chapter = 4
author = Evi
Rating = AP15
Type = Adventure
fanfic = HORIZONTES DE LUZ
Por Evi
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- EL ÚLTIMO ADIÓS -
El capitán Hunter entró al edificio en donde se encontraban albergadas las oficinas de los altos mandos de la RDF. Jamás había estado ahí antes y se sintió un poco fuera de lugar al caminar por los pasillos llenos de personas que iban y venían atendiendo asuntos importantes. Subió hasta el último piso del edificio y cuando salió del ascensor, sonrió de oreja a oreja al mirar el directorio que apareció en la pared frente a sus ojos. Ahí, en la parte más alta del organigrama vio el nombre que le provocaba aquel estremecimiento en el cuerpo tan sólo con leerlo: “Almirante E. Hayes – Oficina 021”.
Rick caminó hasta la oficina señalada. En ese lugar no había muchas personas y eso lo hizo sentir más tranquilo. Entró a la recepción en donde un ventanal enorme, desde donde se veía toda la base y los restos del SDF1 al fondo, le dio la bienvenida. Uno de los muros estaba decorado con una gigantesca insignia de la RDF en relieve y con iluminación posterior, mientras que en otro de los muros se exhibían fotografías históricas de la RDF. Había una sala de espera con sillones de piel negra y una joven sargento atendiendo algunas llamadas detrás de un escritorio.
Rick tomó asiento y sus ojos se clavaron en la puerta de la oficina. Pero casi de inmediato la sargento se dirigió a él:
- ¿En qué puedo ayudarlo, capitán?
- Yo… uh—quisiera saber si la almirante Hayes está en su oficina… tengo que—hablar con ella respecto a algunas asignaciones que me encargó para los funerales de mañana.
- Permítame un segundo. – la sargento tomó el teléfono. - ¿Quién la busca?
- El capitán Hunter.
Una sonrisa iluminó el rostro de la joven sargento al escuchar ese nombre y Rick enseguida supo que había reconocido su nombre… y que por la manera en que sonreía, sabía la historia de la famosa telenovela Hunter-Hayes. Aquello le cayó en gracia y no pudo menos que sonreír.
- Almirante Hayes, el capitán Hunter está aquí para verla… por supuesto almirante. ¡A la orden! – la sargento colgó el teléfono y le sonrió a Rick. – Puede pasar, capitán… la almirante lo espera.
- Gracias sargento.
Al pasar, Rick pudo escuchar la risita de aquella joven mientras marcaba un número telefónico. No pudo evitar el sonreír al pensar que seguramente llamaría a sus amigas para contarles que finalmente había conocido al capitán Hunter… y que en esos momentos estaba en la oficina de la almirante Hayes.
- ¿Y porqué esa sonrisa, capitán? – Lisa lo saludó, mientras él cerraba la puerta a sus espaldas.
- Bueno… ¿Acaso no tengo razones de sobra para sonreír el día de hoy, almirante?
Lisa sonrió, mientras se ponía de pie. Rick miraba a su alrededor. Aquella oficina era amplia y de muy buen gusto. La vista que Lisa tenía detrás de su escritorio era un paisaje hermoso de Ciudad Macross en la ventana panorámica. La oficina estaba alfombrada y los muebles y la decoración eran sobrios pero elegantes. Sin duda la oficina que él esperaría que un almirante tuviera.
- ¡Vaya! Esto es mucho mejor que tu antigua oficina en el SDF1, Lisa. – Rick seguía caminando en círculos, observándolo todo.
- Si, es bonita… aunque algo fría. – Lisa comenzó a mirar a su alrededor. – Supongo que necesita un toque femenino… he pensado en traer algunas fotografías y libros… cosas así, para darle un poco de vida a este lugar.
Rick la miró y sonrió. Se acercó a ella y le puso las manos en la cintura, atrayéndola contra su cuerpo. Lisa no opuso la menor resistencia, antes bien correspondió a aquella acción, colocando sus brazos alrededor del cuello del piloto. Él se inclinó para besarla suavemente en los labios.
- ¿Es motivo de corte marcial besar a la almirante en horas de trabajo en su oficina? – preguntó traviesamente cuando se separaron.
- Hmmm… - Lisa sonrió. – Eso depende de qué tan bueno sea el beso, señor.
- Entonces por mi propio bien, más vale que sea uno de 8.0 grados en la escala Richter, ¿No es así?
- No sabía que fueras sismólogo…
- Nah… yo no estudio sismos, más bien los provoco. Por eso esa escala es la abreviatura de mi nombre… Rick Hunter… Ric-Hter… Richter.
