fanfic_name = LAMENTACION DE OTOÑO

chapter = 12

author = Evi

dedicate = A Azul. :)

Rating = AP

Type = Adventure

fanfic = LAMENTACIÓN DE OTOÑO

por Evi

 

 

 

CAPITULO XII

 

 

 

Tras los trabajos de reubicación de civiles en la Nueva Macross, el ritmo y la carga de asignaciones al personal militar parecieron disminuir un poco, aunque no se podía hablar de que tuvieran días tranquilos en lo absoluto. Sin embargo los militares del SDF1 parecían haber desarrollado una habilidad para adaptarse a las circunstancias y el hecho de que las casas de la colonia militar se estuvieran entregando en esos días era razón más que suficiente para trabajar eficientemente durante el día para ocupar la tarde en trabajos de mudanza.

 

El ánimo en las barracas y en las plataformas de vuelo no podía ser más alegre y festivo en esos días. Todo el mundo hablaba de sus nuevas casas, de los planes que tenían, de los muebles que había que comprar y los arreglos que había que hacer.

 

Sobre todo, un ambiente navideño parecía haberse apoderado del SDF1. Los militares deseaban poder pasar una navidad tranquila y feliz al lado de sus familias después de los acontecimientos sucedidos en los últimos tiempos. Querían recuperar un poco de la cotidianidad de sus vidas y volver al ritmo que estas habían tenido antes de la llegada de los zentraedis a la Tierra.

 

El ambiente festivo no era indiferente ni siquiera para una persona tan enfrascada en su trabajo como lo era Lisa. Durante días todo lo que había escuchado en el control de comando eran los planes para las celebraciones navideñas. Ese año iba a haber muchas fiestas y cenas en la nochebuena y todos planeaban pasar un día de navidad con sus familias y sus amigos. Ella escuchaba a todo el mundo hacer sus planes y sonreía para sí, sabiendo que ella misma tenía sus planes hechos para esa noche.

 

Rick y ella habían pasado los últimos días, como todos a bordo de la nave, arreglando sus casas. Él la había sorprendido una tarde, avisándole que ya se había encargado del arreglo de todos los muebles que ya se encontraban en la casa de la comandante. Él mismo estaba emocionado porque los suyos habían sido entregados esa misma tarde. Ella no había tenido mucho tiempo de ayudar a Rick con la mudanza, pero él parecía estarse encargando de las cosas de manera eficiente.

 

En la habitación de Lisa, en las barracas de oficiales, solamente quedaba la cama y la cocina, y esas no habían sido transportadas fuera del SDF1 por pertenecer al mobiliario básico del departamento. El resto de sus cosas se encontraban ya en su casita prefabricada en la colonia militar. Ella planeaba usar su día libre, que era el siguiente, en ir a comenzar a organizar un poco las cosas, tanto en su casa como en la de Rick.

 

Durante días había pensando en invitar a Rick a cenar con ella en la nochebuena. Tenía ganas de cocinar para él la típica cena de navidad de la familia Hayes. La última vez que había tenido la oportunidad de cocinar en navidad había sido durante su último año en la Academia, cuando su padre había tenido la oportunidad de tomarse un descanso y ambos se habían encontrado en la Residencia Hayes para celebrar juntos la navidad. El apenas había podido quedarse con ella por unas cuantas horas, pero el recuerdo de su última navidad con su padre era algo que la acompañaba y la reconfortaba.

 

- Al menos aquella noche no discutimos por nada… fue casi como las navidades de cuando era niña… excepto que entonces él no salía corriendo, atendiendo el llamado del deber.

 

- Skull 1 a Delta 1… cambio… aquí líder Skull a Delta 1…

 

Lisa volvió a la realidad de golpe cuando su cerebro finalmente procesó la voz de Rick. Parecía que el comandante ya tenía rato tratando de hacer contacto con ella.

 

- Delta 1, cambio Skull 1… lo escucho fuerte y claro.

 

- ¿Qué pasa Lisa? – Rick apareció en su pantalla y soltó una risita. - ¿Acaso andas enamorada, Hayes?

 

- Claro que no. – Lisa contestó defensivamente. – Estaba—bueno, en realidad no creo tener que darte explicaciones, Hunter.

 

- Jamás las pediría. – Rick seguía sonriendo divertido. - ¡En fin! Vamos de regreso a la base… el patrullaje fue tranquilo y sin novedades que reportar… ¿vas a estar libre esta noche?

 

- Desgraciadamente no, Rick. – Lisa respondió con sinceridad. – Tengo que coordinar el transporte de material e implementos militares a Ciudad Monumento y creo que no voy a salir del control de comando sino hasta después de la media noche… pero mañana es mi día libre.

 

- Oh… - Rick no pudo ocultar su desilusión. – Bien… entonces yo iré a trabajar un poco más en las casas… todavía hay muchos muebles que mover y cajas que arrastrar…

 

Lisa asintió, resistiendo las ganas de preguntarle si estaría libre al día siguiente, porque ella bien sabía que no lo estaría. Ella conocía las asignaciones de Rick tan bien como las propias y sabía que el comandante Hunter estaría volando hasta bien entrada la tarde.

 

- No se, tal vez mañana podamos vernos para cenar. – Rick pareció leerle la mente.

 

- Si, eso sería maravilloso.

 

- Bien, entonces es una cita… ¿Qué vas a hacer mañana, Lisa? ¿Dónde puedo encontrarte?

 

- Voy a ir a las casas a hacer mi parte… por allá te espero.

 

- De acuerdo… - Rick sonrió. - ¿Sabes qué? Pienso que si trabajo rápido el día de hoy tal vez mañana… bueno—no se, al menos yo…

 

- ¿Qué?

 

- Pues no se… - contestó con determinación. – Pero mañana me voy a mudar a mi casa.

 

- Pero Rick… - Lisa trató de disuadirlo pero no encontró argumentos.

 

- Lisa, voy a aterrizar… te llamo en la noche, ¿de acuerdo?

 

- Bien Rick… ¡buena suerte y cuídate mucho!

 

- Tu también Hayes… - le guiñó el ojo. - ¡Roger out!

 

Lisa sonrió para sí misma y se echó hacia atrás en su asiento, cerrando los ojos y permitiéndose un momento de descanso.

 

- Mudarse mañana mismo… en realidad no sería una mala idea en absoluto…

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Rick iba conduciendo el jeep militar camino a casa de Lisa. Llevaba consigo algunas cajas y muebles de los que todavía habían quedado pendientes, pero aquel era ya el último cargamento. La habitación de Lisa en las barracas militares había quedado finalmente vacía.

 

- Voy a tener que arreglar todo en su habitación… que por lo menos tenga la cama lista para que si quiere mudarse pronto lo pueda hacer y esté cómoda… bueno, estoy seguro que mañana ella va a arreglar muchas cosas, por eso esta noche debo de dejar todos los muebles en su lugar.

 

Rick se detuvo de golpe en el sector comercial de la ciudad. El ambiente festivo era contagioso y todo el mundo parecía estar haciendo sus compras navideñas. Una sonrisa apareció en el rostro del comandante Hunter, al tiempo que pensaba que era una buena oportunidad para ir a buscarle algún regalo a Lisa. Después de todo la navidad estaba a la vuelta de la esquina y era una buena manera de mostrarle su agradecimiento por todo lo que ella hacía por él. Estacionó el jeep en el primer lugar vacío que encontró y se dirigió a las tiendas de la ciudad.

 

No hubo un solo lugar en donde entrara y no estuvieran escuchando el nuevo CD de Minmai interpretando villancicos. Sin embargo él no pareció percatarse de ello sino hasta la tercera o cuarta tienda en la que entró, cuando inadvertidamente comenzó a tararear uno de esos villancicos y hasta entonces se dio cuenta que quien cantaba era la señorita Macross. Rick se detuvo por un momento para escuchar la canción con atención.

 

- Es Minmai… - pensó. – Me pregunto que estará haciendo en estos días…

 

Sin embargo ese fue el único pensamiento que le dedicó a la cantante. Algo capturó su atención y hacia allá se dirigió. Había tanto que quería darle a Lisa que no sabía qué elegir. Había sido tan diferente cuando trató de encontrarle un regalo a Minmai, él nunca sabía que regalarle, pero con la comandante Hayes era muy diferente. Parecía conocer todos los gustos de Lisa, estaba seguro de que lo que le había elegido le gustaría y se sentía emocionado de poderle dar esos regalos.

 

Iba de salida de la tienda, cuando se topó de frente con Max y Miriya que iban entrando. Rick sonrió al ver a sus amigos y se acercó a saludarlos.

 

- ¡Hola muchachos! Veo que después del patrullaje también decidieron salir a la ciudad. ¿Cómo va la mudanza?

 

- Casi lista, jefe. Creo que en dos o tres días más nos estaremos trasladando definitivamente a nuestra casa. ¿Y ustedes?

 

Rick sonrió al pensar que sus amigos siempre se referían a Lisa y a él en plural, como si todo lo que hacían lo hicieran juntos… aunque aquello no estaba tan alejado de la realidad.

 

- Yo pienso mudarme mañana mismo… no estoy seguro de los planes de Lisa.

 

- ¿Dónde la dejaste? – Miriya preguntó.

 

- Esta todavía de servicio… tenía que coordinar unos convoys y no va a salir sino hasta la media noche. – Rick se notaba triste.

 

- ¿Y decidiste venir a hacer algunas compras sin ella? – Miriya le recriminó.

 

- Hey, no me veas así Miriya… en realidad vine a—bueno, a comprar algunos regalos de navidad para… para Lisa.

 

Rick se sonrojó un poco y los Sterling intercambiaron sonrisas.

 

- ¿Y qué le compraste? - Miriya ya estaba buscando en las bolsas de Rick. – No quiero ser curiosa pero nosotros también vamos a comprar regalos y no sería bueno comprarle a Lisa algo que tú ya le hayas comprado, ¿verdad Max?

 

- Absolutamente, mi vida.

 

- No es nada fuera de lo común. – Rick les informó. – Algunos libros, unos CDs de música tranquila, un suéter que creo se le verá muy bien…

 

- Una caja de chocolates. – Miriya la sacó y la agitó frente a Rick acusadoramente. – Nosotros ya le habíamos dado una cuando estuvo en el hospital.

 

- Si bueno, creo que esa caja hace mucho que no existe, Miriya. – Rick soltó una risita.

 

- ¿Y a donde vas ahora, jefe? – Max también se estaba riendo.

 

- A la casa… todavía hay mucho por hacer allá. Tengo que acomodar algunos muebles y encargarme de otros detalles.

 

- Rick… Miriya y yo estamos pensando en hacer una comida de navidad y quisiéramos que Lisa y tú pudieran acompañarnos. Tu sabes que nosotros en realidad no tenemos familia en Macross y—bueno…

 

- Si, Lisa y yo estamos en las mismas condiciones… te agradezco la invitación Max. Estoy seguro que Lisa va a estar muy emocionada con la idea.

 

- ¿Entonces contamos con ustedes?

 

- Claro… ¿Qué habrá para comer?

 

- Ya verá, jefe… - Max le sonrió. – Creo que soy un cocinero bastante bueno… no lo voy a defraudar. Bien, será mejor que no te interrumpamos más. Nos vemos mañana en el patrullaje Rick.

 

- Así será… ¡diviértanse!

 

Max y Miriya se despidieron y Rick volvió al jeep, bastante satisfecho con lo que había comprado. Incluso había elegido una tarjeta de navidad para Lisa y unos rollos de papel para envolver los regalos. El espíritu navideño se sentía fuerte en ciudad Macross aquel año.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Cuando Lisa entró a su habitación en la madrugada, lo primero que vio fue la luz intermitente de su contestadora y sonrió, sabiendo exactamente de quien se trataba.

 

- Comandante Hayes, por favor repórtese a la brevedad posible con el comandante Hunter. Si no lo hace, será responsable del insomnio de tan ilustre personaje y su mal desempeño el día de mañana en sus misiones de patrullaje.

 

Lisa se rió al escuchar el tono de voz tan serio y formal de Rick en aquel mensaje. Tomó el auricular y marcó el número de Rick de manera automática.

 

- ¡Lisa! – la voz de Rick la saludó de inmediato. - ¡Ya era hora! Estaba a punto de quedarme dormido.

 

- ¿Qué sucede, ilustre personaje?

 

- Nada… solo quería saber a que horas llegabas a tu habitación. Me da gusto que mañana sea tu día libre porque has trabajado mucho.

 

- Si… pero bueno, no me quejo. Esto es lo que elegimos hacer, ¿no es así?

 

- Si, lo es… pero todos necesitamos descansar, Lisa… por cierto, hoy estuve hablando con Max y Miriya… nos invitaron a comer con ellos el día de navidad. ¿Tu que dices?

 

- Me encantaría. – Lisa sonrió sinceramente, al tiempo que se quitaba los zapatos. – Es la primera vez que… bueno, que alguien me invita a pasar la navidad así.

 

- Les dije que te agradaría la idea… hey Lisa, estaba pensando…

 

- ¿Si?

 

- Bueno… no se, tal vez tengas planes… pero yo quisiera…

 

- ¿Qué cosa, Rick?

 

- Es que… ¿te gustaría cenar conmigo en mi casa en la nochebuena?

 

- Rick… - Lisa no pudo ocultar su sonrisa.

 

- No es que pueda ofrecerte mucho y tal vez quisieras pasar un tiempo en tu casa que es más grande y espaciosa que la mía… pero estuve pensando hoy y quiero que ese día sea como una inauguración oficial de mi casa, ¿sabes?

 

- ¿Piensas invitar a los Sterling?

 

- No… en realidad algunos de los miembros del escuadrón están organizando una fiesta esa noche… pero tu sabes que a mi no me gustan las fiestas y pensé… bueno… es que tal vez tu ya hayas hecho planes con Claudia y el Trío… si no puedes no hay problema, yo entiendo… solo pensé que sería… ya sabes—

 

- Yo se. – Lisa estaba emocionada y enternecida. – Hasta hace unos minutos no tenía planes para la nochebuena, Rick… pero ahora los tengo.

 

- ¿Entonces es un hecho? – Rick sonrió. - ¡Excelente!

 

- Con una condición.

 

- ¿Y qué condición es esa, comandante?

 

- Yo voy a cocinar… de hecho estaba pensando esta tarde en preparar la tradicional cena navideña de los Hayes ese día… ¿Qué te parece?

 

- Suena tentador Lisa pero… vas a ser mi invitada…

 

- Insisto… mira, tu puedes encargarte del postre y la bebida, ¿Qué dices?

 

- Bien… me parece bien. – Rick sonrió. – Supongo que podemos planear todo mañana a la hora de la cena, ¿verdad comandante?

 

- Yo voy a estar en las casas todo el día, Rick… a la hora que quieras ir a buscarme, ahí te espero.

 

- Entonces te veo mañana, Hayes. ¡Descansa!

 

- Tu también, Hunter.

 

Ambos colgaron el teléfono. De un lado de la línea, Lisa se dirigió a su habitación y se dejó caer en la cama, el único mueble restante en su departamento, y cerró los ojos sonriendo soñadoramente. Pero enseguida se forzó a ponerse de pie, tomó su pijama y entró al baño… era tarde y tenía sueño. Solo quería darse un baño caliente, relajarse un poco leyendo y dormir durante ocho horas aquella noche.

 

Del otro lado de la línea, Rick yacía en su litera, mirando distraídamente el panorama nocturno a través de su ventanal. Tenía una sonrisita cansada en los labios y sus ojos se cerraban pesadamente de cuando en cuando, indicando que estaba quedándose dormido.

 

- Comandante Hayes…

 

Esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar los ojos y caer en un sueño profundo del que no despertaría hasta que su alarma sonara a la mañana siguiente.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Todavía era temprano cuando Lisa entró a su casa en la colonia militar. A pesar de que eran horas de trabajo en la base, había gran actividad en aquel lugar. Muchos de los pilotos y oficiales del SDF1 habían pedido vacaciones o días libres para poder trabajar en la mudanza. Todo el mundo quería estar instalado para la navidad.

 

Lisa abrió la puerta de su casa y sonrió de oreja a oreja cuando vio todos los muebles colocados en su lugar, tal y como ella le había indicado a Rick la última vez que habían estado ahí. Había muchas cajas amontonadas por todos lados, pero lo básico ya estaba hecho. Ya todo era cuestión de comenzar a poner las cosas en su lugar. Lisa pensó que aquel día podría avanzar bastante. Dejó algunas cajas con algunos artículos que había pasado a comprar antes de llegar a su casa y decidió comenzar a trabajar de inmediato.

 

Fue a la sala y abrió un par de cajas, pero su mirada fue capturada por el piano que se encontraba recargado contra la pared, directamente debajo de la ventana. Lisa se acercó a él con pasos lentos y casi reverentes y le quitó la tela blanca con la que Rick lo había cubierto. No pudo evitar dejar escapar una exclamación de sorpresa cuando vio que el piano de su madre había recuperado su gloria de antaño. Era un instrumento muy antiguo que había estado en manos de su familia materna por generaciones, por lo que además de valioso tenía un gran valor sentimental para ella. Después de haberlo visto en las condiciones en las que se encontraba cuando lo recuperaron de la residencia familiar hacía unas semanas, Lisa nunca pensó que pudiera verlo de esa manera una vez más.

 

La comandante Hayes pasó su mano por la madera suave y brillante… la restauración había sido obra de un verdadero maestro. Lisa se sentó en el taburete y sus manos recorrieron el teclado con cariño y ternura. Sin poder evitarlo, sus dedos comenzaron a arrancarle unas notas suaves y dulces a aquel instrumento. Era una melodía que su mamá le había enseñado… una melodía que ella había tocado en ese mismo piano la noche en que su madre había muerto.

 

Lisa interrumpió de golpe su interpretación, al tiempo que se inclinaba sobre el piano sin poder evitar que las lágrimas corrieran por su rostro.

 

- ¡Mamá… papá!

 

No pudo evitar el recordar a sus padres y las navidades que había pasado junto a ellos… habían sido demasiado pocas. La navidad siempre había sido una época particularmente difícil para ella desde que su madre había muerto… recordó todas las navidades que tuvo que pasar sola, porque su padre estaba en servicio… y esa sería la primera navidad que pasaría como la huérfana que ahora era.

