fanfic_name = LAMENTACION DE OTOÑO

chapter = 11

author = Evi

Rating = AP

Type = Adventure

fanfic = LAMENTACIÓN DE OTOÑO

por Evi

 

 

CAPITULO XI

 

 

La comandante Hayes había tenido que reportarse temprano en la base aquella mañana, pues tenía que entregar algunos informes al Almirante Gloval y recibir instrucciones. Fue una reunión de staff ordinaria que para satisfacción de Lisa no se prolongó demasiado.

 

Esa mañana antes de salir de su casa había hablado con Vanessa y le había pedido que la cubriera en su turno, a lo cual no se había negado. Así que cuando salió de la junta eran apenas las 1000 hrs. y ella ya tenía libre el resto del día. Lisa caminaba por el pasillo, con su carpeta abrazada contra su pecho, cuando vio a Claudia salir detrás del coronel Maistroff. La comandante Hayes la espero en una esquina del pasillo y Claudia pasó a su lado, tomando algunas notas de lo que Maistroff decía, sin percatarse de la presencia de su amiga. Lisa la siguió de cerca, hasta que el coronel entró a otra oficina y Claudia siguió de largo, camino al puente.

 

- ¡Claudia! – Lisa la llamó.

 

- ¿Eh? ¡Lisa! No te había visto… pensé que habías salido corriendo de la reunión como siempre. ¿Cómo estás? Supe que estuviste trabajando doble turno anoche.

 

- Si… pero estoy bien, fue un turno bastante relajado. – Lisa no pudo evitar una pequeña sonrisa.

 

- ¡Oh! – Claudia enseguida notó algo en su amiga. – Supe que el comandante Hunter estuvo en la base hasta tarde.

 

- ¿Acaso nos estás cuidando? – Lisa se rió e hizo una perfecta imitación de su amiga cuando dijo: - Claudia, ni Rick ni yo somos niños ni tú eres nuestra mamá.

 

Claudia le lanzó a su amiga una mirada que podía matar, pero solo pudo sostenerla por medio segundo antes de romper a reír alegremente.

 

- ¿Así que las cosas van bien con tu piloto, amiga?

 

- Pues no lo se. – Lisa suspiró, al tiempo que comenzaba a caminar al lado de Claudia hacia el puente. – Yo quisiera pensar que sí… tenemos nuestras altas y nuestras bajas… cuando creo que las cosas se están arreglando siempre ocurre algo… a veces no se ni que pensar.

 

- Te lo he dicho Lisa, sufres porque quieres. Si tuvieras el valor para enfrentar a Rick y decirle lo que sientes por él, todo se arreglaría en cuestión de segundos. Mira, he visto al muchacho y es obvio que tú le gustas, Lisa.

 

La comandante Hayes se sonrojó y bajó la mirada.

 

– Y le gustas mucho… ambos se atraen y eso es algo que no pueden ocultar… el problema es que él está completamente perdido, Lisa… está confundido y necesita de alguien que le ayude a aterrizar sus sentimientos… pero ese alguien no parece tener el valor para hacerlo. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir lastimándote de esta manera? Si lo que quieres lo tienes al alcance de la mano.

 

- Claudia… yo quisiera que las cosas fueran así de simples, pero no lo son… y yo tampoco tengo el valor para hacer lo que me pides… se que soy una oficial entrenada para la guerra pero… nunca fui entrenada para estos asuntos sentimentales y me siento aterrada la mayoría de las veces… Rick es un hombre maravilloso y día a día me hace que me enamore más y más de él… pero Minmai sigue presente y cada vez que pienso que algo bueno está por suceder, ella se aparece de una u otra manera… ¿Cómo puedo controlar eso?

 

- Mira Lisa, tu eres mucho más mujer que Minmai… Rick no quiere a esa estrellita, él está enamorado de la Mujer, pero así, con mayúscula… es lógico que si Minmai le ha demostrado esa coquetería y esa esencia femenina que ella destila, Rick se sienta atraído por ella… pero tú le puedes ofrecer algo más, algo mejor. Tú le ofreces amor, Lisa… si Rick cree estar enamorado de una chica que sólo le ha dado esperanzas, ¿Puedes imaginarte la manera en que se enamorará de una mujer que está dispuesta a darle todo? Lisa, podrías traer a ese piloto comiendo de la palma de tu mano si sólo tuvieras el valor de decírselo… de demostrárselo.

 

Ambas amigas entraron al puente del SDF-1. Claudia fue a su puesto y Lisa se recargó en la consola que alguna vez había operado Kim. Estuvo en silencio un rato, meditando las palabras de su amiga. Claudia comenzó a moverse alrededor del puente, cumpliendo sus obligaciones. Finalmente, cuando pensó que Lisa ya había tenido el tiempo suficiente para procesar sus palabras, la miró sobre su hombro y preguntó:

 

- ¿Necesitabas algo de mí, Lisa? Porque sé que tienes el resto del día libre y se que hoy casualmente también es el día libre de Hunter… no quisiera tenerte aquí esperando…

 

- Claudia… yo… te quería pedir un favor, de hecho—pero no se si se pueda.

 

- En esta vida todo se puede, cariño… ¿De qué se trata?

 

- Bueno… - Lisa bajó la mirada. – Es que Rick ayer me regaló unas macetas… con flores… y bueno—

 

- ¿Lo hizo? ¡Que detalle tan lindo!

 

- Si, lo fue… - Lisa sonrió. – Y hoy queremos ir a sembrarlas al jardín de mi casa pero…

 

- ¡Vaya! – Claudia sonrió. – Al jardín de tú casa. Hmmm… no recuerdo haberle entregado todavía las llaves, señorita Hayes.

 

- Si, ese es precisamente el asunto… - Lisa lo dudó un poco. – Se que esto todavía no es oficial pero…

 

Claudia caminó hasta uno de los escritorios adosados al muro. Movía negativamente la cabeza, como desaprobando la actitud de Lisa, pero la sonrisa en su rostro la contradecía por completo. Lisa observó a su amiga y la vio regresar a ella y entregarle dos llaves.

 

- Aquí están… la tuya y la de tu piloto… solo espero que pronto estén escogiendo las cortinas… y si me permites un consejo, si llegan a elegir en qué casa quieren vivir, te recomiendo la tuya. Las de los oficiales son más cómodas y espaciosas que las de los pilotos.

 

Lisa miró a Claudia al rostro; un leve rubor le cubría las mejillas, pero sonreía complacida.

 

- No creo que eso vaya a suceder pronto Claudia, pero gracias por los buenos deseos. Te prometo que te entrego estas llaves hoy por la tarde.

 

- Si, si… no hay problema, ahora solo desaparécete de mi vista, ¿quieres? Tengo mucho que hacer… - Claudia iba arriando a Lisa hacia la puerta. - ¡Ah, por cierto! Roy solía decir que si en verdad te gusta algo, debes de estar lista para tomarlo, por la fuerza si es necesario.

 

Claudia le guiñó el ojo antes de que la puerta del puente se cerrara. Lisa se alegró de estar sola en el pasillo pues no quería que su amiga viera el rubor intenso que había aparecido en sus mejillas. Miró las dos llaves que tenía en la mano y sonrió.

 

- Comandante Hunter, quisiera poder seguir la filosofía de su hermano mayor, pero me temo que no soy tan valiente como todos piensan. ¡En fin! Dejemos que las cosas sigan su curso… a donde el viento nos lleve.

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

 

Rick iba manejando el jeep militar a través de las nuevas calles y avenidas de la ciudad. El frío aire invernal le daba de lleno en el rostro, pero él parecía no notarlo. Estaba absorto contemplando la nueva Ciudad Macross. A pesar de que la reubicación comenzaría en un par de días, ya mucha gente se encontraba en las calles, pues las tiendas habían abierto sus puertas y la vida comenzaba a adquirir un ambiente de cotidiana familiaridad para aquellas personas que habían tenido que vivir tantas tragedias.

 

- ¡Es una ciudad hermosa! – Rick le comentó a Lisa, quien ocupaba el asiento del copiloto y también estaba fascinada de lo que veía. – Aun no puedo creer que la hayan reconstruido tan rápido. ¡Es increíble!

 

- Sólo una prueba más de lo testarudos que los humanos podemos llegar a ser. – Lisa respondió. – Creo que Ciudad Macross ahora es más hermosa de lo que alguna vez fue en la isla.

 

- Si, es gracioso si piensas en ello… esta ciudad originalmente fue construida en una isla, en un ambiente tropical al lado del mar… y ahora está aquí, en este clima tan frío en donde en cualquier momento comenzará a nevar. – Rick comentó.

 

- Aun estoy preocupada por mis plantas. – Lisa miró hacia el asiento trasero, en donde estaba el contenedor con el microclima y algunos instrumentos de jardinería. – Si comienza a nevar, se van a morir.

 

- No, no lo harán. Cada planta tendrá su cápsula de microclima, es lo que están haciendo en los programas de recuperación ecológica… así cuando llegue la primavera, las plantas ya se habrán enraizado y comenzaran a florecer espléndidamente.

 

- Todavía no puedo creer que hayas conseguido todo esto, Rick… las plantas, las cápsulas de microclima, el abono…

 

- Era el paquete completo, señorita Hayes. Te dije que había cambiado esos boletos por algo mucho mejor.

 

Rick miró a Lisa de soslayo y le regaló una sonrisita, sintiéndose orgulloso de lo que había hecho. Lisa también le sonrió pero decidió no hacer más comentarios al respecto. Lo último que quería era traer el concierto de Minmai a la conversación… y pasarse el resto del día hablando de la Señorita Macross.

 

- Ahí, vuelta a la izquierda en esa esquina. – Lisa le indicó.

 

Rick siguió sus instrucciones y pronto se encontraron en una avenida bordeada de árboles que llevaba a una zona tranquila, sin grandes edificios. Eran las casitas prefabricadas que serían el hogar de los militares del SDF 1. Rick sonrió de oreja a oreja cuando las vio.

 

- ¡Oye, que lugar tan bonito!

 

- ¿Te gusta?

 

- Si… se ve tranquilo y las casas son bastante acogedoras. Cuando me hablabas de las casas prefabricadas pensé que serían como pequeñas cajitas de cerillos… pero están bonitas.

 

- ¿Cajitas de cerillos? – Lisa se rió. – Bueno, de cualquier manera estas casas serán nuestro hogar. ¡Estoy muy emocionada!

 

- Yo también… será mi primera casa… todavía no puedo creerlo.

 

- Si, lo mismo me pasa a mi… mi primera casa. – Lisa sonrió soñadoramente. – Da vuelta a la derecha ahí en el parque… tu casa está a una cuadra.

 

- ¿Viviré cerca del parque? – Rick sonrió. - ¡Esto se pone cada vez mejor!

 

- Si, cerca del parque y de un supermercado que van a instalar ahí enfrente… ahí Rick, esa es la tuya, la 251.

 

Rick bajó del jeep de un salto y prácticamente corrió hasta quedar frente a su casa. Tenía una gran sonrisa en el rostro que se hizo todavía más amplia cuando vio su nombre en el buzón al lado de la banqueta. Lisa bajó del jeep y caminó lentamente hasta quedar a espaldas de Rick, sin hablarle pues no quería interrumpir aquel momento. Los ojos del comandante Hunter se movían de un lado a otro sin cesar, queriendo abarcarlo todo.

 

- ¡Mi casa! –finalmente habló. - ¡No puedo creerlo!

 

- ¿Te gusta?

 

- ¡Claro que sí! Es mucho mejor que mi habitación en las barracas… me imagino que tendré mi habitación, el baño… la cocina…

 

- Bueno, ¿por qué no lo investigamos?

 

Una llave plateada quedó suspendida ante los ojos de Rick. Él la miró por un segundo y enseguida sus ojos fueron a clavarse en los de Lisa, interrogándola con la mirada.

 

- Tengo que devolvérselas a Claudia esta tarde pero… pensé que querrías echar un vistazo.

 

- ¡Lisa! – Rick soltó una risa espontánea. - ¡Eres increíble!

 

Rick tomó la llave que ella le ofrecía y corrió hasta la puerta de la casa. Una vez ahí se detuvo. Miró a Lisa que ya estaba a su lado y le sonrió nerviosamente.

 

- ¡Siento que las manos me están temblando! – le dijo con un brillo muy especial en los ojos. - ¡Es que es mi casa!

 

Lisa solo asintió con la cabeza y sonrió. El verlo tan emocionado hacía que ella misma sintiera una emoción indescriptible en el pecho. Tenía ganas de revolverle cariñosamente el cabello, de pellizcarle las mejillas… en ese momento Rick le provocaba mucha ternura. Finalmente Rick pudo introducir la llave en la cerradura y cuando la puerta se abrió, él se quedó congelado, observando el interior sin poder dar un paso al frente.

 

Después de unos segundos, Lisa puso su mano en el hombro de Rick y con un movimiento de cabeza lo animó a entrar. Así lo hicieron y él pudo observar que de hecho la casa era pequeña. Había un pequeño corredor, a la izquierda estaba la cocina y a la derecha lo que sería el comedor y la sala de estar. Al fondo se encontraba la recamara con el baño y eso era todo lo que había. Pero para Rick aquel lugar era un palacio. Había vivido dos años en un pequeño camarote en el SDF1 y antes de eso había estado viajando por mucho tiempo en un remolque. No había tenido un hogar desde que era niño y vivía en la granja con sus padres, así que el estar ahí, en su propia casa lo hacía sentir muy emocionado.

 

- ¡No voy a salir de este lugar! – Rick comentó casi para sí mismo al tiempo que revisaba habitación tras habitación. – Apenas termine mis turnos de patrullaje, voy a venir a encerrarme aquí… voy a cocinar mi comida… voy a ponerme a ver películas antiguas… voy a bañarme, a dormirme… ¡nadie me va a sacar de este lugar! ¡De mi casa!

 

- Los sistemas son automáticos. – Lisa le estaba explicando, al tiempo que sonreía. - Los paneles solares que están colocados en el techo proveerán a toda la casa de la energía necesaria. Son controlados por microprocesadores así que tu no tienes que preocuparte por nada… siempre vas a tener agua caliente disponible, así como electricidad y todo lo demás que necesites.

 

Rick sonreía extasiado, sin poder dejar de pasearse por todos los rincones de aquel lugar. Lisa estaba en la cocina, que ya había sido equipada con los básicos. Ella pensaba en todo lo que Rick necesitaría para terminar de equipar la cocina… unas cortinas no estarían mal, pensó. Enseguida se rió, recordando las palabras de Claudia. La comandante Hayes fue a la habitación de Rick, donde él se encontraba absorto mirando por la ventana hacía el parque que se destacaba a lo lejos.

 

- Incluso tengo una bonita vista. – Rick le comentó con una sonrisa.

 

- Si, la tienes… estaba pensando en las cosas que vas a necesitar para la casa, Rick… yo también tengo que ir a hacer algunas compras y me preguntaba si tal vez quisieras ir conmigo uno de estos días, cuando no tengamos que trabajar por la tarde.

 

- ¡Claro que si, Lisa! De hecho te agradecería mucho que me ayudaras a elegir algunas cosas… yo no se qué es exactamente lo que necesito comprar… - Rick se frotaba nerviosamente la nuca mientras hablaba.

 

- Por supuesto. – Lisa le sonrió.

 

- ¡Excelente! – Rick miró a su alrededor otra vez. - ¡No sabes lo emocionado que estoy! Por fin tengo un lugar para mí… por fin tengo una casa… ¿Cuándo crees que podamos mudarnos?

 

- Pronto… se supone que la reubicación de civiles comenzará en estos días. Yo pienso que en menos de dos semanas ya estaremos instalados en nuestras casas.

 

- ¡Justo a tiempo para la navidad!

 

- Así es. – Lisa sonrió.

 

- Te propongo un trato, Lisa… si es que te parece bien.

 

- ¿Y que trato es ese, comandante?

 

- Bueno… yo soy muy torpe para esto de arreglar casas y todo eso… y estaba pensando que tal vez tu podrías ayudarme con eso… tu sabes… para que la casa se vea bonita y que no sea solo un montón de cuartos con un montón de cajas.

 

- Claro… - Lisa sonrió, emocionada por lo que él le estaba proponiendo. – Puedes contar con ello, Rick.

 

- Bien, yo a cambio te ofrezco ayuda para cargar todas las cajas y mover todos los muebles que sean necesarios en tu casa, ¿qué te parece? Yo me encargo del trabajo pesado y tu serás la decoradora oficial… ¿Crees que sea un trato justo?

 

- Pienso que no podríamos hacer un mejor trato, comandante Hunter.

 

- Muy bien… entonces es un trato. – Rick le extendió la mano a Lisa. – Tenemos que comenzar a pensar en todo lo que vamos a comprar… muebles, sabanas, toallas… ¡son tantas cosas! Tenemos que ir haciendo una lista.

 

Lisa estaba feliz de ver a Rick tan emocionado e ilusionado. Hacía mucho que sus ojos no brillaban con esa intensidad y que su voz no tenía ese timbre tan cálido y optimista. Aquello hacía que Lisa sintiera su corazón latiéndole alegremente en el pecho. Rick se movía de un lado a otro, enseñándole detalles de la casa, comentándole sobre las cosas que necesitaba comprar, sobre los muebles que le gustaría tener en cada rincón… estuvieron en la casa de Rick por espacio de una hora y cuando por fin salieron, Rick se quedó mirando al interior con una sonrisa en los labios por un largo tiempo. Lisa volvió al jeep, sin interrumpir aquel pequeño romance que Rick estaba teniendo con su casa. Tenía la impresión de que en cualquier momento Rick iba a comenzar a suplicarle que lo dejara quedarse, pero no lo hizo. Sin muchas ganas subió al jeep y se recargó en el volante, todavía admirando su casita.

