fanfic_name = Horizontes de Luz

chapter = 5

author = Evi

Rating = AP15

Type = Adventure

fanfic = HORIZONTES DE LUZ

Por Evi

 

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* FIN DE SEMANA EN CIUDAD MONUMENTO *

 

 

El VT biplaza con los colores emblemáticos del legendario Escuadrón Skull de la RDF aterrizó en el aeropuerto militar de Ciudad Monumento a las 0804 horas. El vuelo había sido tranquilo y el aterrizaje perfecto, justo como Lisa esperaba que fuera un aterrizaje efectuado por el líder Skull. Rick le sonrió por el espejo retrovisor cuando la nave se detuvo.

 

- ¡Servida, almirante! Sana y salva… hicimos buen tiempo. – Rick se quitó el casco.

 

- Si, excelente… tengo el tiempo suficiente para ir al hotel a cambiarme y correr a las oficinas del GTU.

 

- Parece que el transporte está esperando. – Rick señaló un auto con los logotipos oficiales del Gobierno de la Tierra Unida que esperaba por ellos al lado de la pista.

 

Rick descendió del VT y luego ayudó a Lisa a hacer lo propio. Ambos vestían sus trajes de vuelo. Mientras unos mecánicos sacaban el equipaje del compartimiento inferior del VT y lo llevaban a la cajuela del auto, Rick le dio instrucciones al jefe de pista para que se encargara de su nave. Rick y Lisa entraron al auto que los esperaba y en pocos minutos estaban camino al hotel.

 

- ¿Estás segura de que no hay problema si me quedo contigo? – Rick comentaba en voz baja, asegurándose de que el conductor no lo escuchara.

 

- Ningún problema… sólo relájate y trata de descansar, Rick. Los viáticos van por cuenta de la RDF, así que no te preocupes por nada. – Lisa le respondió en el mismo tono.

 

- ¿No estarías más cómoda si yo tomara otra habitación? En realidad no quiero que vayas a tener problemas por mi culpa, amor.

 

Lisa sonrió con ternura y tomó la mano de Rick, entrelazando sus dedos con los suyos.

 

- Hemos compartido mi casa por un par de semanas, Rick… ¿Crees que me molestaría compartir mi habitación contigo por una noche? Claro, si tú deseas tomar otra habitación, por mí no habría problema.

 

- No. – Rick sonrió. – Sólo quería asegurarme de que todo estuviera bien.

 

- Todo está bien. – Lisa le aseguró, mirándolo a los ojos.

 

- Pero… - Los ojos de Rick brillaron traviesamente mientras se inclinaba a hablarle a Lisa al oído. – No me vas a mandar a dormir al sofá, ¿O sí?

 

- Eso depende de usted, capitán. – Lisa le respondió con una sonrisa igualmente traviesa.

 

Rick se aseguró de que el conductor no los estuviera viendo y se inclinó sobre Lisa, besándola suavemente en la línea de su mandíbula, justo debajo de su oreja. Sus manos entrelazadas se apretaron con más fuerza y ambos se dedicaron a mirar el paisaje de Ciudad Monumento.

 

No les tomó mucho el llegar al hotel, que era el más elegante y exclusivo de la ciudad. Lisa le indicó al conductor que la esperara, pues sólo le tomaría diez minutos el uniformarse debidamente. Los empleados del hotel ya habían venido a descargar el equipaje mientras Rick, mirando el edificio, no pudo evitar el soltar un silbido de sorpresa.

 

- ¡Jamás había estado en un lugar tan elegante!

 

Lisa sonrió y ambos entraron. La reservación ya estaba hecha, así que Lisa fue llevada directamente a su habitación, a donde entró seguida de Rick. Cuando los empleados se retiraron, el capitán Hunter comenzó a mirar alrededor. Estaban en un piso alto, por lo que la vista de la ciudad era espectacular. Y la habitación en sí era perfecta, cómoda, elegante… sin duda una de las mejores del hotel. Digna de la almirante de la RDF, Rick pensó.

 

Estaba tan intrigado, revisando cada rincón, que no se percató de que Lisa ya había sacado su uniforme y se dirigía al vestidor a cambiarse. Cuando pasó al lado de Rick, que estaba revisando el minibar, él la atrapó por la cintura y la atrajo contra sí.

 

- ¡Vaya! Usted sí que me lleva a los mejores lugares, almirante.

 

- Quédate a mi lado, Hunter… esto es sólo el comienzo. – Lisa le hizo un guiño.

 

- Yo no pienso ir a ningún lado, Hayes.

 

Ambos comenzaron a besarse, juguetonamente al principio pero a medida que pasaban los segundos el beso se hacía más íntimo y profundo. Lisa se separó de Rick lentamente, entreabriendo sus ojos color esmeralda.

 

- Rick, odio decir esto pero—

 

- Sí, lo sé… ve a cambiarte, no quiero que se te haga tarde.

 

Lisa lo besó suavemente en los labios y le sonrió.

 

- Dame un par de horas, amor… y después haremos lo que tú quieras hacer, te lo prometo. – Lisa susurró con una voz suave que hizo que una corriente eléctrica recorriera la espalda del capitán.

 

Rick sonrió y suspiró profundamente cuando Lisa entró al vestidor para cambiarse. Fue a la cama y se dejó caer sobre ella, rebotando divertido para comprobar la comodidad del colchón. Luego se tendió con los brazos debajo de la cabeza y la mirada fija en el techo, como era su costumbre. Tenía una pequeña sonrisa soñadora en el rostro y no pudo evitar el suspirar nuevamente, mientras se pasaba la lengua por los labios en donde todavía podía sentir el sabor del beso de Lisa.

 

Cuando ella salió del vestidor, totalmente uniformada, él se levantó en la cama, sosteniendo el peso de su cuerpo en su codo y le sonrió.

 

- ¡Se ve absolutamente hermosa, almirante! No creo que quienes asistan a esa reunión puedan concentrarse mucho en las cosas que estarán discutiendo… todos van a tener la vista clavada en usted, almirante Hayes.

 

- Hmmm… - Lisa fue a sentarse a su lado en la cama y le tocó la nariz juguetonamente. – Se nota que no quieres dormir en el sofá, Hunter.

 

- ¿Es tan obvio?

 

Lisa se inclinó y lo besó suavemente en los labios.

 

- Tengo que irme, amor… en cuanto la junta termine yo te llamo al celular para que nos veamos para comer y decidir que es lo que vamos a hacer el resto del día. ¿Porqué no descansas un poco o investigas en donde hay una agencia de autos que podamos visitar después?

 

- Sí. – Rick le sonrió, acariciándole el rostro. - ¡Suerte en tu junta, abejita trabajadora! Te voy a extrañar.

 

Lisa sonrió y ambos se besaron levemente antes de que ella se pusiera de pie y recogiera su usual carpeta con el escudo de la RDF, en donde guardaba sus documentos. Rick le levantó el pulgar en señal de buena suerte antes de que ella saliera de la habitación y ella asintió con la cabeza, mandándole un beso.

 

- ¡Vaya! – Rick suspiró cuando estuvo solo, al tiempo que se dejaba caer de espaldas sobre la cama otra vez. - ¿Así que esto es lo que se siente ser feliz?

 

Rick decidió que iba a tomar una siesta y luego iba a salir a desayunar algo y a caminar un poco. El prospecto de pasar un par de días con Lisa era demasiado tentador como para poder resistirlo. Después de todo, ese era el primer tiempo que ellos tendrían exclusivamente para ellos desde…

 

…………

 

Rick trató de hacer memoria… pero terminó por quedarse dormido.

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

El capitán Hunter había caminado toda la mañana, visitando diferentes lugares de Ciudad Monumento y sorprendiéndose por lo grande y cosmopolita que aquella ciudad en realidad era. Rick pensó que Ciudad Macross conservaba un ambiente más familiar y más provinciano, era como una pequeña colonia militar, comparada con el glamour y sofisticación de Ciudad Monumento. No por nada el GTU la había elegido para ser su sede. Después de que habían pasado ya casi tres años de la Lluvia de la Muerte de Dolza, Monumento jamás había sufrido ataques zentraedis a gran escala, y aún las veces que habían sido atacados, la zona urbana siempre había salido ilesa.

 

Rick visitó varios centros comerciales llenos de gente, de ruido, de movimiento y actividad. Él no era una persona a la que le gustaran las multitudes, así que finalmente decidió dedicarse a localizar la agencia automotriz que Max le había recomendado. Una vez localizada, compró el periódico y se dirigió a un parque que se encontraba justo frente a los edificios del GTU. Quería esperar a Lisa para ir juntos a la agencia.

 

En el parque buscó una banca desde donde pudiera ver la entrada del edificio central del Gobierno de la Tierra Unida. El lugar estaba fuertemente protegido por elementos de seguridad. Nadie podía entrar o salir sin identificación oficial. Rick ni siquiera hizo el intento de acercarse. Miró su reloj. Lisa había estado en su junta por más de tres horas.

 

- ¡Pero han sido una eternidad!

 

Rick sacó su teléfono celular y jugueteó con él un momento, antes de decidirse a mandarle un mensaje a Lisa. No quería importunarla ni distraerla, así que su mensaje consistió tan sólo en dos símbolos: “<3”.

 

Una vez que lo envió, comenzó a contar los segundos. La respuesta de Lisa vino exactamente 33 segundos después, y el mensaje que el recibió también estaba compuesto de símbolos: “ ;-) ”

 

Rick se rió y guardó el celular en el bolsillo de su chamarra. Enseguida se subió a la banca, sentándose en el respaldo y apoyando sus pies en el asiento. Abrió el periódico y comenzó a leer. La noticia de primera plana era el funeral del día anterior y se le había dado una cobertura completa a aquel servicio. Rick comenzó a leer con interés, pues cualquier cosa que se publicara que tuviera algo que ver con Lisa, aunque fuera remotamente, era de su interés.

 

El periódico hablaba de la emotiva ceremonia y reconocía el trabajo de la Almirante Elizabeth Hayes y su equipo de colaboradores en ése, que había sido su primer evento y su primera aparición oficial. Rick no podía dejar de observar una fotografía de Lisa, saludando militarmente. ¡Se veía hermosa! Sin pensarlo dos veces, arrancó la foto del periódico y la metió a su cartera. El periódico también había hecho una trascripción del discurso de Lisa, el cual además había sido muy reconocido, incluso en la editorial, en donde se comentaba el hecho de que la nueva Almirante de la RDF era una pacifista y se esperaba que con ella llegara una etapa de paz duradera para el planeta Tierra.

 

Rick estuvo leyendo el periódico por espacio de una hora, hasta que su celular sonó insistentemente.

 

- ¡Hola amor! – Rick saludó con entusiasmo después de revisar el identificador. - ¿Ya saliste?

 

Rick miró hacia el edificio del GTU y sonrió al ver a Lisa de pie en las escaleras de acceso.

 

- Te estoy viendo desde aquí, Lisa… estoy en el parque al otro lado de la calle…

 

Se puso de pie de un salto y corrió hasta la puerta de acceso, de donde Lisa iba saliendo en ese preciso momento. Rick sonrió y se acercó a saludarla con un beso en la mejilla.

 

- ¿Qué tal estuvo la reunión? – Rick preguntó, mientras comenzaban a caminar.

 

- ¡Ugh! – Lisa hizo un gesto de fastidio. – Hay personas bastante tercas, pero en general todo tranquilo… hay gente dentro del GTU dispuesta a colaborar en los planes que traemos en mente. Muchos comparten la visión del almirante Gloval y la mía propia. Sin embargo mucho trabajo diplomático va a ser necesario si queremos conseguir acuerdos.

 

- Pero el coronel Maistroff tiene peso en el consejo, ¿No es así?

 

- Sí, es cierto… pero no estoy muy segura de qué lado está.

 

- ¿Te volvió a decir algo?

 

- No… bueno volvió a insinuar cosas. Pero por lo menos ya se mostró más respetuoso que ayer. Pero amor, no hablemos de cosas del trabajo… - Lisa lo tomó de la mano. – Te dije que este fin de semana sería para ti y pienso cumplirlo.

 

- Claro que no. – Rick sonrió. – Será un fin de semana para los dos.

 

- ¿Qué tal si vamos al hotel a que me cambie? Ya deseo salir de este uniforme y ponerme ropa normal. No pedí el auto porque después de estar cuatro horas sentada en esa sala de consejo, realmente necesito estirar las piernas.

 

- El hotel no está muy lejos de aquí.

 

Lisa miró a Rick y le sonrió con cariño. Se veía absolutamente apuesto con la ropa que llevaba puesta: sus jeans azules, botas cafés, una camiseta blanca, un suéter azul con un cierre que le llegaba a medio pecho y una chamarra color azul con blanco y algunos detalles en rojo. ¡Se veía tan joven y guapo!

 

- ¿Qué hiciste esta mañana? – Lisa comenzó a hablar, mientras seguían caminando.

 

- No mucho… aburrirme porque no estabas tú. – Rick le sonrió. – También fui a buscar la agencia de autos que Max me recomendó. Quisiera que fuéramos juntos a visitarla.

 

- Claro… y si es recomendación de Max, aún mejor.

 

- Si, bueno… ya sabes que después de la destrucción de la Tierra no hay mucho que haya quedado… ya no hay plantas que fabriquen autos y las antiguas marcas desaparecieron. Pero esta agencia se especializa en esos autos que ya no existen. Tienen catálogos de todos los autos que han existido en la historia de la humanidad… eliges tu auto por catálogo y ellos te lo fabrican, 100% original y con tecnología de punta, asegurándote un producto perfecto.

 

- Suena interesante. – Lisa sonrió, al ver el entusiasmo de Rick. - ¿Ya tienes alguno en mente?

 

-Bueno… no sé… una 4x4 no estaría mal. Pero soy realista y tengo que ajustarme a un presupuesto.

