fanfic_name = LAMENTACION DE OTOÑO

chapter = 15

author = Evi

dedicate = A todos los que han tenido la paciencia de leer hasta aquí. ;)

Rating = AP15

Type = Adventure

fanfic = LAMENTACIÓN DE OTOÑO

 

 

CAPITULO XV

 

 

Rick hizo un gesto de disgusto y arrugó la nariz, moviéndose inquietamente en su sofá antes de entreabrir los ojos y parpadear insistentemente para espantar el sueño; sus párpados se sentía pesados y su primer impulso fue cubrirse el rostro con la cobija, pues la luz del sol le daba de lleno en el rostro. De pronto un dolor en la cabeza lo hizo sentarse y llevarse la mano a la frente, en donde descubrió una compresa y al momento todo vino a su mente.

 

- El golpe de ayer… los muchachos… Lisa… ¿Lisa?

 

Rick miró a su alrededor, buscando casi con desesperación algo… o a alguien. Pero la casa estaba vacía y en silencio. Rick volvió a recostarse en el sofá y sus ojos se clavaron en el reloj de pared que tenía sobre la puerta. Era casi medio día. Volvió a mirar a su alrededor y descubrió una nota sobre la mesita de café. Alargó la mano para tomarla y comenzó a leerla:

 

 

 

“Rick:

Espero que te sientas mejor, cuídate ese golpe. Debes de tomar tu medicina a las 1230 horas, de todas maneras dejé la medicina sobre la mesa de la cocina y puse la alarma en el microondas para que no se te vaya a olvidar. Te preparé algo para que desayunes cuando te levantes. Tienes el día libre, así que no te preocupes por nada. En estos momentos debes de descansar. No te esfuerces demasiado. Te llamó más tarde, cuando salga del trabajo. Lisa.”

 

 

 

Rick suspiró y se cubrió el rostro con su brazo. Dejó la nota en el suelo y comenzó a recordar vagamente lo que había sucedido la noche anterior. Él se había quedado dormido en el sofá y Lisa había estado con él. Recordó que su cabeza había comenzado a dolerle demasiado y cuando ella había notado que estaba inquieto, había ido a su lado. Él no sabía que ella todavía estaba en la casa. Le dijo que no se moviera y luego fue a traerle almohadas y cobijas para ponerlo cómodo. Vagamente podía recordar que ella le había quitado las botas y su chaqueta, para que estuviera más cómodo. Luego le había traído un vaso de agua para que se tomara su medicina y cuando él se había quejado del dolor en su cabeza, ella le había dicho que quizás la venda estaba demasiado ajustada. Le quitó la venda, le puso compresas de agua fría que lo hicieron sentir mucho mejor y después le colocó unas gasas en lugar de la incomoda venda.

 

Rick se preguntó si en realidad aquello había sucedido o lo había soñado. Todo era demasiado borroso en su mente. Pero luego, al ver las cobijas, las almohadas, la compresa en su cabeza y todo lo demás, estuvo seguro de que aquello no había sido un sueño. Lisa en realidad había pasado la noche en su casa, cuidándolo.

 

El comandante Hunter gruñó y se llevó la mano a la cabeza. Tenía jaqueca y no se sentía muy bien. Agradeció a los cielos que no tuviera que ir a trabajar ese día… aunque después volvió a tomar la nota en su mano y cuando la releyó se dio cuenta de que a la persona a quien debía agradecer era a Lisa Hayes.

 

Acomodó sus brazos detrás de su cabeza a manera de almohada y por un momento pareció volver a dormirse. Pero al poco tiempo sus ojos se entreabrieron y una expresión preocupada apareció en su rostro al recordar los eventos del día anterior. Sus hombres habían muerto, tenía que escribir cartas de condolencia a sus familias, una responsabilidad que él preferiría no tener.

 

Los zentraedis estaban más inconformes e infelices cada día que pasaba, los altos mandos no parecían entenderlo o no querían ver la realidad. Pero Rick, que tenía que lidiar con ellos todos los días, sabía que las cosas estaban a punto de explotar… y cuando eso sucediera, serían ellos, los pilotos de la RDF, los que pagarían los platos rotos mientras los miembros del Consejo se quedarían en sus oficinas leyendo informes, dando ordenes y teniendo largas juntas para pensar en estrategias ideales que no serían de ninguna utilidad en la práctica.

 

- ¿A qué hemos llegado? – Rick pensó. – Todo está mal… las cosas no se han hecho como deberían… los humanos no aprendimos la lección. Ciudad Macross es hermosa y la gente está feliz, pero hay otras ciudades que son miserables… ahora no podemos preocuparnos solamente por nosotros, sino también por los zentraedis y por esas personas que luchan día a día en esos ambientes hostiles y adversos. ¡Quisiera que el consejo saliera de su sala de juntas y fuera a darse una vuelta por aquellos lugares por donde nosotros patrullamos cada día!

 

Rick pensó en Lisa y la compadeció al tener que tratar con esas personas todos los días. Él sabía que había diferencias de opinión muy fuertes entre ella y los miembros del consejo. Lisa tenía una visión más realista de la situación y una actitud más humana ante la misma. Rick la admiraba por sus convicciones y por ser una persona que no se conformaba con permanecer en su centro de control, ella salía a campo, ella observaba, evaluaba, incluso ayudaba. Sin duda ella tenía un gran potencial para llegar a ser un líder dentro de la RDF algún día, tal y como su padre lo había sido.

 

- A veces me es difícil creer que Lisa es hija del almirante Hayes… jamás se comporta como la hija de un almirante, nunca lo ha hecho… ella siempre ha tratado de salir adelante por sus propios medios… eso me agrada de ella.

 

Rick pensó en Lisa, pero casi inmediatamente hizo un gesto de disgusto. Había algo que le molestaba de ella y no sabía exactamente de qué se trataba. Él intentaba justificar su frustración pensando que lo que le molestaba era la devoción que ella tenía por su trabajo, su entusiasmo, su entrega… el trabajo era la vida de Lisa y aquello no le parecía. Sin embargo también la admiraba por ello. En realidad no sabía qué era exactamente lo que tanto odiaba de ella… sólo sabía que últimamente, cada vez que estaban cerca, él se sentía molesto y frustrado. Era algo en su actitud… ¿O acaso era algo en su propia actitud lo que tanto le molestaba?

 

- ¡Es tan difícil poder saber lo que ella está pensando! A veces cuando me mira con esos ojos de esmeralda…

 

Rick suspiró y cerró los ojos. El rostro de Lisa apareció en su mente; jamás en su vida había visto ojos más hermosos que los de su comandante, y eso era algo que incluso le había dicho a Lisa en alguna ocasión, provocando que la comandante tartamudeara y se sonrojara. Rick soltó una risita al recordarlo. Había sido en medio de una discusión, cuando ella lo estaba regañando y gritándole por alguna situación del trabajo. Él había notado la manera en cómo sus ojos resplandecían con fuego y ahí, en medio de sus gritos, él simplemente le había hecho ese comentario sobre sus ojos. Aquello había sido el fin de esa pelea. Lisa no había sabido que responder a eso y había terminado por alejarse sin siquiera voltear a verlo.

 

- Ella aparenta ser fuerte, segura, independiente… y no dudo que lo sea… pero dentro de ella tiene tantas dudas e inseguridades como yo. Creo que ambos hemos pasado tanto tiempo juntos porque nos hemos dado cuenta de que compartimos la misma soledad… aunque cuando estoy con ella ya no me siento tan solo.

 

Los ojos de Rick se abrieron de golpe cuando un ruido insistente en la cocina lo asustó, sacándolo de sus pensamientos. Era la alarma del microondas, anunciándole que era hora de tomar su medicina.

 

- ¡Ya voy! ¡Ya voy! – gritó con cierta molestia mientras se ponía de pie y se sostenía la cabeza con un mano. - ¡Maldito reloj del demonio, deja de hacer ruido, ya te escuché!

 

Rick entró a la cocina y de un manotazo silenció la alarma. Se recargó en la barra y se froto las sienes. Tenía una jaqueca terrible. Sus ojos se clavaron en la mesa, donde había un vaso con agua y su medicina. Al lado estaba un plato listo y otra nota diciéndole que la comida estaba en el microondas, que solo la pusiera a calentar.

 

- ¡Lisa piensa en todo! – Rick tomó el agua y su medicina. – A veces quisiera que no se preocupara tanto por mí… creo que yo bien puedo cuidarme a mi mismo.

 

Pero sus pensamientos contradecían lo que sus labios acababan de decir. Dentro de él sentía un agradecimiento profundo y sincero por lo que Lisa hacía por él. Nadie jamás se había preocupado por él como ella lo hacía y eso a veces llegaba a intimidarlo. Rick calentó la comida que ella le había dejado lista y se sentó a comérsela, mientras leía distraídamente el periódico del día que ella había dejado sobre la mesa.

 

Después decidió que necesitaba darse un buen baño. Fue a buscar su ropa, pero se percato de que todas sus camisetas estaban sucias. Finalmente entró al baño solo con un pantalón gris de uno de sus conjuntos deportivos y decidió preocuparse por la camiseta después. Se dio un baño tibio y cuando salió, se dirigió al pequeño cuarto de lavado adyacente a la cocina. Arrojó su uniforme sucio al cesto de ropa sucia que tenía ahí, y que estaba lleno hasta el tope, y fue a la secadora a revolver la ropa que tenía ahí, buscando una camiseta limpia y que estuviera decentemente desarrugada. Finalmente encontró una color blanco con las mangas rojas y el escudo de la RDF en el pecho y se la puso.

 

- Tengo que lavar esta ropa. – Rick miró el cesto. – Pero… es que cada vez que intento hacerlo todo se convierte en un desastre… Lisa tiene que supervisarme, si no voy a terminar encogiendo o despintando la poca ropa que todavía tengo… sin ella esto es una misión imposible… no puedo creer que pueda volar un Veritech de última generación y todavía no pueda aprender a usar esta maldita máquina del demonio… - Rick le dio un golpe a su lavadora. - ¿Porqué tienes que ser tan complicada, maquina cabeza hueca?

 

Rick se detuvo y se rió de sí mismo, al tiempo que recordó las palabras que Lisa tantas veces le había dicho en ocasiones como esa: “¿Qué caso tiene que le grites? ¡Es sólo una máquina!”

 

En ese momento algo atrapó la atención del joven comandante de la RDF. En unos estantes, en un rincón del reducido cuarto de lavado, había algunas cajas que contenían cosas que aun no había desempaquetado desde que se había mudado a su casa, hacía ya tantos meses.

 

- ¿En realidad ha pasado ya tanto tiempo? – Rick se preguntó. – Hemos estado tan absortos en nuestro trabajo y en tantos problemas que a veces simplemente no se ni en qué día vivo…

 

Rick fue a revisar las cajas. La mayoría de ellas tenían cosas irrelevantes, cómo viejas revistas o documentos que ya no necesitaba. Pero fue una caja de tamaño mediano la que capturó su atención. Estaba cerrada herméticamente con cinta canela y tenía algunos sellos oficiales.

 

Él la miró interrogativamente por un par de segundos antes de que recordara de dónde había venido esa caja… había sido hacía ya tanto tiempo… aquella mañana en que había sido dado de alta del hospital del SDF1 y había regresado a su habitación en las barracas, aun con una venda en su cabeza, tal y como ese día… esa caja había estado esperándolo en la recepción de las barracas. El vigilante se la entregó y le informó que la teniente Grant la había dejado ahí para él.

 

- Roy… - Rick murmuró, tocando la caja. – Jamás tuve la oportunidad de abrirla… después de que él murió todo se vino sobre nosotros como si fuera una avalancha y—cuando tenía la oportunidad de hacerlo siempre me faltaba el valor.

 

Rick tomó la caja en sus brazos y la llevó a la sala. La colocó sobre la mesa de café y el se sentó en el sofá, mirando aquella caja por varios minutos. Recordó que en una ocasión Claudia y él se habían topado en el elevador. Habían pasado algunas semanas de la muerte de Roy y ninguno de ellos había querido hablar con el otro por temor a abrir las heridas que tanto estaban costando sanar. Esa tarde ni siquiera pudieron verse a los ojos. Se saludaron con una distante amabilidad y después de unos momentos de silencio, él le había comentado sobre la caja.

 

- Son las cosas que Roy tenía en su casillero. – ella le había contestado. – Pensé que te gustaría conservarlas.