 

- Bien, - dijo después de un momento. – Ya tendremos tiempo para estar aquí… ahora, si me dice donde se encuentra localizada su mansión, comandante Hayes…

 

- No muy lejos de aquí. – Ella sonrió. – Y no es una mansión.

 

- Aun así, es una casa de una oficial. Estoy seguro que es mucho más grande que la mía. – Rick puso el auto en marcha.

 

- Un poquito más grande, no demasiado en realidad… da vuelta por el parque y sigue derecho… mi casa está al final de esa calle.

 

- ¿No muy lejos de aquí?

 

- No, de hecho viviremos relativamente cerca… oh, mira esa casa de ahí es la de los Sterling…

 

En menos de 5 minutos Rick estaba estacionando el jeep afuera de la casa de Lisa. Como ella le había dicho, no era precisamente una mansión, era una casa muy parecida a la de Rick, pero un poco más amplia y espaciosa.

 

- ¡Es muy bonita! – Rick comentó con una sonrisa al bajarse del jeep. Pero lo que en realidad lo hacía feliz era pensar que vivirían cerca el uno del otro.

 

- Si, lo es… - Ahora era el turno de Lisa de contemplar su casa con una sonrisa soñadora en los labios. - ¡No puedo esperar para comenzar a decorarla!

 

- Me imagino que querrás tener aquí el piano de tu madre. – Rick le comentó. – Porque yo voy a ser el cargador oficial y creo que eso es lo primero que pienso transportar.

 

- ¡Gracias Rick! – Ella le respondió con un tono de voz cálido y lleno de agradecimiento.

 

- Bueno, pero no la hagas de emoción, Hayes… ¡abre la puerta! Quiero ver que es lo que la RDF les preparó a sus oficiales.

 

Lisa abrió la puerta de la casa sin grandes ceremonias y ambos entraron. Lisa ahogó un suspiro de sorpresa cuando vio lo espaciosa que era aquella casa en realidad. La cocina era amplia y tenía una barra, lo cuál le encantó pues ella prefería comer en la barra que tener que preparar todo para llevarlo hasta la mesa del comedor. La sala y el comedor eran pequeños, pero estaban separados. Y finalmente, un pasillo que llevaba a una pequeña estancia en dónde Lisa decidió que colocaría su escritorio con la computadora y luego la habitación que era bastante cómoda. Tenía un guardarropas espacioso y para sorpresa de Lisa, un baño amplio con una tina.

 

- ¡Es increíble! – Rick comentaba a sus espaldas. – Lisa, tu casa es muy grande y cómoda.

 

- Si, en realidad no esperaba que fuera así… desde afuera no se ve tan grande.

 

- Es cierto… estaba recordando que hace rato te quejaste de que tendrías que limpiar más… así que si estás interesada en cambiar conmigo… para que no te canses tanto limpiando… - Rick le guiñó el ojo.

 

- ¡Ni lo sueñes Hunter! - Lisa se rió. – Esta es mi casa.

 

Lisa fue a observar la ventana de su habitación, que daba a un pequeño jardín en la parte trasera. Sonrió al pensar que ese era el lugar en donde sembraría sus flores y pondría un sillón mecedor para relajarse por las tardes y una mesita de jardín para salir a tomar limonada durante los cálidos días del verano.

 

Rick la miraba sonriendo. Le parecía conmovedor que Lisa estuviera tan emocionada con esa pequeña casa que, a pesar de ser amplia y bonita, no podía siquiera compararse con la mansión en la que Lisa había vivido de niña. Una vez más se encontró pensando que Lisa necesitaba muy poco para ser feliz y eso era una de las cosas que más admiraba de ella.

 

- Mientras tú estás aquí yo voy a llevar las plantas al patio trasero. – Rick comentó. – Te veo allá.

 

Lisa asintió con la cabeza y despidió a Rick con un movimiento de mano. Cuando se encontró sola en su habitación, dio varias vueltas, riendo alegremente. Luego se recargó en el alfeizar de la ventana y miró a su alrededor.

 

- ¡No lo puedo creer! Por fin voy a tener la privacidad que siempre he querido… no más sirvientes cuidando cada paso que doy, no más compañeras de habitación, no más barracas… ¡este es mi lugar!

 

Lisa cerró los ojos, sonriendo soñadoramente al tiempo que imaginaba todo lo que podría hacer en ese lugar. Sus pensamientos pronto se dirigieron a Rick, y al hecho de que ya no tendría que preocuparse de que él viniera a visitarla por la noche, aunque fuera tarde. En las barracas siempre tenía la preocupación de qué alguien podría verlos y comenzar con rumores. Pero ahora esa era su casa y lo que hiciera en ella no le incumbía a nadie más que a ella misma.

 

Lisa miró sobre su hombro a la ventana y vio a Rick en el patio trasero, colocando la caja de plexiglás en el suelo. Enseguida regresó al jeep, a traer los demás instrumentos de jardinería, ella pensó. Había una agradable familiaridad en aquello… en el hecho de que Rick estuviera trabajando en el jardín de su casa mientras ella lo observaba. Lisa sacudió la cabeza, intentando sacarse esos pensamientos y enseguida salió al patio, en donde se encontró con Rick que venía de regreso del jeep.

 

- Bueno Lisa… ¿En dónde quieres que sembremos estas plantitas?

 

- Pues…

 

Lisa miró a su alrededor y eligió un lugar justo debajo de la ventana de su habitación.

 

- Creo que este es un buen lugar para construir un jardincito. Una vez que las plantas hayan enraizado, lo voy a arreglar con algunas piedras, algunos troncos… ¡que se yo! Hay tanto por hacer.

 

Rick asintió y se inclinó justo donde Lisa le había indicado, con una pala de jardinería en la mano. Lisa se apresuró a tomar otra pala y ambos se sonrieron e inmediatamente comenzaron a excavar los hoyos necesarios para sembrar las plantas.

 

Rick comenzó a ponerse juguetón, embarrando a Lisa con lodo en la punta de la nariz. Soltó una carcajada cuando ella torció los ojos para examinar el daño, al ser tomada totalmente por sorpresa por el comandante. Una pequeña sonrisa malvada apareció en los labios de Lisa y sin mayores preámbulos tomó una bola de lodo en la mano y se la arrojó a Rick, quien desprevenido como estaba, no se dio cuenta sino hasta que la bola de lodo fue a dar, con excelente puntería, dentro de su boca.

 

Ahora fue el turno de Lisa de soltar una carcajada, la cual no duró mucho, pues Rick había comenzado a escupir ruidosamente el lodo que traía en la boca.

 

- ¡Rick, no hagas eso, no seas sucio! – Ella lo regañó.

 

- ¡Wah! – Rick levantó sus manos sobre su cabeza como si fuera un monstruo, al tiempo que babeaba y el lodo le escurría por la boca. - ¡El monstruo del pantano!

 

Lisa gritó y salió corriendo, pero él la fue a alcanzar y la acorraló entre su cuerpo y la pequeña barda que los separaba del patio vecino.

 

- ¡Rick! – Ella protestaba, pero no podía evitar el reírse. - ¡Me vas a ensuciar! Rick, no seas sucio… ¡eres asqueroso!

 

Rick se detuvo y soltó una risa espontánea, al tiempo que sacaba un pañuelo de su bolsillo y se limpiaba la boca.

 

- ¡Eres tremenda, Hayes!

 

- Y tú eres un monstruo.

 

- Si, lo soy. – Rick le guiñó el ojo. – Pero ahora la boca me sabe a tierra.

 

Rick sacó la lengua y comenzó a tallársela con el pañuelo. Lisa hizo un gesto de disgusto pero sus labios se arquearon en una pequeña sonrisa.

 

- Permíteme un momento…

 

Lisa se fue hacia el jeep, pero Rick siguió ocupado en lo suyo. Se talló los dientes con el dedo índice y luego lo examinó, para comprobar que no tuviera lodo. Lisa iba regresando de vuelta al patio trasero y sin siquiera avisar, le arrojó una lata de jugo a Rick. Él reaccionó rápido, atrapándola en el aire.

 

- Jugo de manzana. – Lisa le sonrió. – Te quitará el mal sabor de boca.

 

Rick sonrió y abrió la lata. Comenzó a beber su jugo, recargado en la barda, mientras Lisa volvía a su trabajo, comentándole lo mucho que disfrutaba la jardinería, el contacto con las plantas, el olor de la tierra mojada. Rick no hacía comentarios, solo la dejaba hablar y la observaba sin perder detalle de sus movimientos.

 

Cuando terminó su jugo, fue a sacar las plantas de la caja de plexiglás y las colocó al lado de Lisa. Ella se lo agradeció con un movimiento de cabeza, y comenzó a sembrarlas con gran cuidado y cariño. Rick pensaba que era casi como si estuviera arropando a un pequeño para dormir. Ella tenía una pequeña sonrisa en los labios y una vez más Rick comenzó a pensar en lo hermosa que era y lo mucho que le gustaba. Se sacudió esos pensamientos de la cabeza y antes bien se ocupó en armar la cápsula de microclima para las plantas.

 

Lisa seguía hablándole de los planes que tenía para su casa, de la manera en que pensaba decorar su jardín y en lo mucho que llegarían a disfrutarlo. Rick la escuchaba en silencio y sonreía, imaginándose en todo lo que podrían llegar a vivir juntos ahora que ya tenían un espacio propio. Estar con ella siempre lo relajaba y lo hacía sentir bien. Ella tenía el poder de hacerlo soñar.

 

- Con Lisa puedo tocar el cielo, mientras mantengo los pies sobre la tierra. – Rick pensó.

 

- ¡Listo! – Lisa sonrió triunfalmente. - ¿Qué te parece, Rick?

 

El comandante Hunter no pudo menos que sonreír cuando vio el pequeño jardín de Lisa. Se sorprendió de la manera tan magistral en que había acomodado las diferentes plantas para crear una pequeña obra de arte en donde había combinado perfectamente el tamaño, la textura y los colores de las plantas.

 

- ¡Es increíble Lisa! ¡Tú eres increíble!

 

- Gracias… y sobre todo, gracias por este regalo, Rick… este lugar ya comienza a sentirse como mi hogar.

 

- Por supuesto. – él le sonrió. – Ahora solo debemos colocarles la cápsula de microclima encima… esto las mantendrá felices y seguras.

 

Rick colocó la cápsula de la manera en que se le había indicado. Lisa sonreía al contemplar su pequeña obra de arte. Estaba bastante satisfecha. Era el primer proyecto de los muchos que ya tenía para su casa. Rick se enderezó y la miró, al tiempo que se pasaba el puño de su camisa por la frente.

 

- Oye Lisa estaba pensando, ya es hora del almuerzo y quizás podríamos ir a comer algo… cerca del parque vi un pequeño café abierto, con mesitas al aire libre. Se que está haciendo un poco de frío pero…

 

- ¡Oh, también lo vi y me pareció encantador! El Café Seciele.

 

- ¡Vaya! – Rick estaba sorprendido de la memoria fotográfica de Lisa. - ¿Entonces?

 

- ¿Me está invitando a comer, comandante?

 

- Por supuesto. – Rick le sonrió.

 

- Bien, de acuerdo… todo sea porque deje de comer tierra, comandante Hunter.

 

- ¡Ja ja! Muy graciosa comandante… si me salen parásitos en el estómago, usted va a tener que responder por eso, Hayes.

 

Ambos soltaron una risita. Lisa miró su pequeño jardín otra vez, mientras Rick recogía los instrumentos de jardinería que estaban en el suelo y enseguida ambos se dirigieron al jeep. Lisa contempló su casa y enseguida le indicó a Rick que podía arrancar el auto.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Después de visitar sus casas, ambos pasaron una tarde bastante relajada en Ciudad Macross. Fueron a comer al Café Seciele y aquel lugar no sólo les pareció encantador, por la arquitectura antigua del edificio y la decoración, sino que además el servicio fue magnifico y la comida estupenda. Ambos decidieron que tendrían que regresar a aquel lugar otra vez.

 

Cuando terminaron de comer, se dedicaron a caminar por las calles de la ciudad. Visitaron algunas tiendas e hicieron algunas compras. Pasaron un buen rato curioseando en una tienda de libros, la Librería Ru, que acababa de ser abierta justo frente al café. Ahí Lisa compró varios libros de temas tan variados como historia, jardinería y cocina, mientras que Rick salió feliz con varios DVDs de películas clásicas y le hizo a Lisa una formal invitación para el “Festival de Cine Hunter” en cuanto estuvieran asentados en sus nuevas casas.

 

Después fueron al pequeño Café Monte, al lado de la librería y pidieron dos cafés para llevar. Uno negro y sin azúcar para Rick y un Moka para Lisa. La tarde se estaba poniendo más fría y gris conforme pasaban los minutos y decidieron regresar al SDF1, pues aunque estaban pasándola muy bien, Rick todavía estaba preocupado porque Lisa pudiera sufrir una recaída, pues su recuperación de la bronquitis había sido bastante reciente.

 

Para cuando el jeep iba cruzando el puente del Prometheus, la lluvia ya comenzaba a caer una vez más sobre Ciudad Macross.

 

- Claudia todavía debe de estar en el puente. – Lisa comentó mientras bajaba del jeep. – Será mejor que vaya a entregarle las llaves.

 

- Si… pasé un gran día contigo, Lisa. Y quiero darte las gracias por la ayuda que me vas a dar para arreglar mi casa.

 

- Ni lo menciones, Rick… tu me vas a ayudar también, así que estamos a mano.

 

- Claro… pero aun así.

 

Lisa sonrió y comenzó a dirigirse a la salida del estacionamiento. Rick se pasó la mano por la melena rebelde y casi sin pensarlo llamó a su comandante.

 

- ¡Lisa! Espera… ¿Te molestaría si te acompaño a entregarle las llaves a Claudia? Es que… en realidad no tengo nada que hacer y pensé que—

 

- Por supuesto que no me molestaría, Rick. – Lisa le sonrió.

 

Ambos salieron del estacionamiento conversando animadamente sobre las experiencias del día. Ni siquiera tuvieron que llegar al puente, pues en el elevador se toparon con Claudia, quien volvía llevando consigo un altero de documentos.

 

- ¡Lisa! ¡Comandante Hunter! ¿Cómo les fue en la ciudad? – Claudia los saludó con ese tono de voz tan característico en ella.

 

- ¡Maravilloso, Claudia! – Lisa se emocionó. - ¡Mira, compre estos libros! Y encontramos un pequeño restaurante que es una maravilla…

 

- Me alegra que se hayan divertido, amiga. ¿Qué tal usted, comandante? ¿Se la pasó bien?

 

- Si… - Rick respondió nerviosamente, como siempre que Claudia se dirigía a él. – En realidad tuvimos un día excelente… fuimos a ver las casas y—luego anduvimos por el pueblo.

 

- ¿Por el pueblo, eh? – Claudia se rió. – No se que diría el coronel Maistroff si supiera que después de todos sus esfuerzos, la nueva ciudad Macross es considerada un pueblo.

 

- Oh bueno… - Rick se rascó la cabeza. - ¿Qué se yo? Sólo soy un campesino, crecí en una granja…

 

Lisa sonrió enternecida con la respuesta de Rick. Aquella sonrisa no pasó desapercibida para Claudia, quien decidió que era mejor deshacerse de aquel par para que pudieran seguirse divirtiendo.

 

- Y bien cariño, ¿Traes las llaves? Porque no quisiera que me hicieran una auditoria y resultara que las llaves de las casas del Teniente Comandante Hunter y la Comandante Hayes están desaparecidas. Eso sería un escándalo.

 

- Aquí están Claudia… y te agradecemos la ayuda.

 

- ¡Ni lo mencionen! Por cierto, ya recibirán sus nuevas asignaciones en la mañana, pero les adelanto que la reubicación de civiles dará inicio mañana mismo, a las 0800 hrs. Vamos a necesitar el apoyo del Centro de Comando y Control de Comunicaciones para la logística y también el apoyo de varios escuadrones Veritech en campo… creo que no es necesario mencionar que la Oficial en Jefe de Operaciones Tácticas y el Líder del Escuadrón Skull están al frente de estas acciones de apoyo.

 

Lisa y Rick sonrieron ampliamente e intercambiaron miradas. El elevador se abrió y Claudia se dirigió a la salida.

 

- Yo no estaría tan feliz si fuera ustedes… en un rato les va a llegar la orden de que se presenten a una reunión de staff a las 0700 horas, así que les aconsejo que no se desvelen mucho niños… los veo por la mañana.

 

Claudia les guiñó el ojo salió del elevador, al tiempo que la puerta se cerraba tras de ella. Lisa y Rick seguían sonriendo.

 

- Pues si la reubicación comienza mañana, eso significa que pronto vamos a poder mudarnos nosotros también. – Rick fue el primero en hablar. - ¡Esas si son buenas noticias!

 

- Si que lo son. – Lisa oprimió un botón del elevador. – Supongo que eso significa que debemos ir a descansar, a partir de mañana no creo que tengamos mucho tiempo de hacerlo.

 

- Si, es cierto… - Rick comenzó a frotarse la nuca nerviosamente. – Yo sólo esperaba que—bueno, no es tan tarde y pensé que tal vez… no se, quisieras ir a mi habitación a ver una de las películas que compré.