 

Lisa asintió y el resto del camino al hotel, Rick estuvo hablando de automóviles y todo lo que quería hacer con su coche: los lugares a donde podrían ir, las cosas que podrían hacer, las aventuras que podrían vivir… ¡siempre juntos!

 

 

 

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Cuando Rick y Lisa entraron a su habitación, lo primero que el capitán hizo fue tomar la carpeta que Lisa traía en las manos y arrojarla sobre la superficie más cercana, al tiempo que tomaba a la almirante por los hombros y la recargaba contra la pared, para atraparla entre el muro a sus espaldas y su cuerpo. Sus ojos se encontraron y Rick susurró contra sus labios:

 

- ¡Todo el día he estado soñando con esto!

 

Rick comenzó a besarla con pasión, necesidad y con fuego ardiéndole en los labios; Lisa se cuestionó si aquello era un sueño o si realmente estaba sucediendo. Ella mantenía sus manos pegadas al muro, a nivel de sus caderas, porque sentía que si retiraba ese apoyo, su cuerpo simplemente colapsaría. Un brazo de Rick estaba apoyado sobre el muro, justo al lado de su mejilla izquierda, y su otra mano se había posado suavemente en su cuello, pero ahora sus dedos se habían enredado en sus cabellos.

 

Lisa sintió que las piernas se le doblaban y al parecer llegó el momento en que el aire le hizo falta al joven piloto, pues lentamente terminó el beso y se separó de ella tan sólo unos milímetros, sin molestarse siquiera en abrir los ojos. Antes bien, recargó su cabeza pesadamente en el pecho de Lisa, sonriendo al escuchar los latidos acelerados de su corazón. Ambos respiraban entrecortadamente y Lisa subió su mano para acariciar el rostro de su piloto.

 

- ¿Y eso fue porque…? - Lisa preguntó sin aliento, pero con una sonrisa en los labios.

 

- ¿Necesito alguna razón específica para besarte? –Rick la miró al rostro seriamente. – Simplemente quería hacerlo.

 

Aquella respuesta sólo podía venir de Rick Hunter, aquel chiquillo berrinchudo, indisciplinado, rebelde y desobediente que con su boca tan grande y sus comentarios siempre fuera de lugar había conquistado su corazón. Ambos se sostuvieron la mirada un segundo antes de comenzar a reír.

 

- ¡Eres terrible, Hunter! - Lisa lo apartó de sí, fingiendo estar enfadada.

 

Él se hizo a un lado y se recargó en la pared, todavía sonriendo divertido. No perdió de vista a Lisa mientras se quitaba su gabardina y la colgaba en el armario y luego iba a elegir la ropa que se pondría ese día: jeans, botas, un suéter y chamarra, para estar a tono con Rick. Puso su ropa sobre la cama y cuando iba a anunciar que se iba a cambiar al vestidor, el capitán Hunter se acercó a ella de improviso con una sonrisa en los labios y un brillo especial en su mirada que hicieron que Lisa se congelara donde estaba.

 

Rick se había quitado su chamarra, así que ahora tenía un poco más de movilidad. Se acercó a Lisa caminando lentamente, capturando sus ojos verdes en el azul profundo de los suyos, causando que la almirante, sin siquiera percatarse de ello, diera algunos pasos atrás. Las manos de él buscaron las de ella y cuando se encontraron, Rick la empujó suavemente hasta que ella quedó contra el muro al lado de la ventana panorámica que les ofrecía una vista privilegiada de Ciudad Monumento.

 

Pero no era el paisaje urbano el que les interesaba en esos momentos. Rick elevó las manos de Lisa hasta que estas estuvieron inmóviles contra el muro, a nivel de los hombros de ella y le sonrió traviesamente. No hubo palabras entre ellos, pero la mirada de fuego que él tenía en sus ojos era suficiente para dejarle saber a ella cuánto la deseaba en esos momentos.

 

Lisa cerró los ojos y ladeó su cabeza cuando sintió los labios tibios de Rick posarse suavemente contra su cuello. Un suspiro involuntario escapó de su garganta y se escuchó a ella misma murmurar el nombre del piloto sin que pudiera evitarlo. Él liberó su mano derecha y con cuidado la bajó hasta posarla sobre los botones del pecho del uniforme de Lisa. Mientras sus labios seguían acariciando la línea de su mandíbula, su barbilla, su oreja, Rick estaba abriendo el saco del uniforme militar.

 

- Permítame ayudarla con esto, almirante. – Susurró en su oído.

 

Lisa no pudo articular palabra. Sus ojos estaban cerrados y en ese momento ella no tenía control sobre sí misma. Era Rick quien tenía todo el control. Cuando él acabó de desabrochar el saco, su mano subió hasta el cierre de la camisa interior del uniforme de Lisa y con cuidado y sin apresurarse, comenzó a bajar la cremallera, dejando al descubierto el pecho y la clavícula de la almirante.

 

Rick se inclinó hacia delante y posó sus labios en la piel tibia de Lisa que hasta ese momento había estado cubierta por la camisa. Ella suspiró profundamente y ese suspiro se convirtió en un gemido apagado y profundo que escapó de su pecho cuando sintió los labios de Rick cálidos contra su cuello.

 

A esas alturas las manos de Rick estaban en la cintura de ella y las suyas alrededor el los hombros del muchacho, atrayéndolo contra sí. Lisa sentía que estaba a punto de desmayarse. Aquellos besos en esas zonas tan sensibles de su cuerpo, como lo eran su cuello, su clavícula y su pecho, la estaban llevando al paraíso.

 

De pronto Rick se detuvo súbitamente cuando su atención fue capturada por algo muy especial: las placas de identificación militar que Lisa llevaba al cuello. Los dedos del piloto tocaron las dos plaquitas suavemente, casi con reverencia, antes de tomarlas en sus manos y observarlas con interés, mientras sus dedos las acariciaban, sintiendo el relieve de las letras ahí grabadas.

 

Rick leyó la información que contenían: el nombre de Lisa, su número de registro militar, su tipo de sangre, su fecha de nacimiento. Ella lo observaba con curiosidad. Después de la sesión tan intensa que estaban viviendo, era extraño que aquellas placas hubieran capturado la atención del piloto de esa manera. Él levantó la mirada y se encontró con la de ella; le sonrió con ternura.

 

- Supongo que han estado contigo por años. – Rick comentó, aún sosteniendo las placas en su mano.

 

- Sí… desde que entré al servicio. Siempre las he llevado conmigo, son parte del uniforme.

 

- En tantos momentos… en tantas batallas… en tantas victorias… las has llevado aquí, cerquita de tu corazón.

 

Lisa sonrió y asintió con la cabeza, mirando sus placas como si fuera la primera vez que lo hiciera. Se habían convertido en algo tan familiar para ella que en realidad jamás les había dado mucha importancia y no sabía porqué Rick las encontraba tan interesantes. Él seguía acariciando las placas y observándolas con interés. De pronto su rostro se iluminó y sus ojos se clavaron en los de ella.

 

- Lisa… saca mis placas.

 

- ¿Qué?

 

- Que saques las mías… por favor.

 

Lisa pasó saliva, sintiendo que sus manos le temblaban un poco cuando se acercaron al cuello de Rick y buscaron torpemente debajo de su camiseta, hasta que encontró la cadena. Él se estremeció con ese contacto y una sonrisa apareció en sus labios. Cuando sus propias placas de ID estuvieron en manos de Lisa, ella lo miró interrogativamente.

 

- Tal vez esto esté fuera de toda norma, reglamento y etiqueta militar, - él le habló con voz suave, pues estaban tan cerca el uno del otro que no había necesidad de hablar más alto. – Pero Lisa, estaba pensando…

 

- ¿Sí, Rick? – ella lo animó a continuar.

 

- Me gustaría… no sé, si tú quisieras… tal vez pudiéramos intercambiar una de nuestras placas.

 

Los ojos de Lisa se agrandaron momentáneamente al escuchar la petición de él. Ambos traían dos placas al cuello… podrían intercambiar una de ellas, así cada uno se quedaría con una placa de él y una de ella… ¡Y la idea le encantaba a Lisa! Pero el reglamento específicamente decía que—

 

Lisa no pudo seguir pensando, pues los labios de Rick ya se encontraban en su cuello otra vez, haciéndola perder toda noción de la realidad.

 

- Quiero llevar una de tus placas conmigo siempre, amor. – él le murmuraba contra el cuello, sin dejar de besarla. – Traerla ahí, cerca de mi corazón… sentirte ahí conmigo siempre. Saber que llevo en mi pecho algo que durante tanto tiempo tu has llevado en el tuyo… quisiera que esa placa fuera mi amuleto de buena suerte… un pedacito de ti sobre mi piel.

 

- ¡Oh Rick! – Lisa sentía, en medio del placer que él le provocaba con sus besos, cómo sus ojos se habían llenado de lágrimas.

 

Rick dejó de besarla y recargó su frente contra la de Lisa, mirándola profundamente a los ojos. Sonrió cuando se percató de que ella estaba tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con escapar en cualquier momento. Con ternura se inclinó y le besó los ojos.

 

- Ya no llores, amor… tus ojos se ven hermosos cuando están llenos de lágrimas, brillan de una manera muy especial. Pero no es así como deseo verlos… prefiero ver esa estrella que brillan en el fondo de tu pupila cuando ríes. ¿Me regalarías una sonrisa?

 

Lisa no pudo evitar el sonreír ante las palabras de Rick. ¿Qué tenía ese hombre que la hacía sentir de esa manera?

 

- ¡Ahí está la estrella! – Rick sonrió y besó a Lisa en medio de los ojos. - ¡Te amo, Lisa Hayes!

 

- Y yo te amo a ti, Rick Hunter… - ella respondió, acariciando su rostro.

 

- Lisa, escucha… ayer te pedí que me permitieras poner tu nombre en mi expediente militar como mi familiar más cercano. – Rick comenzó a hablar seriamente, sin romper el contacto visual con ella. – No lo hice como una formalidad o un tecnicismo… lo hice porque te amo y porque dentro de mí me siento seguro al saber que serás tú quien esté a mi lado para siempre… que serás tú quien llegará a responder por mí en caso de que algo me suceda—

 

- ¡No Rick! – ella lo interrumpió. - ¡No digas eso!

 

- Somos soldados, Lisa… la vida es demasiado peligrosa para nosotros. Vivimos con la certeza de que cada combate podría ser el último.

 

- Lo sé.

 

- Lisa… yo te amo. – ahora fueron sus ojos azules los que se llenaron de lágrimas. – Jamás… jamás en la vida me había sentido así… nunca había sentido esto por nadie… y si antes fui malo contigo, era porque no sabía que hacer con este sentimiento, cómo controlarlo… hacia donde canalizarlo… amor, pero ahora todo es diferente.

 

- Me sucedía exactamente lo mismo, Rick… yo jamás había sentido esto por nadie más… jamás había experimentado estas emociones y estas sensaciones… Rick Hunter, yo también estoy tranquila y feliz de saber que tu nombre está en mis registros.

 

Rick la observó en silencio por un momento, acariciando con su dedo el contorno de su rostro y perdiéndose en el mar color esmeralda de sus ojos.

 

- No se había sentido así jamás… - Rick pensaba. - ¿Ni siquiera por Riber?

 

- ¿En qué piensas, amor?

 

- En… nada. – Rick sacudió la cabeza. – Yo… sólo pensaba que quizás lo que te estoy pidiendo ahora… va en contra del reglamento pero… para mí sería un honor y—

 

Rick guardó silencio cuando vio que Lisa se quitaba lentamente la cadena que llevaba al cuello y lo miraba a los ojos.

 

- ¿Desde cuando te preocupas por el reglamento, Rick Hunter? – Lisa le dijo con una sonrisa en los labios.

 

Él sacudió la cabeza, como despertando de un trance… del trance en el que la sonrisa de ella siempre lo ponía, y de inmediato se quitó su propia cadena. Lisa sacó una de sus placas y esperó a que él hiciera lo mismo. Enseguida colocó la plaquita en la cadena de él y Rick hizo lo mismo con su placa en la cadena de ella. Lisa se adelantó y ceremoniosamente colocó su cadena al cuello de Rick, mientras él correspondía, haciendo lo mismo con ella.

 

Rick miró su nuevo juego de placas, lo tomó en su mano y sonrió satisfecho al ver el nombre de Lisa en una de ellas. Pero ella fue más allá, tomó su placa, la que ahora pendía del cuello de él y lentamente se la llevó a los labios y la besó. Rick la miró interrogativamente y ella le sonrió.

 

- Con mi placa te llevas también mi corazón, Rick. – le dijo con ternura. – Siempre voy a estar contigo ahí, junto a tu corazón.

 

- Lisa…

 

Rick no supo que más decir. Apretó sus placas contra su corazón y enseguida tomó las que Lisa traía al cuello, para hacer lo mismo que ella había hecho. Besó la suya, dejando con eso constancia de su amor en esa plaquita.

 

- Siempre la llevaré conmigo. – Lisa le sonrió.

 

El capitán Hunter tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para impedir que las lágrimas escaparan de sus ojos. Bajó su vista y se rió nerviosamente, tratando de controlarse. La pasión que hacía un rato los consumía había desaparecido, dando paso a un sentimiento de ternura entre ellos que era difícil de definir. Lisa se acercó a él y se acurrucó en su pecho, abrazándolo con amor y recargando su cabeza justo en el lugar en donde podía escuchar los latidos de su corazón. En el rostro de Lisa había una expresión de paz y dulzura que Rick no había visto antes. ¡Se veía tan hermosa! Era como un ángel… era su ángel guardián, ahora estaba seguro de eso. Cerró sus brazos en torno al cuerpo delicado de ella y se permitió disfrutar de la suavidad y tibieza de aquel abrazo.