 

Lisa se limpió las lágrimas de los ojos y miró a su alrededor. Los muebles, cubiertos con mantas blancas, estaban en su lugar y las cajas correctamente clasificadas, en cada espacio de la casa… observó el piano con atención, dándose cuenta del trabajo tan excelente que Rick había hecho con la ubicación de los muebles, cumpliendo cabalmente con su parte del trato. De pronto Lisa se dio cuenta de una gran verdad, aquella era la primera navidad en mucho tiempo en la que ella no estaría sola.

 

Se puso de pie, tratando de darse ánimos a sí misma. Enseguida se dirigió a la puerta de la casa y salió.

 

- Tengo que empezar con la casa de Rick… si va a mudarse hoy, más vale que encuentre un lugar decente y agradable cuando llegue.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

En la casa de Rick, ella encontró los muebles ya en su lugar y las cajas abiertas por doquier con el contenido sobre el suelo. Lisa movió la cabeza negativamente y suspiró, pero sonrió de todas maneras. Parecería que Rick hubiera estado jugando con aquellas cajas. Sin embargo, por lo menos había tenido la delicadeza de colocar cada caja en el espacio correspondiente: las que tenían cosas que deberían ser colocadas en la cocina, estaban en la cocina; las que contenían artículos de baño estaban en el baño. Ese ya era un paso bastante grande para el desordenado comandante de la RDF.

 

Lisa puso manos a la obra en el acto. Comenzó por limpiar la casa, que estaba llena de polvo y algunas basurillas regadas por aquí y por allá. Destapó los muebles, les quitó los plásticos protectores a los que venían con ellos y los limpió con un trapo, dejándolos relucientes. Una vez hecho aquello, era hora de comenzar a colocar las cosas en sus respectivos lugares. No sería un trabajo demasiado pesado, pues la casa de Rick era realmente pequeña y el piloto no tenía muchas posesiones. Aunque había varias cajas con todo lo que habían estado comprando en los últimos días.

 

Lisa comenzó por la habitación de Rick. Hizo la cama, colocando las sábanas de franela que habían comprado, pues estaba haciendo frío y un edredón que combinaba no sólo con las sábanas, sino también con las cortinas azules y blancas que Lisa había seleccionado.

 

Colocó la ropa de Rick en su lugar, deteniéndose para acariciar aquellas prendas como si fueran la piel misma del comandante. En más de una ocasión, con una sonrisa de ternura en el rostro, Lisa había frotado alguna camisa de Rick contra su mejilla, sintiendo su suavidad… y sin poder evitarlo, incluso se puso una de sus camisas por un momento, abrazándose a sí misma al tiempo que se reía alegremente al comprobar lo grande que le quedaba… pero tenía el aroma de Rick impregnado en ella y eso era suficiente para que Lisa sintiera su corazón latiéndole a toda velocidad en el pecho.

 

- Bien… - Lisa se sentó en la cama, contemplando su obra. – Creo que quedo bien… Rick no se podrá quejar, su habitación es bastante agradable.

 

Lisa se dejó caer sobre la cama, para descansar un poco… y aunque ella no lo admitiera, porque quería saber lo que se sentía estar en la cama de Rick… aunque en realidad él no la hubiera ocupado todavía.

 

- ¡Oh Rick! – suspiró. – Si tan sólo consideraras la posibilidad…

 

Sus ojos se abrieron e inmediatamente fueron atrapados por un avioncito amarillo que estaba sobre una caja en el pasillo fuera de la habitación. Lisa se sentó en la cama, reconociendo inmediatamente aquel juguete… era el mismo con el que Rick había estado jugando aquella mañana en el hospital cuando ella…

 

- Fue un regalo del comandante Fokker.

 

Lisa murmuró mientras se acercaba al pasillo y tomaba el juguete en sus manos. Lo observó con atención por un momento. Recordó que aquella mañana Rick lo había dejado caer y se había roto. Ahora notaba que había sido cuidadosamente reparado en varios lugares. Lisa miró hacia la habitación y sus ojos se fijaron en el techo.

 

- Hmmm… - sonrió pensativa.

 

Fue a traer una escalera de tijera que Rick tenía en la cocina y armada con clavos y martillo, en pocos minutos Lisa colocó el avión sobre la cama de Rick, como si fuera un móvil. Pensó que aquello era un buen detalle y que Rick lo apreciaría.

 

- Perfecto. – Lisa contempló su obra desde el suelo. – Nadie puede decir que Lisa Hayes no puede encargarse de los arreglos de una casa… creo que a Rick le va a gustar.

 

Siguiendo con las prioridades, Lisa comenzó a arreglar la cocina. Puso todos los artículos, vasos, platos, ollas, cazuelas y cubiertos en su lugar. Después colocó las cortinas y algunos adornos y otras decoraciones que habían comprado especialmente para aquello. Se detuvo un momento pensando que Rick necesitaría algo de despensa y decidió ir al supermercado que habían abierto a la vuelta de la esquina, cerca del parque. Necesitaba comprar lo más básico: leche, pan, frutas, algunos enlatados, cereal… lo necesario para que Rick no fuera a morirse de hambre.

 

- Si yo no lo hago por él, estoy segura de que él no lo hará. – pensaba Lisa mientras conducía el jeep militar, dirigiéndose al supermercado.

 

– Estoy segura de que si por él fuera, simplemente moriría de inanición. Tengo que comprar algo de café también… y azúcar. Se que él toma su café negro, pero si voy a estar en su casa, yo si quiero el mío con azúcar.

 

Una hora después Lisa regresó con varias bolsas de despensa. Había comprado más cosas de las que ella misma había planeado, pero sabía que Rick necesitaría todo aquello. Comenzó a llenar el refrigerador y la alacena con todo lo que había comprado. Incluso había traído algunos artículos para el baño, como papel higiénico, jabones, esponjas, shampoo y acondicionador para el cabello (Lisa se preguntaba si Rick siquiera sabía que existían productos para el cabello), crema para afeitar… y para terminar también había comprado detergente y otros muchos artículos de limpieza para la casa… incluso una escoba y un trapeador.

 

- Muy bien señor, ahora no tiene excusas… tiene todo lo que necesita en esta casa para mantenerla limpia y ordenada… y para sobrevivir por lo menos una semana… creo que la próxima semana le voy a recordar que debe de ir a surtir la despensa.

 

Lisa había estado comiendo algo de fruta mientras terminaba de arreglar la cocina, pero aunque tenía hambre y pensaba en hacerse un sándwich o algo, decidió comenzar con la sala, que era la última habitación que faltaba… y no había mucho que hacer en ese lugar. Ya después se daría el premio de un bocadillo.

 

Tal y cómo lo había previsto, no le tomó más de una hora el tener lista la sala. Todo estaba en su lugar y todavía había tenido el detalle de darle una pasada a toda la casa con un aromatizante con fragancia de bosque que había comprado en el supermercado. La casa se veía acogedora y limpia. Lisa, de pie en el pasillo, desde donde tenía vista a los tres cuartos principales, miraba a su alrededor, asintiendo satisfecha del trabajo que había hecho.

 

- Rick Hunter, no te puedes quejar, muchacho… tu querías mudarte hoy mismo, pues ya puedes hacerlo… todavía falta mucho por hacer y sé que quedaron algunas cajas en el cuarto de lavado pero… creo que lo básico ya está. Cuando llegue la primavera voy a ayudarte con el jardín y tal vez—

 

Los pensamientos de Lisa se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta principal al abrirse y la voz de Rick que se escuchó a sus espaldas.

 

- Lisa, ¿Estás aquí? Porqué fui a tu casa y—

 

Rick no pudo terminar su frase. Lisa se dio media vuelta para verlo de frente y sonrió satisfecha cuando vio la expresión en su rostro. Rick tenía la boca abierta, y sus ojos parecían más grandes y brillantes que de costumbre. Estaba mirando a su alrededor lentamente, como tratando de decidir si aquello era cierto o estaba soñando. El comandante Hunter estaba tan impresionado que incluso se había olvidado de respirar.

 

- Bienvenido a casa, Rick.

 

La voz de Lisa, dulce y cariñosa, hizo que Rick saliera de su estupor. Sacudió la cabeza y tomó una bocanada de aire. Enseguida comenzó a caminar lentamente hacia Lisa, todavía mirando con incredulidad a su alrededor.

 

- Lisa… - susurró. - ¿Qué—? Tú… tú hiciste todo esto… es que—esta no parece ser la casa que… que vi ayer, yo—estoy impresionado.

 

- Dijiste que pensabas mudarte el día de hoy, Rick… así que pensé que debía dar algo de prioridad a tu casa… un trato es un trato y vi que los muebles en mi casa están tal y como lo ordene, piloto. – Lisa le guiñó el ojo. – Por cierto, muchas gracias por el piano… Rick, no se cómo agradecértelo.

 

- ¡Ni lo menciones! – Rick contestó distraídamente. - ¡Mira nada más todo lo que hiciste aquí! Lisa… pero… ¿Y tú casa? Pasaste todo tu día libre trabajando aquí en la mía…

 

- No importa. – Lisa se encogió de hombros. – Ya habrá tiempo para trabajar en la mía… no tengo tanta prisa en mudarme como tú, Hunter.

 

Rick la miró con una pequeña sonrisa traviesa en los labios.

 

- Eso es mentira y lo sabes, Hayes… estás tan impaciente como yo. Además, si tu no quieres mudarte yo si quiero que lo hagas… tu casa está más cerca que las barracas del SDF1… ¿Qué tal si necesito ir en la madrugada a que me saques de algún problema? La necesito cerca, comandante.

 

Lisa se rió con aquellas palabras de Rick.

 

- Todavía no es muy tarde… puedo trabajar un poco en mi casa.

 

- ¿Y a qué horas vas a descansar, Lisa?

 

- Ya nos preocuparemos de eso más tarde… ven, quiero enseñarte todo.

 

Lisa tomó a Rick por la muñeca y el piloto apenas tuvo tiempo de dejar en el suelo una bolsa de plástico que traía con él. Lisa lo llevó directamente a la cocina en dónde lo sorprendió no sólo con la decoración, sino con el hecho de que se hubiera tomado la molestia de surtirle la despensa.

 

- ¡Esta mujer es increíble! – Rick pensaba mientras la escuchaba hablar. - ¡Piensa en todo! Nunca nadie se había preocupado por mí de la forma en que ella lo hace…

 

Rick en realidad no estaba prestando atención a todo lo que ella le estaba enseñando, sus ojos estaban clavados en ella y sólo en ella mientras se movía alrededor de la cocina, abriendo las alacenas para mostrarle en donde había colocado los platos y los vasos, en donde encontraría las cucharas y las servilletas, la comida… sus movimientos eran ágiles y seguros y tenía una gracia que hacía que el corazón del joven militar se detuviera en un segundo, para ponerse a mil al siguiente.

 

-¿Qué te parece, Rick?

 

- Uh… Lisa es—es fantástico. No debiste de haberte molestado con la despensa… yo—

 

- Te conozco, muchachito. – Lisa le dio un golpecito juguetón en la punta de la nariz con su dedo.- Te aseguro que si no hubiera comprado tu despensa, hubiera pasado al menos una semana antes de que te dieras cuenta de que no tenías nada que comer.

 

- Tal vez. – Rick se rió, mientras se frotaba la nuca.

 

- Te compré del café que te gusta. – Lisa tomó el frasco de café, lo abrió y sonrió cuando el aroma inundó la cocina. – Huele delicioso.

 

- Si… - Rick seguía sonriendo. – Lisa, yo—

 

- Ven. – Lisa puso el café de regreso en la alacena, tomó la mano de Rick y lo llevó al baño. – Quiero que veas esto…

 

Ahí le mostró los arreglos que había hecho en ese espacio. Rick no podía salir de su asombro. Lisa había cuidado hasta los más mínimos detalles y eso hacía que él se sintiera a la vez sorprendido y profundamente agradecido.

 

Cuando entraron a su habitación, Rick tuvo que recargarse contra la pared a sus espaldas. Las sorpresas no terminaban. Aquella habitación no parecía en absoluto el cuarto vacío y frío que había dejado el día anterior. Ahora era cálido, íntimo y cómodo. Los colores azules que ella había elegido para la decoración realmente le daban una apariencia que invitaba a relajarse y descansar. El edredón y las cortinas combinaban y Lisa le explicó que había colocado las sábanas de franela para que no tuviera frío por las noches. Ella también le enseñó el lugar en donde había guardado su ropa.

 

Rick caminó alrededor de su habitación, totalmente sorprendido. Jamás en su vida había tenido un dormitorio tan espacioso y agradable. Lisa guardó silencio y se cruzó de brazos mientras el piloto examinaba el cuarto. Una pequeña sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de la comandante Hayes; la expresión de asombro y felicidad de Rick era suficiente para hacerla sentir que todo su trabajo y esfuerzo habían valido la pena.

 

De pronto la mirada del comandante Hunter fue capturada por algo que colgaba del techo. Sus ojos se abrieron para mostrar su sorpresa y una sonrisa enorme vino a sus labios.

 

- ¡Lisa! – exclamó con alegría. - ¡Mi avioneta!

 

- No sabía donde ponerla, Rick… me pareció que sería un bonito adorno….

 

- ¡Es fantástico! Lisa…

 

Rick miró a su comandante, sin que aquella sonrisa tan deslumbrante desapareciera de sus labios. Se acercó a Lisa y le puso las manos sobre los hombros. Ella le devolvió la sonrisa y se sonrojó un poco.

 

- ¡Eres increíble, Lisa Hayes! – sus palabras fueron sinceras.

 

- Me alegra que te haya gustado, Rick.

 

- ¿Gustado? ¡Por Dios, Lisa! ¡Me encanta! Todo lo que hiciste me fascina… yo jamás hubiera podido arreglar la casa de esta manera… simplemente dejó de ser una casita prefabricada para convertirse en—bueno, en esto… en mi hogar.

 

Rick había vuelto a mirar a su alrededor. Le dio la espalda a Lisa, yendo a examinar algún detalle que le había llamado la atención y ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para contener las ganas que sentía de poner sus brazos en torno al cuerpo de Rick, abrazarlo por detrás y recargar su mejilla en la espalda del soldado.

 

- Un beso y un abrazo serían la mejor recompensa que podrías darme por esto, Rick. – Lisa pensó.

 

Rick se acercó a Lisa, sonriéndole con cariño. Ella lo miraba sin entender qué era lo que él estaba pensando.

 

- Voy a pasar la noche aquí. – él le dijo con una voz suave, conteniendo la emoción. – Lisa… ya no tengo que volver a las barracas… ahora ya tengo mi casa… jamás pensé que… que algún día—

 

Lisa notó que los ojos de Rick se llenaban de lágrimas y eso hizo que ella se sintiera enternecida. Abrió sus brazos para recibir a Rick, quien ya buscaba aquel abrigo. Se abrazó a Lisa y escondió su rostro en el cuello de su comandante al tiempo que cerraba fuertemente sus brazos en torno a su cuerpo. Lisa lo abrazó y comenzó a acariciarle el cabello, mientras le hablaba en un tono de voz suave y cálido:

 

- Si Rick, es tu casa… es tu espacio… este lugar te pertenece y aquí puedes hacer lo que quieras… te lo mereces, porque has luchado mucho y le has dado lo mejor de ti a la RDF… así que disfrútalo.

 

- ¡Gracias Lisa! – murmuró contra su cuello, enviando choques eléctricos a través del cuerpo de la comandante. – Todo esto ha sido gracias a ti.

 

- Claro que no… es tu mérito, Hunter.

 

- No… es el tuyo, Hayes… tu me has hecho el soldado que soy hoy… gracias a ti he llegado a ser el piloto de combate que soy. Tú me has convertido en el hombre que ahora soy. Al principio pensaba que me presionabas demasiado, que te metías demasiado en cosas que no eran de tu incumbencia… ahora me doy cuenta de que siempre te has preocupado por mí y has tratado de hacerme mejorar día tras día… gracias Lisa… sin ti, yo no sería nada más que aquel piloto de circo que se unió a la RDF hace ya tantos años… gracias por que a pesar de todo, jamás te diste por vencida con este cabeza dura que tienes aquí.

 

- Rick… - Lisa susurró, sin saber qué más decir.

 

- Lisa… traje algo de comer… ¿Tienes hambre? Debes de estar muy cansada…

 

Lisa sonrió sintiéndose decepcionada y divertida al mismo tiempo. Decepcionada de que Rick rompiera la magia del momento de esa manera y divertida al pensar que la respuesta que Rick tenía a cualquier situación en la vida era la comida.

 

- Si, tengo algo de hambre.

 

Rick se separó de Lisa y se limpió el rostro con el puño de su camisa, para ocultar las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos en cualquier segundo. Lisa le pasó la mano por el cabello para arreglárselo un poco y él le sonrió al tiempo que levantaba la barbilla de Lisa con su índice y con su pulgar le frotaba cuidadosamente la mejilla. Lisa lo miró interrogativamente.

 

- Tenías una manchita de polvo ahí. – él le explicó.

 

Lo que no le explicó fue porqué seguía acariciándole la mejilla aun después de que la mancha se había ido. Sus ojos se encontraron y un silencio profundo cayó sobre ellos. La mano de Lisa se posó suavemente sobre la de Rick, que seguía acariciándole el rostro, recorriéndole con suavidad el contorno de su mentón, su oreja, su mejilla… y finalmente Lisa sintió un choque eléctrico cuando el pulgar del comandante Hunter le recorrió toda la extensión de sus labios lentamente. Lisa tuvo el impulso de besar aquel dedo que le estaba causando tantas sensaciones en el cuerpo, pero lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos y tratar de ahogar el suspiro que le salió directamente del alma.

 

Finalmente sintió los labios de Rick posarse suavemente en su frente. Aquella sensación era divina, pero al mismo tiempo hacía que Lisa sintiera la frustración de tantos meses desbordándose en su pecho.