 

Rick no había reunido el valor para abrir esa caja entonces. Pero ahora la tenía ante sí y la observaba fijamente. Su hermano jamás había tenido dudas sobre su decisión de alistarse en el ejército, jamás había demostrado debilidad, siempre había acatado sus órdenes y cumplido con su deber.

 

- ¿Habrá algo en esta caja que pudiera ayudarme en estos momentos?

 

Se inclinó y tomó un extremo de la cinta canela que sellaba la caja. Con un movimiento rápido y preciso quitó la cinta y las tapas se entreabrieron. Rick respiró profundamente y abrió la caja despacio, casi como si temiera hacerlo.

 

Lo primero que saltó a la vista fue un casco de vuelo reglamentario de la RDF con los inconfundibles colores negro y gris del antiguo líder de los Skulls. Rick se quedó inmóvil por un segundo, pero casi de inmediato reaccionó y de manera automática tomó el casco de Roy en sus manos y ceremoniosamente lo sacó de la caja.

 

- Roy… hermano.

 

Rick observó el casco que tenía en sus manos por varios minutos. Miles de recuerdos comenzaron a agolparse en su mente en ese momento. La primera vez que había visto a Roy en uniforme… había sido en unas fotografías que le había enviado antes de que su padre muriera. Rick le había contestado aquella carta diciéndole que era un presumido y enviándole una foto de él en su “Mockingbird” recibiendo su premio de primer lugar en la última competencia que había ganado ese año. También recordó aquella mañana en la Isla Macross, cuando después de años de no verlo, finalmente pudo reunirse con su hermano mayor, sin saber que aquella reunión cambiaría su vida y su destino.

 

Recordó las conversaciones que tuvieron a bordo del SDF1 antes de que él se enlistara. Roy había cambiado mucho, había madurado mucho. Ya no era el muchacho alocado y mujeriego que Rick había conocido en el circo del aire de su padre. Ahora se había convertido en un hombre sabio y responsable. Si Rick había decidido unirse al ejército había sido por él y por su motivación. Siendo un recluta, él siempre había soñado llegar a ser tan bueno como su hermano. Los demás soldados lo admiraban, lo querían y lo respetaban. Rick estaba impresionado. Roy siempre había sido su mentor, su ejemplo a seguir, pero el poco tiempo que estuvieron juntos en la milicia bastó para que Rick se diera cuenta de que Roy era un héroe, una leyenda viviente… y cómo toda leyenda, tuvo que irse muy joven.

 

Rick examinó el casco con cuidado. Estaba impecable y se sintió conmovido de que Claudia le hubiera permitido quedarse con algo como eso. Significaba mucho para él. Se lo puso en la cabeza pero aquel casco era demasiado grande para él y cayó pesadamente, cubriéndole los ojos. Rick se rió y se lo quitó, al tiempo que una sonrisa aparecía en sus labios.

 

- ¡Siempre fuiste un cabezón, hermano!

 

Casi como un instinto, sus hombros se encogieron y sus ojos se entrecerraron, como si esperara que alguien viniera a golpearlo detrás de la cabeza, como Roy solía hacerlo. Pero aquel golpe jamás llegó. Rick suspiró con nostalgia y colocó el casco sobre la mesa de café, pasando su mano suavemente sobre él, acariciándolo con reverencia.

 

Rick sacó otra caja más pequeña de la caja más grande. En ella había varios artículos pequeños: el reloj de aviador de Roy, que a Rick siempre le había gustado; una brújula antigua que había sido regalo del padre de Rick para Roy la última vez que los había visitado; unos lentes oscuros que el comandante Hunter se probó, encontrándolos perfectos; las placas militares de Roy, que él sostuvo en sus manos durante unos minutos, mientras sentía que los ojos se le llenaban de lágrimas.

 

Y finalmente un pequeño cuaderno de pastas de cuero negras. Era la bitácora de vuelo del comandante Fokker, en donde llevaba un cuidadoso registro de sus vuelos diarios, sus misiones, sus patrullajes, sus pilotos, sus asignaciones… todo estaba en ese cuadernito. La última anotación estaba hecha la tarde en qué él había muerto y Rick se preguntó cómo, herido como estaba, aun tuvo tiempo de hacer esa última anotación en el cuadernito. Su letra se notaba temblorosa en las pocas líneas que había escrito, elogiando al sargento Max Sterling por su incomparable desempeño en combate. Las últimas líneas decían:

 

 

 

“Me alegro de haber asignado a Max como compañero de Rick. Se que ambos se cuidarán mutuamente y llegarán a ser un gran equipo dentro de la RDF, aunque no tengo dudas de que también crecerán individualmente. Veo grandes cosas en el futuro de esos chicos. Max es un piloto increíble, pero creo que Rick tiene grandes cualidades de líder. Sólo espero que ambos puedan madurar como pilotos y como seres humanos y alcancen todo el potencial del que son capaces.”

 

 

 

Cuando Rick terminó de leer aquello, no pudo evitar una lágrima que corrió por su mejilla y cayó sobre el papel. Rick se limpió los ojos con el dorso de su mano y cerró aquel cuaderno, sintiendo que en esos momentos él daría cualquier cosa por tener a Roy con él y poder hablar, de hombre a hombre, con su hermano mayor.

 

Rick puso el cuaderno dentro de la caja pequeña y la colocó sobre la mesa, al lado del casco de su amigo. Se recargó en el respaldo del sofá y cerró los ojos, mientras resoplaba con cierta rabia al sentir que no podía controlar sus emociones.

 

- Me haces tanta falta, hermano… las cosas serían más fáciles si tu estuvieras aquí.

 

Se sentía tan conmovido en ese momento, que simplemente no quería pensar más en todo aquello y terminar deprimiéndose. Estaba ya bastante confundido y triste tal y como estaban las cosas. No quería empeorar su estado de ánimo aún más. Rick iba a colocar aquellas cosas dentro de la caja otra vez, cuando notó algo más en el fondo de la misma. Abrió las tapas de par en par y observó con curiosidad… era un cuaderno… ¿Tal vez un libro? Tenía las pastas blancas y se veía nuevo. Rick lo sacó con cuidado y lo sostuvo en sus manos.

 

- ¿Un álbum?

 

Rick lo observó por un minuto, sin atreverse a abrirlo. No sabía la clase de fotos que Roy pudiera haber puesto en él y porqué Claudia había terminado dándoselo a él en vez de conservarlo ella. Aquello en sí era algo preocupante. Rick nunca pensó que Roy fuera del tipo que guardan fotografías ni ese tipo de recuerdos que su hermano mayor siempre consideró tan infantiles.

 

Cuando Rick finalmente abrió el álbum y vio la primera página, no pudo reprimir una expresión de sorpresa.

 

- ¿Minmai?

 

En efecto, en esa primera hoja había dos fotografías de la Señorita Macross. En la primera estaba él con ella. Rick se encontraba detrás de un columpio en donde ella estaba sentada. Recortaba muy bien esa foto, un día en el parque… antes de que se enlistara en la RDF. La segunda foto era un acercamiento del rostro de la estrellita que Rick no recordaba haber visto antes.

 

- ¿De qué se trata esto? ¿Por qué Roy tendría fotos de Minmai en este álbum? Nunca pensé que él fuera su fan…

 

Página tras página, todas estaban llenas de fotos de la cantante en todas sus poses: fotografías profesionales, del tipo que salían publicadas en las revistas; fotos caseras, fotos de Minmai con sus amigas, Minmai en un concierto, vestida con su traje típico Chino, sentada en la mesa de un restaurante al aire libre, Minmai comiéndose un pastel, caminando por el parque, sacando la lengua… y finalmente aquella fotografía que Rick y ella se habían tomado en el parque aquella noche antes de su primera batalla.

 

- ¡Minmai…! – Rick susurró con cariño en su voz, al tiempo que recorría con su dedo índice aquella fotografía. - ¡Ha pasado ya tanto tiempo!

 

Rick regresó las páginas del álbum y comenzó a ver cada foto desde el principio, con atención y con una sonrisa en los labios. Minmai era una muchachita preciosa y carismática. Aquellas fotografías sin duda capturaban su personalidad alegre, vibrante, contagiosa… su risa fácil, su sonrisa siempre a flor de piel, su energía, su talento… sin duda Minmai era una mujer hermosa. Jamás parecía estar triste o preocupada, Rick no recordaba alguna vez que la hubiera visto… bueno, que la hubiera visto actuar como Lisa.

 

Sin proponérselo, Rick comenzó a hacer comparaciones entre las dos mujeres en su mente, de manera inconsciente. Minmai era alegre, Lisa era melancólica. Minmai era carismática, Lisa tenía una presencia que era casi atemorizante… Minmai era simpática, Lisa era seria… sin duda aquellas dos mujeres parecían ser las dos caras de una moneda, totalmente lo opuesto una de la otra.

 

- ¿Por qué estoy pensando estas cosas? – Rick se cuestionó. – Minmai y Lisa no tienen nada que ver la una con la otra… ¿Por qué compararlas?

 

Al llegar a la última fotografía, en donde él aparecía con su uniforme militar, Rick no pudo evitar que su corazón se le partiera por mitad. Recordó los viejos tiempos, cuando él y Minmai estaban juntos, cuando él pensaba que había algo entre ellos… y luego vino aquel concurso de Señorita Macross, y su disco y sus presentaciones en televisión… después llegó Lynn Kyle… y Minmai saltó a la pantalla grande… ¿Y dónde quedó él? Siendo un soldado anónimo, peleando por la supervivencia del planeta y de los suyos… pero ¿Quiénes eran los suyos? Sin duda Roy, pero él podía defenderse a sí mismo… y Minmai.

 

Minmai… la mujer que lo había conquistado desde el principio… una persona a la que siempre había amado, a la que siempre se había entregado sin preguntas y sin cuestionamientos; la persona por la que él había decidido convertirse en soldado… la ilusión que lo levantaba de su cama día a día, con el deseo de ser mejor, de superarse, de llegar a ser un hombre que pudiera tener algo que ofrecerle a ella, a la mujer de sus sueños… Minmai, la Señorita Macross, siempre devota a sus admiradores y a su música. Una mujer que jamás había tenido tiempo para él, que jamás se había preocupado por él, por lo que le sucedía, por sus logros ni por sus fracasos.

 

Sin embargo era tan fácil amarla… aun después de haberle dicho adiós antes de la última batalla, ese día en que le había finalmente revelado sus sentimientos… ese día en el que él se había convencido que para ella él jamás podría ser nada más que un buen amigo… aun así, dentro de él, al ver ese álbum de fotografías Rick había sentido que algo que había estado dormido en su pecho durante mucho tiempo comenzaba a despertar. Sentía que necesitaba un rumbo, un propósito, un porqué… ¿Acaso no había sido Minmai todo eso para él cuando se unió al ejército?

 

Cierto, los tiempos habían cambiado y las cosas habían cambiado entre ellos pero…

 

- ¡Estás loco, Hunter! – Rick se regañó a sí mismo, colocando el álbum de regreso en la caja y caminando hacia un mueble cercano. – Lo tuyo con Minmai hace mucho que terminó… y siendo totalmente sinceros, creo que lo tuyo con Minmai en realidad nunca existió.

 

Rick abrió el cajón del mueble y sacó un sobre amarillo que había estado guardado en ese lugar por los últimos meses, desde la navidad para ser exactos. Lo abrió y sacó de su interior el CD de villancicos de Minmai y el póster doblado que venía en el sobre. Lo desenrolló y sonrió levemente al ver a Minmai, con un abrigo rojo, atrapando copos de nieve.

 

- ¡Minmai! – murmuró. - ¿Dónde estás? ¿Qué estarás haciendo? Espero que todo esté bien contigo, que Kyle te esté tratando bien y que tu carrera esté yendo tan bien como tú te mereces. ¡Te he extrañado mucho!

 

Rick sentía que el corazón le empezaba a latir con fuerza en el pecho. Sin siquiera pensarlo, puso el CD en el reproductor y la música navideña inundó su sala. Era extraño estar escuchando villancicos al inicio del otoño, que ese año parecía haberse adelantado un poco a causa de los desordenes climáticos que la tierra estaba viviendo.

 

El comandante Hunter se sentó en el sofá, se recargó en el respaldo y cerró los ojos, disfrutando de la música. El escuchar la voz de Minmai le traía recuerdos de tiempos pasados, cuando la vida era más simple y él todavía era optimista. ¡Las cosas habían cambiado tanto desde entonces!