 

- Siempre te llevaré conmigo, Lisa Hayes. – Rick murmuró contra su cabello.

 

Ella sonrió pero no dijo nada. Se sentía protegida y amada en los brazos del piloto y no quería romper la magia del momento. Lisa hubiera deseado quedarse así para siempre. Pasaron varios minutos en los que ellos, en silencio, estuvieron abrazados casi inmóviles frente al ventanal, teniendo la magnifica vista de Ciudad Monumento como paisaje de fondo a esa escena tan apasionadamente tierna que acababan de vivir.

 

Finalmente Rick sintió un beso largo, suave y tibio debajo de su barbilla. Cuando Lisa se separó de él fue como si perdiera una parte de su propio ser. Suspiró profundamente y la observó con ojos entreabiertos.

 

- Voy a cambiarme, amor. – ella le acarició el rostro. – No tardo.

 

Rick asintió con la cabeza y observó a Lisa mientras entraba al baño. Él se quedó a un lado del ventanal y al verse solo, recargó su brazo en el cristal, a nivel de su frente y sus ojos se clavaron en el paisaje invernal que tenía ante sí.

 

- ¿Cómo es posible que sienta tantas cosas por ella… y que me haya tomado tanto tiempo darme cuenta de ello? ¿Cómo es posible amar a alguien de la manera que siento que la amo a ella? Pero aún más increíble… ¿Cómo es posible que alguien como ella ame a alguien como yo?

 

Rick tomó sus placas de identificación en su mano y las observó por un momento. Sus nombres se veían bien juntos. Sonrió levemente y besó la placa de Lisa, sosteniéndola contra sus labios por varios segundos, como si estuviera besándola a ella. Luego metió la cadenita debajo de su ropa, donde siempre la traía y suspiró profundamente al pensar que ahora llevaba en su pecho, cerca de su corazón, un pedacito de ella… y ese pensamiento hizo que sintiera que la piel de su pecho, en donde descansaban sus placas, ardiera como si fuera tocada por el fuego… el fuego de del amor que Lisa había despertado en su corazón.

 

 

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Los dos jóvenes oficiales de la RDF salieron del hotel y buscaron un lugar cómodo y agradable para comer. Ambos estaban hambrientos. El clima era frío, aunque no presagiaba que fuera a nevar. Con todo, el clima de Ciudad Monumento era un poco más benigno que el de Ciudad Macross aquel día. Rick y Lisa caminaban de la mano, conversando animadamente, deteniéndose de vez en vez para mirar algún aparador o para robarse un beso. Los dos se veían absolutamente felices y enamorados. Rick no podía quitarle la vista de encima a Lisa; todo en ella lo fascinaba y lo hacía enloquecer. ¿Cómo es que no había visto tantas cosas antes? En cuanto a Lisa, ella simplemente sentía que toda la soledad, la tristeza, el miedo y la angustia que la habían acompañado durante toda su vida, convirtiéndose en algo tan familiar que ya eran parte de su misma piel, de pronto habían desaparecido. Ahora se sentía feliz, optimista, libre… ya no se sentía sola.

 

Finalmente entraron a un pequeño restaurante justo frente a un parque con un lago artificial. Había pocos comensales y Rick y Lisa eligieron una mesa apartada, cerca de una ventana. Les agradó que el restaurante sirviera comida casera, nada particularmente elaborado o elegante. Rick pidió una sopa de fideos y un bistec con papas como plato principal. Lisa pidió una sopa de verduras y una pechuga de pollo a la plancha con ensalada y arroz. Les sirvieron limonada y la mesera les informó que de postre tenían café y pastel.

 

Mientras comían, Rick comentó que ese tipo de comida tan casera le recordaba su infancia, la granja en donde había vivido y, por supuesto, a su madre. Le comenzó a contar a Lisa algunos de los recuerdos más lejanos e íntimos que tenía de ella… la había querido mucho y siempre había lamentado que ella hubiera estado con él por tan poco tiempo. Pero la conversación no era triste; antes bien, la sonrisa y la mirada llena de cariño ante esos recuerdos jamás abandonaron el rostro de Rick durante el transcurso de la conversación. Le contó a Lisa cómo solían ir al pueblo a comprar despensa, en una vieja camioneta destartalada que su papá guardaba en el establo. Roy era un adolescente en ese entonces y Rick se rió al recordar que todos sus experimentos mecánicos con esa pobre camioneta terminaron por dejarla totalmente inservible.

 

- Terminó siendo un condominio para gallinas. – Rick se rió.

 

Lisa se sentía realmente honrada de que él estuviera compartiendo con ella todos esos recuerdos familiares. Significaba mucho para ella. Lo escuchaba con atención, haciendo preguntas y comentarios y riendo de las ocurrencias del muchacho. Rick sentía que su corazón se ensanchaba cada vez que ella reía. Pero había más que sólo eso, el piloto de la RDF se maravillaba del interés y la empatía de Lisa, a pesar de que él consideraba que sus historias no tenían nada de especial, pero ella lo escuchaba con atención y con genuino interés. ¡Era tan fácil conversar con ella! ¡Era tan sencillo abrir el corazón en su presencia! Lisa era una mujer que emanaba calidez y confianza, alguien que sinceramente se interesaba por él y por sus cosas.

 

Ni una sola vez Lisa intentó cambiar el tema de conversación o hablar de ella y sus recuerdos. Ese momento era para él y sólo para él. Inconscientemente Rick comparaba a Lisa con Minmei… si había algo que siempre lo había molestado de la Señorita Macross era su incapacidad para escuchar… y el hecho de que pensaba que el mundo giraba en torno a ella. Lisa era diferente… ¡Era muy diferente!

 

La conversación se extendió por largo tiempo, mientras ambos disfrutaban su café y su pastel, relajadamente y sin tener la preocupación de ningún horario que cumplir. Ambos reían divertidos con las anécdotas que Rick le contaba. Los ojos verdes de Lisa brillaban con un brillo muy especial… comenzaba a conocer nuevas facetas de Rick Hunter y todo lo que descubría de él la fascinaba y hacía que sus sentimientos por él se hicieran más fuertes y profundos.

 

Para cuando salieron del restaurante, después de dejar una generosa propina y de felicitar a los dueños por la comida tan buena que les habían servido, Lisa sentía que sabía todo sobre la infancia de Rick y sobre su madre.

 

Ambos se detuvieron fuera del restaurante y se miraron mutuamente. Era como si Rick esperara que ella lo guiara. Ella lo observó y sonrió enternecida. El capitán Hunter se entretenía chupando la paleta de dulce que le habían dado junto con el cambio al pagar la cuenta del restaurante.

 

- ¿Por qué no vamos a visitar esa agencia de autos ahora, Rick? – Lisa lo tomó del brazo.

 

- Esperaba que dijeras eso, Hayes. – él sonrió emocionado.

 

Los dos comenzaron a caminar con rumbo de la agencia, que Rick ya tenía ubicada. Se detuvieron delante de una tienda de muebles, cuando Lisa vio en exhibición una sala color arena que llamó particularmente su atención.

 

- ¡Es hermosa! – comentó Lisa.

 

- El sofá se ve cómodo. – Rick le sonrió. – Te dan ganas de acostarte en él a ver el techo.

 

Lisa soltó una carcajada y golpeó a Rick en el brazo juguetonamente.

 

- ¿Y dónde no le dan ganas a usted de tirarse a ver el techo, capitán?

 

- Bueno, cada quien tiene sus pasatiempos, ¿No?

 

Lisa se rió y ambos siguieron caminando. Pero Rick hizo una mueca imperceptible de disgusto y luego comentó:

 

- Supongo que voy a tener que comprar algunos muebles nuevos para mi casa… no sé que tan dañados hayan quedado los míos.

 

- Espero que no hayan sufrido mayores daños.

 

- Yo también… ¿Sabes? Pensé que ahora que eres almirante te iban a dar una casa nueva… más grande.

 

- Sí, está dentro de los beneficios del almirantazgo. – Lisa asintió. – Pero no veo razón de solicitarla… estoy cómoda en mi casa. Además una casa grande para una sola persona, pues… - Lisa se encogió de hombros.

 

Rick bajó la mirada pero no hizo comentarios. Lisa sonrió y se aferró aún más al brazo de él.

 

- ¿Qué es lo que a ti más te gustaría tener en una casa, amor?

 

- No sé… - Rick lo pensó un poco. – Supongo que… una chimenea. – De pronto una sonrisa radiante apareció en su rostro. – Me gustaría poder sentarme frente a una chimenea en una noche fría de invierno, tomar té caliente… acurrucarme con cierta chica hermosa que me trae vuelto loco.

 

- ¿Alguien que yo conozca? – Lisa le sonrió traviesamente.

 

- Probablemente… si conoces a alguien de hermosos ojos verdes y cabello color miel, entonces quizás sí la conozcas.

 

- La descripción me es familiar…

 

Rick se rió divertido y la atrajo contra su cuerpo, al tiempo que le ponía el brazo alrededor de los hombros para abrazarla contra sí y sentía como ella le pasaba su brazo alrededor de su cintura.

 

- ¿Y tú? ¿Qué es lo que más te gustaría tener en tu casa, Lisa?

 

- Un pequeño patio con una mesa de madera... ya sabes, para salir a desayunar ahí en los días en que amanezca tibio… o cenar en las noches cálidas del verano. Me imagino el pequeño patio con unas pérgolas… una celosía de madera… no lo sé.

 

- Sí… - Rick sonrió. – Me lo imagino muy bien. Bien, ahí está… ¡Esa es la agencia en donde Max compró su minivan!

 

La joven pareja cruzó la calle, dirigiéndose al amplio y moderno local en donde se exhibían varios modelos de automóviles en imágenes holográficas. Lisa y Rick entraron y fueron directamente a observar un deportivo europeo. Hicieron algunas bromas de la clase de ropa que deberían usar para pasear en ese auto. Rick lo despreció por ser demasiado pequeño para su gusto… y totalmente fuera de su presupuesto, pensó.

 

Enseguida fueron a ver algunos modelos de autos japoneses. Algunos de ellos les llamaron la atención, pero Rick no parecía decidirse por ninguno. Había otra sala dedicada a los 4x4, en donde había una amplia selección de vehículos de varias marcas y categorías. Rick estuvo observándolos por un buen rato y Lisa notó cómo sus ojos brillaban y la sonrisa que tenía en el rostro mientras los revisaba y le comentaba sobre alguna característica que particularmente le llamara la atención de cada vehículo.

 

Sin muchas ganas, Rick salió de la sala de 4x4 y pasaron a una sala en donde exhibían compactos.

 

- Supongo que será mejor elegir un auto de esta sala. – Rick le comentó. –Después de todo en Ciudad Macross no creo que necesite mayores lujos. Un auto pequeño servirá para moverme… y son muy económicos también.

 

- Sí… - Lisa comenzaba a ver los automóviles que se exhibían en aquel lugar. Eran bonitos y simpáticos, pero no podía imaginarse a Rick conduciendo uno de esos. - Pero pensé que querías una camioneta.

 

- Tengo que ajustarme a un presupuesto, amor. – Rick observaba un pequeño auto japonés rojo que le había llamado la atención. - ¿Qué te parece este?

 

Lisa iba a responder, pero un empleado de la agencia se acercó para saludarlos.

 

- ¡Buenas tardes! He notado que han estado observando varios vehículos en las salas de exhibición… ¿Hay algo que les agrade en particular? ¿O podría ayudarlos en algo?

 

- En realidad estamos buscando un auto. – Rick contestó. – Uno como este por ejemplo.

 

- Ah, es una buena elección, señor—

 

- Hunter. – Rick contestó por reflejo.

 

- Señor Hunter… estos autos son económicos, rendidores y muy seguros. Ideales para la ciudad… le aseguro que la señora Hunter se sentirá bastante cómoda conduciéndolo también.

 

Rick y Lisa intercambiaron miradas y sonrieron, sonrojándose un poco, pero no corrigieron al vendedor.

 

- Y si tienen familia, sus niños viajarán cómodos y seguros en este pequeñito.

 

- No tenemos familia… todavía. – Rick contestó, poniendo su brazo alrededor de los hombros de Lisa. – Pero el auto me agrada. ¿Qué piensas, amor?

 

Lisa sonrió, pero no hizo mayor comentario.

 

- ¿Por qué no pasamos a mi oficina? – El vendedor sugirió. – Ahí podré enseñarles el catálogo para que puedan elegir con mayor comodidad… y les hablaré un poco sobre las especificaciones técnicas del modelo. ¡Síganme por favor!

 

Lisa y Rick siguieron al vendedor a una oficina privada, cómoda y alejada del ruido y la actividad de las salas de exhibición. Ahí él les mostró varios catálogos, les explicó las características de los vehículos, los planes de financiamiento que tenían y el proceso de fabricación de los autos. En el momento en que ellos eligieran el modelo de su agrado y el contrato fuera firmado, con un anticipo que variaba dependiendo del plan de financiamiento que se eligiera, el auto se comenzaba a construir, usando la tecnología y materiales de última generación pero manteniendo los diseños originales de los fabricantes. Generalmente el auto terminado se entregaba un mes después de haber sido ordenado.

 

Cuando todos esos puntos quedaron claros, el vendedor guardó silencio, dejando que Rick revisara los catálogos que tenía sobre el escritorio con calma. Él los hojeaba lentamente, aunque en su mente ya había decidido que compraría el compacto que originalmente había visto.

 

Imperceptiblemente Lisa había tomado el catálogo de los 4x4 y lo había abierto en las páginas correspondientes a la camioneta Freelander que ella sabía había fascinado a Rick. Él iba a hablar, para decirle al vendedor cuál era su elección, cuando sus atención fue capturada por el catálogo que Lisa tenía abierto sobre el escritorio.

 

- Todavía pienso que te sentirías más cómodo manejando una de estas, Rick. – Lisa le comentó suavemente.

