fanfic_name = La persona menos pensada
chapter = 16
author = Berenice Wright
dedicate = A los lectores!!
Rating = AP15
Type = Alternative Universe
fanfic = -¿Rick? – lo sacudió. - ¡Vamos cielo, no me hagas esto! ¡Por favor! – bajó del auto y abrió la puerta del acompañante. Vio un grupo de médicos y enfermeras que se acercaban con una camilla.
-¡Vamos, Rick! ¡ No me dejes aquí! . – lo sacudió. Nada. Comenzó a desesperarse. - ¡Vamos! ¿Qué haría si no estás a mi lado? Te necesito.
Entonces notó que él se movía y abría los ojos. Esbozó una sonrisa.
-Te hice caer – murmuró. Ella le echó los brazos al cuello.
-De no estar convaleciente, te golpearía – rió en medio de las lágrimas. La apartaron, para poder sacarlo del automóvil.
-Es una suerte que lo esté. Escuché que Davies quedó estéril – bromeó, mientras lo acomodaban en la camilla e iban adentro.
-¡Aw, Rick, no seas tonto! – dijo cariñosamente. Uno de los médicos la detuvo al llegar a la sala de operaciones. Tendría que esperar.
Observó el pasillo lleno de gente, no había una silla en la que poder sentarse. Se acercó a una ventana. Notó entonces que los mísiles habían dejado de surcar los cielos
Sacó su teléfono, y marcó el número. Quizás tuviera suerte y pudiera comunicarse con la base. En un televisor a unos metros de ella, se veían imágenes del SDF-1 con todas sus armas disparando a discreción. Al rato, las imágenes pasaron a mostrar la inmensa nave de Khyron, sobrevolando por encima de la ciudad. Contuvo el aliento.
-¿Lisa? – oyó del otro lado.
-¿Claudia?
-¿Dónde estás?
-¿Están bien?
-Sí, estamos bien ¿ En dónde estás?
-En el hospital.
Claudia ahogó un gemido.
-Es Rick, algo lo alcanzó cuando ocurrió el primer impacto.
-Dios – musitó -¿ Y cómo está?
-No lo sé – gimió.- Pero no sé si puedo dejarlo solo.
-No te preocupes, amiga. Será mejor que te quedes con él. Estamos bien aquí.
-¿Estás segura?
-Sí, no te preocupes. ¿Y los bebés?
-En Alaska, con papá.
-Es una suerte.
-Creo que el ataque es sólo aquí. Nosotros somos su objetivo.
-Así es. Bien, debo colgar.
-Clau, manténgase a salvo.
Ella sonrió, aunque Lisa no podía verlo.
-Lo haremos.
Se sentó en el suelo ya que no tenía más remedio y esperó. Seguían transmitiendo la información. Apartó la vista, sintiéndose inútil. Debería estar allí, peleando junto a sus compañeros. Mas no podía dejar a Rick.
Observó su reloj. Había pasado más de una hora desde que había entrado. Miró la puerta de la sala de operaciones, preguntándose qué estaría pasando allí dentro y por qué tardaban tanto. Cuanto más esperaba, más nerviosa se ponía. Se volvió hacia el monitor y vio más imágenes de la nave en la pantalla.
Se puso de pie y decidió salir a la calle, para ver mejor la situación. Apenas puso un pie afuera, le llamó la atención la oscuridad reinante, y eso que aún no era ni siquiera media tarde.
Al levantar la vista, se encontró con la inmensa nave volando por sobre su cabeza. Atajó el aliento, sintiendo terror. Ahora sabía cómo era una batalla vista del otro lado. Ahora comprendía lo que sentían esas personas que debían esconderse en sus refugios.
Sí, estando en el puente también tenía miedo, pero no podía dar rienda suelta a esa emoción, debía mantener la sangre fría y enfocarse en el trabajo. Sin embargo, en ese momento se sintió incapaz de controlar sus emociones. Estaba impotente, allí de pie viendo ese platillo volador gigantesco. Si querían disparar y volarlos a todos, lo harían en un abrir y cerrar de ojos.