 

La medicina comenzó a hacer efecto y Rick cayó en un sueño pesado e intranquilo. Miles de imágenes diferentes se mezclaban en su cabeza causándole confusión, temor, incluso desesperación. Imágenes de Roy, de los combates que había peleado a su lado, de Lisa dándole la noticia de la muerte de su hermano; imágenes de cuando él era un niño y Roy le había enseñado a volar…

 

… y luego el funeral, en donde Lisa había estado a su lado. En algún momento él incluso había buscado la mano de su comandante y ella había tomado la suya, apretándola con fuerza…

 

… imágenes de Minmai y él, atrapados en aquella bodega del SDF1 durante tanto tiempo, el instinto de protección que ella había despertado en él, la ternura que le hacía sentir… imágenes de aquella fiesta de cumpleaños en la que ella había estado coqueteando con Max e ignorándolo todo el día sólo porque había olvidado comprarle un regalo de cumpleaños…

 

Aquel día en que había sido derribado sobre el Pacífico por los misiles disparados por órdenes de Lisa… de la misma mujer a quién él había rescatado de la Base Sara… de la misma mujer a quién había besado en la nave de Dolza… soñó con aquel combate en el que tuvo que proteger el trasbordador en el que Lisa viajaba, el mensaje en clave Morse que le envió antes de que ella entrara a la atmósfera terrestre… antes de que ambos estuvieran separados por tantas semanas…

 

Luego vino su declaración de amor a Minmai… una declaración de amor hecha mientras el planeta era aniquilado… cuando Lisa, la comandante Hayes seguramente había caído bajo el fuego enemigo, muriendo una muerte lenta e injusta… mientras Minmai le cantaba al planeta moribundo.

 

- ¡NO! – Rick gritó y se levantó de golpe. - ¡Comandante Hayes!

 

Rick miró a su alrededor. Ya estaba oscureciendo y él estaba todavía en el sofá. Su corazón le latía con fuerza y su respiración era rápida e irregular. Necesitaba aire en sus pulmones pues sentía que iba a desmayarse. La cabeza le dolía y un sudor frío le recorría el rostro.

 

- ¡Lisa! – pensó con angustia, sin recordar el porqué de su desesperación. - ¿Qué—?

 

Un toquido fuerte a la puerta los sobresaltó un poco y enseguida supo que eso había sido lo que lo había despertado. Se puso de pie, encendió la lámpara y fue a la puerta, abriéndola de par en par para encontrar a Max Sterling sonriendo frente a él, con una caja de pizza en sus manos.

 

- ¡Llegó el pedido!

 

Max entró a la casa sin más explicaciones y fue a la sala directamente.

 

- ¡Que oscuridad! ¿Qué estaba haciendo, jefe?

 

- Estaba… dormido. – Rick contestó, siguiendo a su amigo y todavía frotándose los ojos, tratando de despertarse. - ¿Qué haces aquí?

 

- Terminé mis asignaciones del día y me topé con la comandante Hayes en uno de los pasillos del Prometheus. Venía del hangar del Skull, creo que necesitaba unos informes para un reporte. Me dijo lo que había sucedido ayer y que estabas un poco lastimado, así que pensé que esto te levantaría un poco el ánimo. ¿Qué te parece?

 

Max puso la pizza sobre la mesa de café y Rick la miró, todavía tratando de procesar la información. Max notó que el aparato de sonido estaba prendido y fue hacia él.

 

- ¿Canciones de navidad? Jefe, creo que el golpe en la cabeza te hizo daño, estás un poco fuera de época… ¿Cómo te sientes?

 

- Estoy bien… es solo que—

 

- ¿Qué?

 

- Max… ¿Puedo preguntarte algo?

 

- Claro… pero mientras comemos. No se tú, pero yo me muero de hambre. ¿Tienes algo de tomar?

 

- Si… hay unas Petite Colas en el refrigerador.

 

Max fue a traerlas y no pudo menos que soltar una risita cuando se dio cuenta que el refrigerador de Rick estaba lleno de yogur, jugo, frutas, cosas saludables.

 

- ¿Jugo de arándano y jugo de manzana? No sabía que fueras tan naturista, Rick.

 

- No son míos, son de Lisa. – Rick contestó desde la sala, dando cuenta de su primer trozo de pizza.

 

- ¡Ah! – Max sonrió. – Si, supongo que le gusta el jugo en el desayuno.

 

- ¿Qué dices?

 

- Nada… - Max volvió a la sala. – Que está bien que tomes cosas más saludables que la Petite Cola. – dijo, arrojándole una lata a su amigo. - ¿Por qué empezó a comer sin mi, jefe? No es de buena educación hacer eso.

 

- Cuando se trata de comida, tú sabes que entre hombres no existe la buena educación.

 

- ¡Eso es cierto! – Max se rió, al tiempo que abría su lata de refresco y brindaba con él con Rick. - ¡A su salud, jefe! Así que, ¿me va a decir qué le pasó o me quedo con la versión de la comandante Hayes?

 

- Bueno, si ya hablaste con Lisa, supongo que no tengo nada más que decir.

 

- Siento mucho lo que sucedió con tus dos pilotos, Rick… desde que estábamos entrenando, siempre fueron demasiado indisciplinados. Jamás estuve de acuerdo en que se asignaran a un escuadrón, todavía les faltaba demasiada preparación pero en estos tiempos creo que la RDF no puede darse el lujo de ser demasiado selectiva.

 

- Cierto… yo también tengo mi responsabilidad en esto, Max… yo seleccioné a esos muchachos, yo los comandaba ese día… pienso que me hace falta liderazgo que—

 

- ¡No te atrevas a repetir eso, Rick! – la voz de Max sonó seria. - ¡Tú eres un líder excelente y todos los que hemos tenido el privilegio de servir bajo tus órdenes lo sabemos! Esos muchachos eran indisciplinados y demasiado alocados… algo así iba a suceder tarde o temprano.

 

- No lo se, Max. – Rick suspiró. – A veces veo hasta donde hemos llegado y en mi caso me pregunto ¿qué derecho tengo yo de estar aquí? Gente como Roy o como Lisa, ellos son líderes, ellos son personas que motivan, que inspiran… ¿Pero yo?

 

- Muchos te debemos la vida, Rick… ¡Deja ya de auto-compadecerte por cosas que ni siquiera son ciertas! – Max decidió cambiar el tema. – Oye, realmente te afectó ese golpe en la cabeza… ¿Y esa caja? Villancicos y cajas de regalos… la navidad te llegó muy temprano este año, jefe.

 

- No es un regalo… son las cosas que estaban en el casillero de Roy… apenas hoy abrí la caja y—

 

- ¡Oh! – Max tuvo la sensación de que había pasado de un tema escabroso a otro. – Lo siento Rick, yo no sabía—

 

- No te preocupes, pero precisamente hay algo que quiero preguntarte sobre esto.

 

- ¿Si?

 

- Bueno… Ben y tú estuvieron con Roy los últimos días antes de que él muriera… ¿Tú sabes acaso que significa esto?

 

Rick sacó el álbum de la caja y se lo mostró a su amigo. Max lo miró y lo reconoció enseguida, sin necesidad de siquiera tomarlo en sus manos o abrirlo.

 

- Si… es un álbum de fotos de Minmai.

 

- Eso ya lo se, pero ¿Por qué Roy tendría algo así?

 

- No era suyo… era tuyo, Rick.

 

- ¿Mío?

 

Rick parpadeó un par de veces, tratando de entender lo que su amigo quería decir con aquello. Max le dio una mordida a su pizza, la masticó con calma y luego le dio un trago a su refresco. Rick lo miraba insistentemente, demandando una explicación.

 

- Bueno, jefe… tú estaban en el hospital y el comandante Fokker te veía demasiado deprimido. ¿Recuerdas que fuimos a verte? Estabas triste porque Minmai no había ido. Aunque Lisa ya se había encargado de la decoración de tu habitación… pero bueno, esa tarde el comandante Fokker nos dijo que iba a hablar con Minmai para que fuera a verte. Incluso fue a verla a los estudios en donde estaba grabando su película.

 

- ¿Roy se tomó todas esas molestias por mí?

 

- Si, pensaba que Minmai era la única que podía subirte el ánimo.

 

- Recuerdo que ella mencionó que Roy le había dicho que yo estaba en el hospital…

 

- Bueno, pues mientras él hablaba con Claudia, para obtener información sobre Minmai, nos mandó a Ben y a mí a que fuéramos a todos los lugares que pudiéramos para conseguir fotografías de Minmai… él mismo tomó un par de fotos de tu habitación y Ben y yo compramos algunas en varias tiendas de Ciudad Macross e incluso fuimos a casa de los tíos de Minmai, al restaurante chino. Cuando supieron que las fotos que les pedíamos eran para ti, nos dieron algunas.

 

- ¿Pero por qué hicieron eso? ¿Qué pretendía hacer Roy con esto?

 

- Bueno, no sabía si Minmai iba a ir a visitarte o no, así que este era su plan B. Si ella no aparecía, él te iba a dar estas fotos diciéndote que ella te las enviaba… el comandante Fokker estaba muy preocupado por ti, Rick.

 

- ¿Y qué sucedió después?

 

- Ben y yo llevamos las fotos al hangar, el comandante trajo ese álbum que creo que había sido un regalo de Claudia para él. – Max sonrió.

 

- Si, a Roy le gustaba reciclar regalos. – Rick se rió.

 

- Pusimos las fotos en ese álbum y bueno… salimos a la batalla…

 

Max bajó la mirada y Rick comprendió que no quería seguir hablando de ello. Aquella había sido la batalla en la que Roy había muerto.

 

- Supongo que el álbum quedó abandonado en su casillero hasta que alguien lo recogió.

 

- ¿Por qué nunca me dijiste nada sobre este álbum, Max?

 

El teniente Sterling miró a su amigo a los ojos y sacudió la cabeza.

 

- Rick, sinceramente… Roy murió ese día y Ben poco después… Lisa se fue a la Tierra, Miriya apareció en mi vida… ¿Tú crees que ese álbum de fotos era importante para mí? ¡Ni siquiera volví a pensar en él!

 

- Bueno, era importante para mí.

 

- Rick, ni siquiera te diste cuenta de las fotografías que faltaban en tu habitación.

 

El comandante Hunter bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza.

 

- No puedo creer que Roy hiciera esto por mí.

 

- Él siempre hacía mucho por ti, Rick… siempre fuiste su hermanito. Recuerdo cuando nos dio nuestras nuevas órdenes, asignándonos bajo tu mando, antes de presentarnos contigo tuvo una larga conversación con nosotros. Nos hizo jurarle lealtad total y absoluta a ti, Rick… nos hizo prometerle que seríamos los mejores compañeros para ti… claro que yo no tengo que cumplir ese juramento como una obligación… sin afán de parecer un sentimental, tengo que decirte que tú te has convertido en un hermano para mí, Rick.

 

El comandante Hunter sonrió y se inclinó para palmear el hombro de su amigo. Max le devolvió la sonrisa y le dio un puñetazo amistoso a Rick en el brazo.

 

- Roy siempre se preocupó por mí… siempre se aseguró de que estuviera rodeado de personas que fueran buenas para mí… cómo Ben y tú, por ejemplo… siempre me motivó a acercarme a Minmai, incluso antes de morir, fue él quien la envió a mi cuarto de hospital. ¿Tú crees que él haya visto algo que nosotros no?

 

Max hizo un gesto de fastidio que no pasó desapercibido para Rick y se encogió de hombros.

 

- No lo se, Rick… el comandante hizo mucho por ti, pero yo no iría tan lejos como para decir que él pensaba que Minmai era una mujer que te convenía.

 

- ¿Por qué lo dices? A Roy le agradaba…

 

- Si, lo se… pero—

 

- ¿Pero qué?

 

Max miró a Rick a los ojos y tuvo que morderse la lengua para evitar decirle lo que en realidad le quería decir, que Roy no había llegado a conocer a Minmai tal y cómo era, que Rick no podía comenzar a tener ese delirio por la estrellita otra vez sólo porque Roy le pensaba dar un álbum con sus fotos. Quería decirle que se diera cuenta de las cosas de una vez por todas y que tratara de acercarse más a la comandante Hayes. Esa tarde, cuando habían hablado, Max había notado a Lisa triste, melancólica y muy callada y tenía la impresión de que Rick tenía algo que ver en todo aquello.