 

- Su esposa tiene buen gusto, señor Hunter. – El vendedor sonrió, ansioso de hacer una venta que le reportara una mayor comisión. – Esos vehículos son excelentes… sobre todo para alguien como usted, que me imagino trabaja en algo relacionado con… la milicia.

 

- ¿Cómo lo sabe? – Rick preguntó intrigado.

 

- Por el reloj militar que está usando… es el reglamentario de la RDF. – el vendedor sonrió.

 

- Si, trabaja para la RDF. – Lisa sonrió con orgullo. – Es capitán.

 

Rick iba a comentar algo sobre el grado de Lisa, pero ella negó suavemente con la cabeza y le sonrió. Ese momento era para él y sólo para él y ella no quería opacarlo.

 

- Pues Capitán Hunter, le aseguro que esta Freelander es el auto de sus sueños. ¡No encontrará uno mejor en su categoría!

 

- Lo sé y no lo cuestiono… siempre me han gustado estos vehículos pero…

 

- ¿Podría darnos unos minutos para decidirlo? – Lisa le preguntó al vendedor con una sonrisa en los labios.

 

- Por supuesto, señora Hunter.

 

El vendedor se puso de pie y salió de la oficina, cerrando la puerta tras él.

 

- Lisa… - Rick comenzó a protestar, pero no podía apartar sus ojos del catálogo. – Es un vehículo increíble y me encantaría tenerlo pero… yo sé mis limitaciones y esto completamente sale de mi presupuesto… ¡Mira el precio! Jamás podría pagarlo… tengo algunos ahorros pero…

 

- Puedes elegir un plan de financiamiento que se ajuste a tu presupuesto… Rick, si ésta es la que te gusta…

 

- Lo sé pero… no quiero sentirme esclavizado a estar pagando ésta camioneta por los siguientes 5 o 6 años…

 

- No tienes otros gastos.

 

- Lisa, amor… he vivido sólo la mayor parte de mi vida. Siempre me he administrado, creo que sé manejar mi dinero y créeme, esto es demasiado para mí… no, no puedo.

 

Rick cerró el catálogo y miró el pequeño auto rojo que había elegido… no era elegante ni poderoso como la Freelander pero cumpliría su propósito.

 

- Es que a mí me gustaría salir al campo… - Lisa volvió a abrir el otro catálogo. – No sé… me imagino que con una de estas podríamos ir a muchos lugares… es bonita y sin duda bastante resistente.

 

Rick miró la imagen en el catálogo otra vez e iba a volver a decirle a Lisa que definitivamente no, pero cuando sus ojos se encontraron, ella le sonrió suavemente.

 

- Rick… a mí me gusta esta Freelander… en color negro.

 

- Sí… - Rick asintió. – En color negro se vería preciosa.

 

- Bien… yo también he pensado en comprar un auto, para no depender de los jeeps militares y de los conductores de la base… y estaba pensando que si esta Freelander te llama tanto la atención, tal vez deberíamos comprarla.

 

Rick parpadeó un par de veces tratando de procesar las palabras de Lisa. Luego sacudió la cabeza, aún sin saber si había entendido bien lo que ella le estaba diciendo.

 

- ¿Deberíamos comprarla? – él repitió con incredulidad.

 

- Bueno, - Lisa siguió hablando, pasando las páginas del catálogo distraídamente. – Tú y yo generalmente vamos juntos al trabajo y regresamos juntos… pienso que con un auto tendremos suficiente… y a mí en lo particular me gustó bastante este… y sé que a ti también. Además podríamos salir de paseo, ir al campo… ¿No te parece una buena idea?

 

- Lisa, yo—es que… ¿Quieres decir, comprarla los dos juntos?

 

- Podríamos ir a medias. – Lisa lo miró a los ojos. - ¿Qué te parece?

 

- ¿A medias?

 

- Así no estaríamos atados durante cinco o seis años a pagos mensuales… mira, yo recibí una cantidad de dinero como bono por mi promoción… y si tú tienes ahorros, podríamos pagarla de contado y con eso se hace efectivo un descuento inmediato. Si te sientes más cómodo, yo podría dar el 50% como adelanto y tú podrías pagar el resto en mensualidades… como tú lo desees.

 

Rick miró a Lisa a los ojos, aún incrédulo. Sacudió la cabeza y luego bajó su mirada.

 

- No Lisa… yo… no podría aceptar.

 

- Rick, no es un regalo. – Lisa puso su dedo índice debajo de su barbilla para obligarlo a mirarla a los ojos. – Simplemente es algo que podemos compartir… como pareja.

 

- Sí, lo sé y te lo agradezco, Lisa… es un gesto muy lindo de tu parte porque sé que tú sabes que esta camioneta es el auto de mis sueños pero… pero no puedo aceptar porque no quiero que pienses que estoy contigo por—pues por estos beneficios.

 

- El rango trae sus beneficios, es cierto. – Lisa le habló seriamente. – Pero yo no quiero que sientas que esto es un regalo o una concesión. ¡Iremos a medias! La camioneta será tan tuya como mía, Rick.

 

- Pero…

 

- La quieres, ¿No es así?

 

- ¡Sí! – Rick se detuvo y bajó la voz. – Lisa es que no sé si esto es correcto… cuando lleguemos a la base en esta camioneta… los demás van a comenzar a murmurar y yo no quiero que eso suceda, Lisa.

 

- Rick, que murmuren si quieren. No vamos a vivir temiendo lo que los demás digan o piensen de nosotros. ¡Yo te amo! Eso es todo lo que me importa a mí. Y no me importa que me vean llegar en esta camioneta… que me vean llegar contigo… irme contigo… no me importa lo que digan ni lo que piensen. Sólo me importa lo que digas o lo que pienses tú. ¿Qué es lo que piensas, Rick?

 

Él bajó la vista y suspiró profundamente. Estuvo en silencio por un minuto, hasta que volvió a abrir los ojos y los clavó en el catálogo.

 

- Pienso que eres la mujer más maravillosa que existe en este universo, Lisa. – Murmuró, mientras trazaba el contorno de la Freelander en el catálogo. – Pienso que… que no te merezco… pienso que… que te amo como jamás pensé que llegaría a amar a nadie. – Rick levantó su vista y la clavó en ella. - ¡Y pienso que estás cometiendo una locura con esto!

 

- ¿Por qué? – Lisa levantó las cejas incrédulamente.

 

- Porque si tenemos esta camioneta con nosotros, - Rick sonrió de oreja a oreja. – No vas a tener un solo fin de semana de descanso… ¡Vamos a salir al campo, vamos a enlodarnos, vamos a enloquecernos cada vez que podamos!

 

- Entonces yo diría que es una buena inversión. – Lisa sonrió, sintiendo que su corazón se alborotaba al ver la sonrisa de felicidad en el rostro de “su piloto”, como Claudia solía llamarlo.

 

- ¡Lisa Hayes!

 

La mano de Rick se posó suavemente en la nuca de Lisa y la atrajo hacia él para besarla en los labios de una manera muy poco delicada pero que a ella le provocó un estremecimiento de emoción en el cuerpo, por lo espontáneo y sincero que aquel beso había sido.

 

- ¿Entonces, capitán Hunter, que decide?

 

- Lisa… - Rick la miró directamente a los ojos, sin quitar la mano de su nuca. - ¿Estás segura de esto? ¿Totalmente segura?

 

- Total y absolutamente segura. – ella le devolvió la mirada intensa y directa.

 

- Vas a gastar tu bono de promoción en algo que quizás ni siquiera quieres, amor.

 

- Te dije que de todas maneras yo ya había considerado la idea de comprarme un auto. Y si entre los dos podemos comprar un auto mejor… pues pienso que es un buen negocio.

 

- Pero… una almirante… ¿No deberías comprarte un Mercedes Benz o un BMW o alguno de ese estilo?

 

- ¿Y desde cuando el ser almirante debe de influir en el estilo de autos que me gustan, Hunter?

 

- Bueno… yo pensaba. – Rick se encogió de hombros.

 

- Pues no pienses por mí, cabecita loca. – Lisa le dio un golpecito en la cabeza con los nudillos, al tiempo que se inclinaba a besarlo levemente en los labios. – Quiero que vivamos una vida normal dentro de lo que podamos, Rick… quiero salir contigo los fines de semana, divertirme… gozar de la vida. Ninguno de los dos hemos tenido la oportunidad de vivir nuestra juventud de manera normal… ¡Eso es lo que quiero hacer! Y pienso que esta camioneta simbólicamente representa esa libertad que anhelo.

 

- Para mí representa mucho más que sólo eso… representa— que estamos juntos.

 

- Lo estamos. – Lisa le dijo con seriedad, mirándolo a los ojos.

 

- ¿Tienes idea de cuanto te amo, Lisa Hayes?

 

- No, pero más tarde tendrás la oportunidad de demostrármelo. – ella le guiñó el ojo traviesamente. – Entonces, capitán Hunter… ¿Hacemos el trato?

 

Rick miró la mano extendida que ella le ofrecía y sonrió, pensando en todas las veces que ella le había extendido la mano de esa manera y que él había aceptado un simple apretón de manos, cuando lo que en realidad deseaba era besarla.

 

- Lo siento almirante. – Rick le puso las manos en los hombros. – Pero entre nosotros los tratos se cierran de esta manera.

 

Diciendo esto, unió sus labios a los de Lisa con una pasión y una urgencia que la tomaron completamente por sorpresa. Lisa parpadeó un par de veces antes de cerrar los ojos y entregarse a aquel beso que le había provocado que su corazón se acelerara en una fracción de segundo. Sintió cómo Rick abrió sus labios lentamente con su lengua y ella respondió, dándole acceso a su boca. Se besaron larga y apasionadamente, devorándose el uno al otro. Cuando finalmente se separaron, ambos sentían que la cabeza les daba vueltas. Los dos sonrieron y suspiraron cuando sus ojos se encontraron.

 

- Ha sido un placer hacer tratos con usted, capitán. – Lisa murmuró casi sin aire.

 

- Lo mismo digo, almirante. – Rick le sonrió.

 

Mientras él se ponía de pie y se dirigía a la puerta para llamar al vendedor, Lisa sonreía, pasándose la lengua por los labios y limpiándose la comisura de los mismos con el pulgar suavemente.

 

El vendedor regresó, esbozando una sonrisa, la cuál se hizo aún más grande y radiante cuando Rick le anunció su decisión de comprar la Freelander. El vendedor los felicitó por la magnifica decisión que habían tomado y en virtud de que se trataba de un oficial de la RDF, por la que él sentía una admiración especial, decidió equipar la camioneta al 100%, sin cargo extra. Se hizo el papeleo necesario, se llenó la hoja de pedido, se firmó el contrato, se hizo la transferencia del anticipo del banco y con un apretón de manos se cerró el trato.

 

Rick y Lisa salieron de la agencia de la mano, mientras él no podía dejar de mirar los folletos y fotografías que el vendedor le había obsequiado.

 

- ¡Tengo que enseñarle estos a Max en cuanto volvamos a Ciudad Macross! ¡Se va a quedar helado cuando vea la Freelander que compramos! ¡Amor, gracias! – Rick se detuvo y se inclinó para besar sorpresivamente a Lisa en los labios.

 

- ¿Gracias por qué? – Lisa sonrió. – Si vamos a medias… esta camioneta es tan tuya como mía, Rick.

 

- Tal vez… pero bien sabes que sin tu generoso ofrecimiento yo jamás hubiera podido… es decir… no, no sé ni que decir. ¡Estoy muy emocionado!

 

- Yo también. – Lisa sonreía, totalmente complacida con lo feliz que él se veía. – Podemos arreglar el financiamiento… con el 50% que ya transferimos bajaron bastante los pagos mensuales. Es cuestión de hablar con Recursos Humanos, yo sé que se te puede ir haciendo un descuento a lista de raya… vas a estar pagando estas mensualidades sin siquiera darte cuenta, ya lo verás.

 

- ¡Lisa! – su voz estaba cargada de una ternura que parecía destilarse por sus ojos, que la miraban con amor. - ¡Eres maravillosa! Yo jamás pensé que—es que yo siempre… - Rick sacudió la cabeza y se rió en voz baja. - ¡Gracias amor!

 

Rick puso sus manos alrededor de la espalda de Lisa y la atrajo contra su cuerpo con ternura, abrazándola estrechamente con tanto amor y tanto cariño que Lisa sintió que su corazón se derretía ahí mismo. Jamás había pensado que ese piloto rebelde fuera capaz de tanta ternura y aún menos que esa ternura fuera dirigida a ella.

 

- Vamos a tener que darle un buen uso a esa camioneta, Rick. – Lisa susurró en su oído.

 

- ¡Eso te lo prometo! – Él sonrió.

 

Se separaron, pero Rick no quitó las manos de su cintura. Ella le sonreía con amor y él pensó que últimamente Lisa sonreía mucho más… ¡Y eso la hacía verse aún más hermosa, si aquello era posible!

 

- ¿Qué quieres hacer? – Rick le preguntó.

 

Lisa sonrió misteriosamente y bajó la mirada… ¡Si tan sólo Rick supiera lo que ella realmente quería hacer en ese momento… con él! La expresión en el rostro de Lisa hizo que el corazón del piloto se acelerara. Sonrió tan misteriosamente como ella lo estaba haciendo pero antes de que alguno pudiera decir algo, unos copos de nieve comenzaron a caer sobre ellos. La gente comenzó a caminar más de prisa a su alrededor. Las lámparas del alumbrado eléctrico ya se habían encendido.

 

- ¿Qué tal unos churros con chocolate? – Lisa señaló una cafetería al otro lado de la calle. – Para entrar en calor.

 

- ¡Perfecto! ¡Vamos!