 

Lisa sonrió y bajó la mirada. Siempre la enternecía cuando Rick tenía esa actitud tan insegura, sobre todo conociendo su temperamento rebelde y explosivo.

 

- Me gustaría mucho Rick… pero ¿Qué te parece si mejor tú vienes a mi departamento y la vemos allá? Es un poco más cómodo.

 

- Perfecto. – Rick le sonrió. – Pero esta es la última vez que vamos a tu departamento Lisa… porque ya la próxima vez voy a poder invitarte a mi casa y así te compensaré por todas las veces que he invadido tu espacio, ¿te parece?

 

- ¡Por mí no hay problema!

 

El elevador se detuvo y ambos salieron, dirigiéndose al departamento de Lisa, en donde esperaban tener una noche tranquila como complemento perfecto al día tan especial que habían pasado juntos en la nueva Ciudad Macross.

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Los esfuerzos de reubicación de civiles que dieron inicio aquella mañana con la reunión de staff fueron largos y bastante pesados. Aquella mañana, cuando Lisa y Rick se despidieron fuera de la sala de juntas, para dirigirse a sus respectivos puestos, ninguno de los dos sospechaba que durante las siguientes dos semanas el único contacto que tendrían sería a través del tac-net.

 

El trabajo de reubicación era monumental y los patrullajes debían de ser constantes, día y noche. Hasta que se implementara un departamento de policía al servicio civil, eran los escuadrones Veritech los encargados de mantener la paz, el orden y la seguridad. La gente de Ciudad Macross trataba de ser cooperativa y organizada, pero después de tanto tiempo de vivir a bordo de la nave, era comprensible que los ánimos se desbordaran y la paciencia se perdiera en el último minuto. No era inusual que el comandante Hunter tuviera que abandonar su VT e ir a calmar los ánimos o incluso ponerle fin a alguna pelea entre personas que en el caos habían ido más allá de los insultos y habían llegado a las manos.

 

Aunque aquello era la excepción y no la regla. La mayoría de las personas actuaban en forma civil y siguiendo las instrucciones que les eran dadas. Como siempre, los habitantes de Macross estaban a nivel de las circunstancias. No faltaban las personas que en el último momento se ponían sentimentales y en más de laguna ocasión los miembros del escuadrón Skull habían tenido que jugar el papel de psicólogos e incluso confesores de los civiles, quienes se acercaban a ellos para compartirles sus penas…

 

… para hablarles del hijo que habían perdido en alguna batalla, del hermano que murió en alguna transformación y del cual nunca pudieron despedirse, del amigo que cayó bajo el fuego enemigo sin que hubiera la oportunidad de arreglar algún malentendido… padres que jamás volverían a ver a sus hijos; hijos que jamás conocerían a sus padres y otros muchos que habían perdido a sus esposos y esposas, a sus novios y novias… pero que a pesar de todo jamás habían perdido la esperanza… esa esperanza que ahora renacía en forma de una ciudad que se volvía a erigir orgullosa a pesar de todas las adversidades. Esos eran los habitantes de Ciudad Macross.

 

Aquello, aunque llenaba a los soldados de esperanzas y de fe en el porvenir, también era moralmente desgastante. Había noches en las que Rick volvía a su habitación arrastrando los pies, sin tener ánimos siquiera para quitarse su uniforme de vuelo para dormir… había noches en las que despertaba en la madrugada, recordando los eventos del día y no podía evitar el que a su mente vinieran imágenes de esas personas, saliendo del SDF1 para siempre, para finalmente asentarse en la tierra prometida tras el largo éxodo que habían vivido en el espacio.

 

Y había noches… muchas noches en las que sin siquiera percatarse de ello, tomaba el auricular del teléfono y duraba horas hablando con la comandante Hayes, quien a pesar de estar tan cansada como él, jamás le rechazó una llamada y jamás terminó ninguna.

 

Hablar con Lisa por teléfono era casi como hablar consigo mismo. Al no tener que ver a nadie a los ojos, Rick sentía que podía liberarse, que podía decirle cosas que cara a cara quizás jamás se hubiera atrevido. Sentía que podía expresarle sus temores, sus miedos, sus frustraciones… incluso su tristeza.

 

Lisa sentía que a pesar de que no podían verse durante el día, aquellas llamadas nocturnas los estaban acercando todavía más y gracias a ellas estaba conociendo una faceta en la personalidad de Rick que no hubiera conocido de otra manera.

 

Comenzó a hacerse una costumbre para Lisa llegar a su puesto 10 minutos antes de que comenzara su turno y generalmente el comandante Hunter ya la esperaba en su Skull 1. Esos diez minutos que ellos podían hablar en el tac net antes de cada turno comenzaron a hacerse muy necesarios para ellos. Cuando uno de los dos tenía que servir en un turno diferente o era requerido para recibir órdenes especiales antes del turno del día, y perdían su conversación matinal, sentían que algo les faltaba durante el resto del día.

 

En más de una ocasión en esas dos semanas, Rick intentó ir a encontrarse con Lisa durante la hora del almuerzo o esperarla después de que ella hubiera terminado sus obligaciones, pero la oportunidad nunca se dio. Cada día algo se presentaba… para Lisa era alguna reunión de emergencia, alguna situación que resolver, algún turno doble que cubrir… para Rick siempre surgía algún imprevisto.

 

En esas dos semanas solamente una vez había él tenido la oportunidad de verla en la distancia, mientras él se dirigía a los hangares y ella salía del elevador, acompañada de Claudia. Lisa había estado tan concentrada en la lectura de unos documentos, que no se había dado cuenta de que Rick estaba ahí y la distancia era demasiada como para que él le hubiera gritado… aunque ganas no le habían faltado.

 

Por las noches, mientras Lisa trabajaba en sus reportes o en las asignaciones del día siguiente, mantenía el teléfono cerca de ella. Y cuando este sonaba, ella siempre contestaba con un suave “¡Hola Rick!” sin siquiera molestarse en mirar su identificador de llamadas… siempre era él quien la llamaba.

 

Una noche en particular ambos habían estado hablando hasta la madrugada sobre los acontecimientos del día. Había sido una jornada particularmente larga y llena de problemas que, por buena suerte, habían logrado ser resueltos.

 

- ¡Estoy tan impaciente porque terminemos con la reubicación! – Rick le había dicho a Lisa y ella notó el cansancio en su voz. – Es muy desgastante… somos pilotos de combate, no trabajadores sociales.

 

- Tu sabes que tenemos muy poco personal en el SDF1, Rick… en este momento no podemos darnos el lujo de quejarnos de nuestras ordenes.

 

- Si, lo se… lo se, y no me estoy quejando Lisa… es solo que estoy un poco agotado y… y te extraño mucho.

 

Lo inesperado de esa declaración tomó a Lisa totalmente por sorpresa. Ella había estado revisando algunos informes y resaltando algunos puntos importantes con un marcador fosforescente mientras hablaba con Rick, pero se detuvo súbitamente y tomó el auricular con las dos manos, sin poder responder a lo que él le acababa de decir con tanta naturalidad.

 

- ¿Lisa? – Rick la llamó desde el otro lado de la línea. - ¿Sigues ahí? Espero no haberte aburrido tanto con mi plática que te hayas quedado dormida…

 

- No Rick… - ella le respondió con suavidad. – Aquí estoy.

 

- ¿Escuchaste lo que te dije? ¿Cuándo crees que terminemos con este trabajo? Tengo ganas de verte y de que hagamos algo divertido… te extraño, Hayes.

 

- Yo también te extraño a ti… Hunter.

 

- Espero que no te hayas olvidado de que me prometiste que me ayudarías con mi casa… y que iríamos a comprar lo que necesitamos. Yo he estado haciendo una lista de cosas que quiero comprar y necesito que me ayudes a escogerlas… se que necesito sábanas pero no se de que color o de que material… para mi todas son iguales…

 

Rick siguió hablando de sus sábanas, de sus toallas, de los platos y vasos, de todo lo que necesitaría para su casa. Lisa lo escuchaba en silencio, con una sonrisa en los labios. El solo hecho de escuchar su voz era suficiente para que ella se sintiera feliz.

 

- … entonces, ¿Cuándo crees que podremos vernos?

 

- Pronto Rick… según los programas de reubicación, ésta debe de estar totalmente concluida en dos días.

 

- Eso espero porque ya estoy ansioso por irme a mi casa yo también.

 

Lisa escuchó a Rick bostezando al otro lado de la línea y sonrió al imaginarlo abriendo su boca como un león en un acto de circo.

 

- Estás cansado Rick… ya vete a dormir.

 

- Si… de hecho… - su voz sonó adormilada. – Entonces… te veo mañana en el tac net Lisa… no te desveles mucho.

 

- De acuerdo.

 

- Buenas noches, comandante…

 

- ¡Quítate las botas, Rick!

 

Lisa sonrió cuando se escuchó a sí misma decirle aquello, pero la sonrisa se convirtió en una risita cuando escuchó el sonido seco de las botas de Rick golpeando el suelo. Lo conocía tan bien, que podía claramente imaginarlo acostado en su litera, con su uniforme puesto, y a punto de cerrar los ojos y abandonarse al sueño. Y efectivamente, la imagen que ella tenía en su cabeza correspondía a la realidad. Así de bien se habían llegado a conocer.

 

Lisa colgó el teléfono, sabiendo que el piloto al otro lado de la línea ya no se encontraba en el mundo de los vivos, al menos por esa noche. Sonrió con ternura y habló en un susurro para sí misma:

 

- Yo también te extraño Rick Hunter… ¡No tienes idea de cuanto!

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

El siguiente día fue bastante tranquilo para el escuadrón Skull. Miriya se había sentido un poco mal esa mañana, por lo que Rick le había ordenado que se quedara en la base y se encargara de llenar unos reportes. La Zentraedi debía sentirse realmente mal, porque por primera vez no replicó a la orden de quedarse en tierra. El resto del escuadrón había sido asignado a labores de patrullaje pero Rick y Max habían sido enviados al centro de la Ciudad Macross, en donde fueron estacionados fuera de un edificio de oficinas para que vigilaran la zona en donde se estaban reubicando a los civiles aquel día.

 

Rick estaba bastante impaciente, sentado dentro de su VT en modo Guardián, mientras jugueteaba casi nerviosamente con una pequeña muñeca de Minmai que desde hacía mucho tiempo tenía en su tablero.

 

- ¡Este día ha sido terrible! – Escuchó a Max decir en el canal privado. - ¿Cuánto tiempo crees que tengamos que estar aquí, Rick?

 

- Un par de horas más, según nuestra asignación del día. Después tenemos que escoltar a un convoy hasta Ciudad Monumento. Yo calculo que estaremos de vuelta en la base a las 2100 horas.

 

- ¡Va a ser un día muy largo! – Max suspiró.

 

- Pero pronto podremos irnos a casa. – Rick le contestó. – Según se, en dos días comenzara la reubicación del personal militar.

 

- ¿Y esa información te llegó por tu canal privado de inteligencia, comandante?

 

Rick observó el rostro de su amigo en la pantalla e hizo un gesto. Max se rió.

 

- Es bueno tener a una alta oficial del SDF 1 como amiga, ¿no jefe?

 

- Lo es… aunque ya hace rato que no la veo.

 

- ¿Demasiado trabajo?

 

- Si, así es… tenemos dos semanas que no nos hemos visto más que por el tac net.

 

- ¿Dos semanas? Eso es mucho tiempo…

 

- Si… ayer pasé por su casa cuando terminamos la patrulla del día… fui a revisar que sus plantas tuvieran agua. Estaba recordando el día que las sembramos… ese fue el último día que nos vimos.

 

- Y… ¿La extrañas, Rick? – preguntó Max a quemarropa.

 

Rick miró a su amigo y luego miró hacia la calle, como si quisiera evitar la pregunta. Max sonrió y recordó lo mucho que Rick había sufrido cuando Lisa se había ido a la Base Alaska. Él podía preciarse de conocer muy bien a su amigo y ahora podía captar la decepción de Rick cuando él le había hecho esa pregunta.

 

- Aunque no parezca, ella es una persona muy divertida, Max… - Rick comentó. – Siempre me hace reír… siempre pasó momentos inolvidables a su lado… la considero mi mejor amiga…

 

- ¿Pero la extrañas?

 

- Bueno… claro que la extraño. – Rick contestó de golpe.

 

Max no hizo ningún comentario y Rick se sintió mal de haberle hablado así a su amigo, pero al teniente Sterling parecía no haberle importado aquello, pues seguía sonriendo, contento de pensar que por lo menos le había logrado sacar aquello del pecho a Rick.

 

- Es que a veces simplemente no lo entiendo… - Rick continuó hablando en un tono más tranquilo. – No se porqué la extraño tanto… estas dos semanas han sido muy pesadas sin ella… cuando llego a mi habitación por las noches, lo único que quiero es llamarla y quedarme dormido con el sonido de su voz en mis oídos…

 

- Tú sabes mi posición al respecto, jefe… ¿Por qué simplemente no vas y se lo dices? A estas alturas yo creo que cualquier momento es bueno. No creo que ella esté esperando una cena romántica a la luz de las velas… sería bonito pero…

 

- No Max, no creo que ella esté esperando nada… además, ¿para qué poner en riesgo esta amistad tan bonita que tengo con ella? Nunca había tenido una amiga como ella, jamás…

 

- ¿Ni siquiera Minmai?

 

Rick le lanzó a Max una mirada asesina por el monitor. El joven piloto de cabellos azules le hizo una señal con la mano y le sonrió. Rick suspiró pesadamente y se dejó caer en el respaldo de su asiento.

 

- No… ni siquiera Minmai… pero ella ya es un capítulo cerrado en mi vida… ya le he dicho adiós demasiadas veces.

 

- Y sin embargo sigues regresando a ella cada vez que se presenta la oportunidad… y sigues topándote con pared. No quiero que lo tomes a mal jefe, pero… parece que a ti te gusta sufrir.

 

Rick gruñó y se sumió aun más en su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho y pensando que aquel no era el mejor momento ni la mejor manera de hablar de cosas tan personales. Max así lo comprendió y no insistió. En lugar de eso comenzó a canturrear una vieja canción mientras trazaba figuras imaginarias en el plexiglás de su carlinga.

 

- Cuando Lisa se fue a la Base Alaska también la extrañé mucho. – Rick habló después de un minuto, recuperando de inmediato la atención de Max. – Supongo que extraño cuando no puedo hablar con ella… incluso pelear y discutir con ella. Me divierte estar con ella… me gusta estar con ella… ¡demonios, me gusta ella!

 

- Si, lo se… eso es algo que no se puede ocultar, Rick.

 

- ¿Es tan obvio?

 

- A veces si lo es.

 

- ¡Vaya! – Rick se sonrojó un poco. - ¿Qué puedo hacer? Es que no quiero que ella tenga ideas equivocadas con respecto a esto.

 

- ¿Y cuáles exactamente serían esas ideas equivocadas, jefe?

 

Rick lo meditó un segundo, dándose cuenta de que ni siquiera él sabía cuales eran esas ideas. La mayoría de las veces él no tenía idea de qué era lo que Lisa estaba pensando… ¡La mayoría de las veces no tenía idea de lo que él mismo estaba pensando!

 

- Después de que la rescataste de la Base de Alaska nosotros sinceramente pensamos que algo estaba por ocurrir, Rick. – Max habló honestamente. – Incluso durante la Misión Sahara…

 

- ¡Han pasado tantas cosas, Max! No tienes idea… pero parece ser que el destino está obstinado en no hacernos las cosas fáciles… si no es el deber es alguna emergencia, algún imprevisto, un accidente, una enfermedad…

 

- … Minmai.

 

- Si, incluso Minmai. – Rick aceptó aquello sin cuestionarlo.

 

- No lo se jefe… quizás todos esos no han sido obstáculos, sino oportunidades que han dejado pasar.

 

Rick recordó aquella noche en la Residencia Hayes… la noche en que ella le había enseñado a bailar… la noche en que él la había besado por un impulso que había sido más fuerte que sus propias fuerzas y que su voluntad… y la bofetada que había recibido a cambio. Aquel golpe todavía le dolía… no en el cuerpo, sino en el corazón. Pero enseguida recordó lo que alguna vez Max le había dicho: “¿Y cómo quieres que reaccione si tu traes cargando sobre los hombros ese fardo que tu mismo te has impuesto y que se llama Minmai?”

 

Como un flash de luz Rick recordó la escena previa a aquel beso… y pudo escucharse a sí mismo diciéndole a Lisa que él amaba a Minmai.

 

“Fue antes de salir a la última batalla… no se en qué estaba pensando, pero tenía el mal presentimiento de que algo podía pasar ese día… el olor a muerte estaba en todos lados y… antes de salir a combate… yo le dije que la amaba… Yo amo a Minmai, de eso no tengo ninguna duda… sólo quisiera que ella lo comprendiera y no lo tomara tan a la ligera.”

 

Rick hizo una mueca casi de dolor cuando recordó sus palabras… y el hecho de que cinco minutos después hubiera besado a Lisa. De pronto comprendió muchas cosas.