 

- No lo se, Max. – Rick dejó escapar un suspiro. – He estado pensando en tantas cosas en estos días… a veces necesitamos una ilusión para seguir adelante. Tú tienes a Miriya y a Dana… yo quisiera tener algo así, algo que me motive, que me haga salir cada día sabiendo que… que volveré y me estarán esperando… yo—

 

- ¡Rick tú ya tienes eso! Sólo que no quieres darte cuenta de ello. ¿Quién es la que te motiva cada día, la que te espera después de cada batalla, la que viene y pasa la noche en vela curando tus heridas sin importar que al día siguiente tenga que trabajar temprano?

 

Rick bajó la mirada y sacudió la cabeza. Una sonrisa triste apareció en su rostro.

 

- No Max, te equivocas… yo se a quién te refieres, pero las cosas no son tan ideales como tal vez tú las ves desde el exterior.

 

- Nada en la vida es ideal, Rick… tal vez lo que hay entre ustedes no es ideal, pero es real y creo que eso es lo importante.

 

- Se que muchas personas piensan que hay algo entre ella y yo, pero tú mejor que nadie sabes que no es así. En algún momento llegué a pensar que tal vez podría pero—ella no es una mujer para un tipo como yo.

 

- Pero Rick, ella—

 

- No Max. – Rick sacudió la cabeza. – Lisa está demasiado absorbida por su propio trabajo, sus obligaciones, sus tradiciones familiares, su obsesión por el deber… yo no puedo lidiar con eso y no puedo competir con los recuerdos que ella tiene de su prometido… el que murió en Marte.

 

- Es que—

 

- Es la realidad, Max… hace mucho que me di cuenta de que Lisa puede ser mi mejor amiga, y de hecho lo es, pero lo nuestro no puede ir más allá.

 

- Entonces, - Max estaba fastidiado. - ¿Vas a cambiar una relación real y verdadera por esto? – el teniente Sterling le dio un golpecito al álbum que estaba sobre la mesa. - ¿Por un fantasma, una ilusión de adolescente?

 

- No voy a cambiar nada por nada… simplemente trato de ser realista.

 

- Si, es muy realista pensar que Minmai, la Señorita Macross, heroína de la tierra y salvadora de la raza humana va a venir a ti, Rick… a un soldado de la RDF.

 

- ¿Es más realista pensar que Lisa, la hija de un almirante, la primer oficial del SDF1, la oficial en jefe de las operaciones tácticas de la RDF, la comandante Hayes realmente se pueda interesar en un piloto acrobático de circo?

 

Max movió la cabeza, sorprendido de lo denso que su amigo podía llegar a ser. Lisa lo amaba, eso saltaba a la vista… ¿Acaso Rick era el único que no lo notaba?

 

- Rick, ella te—

 

El teléfono celular de Max sonó insistentemente y él suspiró frustrado.

 

- ¡Un minuto! – Max tomó la llamada. – Mir… amor, no te preocupes, yo—si, si, está bien… dame un minuto… voy en camino.

 

Max colgó y se puso de pie.

 

- Ni modo, el deber llama… instrucciones de los altos mandos.

 

Rick lo miró y se rió divertido. Max se encogió de hombros y se dirigió a la puerta.

 

- Piensa lo que te dije, jefe. Recuerda que nadie sabe lo que tiene sino hasta que lo ve perdido.

 

- Max…

 

- Rick, - Max lo interrumpió. – Tienes un álbum con fotos… y tienes a una mujer que pasó la noche en vela a tu lado… piénsalo amigo, piénsalo muy bien. Ahí te lo dejo de tarea.

 

Max salió de la casa y cerró la puerta tras de sí. Rick se quedó de pie en donde estaba y luego bajó la mirada.

 

- ¡Si tan sólo las cosas fueran tan fáciles!

 

El póster de Minmai estaba sobre el librero. Rick lo tomó, junto con la caja que estaba en el suelo y fue a su habitación. Puso el casco de Roy sobre su mesita de noche y a su lado colocó el álbum. Luego puso el resto de las cosas de Roy en un cajón de su guardarropa y enseguida buscó un espacio vacío en donde pudiera colocar sobre la pared el póster de Minmai. Finalmente decidió ponerlo al lado de la puerta, de manera que quedara frente a su cama y pudiera verlo cada mañana con facilidad.

 

- ¡Minmai! – volvió a decir. – Tal vez nadie entienda lo que siento por ti… tal vez tu nunca lo llegarás a entender y quizás yo mismo nunca lo comprenderé del todo… pero una cosa es cierta, tú fuiste mi razón para entrar a la RDF. ¿Crees que puedas seguir inspirándome?

 

Rick miró el póster, contemplándolo por un largo rato mientras pensaba que Roy hubiera querido que él y Minmai terminaran juntos. Incluso Roy había hecho todo lo posible por acercarlos… y su hermano mayo siempre había tenido la razón.

 

- Hay una mujer que pasó la noche en vela cuidándome… eso es cierto. La mujer a quien más quiero y respeto en este mundo… pero ella no me necesita, ella es demasiado fuerte e independiente… ella puede cuidarse sola y jamás me permitiría acercarme demasiado… y está Minmai… un fantasma, es cierto… pero una ilusión al fin.

 

 

- - - - - - - - - - - -

 

 

No había pasado mucho desde que Max se había ido, cuando Rick escuchó la puerta de la casa abrirse y la voz suave de Lisa llamándolo:

 

- Rick… ¿estás aquí?

 

- En la sala, Lisa… pásate.

 

Lisa entró y lo encontró sentado en el sofá, con los pies sobre la mesa del café, comiendo pizza y tomando refresco, contemplando el muro frente a él pensativamente.

 

- ¿Cómo sigues?

 

- Muy bien. Me siento mucho mejor.

 

Rick evitó la mirada de Lisa y ella bajó sus ojos, sintiendo que algo no estaba bien. Rick se había estado comportando de manera muy extraña los últimos días y ella no sabía porqué.

 

- Bien… yo—quería ver como seguías… pero me retiro, tengo que ir a casa, yo—

 

- ¡Hey! – Rick la llamó. - ¡No te vayas! ¿No quieres un pedazo de pizza? Max la trajo, está rica.

 

Lisa se sentó en el sofá, al lado de Rick y él le sonrió amigablemente, pero no había en sus ojos aquella chispa que a Lisa tanto le gustaba ver cada vez que él sonreía. Se notaba preocupado, cansado… triste.

 

- ¿Qué te pasa, Rick? – la voz de Lisa sonó tierna y preocupada.

 

- No me pasa nada… ¿Por qué habría de pasarme algo?

 

- No se—te siento frío… distante.

 

- Estoy bien.

 

Rick se puso de pie y fue a la cocina. Lisa lo siguió con la mirada y luego miró a su alrededor, como si quisiera encontrar en el ambiente alguna pista que le hiciera entender la actitud de Rick. El comandante volvió con un vaso de jugo de manzana con agua mineral, una de las bebidas favoritas de Lisa y se la entregó.

 

- ¡Gracias!

 

Rick volvió a su lugar y Lisa pensó que era realmente significativo el que él supiera preparar el café como a ella le gustaba, supiera qué jugo y qué marca de agua mineral eran sus favoritas, sabía la cantidad de cubitos de hielo que le gustaban con su bebida… él parecía saberlo todo de ella sin siquiera percatarse de ello.

 

- ¿De casualidad no sabes mi turno del día de mañana? – Rick preguntó.

 

- ¿Eh? Ah… si, tienes que reportarte en la base a las 0600 horas, tu patrullaje empieza a las 0700 hrs.

 

- ¡Va a ser un largo día entonces!

 

- ¿Cómo sigues de tu cabeza? Si no te sientes bien yo puedo—

 

- No, olvídalo, está bien. Agradezco lo que haces por mí Lisa pero… ya no te preocupes tanto por mí.

 

- ¿A qué te refieres?

 

- No lo se. – Rick se encogió de hombros. – No quiero causarte problemas… tampoco quiero ser una molestia así que… aunque te estoy agradecido por todo, quisiera que de ahora en adelante me dejaras encargarme de mis asuntos…

 

- ¿Estás enojado por lo de hoy? ¿Por qué cambien tu día libre sin consultarte?

 

- Claro que no… no estoy enojado. Sólo que estuve pensando y creo que debo de aprender a manejar mis propios asuntos… se que tienes mucho trabajo y el estar arreglando mis horarios no está ayudando.

 

- Está bien, de acuerdo. – Lisa se sintió un poco dolida con aquello.

 

Rick se recargó en el sofá y cerró los ojos.

 

- Estaba pensando en Roy…

 

Lisa lo miró al rostro, comprendiendo de pronto la actitud de Rick. El pensar en Roy siempre lo hacía sentirse triste y deprimido. Habían pasado ya muchos meses desde la muerte del comandante Fokker, pero había veces que Rick parecía no haberlo superado del todo.

 

- ¿Buenos recuerdos? – Lisa preguntó con interés.

 

Rick se encogió de hombros, pero no contestó.

 

- Era una gran persona. – Lisa continuó. – Un héroe que jamás será olvidado en la RDF.

 

- Si… un héroe… - Rick abrió los ojos. - ¿Y nosotros qué somos, Lisa?

 

- ¿A qué te refieres?

 

- No se… en todas las historias héroes como Roy Fokker salvan la tierra… ¿Y nosotros? Nosotros somos quienes debíamos de ser héroes pero terminamos siendo incapaces de salvar nuestro planeta. ¿En qué nos convierte eso?

 

- No seas injusto contigo mismo, Rick… tal vez no salvamos en planeta pero lo estamos reconstruyendo.

 

- Estamos reconstruyendo Nueva Macross… ¿Y lo demás qué?

 

Lisa puso su vaso de jugo en sus labios para evitar contestarle algo a Rick que pudiera provocar una de sus famosas peleas. Lo último que quería en ese momento era tener una discusión con él. Rick tomó un trozo de pizza y se lo entregó a Lisa, mientras seguía hablando:

 

- No quiero ser injusto, Lisa… se que el trabajo que hemos hecho es fundamental pero… supongo que he estado un poco triste en estos días, eso es todo.

 

- ¿Hay algo que pueda hacer por ti, Rick?

 

- No… todo va a estar bien. Es solo que cuando uno recuerda los viejos tiempos… bueno, los recuerdos lo ponen a uno sentimental.

 

- Así es. – contestó Lisa con desgano.

 

- Estaba… estaba recordando a Minmai.

 

Los ojos de Lisa se abrieron de golpe, sintiendo como si Rick le hubiera dado un golpe en el estómago tan solo con la mención de ese nombre. Lo miró incrédula pero él estaba mirando a la ventana, con sus ojos clavados en la oscuridad del cielo.

 

- Hace mucho que no la ves. – Lisa respondió, luchando por que su voz no delatara su frustración. – Supongo que está ocupada con los conciertos que está dando en beneficio de la reconstrucción de las ciudades autónomas.

 

- Si, supongo que sí. – Rick suspiró. – Todo era tan bueno cuando había tanta libertad… cuando ella aun no era famosa y… y yo no era un soldado.

 

- ¿Extrañas esos tiempos? – Lisa sentía un nudo en la garganta, pero decidió que era mejor hablar con él que salir corriendo y provocar un lío entre ellos.

 

- No lo se… es que… volar es mi pasión pero…

 

Rick volvió a guardar silencio, mientras se preguntaba a sí mismo por qué estaba haciendo eso… por qué le estaba hablando a Lisa sobre Minmai. Las fotos que había encontrado esa tarde lo habían afectado más de lo que él mismo había imaginado. No eran tanto las fotos, era el hecho de que Roy Fokker, su hermano mayor hubiera hecho todo lo que había podido para que él y Minmai estuvieran juntos. Eso tenía un peso muy grande en el corazón de Rick.

 

Sin embargo ahí estaba Lisa… Lisa, siempre Lisa… su hermosa e inteligente oficial superior, su amiga, su cómplice, su aliada… su confidente y su compañera… su alma gemela… Lisa Hayes, su ángel de la guarda.

 

Rick la miró de soslayo y la vio comerse su pedazo de pizza sin mucho interés. Lo que él no sabía era que Lisa había visto la cubierta del CD de Minmai sobre el mueble y ahora estaba pensando en que Rick seguramente había pasado la tarde escuchando a la Señorita Macross.

 

- ¿Qué estoy haciendo? – Rick se cuestionó a sí mismo.

 

- ¿Qué piensas hacer? – Lisa apenas pudo murmurar esas palabras. - ¿Sobre Minmai?

 

- ¿Qué podría hacer, Lisa? – Rick suspiró con frustración. – Tengo ganas de verla, no te miento. Pero la realidad es que ella es una estrella, yo sólo soy un piloto, y eso es todo. Cualquier cosa que yo pueda considerar hacer es sólo una fantasía, nada más. No me engaño, soy realista.