Rick la besó una vez más, mientras Lisa reía divertida contra sus labios; el joven piloto jamás dejaba de sorprenderla con sus ocurrencias y sus espontaneidades. Rick no pudo menos que reír también, en medio de aquel beso.
- Si se va a seguir riendo así, almirante, no me va a dejar concentrarme… - Rick susurró contra sus labios. - ¿Qué no sabe que estoy jugándome la vida con este beso?
- Pensé que los pilotos de combate no eran fáciles de distraer. – Lisa le respondió, sin separarse de él.
- Digamos que usted es mi talón de Aquiles, almirante.
Lisa sonrió pero ya no pudo responder nada más, pues el capitán Hunter ya había tomado posesión de sus labios y la estaba besando como si su vida realmente dependiera de ello. Lisa tuvo que buscar un poco de apoyo en el escritorio que estaba a sus espaldas, pues Rick la estaba besando de tal manera, que sentía que la cabeza le comenzaba a dar vueltas y no sabía si era por el aire que le faltaba a sus pulmones o por la forma en que él era capaz de despertar sensaciones desconocidas para ella cada vez que la tocaba. Sus labios finalmente se separaron con un pequeño chasquido, pero ellos todavía se quedaron cerca uno del otro, sus ojos cerrados y su respiración agitada. Parecía que ninguno de los dos podía despertar de aquel trance en el que ese beso los había puesto.
- ¡Wow! – Rick suspiró, abriendo los ojos y sonriéndole a Lisa.
- Se salvó de la corte marcial por esta ocasión, capitán.
Lisa le lanzó una mirada coqueta y seductora que hizo que todas las alarmas se encendieran en el cuerpo de Rick. Sin embargo la almirante caminó alrededor de su escritorio y se sentó en su sillón, suspirando profundamente.
- ¿Cómo va tu día, amor? – Rick preguntó, sentándose frente al escritorio. – Te ves cansada.
- Ha estado bien… un poco atareado, pero las cosas van saliendo. Estoy dando los toques finales al discurso de mañana y de rato tengo una reunión de staff para ultimar los detalles del funeral.
- De eso quería hablarte, Lisa. – Rick se inclinó hacia delante y apoyó sus brazos en el escritorio. – El Escuadrón de Honor ya está listo. Los VTs volarán con los colores e insignias de sus respectivos escuadrones y claro, se llevará a cabo la maniobra del soldado caído… para este efecto un VT con los colores del la RDF volará con los demás. Los pilotos han estado practicando con Max como su instructor, pero en media hora voy a ir a ver el ensayo final. Sólo quería informarte de ello.
- Gracias Rick… sé que será una hermosa ceremonia.
- El almirante Gloval y las chicas lo merecen.
- Sí… Rick, hice algunos arreglos, pero quería comentarlos contigo… uno en particular.
- ¿De qué se trata, amor?
- Claudia… bueno, hice los trámites necesarios y di las instrucciones de que sea enterrada… al lado de Roy.
Una sonrisa triste apareció en los labios de Rick mientras sus manos cruzaban el escritorio para tomar las de Lisa, que se sentían frías y un poco temblorosas.
- Sé que ambos te lo agradecen, Lisa. Es lo que ellos hubieran querido.
- Lo sé. – Lisa esbozó una pequeña sonrisa. – Sé que Claudia está bien, Rick… la he extrañado mucho en estos días pero cada vez que su recuerdo me entristece, pienso que no puedo ser egoísta… ¿Cómo podría ella preferir estar aquí conmigo que el estar allá arriba, con Roy?
- Ellos están bien. – Rick asintió.
- Ella jamás logró recuperarse de la muerte del comandante Fokker. – Lisa comentó con voz quebrada por la emoción. – Trataba de ser fuerte, de no mostrarlo pero—no pasó un día que no lo extrañara, que no pensara en él. Me duele haber perdido a mi hermana pero… pero sé que ahora están juntos. Creo que es lo que ella más anhelaba en el universo.
Rick besó las manos de Lisa, sintiendo un dolor profundo en su pecho al recordar su pesadilla de la noche anterior. En esos momentos él podría ser el que estuviera a punto de enterrar a Lisa—no, trató de apartar esos pensamientos de su mente y en lugar de eso se obligó a sonreír.
- Seguramente ahora deben de estar haciendo de las suyas allá arriba, ¿No lo crees? Roy era un piloto excelente piloteando cualquier nave… ahora que tiene sus propias alas para hacer lo que le plazca, más vale que el Cielo tenga un plan de contingencia… porque Roy y Claudia juntos… ¡Seguro le deben de estar dando unos cuantos dolores de cabeza al Jefe! ¿Te imaginas a Roy vestido con una túnica blanca y sus alitas?