 

- ¿Por qué Rick? – se preguntaba en silencio. - ¿Por qué ninguno de los dos somos lo suficientemente valientes como para terminar con lo que hemos venido posponiendo desde hace tanto tiempo? Desde aquel día de la premier de la película del Minmai… desde aquel primer amanecer después del Apocalipsis…

 

Rick se separó de Lisa y ella lo miró a los ojos. En su rostro pudo ver las mismas dudas y la misma frustración que ella sabía él podía ver en el suyo.

 

- ¡Te amo, Rick! – Lisa pensó. - ¡Sólo díselo… díselo ahora!

 

- Gracias Lisa. – Él murmuró suavemente, como si eso no fuera en realidad lo que quisiera decir. – Por todo.

 

- Ni lo menciones. – Lisa suspiró.

 

- Quisiera decírtelo ahora mismo. – Rick estaba pensando. – Decirte cuanto me gustas y cuanto te quiero, Lisa Hayes… pero me da miedo de lo que pueda pasar… no quiero perderte jamás y siento que si te lo digo ahora, antes de saber exactamente qué es lo que tú sientes por mí, estaría poniendo en riesgo esta amistad tan hermosa… porque Lisa, tú eres la relación más importante y significativa que he tenido en la vida.

 

- ¿En qué piensas, Rick?

 

- En nada… - él se alejó de ella. – Solamente… pensaba en cuanto aprecio todo lo que haces por mí, en que nadie se había preocupado por mí antes de la manera cómo tú lo haces y—bueno, Lisa… creo que tú bien lo sabes pero yo te considero mi mejor amiga.

 

- El sentimiento es mutuo. – Lisa replicó en un susurro. – Ahora… ¿Qué te parece si vamos a comer?

 

Lisa salió de la habitación y Rick pudo sentir cierta frustración en ella. La siguió por el pasillo y se detuvo en la puerta de la cocina, en donde Lisa ya estaba sacando algunos platos y vasos de la alacena. Se veía muy bien con los jeans que traía puestos ese día… jeans y zapatos tenis. Rick no recordaba haberla visto vestida de esa manera jamás, pero le quedaba muy bien. El suéter rojo con algunos detalles verdes que traía puesto le resaltaba el tono de su piel y el color de su cabello y de sus ojos. Se veía muy joven y relajada.

 

- ¡Preciosa! – Rick pensó, sonriendo complacido.

 

- ¿Qué trajiste? - Lisa le preguntó, tratando de forzar una sonrisa.

 

Rick la miró por un segundo, tratando de descifrar la expresión facial de ella. Había algo que la estaba molestando, pero él no sabía que era.

 

- Probablemente espera que le agradezca todo esto de alguna manera especial. – pensó. – Y lo pienso hacer… o tal vez quiera que le ayude un poco en su casa… si, eso también lo voy a hacer…

 

- ¿Rick?

 

- ¿Uh…? ¡Oh…! La comida… - Rick fue a recoger la bolsa que estaba en la sala. – Bueno, no es mucho y no sabía si te iba a gustar… me detuve a comprar hamburguesas… hace mucho que no como una de estas y— ¿Te gustan?

 

- No soy adicta a ese tipo de comida, pero de vez en cuando están bien. – Lisa sonrió más sinceramente ahora.

 

- ¡Perfecto! Traje hamburguesas, papas… Petite Cola… oye Lisa, estaba pensando, después de que comamos podemos ir a tu casa y arreglarla un poco. ¿Tú crees que puedas mudarte hoy mismo? Se que ya es tarde pero… realmente me gustaría tenerte cerca esta noche… saber que estás en tu casa y todo.

 

- Bueno, pues veremos que se puede hacer.

 

Se sentaron a comer en el comedor, inaugurando con eso formalmente la casa de Rick. La frustración de Lisa fue desapareciendo a medida que la comida transcurría. Rick siempre se las ingeniaba para hacerla reír y aquella tarde no fue la excepción.

 

Después de comer, mientras Rick limpiaba la cocina, Lisa se le acercó por la espalda y el comandante Hunter saltó cuando, sin previo aviso, ella le colocó un delantal en el frente y comenzó a anudárselo por detrás.

 

- Pero… ¿Qué…?

 

- Es para que no te ensucies la ropa cuando estás cocinando o limpiando… pensé que te gustaría.

 

Rick vio el delantal que traía encima y se rió cuando notó el perrito que tenía al frente y sus iniciales debajo. Lisa sonreía alegremente, contenta de que al piloto le hubiera gustado.

 

- ¿Qué estás tratando de decirme con esto, Hayes? – Rick seguía riéndose.

 

- Nada… solo pensé que era simpático.

 

- Si… lo es.

 

Lisa soltó una risita, recordando el comentario que alguna vez le había hecho Claudia de que cuando ella no estaba cerca, Rick vagaba por todos lados como perrito sin dueño. Rick le lanzó una mirada asesina, presintiendo que la risa de la comandante había sido causada por algo que él había dicho o hecho, lo cuál no estaba muy alejado de la verdad. Sin embargo no hizo más comentarios, simplemente observó su delantal y sonrió al pensar que Lisa se había tomado incluso la molestia de poner sus iniciales ahí.

 

- Lisa… realmente no se cómo agradecerte por todo esto… yo… yo jamás hubiera podido encargarme de la casa sin tu ayuda…

 

- Ya encontraremos la manera de ponernos a mano, Hunter. – Lisa sonrió.

 

- Bien, mientras tanto ¿Qué te parece si vamos a tu casa? Tal vez si trabajamos un par de horas podamos tener lista por lo menos tu habitación… así podrás mudarte, de todas maneras no es mucho lo que queda en su departamento en las barracas… ni siquiera necesitas tener lista la cocina, porque si necesitas algo puedes venir aquí… hay que aprovechar la despensa que ya tengo. ¿Qué dices?

 

- Suena tentador. – Lisa sonrió, enternecida de que Rick se mostrara tan interesado en que ella se mudara ese mismo día. – Pero ya son las 7 de la noche… ya es algo tarde…

 

- Si, lo se… pero entre los dos podemos acomodar tu habitación, aunque sea para que sea lo suficientemente cómoda para que duermas en ella… o en todo caso, puedes venir a dormir aquí.

 

Lisa miró a Rick con una expresión de sorpresa en el rostro. Él se pasó la mano por el cabello rebelde, como lo hacía siempre que estaba nervioso.

 

- Es decir… yo iría a dormir a tu casa, por supuesto… si tú quieres… podríamos intercambiar casas por esta noche… huh…

 

- No, está bien… de hecho creo que dos horas es buen tiempo para poner mi habitación en orden sobre todo si cuento con tu ayuda… tienes razón, ya no hay mucho en mi habitación de las barracas y creo que estaría más cómoda en mi casa… si mantienes en pie tu oferta de que puedo usar tu cocina… porque a estas horas ya no creo que alcance a ir a comprar mi despensa.

 

- ¡Por favor Lisa, ni lo menciones! Mira, esta casa también es tu casa, ¿de acuerdo? Cuando quieras venir, a la hora que sea, de visita o simplemente porque necesitas usar algo de lo que tengo aquí, siempre eres bienvenida.

 

- Gracias Rick. – le respondió con sinceridad.

 

- Entonces… ¡vamos a su casa, comandante Hayes! Ya verá que en menos de lo que piensa la dejamos lista para que sea habitada.

 

Rick tomó a Lisa de la mano y ambos se dirigieron a la puerta. Rick lanzó otra mirada a su casa y sonrió emocionado. Lisa también sonrió para sí misma, contenta y complacida de saber que ella era la causa de la alegría de Rick.

 

La noche era fría y había comenzado a caer algo de nieve. Los dos abordaron el jeep militar y tuvieron una pequeña discusión sobre quien debería de conducirlo… eso los retraso más de diez minutos, pero al final fue la comandante Hayes quien victoriosamente condujo el automóvil, con una pequeña sonrisa de triunfo en los labios, mientras Rick, como niño chiquito, se hundía en el asiento del pasajero, con sus brazos cruzados sobre el pecho y una mueca de decepción en el rostro, provocando la risa de la comandante.

 

Durante las siguientes dos horas ambos trabajaron afanosamente en la habitación de Lisa. Los muebles ya estaban en su sitio, pero había que limpiar toda la casa, lo cual se hizo en tiempo record, y posteriormente comenzar con las cortinas y la alfombra. Aquello les tomó poco más de una hora. Después Lisa se dedicó a hacer su cama y a arreglar su ropa, mientras Rick se encargaba del baño, el cual era mucho más grande que el suyo pues incluso tenía una tina.

 

- Si algún día quiero tomar un baño de burbujas, ¿me dejarás usar tu baño? – Rick le gritó desde aquel lugar.

 

Lisa detuvo lo que estaba haciendo y se llevó el dedo índice a los labios, tratando de imaginar a Rick en un baño de burbujas.

 

- ¿Tú tomas baños de burbujas? – le respondió después de unos segundos. – Pensé que eso sería demasiado femenil para un macho como tú.

 

- En primer lugar yo no soy un macho. – Rick apareció en la puerta del baño. – Y en segundo lugar… no, nunca he tomado un baño de burbujas… pero estaba viendo todos los productos que tienes ahí adentro… ¡Por Dios, mujer! No se para que se usan la mitad de ellos… sólo me dio curiosidad, eso es todo.

 

- Hay un líquido viscoso que se llama shampoo y otro más que es acondicionador para el cabello… realmente te haría bien usarlos, Hunter… por eso en tu casa los dejé con pequeñas etiquetas en donde detalladamente te especifiqué las instrucciones de uso. Pero en caso de que aun así sean demasiado complicadas para ti, puedes llamarme por teléfono, no me molesta darte instrucciones por ese medio.

 

Rick trató de mostrarse indignado, pero terminó soltando una risa al tiempo que regresaba dentro del baño.

 

- ¿Para qué demonios quieres velas en el baño? Con la electricidad de la ciudad suministrada por los motores del SDF1, la posibilidad de tener un apagón es nula.

 

- Esas son velas aromáticas. – Lisa se recargó en el marco de la puerta del baño, mirando cómo Rick examinaba cuidadosamente aquellas velas. – Son para relajarte mientras estás tomando tu baño… hay de lavanda, de limón, de aromas campestres, de—

 

- Uh-oh.

 

Rick hizo un gesto cuando olfateó una de ellas, arrugó la nariz y estornudó. Lisa soltó una risita y se la quitó de las manos, poniéndola de regreso en su estante.

 

- Creo que todavía no estás preparado para esto, Rick. Ven, ¿porqué no me ayudas un poco en la cocina?

 

Lisa salió del baño y Rick todavía se entretuvo en mirar todos los artículos y productos que ella tenía perfectamente bien clasificados en los estantes.

 

- ¡Mujeres! – Rick suspiró. – Lo único que yo necesito en mi baño es jabón y pasta de dientes… pero conociendo a Lisa, seguramente voy a encontrar en mi baño cosas que jamás voy a utilizar.

 

Rick sonrió, divertido por todo aquello. Sinceramente estaba disfrutando hacer eso con Lisa, incluso una actividad tan cotidiana y quizás hasta aburrida como lo era arreglar una casa era bastante agradable cuando la compartía con ella. Miró hacia la tina y se imaginó a Lisa tomando su baño de burbujas a la luz de las velas. La idea no le pareció tan mala. De pronto sintió que no le importaría acompañar a su comandante en ese momento… quizás hasta le podría enseñar a disfrutarlo. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Lisa que lo llamaba desde la cocina.

 

- ¡Ahí voy! - le respondió y acudió obedientemente a su llamado.

 

Ya ambos militares estaban cansados a esas horas. El patrullaje de Rick había sido largo y pesado y Lisa había estado trabajando en la casa del piloto todo el día. Ambos debían de levantarse temprano al día siguiente y decidieron que era hora de detenerse y descansar.

 

- No hay mucho que te pueda ofrecer en este momento, Rick… pero por lo menos tenemos agua caliente para un té. ¿Te parece?

 

- Excelente. – Rick sonrió. – Aunque no deberías de molestarte, Lisa… yo pienso que debería simplemente retirarme y dejarte descansar. Por lo menos tu habitación está lista.

 

- Si, y te lo agradezco… pero no puedes irte sin aceptarme el té…

 

Rick observó a la comandante mientras se movía alrededor de la cocina, en donde muchas cajas se amontonaban por todos lados. Finalmente encontró lo que necesitaba y puso a hervir el agua.

 

- ¿Entonces te piensas quedar aquí esta noche? – Rick preguntó interesado.

 

- Si, supongo que sí… mi habitación aquí ya es mucho más cómoda que la de las barracas… además mentiría si dijera que no estoy emocionada con todo esto.

 

- Igual yo. Y me alegra de que hayas tomado la decisión. – Rick le comentó con gran sinceridad.

 

El agua no tardo en hervir y Lisa sirvió las dos tazas de té. Ambos salieron de la cocina y se movieron a la sala, en donde a pesar de que el caos era similar, por lo menos había más espacio donde moverse.

 

Rick se sentó en uno de los sofás, aun cubierto por las mantas blancas. Lisa fue a sentarse al taburete del piano, le dio un sorbo a su té y puso su taza sobre una caja que estaba cerca.

 

- Gracias Rick… por todo. – Lisa habló.

 

- ¿Gracias? – él la miró sorprendido y parpadeó un par de veces. – Por favor… yo soy el que debe de darte las gracias a ti. ¡Mira nada más el caos que hay aquí mientras que mi casa está totalmente terminada! Lisa… sinceramente, no debiste de haberte molestado.

 

- No hay problema, Rick. – Lisa sonrió casi para sí misma. – Además, ya iré arreglando todo eso. Mañana voy a ir a entregar mi habitación en las barracas.

 

- No señorita Hayes, usted no va a arreglar todo esto. Los dos vamos a arreglar este desorden. Mañana saliendo del trabajo me voy a venir directamente a tu casa para ayudarte. ¿Te parece?

 

- Claro, me parece muy bien. – Lisa asintió.

 

Rick le dio otro sorbo a su té y, escudado detrás de su taza, observó a Lisa por un momento. Ella había vuelto a tomar su taza y la observaba atentamente, como si hubiera un mensaje escrito dentro de ella o como si el té ahí contenido le estuviera revelando los secretos del universo.

 

- A veces quisiera poder leer su mente. – Rick pensaba. – Me intrigas tanto, Lisa Hayes…en momentos como este, cuando veo miles de ideas y pensamientos cruzar por tus ojos como si fueran haces de luz… quisiera conocer todos tus secretos.

 

- Lisa… - se escuchó a sí mismo decir. - ¿Porqué no tocas algo en el piano? Quisiera saber si quedó bien.

 

- Rick… - ella le sonrió conmovida. – No se cómo voy a poder agradecerte por este piano… no tienes idea de lo mucho que significa para mí.

 

- Si, creo que si la tengo… en cuanto al agradecimiento, una melodía antes de irme no estaría nada mal. ¿Podrías complacer a tu público?

 

Lisa asintió con la cabeza y se dio vuelta sobre el taburete, para quedar de frente al piano. Su cabeza se reclinó sobre su pecho por unos segundos, como si estuviera concentrándose o tratando de decidir que pieza tocar. Sus manos se posaron suavemente sobre las teclas y de pronto los dulces acordes de una hermosa composición musical comenzaron a inundar aquella habitación.

 

Rick sonrió y cerró los ojos, disfrutando de la música. No podía creer que Lisa tuviera ese talento para el piano. Era simplemente asombrosa. Después de unos segundos, el comandante Hunter se puso de pie y caminó hasta el piano, recargándole en él. Sus ojos se posaron en el rostro de Lisa y por un momento la observó embelesado; la comandante estaba tan absorta en su interpretación que no se percató de ello.

 

Lisa era una mujer llena de sensibilidad y de pasión, y eso era más que evidente en la manera en que tocaba el piano. Rick sabía que detrás de ese uniforme militar y el caparazón que ella insistía en cargar, había una mujer hecha de fuego… una mujer que era simplemente toda mujer. Una mujer tierna y sensible… una mujer llamada Lisa Hayes.

 

Las ultimas notas de la melodía se desvanecieron en la atmósfera nocturna y Lisa le sonrió a Rick. Él le devolvió la sonrisa y aplaudió.

 

- ¡Hermosa, simplemente maravillosa! - Rick no sabía si se refería a la melodía o a la intérprete.

 

- Me alegra que te haya gustado, Rick.

 

- Eres increíble, Lisa.

 

Rick recogió las tazas de té vacías y las llevó a la cocina, al tiempo que seguía hablando:

 

- Podría quedarme aquí toda la noche, comandante. Pero ambos necesitamos descansar, mañana será otro día de trabajo.

 

- Cierto… - Lisa se recargó en el marco de la puerta de la cocina. – Yo tengo que reportarme en el centro de comando hasta las 0800 hrs. pero tu patrullaje comienza a las 0600 hrs. Rick debes de ir a descansar ahora.

 

- Es una lástima que no vayas a estar ahí para mandarnos a volar.

 

Rick se detuvo e hizo una mueca, aquello no se había escuchado bien. Lisa se llevó las manos a la boca, pero no pudo evitar la risita que escapó de su garganta. Rick se rascó la cabeza, pero termino por reírse también.

 

- Bueno, tú sabes a qué me refiero.

 

- Voy a estar ahí para recibirlos cuando regresen.

 

- ¿Lo prometes?

 

- Claro que sí. – Lisa tomó las llaves del jeep y las puso en la mano de Rick. – Vete a descansar, Hunter.

 

Rick asintió y se encaminó a la puerta, seguido de cerca por ella. Aquello les gustaba a ambos, el hecho de estar en un lugar privado. Rick abrió la puerta y se frotó los brazos. La noche era fría; había estado nevando un poco más temprano y el aire helado cortaba el rostro como si fuera una afilada navaja.

 

- ¡Lisa! – dijo Rick de repente, recordando algo.

 

- ¿Qué sucede? – Lisa se alarmó un poco.

 

Rick buscó frenéticamente en las bolsas de su pantalón, hasta que encontró una hoja doblada que le entregó a Lisa como si fuera un niño entregándole un reporte escolar a su madre. Ella arqueó la ceja y abrió aquella hoja arrugada que él le alargaba. Era un memorando de la base en el que se informaba al escuadrón Skull que debido a un procedimiento de mantenimiento de rutina, el patrullaje del día siguiente sería pospuesto hasta las 0900 horas.

