso senador llamado Palpatine, con astutas promesas e insidiosa propaganda logró hacerse nombrar canciller. Fue el principio del fin. Mediante la traición y el engaño maniobró, hasta que al fin se hizo nombrar emperador. Cuando los caballeros Jedi, últimos defensores de la libertad y la justicia, por fin se dieron cuenta, ya era tarde. Casi todos murieron o se desbandaron. 
Algunos se rebelaron contra este nuevo orden, esta esclavitud y emprendieron esta desesperada batalla. No había ninguna posibilidad de restaurar la libertad...hasta ahora.” 
Otros representantes de la alianza rebelde asentían en silencio a sus palabras. No dejaban de mirar los uniformes de la REF, que a ellos les recordaban demasiado a los del imperio. Y la impresión de ver cientos, no, miles de naves hacia ellos era difícil de asimilar. Cierto es que habían pulverizado a la estrella de la muerte con la misma facilidad con que esta había pulverizado a Alderaan. Pero no conocían sus ulteriores intenciones. 
En el techo de la sala de conferencias del SDF-3 se proyectaba un mapa de la Galaxia a donde tan inesperadamente fueron a parar. A un lado Leia, Jan Dodona y Borsk Feyl’lya, entre otros formaban la delegación de la Alianza Rebelde a bordo. Al otro lado se encontraban Lisa Hayes, Exedore Formo, Emil Lang y otros. En la pantalla principal del Centro de Información Táctica también había una copia del mapa, a la vista de Rick Hunter, Luke Skywaker, Han Solo, T.R. Edwards, Wedge Antilles y los Sterling. La primera en romper el silencio fue Justine Huxley: 
-“El concilio plenipotenciario se ha reunido para deliberar sobre la propuesta de apoyo a la alianza rebelde de esta galaxia, a fin de que puedan liberar el espacio de la tiranía de este emperador. Se ha sometido a votación y el apoyo fue unánime.” 
En la mesa aplaudieron todos, mientras que en el CIT se escuchó una gran ovación, tan estruendosa que nadie se percató de los que no la apoyaban. Entonces Lisa tomó la palabra: 
-“Por lo tanto, habiendo quedado establecido por el concilio plenipotenciario el apoyo a la moción, yo, la Almirante Lisa Hayes como comandante en jefe de la fuerza expedicionaria robotech ordeno que comiencen inmediatamente los preparativos para la restauración de la república.” 
Fue entonces cuando Leia volvió a sonreír, con un brillo en los ojos. Murmuró: “gracias general Kenobi”. 
 
 

 
 
Tardaron algunas semanas en homologar la ingeniería, los sistemas de comunicaciones, y los procedimientos. Necesitaron todo ese tiempo también para entenderse mutuamente. En este aspecto, quienes destacaron por la facilidad y rapidez con que congeniaron fueron Lisa Hayes y Leia Organa. Sus antecedentes eran curiosamente similares. Una, hija de un almirante; la otra, hija de un senador. Ambas vieron como sus mundos de origen eran arrasados por la fuerza de las armas, y ambas habían dedicado sus vidas a luchar contra fuerzas muy superiores. Todos los días tomaban té juntas. 
-“Desde niña estuve rodeada de políticos y estadistas. Entenderás que en esas condiciones no podía aprender a desenvolverme entre jóvenes de mi edad y, de hecho tampoco me interesaba. He pasado la mayor parte de mi vida dedicada a la causa.” 
-“Bueno, yo también he pasado la mayor parte de mi trabajo dedicada a las tareas del ejército. Ha sido muy extenuante.” 
-“Pero al menos tú ya resolviste tu vida amorosa.” Lisa la miró con sorna. 
-“No creas que fue fácil. Nos odiábamos a muerte; varias veces estuvimos a punto de matarnos.” 
-“¿En serio?—dijo Leia mientras miraba un pendiente que Lisa llevaba colgado. Este mostraba una comadreja estilo Simpson, con cara de furia—Y, ¿ese pendiente tan raro tiene algo que ver?” 