 

- Supongo que es difícil localizarla en estos días.

 

- Debe serlo. – Rick asintió. – Como te dije, simplemente me puse un poco sentimental el día de hoy… encontré algunas cosas de Roy que Claudia me había dado y—bueno… supongo que estuve pensando en los viejos tiempos. – se encogió de hombros.

 

- Si…

 

Lisa bajó su vista, rogando al cielo que fuera sólo eso, un sentimiento de nostalgia por los viejos tiempos y no un segundo aire al amor que un día le tuvo a Minmai… él mismo le había dicho que se habían despedido antes de la última batalla… pero él mismo también le había revelado que le había confesado que la amaba.

 

Las cosas entre Lisa y Rick no habían estado en su mejor momento en esos días, pero ella pensaba que era sólo el cansancio y la frustración de las jornadas interminables de trabajo. Ella podía lidiar con eso… pero jamás podría competir con la Señorita Macross si ella decidiera regresar a la vida de Rick.

 

- El que escuche un CD de Minmai no significa que vaya a regresar corriendo a ella, profesándole amor eterno e incondicional, ¿O sí? – Lisa se preguntó. - ¿O acaso yo soy la estúpida que piensa que puedo ganarme el corazón de Rick cuando bien se que ese corazón ya tiene dueña y no soy yo?

 

- ¿En qué piensas, Lisa? – Rick le preguntó con voz suave.

 

- En nada…

 

- No es cierto… algo te preocupa. Cuando tus ojos brillan de esa manera es que estás molesta o preocupada. ¿Qué pasa? ¿Necesitas hablar de ello?

 

Lisa miró a Rick, preguntándose cómo era que él parecía conocer los diferentes tonos de verde de sus ojos y sus significados. ¿En realidad él prestaba atención a esos detalles o simplemente estaba tratando de ser amable?

 

- No es nada, Rick… estoy bien.

 

- No se. – él se encogió de hombros. – A veces creo que no estás bien del todo… es que tú siempre me escuchas y me aconsejas, Lisa… quisiera corresponderte.

 

- No tienes que hacerlo… estoy bien, son sólo… cosas del trabajo.

 

Rick asintió, sintiéndose frustrado otra vez. Esperaba esa clase de respuesta de ella.

 

- ¡Trabajo! ¡Deber! Siempre es lo mismo con ella… - Rick pensó con cierta rabia. - ¿Por qué es tan difícil todo esto? Las cosas parecían ser tan sencillas antes… Lisa, aunque tú no lo sepas, eres mi faro y mi ancla. Sin ti yo estaría perdido en este mundo, andaría a la deriva… ¿Por qué me da miedo decírtelo? ¿Por qué siento que… que nos estamos alejando y que te estoy perdiendo irremediablemente, Lisa Hayes?

 

- Será mejor que me vaya. – La voz de Lisa trajo a Rick de vuelta a la realidad. – Mañana tienes que levantarte temprano y yo—

 

- No te vayas todavía. – Rick la detuvo. – No tengo sueño y… no quiero quedarme sólo. ¿Te quedarías un ratito más?

 

Lisa se detuvo. Rick mantenía su mano firmemente alrededor de su muñeca. Ella sonrió apenada y asintió levemente.

 

- Un rato más, supongo que está bien.

 

Los ojos de ambos se encontraron y por un momento, en silencio, ambos se hicieron la misma pregunta… ¿Por qué se sentían tan nerviosos últimamente cuando estaban juntos? Había una tensión muy fuerte entre ellos en esos días… la tensión de un amor compartido pero no profesado que ha llegado al límite de la resistencia. En ese momento había dos opciones: dar rienda suelta a ese amor que los estaba consumiendo por dentro o arriesgarse a perderlo todo.

 

Hacía falta solo una chispa, una pequeña chispa para hacer que ese amor comenzara a arder o bien explotara y se destruyera. Lisa y Rick estaban parados en esa delgada línea que separa al amor del odio. Cualquier movimiento en falso en ese momento podría ser fatal e irreversible.

 

Rick suspiró profundamente y sin pensarlo recargó su cabeza en el hombro de Lisa. Ella se sorprendió con aquel movimiento tan inesperado del joven comandante. Sintió que la sangre se le agolpaba en la cabeza y que el corazón se le aceleraba en el pecho.

 

- ¿Qué pasa, Rick? – su voz era apenas audible.

 

- Me duele un poco la cabeza. –murmuró él.

 

- ¿Te tomaste tu medicina?

 

Rick solo asintió con la cabeza y se acercó un poco más a ella, para poderse acomodar más cómodamente en su hombro. Lisa puso sus brazos en torno a los hombros de Rick y lo abrazó con suavidad. Él movió su rostro, para mirarla a los ojos e intentó sonreírle. Ella le devolvió aquella sonrisa y con cuidado acarició su cabello, para dejar al descubierto su frente y revisar su golpe. Al parecer Rick tenía la cabeza bastante dura, pues aquel golpe había prácticamente desaparecido, dejando sólo un área enrojecida en la frente del muchacho. Lisa pasó sus dedos por el golpe y él cerró los ojos. El contacto de los dedos de Lisa contra su piel lo hacían estremecerse. El cariño y la ternura con la que ella siempre lo tocaba eran suficientes para derretir su corazón.

 

Rick se acurrucó contra el cuerpo de Lisa y bajó su rostro, escondiéndolo de ella. Lisa cerró sus brazos en torno a él, acunándolo contra su pecho. Ambos permanecieron así abrazados en silencio.

 

Los ojos de Lisa estaban llenos de lágrimas. El tenerlo así de cercano y saberlo tan lejano… el tenerlo en sus brazos, sabiendo que no era suyo… el sentir cómo se aferraba a ella mientras pensaba en otra persona… todo eso hacían que su corazón le doliera como jamás en la vida lo había hecho. Ni siquiera cuando Riber había muerto. Lisa tenía un mal presentimiento esa noche… sentía que de alguna manera aquello era el principio del fin.

 

- ¿De qué serviría, Rick? – se preguntó en silencio. – El tiempo ha pasado y creo que mi situación ha sido definida… jamás me has engañado respecto a tus sentimientos… quizás me aventuré a soñar demasiado… ¿Algún día podrás amarme como yo te amo a ti? ¿Algún día podrás enamorarte de mí? ¿Llegará para nosotros un mañana en el qué tú puedas amarme?

 

Una lágrima recorrió la mejilla de Lisa y cayó sobre el cabello rebelde de Rick, sin que él se percatara de ello. En silencio, lo único que parecía importarle en ese momento era el sonido fuerte y rítmico del corazón de Lisa. Por un momento deseo poder volver el tiempo atrás, hasta esa mañana en que él la había rescatado de la Base Alaska… quería estar con ella en esa mañana, la primera después del Apocalipsis, y decirle que la amaba… que la necesitaba, que le gustaba… que la quería a su lado para siempre.

 

- Pero ya es demasiado tarde… - Rick pensó. – Ella jamás lo entendería… ella se debe a su trabajo y a sus responsabilidades, yo no puedo alejarla de eso. Lisa, por lo menos déjame ser tu amigo… no me hagas a un lado; no me obligues a alejarme de ti… Lisa… no quiero perderte… por favor, no me abandones.

 

Sin que él pudiera evitarlo, un par de lágrimas escaparon de sus ojos. Se aferró aun más a Lisa, escondiendo esas lágrimas en el pecho de la comandante.

 

- ¿Te sientes bien, Rick? – Lisa estaba preocupada. - ¿Crees que puedas volar mañana?

 

- Claro que puedo. – Rick se incorporó y se limpió el rostro con la mano. – Es solo una jaqueca, nada de que preocuparse.

 

- Entonces debes de ir a dormir. – Lisa sugirió, mirándolo a los ojos insistentemente.

 

- Si, supongo que será lo mejor.

 

Rick se puso de pie y Lisa hizo lo mismo. Se hacía tarde y ambos estaban cansados.

 

- ¿Quieres que te acompañe o que llame un taxi? – Rick ofreció.

 

- No te molestes… iré caminando. Me gusta mucho caminar de noche.

 

- Bien… pero me llamas en cuanto llegues a tu casa, ¿De acuerdo?

 

- Lo haré. – Lisa le sonrió.

 

Ambos fueron a la puerta y Rick la abrió para ella.

 

- ¿Crees que regreses mañana temprano de tu patrullaje? Es mi día libre y podría, no se… cocinar algo.

 

- Pues eso no depende de mi, Lisa… pero en cuanto vuelva pasaré por tu casa, si te parece bien.

 

- Me parece perfecto.

 

Ambos se quedaron parados en la puerta, en silencio, mirándose fijamente a los ojos. La luz que provenía del interior de la casa iluminaba suavemente los rasgos de Lisa, mientras que la luz de la calle hacía que los ojos de Rick brillaran. Ninguno de los dos sabían que decir para romper aquel silencio. Era obvio que había algo entre ellos, algo que luchaba por escapar aunque ambos trataban con todas sus fuerzas de mantenerlo oculto. Finalmente fue Lisa quien rompió aquel hechizo, bajando su mirada y susurrando suavemente algunas palabras:

 

- Me voy Rick, cuídate mañana.

 

El comandante asintió con la cabeza y cuando Lisa levantó la mirada, Rick puso su mano sobre el hombro de ella y se inclinó para besarla en la mejilla. Lisa contuvo la respiración cuando sintió el roce tibio y suave de los labios de Rick… el muchacho no se movía, mantenía sus labios en la mejilla de la comandante. Cuando finalmente, después de unos segundos que parecieron durar una eternidad él comenzó a alejarse, Lisa sintió las piernas débiles cuando la mejilla de Rick rozó la suya por un segundo.

 

- Buenas noches, Lisa. – Rick susurró, mirándola a los ojos insistentemente y sin retirar la mano que mantenía en su hombro.

 

- Buenas noches, Rick. – Lisa contemplaba su rostro, como queriendo memorizar cada rasgo, como si fuera la última vez que podría mirarlo así.

 

Rick dio un paso atrás, exhalando con cierta frustración. Lisa se dio la media vuelta y comenzó a caminar. En el rostro de ambos se reflejaban las mismas incertidumbres, la misma tristeza y el miedo… ese miedo infinito que ambos sentían al saber que de alguna manera, las cosas estaban a punto de cambiar. Había algo en el aire esa noche que presagiaba una tormenta.

 

Lisa jamás miró sobre su hombro para ver a Rick. Si lo hubiera hecho, quizás sus ojos se hubieran encontrado y ambos se hubieran dado cuenta de que en esos momentos el sentimiento era mutuo. Rick la vio alejarse despacio por aquella calle desierta. Sentía que su corazón le dolía. Aquello había sido casi como una despedida…

 

- La voy a ver mañana… ¿Por qué me siento así?

 

Rick cerró la puerta cuando Lisa dio vuelta en la esquina. Apagó las luces de su casa y fue directamente a su habitación, en donde se cambió desganadamente. Se puso su pijama favorita que consistía en un pantalón azul y una camiseta color verde y enseguida se dejó caer en la cama.

 

Rick sabía que aquella noche no podría dormir. Había demasiadas cosas en qué pensar. Casi como si fuera un reflejo, tomó el álbum que estaba sobre su mesita de noche y comenzó a hojearlo lentamente, examinando cada foto y recordando todos los momentos vividos con Minmai. Sin duda habían sido buenos tiempos y sus recuerdos eran muy bonitos. Dejó el álbum a un lado y apagó la luz.

 

- Lisa y yo hemos pasado por tanto juntos. – pensó. – He pasado más tiempo a lado de ella que de Minmai… tengo muchos recuerdos bonitos de las cosas que Lisa y yo hemos vivido juntos… sin embargo… una relación entre militares… no se si sea posible o si Lisa aceptara. Ella es tan recta, tan apegada a los manuales y la etiqueta. ¿Por qué no puede ser más espontánea? A veces siento que no tengo vida fuera del ejército y tal vez eso no sea saludable… quisiera tener a alguien a mi lado, pero ¿no sería sano que quien estuviera conmigo fuera alguien civil? No se si soportaría regresar cada día a casa para sólo seguir hablando de cosas del trabajo… y con Lisa ese parece ser nuestro único tema de conversación.