 

- ¡Se me había olvidado! Creo que después de todo sí podrás mandarnos a volar.

 

Lisa sonrió y miró a Rick.

 

- Si… es cierto… que bueno que lo recordaste Rick, porque si no te hubieras levantado temprano y para nada.

 

- Entonces… ¿Quieres ir a desayunar a mi casa? Puedo preparar algo y luego nos podemos ir juntos a la base… va a ser una mañana fría y sólo tenemos un jeep.

 

- Me parece bien. – Lisa le sonrió. – Entonces llegó a tu casa como a las 0700 horas, ¿te parece?

 

- Un poco temprano, pero está excelente… te voy a tener listo un buen desayuno.

 

Rick comenzó a alejarse de Lisa pero cuando iba a medio jardín se dio media vuelta de improviso y le arrojó las llaves del jeep a la comandante, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar y atraparlas en el aire.

 

- Quédatelas tú… no quiero que tengas que caminar hasta mi casa en el frío de la mañana…

 

- Pero Rick…

 

- Yo estoy bien. – él le sonrió y le guiñó el ojo. - ¡Gracias por todo, Lisa! ¡Te veo en la mañana, no llegues tarde!

 

- No… ahí estaré temprano.

 

Rick hizo un movimiento con la mano, como si estuviera disparando un arma a Lisa y enseguida se dio media vuelta y comenzó a correr rumbo a su casa. Lisa lo despidió con una sonrisa y un movimiento de mano.

 

- ¡Cuídate Rick! ¡Y no corras, te vas a caer! – Le gritó. - ¡El suelo está resbaloso!

 

- ¡Estaré bien! ¡Descansa! – Rick le gritó casi desde la esquina. - ¡Te llamo en cuanto llegue a mi casa!

 

Lisa lo observó hasta que se perdió de vista. Sonrió soñadoramente y entró a su casa. Por un momento se quedó de pie en el pasillo, mirando el caos que todavía reinaba a su alrededor.

 

- No importa. – se dijo a sí misma. – Este es mi lugar… y eso es todo lo que me interesa.

 

 

 

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Los días pasaron y el ambiente festivo se hizo más profundo todavía. Era la primera navidad después de la destrucción de la Tierra, por lo que tenía un significado muy especial para los sobrevivientes. Era una celebración a la vida y a la esperanza… pero sobre todo una manera de reafirmar una vez más que la raza humana podía parecer débil, pero en realidad era más fuerte de lo que ellos mismos podían comprender.

 

Para Lisa y Rick se hizo una costumbre pasar las tardes juntos. Después de los días que Rick había pasado ayudando a la comandante a terminar de arreglar su casa, el hábito de buscarse mutuamente después de un día de trabajo se enraizó tanto en ellos, que ya ni siquiera tenían que verse durante el día para ponerse de acuerdo. Era ya parte de su rutina salir del trabajo y cenar juntos en la casa de cualquiera de ellos o incluso salir a algún pequeño restaurante, de esos tranquilos y con sabor de hogar que a ellos les encantaban.

 

Desde que se había abierto el sistema de transporte suburbano entre el SDF1 y la colonia militar, por medio de un teleférico, las asignaciones de jeeps habían sido reducidas. Pero antes de eso, era también una costumbre para ellos salir temprano al trabajo compartiendo el jeep que la comandante Hayes había tomado para sí. Ahora no era inusual verlos por las mañanas conversando en voz baja mientras el teleférico los llevaba a sus estaciones en la nave. Los rumores entre el personal del SDF1 y entre los pilotos se hacían cada vez más fuertes… el teniente comandante Hunter y la comandante Hayes parecían compartir algo más que sólo una amistad.

 

 

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Lisa había arreglado su horario del día de manera que para el medio día ya estaba fuera de la base. Era nochebuena y tenía muchos planes… empezando por el hecho de que había quedado formalmente con Rick de que ella cocinaría la cena de navidad de los Hayes.

 

Las chicas del puente estaban organizando una fiesta esa noche y Vanessa fue la encargada de comunicárselo a Lisa e invitarla formalmente. No era la primera vez que tenían su fiesta navideña y definitivamente no era la primera vez que Lisa rechazaba la invitación… pero este año las cosas eran diferentes y el Trío así lo comprendió cuando, durante la hora del almuerzo, Claudia les informó que la comandante Hayes pasaría la Nochebuena con el comandante Hunter. La teniente Grant estaba visiblemente emocionada y feliz por su amiga, pero al mismo tiempo rogaba al cielo por qué Rick no fuera a echar a perder la velada… ella tenía la opinión de que el pupilo de Fokker era un niño bonito… pero lo que tenía de bonito lo tenía de tonto.

 

- Aun no me explico qué es lo que una mujer como Lisa ve en un chiquillo como él. – Claudia pensaba, mientras miraba por el ventanal del comedor militar. – Lisa ve en él un potencial que seguramente ninguna de nosotras ve… y supongo que no está equivocada, tengo que admitir que el muchacho ha resultado un excelente líder de escuadrón… Roy, creo que estarías muy contento de ver esto… Lisa y Rick, juntos… ¿Acaso tú tendrás algo que ver en esto, Fokker?

 

 

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En el hangar del Skull 1, Max alcanzó a Rick después del patrullaje del día. Todo había estado tranquilo y estaban libres un poco más temprano de lo que habían pensado, lo cual era perfecto tratándose de aquel día en particular.

 

- ¡Hey Rick!

 

- ¿Qué sucede, Max?

 

- Solo quería confirmar… Lisa y tu sí irán a comer con nosotros mañana, ¿Verdad? Porque Miriya está muy emocionada con todo esto… es su primera navidad, después de todo.

 

- ¡Claro que si! Lisa también está emocionada. Ahí estaremos, Max.

 

- ¿Todavía están en pie tus planes para esta noche, Rick?

 

- Si… Lisa y yo vamos a pasarla juntos.

 

- Hmmm… - Max sonrió traviesamente. – El jefe va a pasar la nochebuena con la comandante Hayes.

 

-¡Max! – Rick lo reprendió pero no pudo evitar el reírse. - ¡Eres terrible!

 

- Sólo deseo que te la pases bien, Rick… y espero que hagas que ella también pase una noche bonita. Después de todo lo que ha sucedido en los últimos meses, creo que todos nos merecemos esta noche de paz… y de amor.

 

Rick miró a su amigo, quien le hizo un guiño y comenzó a alejarse de ahí con rumbo a los vestidores.

 

- ¡Dale mis saludos a Lisa, jefe! Y los esperamos mañana al medio día.

 

Rick levantó su mano para despedirse de Max, y tardó un poco en poder articular palabras:

 

- Saludos a Miriya… nos vemos mañana.

 

- ¡Feliz navidad!

 

Rick se quedó de pie en la pista de aterrizaje. Los copos de nieve comenzaban a caer, cubriéndolo todo con un suave manto blanco. Rick miró al cielo y luego a su Skull 1, mientras era transportado por los asistentes de vuelo a su hangar.

 

- Una noche de amor. – Rick pensó.

 

A lo lejos, viniendo de uno de los hangares, Rick escuchó la voz de Minmai interpretando sus famosos villancicos. En esos días era imposible no escuchar aquellas canciones. Rick se preguntó en dónde estaría la cantante y que estaría haciendo.

 

- Espero que tú también tengas una feliz navidad, Minmai… donde quiera que estés.

 

 

 

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Rick se miró al espejo y sonrió. Se pasó la mano por el cabello, tratando sin mucho éxito de acomodarlo y luego se ajustó el cuello de su suéter azul, uno de los que había comprado el día en que había ido con Lisa a la tienda de ropa. Ella se había mostrado especialmente entusiasta con ese suéter y era por eso que él había decidido usarlo esa noche.

 

- Es bonito y está cómodo. – pensó.

 

Una vez más revisó su imagen en el espejo, sin poder comprender el porqué de ello. Lo único que sabía era que esa noche quería verse bien para Lisa. Salió del baño y se dirigió directamente a su pequeña sala-comedor, en donde ya estaba la mesa puesta. Desde que había llegado esa tarde, se había dedicado a prepara todo para la cena. Lisa traería la comida, pero su parte del trato era tener una mesa decente, el postre y la bebida.

 

Después de revisar la mesa, el mantel y la vajilla, entró a la cocina. El refrigerador estaba lleno de bebidas, desde un suave vino de frutas que había comprado para la ocasión, hasta Petite Cola. Y también tenía su dotación de té, café y cocoa en la alacena. Además había comprado jugo de arándano, que a Lisa le encantaba y jugo natural de manzana además de varias botellas de agua mineral, pues él sabía que una de las bebidas preferidas de la comandante era precisamente el jugo de manzana con agua mineral.

 

Sobre la barra de la cocina estaba cuidadosamente colocado un pastel de limón que había comprado en una pequeña pastelería italiana en el centro de la ciudad. Max y Miriya le habían recomendado el lugar y ese pastel en especial. Además había comprado una buena dotación de frutas secas. Al parecer todo estaba en orden.

 

- Todo, excepto una cosa…

 

Rick regresó a la sala y fue directamente a un rincón de la misma, en donde, recargada contra la pared, se encontraba una rama seca, sin una sola hoja, pintada de blanco. Rick sonrió y la colocó con cuidado en un cubo lleno de arena que tenía listo. Llevó aquella rama cerca de la ventana y comenzó a colocarle foquitos de navidad blancos y esferas de muchos colores, mientras tarareaba sin parar una canción que su mamá solía cantarle durante la época navideña.

 

Rick escuchó el sonido de un auto que se detenía y levantó un poco la cortina. Un taxi estaba fuera de la casa y Lisa salía de él con una gran canasta. Rick sonrió y enseguida corrió a auxiliarla. La noche estaba helada y el viento, aunque suave, calaba hasta los huesos, anticipando una tormenta de nieve. Rick se apresuró a pagarle al taxista y desearle una feliz navidad, antes de mirar a Lisa y sonreírle.

 

- ¡Vaya! Parece que hoy no nos vamos a morir de inanición. ¡Cocinaste para un ejército, Lisa!

 

- No Rick… cociné para un soldado que come como si fuera todo el ejército.

 

Rick se rió y tomó la canasta de las manos de Lisa. Ambos entraron a la casa y se dirigieron a la cocina a desalojar su carga. Hasta entonces Lisa se percató de lo guapo que se veía Rick aquella noche con el suéter que traía puesto. Ella había insistido en que debía comprarlo y ahora veía que había tenido razón, el suéter le quedaba muy bien al piloto y además resaltaba sus ojos azules. Lisa sonrió al pensar que Rick había tenido el detalle de usarlo esa noche, sabiendo lo mucho que a ella le había gustado.

 

- Compré jugo de arándano y también jugo de manzana y agua mineral, Lisa… creo que no hace falta nada. – Rick le informaba, mientras sacaba la comida de la canasta y la colocaba sobre la barra.

 

- ¡Perfecto, Rick! Veo que te empeñaste mucho.

 

Lisa caminó al comedor, a inspeccionar la mesa, pero su mirada enseguida fue capturada por el inusual y original árbol de navidad que decoraba aquella habitación.

 

- Este año es imposible conseguir un árbol natural. – Rick le explicó, acercándose tras ella. – Fui a las tiendas, pero todos los artificiales se habían agotado… hoy durante el patrullaje vi algunos árboles secos no muy lejos de aquí, así que más tarde fui con el jeep, corté esa rama, la pinté… y así decorada no se ve tan mal, ¿no te parece?

 

- Es bonito. – Lisa sonrió sinceramente. - ¡Eres muy ingenioso, Rick!

 

- Bueno… se hace lo que se puede… además todavía tengo que traer unas cosas…

 

Rick entró a su habitación y Lisa sonrió, al tiempo que se acercaba al improvisado arbolito y arreglaba los foquitos y las esferas para que la composición fuera más equilibrada. En un minuto Rick volvió con varios regalos en los brazos. Lisa lo miró interrogativamente y él le guiñó el ojo.

 

- ¿Ha sido una buena pequeña comandante este año? – Rick bromeó. – Puede ser que aquí haya algo para usted.

 

- Es gracioso. – Lisa sonrió y fue a recoger una bolsa que había traído con ella y se encontraba en el pasillo. – Iba a decir exactamente lo mismo.

 

Lisa sacó varias cajas de regalo de la bolsa y las colocó debajo del árbol, junto a las de Rick. Ambos se sonrieron pero terminaron riendo alegremente. Rick le pidió que tomara asiento, mientras él iba por algunas frutas secas y jugo de arándano. Lisa fue al reproductor de música de Rick y puso una música suave y tranquila, muy apropiada para la época.

 

Cuando Rick volvió, Lisa se estaba quitando su abrigo, color azul grisáceo, y el piloto notó lo bella que se veía la comandante con el suéter color azul claro que estaba usando esa noche. Pensó que Lisa tendría frío más tarde, pero sonrió al pensar que uno de sus regalos para ella era precisamente un suéter y que estaba impaciente por vérselo puesto a Lisa, así que todo estaría bien.

 

- ¿Cómo estuvo tu patrullaje? – preguntó Lisa, como siempre interesada en los asuntos de Rick.

 

- Tranquilo… ninguna novedad que reportar. Creo que todos estábamos impacientes por irnos a nuestras casas, porque apenas aterrizamos y la pista y los hangares quedaron vacíos.

 

- Si, también entre los oficiales del puente, todos salieron corriendo apenas pudieron.

 

- Max me recordó de la comida de mañana en su casa… está muy emocionado.

 

- No lo he olvidado. – Lisa señaló hacia el arbolito. – De hecho, envolví los regalos que les llevaremos.

 

- ¡Eres increíble Lisa! Yo soy muy malo para envolver los regalos… ¿viste los esperpentos que hay ahí abajo? Es que el papel se arruga, se rompe… no alcanza…

 

- Debes de ser más cuidadoso, Rick… a veces eres un poco brusco. – Lisa se rió.

 

Rick también se rió y tomó un puñado de fruta seca. Se echó un poco a la boca y sonrió complacido.

 

- ¡Está muy buena! Mira… prueba.

 

Sin más, le dio a probar a Lisa de la fruta que traía en su mano, dándosela directamente en la boca. Lisa sonrió cuando él hizo eso, sintiendo que el corazón se le aceleraba de inmediato en el pecho.

 

- Mi mamá siempre tenía fruta seca para navidad. – Rick recordó, al parecer sin darse cuenta del corto circuito que acababa de provocar en la comandante. – Mi papá y yo salíamos a cortar un pino… a Roy le gustaba ayudarle a mi mamá a preparar la cena, generalmente él se la pasaba todo el día en la cocina con ella… yo disfrutaba mucho esa época del año… cuando ella murió ya nada fue igual.

 

- Lo se, - Lisa respondió en el mismo tono. – Lo mismo pasó en mi casa… cuando mamá murió las cosas cambiaron mucho entre mi padre y yo… incluso las navidades se volvieron incomodas… hubo buenos tiempos y guardo hermosos recuerdos pero… para mí la navidad siempre ha sido una época de mucha soledad.

 

- Te entiendo. – Rick asintió con la cabeza, sintiendo exactamente lo mismo. – Creo que es en esta época cuando más se extraña el calor del hogar… la presencia femenina… las navidades, los cumpleaños… cuando mamá murió todo pareció perder su significado. Ya nada importaba mucho.

 

Lisa lo escuchó sin hacer comentarios, pero pensando en lo similares que ella y Rick en realidad eran, sin importar que ambos vinieran de mundos tan distintos. Lo único que importaba es que ahora ambos estaban viviendo en el mismo mundo… y que tal vez, sin percatarse de ello, el uno se había vuelto parte integral del mundo del otro.

 

- Jamás me has dicho cuando es tu cumpleaños, Rick.

 

Él la miró un poco sorprendido y asintió con la cabeza.

 

- Estamos en igualdad de circunstancias, Hayes. Yo tampoco se cuando es tu cumpleaños.

 

- Pero yo pregunté primero.

 

- Estás un poco tarde… el mío fue el 4 de noviembre.

 

- ¿Cuatro de noviembre? – Lisa lo miró sorprendida. – Rick, ese día estábamos—

 

- A media Misión Sahara, si…

 

- ¿Porqué no dijiste nada? Te aseguro que ni siquiera Max sabía.

 

- No, no creo.

 

Lisa lo miró y le sonrió, pensando que durante aquella misión él se había esforzado tanto por ella, sin siquiera mencionar que era su cumpleaños. Lisa sentía que debía de darle algo especial como muestra de gratitud.

 

- Jamás he celebrado mis cumpleaños. – Rick le quitó importancia al asunto encogiéndose de hombros. – No creo que a nadie le interese particularmente así que—

 

- A mí si me importa, Rick… quisiera que lo hubieras mencionado, yo—

 

- Fue el mejor cumpleaños de mi vida, Lisa… - Rick le guiñó el ojo. – Lo pasé contigo…

 

Lisa no supo que responder a eso. Habían pasado tantas cosas durante la Misión Sahara que ella deseaba poder recordar exactamente qué era lo que había sucedido en el cumpleaños de Rick… pero el piloto la sacó de sus pensamientos.

 

- ¿Y el tuyo, Lisa? No creo que nadie sepa tampoco cuando es el tuyo.

 

- No, en realidad no… fuera de Claudia nunca nadie me ha preguntado… pero si quieres saber, es el 3 de marzo.

 

- ¡Entonces todavía estamos a tiempo! – Rick le sonrió.

 

- Supongo que sí. – ella también sonrió.

 

- Ese día haremos algo especial, te lo prometo.

 

Estuvieron hablando por un buen rato, recordando sus contadas navidades memorables, las que habían vivido cuando niños, al lado de sus padres… en ese tiempo tan lejano cuando el mundo era un lugar seguro y la vida parecía tan fácil.

 

Después pasaron a la cena. Ninguno parecía querer admitirlo, pero ambos estaban hambrientos. Cuando Rick vio la cantidad y la calidad de la comida que Lisa había preparado, no pudo menos que alabarla por su talento culinario. Ella le explicó que era la típica cena de navidad que su madre preparaba en su casa. Ella no era tan buena cocinera como su madre lo había sido, pero había hecho lo mejor que había podido. Claro que Rick no estaba de acuerdo con aquello, porque la comida que tenía ante él era sin duda la comida más deliciosa que alguna vez hubiera probado en su vida.