-“Oh, sí. Regalo de Rick. Refleja lo que pensaba de mí cuando me conoció” 
Y las dos reían de buena gana. 
Pero no ocurría lo mismo con todos.  
Luke Skywalker salía apesadumbrado de la sala de simulación del SDF-3. Aún no se acostumbraba a la complicada maquinaria del VT Logan. Y los rígidos estamentos de la REF le recordaban más de lo que quería el protocolo imperial. Además, estaba claro que la gran mayoría de ellos no creía en la Fuerza. Quienes probaban su sable de luz lo hacían por curiosidad.  
Pero lo peor de todo era su padre. Nunca lo conoció. Durante casi toda su vida lo imaginó recorriendo la Galaxia a bordo de un carguero espacial, como un tripulante cualquiera, para serle revelado que fue mucho más que eso: fue un caballero Jedi. Aún no se reponía del impacto de tamaña revelación, junto con tantas otras cosas que ocurrieron en los frenéticos días en que destruyeron la estrella de la muerte. Saber además que fue asesinado a traición por Darth Vader... Obi-Wan no le dijo mucho sobre él pero por los datos recogidos por la red de inteligencia bothan, imaginó lo cruel que debió ser esa muerte y juró vengarla personalmente. 
Tomó en sus manos un pequeño cilindro plateado, con unos botones de color rojo. Lo encendió y se proyectó un rayo azul intensamente luminoso, del grueso de su pulgar y de más de un metro de largo. Lo blandió lentamente, mientras contemblaba la aterciopelada negrura del espacio. El zumbido del artefacto era lo único que se escuchaba, pero por el pasillo del mirador venían dos hermosas chicas. Demoró un poco en reconocerlas, pero en seguida Minmei lo saludó. 
-“Hola Luke.” 
-“Hola Minmei, Hola Janice.” 
-“¿Por qué esa cara? ¿Te ocurre algo malo?” Janice agregó: 
-“¿Estás entrenando para matar con eso a Darth Vader?” 
-“No lo sé. —Dijo, apagando el sable y sin ofenderse, pues todos conocían al particularísimo sentido del humor de Janice—En realidad una vida dedicada a la venganza también es demasiado cruel. Y sospecho que pasa algo más, algo que nadie entiende en realidad. 
Cuando la galaxia dejó de creer en la Fuerza, dejó de percibirla, y ahí fue cuando todo se vino abajo. Pero tanto la Alianza rebelde como ustedes sólo se preocupan por la potencia de fuego de sus armas, como si ése fuera todo el problema.”  
-“Te comprendo, Luke. Yo también sufrí al estar envuelta en una guerra sin quererlo. Toda la vida en el SDF-1 giraba en torno a la guerra, y cuando se dieron cuenta del efecto que mi canto generaba en los zentraedi, me trataron como si fuese otra arma del arsenal de Macross.  
Pero cuando cantaba, olvidaba todo. La guerra, los amores y decepciones; simplemente escuchaba la música y me hacía parte de ella. ¡Era maravilloso!—dijo Minmei con ojos soñadores—sólo sentía el deseo de paz y armonía, el amor en mis canciones, y fue con ese amor que me respondieron.” Le sonrió con ternura. 
-“Nuestro público principal—agregó Janice—siempre han sido los zentraedis y meltrandis, que sólo conocían la guerra. Ahora están ansiosos de cultura.” Luke sonrió trémulamente. 
-“Gracias. A veces olvidamos que los que queremos todos, simplemente es paz...” 
Janice, con una mirada seria, pero que transmitía un vivo interés, le dice: 
-“Respecto a eso que llamas “la Fuerza”, te recomiendo que hables con el doctor Emil Lang. Es un científico muy brillante, y con una mente más abierta de lo normal entre sus colegas.” 