 

- Le dije que amaba a Minmai, que se lo había dicho antes de salir a la batalla… antes de rescatarla a ella de la Base Alaska… antes de decirle a ella que no era tan malo ser los únicos sobrevivientes del planeta… antes de todo eso, yo le dije a Minmai que la amaba… ¿Cómo pude ser tan tonto como para decirle todo eso a Lisa? Y aún más… después de eso fui y la besé… ¿qué clase de estúpido eres, Hunter? Una bofetada era lo menos que te merecías…

 

- Líder Skull, aquí Delta 1 llamando a Líder Skull, ¿me escucha?

 

La voz de Lisa en el Tac Net hizo que Rick volviera de golpe a la realidad. Miró a su comandante en la pantalla y una sonrisa sincera apareció en su rostro, realmente se alegraba de verla.

 

- ¡Lisa! – La saludó sin protocolo. - ¡Que agradable sorpresa verla, comandante! ¿Cómo estás? Precisamente estaba—

 

- ¿Estabas qué? – Lisa le respondió con una sonrisita.

 

- No, nada… - Rick no pudo reunir el valor para decirle que estaba pensando en ella. - ¿Qué sucede Lisa? ¿Todo en orden?

 

- Si, todo está en orden. Te informo que los últimos civiles del día se encuentran en el sector designado y ahora tus órdenes son reunir al escuadrón Skull y encontrarse con el convoy que se dirige a Ciudad Monumento en 15 minutos en las coordenadas que estoy transmitiendo a tu computadora de vuelo, Rick.

 

- No hay problema comandante. – Rick estaba revisando su computadora. – Iremos a Ciudad Monumento y de regreso… será un cambio agradable después de que nos tuvieron a mi y a Max sentados aquí todo el día… los dos señores chimpancés, viendo a la gente pasar.

 

Rick le guiñó el ojo a Lisa y ella se rió, mientras escuchaban a Max quejarse de haber sido llamado señor chimpancé, aunque el teniente comprendía perfectamente que aquella era otra de las bromas privadas entre sus comandantes.

 

- Bien Delta 1, aquí Líder Skull solicitando permiso para despegar.

 

- Permiso concedido Skull 1… ¡Buena suerte y buena cacería!

 

Los dos Veritech despegaron y no tardo mucho en reunirse todo el escuadrón. En menos de cinco minutos el Skull en toda su gloria se dirigía a las coordenadas señaladas, para iniciar con su última misión del día, escoltar al convoy de reabastecimiento a Ciudad Monumento.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

En cuanto el Escuadrón Skull aterrizó en Prometheus esa noche, Max salió corriendo a buscar a Miriya; Rick no lo podía culpar, sabía que su amigo había estado preocupado por su esposa todo el día y lo comprendía. Los demás pilotos comenzaron a retirarse y Rick, mientras pretendía estar revisando las llantas de su VT, pudo ver Laura, quien le había conseguido las plantas de Lisa, ir a recibir a su novio Dan. Rick suspiró y por un momento deseó que él pudiera tener eso para él… poder correr a los brazos de una mujer después de un día de trabajo… alguien que lo estuviera esperando en el hangar después de un día entero de patrullaje. Pero pronto se dio cuenta de que se había quedado completamente solo en el hangar y suspiró apesadumbradamente.

 

- ¿Y si Max tuviera razón y todos estos problemas que hemos tenido fueran en realidad oportunidades que dejamos pasar?

 

Rick fue a cambiarse y salió de Prometheus completamente absorto en sus pensamientos. ¿Qué le quedaba ahora? Ir al comedor, llevarse su comida a su habitación, darse un baño, irse a dormir… la misma rutina de todos los días.

 

- ¿Porqué Lisa no nos habrá coordinado a nuestro regreso de Ciudad Monumento? – se preguntaba. – Esperaba que estuviera trabajando hasta tarde… ¿ya se habrá ido a su departamento?

 

Rick se encontró de pie ante el pasillo largo y oscuro que llevaba al Centro de Comando y Control de Comunicaciones, o como lo solían llamar, simplemente el C4.

 

- Me pregunto si Lisa estará todavía aquí.

 

Sin pensarlo mucho Rick se dirigió a aquel lugar, directamente a la puerta que conducía a la estación donde Lisa trabajaba auxiliada de Vanessa. Cuando la puerta se abrió sintió mariposas en el estómago al pensar que Lisa estaría ahí… pero solo encontró su silla vacía y a Vanessa, transmitiendo algunos informes por el sistema de comunicaciones.

 

- Comandante Hunter. – Vanessa lo saludó. - ¿Qué lo trae por acá?

 

- Yo…

 

- La comandante Hayes no se encuentra disponible en estos momentos, señor. – Vanessa le contestó, sin que Rick tuviera siquiera que preguntar. – Fue citada a una reunión de staff hace como una hora. No creo que esté libre antes de la media noche.

 

- Oh vaya… - Rick se notaba desilusionado. – Esta bien Vanessa, gracias. Luego la llamaré por teléfono.

 

Rick salió del C4 y caminó sin mucha prisa hasta el comedor. Tenía mucha hambre, pero esperaba no encontrarse con nadie conocido ahí. Sinceramente no estaba de humor para hablar con nadie. Se sentía cansado y solo deseaba ir a dormir… excepto claro que por alguna razón Lisa saliera de la reunión y se topara con él en el comedor… entonces podrían cenar juntos y después…

 

- ¿Qué estoy pensando? Eso no va a pasar… - Rick sacudió la cabeza.

 

Y de hecho, eso no sucedió. Rick cenó algo ligero, pues a pesar de tener hambre no tenía ganas de estar en el comedor tan ruidoso y animado a esa hora de la noche, en que la mayoría de los pilotos iban a cenar. Se sentó en un rincón, como solía hacerlo y estuvo jugando un buen rato con su comida antes de probar bocado. No podía quitarse de la mente lo que había estado pensando esa tarde, sobre lo que había ocurrido en la Residencia de los Hayes.

 

- ¿Cómo pude ser tan tonto? Le dije que amaba a Minmai y enseguida la besé… Rick Hunter, tienes suerte de que ella todavía te hable… no, de hecho no entiendo porqué no me asesinó ahí mismo, me lo merecía… hubiera podido dejarme caer el piano encima.

 

Cuando Rick salió del comedor, automáticamente se dirigió al parque observatorio. Estaba agotado, pero no tenía ganas de ir a encerrarse a su habitación así que decidió caminar un poco antes de irse a dormir.

 

- Me pregunto que pensará Lisa de todo esto… ¿Me extrañará ella también? Probablemente ni siquiera se ha dado cuenta de que no nos hemos visto en dos semanas… siempre está tan metida en su trabajo… me pregunto cómo lo hace. Es increíble la manera en que maneja tantas cosas al mismo tiempo, yo no podría hacerlo. Yo soy responsable sólo de mi escuadrón y eso es suficiente para hacerme sentir agobiado a veces… no puedo ni siquiera imaginar lo que es para Lisa ser responsable de las vidas de todos los pilotos de la RDF… además de todas las responsabilidades administrativas con las que tiene que cargar.

 

Rick se sentó en una de las bancas y se recargó en el respaldo, al tiempo que cerraba los ojos.

 

- ¿Porqué será que últimamente sólo puedo pensar en ella? ¡Tengo tantas ganas de verla! Es frustrante pensar que estamos tan cerca y no podemos vernos… a veces pienso que en el momento en que yo doy vuelta por una esquina, ella aparece por la otra… a veces entro al elevador y siento su aroma, como si ella acabara de salir de él.

 

De pronto recordó que se le había olvidado recoger su asignación para el día siguiente. Sabía que podía consultarla en la computadora desde su habitación, pero de todas maneras decidió regresar a la base y recogerla en persona… tal vez solo buscaba un pretexto para hacerlo, porque en cuanto estuvo de regreso en Prometheus, una vez más se encontró frente a la puerta de acceso al puente del C4. Pero esta vez la puerta estaba cerrada, indicando que ya no había nadie por ahí.

 

Aquello pareció darle ciertas esperanzas a Rick, quien a toda prisa se dirigió a los departamentos de los oficiales. Ya era tarde y esperaba que Lisa estuviera ahí. Llamó a la puerta varias veces pero no obtuvo respuesta. Suspiró profundamente y se recargó en el muro, sus ojos se clavaron en la computadora de acceso y se dio cuenta de que estaba activada por fuera, señal de que Lisa aun no volvía.

 

- Y mañana a las 0600 horas ya va a estar de regreso en su puesto… ¿A qué horas duerme esta mujer?

 

Rick buscó en su uniforme pero no encontró lo que buscaba, así que fue a la mesa de control de las barracas y le pidió al guardián en turno que le regalara una hoja de papel y le prestara una pluma.

 

“Lisa, esperaba verte esta noche después de mi patrullaje. Supe que estabas en una reunión. No trabajes tanto, Hayes. Recuerda que no hace mucho estuviste en el hospital y no quiero tener que volver a pasar otra noche cuidándote en ese lugar. ¡La comida era terrible! Te veo en la mañana. Rick.”

 

El comandante Hunter volvió a la habitación de Lisa y puso la hoja de papel doblada en el picaporte de la puerta, donde era seguro que ella la encontraría inmediatamente. Dio un paso atrás y miró con tristeza aquella puerta cerrada. Por un momento tuvo el impulso de abrirla y esperar a Lisa en la salita del departamento, tal vez prepararle un té o algún tentempié, pero decidió que lo más probable es que ella deseara descansar. Dio media vuelta y se alejó de aquel lugar.

 

Pero tal y como lo había pensado poco antes, en el momento en que él salía por un pasillo, Lisa iba entrando por el otro. Venía cansada y había ido a acompañar a Claudia a su departamento, en donde se habían entretenido conversando en la puerta por un par de minutos. Lisa sentía que los ojos se le cerraban de sueño y aunque tenía hambre, pensó que la necesidad de descanso era mayor que la de alimentación.

 

- Un té no me caería mal… pero prefiero ir directamente a la cama. – pensó Lisa.

 

Cuando vio aquella hoja de papel en su puerta, la tomó con cierta precaución, mirando a su alrededor.

 

- ¿Qué es esto?

 

La desdobló con cuidado y aquella sonrisa característica de Lisa Hayes apareció en su rostro al tiempo que leía el mensaje.

 

- ¡Rick! – su voz sonó dulce y llena de cariño. - ¡Es un tonto!

 

Lisa entró a su habitación con una sonrisa en los labios. Aquel pequeño detalle del comandante Hunter había hecho que se olvidara de su cansancio y de los problemas del día. Quiso llamarlo por teléfono, pero pensó que ya era demasiado tarde y ella sabía que él también había tenido un día pesado. Lo que ella no sabía era que al otro extremo de la línea, casi en ese mismo momento, Rick había colgado el teléfono sin atreverse a hacer la misma llamada… por las mismas razones.

 

 

 

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Temprano en la mañana, Lisa canturreaba una vieja canción mientras se secaba el cabello con la toalla. Su uniforme estaba impecablemente colocado sobre su cama y el aroma a café recién hecho impregnaba todo el pequeño departamento. De pronto la tranquilidad de aquel lugar se vio interrumpida por el sonido molesto y penetrante del teléfono.

 

- Comandante Hayes aquí. – Lisa contestó sin mirar el identificador, estaba segura que era de la base.

 

- Aquí Skull 1 a Delta 1. – Escuchó decir al otro lado de la línea. - ¿No es un poco temprano para que esté levantada, comandante? Todavía no sale el sol.

 

- ¡Rick! – Lisa sonrió emocionada. - ¡Eres tú! ¿Cómo estás?

 

- Un poco preocupado por usted, comandante Hayes… la he estado buscando pero he llegado a dos conclusiones, o bien se está escondiendo de mí o está trabajando demasiado. Y ninguna de las dos opciones es buena.

 

- Si, el trabajo ha sido agotador… pero ya casi termina.

 

- Tu trabajo jamás termina, Lisa… para ti todo es misión tras misión… creo que dada mi antigüedad en la RDF ya puedo hacer esta pregunta, ¿Cuándo nos dan vacaciones en este ejército?

 

Lisa se rió y sacudió la cabeza.

 

- Esa, comandante Hunter, es una pregunta que ni la hija del almirante podría contestarle.

 

- Bueno, pero hay una pregunta que tal vez si pueda contestarme, comandante… ¿Cuándo voy a poder verla? Por lo menos dígame con quien tengo que sacar cita para poder entrevistarme con tan ilustre personaje.

 

- ¡Rick! – Lisa sonrió con ternura. - ¿Porqué no pasas por mi departamento ahora mismo y te tomas un café?

 

- Hmmm… ¡Suena tentador, comandante! Desafortunadamente me encuentro en mi traje de vuelo, hablándole desde el hangar del escuadrón Skull.

 

- ¿Y qué haces ahí?

 

- Nuestro patrullaje comienza en 5 minutos, Lisa… creo que las asignaciones fueron cambiadas en la noche. Y como supe que tú no estarías aquí para dirigirnos, decidí llamarte al menos para desearte un buen día y asegurarme de que todavía sigas viva.

 

- Eres muy considerado Rick pero, ¿Qué te hace pensar que podría no seguir viva?

 

- Bueno, no se… en todo caso es bueno escuchar tu voz Lisa… ya se nos dio pista para el despegue… espero verte allá arriba, comandante.

 

- Claro… cuídate mucho Rick… y gracias por hablar.

 

Rick cortó la comunicación y Lisa soltó un suspiro. Después de dos semanas no podía esperar el momento de volver a ver a Rick. Lo había extrañado más de lo que ella misma llegaba a entender.

 

Cada noche, mientras hablaban por teléfono, compartiendo los acontecimientos del día, ella soñaba con que él simplemente colgara el auricular y apareciera ahí en su sala, como aquella noche en que había ocurrido el incidente de los boletos. Pero ambos terminaban sus turnos tarde, cansados y con reportes que tener listos para la mañana siguiente. Por más que quisieran, no podían darse el lujo de dejar sus obligaciones y pasar un momento juntos.

 

Lisa comenzó a vestirse, mientras seguía pensando en todo aquello. La reubicación de civiles estaba prácticamente concluida y ella esperaba que ahora sí pudieran disponer de un tiempo para descansar. Incluso estaba pensando seriamente en solicitar un día libre en cuanto la misión terminara. Tenía ganas de quedarse en su cama y dormir hasta tarde, eso era lo único que deseaba en la vida… y pasar algunos momentos a solas con Rick Hunter, por supuesto.

 

Lisa se tomó su café mientras leía sus asignaciones del día en su laptop y pronto se encontró lista para salir de su departamento y presentarse en el control de comando… un día más había comenzado.

 

 

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El día fue tan largo y agotador como Lisa había esperado que fuera. A media mañana tuvo la oportunidad de intercambiar algunas palabras con el comandante Hunter por el tac net y aunque aquella brevísima conversación había girado en torno al clima y a las condiciones metereologicas, había sido bueno escuchar la voz de Rick y verlo en pantalla.

 

El escuadrón Skull fue asignado a patrullaje en las colonias zentraedis cercanas a Ciudad Monumento, en donde había algunos problemas menores. Lisa, después de coordinar los trabajos de reubicación toda la mañana, había sido enviada al medio día a encargarse de algunos asuntos administrativos junto con Maistroff y Claudia. Habían tenido una reunión con un grupo organizado de la sociedad civil. La reunión se había prolongado por horas y cuando salió de la misma, Claudia la invitó al comedor de la base a comer algo antes de volver a sus puestos.

 

Las dos amigas se sentaron en una mesa cercana al ventanal, desde donde tenían una vista privilegiada de la nueva Ciudad Macross. Lisa colocó su charola de comida sobre la mesa, se echó el cabello sobre los hombros y prácticamente colapsó en su asiento.

 

- ¡Estoy muerta! – comentó con un suspiro.

 

- Te ves cansada, amiga. – Claudia tomó asiento de una manera más femenil de lo que Lisa lo había hecho. - ¿Has dormido bien?

 

- No creo que nadie haya dormido bien últimamente, Claudia… los turnos de patrullaje han sido muy largos y tampoco podemos dejar a los escuadrones allá arriba sin coordinación… ha habido noches en las que he estado en el centro de control hasta casi la media noche.

 

- Si, la comandante Hayes jamás dejaría al escuadrón Skull a la deriva, ¿eh? – Claudia le guiñó el ojo. – Particularmente a cierto líder de grupo.

 

Lisa no contestó, pero una sonrisita iluminó su rostro y un leve rubor apareció en sus mejillas. Optó por ocultarse detrás de su vaso de agua de la mirada escrutadora de su amiga.

 

- No nos hemos visto en dos semanas…

 

- ¡Eso es aguante! Pero no te preocupes, dicen que la ausencia hace que el corazón se vuelva cariñoso… estoy segura de que cuando lo veas van a pasar un tiempo muy especial juntos.

 

- Eso sería muy bueno. – Lisa habló para sí y luego miró a su amiga a los ojos, sonriendo. - ¿Sabes? Me pidió que lo acompañara a comprar algunas cosas para su casa… claro, yo también pienso aprovechar para comprar lo que yo necesito. Pero además hicimos un trato, el va a ayudarme con los muebles pesados en mi casa y yo le ayudaré a decorar y arreglar la suya.

 

- Suena como todo un plan para mí, comandante. Al menos tendrán la oportunidad de pasar mucho tiempo juntos.

 

Lisa asintió y comenzó a comer. Claudia sonrió al ver a su amiga tan emocionada. Hacía mucho que no había visto esa sonrisa en el rostro de Lisa, que no había escuchado esa emoción en su voz… tenía que darle crédito al pupilo de Roy, el muchachito había logrado lo imposible, romper la capa de hielo que por tantos años había aprisionado el corazón de Lisa Hayes.