 

A Lisa parecían agradarle aquellos halagos por su comida. Rick se sirvió doble de cada platillo que ella había cocinado y ella, feliz como estaba al saber que a él le había gustado tanto su comida, no podía dejar de preguntarse a dónde se iban todas esas calorías, pues Rick podía comer lo que fuera y jamás se preocupaba de su peso. Lisa se encontró admirando la figura fuerte y atlética del comandante Hunter y sonriendo para sí misma, al tiempo que fantaseaba sobre Rick y ella… juntos.

 

Después de cenar, ambos se movieron a la sala, en donde Rick le sirvió a Lisa una copa del vino de frutas que había comprado para la ocasión. Afuera había comenzado a nevar y el frío se sentía aun dentro de la casa con microclima. Ambos brindaron por una feliz navidad y un buen año por venir. El vino de frutas, aunque suave, pareció ponerlos de muy buen humor.

 

Ambos comenzaron a compartir anécdotas de su niñez y a reír como locos. Una de las cosas que ellos más disfrutaban del tiempo que pasaban juntos, era que siempre podían reír aun de las cosas más simples o tontas. Había cosas que ellos no le hubieran contado a nadie más en el mundo, pero se sentían lo suficientemente cómodos el uno con el otro como para compartirlas entre ellos… y reírse.

 

- ¡Lisa, Lisa, Lisa! – Rick recogió las copas vacías y las llevó a la cocina. Se había reído tanto que sentía que las costillas le dolían. – Creo que sabrás que tengo material suficiente como para chantajearte por el resto de tu vida, Hayes.

 

- Igualmente. – Lisa respondió todavía riendo. - ¡Eres terrible Rick Hunter! No puedo creer todo lo que me has contado… ¡Tu pobre madre! Contigo se hizo una santa.

 

Rick se sentó al lado de Lisa y se rió un poco más. Se estiró y sin siquiera percatarse de lo que estaba haciendo, tocó la punta del cabello de Lisa y comenzó a juguetear con él, mientras seguía hablando:

 

- Es bonito tener a alguien en navidad, ¿No te parece? Este año no me siento solo… es la primera vez en mucho tiempo en que—de hecho estoy disfrutando de la navidad.

 

- Me pasa lo mismo, Rick.

 

- Deberíamos de hacer esto todos los años. – Rick comentó distraídamente, cerró los ojos y se recargó contra el respaldar del sofá.

 

- Si… - Lisa murmuró. – Deberíamos…

 

Rick abrió los ojos lentamente y sin poder creer lo que estaba escuchando… Lisa se había acurrucado a su lado y ahora estaba cantando una hermosa y antigua canción navideña, en voz baja, casi como si lo estuviera haciendo sólo para ella. Después de la sorpresa inicial, Rick volvió a cerrar sus ojos y una sonrisa apareció en sus labios. Simplemente quería dedicarse a disfrutar aquella canción.

 

La voz de Lisa era dulce, melodiosa, suave y tenía un efecto calmante en Rick. En su mente él no pudo evitar comparar la voz de Lisa con la de Minmai y decidió, que a pesar de la fama de la cantante, al final del día él preferiría escuchar a Lisa cantándole una canción al oído… que a Minmai.

 

- ¡Tienes una voz hermosa! – Le comentó en voz baja, cuando Lisa terminó su canción.

 

- Claro que no… - Lisa se sonrojó, sin saber siquiera porque había hecho aquello… los efectos del vino de frutas, pensó. – Voz de cantante de regadera, no es nada realmente especial.

 

- Si, yo creo que sí. Y cantante de regadera o no, espero que me dejes escucharla más a menudo… esa canción era hermosa.

 

- Mi mamá solía tocarla al piano en la navidad… yo la cantaba entonces.

 

Rick sonrió y su mano se posó en la espalda de Lisa, frotándosela con cariño.

 

- ¿Algún día me la podrías cantar otra vez… con el acompañamiento del piano?

 

- Tal vez—si eres bueno. – Lisa le respondió juguetonamente.

 

- Yo siempre soy bueno, comandante… solo soy incomprendido.

 

Lisa soltó una risita y Rick se puso de pie y fue a apagar las luces. Lisa lo miró interrogativamente cuando la habitación sólo quedó iluminada por los foquitos del árbol de navidad. Aquello le daba un aire de intimidad y calidez a aquel lugar.

 

- Ven Lisa… - Rick se sentó sobre la alfombra en el suelo. – Vamos a ver que regalos tenemos aquí para mi comandante favorita…

 

- Me parece muy bien, porque yo también tengo algunos regalos para el piloto más rebelde y desobediente de la RDF.

 

Ambos sonrieron emocionados y el intercambio de regalos comenzó. Hacía mucho que ninguno de ellos recibía un regalo de navidad… mucho menos la cantidad de regalos que ellos parecían haber comprado para el otro ese año. Pero mucho más que el valor material de aquellos obsequios, lo realmente significativo para ellos era el hecho de que se hubieran tomado la molestia no solo de salir a buscar un regalo, sino además envolverlo y todo lo demás… ambos se dieron cuenta de que en realidad los dos siempre parecían estar pendientes de lo que el otro quería o necesitaba.

 

- Bien, tengo algo que creo que te va a gustar, Rick… - Lisa alcanzó una de las cajas más pequeñas y se la entregó al piloto.

 

Rick la tomó y le sonrió a Lisa, visiblemente emocionado, como si fuera un niño pequeño. Abrió el paquete sin detenerse siquiera a mirar la envoltura y pronto se encontró sosteniendo varios DVDs en sus manos.

 

- Pensé que te gustarían esas películas. – Lisa le explicó. – De hecho hice una copia de la videoteca de mi padre, son películas de la Primera Guerra Mundial, con aviadores y todo eso. Se que a ti te gusta ese periodo histórico en particular y me habías mencionado que había algunas películas clásicas que querías ver… bueno, a mi papá también le apasionaban los aviones y las guerras… así que ahí las tienes.

 

- ¡Lisa! – Rick miraba los diferentes títulos. - ¡Eres grandiosa! Tenía mucho tiempo queriendo ver estas películas, pero en estos días no se pueden conseguir en ninguna parte… ¡vaya, creo que el Almirante y yo teníamos los mismos gustos!

 

- Si… - Lisa sonrió con una mezcla de tristeza y satisfacción. – Se que te hubieras llevado muy bien con mi padre, Rick… y bueno, ya que estamos en esto…

 

Lisa le entregó un paquete algo más grande y mucho más pesado que el anterior. Rick lo abrió con curiosidad y se encontró con un grueso libro de historia de la aviación. Era una edición de lujo con imágenes increíbles y toda la información que existía sobre la historia de los aviones desde sus principios hasta el desarrollo de los primeros prototipos de naves Robotech.

 

- Lisa… este libro…

 

- Pertenecía a mi padre. – Lisa le sonrió.

 

- Pero… es que no puedo aceptar esto… este libro debería de estar en la biblioteca o en un museo… ¡Es excelente!

 

- Lo es, pero quiero que tú lo tengas, Rick… tú compartes la misma pasión por los aviones que mi padre sentía y creo que a él le daría gusto saber que este libro en particular quedó en manos de alguien que de verdad sabrá valorarlo, apreciarlo y sobre todo, disfrutarlo.

 

- Lisa, - Rick no podía dejar de hojear el libro. – Es que… no se que decir… ¿Realmente estás segura? Es que incluso tiene el nombre de tu padre impreso en el interior y todo…

 

- Es tuyo Rick… estoy segura de esto.

 

El comandante Hunter la miró con una expresión de profunda gratitud y emoción brillándole en sus ojos azules. Sinceramente no sabía que decir o cómo expresar lo que sentía en ese momento. Nunca en la vida nadie le había dado un regalo tan significativo… sobre todo por el hecho de que aquello había pertenecido al Almirante Hayes, además del valor histórico del mismo, él sabía el valor sentimental que ese libro tenía para Lisa… y aun así ella se lo estaba entregando.

 

- Bien… entonces, ¿Yo no recibiré ningún regalo? – Lisa bromeó, trayendo a Rick de vuelta a la realidad.

 

- ¡Oh! Por supuesto… - él puso el libro sobre el sofá y comenzó a mirar alrededor, tratando de decidir qué regalo le entregaría primero a Lisa. – Después de lo que me acabas de dar, mis regalos parecen tan tontos…

 

- ¡No digas eso, Rick! Vienen de ti y ese simple hecho los hace muy valiosos para mí.

 

Rick le sonrió y le entregó una caja de tamaño mediano que no pesaba demasiado. Lisa la miró y no pudo evitar una risita cuando se percató que entre los muchos talentos del joven no se encontraba el de envolver regalos.

 

- Hice lo mejor que pude. – Rick se rió también.

 

- ¿Qué tendremos por aquí?

 

Lisa abrió la caja y sonrió de oreja a oreja cuando vio un hermoso suéter amarillo que ella había visto en una tienda hacía unos días.

 

- ¡Rick! Este suéter…

 

- Si, fue el que vimos en el centro comercial el día que fuimos de compras… esperaba que no hubieras ido a comprarlo…recordé que te gustó mucho cuando lo viste. Además, si yo traigo puesto el qué tú elegiste para mí, creí que tú podrías…

 

- ¡Por supuesto! – Lisa ya se estaba poniendo el suéter. - ¡Es precioso! Me gusta el color… ¡Y se siente tan bien! Oh Rick, es precioso… ¡Gracias!

 

Rick la miraba enternecido. El suéter era tan bonito cómo ella decía y se veía muy bien en ella; hacía resaltar el color de su cabello y el de sus ojos de una manera increíble. Era una prenda cómoda y abrigadora y él pensó que era justo lo que ella necesitaba esa noche. Pero sobre todo, a Rick siempre le maravillaba la manera en cómo Lisa respondía a cualquier pequeño detalle que él tenía para con ella. Ella jamás le exigía cuando se trataba de asuntos materiales… ella era feliz con lo poco qué el podía darle y lo valoraba como si fuera lo más importante del mundo. Aquello hacía que Rick se sintiera particularmente agradecido con ella, sobre todo sabiendo el linaje y la posición social de la que Lisa venía.

 

Después del suéter, Rick le entregó a Lisa algunos otros de los regalos que le tenía: unos CDs con música tranquila, de la que él sabía que a ella le gustaba, una enorme caja de chocolates que emocionó particularmente a la comandante y un par de libros que Rick vio que Lisa estaba hojeando en la librería la última vez que habían salido. Finalmente Rick le entregó una caja bastante grande, pero no muy pesada.

 

- ¿Qué es esto, Rick? ¡Compraste demasiados regalos!

 

- Sólo ábrelo… se que te va a gustar.

 

Lisa abrió la caja con gran curiosidad. Rick observaba sus rasgos y sus gestos en la semioscuridad de la habitación; el rostro de Lisa, solo iluminado por las lucecitas del árbol de navidad, adquirió un brillo muy especial cuando de la caja sacó un enorme pingüino de peluche.

 

- ¡RICK! El pingüino…

 

- Te dije que te iba a gustar.

 

Días antes habían ido a comprar regalos para los Sterling, para Claudia, Gloval y el Trío. Cuando estaban en la tienda, Lisa había visto aquel pingüino y se había enamorado de él en el acto. Le había contado a Rick que cuando era chica solía leer un libro sobre las aventuras de un pingüino y aquel muñeco le había traído buenos recuerdos de su niñez y su mamá leyéndole aquellas historias. Al día siguiente Rick había ido a comprarle el pingüino, como regalo de navidad.

 

Lisa lo abrazaba con ternura y Rick pudo ver en el rostro de la comandante una sonrisa que jamás había visto en su vida. Era una sonrisa cargada de una ternura muy especial… y él deseó con todas sus fuerzas que algún día Lisa lo mirara y le sonriera de esa manera. Jamás se había visto más linda que en ese momento.

 

- Al menos tu caballo de peluche ya tendrá un amigo. – Rick comentó.

 

- Si… gracias Rick… no creí que fueras a recordar al pingüino.

 

- Nos hicimos buenos amigos… - Rick acarició la cabeza del muñeco y se rió. – De regreso de la tienda, lo senté en el asiento de pasajeros del jeep… mucha gente se detuvo a mirar al copiloto.

 

- ¡Gracias! - Lisa seguía sonriéndole, sintiéndose emocionada al pensar que durante todos los días que habían salido, Rick hubiera estado tomando notas mentales para comprarle todos aquellos regalos. – Yo… tengo algo más para ti, Rick…

 

- Lisa, no es necesario… yo—en realidad mis regalos son muy poca cosa comparados con los tuyos y—

 

- ¡Rick! – Ella lo regañó. - ¡No te atrevas a decir eso! Ahora abre este regalo y espero que te guste…

 

- ¡A la orden, comandante! – Rick bromeó, haciendo un muy poco protocolario saludo militar.

 

Abrió el paquete que Lisa le había entregado, notando que aun había por lo menos otras 3 o 4 cajas debajo del árbol, todas con regalos para él. Pero antes de que pudiera comentar nada, sus ojos se posaron en lo que tenía en las manos… era un cuadro enmarcado de un avión y Lisa le sonrió.

 

- Lo vi en la tienda, pensé que te gustaría para decorar tu habitación o algo.

 

- ¡Es increíble!

 

- Pero hay más… - Lisa le señaló dentro de la caja, en donde había algo envuelto en un plástico negro. – Antes de que abras eso Rick, debes de prometerme que no se lo vas a enseñar a nadie.

 

- ¿Uh? – Rick tomó el envoltorio en sus manos y miró interrogativamente a Lisa. - ¿A nadie? ¿Por qué? ¿Qué es?

 

- De acuerdo, puedes mostrárselo a Max… pero fuera de él… eso es sólo para ti, Rick.

 

Rick estaba bastante intrigado con aquel regalo. Abrió el paquete que tenía en las manos y una expresión de sorpresa apareció en su rostro cuando se dio cuenta de que se trataba de un modelo a escala de un avión de la RDF.

 

- Lisa, esto es— ¿Es lo que creo qué es?

 

- Supongo que sí. – Lisa sonrió. – Me dieron ese modelo para revisión, pero yo no creo apreciarlo como tú lo harás, Rick… es un prototipo secreto y lo sabes, por lo mismo quiero que seas discreto… sólo pensé que te gustaría tenerlo.

 

- Lisa… es que—no se que decir, no puedo creerlo. – Rick examinaba aquel prototipo con una sonrisa radiante en el rostro. - ¡Es perfecto! Es el nuevo VT-YF4, ¿cierto? Me han llegado algunos reportes esporádicos sobre esta nave pero jamás había visto una. ¡Es simplemente… wow!

 

- Si, lo es… todavía está en fase de desarrollo y pruebas pero pronto vas a estar piloteando uno de esos, Hunter.

 

- ¡Es precioso!

 

Rick seguía examinando el avión y hablando de aspectos técnicos del mismo, mientras Lisa sonreía al pensar que ninguna mujer, ni siquiera Minmai, podía competir con una nave de ese tipo por el amor y la atención de un piloto.

 

- Es triste pensar que los VT-F1S van a ser discontinuados cuando los VT-YF4 estén listos… - Rick terminó su larga explicación de las características de la nueva aeronave. - ¿Qué crees que le vaya a suceder al Skull 1, Lisa?

 

- No lo se, Rick. – ella tomó otra caja. – Pero no te preocupes por ello desde ahora… mejor abre este regalo, porque necesito ver si te queda bien.

 

- ¡Ah! Entonces debe de ser ropa. – Rick le guiñó el ojo, al tiempo que cuidadosamente colocaba el prototipo sobre la mesa de café y tomaba el regalo que Lisa le entregaba.

 

- Si, de hecho es algo de ropa… fueron algunas prendas que vi que te gustaron el día que fuimos de compras, pero que no compraste por alguna razón.

 

Aquello era un conjunto deportivo color caqui que de hecho a Rick le había gustado mucho, pero con el gasto de los muebles pensó que no debía pasarse con las compras en la tienda de ropa. Una vez más se impresionó con la atención que Lisa parecía ponerle, pues él no le había comentado nada sobre ese conjunto deportivo, pero ella simplemente lo observó y supo… y también ahí estaba una pijama de franela de un color amarillo-mostaza que a Rick también le había gustado mucho.

 

- ¡Lisa! Esto es— ¡Gracias!

 

- Al menos ya tienes algo de ropa para salir a correr o hacer ejercicio. – Ella le sonrió, al tiempo que acariciaba la ropa que él sostenía. – Es suave y cómoda, ¿no lo crees? ¿Crees que te quede bien?

 

- ¡Por supuesto que sí! – Rick estaba examinándola. – Es exactamente mi talla.

 

- Si, bueno… fue bueno ir de compras contigo aquel día, ahora se que tipo de ropa te gusta y tu talla… eso hace más fáciles las cosas. Esta pijama te mantendrá caliente por las noches… ¡Está haciendo frío! Pero con esto y tus sábanas de franela, creo que no tienes de qué preocuparte.

 

- ¡Me gusta mucho esta ropa, Lisa! No te hubieras molestado, yo—

 

- Un momento. – ella lo detuvo. – Antes de que me agradezcas nada, tengo un último regalo para ti.

 

- Pero Lisa… es demasiado…

 

- Rick, ¿Y todo lo que tú has hecho por mí qué? No estoy tratando de pagar tus servicios ni nada, pero realmente te mereces todo esto y más, Hunter.

 

Él sonrió agradecido y tomó la caja que ella le entregaba. Lisa parecía particularmente emocionada con aquel regalo. Rick lo abrió y dejó escapar un silbido cuando vio lo que había en su interior.

 

- ¡Oooh! Lisa, es—

 

- Sip, es la gabardina militar que querías… un modelo hecho especialmente para los oficiales de la RDF… es una prenda oficial y reglamentaria, Rick.