 

Los dos cruzaron la calle corriendo y riéndose en voz alta. Entraron a la cafetería, en donde permanecieron por más de una hora, disfrutando un delicioso chocolate caliente y una buena conversación que giró principalmente en torno a los planes que tenían para sus aventuras una vez que tuvieran su Freelander con ellos… ¡Iba a ser un mes muy largo!

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

La noche era fría; había nevado un poco pero aún así Rick y Lisa habían decidido volver al hotel caminando. Habían pasado toda la tarde platicando de mil cosas diferentes, pero parecía que sus temas de conversación no terminaban. Él mantenía su brazo alrededor de los hombros de ella mientras caminaban sin dejar de hablar, de reírse, de bromearse mutuamente. El día había sido largo y ambos estaban cansados, pero muy felices.

 

Entraron al hotel y fueron directamente a su habitación, en donde Lisa de inmediato anunció que iba a tomar un baño. A Rick le costó trabajo soltarla, pero mientras ella sacaba su ropa, él se quitó su chamarra y arrojó sus botas debajo de una silla y se dejó caer en la cama. Lisa le sonrió antes de entrar al baño y una vez que se vio sólo en la habitación, Rick cerró los ojos y comenzó a pensar en todos los eventos del día…

 

¡Amaba tanto a esa mujer!

 

Nadie en su vida se había preocupado por él como ella lo hacía; nadie lo había comprendido como ella, nadie le había dado la importancia que ella le daba… en una palabra, nadie lo había amado como ella. Lisa era una bendición para él. No era la primera vez que pensaba seriamente que ella no era una simple mortal, parecía ser un ángel guardián que hubiera sido enviado para protegerlo y cuidarlo a él y sólo a él.

 

Lisa no tardó en salir del baño, enfundada en su bata blanca. Rick se sentó en la cama y le sonrió. Ella le indicó que podía bañarse si quería y él, obedientemente, fue al baño. Se sentía cansado y deseaba descansar. Se habían levantado muy temprano, habían tenido que volar hasta Ciudad Monumento… sí, sin duda aquel había sido un día muy largo.

 

La almirante Hayes dejó sus placas de ID en un cenicero sobre la mesita al lado de la cama y se acercó al ventanal a observar el paisaje nocturno de la ciudad. Sus ojos parecieron perderse en el horizonte y su pensamiento en el infinito. La habitación estaba suavemente iluminada por la única lámpara encendida en la mesita de noche. Aquel había sido un día bastante peculiar, pensó. La reunión que había tenido con el Consejo del Gobierno de la Tierra Unida había sido reveladora. Sabía que tenía que trabajar demasiado para lograr los acuerdos que se requerían para echar a andar los proyectos que traía en mente.

 

Lisa no pudo evitar el pensar en su padre, el Almirante Hayes. A ella siempre le había sonado impresionante e importante ese rango en su padre. Pero ahora que era ella quien lo detentaba, había veces que se sentía pequeña e insignificante. Había tratado de parecer segura y de estar a la altura de las circunstancias, pero entrar a una reunión de consejo sin la presencia paternal del almirante Gloval… o el apoyo de Claudia había sido muy difícil. Tenía una tarea demasiado grande en las manos y en ese momento tuvo el impulso de cerrar los ojos y rezar… rezar por ella misma y por la misión que debía llevar a cabo.

 

En eso estaba, cuando sintió los brazos fuertes de Rick cerrarse en torno a su cintura y su aliento tibio en el cuello. Instintivamente ella se acurrucó contra su cuerpo, buscando su calor y su cercanía física.

 

- ¿En dónde estás, amor? – él le susurró con ternura.

 

- Lejos… muy lejos.

 

- ¿Y hay alguna manera de que yo pueda traerte de regreso?

 

Lisa cerró los ojos y sonrió cuando sintió los labios de él besándole el cuello. No hizo ningún impulso por detenerlo, sino que se permitió disfrutar del momento y de esa deliciosa sensación que la hacía perder la razón. Rick dejó de besarla y recargó su barbilla en el hombro de ella, mirando la ciudad.

 

- Es un paisaje hermoso, ¿No te parece?

 

- Lo es. – Lisa asintió. – Es increíble pensar que hace menos de tres años esto no era más que un desierto tras el holocausto.

 

Rick se enderezó y le puso las manos en los hombros.

 

- Ya no pienses en eso, amor… ¡Olvidémonos de todo esta noche! Te ves cansada…

 

Mientras Rick hablaba, había comenzado a darle masaje a los hombros de Lisa. Ella dejó escapar un gruñido, echando la cabeza hacia atrás y permitiendo que él la consintiera.

 

- Ven, vamos a la cama.

 

Rick guió a Lisa a la cama y ella se dejó llevar sin oponer resistencia. Una vez ahí, sorprendió al capitán quitándose la bata de baño que llevaba encima, para quedar en una delicada bata blanca de seda. El ritmo cardiaco de Rick se aceleró inmediatamente. Estaba acostumbrado a verla en su pijama de franela verde con sus pantuflas amarillas… pero no con esa bata de delgados tirantes que dejaban al descubierto sus hombros.

 

- Pensé que… era más apropiado para el viaje. – Lisa intentó justificarse, sonrojándose levemente. – Yo—no sé…

 

- ¡Te ves preciosa! – Rick le aseguró, sentándose a su lado en la cama e inclinándose para besarle el hombro.

 

Aquello hizo que Lisa se estremeciera al tiempo que una corriente eléctrica le recorría la columna. Ella le sonrió y se movió para acomodarse a espaldas de él y puso sus manos en los hombros de Rick, comenzando a darle un suave masaje que él agradeció con un gemido profundo que escapó del fondo de su pecho.

 

- ¡Que bien se siente!

 

Lisa sonrió, recordando que ya en alguna ocasión ella le había dado masaje en la espalda a Rick y aquella experiencia había sido bastante… intensa. También sonrió al observar lo tierno que Rick se veía con su pijama de franela azul… ese color realmente resaltaba el tono de sus ojos. De pronto sintió que la bata que ella estaba usando estaba algo fuera de lugar y se arrepintió de no haber llevado su pijama usual, la de franela.

 

Súbitamente detuvo el masaje que le estaba dando a él, cuando se percató de que Rick la miraba sobre su hombro y sonreía con dulzura.

 

- ¡Eres hermosa! – él murmuró.

 

- Gracias… - Lisa se sonrojó.

 

Rick se dio la media vuelta, para quedar de frente a ella y ambos se sostuvieron la mirada. Sin que siquiera lo notaran, su respiración se había hecho irregular y profunda y sus corazones latían con fuerza. El capitán levantó su mano y con delicadeza acarició el rostro de Lisa. Era una caricia tan leve que casi se sentía como el roce de una pluma contra la piel de ella, lo que le provocó un estremecimiento total. Los dedos de Rick bajaron por el contorno de su cuello, la curva de sus hombros y se deslizaron por sus brazos desnudos y bien torneados.

 

Lisa levantó su mano y sus dedos tocaron suavemente la mejilla de Rick, sin romper el contacto visual. Él tomó la mano de ella en la suya y con gran amor comenzó a besarle las puntas de los dedos… uno por uno, lentamente. Finalmente él cerró los ojos y le plantó un beso en la palma de la mano y Lisa suspiró profundamente. Rick aprovechó para moverse un poco más hacia ella y colocar su mano en su cintura, atrayéndola contra sí y comenzó a besarle el cuello y a bajar a sus hombros, su clavícula, su pecho… estaba continuando lo que había dejado pendiente esa tarde.

 

Ella cerró sus ojos y no hizo el menor esfuerzo por controlar su respiración que ahora se había vuelto entrecortada. Comenzó a acariciar la espalda y el cabello de Rick. Inconscientemente ambos se habían recostados en las almohadas para descansar el peso de sus cuerpos en la comodidad de la cama. Lisa estaba tendida de espaldas y Rick, boca abajo a su lado, seguía besándola mientras su mano ansiosamente subía y bajaba por su costado, recorriendo la suave curva de su cadera y llegando hasta los límites de su bata, en donde su mano entró en contacto con la piel desnuda de su pierna, provocando un gemido profundo en la garganta de ella.

 

- Lisa… - Rick murmuró contra su cuello. – Déjame sentirte…

 

Ella lo empujó suavemente, para poder verlo al rostro. En los ojos de ella brillaba un fuego que parecía abrazar el corazón de Rick, consumirlo irremediablemente y sin piedad. ¡Se veía hermosa! Su cabello sobre la blanca almohada enmarcaba su rostro perfecto, sus ojos verdes, su piel, sus labios que se entreabrían levemente, su pecho que subía y bajaba acompasadamente… Rick sintió que aquello era un sueño… ¡Debía ser un sueño! Tanta belleza, tanta perfección y tanto amor no podían ser posibles en su vida… en una vida en donde él jamás había tenido el amor que había necesitado… en donde nadie había recibido el amor que él ofrecía.

 

Pero las manos trémulas y tibias de Lisa sobre su pecho lo convencieron de que aquello no era un sueño. ¡Era amor! Porque ahora en su vida la palabra “amor” tenía un nombre y un apellido… para él, amor significaba Lisa Hayes.

 

Lisa miraba a Rick de una manera interrogativa y él sonrió y asintió con la cabeza, sabiendo que ella estaba solicitando su permiso para desabotonar su camisa. ¡Cómo si ella necesitara autorización para hacerlo! Él le pertenecía por completo… pero la timidez en el rostro de ella y sus movimientos torpes e inseguros al comenzar a abrir los botones hicieron que él sintiera ternura por ella… por la siempre segura de sí misma almirante Hayes que en ese momento temblaba imperceptiblemente mientras la piel desnuda del pecho de Rick iba apareciendo frente a ella.

 

Cuando la camisa estuvo totalmente abierta, Lisa lo miró a los ojos con una mezcla de ansiedad y temor. No era esa la mirada que él deseaba ver en su rostro, quería que ella se sintiera tranquila y confiada. No quería apresurar las cosas, sino irse al paso que ella marcara. Y aún y cuando la pasión y el deseo lo estaban consumiendo por dentro, él se controló lo suficiente como para inclinarse sobre ella y buscar sus labios con toda la ternura y la calma del mundo. Fue un beso cargado de amor, un beso dulce y tibio que hizo que Lisa se relajara en los brazos de él.

 

Su paciencia y su consideración fueron recompensadas cuando sintió las manos de Lisa acariciarle el pecho sobre la tela de su pijama. Rick sonrió contra sus labios y suavemente tomó la mano de ella, sin romper el beso, y la colocó en su pecho directamente sobre su piel. Por un segundo sintió como Lisa se paralizó al sentir aquel contacto… ¡Él mismo sintió que su corazón se detenía por un segundo al sentir la mano suave y tibia de ella sobre su piel! Sin embargo él sentía la confianza suficiente como para guiarla a ella… hizo que la mano de Lisa se moviera arriba y abajo por su pecho un par de veces, hasta que ella comenzó a hacerlo por sí misma… lenta y tímidamente al principio, acariciando la piel desnuda de su pecho.

 

Un suspiro entrecortado escapó de su garganta cuando sintió las manos de Lisa deslizarse por sus costados y recorrerle la espalda lentamente. Rick cerró los ojos, apretándolos con fuerza, mientras trataba de controlar la pasión y la necesidad que lo estaban quemando por dentro. Jamás había sentido eso por nadie más en su vida… ninguna otra mujer le había provocado esos sentimientos, esas sensaciones, esa necesidad ni esa pasión. ¡Ni siquiera Minmei!

 

- Lisa… - él terminó el beso y sus labios se acercaron al oído de ella. - ¡Quítame la camisa!

 

Lisa se detuvo en el acto, sorprendida de sus palabras que más que una orden habían sido una súplica. Sintió cómo él escondía su rostro en la curva de su cuello y cómo trataba, sin éxito, de controlar su respiración. Su aliento se sentía tibio contra su cuello y cuando lo escuchó murmurar un suave: “Te amo” de manera tan natural, como si aquellas palabras fueran su respiración misma, Lisa tuvo el valor de hacer lo que él le pedía.

 

Sus manos temblaban ligeramente mientras comenzaba a deslizar la camisa de él sobre sus hombros, bajándola lentamente por sus brazos. Sus músculos no eran espectaculares, pero se sentían fuertes y bien marcados. Lisa no podía dejar de admirar el cuerpo de Rick… ¡Era tan perfecto! Antes de que él pudiera pensar en nada más, Lisa ya le había quitado la camisa. Rick abrió los ojos y estos fueron atrapados inmediatamente por los de ella, que lo miraban anhelante. Lisa se sonrojó cuando él clavó su mirada en ella.

 

- ¡Rick…! – su voz fue apenas un susurro.

 

- Aquí estoy, amor… - él le respondió besándola levemente en los labios.

 

Rick estaba prácticamente sobre ella, sosteniéndose en sus brazos extendidos, para no incomodarla con el peso de su cuerpo. Los ojos de Lisa bajaron y se posaron en las placas de ID que él llevaba al cuello y las tomó en su mano. Las observó por unos segundos, antes de que sus manos se posaran directamente sobre el pecho desnudo de Rick y comenzaran a trazar sus músculos. Las manos de Lisa se sentían tibias, aunque por momentos él sentía cómo temblaban un poco y un suave rubor aparecía en sus mejillas… Rick podía sentir su timidez, su curiosidad… nunca en la vida nadie lo había acariciado con tanto amor… ¡Casi con devoción!

 

Rick estaba teniendo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para controlarse al sentir aquellas caricias que subían y bajaban por su pecho, sus hombros, su espalda y sus brazos. Él no podía apartar su vista del rostro de ella, quien a su vez seguía con sus ojos los movimientos de sus manos. ¡Dios, era tan hermosa!