Lisa no pudo evitar el reír suavemente con las palabras de Rick. Él sonrió radiantemente; le encantaba verla reír. Iba a comentar algo más, cuando el intercomunicador se dejó escuchar.
- Almirante Hayes, el Coronel Maistroff y las demás personas citadas a la junta de las 1600 horas están aquí.
- Gracias sargento… en un momento estoy con ellos.
Lisa se puso de pie y Rick hizo lo mismo. Ella se limpió el rostro con la manga y se alisó el uniforme.
- ¿Cómo me veo? – Le preguntó a Rick.
- ¡Preciosa! – él le contestó con sinceridad, colocándole un mechón de cabello detrás de la oreja e inclinándose para besarla en la frente. - ¡Duro con ellos, amor!
Lisa sonrió y asintió con la cabeza.
- Suerte en el resto de tu día, Rick… y gracias por todo.
Rick iba a comenzar a caminar rumbo a la puerta, pero Lisa atrapó su mano, obligándolo a detenerse. Él la miró con curiosidad y ella le sonrió lentamente, provocándole un corto circuito en el corazón.
- Hay algo que quiero pedirte Rick, pero—te digo esta noche en la casa, ¿De acuerdo?
- Claro, lo que sea.
Lisa se acercó a él y lo besó levemente en los labios antes de ir a abrir la puerta de la oficina e indicarles a los oficiales que la esperaban que podían pasar. Rick se mantuvo al lado de Lisa y saludó formalmente a todos los que entraron. Trató de ignorar la mirada asesina que Maistroff le lanzó al verlo ahí, luego miró a Lisa y la saludó formalmente.
- Solicito permiso para retirarme, almirante.
- Concedido, capitán. – Lisa le devolvió el saludo.
Antes de salir de la oficina, Rick se aseguró de que nadie los estuviera viendo y le lanzó un beso a Lisa, seguido de un travieso guiño. Lisa le respondió con una sonrisa, y cuando la puerta se cerró, ella caminó de regreso a su escritorio, rodeada por un aura de paz y tranquilidad que ninguno de los demás oficiales había visto jamás en Lisa Hayes.
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El capitán Hunter salió un poco tarde de la base aquella noche. Habían surgido algunos imprevistos de último minuto de los cuales había tenido que hacerse cargo antes de retirarse. Max y Miriya le habían ofrecido llevarlo a casa de Lisa, lo cual les agradeció profundamente, pues se sentía bastante cansado.
Cuando entró a la casa, encontró a Lisa sentada en la sala, con la laptop en la mesita de café y varias hojas de papel sobre el sofá. Estaba recién bañada y Rick respiró profundamente, llenándose los pulmones del aroma de su cabello húmedo. Se veía preciosa con la pijama de franela verde que llevaba puesta y sus pantuflas amarillas.
- ¡Rick! – Lisa lo saludó con una pequeña sonrisa al verlo aparecer. - ¿Cómo estás?
- Bien.
Rick se acercó a ella y le besó la mejilla antes de sentarse a su lado en el sofá y recargarse pesadamente sobre el respaldo, al tiempo que cerraba los ojos para descansar.
- Te ves agotado. – Lisa comentó con preocupación.
- Estoy bien… ¿Tú cómo estás?
- Bien… estaba—terminando todo lo que necesito para mañana.
Rick asintió con la cabeza pero no hizo comentarios al respecto. Sabía que Lisa le diría exactamente lo que tenía que decirle y en el momento en que ella lo considerara prudente.
- Rick… acerca de ese favor de que te hablé…
- ¿Si? – él la miró con curiosidad. - ¿Qué necesitas, amor?
- Estuve escribiendo el discurso que debo de pronunciar mañana… traté de mantenerlo corto para que fuera más significativo pero no sé si lo logré… en todo caso… lo que me preocupa es que a medio discurso me ganen mis emociones y—ya sabes…sea incapaz de terminarlo.
- Eso no va a pasar. – Rick la tomó de la mano. – Eres fuerte y decidida, estoy seguro de que todo va a salir bien.
- Te agradezco la confianza, pero aún así… me preguntaba si tal vez tú quisieras… pudieras ser mi respaldo.
- ¿Tu… respaldo?
Lisa asintió con la cabeza.
- Verás… me gustaría leerte el discurso ahora mismo para ver que opinas… pero también espero, si no te molesta, entregarte una copia de ese discurso para que tú la tengas y en caso de—de que por alguna razón me fuera imposible terminar…
- Yo estaré ahí para proseguir el discurso por ti, ¿cierto?