 

- Lisa, tú sabes que he tratado de conseguir una de estas por años… siempre me gustó mucho la de Roy, lástima que esté tan grande y no la pueda usar… pero yo se que estas no se consiguen tan fácilmente… ¿Cómo es que tú… es decir, dónde?

 

- Es bueno tener contactos… - Lisa le guiñó el ojo. - ¡Vamos, pruébatela! Con el frío que está haciendo, se que te va a servir de mucho.

 

Rick se puso la gabardina y sonrió emocionado al darse cuenta de que le quedaba perfecta, como si la hubiera mandado hacer.

 

- ¡Es más cómoda de lo que pensé! Es realmente calientita también… ¡Lisa, esto es maravilloso! – Rick se miraba a sí mismo por todos los flancos. - ¡Y me queda muy bien!

 

- Te ves muy bien, Rick. – Lisa le comentó con gran sinceridad y una sonrisa en los labios. – Te queda perfectamente y—y te ves muy guapo.

 

Rick dejó de admirar su gabardina y miró a Lisa, quien le sonreía radiantemente. No pudo menos que devolverle aquella sonrisa tan cálida y se arrodilló al lado de ella, besándola suavemente en la mejilla.

 

- ¡Gracias Lisa! – le susurró en un tono de voz que hizo que ella se estremeciera.

 

- Me alegra que te hayan gustado tus regalos, Rick.

 

- ¿Gustarme? – él se rió. – Jamás en la vida nadie me había dado tantas cosas tan increíbles… Lisa, tú eres increíble.

 

- Me da gusto verte tan contento… a mi también me gustaron mucho mis regalos Rick… gracias.

 

- No me lo agradezcas todavía. – Rick le replicó con una sonrisa triunfal. – Hay dos cosas más que yo quiero darte pero las dejé hasta el final porque pienso que una de ellas te va a gustar mucho… y, bueno… no estoy muy seguro sobre la segunda, pero ya llegaremos a eso.

 

Rick tomó una caja de tamaño mediano, la última que quedaba debajo del árbol y se la entregó a Lisa. Ella lo miró interrogativamente, sin saber que era lo que Rick planeaba, pues era obvio por su sonrisa que había algo especial en aquella caja. Cuando la tomó en sus manos y comenzó a abrirla, Rick sonrió y puso su mano sobre la de Lisa.

 

- Un momento, comandante… antes de que abras ese regalo, creo que debo darte alguna explicación sobre el mismo.

 

- ¿Si?

 

- Es que—en realidad ese regalo no es mío… digamos que te lo estoy dando en nombre de otra persona. Espero que no te moleste que lo haya escondido durante todo este tiempo pero… bueno, creo que mejor lo abres primero y me haces la corte marcial después, ¿de acuerdo?

 

- Me estás asustando, Hunter… ¿De qué se trata esto y de quien viene este regalo?

 

- Ábrelo y ya lo verás.

 

Lisa retiró la tapa de la caja y una expresión de absoluto asombro apareció en su rostro. Rick sonrió cuando vio los ojos verdes de la comandante agrandarse y brillar como si fueran un par de diamantes. Lisa dejó escapar el aire que hasta entonces había contenido en los pulmones y miró a Rick.

 

- Pero esto—Rick…

 

- El Almirante Hayes te desea una feliz navidad, Lisa. – Rick habló en un susurro.

 

Los ojos de la comandante se llenaron de lágrimas, lo que hizo que brillaran aun más. Rick pensó que se veía hermosa, pero intentó no pensar en ello y mejor enfocarse al regalo que Lisa, cuidadosamente estaba sacando de la caja.

 

- Es el tablero de ajedrez… mi papá me enseñó a jugar en este tablero… de hecho ambos pasábamos horas en su estudio jugando… Rick, ¿dónde…?

 

- Fue la última noche que estuvimos en tu casa. – El le explicó, despejando un poco la mesa de café para que Lisa pudiera colocar ahí el tablero. – Tú te fuiste a dormir temprano y yo—bueno, yo terminé de cargar las últimas cajas en el VD01… estaba revisando el estudio cuando encontré esto debajo de unos escombros… tenía algunos daños, pero ya fueron reparados. Te lo iba a entregar, pero las circunstancias no lo permitieron… así que terminé por traerlo conmigo y—bueno, pensé que este sería un buen momento para entregártelo, a nombre de tu padre, por supuesto.

 

Lisa había estado acariciando el tablero casi con devoción mientras Rick hablaba. Ella recordaba aquella noche y el porqué se había retirado al refugio tan temprano… después de que él la había besado. No podía creer que Rick se hubiera tomado tantas molestias por ella… había rescatado los dos objetos más significativos que ella tenía de sus padres, los que más recuerdos le traían: el piano y aquel tablero de ajedrez. ¿Por qué Rick parecía tener tanto interés en ella y en sus cosas?

 

La comandante Hayes levantó la mirada y se encontró con la de Rick. Él le sonreía con cariño y en sus ojos se podía ver la alegría y satisfacción que sentía al ver a Lisa tan emocionada. Ella no sabía que hacer o cómo demostrarle su agradecimiento. Sentía el impulso de dejarse ir sobre de él y besarlo, decirle cuanto lo quería y lo mucho que apreciaba todo lo que él hacía por ella. Sin embargo, no tenía el valor para hacerlo.

 

Finalmente se vio a ella misma ofreciéndole la mano a Rick, como lo había hecho aquella mañana después de que él la había rescatado de la Base Alaska. Rick miró la mano que ella le ofrecía de la misma manera en que la había mirado en aquella ocasión, con un leve gesto de decepción en el rostro. Lisa se odió a sí misma por ser tan cobarde una vez más.

 

- ¿Un apretón de manos? – Rick habló. - ¿Eso es todo lo que voy a recibir de usted esta noche, comandante? ¿Ni siquiera un abrazo de feliz navidad?

 

Lisa se rió, pensando en lo tonta que debía verse así, con su mano extendida frente a un arbolito de navidad… frente a un muy original arbolito de navidad, se corrigió. Aquello era sin duda una imagen que ningún editor que se preciase de serlo pondría en una tarjeta de navidad.

 

- ¡Ven acá! – Rick habló fingiendo enfado y con un movimiento rápido puso sus brazos en torno a los hombros de Lisa y la atrajo hacía él en un cálido abrazo.

 

Aquello tomó a Lisa por sorpresa. Por un momento sintió que se paralizaba, como generalmente sucedía cuando Rick se acercaba demasiado, pero después cerró los ojos y se permitió a sí misma relajarse en aquel abrazo. Puso sus brazos alrededor del torso del piloto y recargó su cabeza en su hombro.

 

- Feliz navidad Lisa. – Él susurró en su oído. – Se que este año que pasamos no fue exactamente el mejor de nuestras vidas, pero siempre hay esperanzas de un mejor porvenir.

 

- Feliz navidad a ti también, Rick… yo también espero que el próximo año sea mejor que él que dejamos atrás.

 

Después de que intercambiaron sus felicitaciones navideñas, la mente racional de Lisa le dijo que era tiempo de terminar con aquel abrazo, a pesar de que su corazón le gritaba que no lo hiciera. Hizo un leve intento por separarse del piloto, pero él no se lo permitió, antes bien, cerró sus brazos con más fuerza en torno a ella, al tiempo que seguía hablándole al oído.

 

- Se que a veces me comporto como un tonto… que soy muy inmaduro y que actúo como un chiquillo berrinchudo, pero Lisa quiero agradecerte porque a pesar de todo jamás te has dado por vencida conmigo… te he dado tantas razones para hacerlo pero tú has sido lo suficientemente persistente como para seguir adelante… y hacer de mí el hombre, el soldado y el piloto que ahora soy. Gracias comandante Hayes, porque todo lo que soy te lo debo a ti.

 

- ¡Rick…! – ella quería decir tantas cosas en ese momento, pero el estar en los brazos del comandante de esa manera hacía que ella se olvidara de todo lo demás. – El mérito es tuyo, no mío.

 

- Claro que no comandante… el mérito es todo suyo y no permitiré que me contradiga.

 

Lisa sonrió, inhalando profundamente el aroma de Rick. Ella quería agradecerle por todo lo que él había hecho por ella, por todas las veces que le había salvado la vida y de tantas maneras diferentes.

 

- Porque aunque no te hayas dado cuenta Hunter, tú le has devuelto la ilusión y la esperanza a un corazón que yacía agonizante dentro de un cuerpo sin espíritu. Tú no sólo me has salvado la vida, sino que me has devuelto las ganas de vivir.

 

Lisa deseó que pudiera reunir el valor suficiente para decirle esas palabras a Rick. Hizo un par de intentos, pero su voz murió en su garganta una y otra vez y cuando por fin un débil sonido salió de sus labios, este fue acallado por Rick, que sin darse cuenta de lo que ella estaba pensando, se había separado de ella y la miraba a los ojos sonriendo.

 

- ¿Recuerdas que me prometiste que me ibas a enseñar a jugar ajedrez? ¿Crees que este sea un buen momento?

 

- Uh—pues un momento tan bueno como cualquiera. – Lisa tartamudeó, todavía sintiéndose en las nubes por la cercanía física que tenía con Rick.

 

- La noche todavía es joven. – Rick miró a la ventana. – Y está nevando bastante… así que creo que todavía vas a tener que soportarme por un buen rato, Lisa.

 

- ¡Si no hay más remedio!

 

Lisa suspiró, al tiempo que comenzaba a sacar las piezas del ajedrez. Se detuvo y miró a Rick, quien estaba haciendo un puchero.

 

- Se supone que tu línea era: “No hay problema Rick, tu sabes que me encanta estar contigo y agradezco que la nieve no me deje irme a mi casa”… ¿Qué no leíste tu libreto antes de venir?

 

Los dos se miraron a los ojos y soltaron una carcajada. Rick se puso de pie y comenzó a caminar hacia la cocina.

 

- ¿Qué se te antoja? ¿Té, café, chocolate caliente? Porque el postre viene en camino.

 

- Un café está bien.

 

- Buena elección, señorita… el café va muy bien con este pastel de limón.

 

- ¡Me encanta el pastel de limón!

 

- Claro que te gusta… por eso lo compré.

 

Ella no podía ver a Rick en la cocina, pero podía imaginar su sonrisa de satisfacción mientras había dicho aquello. Lisa estaba sentada en el suelo sobre la alfombra, su espalda recargada contra la parte baja del sofá de la salita. Miraba a su alrededor, donde había papel de envoltura regado por todos lados. Todos los regalos se encontraban esparcidos en la mesita de café, en el sofá y aun el la alfombra.

 

Por un momento tuvo el impulso de ordenar un poco aquel lugar, pero se contuvo. Aquel desorden navideño la hacía sentir bien… trató de recordar, pero no pudo saber con exactitud cuando había sido la última vez que había pasado una nochebuena tan agradable… en los últimos años todas sus navidades las había pasado trabajando, y antes de eso había tenido que pasar muchas nochebuenas encerrada en su habitación en la Academia Militar.

 

- Ahora entiendo porqué todo el mundo parece disfrutar tanto de la navidad… el compartirla con quien amas le da un significado muy diferente a esta festividad.

 

- Te quedaste muy callada, Lisa. – Rick volvió con una bandeja con dos tazas de café y dos rebanadas de pastel. - ¿Qué estás tramando?

 

- Nada… - ella le sonrió, mientras él ponía la bandeja sobre la mesita y se sentaba en el suelo al lado de ella. – Sólo estaba—recordando, eso es todo.

 

- Bueno… Lisa, antes de que otra cosa pase… te dije que había un último regalo que quería hacerte y… no es un regalo en sí pero… es que no estoy seguro de que te vaya a agradar o no pero es mi manera de corresponderte… es decir—

 

Rick se frotaba nerviosamente la nuca mientras hablaba. Lisa sabía que estaba nervioso y ella se sentía bastante intrigada con aquello. Le sonrió con ternura y le puso la mano en el hombro para transmitirle un poco de seguridad.

 

- Rick, tu sabes que yo aprecio y valoro cualquier cosa que venga de ti.

 

- Es que—bueno, cuando estábamos en la Misión Sahara tú me diste la clave de tu habitación, ¿recuerdas? Y cada noche yo iba y pasaba horas ahí contigo… me permitías usar tu computadora, incluso para jugar… y cuando volvimos al SDF1 me dijiste que podía usar la misma clave en tu departamento, y llegué a hacerlo aquella vez que fui a… bueno, tu sabes, cuando sucedió todo el asunto de los boletos del concierto.

 

- Si… - Lisa no sabía a donde quería llegar Rick con aquello.

 

- Pues estuve pensando y—no quiero que lo tomes a mal o que pienses que yo… bueno, Lisa no se cómo hacer esto, así que mejor toma esto y ya veremos que sucede.

 

Al decir eso, Rick sacó de la bolsa de su pantalón una pequeña cajita y se la entregó a Lisa. Ella la recibió y miró interrogativamente a Rick, quien con un movimiento de cabeza la animó a que la abriera. Ella lo hizo sin mayor preámbulo, sintiéndose realmente curiosa por lo que pudiera contener en su interior.

 

- Es… ¿Una llave?

 

Rick asintió con la cabeza pero no dijo nada. Sus ojos estaban clavados en el rostro de ella, como estudiando sus reacciones y tratando entender lo que ella pensaba de aquello. Lisa tomó la llave en sus dedos y la examinó.

 

- Es la llave de tu casa… - su voz se escuchó sorprendida. – Pero… ¿Qué…?

 

- Quiero que la tengas, Lisa. – él le explicó con sinceridad. – Tú siempre me has abierto tus puertas, así que creo que es hora de que yo te abra las mías… al menos este lugar es más cómodo que mi habitación en las barracas… y si algún día quieres venir… no se, siento que es tonto porque con la casa que tú tienes, ¿por qué querrías venir a la mía, verdad? Pero aun así… pues… no lo se. Sólo quiero que sepas que tu eres bienvenida aquí en cualquier momento y que no tienes porque llamar a la puerta… tienes acceso ilimitado a mi casa desde hoy y para siempre.

 

- Rick…

 

Lisa no sabía que responder a eso. Sostenía la llave, mirándola con atención, emocionada de que él le demostrara esa confianza y esa apertura. No podía creer lo que estaba sucediendo, con esa llave él no sólo le estaba abriendo las puertas de su casa, sino también las puertas de su vida; le estaba dando acceso ilimitado a su mundo, a su universo… ¿sería posible que también a su corazón?

 

- Espero que no lo tomes como una falta de respeto, Lisa.

 

- ¿Por qué habría de hacerlo? – ella lo miró y parpadeó, confundida. – Rick esto es lo más lindo y significativo que alguien ha hecho por mí en mi vida… yo—no se que decir pero… te agradezco la confianza y…

 

- Nah, ni lo menciones. – Rick sonrió, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto. – De hecho me siento contento de saber que aceptas esa llave… tal vez sea tonto pero… no se, me siento seguro.

 

- ¿Seguro?

 

- Si… bueno… tú me haces sentir seguro.

 

Rick se acercó a Lisa y recargó la cabeza en el hombro de su comandante, mientras comenzaba a juguetear con las piezas del ajedrez que estaba frente a él en la mesita.

 

- Rick…

 

- Si algún día después del trabajo quieres venir a conversar un rato… o a ver una película… incluso a cenar conmigo… y si yo todavía no he llegado de mi patrullaje o salí a comprar algo… o estoy bañándome o lo que sea, tú puedes entrar a la casa… quiero que tomes literalmente ese dicho de que mi casa es tu casa, ¿de acuerdo?

 

- De acuerdo. – Ella sonrió.

 

- Pero en serio, Lisa. – Rick ladeó su cabeza para mirarla al rostro. – No quiero que tengas esa llave de adorno, quiero que la uses.

 

- Lo haré Rick, te lo prometo.

 

- Bien, eso espero.

 

Se hizo un breve silencio entre ellos. Finalmente Lisa se movió un poco, para alcanzar su bolso que estaba sobre el sofá. Rick vio como guardaba la llave en él y cerró los ojos, sintiendo como ella se seguía moviendo. Cuando se dejó de mover, escuchó su voz pronunciar su nombre y cuando abrió los ojos, vio que Lisa sostenía una llave frente a su rostro.

 

- ¿Uh…? – Rick se enderezó. – Lisa… ¿Qué…?

 

- Tómala… creo que es lo justo.

 

Casi como reflejo, Rick tomó la llave que ella le ofrecía. Era la llave extra de la casa de la comandante y él la miró interrogativamente.

 

- Lisa, en realidad no tienes porqué hacer esto, yo—

 

- Quiero hacer esto. – Ella le aseguró. – Siempre me he sentido segura al saber que tú tienes acceso a mi departamento, porque se que en caso de emergencia tú estarás ahí para ayudarme… creo que eventualmente te hubiera entregado esta llave, pero ahora que la oportunidad se presenta… pues quiero que la tomes. Y no creas que solo estoy correspondiendo al hecho de que tú me diste la tuya.

 

- ¿Estás segura de esto, Lisa?

 

- Absolutamente.

 

Rick tomó la llave que ella le ofrecía y en un gesto muy significativo para ella, la colocó en su llavero de inmediato.

 

- Gracias por la confianza. – él repitió sus palabras.

 

- Está bien, Rick… no confío en nadie como en ti y eso tú lo sabes. Esa llave no es solo para las emergencias, ¿de acuerdo? Si algún día tú también quieres ir a mi casa… a lo que sea… si necesitas usar algo, si simplemente te quieres esconder… úsala. Mi casa también es tu casa, Hunter.

 

Rick sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Ambos se sostuvieron la mirada por un momento, mientras pensaban cosas muy similares. Aquello no se sentía extraño en lo absoluto, de hecho sentían que habían hecho lo correcto; se sentían emocionados y felices de saber que ahora ambos tenían acceso a la vida del otro. El intercambiar las llaves había sido, sin duda, la prueba máxima de cariño y confianza que ambos se podían haber dado aquella navidad.

 

- Entonces, Hayes… ¿me vas a enseñar a jugar ajedrez o no?

 

- Claro que sí… pero debes de estar prevenido y advertido, soy bastante buena en esto… incluso el almirante tenía problemas tratando de vencerme.

 

- Acepto el reto.