No solo eso, la idea de no volver a ver a sus bebés la espantaba más que cualquier otra cosa en el mundo. El pensar en que se quedarían solos si algo les sucedía a ella y a Rick hacía que se pusiera a temblar.
Era una sola nave. Le sorprendió no ver a más. Y su objetivo era el SDF-pero ¿ y cuando acabaran con este y vieran que la Tierra ya no contaba con su mejor arma de defensa? ¿ Qué ocurriría entonces?
-¡Atención micronianos, habla lord Khyron! ¡Si quieren conservar sus despreciables vidas será mejor que nos devuelvan a Aduzi!
Lisa frunció el ceño.
-¿De qué habla?
Roy se quedó de piedra al oír aquel nombre.
Aduzi...
Fue como si la viera frente a él, con aquellos rizos rojos y esos ojos de un violeta casi púrpura y mirada dulce.
Llegó a la Tierra con el SDF-1, cuando éste cayó en la isla Macross en 1999. Lucas Sterling y él fueron los primeros en entrar a la fortaleza alienígena y no se dieron cuenta de que habían ingresado directamente al laboratorio. Hallaron varias cápsulas y capullos, algunos del tamaño de un humano promedio, otros eran gigantescos. Algunos capullos parecían ser levemente transparentes y una suave luz emanaba de estos, intermitentemente, revelando formas humanoides.
Oyeron un ruido a sus espaldas y descubrieron que uno se había abierto y allí, de pie frente a ellos, estaba ella, la criatura más adorable y hermosa que hubiera visto en su vida.
Su nombre era Carol Rice y había sido abducida en 1720, con tan solo 4 años. Claro que de esos detalles ella ya no se acordó hasta mucho tiempo después, gracias a sesiones de hipnosis y exhaustivas investigaciones de los registros de su ciudad natal en Inglaterra.
Cuando ellos la encontraron, la niña ya era una joven de 18 años. En realidad, se había mantenido con vida gracias a la tecnología de Zor. Su cuerpo había sido clonado varias veces y los primeros clones ( y el cuerpo original) no habían resistido todos los
experimentos que habían hecho con ella. Y sus recuerdos y sus nuevas experiencias iban siendo almacenadas en pequeñas biocomputadoras que eran transferidas a cada nuevo cerebro, como si fuera una máquina a la que estuvieran expandiéndole la memoria, para lograr un mayor rendimiento.
Y sin embargo, era humana.
Y la única con los secretos de la protocultura ya que Zor había sido su protector y maestro. Por pedido de éste, al sentirse acorralado por los Robotech y los Invid que lo buscaban por haberse llevado la “Flor de la Vida”, lo mató. Prácticamente le puso el arma en las manos y apretó el gatillo por ella.
Eso fue horas antes de que el desenlace final llegara.
Aún recordaba la última batalla en Marte.
“-Será mejor que te vayas.
Lo miró con tristeza, Sí, de ser atrapada por los Robotech, o por los Invid quién sabía lo que harían con ella. Seguro vendrían peores experimentos y viviría como un conejillo de indias durante toda la eternidad porque nunca la dejarían morir. Zor había sido el único que se había preocupado por ella y la había salvado de esa vida, escondiéndola incluso y disfrazándola de una habitante más de Tirol, con tal de que no la hallaran nuevamente. Pero Zor estaba muerto.
Y si caía en manos de las autoridades terrestres, también correría una suerte parecida.
Se volvió hacia la inmensa nave nodriza. Sólo había una cosa que podía hacer.
-Adiós, Roy – murmuró.
-Te amo – dijo, conmovido.
-Yo también – dio media vuelta y subió a su varitech.