 

- Solo espero que esta historia tenga un final feliz. – Claudia pensó. – Porque si no es así, Lisa sólo terminará sufriendo otra vez… y no creo que pudiera recuperarse de otro desengaño amoroso. Ella ya ha cubierto la cuota de dolor y soledad que le tocaba en esta vida, algo bueno tiene que venir para ella. Rick Hunter, más vale que la trates como ella se lo merece, si no yo me encargaré de que te arrepientas en esta vida… y estoy segura de que Roy hará lo propio en la siguiente.

 

- ¿De qué te ríes, Claudia? – Lisa la había sorprendido.

 

- De nada…

 

- Estaba pensando en lo que estuvimos viendo en la reunión, sobre el sector XVI de la ciudad… mientras Maistroff hablaba, yo estaba estudiando el plano de la zona y creo que hay una opción viable para—

 

- ¡Cariño, por favor! – Claudia la interrumpió. - ¿Acaso jamás dejas de pensar en el trabajo? ¡Estamos comiendo! ¿Quieres que la comida me haga indigestión?

 

- No… pero es que si pudiéramos coordinar una ruta—

 

Claudia puso su mano sobre las de Lisa, pues la comandante Hayes estaba a punto de abrir su carpeta en donde tenía los documentos de la reunión.

 

- ¡Te prohíbo que toques eso, Lisa Hayes! – Claudia le habló con una voz autoritaria.

 

Lisa abrió mucho los ojos, un poco sorprendida de la actitud tan seria y agresiva de su amiga. Los ojos de Claudia se clavaron profundamente en los de Lisa y de pronto ambas mujeres comenzaron a reír, al tiempo que volvían a su comida.

 

- ¡Lo siento, Claudia! Es que... no, olvídalo, no pienso hablar más de asuntos de trabajo en la mesa.

 

- De hoy en adelante eso va a ser una falta de educación, ¿entendido?

 

- Claro. – Lisa se rió.

 

Claudia comenzó a hablarle sobre algunas tiendas que se acababan de abrir en el distrito comercial de la ciudad y que ella le recomendaba visitar con Rick, pues en ellas encontrarían muchas de las cosas que seguramente necesitaban para sus casas. Lisa le agradeció la información, pues ella no conocía muchas tiendas en la ciudad y cualquier consejo era bien recibido.

 

La teniente Grant estaba hablándole de las maravillosas cortinas y toallas que había conseguido para su propia casa y los arreglos que pensaba hacer, cuando su localizador personal hizo un ruidito. Claudia miró la pantalla e hizo un gesto de resignación.

 

- Bueno, creo que la hora de la comida duró muy poco el día de hoy… sinceramente, -dijo mientras se ponía de pie. – A veces me pregunto que harían el almirante Gloval y el coronel Maistroff sin nosotras.

 

- Es por eso que el Gobierno de la Tierra Unida decidió que todas las oficiales del puente del SDF1 serían mujeres. – Lisa le respondió con una sonrisa.

 

- No hay otra explicación. – Claudia le devolvió la sonrisa. – Por cierto, Lisa… toma…

 

Claudia buscó en su bolsa y le entregó a Lisa un sobre color amarillo. Ella miro a su amiga con una mirada interrogativa y abrió el sobre. Dentro estaban dos llaves plateadas que Lisa reconoció enseguida.

 

- Pero Claudia… son las llaves de…

 

- Si, lo son… pensé que sería un buen pretexto para que fueras a buscar a tu aviador. Dicen que lo han visto vagando por el parque observatorio por las noches, como perrito sin dueño… tal y como lo hacía cuando cierta comandante se encontraba en la Base Alaska.

 

- Pero… no entiendo… ¿Qué se supone que debo de hacer con ellas?

 

- Digamos que tienes suerte de que la persona encargada de hacer entrega de estas llaves a partir de mañana a los militares de la RDF sea tu mejor amiga, ¿eh? – Claudia le guiñó el ojo. – Mañana por la tarde después de las misiones del día comenzaré a llamar a los diferentes escuadrones y oficiales de la nave para comenzar a entregar esto… pero pensé que alguien tan ocupada como tú no tendría mucho tiempo para ir a hacer fila y llenar el papeleo de rigor, ¿verdad? Así que lo hice por ti… en cuanto a tu piloto… bueno, dile que lo hice solo porque él es alguien importante para las dos personas más importantes de mi vida, ¿de acuerdo?

 

- ¡Gracias Claudia!

 

- Ni lo menciones… ahora me tengo que ir, antes de que Gloval y Maistroff comiencen a morder las paredes… ya puede comenzar la mudanza.

 

Claudia le sonrió radiantemente a Lisa y ella no pudo ocultar su alegría. Aun cuando su amiga ya se había alejado de aquel lugar, la comandante Hayes seguía sosteniendo las llaves en sus manos y mirándolas con una sonrisa emocionada.

 

- ¡Tengo que decirle a Rick que…!

 

Pero se contuvo, sabiendo que Rick no volvería de su patrullaje hasta la noche y que sería más interesante tomarlo por sorpresa. Aquello era además la excusa perfecta para ir a buscar al comandante Hunter. Lisa no pudo evitar una risita alegre que se le escapó directamente del corazón. Puso las llaves en el bolsillo de su uniforme y se apresuró a terminar de comer. Quería volver a su puesto lo más rápido que pudiera para trabajar a toda máquina el resto del día y poderse retirar en cuanto el Skull 1 tocara tierra esa noche.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

El escuadrón Skull finalmente aterrizó en Prometheus después de un largo día de patrullajes. Habían tenido que ser intermediarios entre algunos zentraedis y las autoridades civiles en las colonias para zentraedis no micronizados que se estaban construyendo cerca de Ciudad Monumento. Aquellas asignaciones dejaban a Rick más agotado que las escaramuzas que alguna vez había tenido que pelear en el espacio.

 

Mientras Rick se desabrochaba su cinturón de seguridad, escuchó a Miriya por el intercomunicador, hablando con Max sobre lo pesado que había sido el día. Al parecer para la Zentraedi aquellas misiones en las que se tenía que charlar con sus congéneres y hacerlos entrar en razón, eran particularmente desagradables. Si de Miriya hubiera sido, ella los hubiera puesto en línea con dos o tres disparos. Ella estaba convencida de que aquel era el único lenguaje que los zentraedis entendían. Rick también escuchó a Max hablarle pacientemente sobre la conveniencia de una coexistencia pacífica.

 

Cuando Rick bajó de su nave, vio a Max ayudando a Miriya a bajar de su inconfundible Veritech rojo. Mientras más pasaban las semanas la Zentraedi adquiría más y más un aspecto delicado y femenino. Rick sabía que era resultado de los cambios hormonales que su cuerpo estaba experimentando con su embarazo, pero aquello era interesante de ver, sobre todo tratándose de la siempre aguerrida Miriya. Ahora se dejaba consentir por Max y el comandante Hunter sabía que era solo cuestión de días para que ella misma le pidiera autorización para dejar de volar. Últimamente se había vuelto muy cuidadosa con su embarazo.

 

- ¿Vienes a cenar con nosotros, jefe? – Max llamó a su amigo. – Vamos al comedor de la base. ¿Gustas?

 

- Los alcanzo en unos momentos, Max. – Rick fingió estar revisando su Skull 1 – Sólo tengo que terminar de revisar unas cosas aquí… y entregar el reporte del día.

 

- De acuerdo. – Sonrió Max, sabiendo que aquello significaba que no volverían a ver a Rick por el resto de la noche. – Diviértete con esos reportes.

 

- Gracias… - Rick respondió en el mismo tono. – Vayan a descansar un poco, fue un día pesado.

 

Max y Miriya se despidieron de Rick y salieron del hangar. Los demás pilotos ya se retiraban, arrastrando los pies y bostezando. Todos estaban agotados. Rick se recargó en el muro y desde ahí vio el cielo nocturno a través de una de las terrazas de observación.

 

- Me pregunto si todavía estará de servicio… pensé que nos iba a dirigir de regreso esta noche, esperaba que pudiera hacerlo. Seguramente tuvo otra reunión de consejo… no se que me molesta más, si el hecho de que ella piense que puede manejar todo esto sin tomarse un descanso… o el hecho de que el consejo piense que ella puede manejar todo esto sin un descanso.

 

Rick fue a la terraza y se recargó en el barandal, mirando hacia la ciudad. El viento nocturno jugueteaba con su cabello ensortijado y se sentía helado contra su rostro; el cielo estaba cubierto de nubes. La ciudad lucía espléndida, ya totalmente iluminada por la luz eléctrica suministrada por los motores del SDF1.

 

- Espero que no haya olvidado que prometió acompañarme a comprar lo que necesito para mi casa… yo no sabría qué sábanas elegir… o cuantas toallas… también necesito comprar algo de ropa. No se si he crecido un poco, pero he notado que mis pantalones ya no me quedan muy bien.

 

Rick calculó que para entonces ya los pilotos habían salido de las duchas y él mismo se dirigió a los vestidores. Hubo un tiempo en que él había sido un piloto sociable que no perdía la oportunidad de pasar un momento con los muchachos, tratando de adaptarse al grupo, de ser “uno de ellos”. Pero poco a poco las responsabilidades lo habían ido alejando de esa clase de vida relajada y sin preocupaciones. Ahora era un piloto serio que rara vez socializaba con los demás.

 

Entre los pilotos de la RFD Rick Hunter era toda una leyenda y todos lo respetaban y lo apreciaban, pues siempre se comportaba como un jefe accesible y comprensivo. Pero además admiraban su liderazgo y su espíritu de servicio. El comandante Hunter parecía tener los ideales de la RDF tatuados sobre la piel. Lo que nadie sabía, excepto por los Sterling, era que esas cualidades y esos valores habían enraizado en Rick Hunter gracias a la influencia de Lisa Hayes.

 

El comandante Hunter se duchó en silencio y se uniformó. En poco tiempo ya se encontraba caminando sin rumbo fijo por los pasillos de Prometheus. Sin siquiera proponérselo fue a un teléfono de los que había para comunicaciones dentro de la zona militar y de forma automática marcó el número de Lisa, pero ella no respondió.

 

Rick se paseó por afuera del Centro de Comando sin atreverse a entrar. Era hora de cenar, pero no tenía ganas de ir al comedor que a esas horas estaría lleno de gente. Pensó en comprar algo para cenar en su habitación… pero recordó que incluso la tienda de conveniencia que se encontraba cerca de la base había sido ya reubicada en la ciudad. Finalmente decidió que compraría una Petite Cola y una bolsa de papas afuera de las barracas. De todas maneras sentía que nada más le apetecía.

 

De forma rutinaria, sus pasos lo llevaron al parque mirador en donde, como siempre, dio un par de vueltas y fue a sentarse a su banca de costumbre. Apoyó su codo en su rodilla y su barbilla en la palma de su mano, observando el gigantesco ventanal, pero sin ver nada en realidad. Se notaba cansado e incluso un poco fastidiado.

 

A pesar de que su mente no procesaba la información de la misma manera que lo hacía su corazón, y de que sus sentimientos y emociones no siempre se traducían en ideas y palabras, en un lugar muy dentro de sí, Rick comenzaba a sentir el peso de la soledad. Una soledad que lo había acompañado toda su vida y que ahora, una vez más, parecía hacerse patente. Se había acostumbrado demasiado a compartir el tiempo con Lisa y esas dos semanas sin ella habían sido incluso más insoportables que las que ella había pasado en la Base Alaska.

 

Las llamadas por teléfono a altas horas de la noche y las conversaciones oficiales o informales en el Tac Net no eran suficientes ya. De pronto Rick se encontró extrañando a Lisa, la mujer… no era solo cuestión de que ella lo escuchara o hablara con él, era mucho más profundo que eso… extrañaba su calor, su presencia, su aroma, su mirada, su sonrisa… extrañaba a Lisa, a la persona que ella era… y a la persona que él era cuando estaba con ella. Parecía que solamente con ella Rick podía hablar, sólo ella sabía hacerlo reír… incluso, sólo con ella podía llorar.

 

- ¿Se enojará conmigo si voy a su habitación y la espero ahí? Desde ayer tenía ganas de hacerle de cenar… no sería tan mala idea, después de todo conociendo a la comandante Hayes, lo más probable es que no haya probado bocado desde—

 

Rick se puso de pie pero su tren de pensamientos fue bruscamente detenido por una figura solitaria en su inmaculado uniforme de comandante de la RDF que se encontraba de pie frente a él, sosteniendo su carpeta con el logotipo del SDF1 contra su pecho y sonriéndole esa pequeña sonrisa que siempre hacía que él sintiera sus piernas débiles bajo su peso.

 

- Lisa… - La voz de Rick sonó incrédula, pero de inmediato una sonrisa enorme apareció en su rostro al tiempo que prácticamente volaba los pocos metros que lo separaban de ella. - ¡Lisa!

 

- ¡Hola Rick! – Ella lo saludó con suavidad.

 

Pero no pudo decir nada más, porque el comandante Hunter ya la había atrapado entre sus brazos, en un abrazo de oso que hizo que su respiración se cortara y la había levantado del suelo. Rick reía alegremente y Lisa tuvo que suplicarle, con voz entrecortada, que la pusiera en el suelo y le permitiera respirar.

 

Cuando él lo hizo, ella lo miró al rostro y le sonrió con la misma alegría con la que él le estaba sonriendo a ella. Lisa se preguntó en qué momento Rick Hunter había dejado de ser aquel chiquillo torpe y se había convertido en el hombre fuerte que estaba frente a ella.

 

- ¡Lisa! Estaba pensando en ti. – Rick le dijo espontáneamente, provocando una sonrisa aun más espectacular en el rostro de ella. - ¿Dónde te has metido, Hayes?

 

- Tu sabes que nosotras, las comadrejas parlanchinas tenemos nuestros nidos y no salimos de ellos… tu sabes cuál es mi hoyo, Hunter. – Lisa le respondió con una risita.

 

Rick soltó una carcajada y luego miró a Lisa, que seguía sonriéndole, visiblemente emocionada de verlo.

 

- ¡Te he extrañado mucho, Lisa! Necesito a alguien con quien pelear y discutir, en estas semanas se me ha acumulado demasiada tensión.

 

- Es bueno saber que eres el saco de arena de alguien. – Lisa le respondió juguetonamente.

 

- Bueno, tú sabes que yo también puedo ser tu saco de arena el día que quieras, Hayes. Pero bueno, ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en alguna reunión como siempre… ¿Pudiste escaparte temprano? ¿Cómo sabías que estaría aquí?

 

- Estaba cansada, así que trabajé de prisa esta tarde y pude limpiar mi agenda por el resto del día…

 

- Te ves cansada… tienes ojos de sueño.

 

- Si, la verdad es que si tengo mucho sueño… tú también te ves agotado, Rick. Se que no es para menos, he estado monitoreando sus patrullajes. El de hoy fue particularmente pesado, ¿no es así?

 

- Un poco, si… y tienes razón, estoy muy cansado yo también.

 

- Deberías de ir a dormir temprano.

 

- Si… estaba pensando en ir a cenar… ¿Vienes conmigo?

 

- No tengo muchas ganas de ir al comedor, pero tampoco tengo nada en mi departamento, ni siquiera he tenido el tiempo de comprar mi despensa… así que supongo que no hay opción.

 

- Yo tampoco tenía ganas de ir al comedor… no me gusta ir solo… pero si vas conmigo, podemos ponernos al día de todo.

 

- Rick… hay algo que quiero darte… pero creo que te lo entregaré con el postre.

 

- ¿De qué se trata, Lisa? – Él la miró, levantando una ceja.

 

- Oh, ya lo verás… no hay que ser curiosos, comandante.

 

Rick sonrió, pensando en lo bien que se sentía al estar con Lisa. Era como si de pronto, de una manera casi mágica todas sus fuerzas y su energía le hubieran regresado al cuerpo. Los dos comenzaron a caminar con rumbo al comedor, conversando sobre sus actividades del día y las ordenes que tenían para el día siguiente, pero incluso aquella conversación tan rutinaria y simple parecía adquirir un significado diferente cuando la compartían entre ellos.

 

 

 

- - - - - - - - - - -

 

 

El comedor militar estaba lleno de gente a esa hora y era difícil encontrar un lugar para sentarse a comer y relajarse un poco, así que a fin de cuentas Lisa y Rick decidieron pedir la comida para llevar e ir a cenar al departamento de ella.

 

Mientras esperaban a que les entregaran su paquete, Lisa se recargó en la barra, entretenida en ver las noticias de la MBS que estaban siendo transmitidas en la pantalla. Rick, a su lado, solo podía verla a ella. Mantenía su brazo recargado sobre la barra mientras se tomaba una botella de agua. Su cuerpo estaba vuelto hacia su comandante y tan cerca de ella, que casi podía sentir el calor que ella emanaba. El lenguaje corporal del comandante Hunter era más que sugestivo, era una señal a todos los demás pilotos para que mantuvieran su distancia con respecto a la comandante Hayes, pues él estaba ahí para protegerla. Sin embargo, él mismo no era consiente de esos mensajes que su cuerpo enviaba.

 

- … Los trabajos de reubicación de civiles se reportan a esta noche como completados al 94 por ciento y se espera que para el fin de semana la Ciudad Macross quede totalmente funcional y con su población completa…

 

Aquella noticia pareció capturar la atención de Rick, quien volvió su rostro a la pantalla y sonrió satisfecho, sabiendo que al menos los esfuerzos valían la pena. Lisa se enderezó cuando le entregaron una bolsa de papel con la comida y Rick se apresuró a tomarla. Ambos salieron del comedor y más de alguno de los ahí reunidos se preguntó si Hayes y Hunter eran ya una pareja… e incluso hubo comentarios de lo bien que se veían juntos.