 

Lisa elevó la mirada y cuando sus ojos se encontraron con los de él, ella se levantó un poco. Rick le dio espacio para que se moviera, haciéndose a un lado, pensando que quizás aquello estaba incomodando a Lisa. Pero lo que ella hizo fue poner su mano en el pecho del piloto y empujarlo suavemente, obligándolo a tenderse sobre sus espaldas en la cama mientras ella se inclinaba sobre él. Su cabello caía sobre el rostro de Rick y él cerró los ojos, pensando que definitivamente había muerto y aquello era el paraíso.

 

Sintió como Lisa se acercaba a él y su corazón simplemente se desquició cuando sintió la respiración tibia de Lisa en su cuello y luego sintió cómo sus labios atrapaban el lóbulo de su oreja despacio, de manera vacilante... casi como si temiera hacerle daño. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo de manera casi violenta y Lisa se detuvo enseguida.

 

- Amor… - le susurró al oído. - ¿Estás bien?

 

Rick sonrió, obligándose a abrir los ojos. Ella lo miraba con cierta preocupación. ¿Cómo podía preguntarle eso? ¡Lo estaba llevando al paraíso! ¿Acaso no se daba cuenta de que esas reacciones eran por ella y sólo por ella? ¿Qué ella lo estaba haciendo sentir cosas que jamás había experimentado en su vida? Eran nuevas experiencias que por momentos lo tomaban por sorpresa, pero ¡Aquello se sentía tan bien!

 

- Me dieron cosquillas. – Rick murmuró, acariciando el rostro de ella, que lo miraba con ternura.

 

Lisa sonrió con una mezcla de diversión, travesura y emoción. Se inclinó nuevamente sobre él y lentamente comenzó a buscar con sus labios ese punto débil que había encontrado en él hacía unos días, justo detrás de su oreja. Se sentía nerviosa e insegura, pero el saber que aquello hacía sentir bien a Rick la motivaba a seguir adelante… eso era todo lo que ella deseaba en ese momento, que él disfrutara aquellas caricias.

 

Rick comenzó a temblar sin control cuando sintió que Lisa se acercaba demasiado. Su respiración se hizo más entrecortada e irregular y ella se detuvo otra vez, sintiendo las reacciones que él estaba teniendo en su cuerpo. No quería que él se sintiera mal y en realidad ella no tenía mucha experiencia en esos asuntos del amor… ¿Estaba haciendo las cosas correctamente?

 

La presión de las manos de Rick en su espalda le indicó a Lisa que podía continuar. Pero apenas había posado sus labios sobre la piel de él, en ese punto débil, cuando sintió que el cuerpo de él se arqueaba debajo del suyo. Ella se detuvo en el acto, pero Rick ladeó su cabeza, dándole un acceso más cómodo a su cuello y murmuró con voz ronca:

 

- Ahí Lisa… ¡Se siente muy bien…!

 

Ella sonrió satisfecha y emocionada. Su corazón latía tan violentamente que ella podía incluso escucharlo. Sus labios recorrieron la piel suave y sensible de Rick en aquel punto mágico y el gimió profundamente, de una manera que ella jamás lo había escuchado. Eso la motivó para seguir adelante, mientras sentía cómo él recorría su espalda, sus costados, sus caderas y sus brazos con sus manos ansiosas, de una manera casi desesperada.

 

Los labios de ella viajaron de regreso a los de él, acariciando suavemente la piel de su cuello, su oreja, su mentón. Los labios de Rick ya la esperaban y en cuanto se encontraron, aquel beso cargado de pasión y ansiedad hizo que ambos terminaran de perder el poco control que aún tenían sobre ellos. Sin dejar de besarla, Rick giró a Lisa en la cama, para quedar sobre ella. Ella no opuso ninguna resistencia, antes bien recibió el peso del cuerpo de Rick sobre el suyo, acomodándose debajo de él, mientras él hacía lo mismo sobre ella. Pero aún en ese momento de pasión, Rick trataba de no perder la perspectiva… no podía dejarse llevar por sus impulsos y sus instintos… estaba con Lisa por amor, porque la amaba, porque la adoraba… y si estaba a punto de hacer el amor con ella era precisamente por eso: por amor.

 

- ¡Te amo, Rick! - Lisa susurró en su oído de una manera que hizo que él se estremeciera.

 

- Lisa… - le respondió vehementemente. - ¡Te amo!

 

Rick escondió su rostro en el cuello de ella, besándola con pasión pero con amor. Podía sentir las manos de ella deslizándose por su espalda, sus dedos finos hundiéndose en su piel mientras él la besaba más profundamente. Los suaves sonidos que escapaban de la garganta de Lisa y la manera en que ella murmuraba su nombre lo estaban volviendo loco. Sentía cómo ella temblaba en sus brazos… pero sabía que no era miedo lo que ella sentía, sino emoción. La misma emoción que él estaba experimentando en esos momentos. Una emoción tan fuerte que sentía que por momentos lo asfixiaba.

 

¡Aquello se sentía tan correcto! Ese sentimiento era tan verdadero, tan real… jamás se había sentido así en su vida, nunca había sentido un amor tan puro, un placer tan total y una pasión tan verdadera… estar con Lisa esa noche se sentía correcto, se sentía tan íntimo, algo tan profundo y tan intenso, pero a la vez tan lleno de amor y de ternura que simplemente era mágico.

 

No se sentía en absoluto como la noche que había pasado con Minmei en día de Navidad, tras el ataque de Khyron.

 

Y de pronto Rick sintió que se congeló, al momento que aquel pensamiento entraba en su cabeza. ¿Por qué tenía que acordarse de eso ahora? Había sido una noche, una sola noche la que había pasado con Minmei… ¡Y todo se había sentido tan extraño! Aquel había sido un error y él lo había sabido incluso antes de meterse a la cama con ella… ¿Por qué entonces había seguido adelante con aquello? ¿Por qué había estado esa noche con Minmei, si era Lisa en la única mujer en la que podía pensar? ¿Por qué había tenido sexo con la Señorita Macross, mientras no podía sacarse a la capitana Hayes de la cabeza?

 

- ¿Rick? – Lisa susurró en su oído, al sentir cómo él se quedaba inmóvil y como su cuerpo súbitamente se sentía frío y tenso. – Amor… ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

 

El capitán Hunter se separó un poco de Lisa, pero no pudo siquiera mirarla a los ojos.

 

- Lo siento, Lisa… - murmuró con vergüenza y un sentimiento de culpa que parecía haberle traspasado el corazón.

 

Rick se sentó en la cama y abrazó sus rodillas contra su pecho. Su mirada se clavó en el muro frente a él y se quedó así, inmóvil y en silencio por un momento.

 

Lisa no sabía que había sucedido o el porqué de la reacción tan inesperada de él. Su primer pensamiento fue que Rick se había acobardado, pensado que tal vez estaba llegando demasiado lejos con ella… ¡Pero ella quería llegar al final con él!

 

Ella se sentó en la cama a su lado y le acarició la espalda desnuda, mientras sus labios se posaban suavemente en el hombro del piloto. Rick no reaccionó y aquello la preocupó.

 

- Amor… - le susurró cariñosamente. - ¿Qué sucede? Todo está bien, Rick…

 

- No Lisa… no está bien. – su voz fue apenas audible. – No puedo seguir adelante con esto porque… porque soy un maldito estúpido que cometió los peores errores… ¡No se si te merezca, Lisa!

 

- Todos cometemos errores, amor. – Lisa le respondió, sin dejar de abrazarlo. – En cuanto a que me merezcas o no… ¿No crees que eso es algo que me toca decidir a mí, Rick?

 

Lisa lo besó en el cuello, pero él negó con la cabeza y una lágrima escurrió por su mejilla, provocando que ella se alarmara.

 

- ¿Qué sucede, Rick? ¿Te sientes bien?

 

- Lisa… es que… no puedo estar así contigo… sintiendo esta culpa… quiero que las cosas entre nosotros sean perfectas y esta no es la manera en que quiero comenzar contigo…

 

- ¿De qué hablas?

 

- Quizás no es el momento oportuno para decirte esto pero… necesito sacármelo del pecho… Lisa, necesito que me perdones.

 

Lisa lo miró interrogativamente. Él se obligó a sostenerle la mirada, a pesar de la vergüenza y la frustración que sentía en ese momento. Los ojos de ella reflejaban miedo, expectación por lo que él tenía que decirle. Rick no desvió la mirada cuando le dijo, de frente y con sinceridad:

 

- Es sobre la noche de navidad… Lisa… después del ataque de Khyron… después de que discutimos en el puente del Prometheus… yo volví a casa y—y pasé la noche con Minmei.

 

Lisa sintió como si un balde de agua fría cayera sobre ella. Pasó saliva, tratando de tragarse el nudo que sentía en la garganta y sintió que su cuerpo se estremeció, como si mil dardos envenenados se hubieran clavado en su piel.

 

- Lo sé. – dijo ella, desviando su mirada.

 

Sí, ella lo sabía… siempre lo había sospechado y se había convencido de que no podía haber sido de otra manera. Era imposible pensar que él no hubiera pasado esa noche con la Señorita Macross… ella siempre lo había sabido, incluso en ese momento… sabía que mientras ella pasaba la navidad más dolorosa y solitaria de su vida, él estaba en casa, con ella… ¡Pero escucharlo de sus labios le había dolido como ella jamás había esperado que lo hiciera!

 

Rick tuvo que ahogar un sollozo cuando vio la reacción de Lisa y cómo sus ojos adquirieron esa tristeza de los viejos tiempos… una tristeza que él esperaba jamás volviera a aparecer en ellos… y lo había hecho, por su culpa.

 

- No hay nada que perdonar, Rick. – Lisa murmuró, tratando de mantener su compostura. – En esos días no había nada entre nosotros… ¿Por qué debería de perdonarte por algo que—que no me incumbe?

 

- No Lisa, te equivocas… siempre ha habido algo entre nosotros… siempre. – Rick escondió su rostro en sus brazos. - ¿Por qué fui tan idiota? Lisa, esa noche—

 

- Preferiría no saber, Rick.

 

- ¡Pero quiero que sepas!

 

Lisa desvió su mirada y poco a poco se recostó en la orilla de la cama, dándole la espalda a Rick. Él no tenía el valor de mirarla, pero había sentido cómo se había alejado de él y eso dolía… ¡Dolía mucho!

 

- Estaba enojado… ni siquiera sé si contigo por no permitirme explicarte la situación… o con ella, por haberse metido en mi vida de la manera en que lo hizo y en un momento tan inoportuno… o conmigo mismo por ser el completo estúpido cabeza dura que siempre he sido… estaba tan triste esa noche y me sentía tan sólo… ella estaba ahí conmigo pero—pero ella no eras tú, Lisa. Siento que esa noche debí de ir tras de ti, obligarte a que me escucharas… pero no lo hice.

 

El corazón de Rick se quebró cuando escuchó un sollozo apagado que Lisa había tratado de aquietar contra su almohada sin mucho éxito. El capitán hizo un gesto de dolor y bajó su mirada, sintiéndose cada vez más furioso consigo mismo.

 

- En lugar de eso volví a casa… y ella me esperaba… cenamos juntos y—después de cenar… - Rick se detuvo y permaneció en silencio por un momento que pareció durar un siglo. – Yo en realidad jamás tuve intenciones de—es decir, las noches anteriores había dormido en el sofá… Lisa, tú sabes que yo no soy de la clase de hombres que se aprovechan de las mujeres o que sacan ventaja de las situaciones… al menos tienes que darme ese crédito…

 

- Lo sé, Rick. – él apenas pudo escuchar la voz de ella.

 

- Aquello fue… fue incorrecto… estuvo mal desde el primer momento. – Rick sacudió su cabeza, como queriendo sacarse los recuerdos que lo atormentaban. – Se sentía tan… extraño, tan… ¡Dios! Jamás debió de haber ocurrido… ¡Jamás debí dejar que ocurriera! Sabía que me arrepentiría… sabía que estaba mal… que no debería pero— pero… ella…

 

Rick escondió su rostro en sus brazos y escuchó cómo Lisa seguía sollozando a pesar de que él bien sabía que estaba tratando de evitarlo con todas sus fuerzas. ¿Sería posible que él siguiera causándole esa clase de dolor? ¡Tenía ganas de matarse a sí mismo en ese momento! Jamás en su vida había odiado o despreciado a alguien de la manera que lo estaba haciendo consigo mismo en ese instante.

 

- Siempre pensé que mi primera vez sería por amor… y con amor… que lo haría con la mujer a la que amaba… con la mujer con la que pasaría el resto de mi vida…

 

Lisa sintió que su corazón se congeló. ¿Había sido la primera vez de Rick? Siempre había sabido que Hunter no era mujeriego, pero siempre había pensado que… que quizás habían habido otras veces, con Minmei o con alguien más. Aquella confesión fue toda una revelación para Lisa. De pronto vio a Rick Hunter bajo una nueva luz.

 

- Pero tú la amabas, Rick. – Lisa susurró. – Ella era el amor de tu vida.

 

Rick negó con la cabeza.

 

- Ella era un capricho… una obsesión… nada más. Pensé que la amaba pero esa noche me di cuenta de que no era así… estaba confundido o quizás mis sentimientos habían cambiado, no lo sé… lo único que sé es que esa noche… mientras estaba con ella… - Rick hizo una pausa demasiado larga, para finalizar con voz apenas audible. - … jamás dejé de pensar en ti, Lisa… tu nombre… jamás se apartó de mi corazón ni de mi mente… ni siquiera de mis labios.

 

Rick miró a Lisa por primera vez desde que había comenzado a hablar. No podía ver su rostro, pero notaba la manera en cómo sus hombros se sacudían y aquello le dolía. Él tenía los ojos llenos de lágrimas y la boca completamente seca. Sus manos se sentían heladas y sentía cómo todo su cuerpo temblaba ligeramente… incluso le costaba trabajo respirar.