Vio a los oficiales superiores aproximándose en el momento en el que avión despegaba. La siguió con los ojos hasta que la perdió de vista en aquel desolado planeta.
Un rato después, vio la explosión.”
-¡Roy! - oyó la voz de Jack - ¡No es momento para pensar en ella!
-¿Cómo no pensar? – murmuró – Si una parte de mi vida se quedó enterrada en aquel planeta, aquel día.
-¡Roy! ¡¿Qué pasa contigo?!- exclamó Max, derribando un Battlepod que iba directo hacia él.
-Lo siento, me dormí – a decir verdad, el oír el nombre de Aduzi lo alteró más de lo que había imaginado, a pesar de que habían pasado más de diez años.
-¡No es momento para dormirse, Fokker! – chilló Jack.
Sí, era cierto, debía defender a los suyos. Ya no iba a recuperar a Aduzi, pero al menos tendría la oportunidad de vengarla. Ellos se la arrebataron ¿Cómo podían exigirles que la devolviesen?
La nave desapareció. Lisa volvió a entrar.
-Aduzi – murmuró – “Unidad biológica de investigación científica” Ya lo recuerdo.
Sí, Aduzi había sido una de las mejores armas del gobierno. Un soldado prácticamente indestructible, con capacidad de regenerarse, creado por los alienígenas y entrenado por estos para pilotar todo tipo de naves. Los conocimientos que poseía eran asombrosos. Sabía manejar un varitech aún siendo la primera vez que subía a éste.
La había visto sólo una vez, pero había escuchado tanto de ella de boca de su padre que era como si la hubiera conocido. Un momento... la vio una vez... la joven que estaba en la fotografía con Roy y Rick... ¿Entonces ella era la novia de Roy?
-No puede ser – murmuró.
-¿Capitana Hayes? – el médico se acercó. – Su compañero está fuera de peligro.
Suspiró aliviada.
-¿Puedo verlo?
-Ahora estamos trasladándolo a un cuarto individual. Podrá verlo enseguida.
Por encima de su hombro, vio la camilla acercándose por el pasillo. Los siguió hasta la habitación y esperó a que lo acomodaran.
Una vez que salieron, tomó una silla y se sentó a esperar de nuevo. Levantó un poco las sábanas para ver las vendas y notó que estaba casi desnudo debajo de éstas, a excepción de los boxers. Miró la bolsa que habían dejado sobre la mesa y la abrió, encontrando el uniforme, manchado y lleno de sangre. Esa imagen la hizo lagrimear. Todavía podía ver sus inmensos ojos azules mirándola como si ya no hubiera esperanza.
Ahogó un sollozo. Casi lo había perdido y allí sí que no hubiera sabido qué hacer. Ese arrogante gallito se había convertido en su mundo y sin él estaría perdida. La persona que menos se hubiera imaginado en su vida. Siempre había estado allí, en sus peores momentos y en sus buenos momentos.
Guardó el uniforme en la bolsa y se enjugó las lágrimas, ubicándose de nuevo en su sitio. Le apartó un mechón de cabello rebelde del rostro.
Estaba agotada, casi no había dormido ese día debido a los hechos sucedidos. Apoyó la cabeza sobre el colchón y sin darse cuenta, al rato se quedó dormida.
No supo cuánto tiempo pasó, sólo sintió unos dedos acariciando sus cabellos. Oyó una risita al abrir los ojos.
-Te babeaste, Hayes.
Lisa se llevó una mano a la boca, sintiendo las sábanas húmedas junto a su mejilla. Se incorporó.
-Wakala – gruñó. Rick volvió a reír al verla con el cabello desordenado y de punta y los ojos semicerrados, parecidos a dos rayitas pequeñas. Era la primera vez que la veía segundos después de despertarse. Lisa siempre se levantaba mucho antes que él, y cuando dejaba la cama, ella ya estaba peinada, vestida y lista para irse. Debía reconocer que verla en ese momento era graciosísimo.