 

Cuando llegaron al departamento de Lisa, él sonrió mientras iba a poner la bolsa de comida en la barra de la cocina. Aquello era muy familiar, se había acostumbrado mucho a esas visitas al camarote de Lisa y el no haber estado ahí por dos semanas lo había hecho extrañar aquello. Por su parte Lisa sonreía también, sintiendo que el corazón se le alborotaba en el pecho al ver la seguridad con la que él se movía en su departamento.

 

- Vamos a comer antes de que se enfríe. – Rick la llamó desde la cocina mientras comenzaba a sacar los platos. - ¡Y pensar que iba a cenar una Petite Cola con papitas!

 

- ¿Por qué? – Lisa entró a la cocina y se sentó en la barra.

 

- No se… ¿Qué ibas a cenar tu, Lisa?

 

Ella se encogió de hombros, sabiendo que probablemente se hubiera ido a la cama sólo con una taza de té y unas galletas de avena en el estómago.

 

- Me alegra saber que esto de la reubicación está casi listo. – Rick estaba sirviendo la comida. - ¿Tú crees que podamos tomarnos un día libre? Siento que lo necesitamos.

 

- Si, no creo que se nos niegue… gracias. – Lisa tomó el plato que él le ofrecía. – Además los procedimientos de la RDF claramente establecen que un elemento en servicio activo debe de contar con al menos… - Lisa se detuvo y se rió suavemente. – Lo siento Rick, creo que no puedo seguir hablando de esto.

 

- ¿Por qué? ¿Es información clasificada que solo puede ser conocida por los altos oficiales?

 

- No, todo está en los manuales… pero es falta de educación hablar de trabajo en la mesa.

 

- Ah, vaya… - a Rick pareció sorprenderle un poco aquello. - ¿Lo es?

 

- De acuerdo con Claudia, si lo es… - Lisa suspiró, pero enseguida sonrió y miró a Rick. – Me da gusto que haya podido encontrarte esta noche, Rick…

 

- A mi me da gusto que me hayas encontrado… yo te he buscado todos estos días, pero la comadreja no salía de su madriguera y eso es todo lo que voy a decir porque no quiero ser maleducado y hablar de trabajo en la mesa.

 

Lisa se rió y Rick le sonrió y continuó comiendo ávidamente. Ella lo miró por un minuto y se dio cuenta de lo agotado que en realidad se veía. Notó que parpadeaba mucho, clara indicación de que estaba luchando por no quedarse dormido. Ella sabía que tenía su siguiente vuelo de patrullaje a las 0700, por lo que tenía que reportarse en Prometheus una hora antes… Lisa vio su reloj y se percató de que ya era tarde.

 

- ¿Qué sucede? – Rick notó su intranquilidad.

 

- No es nada Rick… solo me preocupa que no vayas a dormir lo suficiente. Te ves muy cansado…

 

- Tengo una jaqueca que me está matando. – El asintió. – Pero Lisa, tú también te ves cansada… y no quiero importunarte. Te prometo que en cuanto acabe de cenar me voy y te dejo en paz.

 

- ¡No digas eso, Hunter! Tu sabes que a mi no me importa que estés aquí… puedes quedarte el tiempo que quieras, pero me gustaría que te fueras a dormir.

 

- Mañana va a ser un día pesado. – Rick comentó con un suspiro.

 

Lisa sonrió traviesamente y caminó rumbo al refrigerador, como si fuera a sacar algo. Pero cuando estuvo detrás de Rick, se acercó a él y recargó sus brazos en el hombro del comandante.

 

- ¿Todavía está en pie aquella salida para ir de compras, piloto?

 

La voz de Lisa y aquellas palabras pronunciadas tan cerca de su oído hicieron que Rick se estremeciera de pies a cabeza. Su cabeza se ladeó para mirar a Lisa de frente y sonrió. Ella dio un paso atrás y él giró sobre su silla para quedar de frente a ella.

 

- ¿Porqué me lo pregunta, comandante? ¡No me va a decir que se está echando para atrás?

 

- Claro que no… te pregunto porque… bueno, ¿Qué te parecería si fuéramos pasado mañana?

 

Rick la miró interrogativamente y ella sonrió.

 

- Espero que no te molestes Rick pero… estuve arreglando los turnos y… bueno, pude hacer coincidir nuestros descansos para pasado mañana…

 

- ¿Quieres decir que tenemos el día libre?

 

Lisa asintió con la cabeza y mordió su labio inferior, como esperando una reacción de Rick. Una enorme sonrisa se extendió en el rostro del piloto y por un momento tuvo el impulso de abrazar a Lisa, pero se contuvo.

 

- ¡Eres increíble, Hayes! ¡Un día libre al fin! No lo puedo creer…

 

- Si, pensé que ambos necesitábamos el descanso… tuve que oprimir algunos botones pero… bueno, todo está arreglado. – Lisa le guiñó el ojo. – Además Claudia me recomendó unas tiendas en la zona comercial… creo que vamos a tener que llevar un jeep con nosotros Rick, porque yo pienso comprar muchas cosas.

 

- Igual yo… y te iba a pedir un favor… pero…

 

- ¿Si?

 

- No nada, olvídalo… ese día te digo.

 

Lisa sonrió y asintió con la cabeza. Rick se frotaba nerviosamente el cabello, sabiendo que el favor que le quería pedir a Lisa era que lo acompañara a comprar algo de ropa… él jamás había sido bueno para esas cosas.

 

- Rick… fui a buscarte esta noche por dos razones…

 

- Déjame adivinar, primero porque querías verme… me extrañabas mucho y no puedes vivir sin mí.

 

- Algo así. – Lisa sonrió.

 

- Bien… me alegra que lo hicieras. Y segundo, porque tienes algo para mí que prometiste que me ibas a dar cuando llegáramos al postre…

 

Rick se dio vuelta y tomó su plato de comida en sus manos y sin previo aviso comenzó a meterse toda la comida a la boca con el tenedor, a una velocidad veritechnica.

 

- ¡Rick! – Lisa trató de detenerlo, pero la risa se lo impidió. - ¡No seas sucio! ¡Te vas a ahogar! ¡Rick Hunter!

 

Meterse la comida a la boca y masticarla fue la parte fácil de su acto de circo… tragársela fue algo muy diferente. Rick estuvo a punto de asfixiarse con su propia comida y Lisa tuvo que salir al rescate armada con un vaso de agua y unos golpecitos en la espalda del comandante.

 

- ¡No vuelvas a hacer eso! – ella lo estaba regañando. – A veces pareces niño chiquito, Rick… ¡Mira nada más! Ya te ensuciaste toda la cara…

 

Lisa tomó una servilleta y se acercó a Rick para limpiarle el rostro. Puso su mano en la barbilla del piloto para levantarle la cara y podérsela limpiar mejor. El se dejó mimar sin oponer resistencia, mirando a Lisa directamente a los ojos y sonriendo divertido mientras ella seguía regañándolo. ¡Se veía tan linda cuando arrugaba la nariz mientras lo reprendía! Y después, sin más preámbulo, Rick se inclinó hacia adelante y recargó su cabeza en el pecho de Lisa al tiempo que suspiraba pesadamente.

 

Aquello tomó por sorpresa a la comandante Hayes. Cuando vio a Rick inclinarse sobre ella, se sintió paralizada. El cabello de joven piloto de la RDF le hacía cosquillas en el rostro, así que ella tuvo que aplacarlo con su mano; sus dedos de enredaron en el cabello rebelde pero sedoso de Rick y aquello fue casi una caricia. Rick sonrió y cerró los ojos.

 

- ¡Ay Lisa! No sabes lo cansado que estoy… solo quisiera poder dormir por un día entero.

 

- Ya falta menos, Rick. – Lisa susurró, al tiempo que con su otra mano comenzaba a frotarle cariñosamente la espalda.

 

Rick sonrió. Aquello se sentía tan bien… cerró sus ojos y se dejó consentir, luchando contra el impulso que sentía de poner sus brazos en torno a la cintura de Lisa y atraerla hacia sí.

 

- Quisiera que mañana el día se fuera muy rápido, para pasado mañana poder descansar y luego ir contigo de compras. – Rick murmuró contra su pecho.

 

- Si, yo también estoy esperando nuestro día libre con ansia. – Lisa le contestó distraídamente. El hecho de estar acariciando su cabello la hacía perder cualquier capacidad de concentración.

 

Rick levantó su mirada y sus ojos azules se encontraron con los de la comandante Hayes, que tenían una chispa que les daba un brillo profundo y resplandeciente. Rick le sonrió traviesamente y se apartó de ella. Lisa suspiró, como si hubiera perdido algo cuando Rick se enderezó.

 

- Bien comandante Hayes, entonces… ¿Qué era lo que quería darme?

 

- Eres demasiado curioso, Hunter. – Lisa decidió jugar un poco con él antes de darle lo que tenía para él. - ¿Y si mejor lo dejamos para otra ocasión?

 

- ¡Ah, no! Lo siento mucho Hayes, pero de esta no sales viva.

 

Rick puso sus manos en los costados de Lisa de una manera que la tomó totalmente desprevenida. Ella dejó escapar un grito de sorpresa seguido de una risita desesperada cuando Rick comenzó a hacerle cosquillas.

 

- ¡NO! ¡Detente! ¡Rick! – ella trataba de escapar sin éxito de las manos del piloto, que parecían estar por doquier. - ¡Rick Hunter, ya basta!

 

Rick se reía, bastante divertido con aquello. No sabía que Lisa tenía tantas cosquillas ni que pudiera moverse como si fuera un gusano. Aquello lo divertía.

 

- ¡Cosquillas! ¡Cosquillas! ¡Cosquillas!

 

- ¡RI—ICK! – Lisa se quejaba, sin poder dejar de reírse. - ¡Es una orden directa—comandante! ¡Alto!

 

- Lo siento señora, pero estoy fuera de servicio.

 

Lisa trató de escapar pero Rick fue tras ella, atrapándola entre su cuerpo y la barra de la cocina, poniendo sus brazos a ambos lados de la comandante para evitar su huida. Lisa dio media vuelta para enfrentarlo de frente, pero cuando lo hizo, el tiempo pareció detenerse. Ahí, a sólo centímetros de su rostro, los ojos profundamente azules de Rick la miraban, mientras él respiraba entrecortadamente. Ella misma tenía problemas tratando de controlar su respiración. Ambos se sostuvieron la mirada mientras jadeaban sin poder controlarse. Finalmente fue Rick quien rompió con aquel contacto visual, inclinando su cabeza y recargando su frente en el hombro de Lisa.

 

- ¡Eres malo, Rick Hunter! – Lisa murmuró.

 

Rick soltó una risita y se enderezó, volviendo a capturar los ojos esmeralda de su comandante en los suyos.

 

- Es bueno conocer las debilidades del enemigo.

 

- ¿Ahora yo soy el enemigo? – Lisa fingió estar ofendida.

 

Rick sonrió divertido, una chispa traviesa brillándole en sus ojos azules.

 

- ¿Lo eres?

 

Lisa soltó una risita y trató de arreglarse el cabello que había quedado bastante dañado después del último ataque de Hunter. Rick pensó que se veía preciosa cuando hacía eso.

 

- Bien, - Lisa estaba hablando. – No puedo decir que te has ganado esto, porque esta noche te has portado muy mal pero—

 

- Pero a ti te gusta que me porte mal. – Él la interrumpió.

 

- ¡No te imaginas! – Lisa le respondió con ironía. – Bien, tengo algo para ti.

 

Lisa buscó en el bolsillo de su uniforme mientras Rick, recargado en la barra, seguía sus movimientos con curiosidad. Lisa sonrió y tomó la mano del comandante en la suya, al tiempo que colocó algo en su palma y la cerró en un puño.

 

- ¿Qué es esto, Lisa?

 

Rick abrió su mano y sus ojos se agrandaron cuando reconoció la llave que tenía en la palma de su mano. Miró a Lisa, quien comprendió las preguntas que él todavía no formulaba y asintió con la cabeza.

 

- Puedes ocuparla el día que quieras, Rick… toda tuya, piloto.

 

- Pero… ¿Cómo es qué…? Yo escuché que las casas se comenzarían a entregar a los militares hasta—y… teníamos que presentar cierta documentación y—

 

- Si, el papeleo y la burocracia de costumbre. – Lisa hizo un movimiento con la mano que significaba que todo aquello la fastidiaba. – Pero tienes suerte de que Claudia esté encargada de todo el procedimiento… me dijo que te la entregara y te dijera que tienes suerte de ser amigo de las dos personas más cercanas a ella. – Lisa le guiñó el ojo.

 

- ¡Vaya! Pues… tengo que agradecerle a Claudia, a ti y a mi hermano entonces. – Rick sostenía la llave frente a sus ojos como si se tratada de un trofeo. - ¡Mi casa! Lisa… ¡por fin tengo una casa! Ya no tendré que vivir en un cuartito de barraca… ahora voy a poder hacer lo que quiera y—

 

Rick comenzó a reírse, se dejó ir contra Lisa, tomándola por sorpresa mientras la levantaba del suelo y la giraba alrededor de la cocina. Lisa gritó pero enseguida comenzó a reír también. Cuando Rick la puso en el suelo, sus manos fueron a posarse sobre los hombros de Lisa y la miró a los ojos.

 

- ¡Lisa tengo que comprar tantas cosas! Es que no tengo nada… voy a necesitar muebles… una cama, una mesa… sillas… ¡todo!

 

- Pasado mañana podemos encargarnos de todo, Rick.

 

- ¡Mañana va a ser un día muy largo! – Rick reía emocionado. - ¡Gracias Lisa! ¡Muchas gracias!

 

- No tienes que agradecer, en realidad esto no fue por mí, sino por Claudia.

 

- No me importa… ¡Gracias!

 

Rick la atrajo hacia él y le plantó un beso lleno de sinceridad, cariño y agradecimiento en la mejilla. Lisa se sonrojó pero se rió de todas maneras. El ver a Rick tan emocionado y feliz la hacía sentirse contenta.

 

- Pues, ¿Qué le parece si ahora va a dormir un poco, teniente comandante Hunter? - Lisa sugirió. – No es que yo lo esté corriendo pero… en realidad te ves cansado, Rick.

 

- Lo estoy.

 

Él seguía examinando su llave como si jamás hubiera visto una en su vida. En una cara tenía grabado el nombre de la calle y el número y en la otra su inicial y apellido. Para Rick aquello era toda una maravilla. Miró a Lisa y le devolvió la sonrisa sincera y cálida que Lisa le estaba dedicando.

 

- Yo—no quiero importunarte más Lisa… te agradezco por todo… el que me hayas dado refugio esta noche, la cena… esto.

 

- De nada, Rick… la verdad es que me la pasé muy bien contigo esta noche.

 

- Si, yo también… siempre me la paso bien contigo Lisa… ¿Y sabes algo?

 

- ¿Qué cosa?

 

- Puede ser que esta haya sido la última vez que estemos aquí… cuando nos asentemos en la colonia militar quiero invitarte a cenar a mi casa, ¿de acuerdo? Quiero recompensarte por todas las veces que me has tenido aquí invadiendo tu espacio.

 

- No hay problema. – Lisa sonrió.

 

Rick puso la llave en su bolsillo y comenzó a limpiar la cocina, a quitar la basura, a lavar los platos. Lisa le dijo que no tenía porque molestarse, pero él insistió. Entre los dos dejaron la cocina limpia en menos de cinco minutos. Hasta para las labores de la casa ambos parecían coordinarse perfectamente. Discutieron un poco sobre el destino de los restos de la comida, pero después de todo, ¿qué sería una velada entre ellos sin una pequeña discusión para condimentar las cosas?

 

Finalmente Lisa despidió a Rick en la puerta de su departamento. Él la miraba sonriendo, todavía sin saber qué hacer para expresar la gratitud que sentía con ella.

 

- Ve y descansa, Rick. – Lisa le acomodaba la solapa de su uniforme distraídamente mientras lo despedía. – Mañana vas a tener un patrullaje largo y no quiero que estés cansado. Quiero que duermas bien esta noche, ¿de acuerdo?

 

- Claro que si… pero tú también debes de prometerme que vas a descansar… y que ya no trabajaras tanto, Lisa. No quiero pasar otras dos semanas sin verte.

 

- No te preocupes, eso no va a pasar.

 

- ¿Me lo prometes?

 

- Te lo prometo.

 

Rick le sonrió a Lisa y ella le devolvió la sonrisa.

 

- Entonces… te veo mañana en el Tac Net, ¿De acuerdo?

 

- Ahí estaré… y sobre pasado mañana…

 

- Ya nos pondremos de acuerdo… mañana te llamo en la noche, en cuanto regrese de la base.

 

- Muy bien.

 

Rick le ofreció su mano a Lisa y ella la tomó. Las estrecharon fuertemente, sin dejar de mirarse a los ojos. Rick aprovechó el momento para llevarse la mano de Lisa a los labios y besársela caballerosamente, lo que hizo que ella se estremeciera de pies a cabeza.

 

- ¡Buenas noches comandante Hayes! ¡Que descanse!

 

- Usted también, comandante Hunter… ¡Y cuídate mucho mañana!