 

En un arranque de valor, Rick se tendió al lado de Lisa, pero en cuanto ella sintió su contacto, se sentó en la cama, alejándose de él. Rick sintió una estocada en el corazón, pero no podía molestarse con ella… no después de lo que le acababa de decir.

 

Lisa se sentó en la cama, abrazando sus rodillas, de la misma manera que él lo había hecho antes. No podía dejar de pensar en lo que él le acababa de decir… ¿Podría ser cierto? Rick había esperado tantos años por ese momento… el momento en que pudiera tener a Minmei sólo para él, en que pudiera amarla, hacerla suya… y cuando finalmente había llegado ahí… ¿Realmente se había sentido tan incorrecto como él decía? Más aún… ¿Podría ser cierto que mientras estaba con la Señorita Macross… él hubiera estado pensando… en ella? ¿Acaso podría ser verdad que su nombre… que el nombre de Lisa Hayes era el que él tenía en su mente, en su corazón, incluso en sus labios mientras…?

 

- Esa noche descubrí que te amaba, Lisa… ¡Que eras tú, que siempre habías sido tú! Y… que siempre serás tú. – La voz de Rick se quebró al pronunciar las últimas palabras.

 

Lisa estaba en silencio, tratando de procesar todo lo que él le estaba revelando. No podía comprender las cosas… ¡No podía creerlas! Pero en algún lugar de su mente algo le decía que todo lo que él le decía era cierto… ella lo había visto en sus ojos al día siguiente, cuando había ido a despedirse de él… aún más, lo había visto en los ojos de ella… de Minmei.

 

“¿Que amas a Lisa? Ya lo sabía…”

 

Recordó las palabras de la Señorita Macross y aquello hizo que se preguntara… ¿Realmente él había estado pensando en ella mientras…?

 

Lisa sintió como Rick se incorporaba y se acercaba a ella. Y su cuerpo se estremeció cuando sintió los labios de él posarse suavemente en su hombro desnudo… tímidamente, con miedo…

 

- ¿En qué piensas? – Rick susurró con una voz que le dejó saber a Lisa lo asustado que estaba.

 

Lisa sacudió la cabeza, pero no dijo nada. Pasaron un par de minutos antes de que ella pudiera reunir la fuerza suficiente para hablar, apenas en un murmullo.

 

- Pienso que—que esto duele, Rick… duele mucho.

 

Rick bajó la mirada y pasó saliva, tratando de humedecer un poco su garganta seca, pero incluso ese acto tan simple le resultó doloroso.

 

- Tenía que decírtelo. – Rick murmuró. – No podía seguir adelante con esto sin sacármelo del pecho… porque pienso que tú mereces que sea sincero contigo, Lisa… porque no quiero que haya malos entendidos o problemas sin resolver entre nosotros…

 

- Lo sé… y agradezco tu sinceridad. – Ella le respondió.

 

- Lisa… necesito… necesito saber que me perdonas… necesito escucharlo de tus labios. Perdóname por lo que ocurrió esa noche… y por lo que ocurrió cada día desde que nos conocimos… ¡Fui un tonto, un estúpido! Lisa… yo—yo no sé porqué estás conmigo… después de todo lo que sucedió.

 

Lisa bajó su mirada, sintiendo como las lágrimas le quemaban el rostro. Sabía que él también estaba llorando, lo podía escuchar, aunque no tenía el valor de mirarlo de frente. Sintió cómo Rick recargó su frente en su omóplato y aquel contacto pareció darle fuerza para hablar.

 

- No hay nada que perdonar.

 

Rick sintió como un sollozo se formaba en lo más profundo de su pecho y escapaba de su garganta, sacudiendo todo su cuerpo. ¿Por qué Lisa tenía que ser tan bondadosa?

 

- A partir de este momento, todo lo que sucedió antes queda atrás, Rick… ya no podemos mortificarnos por eso. No quiero que pasemos la vida sufriendo y lamentando cosas que no podemos cambiar… este es un nuevo principio, amor… lo demás no importa.

 

Rick levantó la cabeza. El escucharla llamarlo “amor” le había dado una nueva esperanza. Se acercó a ella por detrás y suavemente rozó su mejilla con sus labios. Ella no se alejó, aceptó aquel beso que él le daba. Cerraron los ojos y ambos estuvieron inmóviles por un momento, mejilla con mejilla.

 

- ¿Estamos bien? – Rick preguntó después de un prolongado silencio.

 

- Estamos bien. – ella le respondió en el mismo tono.

 

- Lisa, no quiero que esto afecte nuestra relación… si te lo dije es porque pienso que tienes el derecho de saber, yo—

 

- Rick, no me dijiste nada que yo no supiera ya.

 

Lisa se alejó de él y volvió a acostarse en la cama, dándole la espalda y haciéndose un ovillo. Rick la observó largamente, sin saber qué más podía decirle o qué debería hacer ahora.

 

- Supongo que… después de todo sí me voy a tener que ir a dormir al sofá… ¿Verdad?

 

Rick preguntó con un tono de inocencia en su voz que hizo que Lisa, a pesar de todo, sonriera. Sabía que estaba tratando de romper el hielo. Ella sacudió su cabeza negativamente y habló en un susurro:

 

- Después de todo… yo tampoco pasé sola esa noche… me sentía herida y necesitaba compañía… yo—yo no dormí en mi casa… y tampoco dormí sola.

 

Rick no podía ver el rostro de Lisa, pues estaba de espaldas a él, pero sus palabras habían sido tan sinceras y honestas que sintió… ¡Sintió una puñalada en el corazón! Sintió que su cuerpo se enfriaba por completo y su pulso se agitaba… la cabeza le dio vueltas y por un momento incluso se olvidó de respirar.

 

- ¡Oh! – murmuró después de un segundo. – Comprendo…

 

Rick se dejó caer de espaldas en la cama, usando sus brazos a manera de almohada como era su costumbre. Sus ojos completamente abiertos estaban clavados en el techo y sin que él lo pudiera controlar, su respiración se había vuelto irregular. Trataba de contener ese sentimiento que de pronto lo había inundado… ¿De dónde había salido? ¡No tenía idea! Pero sentía que la vista de pronto se le había nublado y los músculos de la mandíbula se habían contraído casi dolorosamente.

 

¿Qué podía decir? Lisa había dejado bien en claro su situación… a partir de ese momento ellos comenzarían de ceros y lo que había sucedido antes no importaba. Además él no podía exigirle a Lisa algo que él no había sabido darle… era sólo que no podía imaginar a Lisa con alguien más… ¡Era imposible!

 

Una vez más se dio cuenta de lo egoísta que había sido y de cómo siempre había dado a Lisa por hecho. ¡Sentía tanta rabia! ¿Quién podría haber sido? Fuera de él y Max, Lisa no tenía ningún otro amigo en la base… al menos ninguno que él conociera. Cierto, tenía buenas relaciones con todos los pilotos, quienes la admiraban y la respetaban, pero no se imaginaba a Lisa simplemente yendo a un hangar a elegir a un piloto al azar para pasar la noche. ¿Quiénes estaban de guardia esa noche? ¿Quiénes estaban en sus casas? La mayoría de los pilotos tenían novias… ¿Quiénes estaban disponibles?

 

¿O por qué pensar que había sido un piloto? Seguramente un oficial… alguien de más rango y categoría… ¿O un tipo anónimo que ella simplemente había conocido en algún bar? ¡No! Lisa no era ese tipo de mujer…

 

Lisa, por su parte, trazaba distraídamente las figuras de la colcha con su dedo en silencio. No podía quitarse de la mente las palabras que Rick le había dicho esa noche… lo que le había contado a cerca de Minmei y de él… y el hecho de que le hubiera confesado que esa noche él había descubierto que era a ella, Lisa Hayes, a quien él amaba… no al Canario de Ciudad Macross, no a Minmei… ¡Sino a ella! Le había dolido escuchar esa verdad de labios de Rick… aunque ella siempre había sabido lo que había sucedido. No había sido una sorpresa en lo absoluto… había sido doloroso, eso no podía negarlo. Pero ahora se sentía tranquila… era como si se hubiera quitado otro peso más de encima y agradecía a Rick por ello… por su sinceridad y por el hecho de querer que las cosas fuera perfectas entre ellos. ¿Comprendería Rick cuanto lo amaba ella en realidad?

 

El sonido entrecortado de la respiración de Rick y la manera en cómo se estaba moviendo inquietamente en la cama hicieron que Lisa sonriera traviesamente. ¿Sería acaso que el capitán Hunter tuviera celos… por ella?

 

- Lisa es hermosa y muy atractiva… yo sé que más de una docena de pilotos aceptarían con gusto pasar la noche con ella. – Rick seguía pensando. - ¿Cómo puedo ser tan tonto como para creer que ella sería exclusivamente mía? ¡Una mujer así, Hunter! ¡Eres un tonto! Ella tenía todo el derecho de seguir adelante con su vida… ¿Pero por qué esa noche en particular?

 

Rick dejó escapar un suspiro lleno de frustración y rabia contenida. Aunque Lisa no pudiera verle el rostro, adivinaba su expresión, su ceño fruncido, esa arruga que aparecía en medio de sus cejas cuando estaba enojado, su boca con esa pequeña mueca de fastidio que ella tan bien conocía… y sus ojos oscurecidos como lo hacían cada vez que algo lo molestaba.

 

El capitán Hunter no podía dejar de pensar… ¿Quién? ¿Quién? ¿Y por qué se sentía así? Cuando él sabía que Minmei estaba con Kyle… o con otros pilotos, haciendo… eso, él jamás se había sentido celoso. Se había sentido triste y frustrado, pero no celoso…

 

¡Pero con Lisa…!

 

Tan sólo el pensar que otros labios la besaran, que otras manos la acariciaran… ¡No! Tenía que sacarse esos pensamientos de la cabeza antes de que terminara por volverse loco.

 

- ¿Fue…? ¿Alguien que yo conozca…? – se escuchó preguntar a sí mismo, y enseguida se arrepintió de haberlo hecho, temiendo escuchar la respuesta que terminaría por aniquilarlo por completo.

 

Lisa guardó silencio por un momento que para Rick se convirtió en una eternidad. Finalmente ella asintió con la cabeza y Rick sintió una rabia ciega desbordársele en el cuerpo… ¡Tenía ganas de salir y golpear a ese tipo, quien quiera que hubiera sido! Pero las palabras de Lisa hicieron que aquella rabia se convirtiera en coraje… ¡En odio!

 

- Es amigo tuyo.

 

- ¿Amigo mío? – Rick pensó. – ¡Ningún amigo mío hubiera pasado la noche contigo, Lisa! No sé quien sea, pero ese hombre no es mi amigo y jamás podrá serlo…

 

- Entiendo… - fue lo único que él pudo murmurar.

 

- Necesitaba compañía Rick… - Lisa susurró. – Me sentía sola y muy triste… no podía volver a mi casa… no podía ir a la tuya… Claudia no estaba en la ciudad y yo—yo no sabía que hacer. Necesitaba sentirte cerca… pero sabía lo que estaba ocurriendo… y él—él me reconfortó… me cuidó… me escuchó… no era mi intención pasar la noche con él pero… simplemente sucedió.

 

Rick pasó saliva y aunque abrió los labios, no hizo ningún comentario. Lisa sonrió levemente, para sí misma, tratando de decidir por cuanto tiempo más iba a torturarlo… Se sentía culpable pero… ¡Estaba disfrutando de aquello! Rick estaba celoso… ¡Sentía celos por ella! Sabía que estaba mal lo que estaba haciendo… pero no podía evitar el sentirse halagada por aquello.

 

- Regresé a la base aquella noche... – Lisa comenzó a hablar en voz baja.

 

Rick cerró los ojos y los apretó con fuerza… ¡No quería saber! ¡No quería escuchar lo que ella le iba a decir! Pero ¿Cómo negarse, cuando ella había escuchado y aceptado lo que él le había dicho? Y no le guardaba resentimiento…

 

- No había nadie porque después del ataque la mayoría del personal se había retirado y los pocos que estaban de guardia habían sido enviados a la ciudad a apoyar con las labores de emergencia.

 

- Si… - Rick murmuró, para dejarle saber que la escuchaba.

 

- Necesitaba algo de ti Rick… algo que me hiciera sentir cerca de ti… que me hiciera sentir… contigo.

 

Las palabras de Lisa eran tan apasionadas que él tuvo que controlarse para no llorar. Se dio vuelta en la cama, para quedar de espaldas a ella. Cuando Lisa sintió que él se tendía sobre su costado, ella dio media vuelta y se incorporó, apoyando el peso de su cuerpo en su brazo, mirando a Rick, que de espaldas a ella, deseaba con todo su corazón que esa tortura terminara pronto.

 

- Estaba pensando en resignar mi comisión en la RDF… alejarme para siempre de Ciudad Macross y—y de ti, Rick.

 

El piloto cerró los ojos, sintiéndolos llenos de lágrimas. ¡Le había hecho tanto daño a Lisa sin siquiera proponérselo! Y con todo, esa mujer increíble, hermosa, buena… ¡Ese ángel seguía a su lado!

 

- No la mereces, Hunter. – una voz sonaba en su cabeza. - ¡No la mereces!

 

- Estaba por volver a casa… cuando por impulso o por necesidad, no lo sé, subí a la cabina del Skull Uno…

 

Los ojos de Rick se abrieron desmesuradamente. ¿En la cabina del Skull Uno? ¡Eso era más de lo que él podía soportar!

 

- … me sentía tan cerca de ti…

 

Lisa se inclinó sobre Rick, recorriendo su brazo desnudo con sus dedos, hasta tomar su mano. Casi como un reflejo, sus dedos se entrelazaron y aquello les dio a ambos seguridad. Rick cerró sus ojos cuando sintió los labios de ella rozándole suavemente la mejilla.