 

Miles de pensamientos contradictorios comenzaron a llenar la cabeza del joven comandante. Pensamientos que no tenían nada que ver el uno con el otro. Pensaba en Lisa, en Minmai, en su relación con ambas mujeres… pensaba en su escuadrón, en el tiempo en que él sirvió bajo las órdenes de Roy; en sus épocas al frente del Bermellón con Max y Ben… en los amigos y subordinados que había perdido, en las cartas de condolencia que había escrito y en las que aun le faltaban por escribir… recordó sus batallas, una a una, como si estuviera viendo una película ante sus ojos…

 

Por más que intentaba sacarse todos esos pensamientos de la cabeza, no podía. Sólo daba vueltas y más vueltas en su cama, desesperado de no poder dormir a pesar de que el sueño hacía que sus párpados se sintieran pesados. El reloj seguía marcando inexorablemente las horas… pronto tendría que levantarse.

 

Apenas Rick comenzó a caer en un sueño profundo, aunque algo inquieto, cuando el despertador sonó, haciéndolo brincar de la cama.

 

- ¡Maldita sea! – murmuró entre dientes, golpeando el aparato de una manera no muy amable. - ¡Ya cállate, ya te oí!

 

Rick se volvió a recostar en la cama, cubriendo su rostro con su antebrazo. Todavía estaba oscuro y él se sentía cansado y con sueño. Sus párpados comenzaron a cerrarse una vez más, hasta que el despertador volvió a sonar. Rick se puso de pie de un salto, dándose cuenta de que se le había hecho tarde. Ya no alcanzaría a darse un baño, ni siquiera a desayunar. Buscó un uniforme limpio en el guardarropa, arrojó su pijama sobre la cama y un minuto después salió corriendo rumbo a la base, en aquel fresco amanecer otoñal de Nueva Macross.

 

 

- - - - - - - - - - - - - -

 

Lisa abrió los ojos aquella mañana y giró en su cama para quedar de costado y poder ver su reloj despertador. Eran las 8:30 am, mucho más tarde de lo que ella generalmente solía dormir. Se estiró y miró hacia la ventana, por donde la suave luz de aquella mañana otoñal se filtraba tímidamente.

 

Recordó la noche anterior… había llegado a su casa, había tomado un relajante baño y se había ido a dormir. Había dormido bastante bien y aquella mañana se sentía tranquila y relajada. Al parecer todas las dudas y las incertidumbres de la noche anterior habían desaparecido con la luz del día.

 

- Tal vez ayer estaba nerviosa y por eso me sentía tan extraña. – Lisa pensó. – Rick estaba bastante deprimido… es normal, con todo lo que ha sucedido últimamente. Espero que se recupere pronto, no me gusta verlo así.

 

Lisa se sentó en la cama y miró la fotografía de ella y Rick que tenía sobre su mesita de noche. Una de las que Max había tomado aquella noche de año nuevo. Lisa sonrió y con cariño recorrió la imagen de Rick con la yema de sus dedos.

 

- ¡Rick Hunter! –pensó. - ¿Por qué te quiero tanto?

 

La comandante Hayes se puso de pie y caminó hacia la cocina para prepararse su desayuno. No podía creer que tuviera el día libre. No tenía planes, pero esperaba que Rick regresara temprano de su patrullaje y pudieran pasar algún tiempo juntos.

 

Lisa desayunó viendo las noticias de la MBS en la televisión. El día era bastante tranquilo, pues las noticias más relevantes del día eran sobre los proyectos de recuperación ecológica del Doctor Lang. No había ningún informe de incidentes militares, lo cual hizo que ella se sintiera mejor, sabiendo que era Rick quien estaba patrullando en esos momentos.

 

Mientras se daba una ducha, Lisa recordó la noche anterior y lo que Rick le había dicho sobre Minmai. Ese pensamiento hizo que un gesto de fastidio apareciera en su rostro, pero enseguida intentó recuperar el buen humor.

 

- Ella está demasiado ocupada con su carrera… hace ya mucho tiempo que salió de Nueva Macross y no creo que decida volver pronto… además no tengo que preocuparme. ¿Cuáles son las posibilidades de que ella volviera a la vida de Rick?

 

Lisa se salió de bañar y se vistió con un traje que acababa de comprar y que le había gustado bastante desde que lo había visto en la tienda: una falda y un saco color caqui con algunos detalles en rojo y una blusa color rosa. Con esa ropa se sentía cómoda y eso añadía algo al buen humor con que había amanecido.

 

Salió de su casa camino al supermercado. Pensaba comprar algunas cosas para preparar una buena cena aquella noche. Tenía la esperanza de que Rick y ella pudieran cenar juntos.

 

- Creo que podríamos hablar y arreglar la situación… Rick me reclama que soy demasiado adicta al trabajo y tal vez tenga razón. Le voy a proponer que ambos tomemos algunos días libres y nos relajemos un poco. Nada de trabajo, nada de nada, simplemente dedicarnos a descansar. – Lisa pensaba, mientras caminaba rumbo al supermercado.

 

Imaginaba todo lo que Rick y ella podrían hacer en esos días libres. Tal vez trabajar un poco en el jardín de la casa de él o incluso ir a la reserva ecológica del doctor Lang y pasar un par de días en aquel lugar. O podrían pasar algunos días simplemente paseando por Nueva Macross… irían al cine, a cenar a algún restaurante elegante. Podrían ir a alguna función de teatro o a algún concierto de música clásica. ¡Había tantas posibilidades!

 

- Estoy segura de que podremos arreglar las cosas entre nosotros y relajarnos bastante. Ambos lo necesitamos desesperadamente. Hoy en la noche voy a hablar con Rick al respecto. Conociendo a Rick, me va a decir que lo único que él quiere hacer es quedarse en el sofá de su casa viendo películas… no que yo tenga nada en contra de ello.

 

Lisa sonrió y comenzó a tararear una canción mientras caminaba por el parque y observaba lo bonito que todo se veía por ahí. El clima era fresco, sin llegar a ser frío y el cielo azul era simplemente esplendoroso, sobre todo después de tantos meses de cielos nublados y lluvias constantes. Sin duda la Tierra estaba comenzando su propia recuperación.

 

Una vez que Lisa estuvo en el supermercado, se encontró comprando cosas para Rick y no para ella. La noche anterior se había percatado de que el comandante Hunter tenía su despensa casi vacía y se había hecho una nota mental de comprarle lo básico.

 

- Voy a llevar esto a su casa. – Lisa pensó, mientras estaba formada en la fila para pagar. – Y de regreso pasó y compro lo que necesito para la cena.

 

Salió del supermercado llevando consigo dos bolsas de víveres y caminó sin prisa hasta la casa de Rick. Sacó su llave, abrió la puerta y dejó las bolsas en la cocina. Sus ojos hicieron una revisión rápida del lugar y sonrió al tiempo que movía la cabeza, reprobando las actitudes de Rick.

 

- ¿Cuándo fue la última vez que el señor limpió este lugar?

 

Lisa entró a la sala y vio las almohadas y cobijas que ella había llevado al sofá hacía dos noches, todavía en aquel lugar. Las almohadas estaban amontonadas en una orilla del sofá y las cobijas echadas descuidadamente sobre el respaldo. Sobre la mesita de café estaba la caja vacía de la pizza del día anterior y algunos vasos y latas de Petite Cola. Lisa fue a la cocina por su delantal que tenía en ese lugar y se dio cuenta de que el lavadero estaba lleno de trastes sucios. Una vista rápida al cuarto de lavado fue suficiente para que ella también se diera cuenta de que Rick necesitaba urgentemente que su ropa fuera lavada.

 

- Bien… no tengo nada mejor que hacer.

 

Lisa puso la ropa a lavar y mientras tanto fue a limpiar la sala. Lo hizo de buena gana, sintiéndose contenta de poder hacer algo por Rick. Sabía que su piloto había tenido días difíciles y muy poco tiempo para encargarse de sus asuntos personales, ni siquiera de su casa.

 

En poco tiempo la sala y el baño quedaron relucientes. Lisa fue a sacar la ropa de la lavadora y la puso en la secadora. Enseguida regresó a la cocina, en donde puso la despensa en su lugar, limpió la mesa y comenzó a lavar los trastes sucios, mientras seguía cantando en voz baja para sí.

 

- ¡Listo! – dijo al tiempo que cerraba la llave de agua y se secaba las manos en su delantal. – Ya acabé con esto… ¡Vaya trabajo! Debería cobrarle por hacerlo… aunque por otra parte, nadie me lo pidió.

 

Lisa sonrió para sí misma y decidió ir a echar un vistazo a la habitación de Rick. Tal y cómo lo esperaba, encontró la cama sin tender, su pijama arrojada descuidadamente sobre la cama y varios objetos fuera de su lugar. Era bastante obvio que el comandante había salido de prisa esa mañana.

 

- ¡Cielos! ¿Por qué será que su dormitorio siempre está tan desordenado?

 

Lisa comenzó a tender la cama y a tratar de ordenar un poco aquel lugar, mientras pensaba que algunas cosas jamás cambiarían. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando su mirada fue capturada por algo que se encontraba sobre la mesita de noche. Ella conocía esa casa como la palma de su mano y enseguida se dio cuenta de que aquello estaba fuera de lugar… era algo que no había estado ahí antes.

 

El casco de vuelo de Roy… Lisa sabía que Claudia había decidido dejar que Rick lo conservara, ella se lo había dicho. Pero nunca hasta ahora Lisa lo había visto en la casa de él. Tal vez era eso a lo que Rick se refería la noche anterior cuando le había dicho que estaba algo nostálgico después de ver algunas cosas que le habían pertenecido a Roy.

 

Pero había algo más… algo que realmente fue lo que capturó toda su atención. Era un álbum de pastas blancas. Lisa sintió que el corazón se le aceleraba y que la sangre se agolpaba en sus sienes. De pronto todo su optimismo desapareció y un sentimiento extraño le inundó el pecho… alargó su mano para abrir aquel álbum y por un segundo se detuvo, sintiendo mariposas en el estómago, nerviosa de lo que pudiera encontrar en su interior. Pero sin poder contenerse, como si su mano tuviera conciencia propia, levantó la cubierta del álbum y su corazón se detuvo cuando vio las fotografías que adornaban la primera página: en una estaba Rick, en el parque con ropa civil y… Minmai. La otra era un acercamiento del rostro perfecto de la Señorita Macross.

 

- Minmai… - Lisa pensó, sintiendo cómo su corazón se rompía en mil pedazos. – No sólo está escuchando su música… ahora también esto… creo que no lo ha superado… creo que yo he sido demasiado ciega para ver las cosas… para aceptar que él todavía la ama, que todavía piensa en ella… que todavía… que todavía pasa las noches viendo estas fotografías.

 

Lisa continuó mirando las fotografías, sintiendo que su valor y su voluntad disminuían con cada página que pasaba.

 

- ¿Qué es lo que ve en ella?- – se preguntó con ironía y cierta amargura. - No mucho, además de un físico excepcional, hermosa voz y una carrera maravillosa.

 

Lisa siguió pasando las páginas del álbum lentamente, como si quisiera asegurarse de que aquello era real y no una pesadilla.

 

- Oh Rick… ¿Cómo podría competir con una chica que tiene tantos encantos? Supongo que no puedes evitar sentir por ella lo que yo por ti. Además no pareces interesado en cambiar tus sentimientos.

 

Lisa cerró el álbum tratando de contener las lágrimas que súbitamente habían nublado su visión. Dio media vuelta, queriendo escapar… salir de aquella habitación y no volver. De pronto todo parecía claro frente a ella. Rick Hunter pertenecía a Minmai y no había nada que ella pudiera hacer para cambiar las cosas.

 

- ¿Qué caso tiene?

 

Pero cuando su mirada se encontró con aquel póster en la pared, al lado de la puerta, sintió que aquello era la estocada final a su corazón. Podía pensar que Rick hubiera tenido el álbum guardado en algún lugar en el que ella no lo hubiera visto antes, pero el hecho de que ese póster hubiera aparecido en esa pared de la noche a la mañana simplemente terminó por confirmar sus temores: Rick no sólo seguía enamorado de la Señorita Macross, sino que además ese amor, alimentado por la distancia y la ausencia, se había hecho más fuerte y profundo al paso de los meses. Rick quería volver a Minmai… quería tenerla a su lado una vez más. Eso sin duda explicaba el comportamiento tan extraño que el piloto había tenido en los últimos días.