-Creo que sería conveniente que durmamos en camas separadas o quizás en habitaciones separadas. Un día al despertar, quizás me encuentre con la habitación inundada.
-¡Qué horror! – musitó la joven, ruborizándose. - ¿Cómo estás?
-Con frío. – levantó un poco las sábanas, sonriendo con picardía – Sólo me dejaron la ropa interior... muñeca.
Lisa rió, cubriéndolo con las mantas.
-Me alegra ver que estás tan bien – depositó un beso sobre su frente.
-¿En la frente? – preguntó, fingiendo decepción. – Casi estiro la pata y eso es lo que recibo.
-Gracioso – rozó suavemente sus labios.
-¿Y nuestros bebés?
-Están bien.
-¿Pudiste hablar con tu papá?
Lisa asintió, tomando la bolsa que se hallaba sobre la mesa. Rick suspiró aliviado.
- Aquí dejaron tu uniforme. ¿Te molesta si reviso tu billetera para ver si te falta algo?
-Adelante. – extendió un brazo y la tomó de la mano – No sé lo que hubiera hecho si esos desgraciados te hubieran...
-No pensemos en eso – murmuró, acariciando su rostro.
Al sacar la ropa, una pequeña caja cayó al suelo. Se agachó a recogerla y atajó la respiración al descubrir que era un estuche... de un anillo de compromiso. Permaneció arrodillada en el suelo, con la caja abierta en las manos y con la mirada fija en el contenido.
Levantó la vista hacia Rick, quien sonreía y le tendió el estuche abierto, preguntándole en silencio si aquello era lo que pensaba que era.
El muchacho ahogó un gemido de manera exagerada, fingiéndose sorprendido.
-¡Oh, Liz! ¡Si quiero, creí que nunca me lo dirías! – dijo con voz de falsete, imitándola. Lisa soltó una carcajada.
-¿En serio?
Él rió, aunque al rato tuvo que contenerse debido a un puntada en las costillas.
-Quería hacerte sufrir un poco – dijo ella, sin dejar de reír.
-¡Y sí que lo hiciste! – Rick dejó escapar una carcajada – Tuve que venir hasta aquí para convencerte.
Entonces Lisa recordó su petición de traslado.
-Pero Rick... ¿ cómo vamos a hacerlo? Yo pedí un traslado a Alaska...
-¿Qué traslado? – preguntó con inocencia.
-La carta...
-¿Cuál carta?
Frunció el ceño.
-¿Le diste al almirante la carta que te di en casa?
-No.
Oyeron entonces una explosión, esta vez más fuerte que las anteriores. Lisa corrió a la ventana, viendo la llamarada producida por la explosión de una nave.
Al segundo, comenzó a escuchar vítores y gritos emocionados, y una escuadra de varitechs pasó cerca del edificio, encendiendo sus luces, como si fueran arbolitos de navidad.
Entre la nube de humo que iba disipándose, pudo ver al SDF-1, intacto. Dejó escapar un grito.
Rick intentó levantarse, mas le era difícil con aquella herida.
-¡Lo hicimos! – exclamó Lisa, acercándose a él, que le tendió los brazos
Se había terminado, después de seis largos años, pensó Rick aliviado.
Ahora podían volver a vivir tranquilos y por fin podría tener tiempo para su nueva familia, para estar con la mujer que adoraba y con esos pequeños que desde antes de nacer ya se habían convertido en suyos.
Sí, se dijo Lisa estrechando a Rick en sus brazos. Estaba donde quería estar y con quien estaría estar, no porque le conviniera, sino porque lo amaba.
-Te amo, Lizzy.
-Te amo, Ricky.
Roy descendió de su varitech, respondiendo de manera automática a los saludos, palmadas y vítores de las personas a su alrededor. Le parecía que todo a su alrededor transcurría en cámara lenta. Se sentía como si estuviera en un lugar, en el que nadie podía alcanzarlo.