-“¿De verdad? Porque todos ustedes parecen ser lo que llaman “tecnócratas” que desdeñan las supersticiones” 
-“Sí. Pero no Emil Lang. Tenía teorías muy raras acerca de la protocultura, y por eso muchas veces fue tachado de loco y de místico por sus colegas. Quizás había mucho de envidia, ya que después de todo, fue él quien hizo la robotecnología accesible a los micronianos de la Tierra.” 
Al día siguiente se encontraba en un laboratorio del complejo de investigaciones del doctor Lang, en el SDF-3 Megaroad 01. A través de un cristal, ambos contemplaban la plataforma de un escáner sobre el que se hallaba el artefacto de Luke. 
-“De acuerdo a los instrumentos, es un proyector de corriente de plasma de campo finito. Una pieza muy rara, ciertamente.” 
-“Es nuestra espada de luz. En otros tiempos no era tan rara. Mi antiguo maestro me enseñó a usarla, pero estuvo tan poco conmigo...usted ya debe conocer la historia” 
-“Humm. ¿No hay mas información sobre lo que llaman “la Fuerza”? Tú ya sabes que algunos de nosotros venimos de un mundo que sólo tuvo acceso al espacio tras la llegada de una nave, y de una posterior guerra por recuperar su secreto. Finalmente logramos la paz y ahora vienen con nosotros muchos de nuestros ex enemigos.  
Y el secreto que ocultaba esa nave era el de la protocultura, una forma de energía bioetérea desarrollada por inteligencias muy antiguas. El problema es que casi todo el mundo la ve simplemente como combustible para astronaves. Yo por mi parte, estoy seguro de que es mucho más que eso...” 
A través de un cristal se veía la “espada de luz”. Con cierta frecuencia, la activaba y entonces todos los escáneres arrojaban lecturas, pero ninguno arrojaba alguna pista. Había pensado en usar instrumentos especializados en protocultura, pero ya se habían dado cuenta de que tendrían que hacer un racionamiento estricto de esta. 
-“¿Y qué es la protocultura?” le preguntó Luke. 
-“Es una esencia hallada en las semillas de cierta planta a la que llamaban “la flor de la vida”, que fue obtenida hace siglos por un científico de la galaxia. Yo pienso que es un factor de probabilidad, que contrarresta la tendencia entrópica del universo.” 
-“¿Qué quiere decir?” 
-“Por ejemplo, si estás jugando al Sabacc y para tu mano necesitas una carta de espada, la probabilidad de que ésa sea la que saques se puede calcular matemáticamente. Sin embargo, bajo la influencia de la protocultura, la probabilidad de que saques esa carta sería mucho mayor que la calculada.” 
De pronto, fueron interrumpidos por T.R. Edwards. Luke se sintió intimidado ante su presencia, y era comprensible. Desfigurado por cicatrices, tenía el lado derecho de su rostro cubierto por un molde metálico similar al que tenía Breetai antes de micronizarse, destacando el rojo brillante del visor. 
-“Vaya doctor Lang, nuevamente dando conferencias. ¿De qué modo contribuye toda esa palabrería a resolver nuestra situación actual?” 
-“La curiosidad científica no tiene nada que ver con la supervivencia.” 
-“parece ser que usted no tiene demasiado interés en volver a casa.” 
-“No es eso, sí queremos volver a casa, pero...” 
-“Entonces deberían investigar el modo de hacerlo en vez de preocuparse de supersticiones y armas de ritual.” 
-“Coronel Edwards, he cumplido con todas las labores asignadas por la REF en virtud de su reciente pacto con la Alianza Rebelde. Usted ya tuvo su ocasión de vetar, y si ahora está disconforme con algún aspecto del plan puede hablar con Lisa Hayes o Justine Huxley.” 
Edwards se giró murmurando entre dientes “Lisa Hayes”. Luke, visiblemente aliviado le pregunta a Lang. 
-“Entonces está decidido el traslado de todas nuestra fuerzas conjuntas a Korriban.” 
-“Así es.” 
-“Tengo un mal presentimiento.” 

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