 

En un impulso extraño para el carácter siempre ecuánime de la comandante Hayes, Lisa tomó un extremo del póster y lo arrancó de la pared, arrojándolo al suelo. Una lágrima escapó de sus ojos y Lisa clavó su mirada en el muro vacío, sintiéndose avergonzada de su actitud tan infantil. Se inclinó a recoger el póster y cuando estaba a punto de colocarlo en la pared, un gesto de fastidio y frustración apareció en su rostro, mientras volteaba el póster de cabeza y lo pegaba sobre la superficie del muro.

 

- Es el fin. – Lisa pensó, mientras recogía sus cosas y se dirigía a la puerta. – Ya me cansé de luchar… ya me cansé de intentarlo. Ya no puedo seguir persiguiéndote Rick, siempre yendo detrás de ti mientras tu corres hacía ella y lo único que yo tengo de ti es la sombra que vas dejando detrás. No se que va a suceder conmigo mañana… pero creo que debo de enfocarme en mis metas, en mis proyectos… creo que hoy he comprendido finalmente las cosas… pasamos buenos momentos, pero esos ya quedaron atrás… olvídate de lo que sucedió, Lisa… enfócate en lo que vendrá. Y sobre todo, deja de incluir a Rick en tu visión del futuro, pues bien sabes que él jamás será parte de tu vida… ¡Jamás!

 

Lisa salió de la casa, prometiéndose que sería la última vez que estaría en ese lugar. Rick jamás le había mentido sobre sus sentimientos por la cantante… sin embargo si le había dado esperanzas de que algo pudiera suceder entre ellos. La había acompañado, la había abrazado, la había cuidado… incluso la había besado… todo mientras seguía pensando en Minmai; mientras seguía pasando las noches escuchando su música, mirando sus fotografías, contemplando su rostro perfecto de estrella de cine en aquel póster.

 

- Ya no puedo más, Rick. – Lisa se rindió. – Simplemente no soy lo suficientemente fuerte para competir con ella… me atreví a soñar demasiado… pero el sueño terminó.

 

Sin siquiera pensarlo dos veces, Lisa puso su copia de las llaves de Rick en el buzón. No tenía siquiera el valor de mirarlo de frente y entregárselas en sus manos. Se alejó de ahí sintiendo sus ojos anegados en lágrimas, pero prometiéndose a sí misma que no derramaría una sola lágrima más por él.

 

- Sola otra vez. – pensó mientras caminaba sin rumbo fijo. – Así es como siempre ha sido… al final todos se van… al final siempre me quedo sola. ¿Por qué tratar de luchar contra un destino como este? Rick… espero que al menos conserves buenos recuerdos de mi y de estos meses que pasamos juntos… porque supongo que—que este es el fin de todo.

 

Bajó su mirada, sabiendo que ya no tenía nada más que hacer, nada más por qué luchar. Si amaba a Rick, si realmente lo amaba, debía dejarlo libre, aunque eso significara desgarrarse el corazón.

 

- Jamás podremos estar juntos. – Pensó, mientras luchaba contra las lágrimas que estaban a punto de escapar de sus ojos. – Pero siempre… siempre te amaré.

 

 

 

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El día había sido pesado para el comandante Rick Hunter. No había dormido bien la noche anterior y aun se sentía un poco débil y decaído después del golpe que había recibido. Pero sobre todo, se sentía bastante triste y pensativo. Las cosas entre él y Lisa no estaban en su mejor momento y se sentía sólo y perdido. No sabía que hacer o cómo recuperar lo que alguna vez habían tenido entre ellos. Ni siquiera sabía en que momento lo habían perdido todo. Durante su patrullaje no había dejado de pensar en ella. Estaba tan distraído, que ni siquiera se percató de que se había alejado de su escuadrón y ahora volaba solo sobre una zona en donde no había quedado nada sobre la superficie de la tierra. Aquellas eran las cosas que lo hacían estar de ese humor tan sombrío y taciturno en los últimos días.

 

Una mancha verde a la mitad de aquel paisaje desértico había capturado poderosamente su atención. Con sorpresa y alegría había descubierto que se trataba de un campo de dientes de león, sus flores favoritas. Había recordado episodios de su niñez, cuando Roy Fokker volaba su avioneta en los campos cercanos a la granja de los Hunter y cómo él, siendo tan sólo un niño, corría tras aquel avioncito amarillo, a través de un campo igual a aquel.

 

- ¡Roy! – sus pensamientos volvieron a su hermano, cómo lo habían hecho desde el día anterior. - ¡Hermano… te he extrañado tanto!

 

Rick recogió algunas flores y semillas y regresó con ellas a su Veritech. Sin embargo no pudo despegar. La imagen de un VT destruido en medio de un campo de flores era una imagen dramática pero casi poética. Era como si aquel lugar fuera un monumento levantado por la Tierra misma en contra de la guerra.

 

- Pues si, Roy… aun sigo en el ejército. – Rick comenzó a tener un diálogo mental con su hermano muerto.

 

- ¡Quita esa cara tan patética! – Rick casi podía escuchar la voz de Roy en sus oídos. - Te uniste al ejército para proteger a Minmai, ¿No? ¿Cómo está ella?

 

- No la he visto en mucho tiempo. – Rick respondió a ese diálogo, sin saber si en realidad aquello era producto de su imaginación o…

 

- ¿No la has visto? – la voz sorprendida de Roy le respondió. - ¿Qué acaso tienes a otra mujer en tu vida?

 

Rick bajó la mirada y suspiró profundamente, al tiempo que el rostro de Lisa aparecía frente a él.

 

- Eso quisiera… - respondió en un susurro. – Realmente hermano… eso quisiera.

 

- Por eso fue que yo me uní al ejército. – la voz de Roy continuó resonando en su cabeza. – Amo a las mujeres… me uní para proteger a las mujeres que amo. ¿Acaso ese no es un trabajo maravilloso?

 

- ¿Proteger a las mujeres que amo?

 

Rick se preguntó en voz alta, mientras una pequeña sonrisa aparecía en su rostro. De pronto sintió que la esperanza volvía a su corazón. De pronto se dio cuenta de lo tonto que había sido… y de lo mucho que tenía que decirle a Lisa. Tenía que hablarle de lo que había sucedido en el SDF1 en su ausencia, hacía ya varios años, cuando ella había vuelto a la tierra… tenía que contarle cuales habían sido sus sentimientos durante la última batalla, durante el rescate de la Base Alaska… durante aquel amanecer después del holocausto… tenía que decirle todo lo que no había podido decirle cuando estaban en la Misión Sahara, cuando habían visitado la Residencia de los Hayes… incluso durante esa navidad que habían pasado juntos. Quería hablar con ella… de las cosas que no se había atrevido a hablar incluso la noche anterior.

 

El Skull 1 se elevó majestuosamente por los cielos sobre aquel campo de flores, mientras Rick, con una sonrisa en la boca seguía pensando en las palabras de Roy.

 

- ¡Un trabajo maravilloso! – Pensó con gran optimismo, - ¡Proteger a la mujer que amo!

 

Sin embargo el destino tenía planeado que aquel no sería el día en que Rick Hunter y Lisa Hayes pudieran revelarse los sentimientos que durante tanto tiempo habían mantenido en su corazón. Su tiempo aun no había llegado, pues ambos tenían aun algunas situaciones que resolver en sus vidas, situaciones que, mientras no llegaran a su fin, jamás dejarían de atormentarlos… y una de esas situaciones tenía nombre.

 

- ¡Minmai! – La voz de Rick sonó incrédula cuando por accidente captó una transmisión desde la Ciudad Granito.

 

 

 

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Los acontecimientos que sucedieron aquel día, después de que él captara esa transmisión de un concierto de Minmai, se agolpaban en la cabeza del comandante Hunter la mañana siguiente, mientras caminaba lentamente hacia su casa.

 

Él había abandonado su ruta de patrullaje, se había alejado de su plan de vuelo y había volado a 5000 Km. de Nueva Macross hasta ciudad Granito, para poder ver a Minmai en un concierto que en esos momentos estaba dando en esa ciudad.

 

Pero ya no era la Minmai glamorosa, amada por las multitudes y adorada por sus seguidores que Rick recordaba. La había visto triste, cansada, desmotivada… el concierto había sido en un improvisado escenario callejero ante unas cuantas docenas de personas y unos pocos zentraedis. Y después, cuando Rick quiso acercarse a hablar con ella, había escuchado una conversación entre Minmai y su primo Kyle… al parecer las cosas tampoco iban muy bien entre ellos.

 

Rick hubiera querido escuchar más, hubiera querido quedarse y hablar con ella… hubiera querido decirle cuando la había extrañado y lo mucho que había pensado en ella en esos días… sin embargo no había podido hacerlo, pues el deber lo había llamado.

 

Un grupo de zentraedis habían robado 3 battlepods y estaban atacando – por primera vez – una zona residencial en la ciudad de New Pórtland. El Escuadrón Skull, sin un líder que lo guiara, fue enviado a la batalla mientras Rick Hunter se apresuraba a reunirse con ellos.

 

En Nueva Macross, la comandante Lisa Hayes había sido requerida al Centro de Comando en cuanto habían llegado los primeros informes del ataque. Lisa había acudido a toda prisa, preocupada al saber que Rick seguramente ya se encontraba en combate y dispuesta como siempre a guiarlo y ser sus ojos desde tierra. Pero cuando se reportó a la base, el primer informe que recibió fue que el Escuadrón Skull estaba volando sólo… y que el comandante Hunter se aproximaba a toda velocidad desde el cuadrante de Ciudad Granito, pero que aun tardaría un rato en reunirse con su escuadrón.

 

Aquello había caído sobre Lisa como un balde de agua fría. Era la primera vez que Rick desertaba de su puesto, era cierto, pero estaban en situación de emergencia y ella sabía que aquello podía ser causa de degradación, incluso de corte marcial… sintió rabia al pensar que Rick estaba arrojando por la borda una brillante carrera militar que había logrado a base de trabajo duro, esfuerzos, sacrificios, lágrimas e incluso sangre… sólo por ir con ella. Porque Lisa bien sabía el motivo de aquel repentino viaje del comandante Hunter a Ciudad Granito. Aunque nadie lo sabía, la RDF seguía los pasos de Minmai y le brindaba protección a cada momento, pues era considerada un arma secreta poderosa en caso de nuevos ataques zentraedis y por lo mismo Lisa sabía exactamente en donde se encontraba la Señorita Macross en un día determinado.

 

- ¿Cómo es posible que un Líder de Escuadrón ignore su propia misión? – Lisa le había gritado por el tacnet.

 

- ¿Te llamaron en tu día libre? – aquella fue la única respuesta que Rick pudo proporcionarle, sintiéndose nervioso al pensar que si Lisa sería quien dirigiría la operación, entonces la situación debía ser más grave de lo que él había pensado.

 

- ¡Contesta mi pregunta! – Lisa le había demandado con firmeza.

 

- Fui a ver a alguien. – Rick respondió con esa inocencia que a veces enternecía a Lisa y a veces la sacaba de sus casillas. – No pensé que las cosas fueran a llegar al punto de que los zentraedis robaran armas y atacaran una zona residencial… aunque era algo que ya me temía que pudiera suceder.

 

- Creo que se muy bien quien es ese “alguien”. – Lisa le respondió enfadada, ignorando todo lo demás que él había dicho. - ¡En fin! ¡Date prisa! Alguien que descuida su misión, aunque sea por un segundo no está preparado para ser un líder de escuadrón.

 

- ¿Por qué estás tan enojada?

 

Pero antes de que Rick hubiera podido siquiera completar su pregunta, Lisa cerró la transmisión de una manera bastante violenta, dejándolo confundido y solo. Pero además se sentía furioso… eran esas las actitudes de Lisa que siempre terminaban por sacarlo de sus casillas. ¿Por qué tenía siempre que actuar de esa manera? ¿Por qué jamás le daba siquiera la oportunidad de explicarse?

 

Rick había llegado a la zona de conflicto, en donde ya su escuadrón se las había arreglado para sacar los 3 battlepods de la ciudad. Rick les pidió que se retiraran, y les indicó que él se haría cargo… y así lo hizo. Primero intentó razonar con ellos diplomáticamente, les ofreció escuchar sus demandas… pero cuando nada de eso pareció funcionar, comenzó el combate.

 

Un combate que fue largo y difícil… y que hizo que Rick cuestionara muchas de sus ideas sobre la alianza entre humanos y zentraedis hasta ese punto.