 

Rick asintió con la cabeza y se alejó del departamento de Lisa. Ella continuaba recargada en el marco de la puerta, viéndolo alejarse. Antes de que diera la vuelta en la esquina del pasillo, le lanzó una última mirada y sonrisa a Lisa. Ella le respondió con un movimiento de mano. El pasillo quedó completamente solo cuando Rick salió de él. La comandante Hayes suspiró profundamente y regresó al interior de su departamento, tarareando alegremente una cancioncita y dirigiéndose directo al baño. Una ducha tibia y una noche de sueño era lo único que deseaba aquella noche después de la velada tan agradable que había compartido con el odioso pero adorable teniente comandante Hunter.

 

 

- - - - - - - - - - -

 

 

El último día de reubicación de civiles no pudo haber estado más lleno de problemas y complicaciones. Era normal que bajo tales circunstancias, a última hora salieran detalles que antes no se habían contemplado, sin embargo la RDF demostró estar a la altura de las circunstancias y mientras las horas transcurrían, todos los problemas se iban resolviendo con eficiencia. Lo que la gente de Macross no veía era la cantidad de presión y trabajo que los oficiales del SDF1 y los pilotos estaban llevando a cabo.

 

En el Control de Comunicaciones las pantallas no dejaban de parpadear, los intercomunicadores no dejaban de sonar y todo el personal del C4 se encontraba desde el amanecer en un ritmo frenético de trabajo. La comandante Hayes, desde su puesto de control, se maravillaba de la coordinación que su equipo había logrado, pues a pesar de las muchas voces y sonidos que se mezclaban en aquel lugar, haciéndolo lucir caótico, la realidad era que cada quien sabía lo que hacía y se encargaba de sus tareas con eficiencia y rapidez.

 

Lisa había querido coordinar el despegue del escuadrón Skull y tal vez supervisar su patrullaje, pero en el momento en que había puesto un pie dentro del centro de control había tenido que encargarse de mil asuntos diferentes, tanto tácticos como técnicos y administrativos. Vanessa la observaba de vez en vez, mientras hacía una pausa en su propio trabajo, preguntándose cual sería el secreto de la comandante Hayes para poder hacer tantas cosas al mismo tiempo y con una perfección extraordinaria. Lisa podía estar revisando un reporte al tiempo que hablaba por su sistema de intercomunicaciones y mantenía un ojo en los datos que se transmitían en su computadora. Eso además de coordinar todas las actividades del Control de Comunicaciones. No era un misterio porqué los pilotos la llamaban “la super chica”, pues en realidad lo era.

 

Al medio día Lisa sonrió cuando a sus espaldas escuchó la voz siempre renegada de Rick al dirigirse a Vanessa para informarle sobre algunos contratiempos que habían tenido que resolver durante el patrullaje. Vanessa era paciente con el comandante Hunter, pero con la tensión que habían tenido que soportar durante todo el día, Lisa notó que su amiga estaba a punto de estallar y decidió, por el bien tanto de Vanessa como de Rick, encargarse de la comunicación.

 

- Está bien, Vanessa. Transfiere la comunicación con el comandante Hunter a mi consola, yo me encargo.

 

- ¡Es que a veces puede ser tan irritante! – Vanessa replicó con un gruñido. – Comunicación transferida por el canal militar, comandante Hayes.

 

- Aquí Delta 1 a Skull 1. – Lisa abrió la comunicación con su característico saludo.

 

- ¡Lisa! – el rostro de Rick pareció iluminarse. - ¿Qué sucede el día de hoy? Todo es un caos… se nos ordenó permanecer en tierra en modo guardián en la sección IV de la ciudad y ahora tengo a un loco del centro de coordinación de reubicación gritándome en el tac net, diciéndome que por qué el escuadrón Skull ha estado de ocioso todo el día. Directamente del puente del SDF1 se nos ordenó despegar, pero nos están llegando ordenes contradictorias tanto del puente como del centro de coordinación y yo ya les dije que mientras un oficial del Centro de Comando no me de ordenes precisas, yo mantendré a mi escuadrón haciendo piruetas sobre el cielo de Macross.

 

Lisa no podía evitar sonreír al escuchar las palabras de Rick. Se notaba que estaba molesto, pero también parecía estar divertido con la situación.

 

- Mantén a tu escuadrón en formación, Rick. – Lisa respondió. – Déjame revisar tus órdenes… y no te preocupes, desde este momento solo recibirás órdenes desde este centro de control.

 

- ¡Gracias Lisa! Me alegro que estés por ahí, porque tu eres la única persona que sabes dar órdenes de vuelo precisas y coherentes.

 

- ¿Acaso estoy recibiendo un cumplido, comandante?

 

- Es la verdad, Lisa. – La voz de Rick sonó seria y sincera cuando respondió.

 

- Bien… Rick, lamento informarte que el Almirante Gloval ha solicitado la presencia del Skull en la colonia Zentraedi… al parecer hay conflictos en esa zona otra vez. Se te otorga poder discrecional para resolver los altercados. Sólo se te pide que seas diplomático.

 

- ¿De qué se trata esta vez, Lisa?

 

- Lo mismo de siempre, zentraedis no micronizados que se niegan a recibir ordenes de los equipos de reubicación. Van a tener que patrullar la zona y encargarse de la situación hasta nuevas ordenes, comandante.

 

- De acuerdo. – Rick respondió con un suspiro. – No creo que a Miriya vaya a gustarle pero ordenes son ordenes… ¿Nos vas a coordinar tú, Lisa? ¡Por favor hazlo!

 

- Quisiera hacerlo Rick, pero tengo otras asignaciones y una reunión rápida de staff en 20 minutos… Vanessa será tu coordinadora.

 

- ¡Grandioso!

 

- O puedo pedirle a Sammie que—

 

- ¡No! Creo que Vanessa está bien… pero Lisa, vas a estar por ahí, ¿verdad? Solo por si acaso.

 

- No te preocupes Rick, siempre estoy aquí.

 

- Lo se. – Rick le sonrió de una manera que hizo que Lisa se sonrojara levemente.

 

- Buena suerte comandante Hunter. Ahora paso la comunicación a Vanessa.

 

- ¡Suerte para ti también Lisa! Te llamo cuando regrese.

 

Lisa cerró la comunicación y la transfirió a Vanessa, quien había estado atenta a la conversación.

 

- Las órdenes de vuelo ya se transmitieron a la computadora de Rick. – Lisa le informó. – Dale seguimiento y mantenme informada, ¿de acuerdo?

 

- Si comandante.

 

Lisa asintió, pero no tenía tiempo que perder. Tomó su carpeta y se dirigió a la puerta.

 

- Voy al a reunión, Vanessa… cualquier cosa, llámame a mi localizador.

 

Lisa salió del puesto de control y Vanessa miró a la puerta vacía por un momento antes de regresar a su trabajo.

 

- ¡Simplemente no se cómo lo hace!

 

 

 

- - - - - - - - - - -

 

 

Cuando Lisa entró a su habitación esa noche, lo primero que hizo fue arrojar sus zapatos a un rincón, desabrocharse su chaqueta del uniforme y literalmente dejarse caer sobre el sofá de su sala de estar. Un pequeño resplandor intermitente llamó su atención y se dio cuenta de que era su contestadora automática. Oprimió un botón e inmediatamente escuchó la voz familiar de Rick:

 

- Lisa, ¿todavía no llegas?.... bueno, te llamó más tarde.

 

El mensaje terminó con un zumbido largo y el siguiente mensaje inició:

 

- Comandante Hayes… ¿no se ha dado cuenta de la hora? No es de una chica decente andar fuera de su casa en la madrugada… llámame en cuanto regreses.

 

Un nuevo zumbido se escuchó, seguido de otro mensaje:

 

- Lisa, llamé a la base, me dijeron que ya habías salido… esto de hablar con tu contestadora ya no me está gustando, pero parece que últimamente ella se está convirtiendo en mi mejor amiga… ¡en fin! Si no estás muy cansada, quisiera que me llamaras para… para lo de mañana. ¡Te espero despierto!

 

Lisa tenía una sonrisa enorme en el rostro cuando terminó de escuchar los mensajes de Rick. Se le hacía tierno que él se preocupara de esa manera por ella. Se sentó en el sofá y tomó el teléfono, marcando el número del comandante Hunter de manera automática. El teléfono no tuvo que repicar más de una vez antes de que Rick tomara la llamada.

 

- ¡Lisa! ¡Vaya, ya era hora! ¿Hasta esta hora saliste de la base? ¡Son casi las dos de la mañana!

 

- Si Rick, voy llegando… escuché tus mensajes.

 

- Te escuchas cansada… no quiero tenerte despierta, sólo quería saber a qué hora vamos a ir mañana a la ciudad… si es que todavía siguen en pie los planes.

 

- ¡Claro que sí, Rick! La verdad es que ambos necesitamos algo de sueño… ¿te parecería si nos viéramos al medio día para comer y pasar el resto del día de compras?

 

- ¡Excelente! Entonces… ¿quieres que pase por ti?

 

- Pues no tiene caso que te desvíes tanto… ¿te parece si nos vemos en la entrada de las barracas a las 1300 horas?

 

- ¡Perfecto! Entonces ahí te veo, Lisa.

 

- Rick… - Lisa lo detuvo, pues sintió que iba a colgar. - ¿Cómo estuvo tu patrullaje? Leí el reporte de Vanessa pero… ¿no les dieron demasiados problemas esos zentraedis? Supe que tuviste que llegar a algunos acuerdos con ellos.

 

- Si, estaban un poco necios… pero lo arreglamos Lisa, no te preocupes. Mañana te contaré los detalles porque no quiero desvelarte más.

 

- De acuerdo.

 

- Lisa… gracias por preguntar.

 

- De nada, Rick… descansa.

 

- Tu también.

 

Cuando Lisa colgó el teléfono, sentía que su corazón le latía con fuerza en el pecho. El tono de la voz de Rick cuando le había dado las gracias y se había despedido de ella era un tono que siempre la hacía estremecerse. Lisa se puso de pie y caminó a su habitación. Ya se bañaría por la mañana. Se quitó su uniforme, se puso una camiseta con un logotipo de la Academia Militar Robotech que le quedaba demasiado grande, puso su despertador a la hora y se dejó caer en la cama. Dos minutos después la comandante Hayes ya se encontraba profundamente dormida.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

El día era frío pero el sol luchaba por filtrarse débilmente entre las nubes que cubrían Ciudad Macross. A las personas parecía no importarles el clima; las calles de la ciudad estaban abarrotadas de personas. Después de una larga travesía por el espacio a bordo del SDF1 aquel día finalmente las cosas habían vuelto a la normalidad. La ciudad había sido totalmente reubicada en torno al lago Gloval y la noche anterior las puertas de acceso civil al SDF1 se habían finalmente cerrado para siempre.

 

Los niños corrían en los parques, los autos circulaban por las calles y el olor a pintura fresca mezclado con el viento frío del norte le daban un toque muy especial a aquel primer día en Nueva Macross.

 

La puerta de un restaurante se abrió y Rick y Lisa salieron a la calle. Ambos reían y se notaban felices y relajados. Habían dormido hasta tarde y se habían encontrado para ir a comer. El restaurante que habían elegido había sido uno pequeño pero acogedor que vieron en su camino, y la elección había sido excelente, pues la comida aunque no era elegante, tenía un sabor casero que a ambos les encantó.

 

- ¡Estoy lleno! – Rick comentó. – No recuerdo cuando fue la última vez que había comido tanto y tan sabroso.

 

- Bueno, si me permites refrescarte la memoria Rick, posiblemente fuera aquella noche en el refugio bajo la casa de mi familia… ¿Recuerdas, la noche en que yo cociné?

 

- ¡Oh! – Rick sonrió. – Es verdad… la noche en la que descubrí que la comandante Hayes sabía hacer otras cosas además de dar ordenes y destruir naves enemigas.

 

- Muy gracioso Hunter… te sorprenderías si supieras todo lo que en realidad se hacer.

 

Rick sonrió y alcanzó a Lisa quien se había adelantado por la calle. Se emparejó con ella y comenzó a caminar a su lado, con las manos en las bolsas.

 

- Ya tendrás la oportunidad de demostrármelo, Hayes. Ahora, ¿Qué dices? ¿Hora de ir a comprar nuestras cosas?

 

- ¡Por supuesto!

 

Ambos siguieron conversando y haciéndose bromas mutuamente, en ese tono tan peculiar de ellos que hacía que aquello pareciera, a los ojos de un extraño, casi como si estuvieran discutiendo. Tomaron el rumbo del distrito comercial de la ciudad, en donde la gente parecía estar particularmente concentrada. Rick se alegró de haber estacionado el jeep militar cerca del restaurante, pues hubiera sido imposible encontrar estacionamiento en esa zona de la ciudad.

 

Lisa llevaba consigo una lista de tiendas que Claudia le había recomendado. Había demasiadas cosas que ver y una larga lista de cosas que comprar. Aquello los mantendría ocupados por el resto del día.

 

Rick estaba empeñado en ir a ver algunos muebles, pues al contrario de Lisa, él no tenía ni una silla que fuera de su propiedad. Visitaron varias tiendas de muebles, pero era difícil encontrar unos que se adaptaran a los espacios de las casas militares. De todas maneras ambos disfrutaron la experiencia de ver los diferentes estilos y tendencias de muebles. Descubrieron que mientras Rick parecía ser un minimalista, Lisa se inclinaba más por un estilo clásico europeo. Ambos reían al percatarse de que ni siquiera en eso parecían ponerse de acuerdo.

 

Lisa tuvo que regañar a Rick varias veces cuando él decidió que rebotar en los colchones de las camas de muestra era la mejor manera de probarlas. Lisa se enamoró de un pequeño comedor de madera y basándose en ese mueble, comenzó a describirle a Rick cuál sería su casa ideal.

 

Fueron a ver las lámparas, las alfombras y las cortinas. Lisa eligió varias cortinas tanto para su casa como para la de Rick y se rió al recordar en comentario de Claudia de que ella y Rick pronto estarían eligiendo sus cortinas.

 

Finalmente Rick encontró una cama que le gustaba, tanto por su estilo como por el tamaño que era perfecto para su habitación. Mientras él la revisaba por arriba y por abajo, como si se tratara de su Veritech antes de un vuelo de rutina, Lisa revisaba el plano de la casa de Rick, haciendo cálculos mentales sobre las dimensiones de la cama en comparación con las de la habitación. Decidió que de hecho, aquel era el mueble perfecto.

 

- ¿Se han decidido por algo en particular? – uno de los empleados se acercó a preguntar.

 

- Si… bueno, al parecer nos vamos a quedar con esta cama. – Lisa le respondió, levantando su mirada del plano.

 

- Es una cama muy resistente y cómoda… - el vendedor dudó un momento. – Pero pienso que es demasiado simple para una pareja de recién casados como ustedes… creo que algo más clásico sería más romántico.

 

Lisa y Rick se miraron y se sonrojaron.

 

- Oh, no… - Lisa se apresuró a responder. – Nosotros no—

 

- ¡Oh! – ahora fue el turno del empleado de sonrojarse. - ¡Discúlpenme por favor! Es que desde hace rato los he estado observando y—no, olvídenlo… entonces señor, ¿se queda con esta cama?

 

- Si… - dijo Rick un poco nervioso. – También voy a comprar un comedor que vi por allá y—un par de cosas más.

 

- Por supuesto… déjeme ir por mi libreta de notas para comenzar a levantar el pedido. La entrega es cortesía de la casa por inauguración.

 

El vendedor se alejó y Rick miró a Lisa, quien fingía estar muy interesada en el plano que tenía en las manos.

 

- Bueno pues… - dudó un poco, pero decidió no mencionar aquel incidente. - ¿Qué te parece esta cama, Lisa?

 

- Es tu estilo, Rick. – Ella le sonrió. – Pero lo importante es que esté cómoda.

 

- ¡La voy a pedir con el mejor colchón ortopédico que tengan! Creo que es un lujo que un piloto de combate puede darse de vez en cuando.

 

- Así es.

 

Mientras Rick llenaba el papeleo en el escritorio del vendedor, Lisa se dedicó a elegir sábanas y edredones tanto para la cama de Rick, como para la suya propia. Él la miraba sin poder evitarlo. Ni siquiera prestaba atención a lo que el vendedor le decía, pues sus ojos seguían a Lisa quien se movía de un lado a otro, como una abejita ocupada, eligiendo las sabanas que serían perfectas, que combinarían con los edredones y que además serían cómodas. Eligió para Rick dos juegos, uno de franela para el frío que se sentía en ese invierno y otras de algodón para cuando el clima comenzara a calentar.

 

- ¿Usted de verdad pensó que ella y yo… estábamos casados?

 

- Si señor. – el vendedor le contestó nerviosamente mientras llenaba las facturas. – Hacen una bonita pareja.

 

- ¿Le parece?

 

- Si señor… espero que no sea inconveniente el que la tienda por el momento sólo esté aceptando efectivo.

 

- No, no hay inconveniente. – Rick sacó su dinero y comenzó a pagar, sin poder evitarlo, sus ojos fueron a Lisa otra vez. – Cóbrese también las sabanas y cobertores, todo lo que la señorita esté eligiendo, ¿de acuerdo?

 

- Si señor.

 

Después de salir de esa tienda, Lisa prácticamente arrastró a Rick a otra en donde vendían artículos de jardín. Lisa danzaba alrededor de la tienda mientras elegía un pequeño pero hermoso juego de jardín y un sillón mecedor. También compró algunas macetas y otros aditamentos para su jardín.