Él estaba en el pasado, cuando la primera guerra terminó, experimentando ese vacío que siguió a la desaparición de Aduzi.
No podía superarlo. Aún tenía pesadillas con eso. Pudo haberlo evitado, pudo haberla protegido, eso era lo que ella esperaba de él. Se lo había prometido. Sin embargo, la envió a una muerte segura. Aduzi le dijo una vez que no le importaba sacrificar su vida con tal de ver acabada a aquella raza maldita que arruinó su vida.
Pero, fue en vano. Diez años después ellos regresaron con fuerza, exigiéndola de regreso. Y era más que seguro que llegarían más, también buscándola. Porque a eso habían venido, a buscar al SDF-1 y a su criatura, la única poseedora de los secretos de Zor.
Esos secretos se habían perdido, empero, para siempre. Mas eso los enemigos no tenían forma de saberlo. Vendrían más y removerían el planeta entero y el sistema solar también hasta convencerse de que ya no existía. Pero sería tarde para los humanos.
-Roy, cariño ¿qué te pasa? – sintió los brazos de Claudia alrededor de su cuello.
-Sólo estoy cansado – dijo en voz baja. Claudia no recordaba haberlo visto tan desorientado antes. Hasta en medio de la batalla parecía haber estado completamente perdido y distraído. – Necesito hablar con el almirante.
Al entrar en el despacho de éste, le extrañó hallar allí a Karl y a Jack. Roy se cuadró y saludó.
-Comandante, lo felicito por su buen trabajo.
-Gracias, señor. Pero creo que el mérito no es solo mío – dijo modestamente. -¿ Puedo preguntarle algo, señor?
-Adelante, capitán.
-¿Usted... usted oyó el pedido de Khyron, no?
Global asintió.
-¿Cómo vamos a defendernos cuando ellos vengan de nuevo, almirante? Nunca se convencerán de que ella... de que los secretos que buscan se hicieron polvo en Marte.
Al almirante miró a Karl y luego a Jack.
-Hay algo que tenemos que decirte, Roy – dijo Global, con los ojos fijos en Karl – Adelante, por favor teniente Riber.
-Hubo otra base en Marte, a parte de la base Sarah. Pero esta era secreta. No sé muy bien cuál era su finalidad. Estaba ubicada en la región de Cydonia.
-Donde está la famosa cara ¿no?
Karl asintió.
-Se la llamó Nueva Gizah, te imaginarás por qué. Esta base fue desocupada, o mejor dicho, atacada y quedó abandonada mucho antes de que ustedes llegaran a Marte en su camino de regreso a la Tierra, seis años atrás.
-¿Atacada por quién?
-Zentraedis, durante la guerra de 1999.
-¿Y qué hay con eso? – inquirió Jack.
De pronto, Roy recordó. Nueva Gizah, Cydonia, las pirámides.... la meseta de Tharsis...allí ocurrió la última pelea contra los alienígenas, allí fue donde Aduzi abandonó el SDF-1 para ir directo hacia la nave nodriza y destruirla.
-Se han estado recibiendo señales desde esa base.
Roy ahogó un gemido.
-Es posible que se traten de grupos zentraedis que actúan como espías...
-¿O qué? – preguntó con la boca seca.
-Roy...- empezó Jack Roy lo tomó de los hombros.
-¡Jack!¡¿Eso qué quiere decir?! ¡Si no son zentraedis, entonces qué!
-Tal vez sea ella. Acordémonos que era casi indestructible y podía regenerarse y autoclonarse en caso necesario. Pero no estamos seguros...
Roy lo soltó, sin mirarlo. ¿Aduzi, viva? ¿ Sería posible?
El almirante Global se puso de pie.
-Me gustaría que se pusiera al frente de una expedición que quiero enviar con el objeto de investigar este asunto.
-Sí, señor. Lo haré.
Tenía que ser ella. Algo en su interior le decía que así era.
Fin
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