 

El vuelo de vuelta a casa le pareció eterno. Sentía que la cabeza le iba a estallar y lo único que podía pensar era en el momento en que pudiera estar en su casa y dormir… dormir todo lo que su cuerpo quisiera. Se sentía agotado, física y mentalmente. Aquel patrullaje de rutina había terminado siendo una misión de 24 horas y Rick sentía que en cualquier momento se quedaría dormido ante los controles del Skull 1.

 

Vislumbrar la familiar silueta del SDF1 en la distancia fue un alivio para el comandante Hunter. Aterrizar en la pista exterior del Prometheus fue una bendición… pero encontrar que la comandante Hayes estaba esperando por él… eso fue una verdadera sorpresa. Generalmente cuando Lisa se disgustaba con él, - y sabía que en esos momentos estaba disgustada – le huía, no le hablaba, evitaba verlo… jamás lo había ido a esperar después de una misión.

 

Rick la miró cuando descendió del Skull 1. No parecía estar enojada, ni siquiera molesta. Más bien se notaba triste y pensativa, como si estuviera desilusionada, cómo si de alguna manera él le hubiera fallado. Rick sintió vergüenza de sí mismo, al pensar que en realidad así había sido… al abandonar su puesto le había fallado a su escuadrón, le había fallado a la RDF, le había fallado a Roy, su hermano y mentor… y le había fallado a ella. Rick sabía que lo que había hecho ameritaba un castigo y decidió que lo afrontaría como un hombre, cualquiera que este fuera.

 

- Esa mirada en tus ojos significa que vas a decirme que no soy lo suficientemente responsable para ser un buen líder de escuadrón.

 

Rick comentó, acercándose a Lisa y sintiendo que se aproximaba a su propia ejecución, pero dispuesto a dar pelea hasta el final. Sin embargo la expresión en el rostro de ella, el tono de su voz y su actitud general lo desarmaron.

 

- No, en realidad no.

 

- Estaba actuando bastante extraña en el tacnet, comandante Hayes. – Rick trató de limar asperezas con la gracia y sutileza que le eran tan características.

 

- El almirante Gloval quiere verte. – Lisa le respondió.

 

- ¿El almirante Gloval? – Rick se dio la media vuelta para alejarse de ella, comprendiendo perfectamente su actitud. No era ella quien lo reprendería esta vez. Era el almirante Gloval quien seguramente le haría corte marcial. - ¿Es por lo que sucedió ayer?

 

La voz de Lisa lo había hecho detenerse repentinamente.

 

- ¿Lograste ver a Minmai? Supe que se encuentra en Ciudad Granito con su representante, dando conciertos a favor de la reconstrucción de la ciudad.

 

- La vi. – Rick admitió, sabiendo que no tenía caso mentir. – Pero no hablé con ella. Sólo la pude ver de lejos.

 

- ¿Y por qué? – Lisa fue tras él. - ¿Acaso porqué estaba rodeada de tantos admiradores que no pudiste acercarte?

 

- Yo no diría exactamente eso. Simplemente no me pareció que fuera un buen momento para hablar con ella.

 

- ¿Sucedió algo?

 

- ¿Qué podría haber sucedido?

 

- No lo se…

 

Rick no se había detenido para esperar a Lisa mientras caminaban pero en cierto momento la comandante Hayes había hecho que Rick se detuviera, corriendo hasta quedar frente a él para impedirle que diera un paso más. Él la había mirado al rostro, interrogativamente, totalmente extrañado y sorprendido por la actitud de Lisa. Desde el día anterior había estado actuando muy extraña.

 

Lisa sólo le había entregado un sobre, le había dicho que era algo para que la recordara y enseguida había salido corriendo, haciéndole la recomendación de que no hiciera esperar al Almirante Gloval.

 

Aquel sobre contenía algunas fotografías. Rick las miró con curiosidad, preguntándose el motivo que Lisa podría tener para darle esas fotografías. Quería alcanzarla y detenerla… quería disculparse por su actitud del día anterior, pues se sentía arrepentido de lo que había hecho. Sin embargo algo dentro de él le dijo que ese tampoco era el momento adecuado para hablar con Lisa.

 

Fue al vestidor, tomó una ducha fría que lo hiciera despertarse, se uniformó y guardó las fotografías de Lisa en la bolsa de su uniforme. Minutos más tarde se presentó ante Gloval, dispuesto a tomar responsabilidad por sus acciones y sabiendo lo que aquella falta podía llegar a costarle.

 

- Recibí un reporte completo de la comandante Hayes sobre lo que sucedió en New Pórtland hace unas horas.

 

Cuando el almirante comenzó a hablar, Rick sintió que no tenía escapatoria. Sin embargo, sorprendentemente Gloval parecía no saber nada del abandono de su puesto al frente de su escuadrón. Rick suspiró aliviado cuando el almirante comenzó a hablarle de planes de reubicación para los zentraedis, para evitar que esos episodios volvieran a ocurrir.

 

Mientras Gloval hablaba, en su mente y en su corazón el comandante Hunter le agradecía a Lisa que no lo hubiera delatado… aunque él bien sabía que al cubrirlo ella misma estaba poniendo en peligro su rango y su posición en el SDF1. Pero no pudo pensar mucho en eso, pues el almirante había terminado de hablar y el Rick le respondió que lo que Gloval decidiera sería totalmente respaldado y apoyado por él.

 

Rick salió de la oficina de Gloval, repasando en su mente todos los acontecimientos de las últimas horas, desde que había ido a ver el concierto de Minmai, mientras se dirigía a su casa.

 

 

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El comandante Hunter se detuvo frente a su casa. Se sentía cansado, totalmente exhausto y confundido. Las actitudes de Lisa lo confundían hasta el límite. Buscó la llave de su casa en su bolsillo y su mano se topó con las fotos de Lisa que tenía ahí. Las sacó y las volvió a ver, tratando de comprender la mente de su comandante y resolver el enigma que esa mujer era para él.

 

- ¡Lisa! – suspiró con cierta frustración al ver las fotos. – Primero vienes y me cuidas, después me regañas y me gritas… se que me lo merecía pero aun así… cuando espero mi ejecución simplemente ignoras lo que sucedió y me preguntas cosas que—pues que son personales… me entregas estas fotos y me envías con Gloval… sólo para hacerme ver que a pesar de lo que hice, que a pesar de lo que arriesgué y de que te fallé, tu sigues siendo mi cómplice… ¿De qué se trata todo esto, Lisa Hayes?

 

Casi cómo reflejo, Rick abrió el buzón para revisar su correspondencia. Su corazón se detuvo y por un momento incluso se olvidó de respirar cuando lo único que encontró dentro de su buzón fue una llave… una única llave en un llavero azul.

 

- ¡Lisa! – Rick murmuró sin aliento.

 

Rick levantó la llave hasta que quedó a nivel de sus ojos, como queriendo asegurarse de que era real, de que era cierto… Lisa le había devuelto la llave que él le había dado aquella noche de navidad.

 

Le había entregado unas fotografías “para que la recordara” y luego le había devuelto esa llave, ese pequeño trozo de metal que significaba el acceso que él le había dado a su vida. Aquello había sido una despedida.

 

- ¡Lisa!

 

Rick apretó la llave en su puño cerrado y miró las fotografías que sostenía en su otra mano. Ahí estaba la comandante Hayes, levantando esos muros a su alrededor una vez más… muros que él había tardado tanto tiempo en derribar y que ella era capaz de reconstruir con solo un par de movimientos. Él ya lo había presentido, ya veía venir algo así. Sabía que tarde o temprano Lisa se cansaría de él y de sus actitudes irresponsables e inmaduras. Ella lo había tomado bajo su ala, lo había guiado, enseñado y protegido… pero él jamás le había correspondido y lo que había sucedido el día anterior había sido la prueba contundente de que él, en realidad, no era el comandante que ella había intentado hacer de él. Le había fallado, la había desilusionado, le había demostrado que todo el tiempo y el esfuerzo que ella había invertido en él no habían servido para nada.

 

Rick bajó su mirada, sintiéndose furioso consigo mismo. Roy había creído en él… y cuando Roy había muerto, él jamás hubiera podido salir adelante sin la guía y el apoyo incondicional de Lisa. Ella lo había ayudado a convertirse en el hombre y en el soldado del que Roy se sentiría orgulloso. Todo lo que él había logrado se lo debía de alguna manera a ella. Y así era como le pagaba… fallándole a ella y a la memoria de su hermano, de Roy Fokker.

 

- ¡Tengo que demostrarle que puedo ser un buen piloto, responsable y capaz de ser un líder de escuadrón! – Rick murmuró. - ¡Te lo voy a demostrar, Lisa Hayes!

 

Rick miró las fotos una vez más. Sentía que su corazón le dolía y sentía que algo le aprisionaba el pecho, no permitiéndole respirar. Eso no era solamente sobre lo que había sucedido la noche anterior, no… Rick sabía que había raíces más profundas y heridas que aun no habían sanado entre ellos. Sentía que tenía ganas de llorar; quería ir a casa de Lisa y pedirle que lo disculpara, que le diera otra oportunidad. Pero sabía que no tenía el valor para hacerlo y que no merecía que ella ni lo disculpara ni le diera más oportunidades.

 

Lisa… su guía, su faro, su luz… Lisa Hayes, su compañera, esa mujer buena y hermosa, siempre comprometida con su trabajo, siempre dispuesta a escucharlo, a apoyarlo, a cuidarlo… Lisa, su mejor amiga…

 

- Lisa… - Rick susurró y su voz se quebró. – La perdiste, Hunter… el día que tanto temías finalmente llegó… y todo fue tu culpa. ¿Qué te queda ahora? Sólo ese fantasma, esa ilusión llamada Minmai… porque en tu vida sólo los fantasmas parecen ser reales.

 

Rick bajó su mirada mientras el suave aire del otoño le acariciaba el rostro y le alborotaba el cabello. Ahora estaba sólo… ahora sentía que no tenía a nadie. Por primera vez en su vida sintió miedo. Se sentía perdido y atemorizado… y por primera vez en su vida se dio cuenta de que tendría que seguir adelante caminando solo por el camino de la vida. Un camino que en ese momento le parecía demasiado largo e intransitable.

 

Iba a tener que salir adelante por sí mismo, había llegado el momento de madurar… de hacer un alto en el camino y evaluar su vida. Había llegado el momento de demostrar que era un hombre… el momento de actuar como tal. Pero sobre todo quería que Lisa se sintiera orgullosa de él y haría cualquier cosa para lograrlo.

 

Rick entró a su casa, sabiendo que tenía un día entero por delante y preguntándose cómo podría sobrevivir a él, sabiendo que Lisa Hayes ya no estaría a su lado para vivir los aspectos más cotidianos de la vida con él. Y es que en ese momento se dio cuenta de que cada vez que pensaba en su vida, era ella la que siempre había estado en sus pensamientos. Ella y nadie más.

 

Así, en el frío aire de ese día otoñal, Rick y Lisa se dieron cuenta de que a partir de ese momento cada quien debía luchar sólo. Ambos habían cambiado, ninguno podía regresar, el camino estaba delante de ellos y quizás era sano para ambos tener un poco de espacio, marcar una distancia entre ellos, darse con ello cuenta de cuales eran sus verdaderos sentimientos y lo que en realidad significaba el uno para el otro. Sin duda aquel día la línea había sido cruzada… ¿Hacía que lado? Eso sólo el tiempo lo diría.

 

 

 

Yo no sabía que el azul mañana

es vago espectro del brumoso ayer;

que agitado por soplos de centurias

el corazón anhela arder, arder.

 

Siento su influjo, y su latencia, y cuando

quiere sus luminarias encender.

 

Pero la vida está llamando,

y ya no es hora de aprender.

 

(Porfirio Barba Jacob)

 

 

 

 

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NOTAS AL CAPITULO:

 

- No puedo decir que este es el fin de esta historia, porque a partir de este momento se sigue con la serie y como sabemos, el fin no llega sino hasta el capítulo # 36.

 

- Muchos de los diálogos de este capítulo están basados en “Macross”.

 

- Originalmente había planeado que la última escena de esta historia fuera la primera escena del capitulo 28 de la serie, sin embargo a último momento decidí cambiar un poco los planes, para tratar de que la historia se fusionara mejor con la serie. Espero que haya resultado.

 

- Aunque este fue el último capítulo, aún hay algo más que voy a publicar, así que no se vayan. Digamos que todavía hace falta un pequeño epílogo.

 

- Agradezco profundamente a todas las personas que han llegado hasta aquí por su tiempo, su paciencia, sus comentarios y el interés que tuvieron en esta historia. ¡Espero que haya valido la pena!

 

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