 

Lisa le explicó a Rick las bases del juego, le mostró las diferentes piezas y le enseñó los movimientos básicos de cada una de ellas y las diferentes estrategias que podía seguir para tratar de ganar el juego. Rick escuchaba sus instrucciones con atención, hacía preguntas y observaba los movimientos que ella le estaba enseñando. Aquel juego le parecía interesante y no podía esperar para comenzar a jugar.

 

La primera partida fue de entrenamiento y Lisa trató de hacer un juego tranquilo y sencillo para que Rick comenzara a familiarizarse con las piezas y los movimientos. Ella confirmó lo que siempre había pensado, Rick aprendía rápido y aunque muchas personas, incluso Claudia, pensaban que Hunter era algo lento, Lisa tenía la absoluta seguridad de que era un muchacho muy inteligente que sólo necesitaba un poco de paciencia… y ella estaba dispuesta a tenerle toda la paciencia del mundo.

 

Después de una victoria bastante sencilla, intercambiaron las piezas para el segundo encuentro de la noche. Al parecer Rick había entendido bastante bien las bases del juego y había observado los movimientos y estrategias de Lisa durante la primera partida, porque aquel segundo juego no fue fácil en lo absoluto. Cada vez que ella trataba de atacar, Rick salía a defenderse, pero a la vez comenzaba a avanzar por otros flancos, obligándola a ella a dividir su atención. Ella no había tenido un juego tan interesante y emocionante desde la última vez que había jugado con su padre. Después de casi una hora de lucha encarnizada sobre el tablero, Lisa pudo salir victoriosa con un jaque mate que Rick no vio venir.

 

- ¡Vaya! – Rick seguía examinando las piezas aun después de su derrota, con gran atención, frotándose la barbilla en un gesto de profunda meditación. - ¿De dónde saliste, Hayes? No te vi entrar por ese extremo… pensé que me llegarías por la derecha… muy inteligente. ¿Siempre tienes que atacar de esa manera? Uno no tiene defensas contra ti… me hiciste caer en tu trampa.

 

- Bueno, el ser el Oficial en Jefe de Operaciones Tácticas del SDF-1 me ha enseñado una cosa o dos. – Lisa bromeó, mientras daba cuenta de su último pedazo de pastel. – Sólo es cuestión de práctica, Rick… fuiste un contrincante bastante difícil, ¿sabes? Hacía mucho que no jugaba una partida como esta… después de que mi papá y yo dejamos de jugar, mi único contrincante ha sido la computadora.

 

- ¡Olvídate de esa máquina cabeza hueca! – Rick todavía examinaba el tablero. – De ahora en adelante YO voy a ser tu contrincante. Te tengo que ganar, Lisa Hayes.

 

Lisa sonrió y por alguna razón recordó aquella vez en que Rick se había peleado con una máquina dispensadora de Petite Cola… ahora lo podía imaginar discutiendo con la computadora.

 

- Ya es tarde. – Lisa comentó distraídamente, mirando a la ventana. – Y no deja de nevar… supongo que tendré que llamar un taxi.

 

Rick la miró y luego miró hacia la ventana, para confirmar la información de Lisa.

 

- Es peligroso salir con este clima, Lisa… la carretera está resbalosa y no hay visibilidad, yo no me quedaría tranquilo… ¿Porqué no te quedas esta noche aquí?

 

Lisa miró a Rick sin poder ocultar su sorpresa ante la propuesta del comandante. Él le sostuvo la mirada por un segundo, dejándole ver lo sincero que era con lo que le estaba ofreciendo.

 

- Puedes usar mi habitación, yo estaré bien aquí en el sofá. – Rick le propuso. – Puedes usar la pijama que me acabas de regalar… así estarás cómoda y caliente. ¿Qué te parece?

 

- ¿Estás seguro? Rick… no quiero importunarte… y dormir en el sofá no debe de ser muy cómodo… quizás yo debería de quedarme en el sofá en todo caso.

 

- ¡Claro que no! Jamás permitiría que mi oficial superior durmiera en mi sofá… y mucho menos que mi mejor amiga estuviera incomoda esta noche. – Rick le replicó con una sonrisa. – Así que, ¿Qué dices? ¿Te quedas? Te prometo que mañana tendrás el mejor desayuno de navidad que puedas imaginar… complementado con tu latte, claro está. – Le guiñó el ojo.

 

- De acuerdo. – Lisa sonrió, sintiéndose emocionada con aquello. – Esta ha sido sin duda la mejor nochebuena de mi vida.

 

- Y la mía también… ¿Qué te parece si vas a cambiarte y yo hago lo mismo… y nos ponemos a ver una de las películas que me regalaste? ¿Cuál me recomiendas?

 

- Bueno, - Lisa comenzó a buscar en el altero de películas que Rick tenía sobre la mesita. – Esta en particular le gustaba mucho a mi papá… yo solía verla con él, es muy buena… una historia de amor en época de la Primera Guerra Mundial.

 

- ¡Excelente elección señorita! – Rick se puso de pie y la ayudó a incorporarse. – Aquí está su pijama… vaya a cambiarse mientras yo arreglo un poco este lugar.

 

Lisa sonrió y se fue a la habitación de Rick, en donde se cambió rápidamente. La pijama que le había regalado le quedaba grande, pero era muy cómoda y suave. Cuando regresó a la sala, Rick ya había limpiado un poco y estaba colocando una frazada sobre el sofá.

 

- Voy a ponerme mi pijama… no tardo.

 

Lisa lo vio desaparecer dentro de la habitación. Aquello era maravilloso, pasaría la noche en casa de Rick Hunter… dormiría en su cama… desayunaría con él. Aun no podía creer que él le hubiera dado la llave de su casa. Había un aire de confianza y familiaridad que la hacía sentir segura y feliz… ¿Sería cierto? Hacía tanto que ella no se había sentido así que casi había olvidado lo que era esa sensación de paz y alegría.

 

Aquella noche era perfecta y ella pensó que no sabía como celebraría la siguiente navidad porque la vida de un soldado está llena de riesgos y de imprevistos, pero pasara lo que pasara y estuviera donde estuviera, ella siempre recordaría con cariño aquella nochebuena. La mejor que había pasado en su vida.

 

Cuando Rick volvió a la salita, encontró a Lisa, en la semioscuridad de la habitación, mirando distraídamente por la ventana. Afuera la nieve seguía cayendo interminablemente. Rick se acercó a ella y la tomó por sorpresa cuando le puso las manos en los brazos y comenzó a frotárselos.

 

- ¿No tienes frío? – le preguntó en un susurro.

 

- Estoy bien. – ella le contestó en el mismo tono de voz.

 

- Parece que va a nevar toda la noche… me alegra que hayas decidido quedarte, Lisa. A decir verdad, no quiero estar solo esta noche y—tú eres la mejor compañía que podría tener.

 

- ¿Lo dices en serio?

 

- Tal vez sea desobediente Lisa, pero no soy un mentiroso. – Rick le contestó con una sinceridad que hizo que ella se estremeciera.

 

- Esta ha sido la mejor nochebuena de mi vida, Rick… gracias.

 

- La mía también...

 

Lisa miró a Rick al rostro y el le regaló una sonrisa cálida y llena de gratitud. Sus manos, que todavía estaban en los brazos de Lisa, la atrajeron hacia él y la abrazó por detrás en un gesto que más que romántico era protector. Lisa se relajó en sus brazos y cerró los ojos.

 

- Una vez me dijiste, - él siguió hablando. – que los soldados no teníamos la vida asegurada y que vivir el presente tanto como podamos es lo único que podemos hacer… sólo eso. Esas palabras se quedaron bien grabadas en mi mente, Lisa… y te agradezco porque eres tú la que día a día haces que mi presente sea algo digno de ser vivido.

 

Lisa sonrió nostálgicamente… recordaba bien cuando le había dicho aquellas palabras al entonces teniente Hunter. Fue aquel día de la premier de la película de Minmai, cuando ambos habían quedado atrapados mientras la nave había sido transformada para la batalla. Aquel día había sido muy significativo para ambos, era como si el destino se hubiera empeñado en unirlos a pesar de que las circunstancias querían mantenerlos separados.

 

- Entonces, comandante Hayes… ¿Todavía vamos a ver esa película?

 

- Por supuesto.

 

Rick la liberó de su abrazo y ella lo vio dirigirse al reproductor de DVDs y colocar el disco. Lisa fue a instalarse en el sofá, entre las almohadas y frazadas que Rick ya había colocado en él. Él encendió la televisión y control remoto en mano, fue a sentarse al lado de Lisa. Ella le ofreció un extremo de la frazada y cuando ambos estuvieron bien acomodados y cobijados, Rick oprimió el botón para que la película comenzara.

 

En un movimiento que la tomó incluso a ella por sorpresa, Lisa se acurrucó contra el cuerpo de Rick. El sonrió y puso su brazo en torno a los hombros de Lisa; ambos se relajaron y la película comenzó. Aquello le traía muchos recuerdos a Lisa, quien había visto tantas veces esa misma película con su padre, acurrucada en el sofá de su casa de la misma manera como ahora estaba con Rick. Su padre le explicaba algunos detalles de la película, de la misma manera cómo ahora ella se encontraba explicándoselos a Rick.

 

Para cuando la película terminó, Lisa dormitaba recargada en el pecho del comandante Hunter, mientras que él distraídamente subía y bajaba su mano por la espalda de ella. Rick apagó la televisión con el control remoto y miró a Lisa al rostro, iluminado sólo por las lucecitas del árbol de navidad. Sus ojos estaban cerrados y su respiración era rítmica y profunda. Él sonrió, pensando en lo bien que se sentía tenerla así, tan cerca de él, sentirla tan indefensa en sus brazos y saber que él podía mantenerla segura y protegida.

 

- Quisiera dormir a tu lado… despertar a tu lado. – Rick pensaba, mientras la mano que tenía libre comenzaba a acariciar el cabello de su comandante. – Quisiera besarte al despertar… Lisa—quisiera que esta noche…

 

De pronto ella se sobresaltó y abrió los ojos. Había despertado de golpe y la expresión de sorpresa y aturdimiento en su rostro hizo que Rick soltara una risita.

 

- ¿Se acabó la película? – preguntó adormilada, enderezándose y frotándose los ojos.

 

- Si… - Rick bostezó. - ¡Estuvo muy buena! Me gustó mucho…

 

- ¿Cuánto tiempo me dormí?

 

- Desde cómo por la mitad, pero no importa… estás cansada. ¿Por qué no vas a la cama y duermes un poco, Lisa?

 

- ¿Qué hora es?

 

- Son casi las tres de la mañana. – Rick contestó, mirando al reloj que había en la pared. – Ya es muy tarde.

 

Lisa se puso de pie y le sonrió adormiladamente a Rick. Él sintió que el corazón se le aceleraba en el pecho; se veía absolutamente adorable así, en esa pijama que le quedaba tan grande y con el cabello despeinado y los ojos que apenas podía mantener abiertos.

 

- Descansa Lisa… buenas noches.

 

- Buenas noches Rick. – le respondió suavemente.

 

Rick la observó mientras caminaba hacia la habitación. Sin poderse contener se puso de pie y fue a alcanzarla, le puso la mano sobre el hombro y cuando ella se dio la vuelta para mirarlo, él la abrazó con fuerza.

 

- ¡Feliz navidad! – le susurró al oído.

 

- ¡Feliz navidad para ti también, Rick!

 

Cuando se separaron, él la miró al rostro, le quitó el cabello que le cubría la frente y le plantó un beso lleno de cariño justo en medio de los ojos. Lisa sonrió y sin poder contenerse, su mano acarició el rostro de Rick, haciendo que su cuerpo reaccionara con un estremecimiento que le recorrió de la cabeza a los pies.

 

- Sueña bonito. – ella le dijo.

 

Cuando Lisa entró a la habitación y cerró la puerta, Rick se quedó de pie ante ella por un buen rato. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, al tiempo que volvía al sofá y se acomodaba para pasar la noche.

 

- Fue una noche perfecta. – pensó antes de dormirse. – Creo que sólo una cosa podría haberla hecho aun más perfecta…

 

Sonrió una pequeña sonrisa traviesa y enseguida comenzó a caer en un sueño profundo. La frazada tenía impregnado el aroma de Lisa y aquello fue suficiente para que Rick se relajara y durmiera tan bien aquella noche como no lo había hecho en días.

 

 

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El día siguiente comenzó cuando Lisa se despertó con el sonido de música navideña que provenía de la sala. Mientras se frotaba los ojos, recordó todo lo que había sucedido la noche anterior y sonrió. Rick había tenido razón cuando había comprado ese colchón ortopédico, porque su cama era muy cómoda… o tal vez era el hecho de que era la cama de Rick, que olía a él, que se sentía como él, ella no lo sabía, pero había dormido muy bien aquella noche.

 

Se puso de pie y trató de acomodarse un poco el cabello. Miró a la ventana y vio que todo estaba cubierto de nieve. Eran las diez de la mañana pero parecía que fuera mucho más temprano. Lisa salió de la habitación y se encontró con Rick, quien tarareaba los villancicos mientras se movía por la cocina, ocupado en preparar el desayuno. Lisa se recargó en el marco de la puerta y sonrió mientras lo miraba trabajar. El comandante todavía traía el pantalón de la pijama, pero se había puesto una camiseta blanca de mangas rojas con el escudo de la RDF en el pecho.

 

- ¡Lisa! – la saludó cuando se percató de su presencia. - ¡Buenos días! ¿Descansaste bien?

 

- Si… - ella volvió a tallarse los ojos. – Muy bien, gracias… ¿Y tú?

 

- Jamás había dormido mejor… ven, siéntate… te levantaste justo a tiempo, porque el desayuno está listo.

 

Lisa tomó asiento y Rick le sirvió su taza de café latte; ella le dio un sorbo y sonrió, sabiendo que él sabía exactamente cómo tomaba su café por la mañana y sabía prepararlo de la manera que a ella le gustaba. Rick puso su taza de café negro bien cargado en su lugar y fue a traer los hot cakes que había estado preparando con tanto cuidado.

 

- Tengo miel de maple, mermelada de arándano, mermelada de fresa… ¿Qué se te antoja?

 

- La de maple está bien.

 

- Bien… aquí hay algo de fruta picada… y jugo.

 

- Todo se ve delicioso Rick, gracias.

 

Rick tomó su lugar frente a ella y comenzaron a hablar de mil cosas diferentes, desde el clima, hasta la manera en cómo habían celebrado la navidad cuando eran niños; de ahí la conversación se dirigió a todo lo que habían hecho la noche anterior y eso en eso se les fue el resto del desayuno. Los dos se reían y bromeaban con todas las cosas que habían sucedido. Seguían comentando sus dos partidas de ajedrez, e incluso Lisa tuvo que utilizar algunos pedazos de fruta para explicarle a Rick algunos movimientos. Luego hablaron un poco sobre la película que habían visto… bueno, que Rick había visto, porque ella se había quedado dormida a la mitad.

 

Estuvieron en la cocina hasta casi el medio día, hora en la que decidieron comenzar a prepararse para ir a la comida a casa de los Sterling. Lisa consideró la idea de ir a su casa a cambiarse de ropa, pero Rick la convenció de que con la ropa que traía el día anterior se veía muy bien y que le gustaría que le enseñara su nuevo suéter a Miriya. Lisa accedió, pues después de todo le gustaba mucho la ropa que había usado la noche anterior.

 

Mientras ella fue a tomar una ducha, Rick arregló la casa. El decidió que también usaría el suéter azul de la noche anterior… y se pondría su nueva gabardina. Quería ver la cara de Max cuando supiera que aquello había sido uno de los regalos que Lisa le había dado… y quizás hasta se llevara el modelo del VT-YF4. Quería presumírselo a Max, estaba seguro que Miriya no le había dado regalos tan buenos como esos. Rick se rió, dándose cuenta de que literalmente se estaba comportando como un niño con juguete nuevo en la mañana de navidad.

 

- Es gracioso, -pensó. – Pareciera que Lisa y yo—es decir, cuando veo a Max y Miriya inmediatamente pienso en—no, pero no puede ser. – sonrió con cierta tristeza. – Lisa merece algo mejor que esto… algo mejor que yo.

 

Lisa salió del baño y le dijo que podía utilizarlo, aprovechando que aun estaba calientito por el vapor. Rick sonrió, dándose cuenta una vez más de lo mucho que ella se preocupaba por él, incluso en los detalles más pequeños, como el dejarle el baño caliente para que no se fuera a enfriar mientras se duchaba.

 

Rick entró a tomar su ducha y Lisa se sorprendió al encontrar sobre la cama un sobre color verde con su nombre escrito con la letra de Rick. Sonrió y lo abrió; era una tarjeta de navidad. Tenía un paisaje rural cubierto de nieve, que le recordó a Lisa el paisaje de su casa familiar en esa época del año. En el interior de la tarjeta decía:

 

“En esta Navidad y para siempre estaré siempre a tu lado, aunque no me necesites, sabes que cuentas con mi amistad incondicional hoy y siempre. Necesito verte feliz, porque te mereces toda la felicidad de este mundo, simplemente por ser tú. Estoy aquí para apoyarte en tus sueños, desearte tus éxitos, compartir tus alegrías y ser tu compañía en los momentos de tristeza. Amiga mía, yo estoy aquí. ¡Feliz Navidad!”

 

Y debajo de ese texto impreso, simplemente la firma de Rick Hunter, acompañada de una carita feliz y la fecha de ese día. Lisa sonrió con alegría y puso aquella tarjeta en su bolso. Siguió vistiéndose, impaciente por llegar a casa de los Sterling, pero aun más impaciente por pasar todo el día al lado de Rick.

 

Antes de salir de la casa ambos comandantes tuvieron una discusión sobre la gabardina de Rick. Ella le decía que aquella sólo era para usarse con el uniforme, pero a Rick no le importaba, la iba a usar ese día y punto final. Lisa lo acusó de parecer un niño chiquito, como frecuentemente lo hacía, pero terminó riendo cuando Rick le contó que cuando era niño hubo un tiempo en que decidió que quería usar sus botas amarillas impermeables todos los días y durante dos semanas no se las quitó ni para dormir.