 

- Tu aroma… tu presencia… tu calor… en ese espacio tan reducido… quise imaginarme que estaba en tus brazos… todo dentro de esa cabina me hablaba de ti… era como si tú estuvieras conmigo… yo—incluso soñé contigo esa noche…

 

Lisa besó a Rick largamente justo debajo de su oreja, para dejar que él procesara la información que le había dado. Después de un minuto continuó, susurrando sus últimas palabras en el oído del capitán.

 

- A la mañana siguiente le pedí al Skull Uno que te cuidara, amor… y que de vez en cuando, si podía, te recordara que yo—que yo siempre te amaré, Rick Hunter.

 

Los ojos del piloto se abrieron desmesuradamente de golpe, al tiempo que comprendía lo que ella estaba tratando de decirle. Giró sobre sí mismo para quedar frente a frente con ella. Sus ojos verdes lo observaban con una mezcla de amor y curiosidad.

 

- ¿Pasaste la noche en el Skull Uno? – Rick preguntó, como si no creyera sus propias palabras. - ¿Dormiste en la cabina? ¿Ahí fue donde pasaste la noche de navidad? ¿CON el Skull Uno?

 

Lisa capturó sus ojos azules en el fuego infinito que brillaba en los suyos. Sonrió levemente y acercó su rostro al de él, hasta que sus labios casi rozaban.

 

- ¿Celoso, capitán Hunter?

 

Rick le lanzó una mirada asesina y soltó un gruñido al tiempo que la embestía con fuerza. Ella se rió cuando cayó de espaldas en la cama y vio el rostro enojado de Rick aparecer encima de ella.

 

- ¡No vuelvas a hacerme esto, Lisa! – su voz sonó seria. - ¡Dios santo! ¡Pensé lo peor! Lisa… yo—yo— ¡Demonios, Lisa Hayes! ¡Nunca en la vida me había sentido tan celoso y tan… miserable!

 

- Rick, - Lisa le habló con la misma seriedad, mirándolo directamente a los ojos. – Hubo cosas que sucedieron en el pasado… cometimos errores, es cierto… muchos, demasiados errores. Pero ¿Qué caso tiene vivir lamentando lo que sucedió? Pienso que lo mejor que podemos hacer es simplemente aceptar que fueron circunstancias… males necesarios, porque esos errores nos trajeron a donde estamos ahora… Rick, no sé tú, pero yo no pienso desperdiciar la felicidad que tengo ahora, sufriendo por lo que sucedió en el pasado… cosas que de cualquier forma ya no tienen remedio.

 

- Lisa… - Rick estaba conmovido. - ¡Te amo tanto! Yo también quiero dedicarme a vivir el aquí y el ahora… contigo, Lisa… siempre contigo. Lamento haber arruinado la noche pero—tenía que sacarme eso del pecho. No podía seguir adelante sabiendo que traía esa carga conmigo… ¿Lo comprendes, verdad?

 

- Lo entiendo y te agradezco que lo hayas hecho… supongo que aún no estábamos preparados para dar el siguiente paso… yo también quiero que todo entre nosotros sea perfecto, amor.

 

Rick se inclinó a besarla en los labios suavemente. Pero ella no podía conformarse con ese beso tierno… ¡Ella necesitaba sentirlo a plenitud! Quería sentir que ahora él estaba con ella… ¡Que ahora él le pertenecía! Aquel beso fue aumentando de intensidad, hasta que Rick lo terminó de improviso, mirando profundamente a Lisa a los ojos.

 

- ¡Te deseo tanto! – le dijo con sinceridad, mientras acariciaba su rostro. – Pero siento que esto no es algo que puedo tomar… es algo que debo ganarme.

 

- Vas por buen camino, amor. – Lisa lo atrajo hacia ella y le besó el rostro. – Vas por muy buen camino.

 

Rick se tendió sobre ella y comenzó a besarle suavemente el cuello, no con deseo ni con pasión, sino con amor y con ternura. Ella suspiraba mientras le acariciaba la espalda desnuda y el cabello rebelde. Sentía cómo las manos del piloto la acariciaban con cariño, con emoción… con delicadeza.

 

- Rick… - Lisa finalmente murmuró. – Hay algo que—que yo también debo decirte.

 

- ¿De qué se trata, hermosa?

 

Lisa lo empujo suavemente, para poder verlo a los ojos mientras le hablaba. Rick le sostuvo la mirada y ella suspiró, tratando de controlar sus emociones.

 

- Quiero que sepas que—que para mí jamás ha habido otro hombre… nadie Rick…

 

- Pero— ¿Qué hay de Riber? – Rick preguntó confundido.

 

- Yo era sólo una niña… me refiero a que… a que jamás he estado con nadie más—esto para mí es totalmente desconocido… territorio no explorado…

 

Los ojos de Rick se agrandaron y su corazón se aceleró.

 

- ¿Te refieres a que— tú jamás has…?

 

Lisa negó con la cabeza y miró al piloto a los ojos. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras su mano se posaba suavemente en la nuca de él, atrayéndolo a ella para besarle los labios.

 

- Tú serás el primero… y el único. – Lisa murmuró contra sus labios antes de besarlo.

 

Por unos segundos Rick no pudo responder a ese beso. Su cerebro aún estaba ocupado procesando las palabras que ella le acababa de decir. Pero de pronto sintió algo dentro de su pecho… un calorcito muy especial… una emoción que le recorría todo el cuerpo y lo hacía sentir vértigo. Lisa, su Lisa, la mujer a la que él amaba con toda su alma, con todo su corazón y con todo su ser… ¡Sería suya, única y exclusivamente suya, como él siempre había soñado!

 

Mientras la besaba, le prometió en silencio, y se prometió a sí mismo, que las cosas iban a ser muy especiales entre ellos… él se iba a encargar de que su primera vez fuera todo lo que ella había soñado que pudiera llegar a ser… ¡Y más! Y en cierta forma eso era algo que se debía a sí mismo. Cierto, había estado con Minmei antes, en un plano íntimo… pero jamás había realmente hecho el amor.

 

- Va a ser muy especial, Lisa… ¡Te lo prometo! – susurró contra sus labios cuando se separaron.

 

- Lo sé, amor… lo sé.

 

Ambos habían terminado en una posición, en donde estaban tendidos de frente. Él puso sus brazos alrededor de la espalda de Lisa y la atrajo suavemente hacia su cuerpo. Ella acomodó su cabeza en el hueco entre el hombro y el cuello de él y sus manos lo abrazaron también, al tiempo que sus piernas se entrelazaban, formando un perfecto capullo entre ellos.

 

- Me alegra que hayamos tenido esta conversación. – Lisa murmuró.

 

- A mí también, mi vida.

 

- Te amo, Rick Hunter… ¡Con todo el corazón! – Lisa lo besó debajo de la barbilla.

 

- Y yo a ti, Lisa… ¡Eres el amor de mi vida! – Rick la besó en la sien.

 

Ya no hubo necesidad de más palabras… la noche, que había comenzado de manera tan intensa, había terminado de manera igualmente intensa, aunque diferente… ambos comprendían que, sin importar lo que hubiera sucedido antes, y sin importar lo doloroso que hubiera sido, ahora se tenían el uno al otro… ahora estaban juntos. Ahora eso era lo único que en realidad importaba. Ahora ambos habían descubierto que su lugar en el mundo estaba en el corazón del otro.

 

 

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Al día siguiente Rick se despertó sintiendo el tibio aliento de Lisa en su cuello. Ella descansaba sobre su pecho desnudo, con sus cabellos color miel totalmente dispersos sobre su piel, embriagándolo con su aroma, y su mano suavemente posada sobre su pecho, mientras que su cabeza descansaba exactamente sobre su corazón. Rick pasó un buen rato así, sin moverse. Tenía una sonrisa en los labios y su mano subía y bajaba por la espalda desnuda de Lisa… de su mujer.

 

El capitán Hunter recordó todos los eventos del día anterior… y sonrió, complacido por la manera en cómo las cosas iban entre ellos. Con sus altas y sus bajas, pero estaban demostrando que juntos podían solucionar cualquier problema y salir airosos de cualquier situación. ¡Juntos eran invencibles!

 

Lisa despertó mucho tiempo después. Había dormido profundamente y el despertar en brazos de Rick había sido sin duda el broche de oro para una noche de descanso absoluto. Se habían besado por unos momentos, sin siquiera haber intercambiado los buenos días. Después de su sesión de amor matutina, ambos se habían levantado. Mientras Lisa se daba un baño, Rick había pedido el desayuno a la habitación… con cargo a la cuenta de la RDF, por supuesto. Él había tomado su baño después de Lisa y más tarde ambos se habían sentado a almorzar frente a la ventana panorámica, mientras hablaban de los eventos del día anterior… y de los planes para ese día.

 

Su vuelo de regreso a Ciudad Macross había sido programado para las 1700 horas, por lo que aún tenían algo de tiempo para disfrutar antes de partir. Decidieron que sería bueno ir de compras… algo de ropa nueva no les haría daño a ninguno de los dos.

 

Salieron del hotel tomados de la mano, arrancando sonrisas y provocando comentarios de la gente que pasaba a su lado. Eran una pareja muy atractiva, se veían bien juntos… pero había algo más… se veían enamorados. Cada vez que ella lo miraba, sus ojos centellaban con el amor más puro y absoluto del universo, y una sonrisa suave y hermosa aparecía en su rostro. En cuanto a él, mirar a Lisa hacía que sus ojos brillaran como si fueran estrellas… y la expresión de enamoramiento que tenía en su rostro, la manera en cómo sus ojos la seguían a donde ella se movía, todo en él revelaba el amor y la devoción que sentía por esa mujer tan maravillosa. Era imposible para ellos el pasar desapercibidos, había un aura a su alrededor que hacía que a donde fueran, simplemente brillaran.

 

Lisa se emocionó cuando vio una pista de patinaje sobre hielo en el parque. Ninguno de los dos había practicado en algún tiempo, así que las caídas y los accidentes estuvieron a la orden del día… lo que sólo les provocó ataques de risa y uno que otro moretón.

 

Después de patinar, fueron a la Plaza Monumento, que era el centro comercial más grande de la ciudad, en donde compraron ropa nueva, algunos libros, CDs de música y algunas películas clásicas en DVD. Mientras estaban ahí, Rick decidió que iba a regalarse una consola de videojuegos y entre los dos eligieron algunos títulos que les gustaría jugar juntos… además de que Rick no podía esperar para presumirle su nuevo juguete a Max.

 

Todavía tuvieron tiempo para caminar un poco por el parque antes de volver al hotel y recoger sus cosas. El cielo estaba nublándose y Rick quería estar en el aire antes de que comenzara a nevar. Los empleados del hotel se encargaron de llevar todo al taxi, mientras Lisa y Rick aún se dieron un tiempo para contemplar la espléndida vista de Ciudad Monumento desde el ventanal de su habitación. Antes de salir de la misma se besaron apasionadamente y después, tomados de la mano, fueron a abordar el taxi que ya esperaba por ellos, para llevarlos al aeropuerto de la ciudad.

 

Sin duda aquel había sido un fin de semana muy especial para ambos. El poder actuar como una pareja normal, sin presiones, sin protocolos, sin horarios, había sido bueno para ellos. El poder pasar tiempo juntos, el hablar de sus problemas, de sus fantasmas… el aclarar situaciones de su pasado, todo eso les había hecho mucho bien. Ese fin de semana había sido un tiempo que ellos habían estado necesitando durante muchos meses y que jamás había llegado. En un par de días ambos habían hecho avanzar su relación a pasos agigantados, a nivel personal, emocional, incluso íntimo. Ahora se sentían más unidos y más fuertes para enfrentar lo que viniera.

 

Mientras volaban de regreso a Ciudad Macross, ninguno de los dos podía dejar de pensar en todas las cosas que habían vivido… ¡Y en las que todavía estaban por venir! Ambos pensaban que si bien su relación no era perfecta, porque en realidad, ¿qué relación lo es? Al menos estaban dando lo mejor de ellos mismos por hacer que las cosas funcionaran, que por lo menos fueran tan buenas como pudieran ser… ambos sabían que ya en el pasado habían tenido miedo, se habían herido mutuamente, habían sufrido y se habían hecho sufrir mutuamente por cosas sin importancia, habían cuestionado su valor, habían traicionado su confianza mutua, habían tomado decisiones equivocadas… pero porque habían pasado por todo eso y porque habían superado todas esas circunstancias sin perder la esperanza ni la fe que el uno tenía en el otro, era por eso que ahora se sentían fuertes y decididos de llegar al final en una relación en la que ellos habían puesto todo su corazón y su alma.

 

Sin que ellos se dieran cuenta, el futuro se había transformado en presente y demasiadas responsabilidades habían sido impuestas sobre sus hombros… el futuro de la humanidad descansaba en las decisiones y en las acciones de un puñado de personas… y ellos formaban parte de ese puñado. Pero más allá de sus deberes y responsabilidades, sabían que tenían sueños y esperanzas para el futuro y estaban dispuestos a cumplirlas, a luchar por ellas, a dar lo mejor de sí… mientras estuvieran juntos, podrían lograr cualquier cosa que se propusieran.

 

En la guerra y en el amor no era posible preverlo todo… ahora ellos habían aprendido que a veces el momento ideal jamás llega… y a veces es preciso un poco de locura para dar el siguiente paso.

 

Al aterrizar el Ciudad Macross, ambos pensaron que habían vivido mucho tiempo soñando con la estrella más distante, más lejana y más inalcanzable… pero al mirarse a los ojos y sonreírse mutuamente en la pista de aterrizaje de la base de la RDF, tras un aterrizaje particularmente bueno, ambos supieron sin lugar a dudas, que para ellos la estrella más hermosa del universo no estaba en el cielo… sino justo a su lado. * * *

 

 

 

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La versión más actualizada de esta historia se encuentra en: http://www.fanfiction.net/~evi021

 

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