 

De ahí fueron directamente a comprar todo lo que necesitaban para equipar sus respectivas cocinas, desde platos, vasos, cubiertos, cazuelas… simplemente todo. Ninguno de los dos tenía mucha experiencia en el difícil arte de los artículos de cocina; ellos no sabían diferenciar entre las muchas opciones que se les presentaban, por lo que al final terminaron por comprar simplemente los artículos que les gustaron más, sin detenerse a analizar si eran mejores que otros.

 

En una tienda en donde entraron a comprar unas lámparas que Lisa vio en el aparador, Rick escuchó la voz de Minmai en las bocinas. Lisa también lo hizo, pero prefirió no hacer comentarios. Todo el rato que estuvieron en esa tienda, la voz de Minmai cantando villancicos fue su música de fondo. Lisa se enteró, por los comentarios que escuchó, que la señorita Macross acababa de grabar un CD navideño y era la sensación de la temporada.

 

- ¡Sólo espero que Rick no decida comprar una copia y escucharlo sin parar de regreso al SDF1!

 

Pero Rick no parecía darse por enterado. A pesar de que estaba escuchando las canciones y de que pensaba que Minmai en realidad tenía una voz privilegiada, aquella tarde era sólo para él y Lisa y no pensaba echarla a perder.

 

Las compras se prolongaron por más tiempo del que ellos mismos habían planeado y eso, junto con el hecho de que tenían que ir y venir al jeep, para ir descargando lo que iban comprando, hicieron que para la hora en que la noche cayó sobre Nueva Macross, ambos estuvieran agotados.

 

- Lisa… - Rick habló con cierto nerviosismo en su voz, al tiempo que colocaba el último paquete dentro del jeep. – Se que ya terminamos por hoy y realmente me ayudaste mucho pero… quería pedirte un último favor antes de volver.

 

- ¿Si Rick?

 

- Es que… últimamente he sentido que mi ropa ya no me queda. – Rick se sonrojó un poco. – Creo que he crecido o algo…

 

- Si… - Lisa se dio la oportunidad de examinar a Rick de pies a cabeza, percatándose por primera vez de lo mucho que había cambiado desde que lo había conocido hacía ya tantos años. – En realidad creo que si has crecido un poco… y sin duda te has puesto más fuerte.

 

- ¿Tú crees? – Rick sonrió, pero se sonrojó aun más.

 

- Bueno, esas son las bondades del entrenamiento… pero ¿Qué era lo que querías pedirme?

 

- Es que yo nunca he sido bueno para esto y pensé que tú—Lisa, si no te molesta… ¿Podrías acompañarme a comprar algo de ropa?

 

Lisa lo miró con incredulidad. ¿Había escuchado bien? ¿En realidad Rick le estaba pidiendo que lo acompañara a comprar ropa?

 

- Claro, si no es mucho pedir… - Rick se pasaba la mano por el cabello nerviosamente. – Es que pensé que ya que estamos aquí pues…

 

- No, no hay problema. – Lisa sonrió y tomó a Rick por el brazo. – Ven, vamos… ¿Qué es lo que quieres comprar exactamente?

 

- De todo… algunos pantalones, camisas… calcetines… y… bueno, todo lo demás.

 

Rick se sonrojó un poco y Lisa soltó una risita.

 

- No te preocupes Rick… yo tampoco soy muy buena en esto de ir a comprar ropa, pero te aseguro que encontraremos algo para ti…

 

- Si… quiero una camisa de franela azul. Solía tener una en mi casa y me gustaba mucho… y quizás una camisa de un color amarillo claro… y algunos pares de pantalones vaqueros… en realidad no necesito mucha ropa pues la mayor parte del tiempo estoy en uniforme pero…

 

- Me pasa lo mismo a mí. – Lisa sonrió.

 

Rick le devolvió la sonrisa, al tiempo que pensaba en lo similares que Lisa y él parecían ser. También se dio cuenta en ese momento, del nivel de confianza que le tenía a Lisa. Jamás se podría imaginar a sí mismo pidiéndole a Minmai o a ninguna otra mujer que lo acompañara a comprar ropa. Pero con Lisa aquello parecía lo más normal y natural del mundo.

 

Entraron a una tienda de ropa para hombre y Lisa comenzó a moverse alrededor, encontrando suéteres que podrían combinar con los ojos de Rick, camisas que se le verían bien… incluso pantalones. Rick apreciaba las sugerencias y de hecho se dio cuenta de que Lisa parecía conocer exactamente su gusto en ropa. Todo lo que ella le mostraba le gustaba. Rick terminó yendo al probador con una carga bastante grande de ropa.

 

Lisa lo esperaba afuera, ansiosa de ver a Rick con las prendas que ella había elegido y riendo para si misma al pensar que aquello era como un show de modas… y que el modelo era increíblemente apuesto.

 

- ¿Bien?

 

Rick salió del probador, vistiendo un pantalón vaquero con una camisa clara y un suéter verde. Lisa lo miró y sonrió, aprobando su “look”.

 

- Ese suéter te sienta excelente, Rick.

 

- Es muy cómodo… me gusta mucho Lisa… gracias por encontrármelo. Ahora quiero probarme esta camisa de franela… es exactamente como la que estaba buscando.

 

Rick entró al probador otra vez, pero dejó la puerta entreabierta. Lisa no pudo evitar el mirar hacia la abertura que le daba acceso directo al espejo de cuerpo completo del vestidor. Vio a Rick quitarse el suéter y la camisa y sintió que el corazón le palpitaba con fuerza cuando por una fracción de segundo, vio el pecho fuerte y musculoso del piloto antes de que Rick se pusiera la camisa.

 

- ¡Vaya!

 

Lisa sacudió la cabeza, tratando de sacarse de ella los pensamientos que de pronto se habían apoderado de su mente… los recuerdos de aquella noche en el refugio y la manera en cómo ella le había dado aquel masaje a Rick.

 

- Esta camisa es perfecta. – Rick interrumpió sus pensamientos, saliendo del vestidor una vez más. - ¿Tú que dices Lisa? A mi me gusta mucho.

 

- Es muy bonita. – ella sonrió sinceramente.

 

Rick eligió varias camisas, algunos pantalones y un par de suéteres, así como unos zapatos deportivos y unas botas de campo. También hizo una visita a la sección de ropa interior para caballeros. Le pidió a Lisa que lo dejara ir solo, pero la comandante decidió devolverle la que le debía desde aquel día en que se conocieron cara a cara – en una tienda de ropa interior para mujeres - y terminó por ir a espiarlo. Además se sentía con ganas de portarse juguetona y traviesa aquella noche. Rick la descubrió mientras estaba examinando unos boxers y prácticamente la correteó fuera de aquella sección.

 

Lisa no pudo evitar soltar una risita divertida cuando, después de unos minutos Rick apareció en donde ella estaba, todavía cerca del probador, con una bolsa en las manos.

 

- ¿Terminaste tus compras en la sección prohibida?

 

- ¡Muy graciosa, comandante! ¿Ahora quién es la pervertida?

 

Ambos se rieron y Lisa le señaló a Rick una chaqueta que le había gustado mucho y pensaba que le quedaría muy bien a él. Aquello fue amor a primera vista para Rick también. Fue a probársela y Lisa, desde la puerta del probador, aprobó su apariencia con un movimiento de cabeza.

 

En ese momento uno de los vendedores se acercó y los interrumpió:

 

- Señora, aquí está ya empaquetada la ropa de su esposo… servicio de la tienda.

 

Lisa miró a aquel hombre, un poco apenada pero extrañada al mismo tiempo de que fuera la segunda persona aquel día que los confundía con una pareja casada. Iba a rectificar aquello, cuando Rick dio un paso fuera del vestidor y puso su brazo alrededor de los hombros de Lisa.

 

- ¿Tu qué dices, mi cielo? – Le dijo. - ¿Cómo me veo con esta chaqueta?

 

- ¿Uh?

 

Lisa miró a Rick con una expresión de incredulidad y sorpresa en el rostro, pero cuando vio la sonrisa traviesa y el guiño que él le hizo, supo que Rick estaba jugando y decidió seguir el juego.

 

- Te ves muy guapo, amor. – Lisa le acomodó la camisa en un gesto amoroso que para ser actuado le salió demasiado espontáneo. – Creo que deberías de llevártela.

 

Rick sonrió de una manera que jamás lo había hecho, destilando ternura por los ojos cuando miró a Lisa, quien levantó la mirada para encontrarse con la suya. El hecho de que ella lo hubiera llamado “amor” le había producido un corto circuito en el pecho. Sentía que algo se le estaba derritiendo en su interior. Con gran cariño le tocó la punta de la nariz a Lisa con su dedo, juguetonamente. Ella le sonrió con ternura y Rick suspiró, al tiempo que su mirada iba de Lisa al vendedor.

 

- Si, también me llevo esta.

 

Se quitó la chaqueta y se la entregó a aquel hombre, quien le sonrió y asintió con la cabeza.

 

- Si su esposa dice que se ve apuesto con esa chaqueta, entonces no hay nada más que argumentar, ¿no es así, señor?

 

- Así es. – Rick le sonrió a Lisa. - ¡La palabra de la señora Hunter es la ley!

 

- En un segundo se la tengo lista… por cierto, hacen una pareja muy bonita… ¿Son recién casados? Porque se ven muy enamorados.

 

Lisa y Rick rieron nerviosamente y el vendedor se alejó de ahí, sin siquiera esperar para escuchar la respuesta.

 

- ¿Qué fue eso, Rick? – Lisa le lanzó una mirada acusadora pero divertida.

 

- Pensé que sería divertido jugar a la casita. – él se encogió de hombros. – Además se siente bonito…

 

- ¿Qué cosa?

 

- No se… - Rick se alejó unos pasos. – Que alguien te hable de esa manera… ya sabes, como tu lo hiciste.

 

- ¡Oh! – Lisa se sonrojó. – Sólo estaba… siguiendo el juego.

 

- Lo se. – Rick le sonrió. – Entonces terminamos por el día… ¿No tienes hambre? ¿Te gustaría ir a tomar un café antes de regresar al SDF1?

 

- Si, me gustaría mucho.

 

- Bien, yo invito… podríamos ir al café que fuimos el otro día, el que está cerca de nuestras casas…

 

- ¿El Café Seciele?

 

- ¡Ese mismo! Y ya que estamos ahí, podríamos dejar de una vez algunas cosas en las casas, ¿no te parece?

 

- ¡Excelente idea, señor!

 

 

Lisa y Rick salieron de la tienda y se dirigieron al jeep. La noche había caído sobre Ciudad Macross y todas las luces eléctricas del sector comercial se habían encendido. Había una gran cantidad de anuncios de neón brillando en la noche y música, ruido, risas y conversaciones se mezclaban para hacer de aquel sitio un lugar en donde la vida fluía en las venas de la nueva ciudad.

 

Los dos jóvenes oficiales de la RDF caminaron sin prisas hasta su auto, estacionado a unas cuantas cuadras, mientras comentaban los acontecimientos del día. Cuando salieron del ruido del sector comercial y entraron en una calle silenciosa y solitaria, ambos se sintieron más relajados. Ninguno de ellos era una persona que gozara las multitudes y el ruido.

 

El aire frío que se había soltado de repente era un preludio a la nieve que pronto comenzaría a caer, cubriendo a la Tierra herida con un manto blanco. Rick abrió la puerta del jeep para que Lisa se subiera y luego él tomó su lugar frente al volante. Sin perder tiempo se dirigieron a sus casas. Hicieron una breve parada en casa de Lisa, donde dejaron algunas cosas. Ella también aprovechó para revisar su pequeño jardín, que en dos semanas había crecido mucho. Rick le comentó que iba a conseguirle una cápsula de microclima más grande.

 

Después se dirigieron a la casa de Rick, en donde estuvieron por más tiempo, pues la mayoría de las cosas que traían en el jeep pertenecían al comandante Hunter. Mientras Rick descargaba, Lisa se paseaba por la casa, pensando en todo lo que tenía planeado hacer ahí. El lugar era pequeño, pero ella planeaba convertirlo en un sitio acogedor y cómodo para Rick; su escondite.

 

Cuando Rick colocó la última caja en el suelo de su habitación vacía, miró a Lisa y le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa:

 

- ¿En qué piensas?

 

- En todo lo que vamos a tener que trabajar para arreglar estas casas.

 

- ¿Cuándo quieres que comencemos, Lisa?

 

- Lo más pronto posible… creo que la reubicación militar comenzará en dos días. Mañana yo tengo una junta con el consejo para hacer una evaluación de las actividades de la reubicación civil, pero no creo tener que quedarme hasta tarde en la base… después del trabajo de estas dos semanas pasadas, estoy segura que nos permitirán relajarnos un poco.

 

- Bien… entonces este es el plan, yo te llamo temprano y vemos que podemos hacer, ¿de acuerdo? Si yo salgo pronto del patrullaje, puedo comenzar a traer tus cosas desde tu departamento… además…

 

- ¿Además qué…?

 

- Nada… - Rick sonrió traviesamente. – Estaba pensando en donde puedo conseguir un camión lo suficientemente grande como para transportar tu piano, Lisa.

 

- Primero necesito mandarlo arreglar.

 

- No necesariamente…

 

- ¿Qué? – Lisa miró a Rick.

 

- Digamos que—aquellos boletos del concierto me dieron mucho más que sólo unas macetas para tu jardín.

 

- Pero Rick… ¿Qué—?

 

- Dan, el teniente Phillips tiene un hermano que se dedicaba a la restauración de muebles antiguos cuando estábamos en la tierra… ahora trabaja en la sección de mantenimiento del SDF1 y…

 

- ¡Rick! – Lisa intentó regañarlo. - ¿Cambiaste esos boletos por…?

 

- Ellos ofrecieron. – Rick guiñó el ojo. – ¡Vamos Lisa! No puedes decirme que no estás emocionada, porque yo si lo estoy… no puedo esperar a escucharte tocar ese piano… porque quiero que sepa que me debe un concierto privado, señorita Hayes.

 

- Todos los que quieras. – Lisa sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas.

 

- ¡Vamos Lisa! ¡No me digas que ahora te vas a poner a llorar! Eso no va contigo, comandante.

 

Lisa negó con la cabeza y miró a Rick, quien le sonreía con cariño.

 

- Gracias Rick… por todo.

 

- No tienes nada que agradecer, Hayes.

 

- Es que has hecho mucho por mí, Rick… nadie nunca se había preocupado así por mí.

 

- Tú también haces cosas por mí y siempre estás ahí, cuidándome la espalda. Se que me quejo mucho y que muchas veces te saco de tus casillas… pero Lisa, yo confío en ti como en nadie… confío tanto que… incluso te pido que me acompañes a comprar mi ropa. – Rick se rió.

 

- Cierto. – Lisa sonrió.

 

- Bien, pues entonces ¿Qué te parece si vamos a cenar al cafecito de a la vuelta? Se que mañana tienes que reportarte temprano en la base y no quiero desvelarte. Mientras cenamos podemos comenzar a planear todo esto de la mudanza, ¿te parece?

 

- Excelente, Rick… me parece muy bien.

 

Salieron a la calle y Rick miró el jeep y luego a Lisa. La noche era fría pero él tenía ganas de caminar y ella pareció entenderlo, porque le sonrió y lo tomó del brazo.

 

- ¿Te gustaría caminar? – le preguntó. – Porque a mi me gusta mucho caminar, sobre todo de noche.

 

- Claro. – Rick sonrió, sorprendido como siempre de la habilidad que Lisa tenía para leerle la mente. – Es bonito poder caminar y sentir el aire fresco de la noche, después de tanto tiempo encerrados en el SDF1.

 

- Así es… me va a gustar vivir aquí… es tan pacífico.

 

Rick se detuvo de golpe y Lisa lo miró interrogativamente. El había notado un ligero temblor en Lisa que interpretó cómo que ella tenía frío… y tal vez así era, pero lo que realmente la hacía temblar de aquella manera era la proximidad física con Rick. Quizás era la primera vez que él lo notaba, pero a ella le sucedía todo el tiempo.

 

- Espera un segundo Lisa, ahora vuelvo.

 

El comandante Hunter corrió al jeep y enseguida regresó con su chamarra militar, la cual colocó caballerosamente sobre los hombros de Lisa.

 

- Toma, ponte esto… parece que va a comenzar a escarchar en cualquier momento y no quiero que te vayas a enfermar.

 

- ¡Rick! – Lisa le sonrió con ternura.

 

- Si quieres podemos ir en el jeep, a mi no me importa.

 

- No, está bien… el café no está tan lejos y… en realidad a mí me gustaría caminar un poco.

 

- A mí también.

 

Lisa se acurrucó en la chamarra de Rick, que le quedaba grande pero era mullida y muy calientita. Además olía a él. Rick puso su mano sobre el hombro de Lisa y le sonrió. Así ambos siguieron su camino dirigiéndose al Café Seciele, en donde los esperaba una bebida caliente con la que cerrarían con broche de oro aquel día tan especial que habían pasado juntos en la Nueva Ciudad Macross. La vida estaba volviendo a su curso. ***

 

 

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Nota de autor:

 

* En este capítulo se hace referencia al Café Seciele, que es el mismo en el que Lisa espera a Rick en el capítulo de "Private Time". Pensé que si Lisa estaba esperándolo ahí ese día, aquel café podría ser su punto de reunión tradicional.

 

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