 

- ¡Ni siquiera mi mamá podía conmigo cuando me ponía terco, comandante! Y ella tenía mucho más autoridad y rango sobre mí que usted… ella podía darme un par de golpes si quería.

 

- En primer lugar comandante Hunter, sigo compadeciendo a su pobre madre… en segundo lugar, dudo mucho que esa santa mujer le haya puesto un dedo encima, y si alguna vez lo hizo, bien merecido se lo tenía… y en tercer lugar, ¿Qué le hace pensar que yo no puedo propinarle un par de golpes bien dados si me da la gana?

 

- ¡Comandante, eso es abuso de autoridad! En este mismo momento podría reportarla al cuartel, porque le advierto que esta conversación está siendo grabada.

 

Lisa se acercó a él y le dio un golpe en el estómago, sacándole el aire. Rick se dobló sobre sí mismo… el golpe no había sido tan fuerte, pero a él le gustaba ser dramático.

 

- Entonces hágalo. – Lisa habló con dignidad, mientras se dirigía a la puerta.

 

Rick comenzó a reír y Lisa lo miró sobre su hombro, sin poder contener su propia risa.

 

- Supongo que no es buen momento para informarle que también me voy a llevar el VT-YF4 conmigo.

 

- ¿De qué me sorprendo? Está bien comandante, seguramente va a disfrutar mucho de su tiempo en la caja de arena con el niño Max.

 

Rick se detuvo, imaginándose a él y a Max como dos niños pequeños jugando con avioncitos en la caja de arena y no pudo evitar el reír. Era una imagen demasiado vívida en su mente. Lisa pareció leerle sus pensamientos, porque comenzó a reír también. Rick se apresuró a tomar el abrigo gris-azulado de Lisa, que descansaba en el respaldó de una de las sillas y caballerosamente le ayudó a ponérselo.

 

- ¿Llevamos todos los regalos? – Lisa le preguntó.

 

- Si, aquí están en la bolsa. – Rick le mostró la bolsa de plástico que traía en la mano. – Después de la comida con los Sterling podemos venir a recoger tus cosas, Lisa… si quieres.

 

- Me parece muy bien.

 

- ¿No te vas a llevar tu pingüino? Para que se lo enseñes a Miriya…

 

Lisa miró a Rick y sonrió, pero su sonrisa se convirtió en una risa divertida. No se imaginaba a ella misma caminando por la calle con un pingüino de peluche tamaño familiar y mucho menos se imaginaba a Miriya y ella compartiendo una conversación sobre ese pingüino. Rick se sonrojó un poco al darse cuenta de que el cerebro de los hombres y el de las mujeres parecía tener un cableado diferente.

 

- De acuerdo, vámonos…

 

Salieron de la casa y el aire frío les alborotó el cabello. Rick cerró la puerta y le ofreció galantemente el brazo a Lisa. Ella le sonrió, lo tomó del brazo y así caminaron la poca distancia que separaba la casa de Rick de la de los Sterling.

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

 

Aquella comida fue la mejor manera de cerrar con broche de oro aquella experiencia navideña. Los cuatro amigos tenían mucho que compartir, pero sobre todo aquel día compartían una misma experiencia…

 

Sin importar que Lisa fuera la hija de un almirante, que Miriya fuera una Zentraedi, que Rick fuera un piloto acrobático de un circo aéreo o que Max fuera un huérfano que se unió a la RDF por insistencia de su amigo Ben Dixon, aquellas cuatro personas tenían algo en común: esa era la primera navidad que en realidad disfrutaban en mucho tiempo.

 

Para Miriya la experiencia era completamente nueva, pues era su primera navidad, pero para Lisa, Max y Rick aquella navidad, aunque no era la primera que vivían, parecía que lo fuera. Todo era nuevo y diferente para ellos. Habían pasado muchos años, más de los que ellos mismos recordaban, desde la ultima vez que habían estado reunidos en esa fecha tan especial con la gente que querían, con sus amigos… con la gente a la que amaban.

 

Max comprobó que sus habilidades culinarias estaban mejorando, pues la comida no podía haber sido más deliciosa ni abundante. Las bromas y las historias divertidas condimentaron aquella comida y después vino el intercambio de regalos.

 

Miriya fue la que más pareció disfrutar de aquello. A pesar de que no todos los regalos eran para ella, se emocionaba con cada uno de ellos. Todos estuvieron muy contentos con lo que recibieron, y la Zentraedi estaba particularmente conmovida de que Rick y Lisa hubieran incluso comprado algunas cosas para el bebé.

 

Rick se sonrojó cuando recordó que la vendedora de la tienda de artículos para bebé le había preguntado que para cuando nacía el pequeño e incluso había hecho algún comentario sobre lo hermoso que el bebé sería, teniendo unos padres tan atractivos como Lisa y él. Rick no le había comentado nada de eso a Lisa… lo que él no sabía era que a ella le habían preguntado exactamente lo mismo… e incluso si prefería un niño o una niña y que si quería que el bebé heredara sus ojos verdes o los ojos azules de su esposo.

 

Max y Miriya compartían miradas de complicidad cada vez que observaban lo cercanos que Lisa y Rick parecían estar aquel día. La manera en como Rick la miraba a los ojos, su sonrisa cada vez que ella hablaba, el hecho de que no parecía perderla de vista e incluso que, cuando estaban sentados en el sofá, Rick se mantenía cerca de ella y extendía su brazo en el respaldo, como tratando de cobijarla.

 

Las actitudes de Lisa eran muy obvias también. En más de una ocasión Max la observó mientras ella, pensando que nadie la veía, contemplaba extasiada a Rick, de la cabeza a los pies, con una mirada de mujer enamorada que era más que evidente… para todos, excepto para el objeto de sus afectos.

 

- Lisa pasó la noche en casa de Rick. – Miriya le anunció a Max cuando ambos se encontraron en la cocina.

 

- ¿Cómo lo sabes? ¿Ella te lo dijo? – Max sonrió, emocionado de que por fin algo hubiera sucedido entre ellos.

 

- No, no me lo dijo, pero es más que obvio… cenaron juntos, vieron una película, intercambiaron obsequios… para la media noche la tormenta estaba arreciando, Rick jamás la hubiera enviado a casa con ese clima.

 

- Tienes razón.

 

Max miró a sus amigos, quienes estaban sentados en la sala, conversando animadamente entre ellos. Miriya le hizo la observación de lo cercanos que estaban el uno del otro.

 

- Su espacio personal ya desapareció entre ellos. – La Zentraedi le señaló. – Mira la manera en que Lisa le arregla la ropa a Rick… y cómo él le alcanza su taza de té… para alguien que viene de una sociedad en la que hombres y mujeres no se mezclan entre sí, estos son signos demasiado evidentes.

 

- ¿Crees que algo haya pasado entre ellos anoche, Mir? Es decir, algo más… íntimo.

 

- No… no lo creo. Ninguno de los dos tiene la sonrisa tonta en los labios, tú sabes, la que no te puedes quitar cuando ese tipo de cosas pasan.

 

- Si, tienes razón. – Max se rió divertido al escuchar los razonamientos de su esposa. - ¡Pero ya se están tardando!

 

- Max, te juro que si siguen con esto, voy a llegar a un punto en el que yo misma los voy a obligar a estar juntos, por la fuerza si es necesario. ¿Por qué no pueden simplemente ser honestos con ellos mismos y con el otro?

 

- Miriya, quien logre responder ese enigma va a ser mi héroe.

 

Poco más tarde Claudia y el Trío llegaron a unirse a la fiesta. Aquella se prolongó por más tiempo del que cualquiera de ellos hubiera planeado. Ya en la noche, mientras las mujeres conversaban amenamente en la sala, Rick y Max se habían retirado a la cocina.

 

Rick le enseñó a Max su modelo de VT-YF4 y ambos se enfrascaron en lo que era uno de sus temas de conversación favoritos: los aspectos técnicos de las naves Robotech. Mientras ellos discutían de las diferencias y características de las diferentes naves VT-VF y recordaban cuantas de ellas habían volado y en qué condiciones, Lisa no podía quitarle los ojos de encima al piloto.

 

Las chicas estaban conversando sobre los planes que tenían para el Año Nuevo y de ahí habían pasado a hablar sobre el embarazo de Miriya y el tema de los bebés salió a flote. Este tema irremediablemente venía acompañado del tema de los galanes en turno, que era el favorito del trío. Claudia notó lo distraída que Lisa estaba y sonrió al percatarse de la causa de que la comandante Hayes estuviera en las nubes.

 

- ¿Qué tal la Nochebuena, cariño?

 

- ¿Eh? – Lisa pareció despertar de un sueño. – Fue genial, Claudia… la mejor de mi vida. ¿Cómo estuvo su fiesta?

 

- Estuvo bien, pero supongo que no tan bien como tu fiesta privada… ¿Qué tal se portó tu piloto?

 

Lisa sonrió soñadoramente y Claudia sintió que esa era toda la respuesta que necesitaba, pero aun así decidió abundar en el tema.

 

- ¿Así de bien?

 

- Fue maravilloso… fue una noche que no voy a olvidar.

 

- ¿Acaso ustedes—?

 

- ¿Qué? – Lisa se sonrojó. - ¡No Claudia! Claro que no…

 

- Entonces no fue una noche tan buena, después de todo. – Claudia bromeó. - ¿Por qué te sonrojas, Lisa? No me digas que no te hubiera gustado.

 

- Yo—es que…

 

- No se hasta cuando van a seguir jugando este juego de las escondidas mezclado con el gato y el ratón. Sólo espero que no se cansen de jugarlo antes de que lleguen al final…

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Lisa, se que tu y Rick se han acercado mucho… y es fantástico y estoy feliz por ti. Pero en este punto de su relación ambos son vulnerables porque están tan cercanos que cualquier cosa que el otro haga o diga tiene efectos… y si no definen pronto su situación, esta puede ser un arma de dos filos. Al estar así de cerca el fuego es más certero… y las heridas más profundas. Solo recuerda lo que te digo, y sabes que te lo digo porque te quiero… definan su situación. Eso es todo lo que puedo decir.

 

Claudia se puso de pie y se alejó de ahí, para servirse un poco más de refresco. Lisa se quedó sentada en el sofá, mirando a Rick quien obviamente estaba pasando un rato bastante agradable con Max, pues ambos conversaban animadamente y reían felices.

 

- En estos momentos somos amigos. – Lisa pensó. - ¿Qué situación habría que definir? Creo que ambos sabemos en donde estamos parados… yo se bien que él ama a Minmai… y que por ahora a lo más que puedo aspirar es a lo que tengo… su amistad.

 

Claudia observaba a su amiga y su mirada iba de ella al piloto y de regreso a Lisa. Era más que evidente el fuego que había entre ellos, aunque ellos prefirieran ignorarlo. Cualquiera que los viera juntos podía percatarse de aquello.

 

- Él te ama, Lisa… sólo que no sabe como acercarse a ti, cómo decírtelo. Seguramente tiene miedo de echar las cosas a perder. Tu le estás mandando muchas señales confusas… es obvio que lo amas, pero también tratas de mantener tus sentimientos bajo control… y si ustedes no arreglan esta situación, Minmai podría volver a aparecer en la vida de tu piloto y sería fatal, porque en este momento tú lo tienes con el corazón totalmente expuesto… si ella volviera a él, se sentiría confundido, podría correr tras de ella pensando que su amor pertenece a ella… y tú saldrías lastimada pero él también, a la larga comprendería su error… ¡Todo es tan complicado! ¿Por qué no pueden tener el mismo valor entre ustedes que el que tienen en las batallas? Roy… tienes que ayudarme. Esta es una misión que no puedo llevar a cabo yo sola. Estamos hablando de la comandante más inflexible y enérgica y del piloto más rebelde y cabeza dura de la RDF… necesito artillería pesada, mi vida… tú que estás allá arriba, ayúdame por favor.

 

 

 

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El resto del día pasó sin contratiempos. Todos tenían que reportarse en la base temprano a la mañana siguiente, por lo que decidieron retirarse temprano. Después de las acostumbradas felicitaciones de rigor y después de comprometer a Lisa y Rick de que asistirían a la cena de Año Nuevo que el Trío estaba organizando, los dos comandantes se retiraron.

 

Caminaron lentamente hasta la casa de Rick, en donde Lisa recogió sus cosas y luego Rick la acompañó a su casa. Ahí todavía se dieron el tiempo para conversar un poco sobre una taza de chocolate caliente.

 

Cuando Rick se retiró esa noche, se despidieron con un cálido abrazo navideño y él quedó de pasar por ella en la mañana para ir a trabajar. Aquella noche Lisa durmió abrazada a su pingüino de peluche, mientras que Rick durmió abrazado a su almohada, la que aun estaba impregnada con el aroma de la comandante Hayes.

 

A la mañana siguiente, Rick se levantó temprano, desayunó mientras escuchaba las noticias en la televisión y finalmente se puso su gabardina antes de salir de su casa. Cuando estaba cerrando la puerta, escuchó que alguien lo saludaba. Era uno de los mensajeros del SDF 1, quien se bajó de un pequeño carrito parecido a los que se usaban en los campos de golf, y le entregó un paquete a Rick.

 

- ¿Qué es esto?

 

- Lo dejaron para usted en la mensajería de la base ayer, comandante. A partir de hoy comienza a funcionar el correo militar, así que se lo entrego. ¡Que tenga buen día, señor!

 

Rick le dio las gracias y mientras el mensajero se alejaba, Rick observó aquel paquete. Tenía su nombre escrito en una cara y en la otra un sello comercial.

 

- No puede ser, apenas me mude a mi casa y ya estoy recibiendo basura por correo. ¿Cómo consiguen estas gentes los nombres y direcciones de las personas?

 

Rick abrió el sobre y se sorprendió cuando en su interior encontró una copia del CD navideño de Minmai.

 

- Pero… ¿Qué es esto?

 

Dentro del sobre también había un póster promocional de Minmai en un abrigo rojo, mientras copos de nieve caían a su alrededor. Rick notó que el CD incluso estaba autografiado. Había una carta dentro del sobre y él se apresuró a sacarla para leerla, pero su decepción fue grande cuando vio que estaba membretada por la compañía disquera de Minmai y que de hecho era un formato en el que se explicaba que aquel era un paquete promocional del nuevo material de la Señorita Macross.

 

- Supongo que este fue su regalo de navidad. – Rick suspiró con tristeza mientras ponía todo de vuelta en el sobre amarillo. – Ni siquiera se tomó la molestia… ¿Para qué? Supongo que estaba demasiado ocupada siendo el centro del universo… y cuando tienes un departamento de relaciones públicas para que se encargue de enviarle un paquete promocional a quien tú quieras… ¡Qué más da!

 

Rick puso el paquete dentro del buzón y sin mucho ánimo comenzó a caminar hacia casa de Lisa. Recordó todos los regalos que la comandante Hayes le había dado… y no era el hecho de los regalos materiales, sino el significado de ellos, el tiempo que ella había dedicado a buscarlos para él, a envolverlos para él… mientras que él podía imaginarse a Minmai, en el tiempo que le quedó libre entre su cita con el estilista y el maquillista, hablando con su publicista para pedirle que le enviara algo.

 

- Al menos se acordó de mí. – Rick pensó. – Minmai…

 

Cuando el comandante Hunter llegó a casa de Lisa y ella salió a su encuentro, como si lo estuviera esperando detrás de la puerta, él no pudo menos que sonreír y olvidarse de aquel incidente tan poco agradable. Sin embargo Lisa sintió que algo no estaba bien.

 

- Rick… ¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien?

 

- Muy bien Lisa…

 

- ¿Seguro? No quisiera que te estuvieras enfermando.

 

Lisa le puso el dorso de su mano en la frente a Rick y el sonrió, sintiendo aquel calorcito tan particular que sólo Lisa podía provocarle, inundándole el pecho. Ella se preocupaba por él… ella sinceramente se preocupaba por él.

 

- Estoy bien, no te preocupes. – Ambos comenzaron a caminar rumbo a la base del teleférico que los llevaba al SDF 1. – Hey, ¿quieres que almorcemos juntos hoy?

 

- Me parece excelente… ¿A qué hora crees que regreses de tu patrullaje? ¿Revisaste los informes preliminares que te enviaron anoche por correo electrónico?

 

- Si… yo creo que como a las 1500 horas… es que—

 

Y así siguieron hablando mientras se alejaban de la colonia militar. Cualquier persona que los viera caminar por la calle creería, sin duda alguna, que eran una pareja… una pareja feliz y muy atractiva. Una pareja que compartía una historia, que compartía intereses y aficiones… dos personas que habían llegado a conocerse tan bien que muchas veces las palabras eran innecesarias entre ellos… dos personas que se tenían tanta confianza que en navidad habían incluso intercambiado las llaves de sus respectivas casas… dos personas que se amaban tanto que el sentimiento los asustaba…

 

… y el miedo a pronunciar esas dos palabras que hubieran significado la diferencia total en su historia, hacía que ellos se obligaran a sí mismos a estar separados, a pesar de que el universo completo conspiraba para que estuvieran juntos. * * *

 

 

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NOTAS AL CAPITULO:

 

* Los cumpleaños de Lisa y Rick que aparecen en este capítulo fueron tomados de los perfiles de los personajes que aparecen en las notas de producción de la serie Macross.

 

 

** Algunos de los regalos de navidad son cosas que de hecho aparecen en la serie de televisión: la imagen enmarcada de un avión que Rick tiene al lado de su televisión, el delantal con el perrito y las iniciales de su nombre en japonés (H.I), la gabardina militar, todos estos artículos aparecen en el episodio #35 “Season’s Greetings”. El pingüino que Rick le regala a Lisa puede ser visto en el capítulo #28 de la serie “Reconstruction Blues”, en una toma general de la habitación de Lisa Hayes.

 

 

*** Con este capítulo quise explicarme un poco la tristeza y la frustración de Lisa en la siguiente navidad. El hecho de tener recuerdos tan memorables de la navidad anterior debió de hacer las cosas un poco más difíciles para ella en el capítulo #35 de la serie, e incluso para Rick… porque la cena que Minmai preparó para él en esa ocasión no podía compararse con la que Lisa y él habían compartido el año anterior. ;)

 

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