- Sé qué tal vez te estoy pidiendo demasiado y espero que no te moleste, Rick. – Lisa se limpió una lágrima que se había deslizado por su rostro. – Trataré de terminar el discurso por mí misma… pero sólo quiero asegurarme de que no haya imprevistos, eso es todo.
- Lisa. – Rick la miró a los ojos y le limpió con el pulgar la lágrima que había escapado de ellos. – Todo va a estar bien, no te preocupes. Para mí es un honor el que me hayas considerado para ser tu respaldo. Y claro, me gustaría mucho el poder escuchar tu discurso ahora mismo.
Lisa asintió y tomó una hoja de papel que estaba al lado de su laptop. Su vista se clavó en las letras ahí escritas, pero sin poder reunir el valor para leer aquel texto en voz alta. Rick le tomó una de sus manos y le dio un apretón cariñoso, dejándole saber que él estaba ahí con ella. Lisa aclaró su garganta y con voz trémula por la emoción comenzó a leer:
“Tiempo soy entre dos eternidades… antes de mí, la eternidad… luego de mí, la eternidad.” ***
Rick sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo de la cabeza a los pies cuando escuchó a Lisa pronunciar aquella frase. No pudo evitar el clavar sus ojos en el rostro de ella, que tan atenta estaba en su lectura, que no se percató de la mirada profunda de él sobre ella. La voz de Lisa tenía un tono especial mientras leía, un tono que Rick no había escuchado antes y que le provocaba un corto circuito en su corazón. Era una voz suave pero firme y llena de cariño.
Rick escuchó con atención mientras ella hacía una reseña de la vida del Almirante Gloval y de las chicas. Aunque Lisa había tratado de mantener su discurso breve, Rick se admiró de la profundidad y el significado de los eventos que había elegido para hacer esa reseña de la vida de esas personas que tanto habían significado para ella. Lisa habló de sus virtudes individuales, de sus logros y sus metas cumplidas, de los sueños que habían tenido, de las memorias que habían compartido. En más de una ocasión tuvo que detenerse cuando su voz se había quebrado involuntariamente o cuando las lágrimas le habían nublado la vista de manera que le impedían continuar.
En cada una de esas ocasiones, Rick había tenido el impulso de poner su mano sobre el hombro de ella y abrazarla, pero se había contenido. Él sabía que era mejor dejarla sacar esas emociones en ese momento. Aún así se mantuvo cerca, para que ella sintiera su presencia y su apoyo.
Lisa se detuvo un momento, cuando terminó de hablar de Claudia Grant, Vanessa Leeds, Sammy Porter y Kim Young y del legado de Henry Gloval, como militar y como hombre. Rick la miró interrogativamente, preguntándose si ahí terminaba el discurso. Sin embargo cuando vio los ojos llenos de lágrimas de Lisa y la manera en cómo sus hombros se sacudían ligeramente, Rick supo que aún había más. Le extendió su pañuelo en silencio, como alguna vez ya lo había hecho en un rincón del SDF1 hacía ya tanto tiempo… ella lo tomó, se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta para continuar.
- Ahora podemos llorar su muerte o podemos sonreír, porque vivieron y tuvimos la oportunidad de compartir sus vidas… podemos cerrar los ojos y rezar porque esto sea una pesadilla y porque ellos regresen a nosotros, o podemos abrir nuestros ojos y darnos cuenta del legado que dejaron detrás de ellos. Podemos sentirnos vacíos porque ya no están aquí con nosotros, o podemos sentirnos llenos del amor que compartimos con ellos. Podemos darle la espalda al porvenir y vivir por siempre en el ayer, o podemos recibir el futuro con alegría, recordando lo que ellos nos enseñaron en el ayer. Podemos recordarlos, pensando que ya se han ido… o podemos valorar por siempre su recuerdo y mantenerlo vivo en nosotros. Podemos llorar y cerrar nuestra mente, sentirnos vacíos y alejarnos… o podemos hacer lo que ellos quisieran que nosotros hiciéramos: sonreír, abrir nuestros ojos, amar con todo nuestro corazón y seguir adelante. La elección es nuestra.
Lisa hizo una última pausa y enseguida finalizó:
- El Almirante Gloval un día escribió: “Si debo morir en el campo de batalla, muero con la satisfacción de que acudí al llamado y cumplí con mi deber. Como soldado espero que cuando llegue el momento, mi muerte no sea en vano… que mi sangre sea semilla de paz en esta tierra”. – Lisa apretó la hoja de papel que sostenía en sus manos, la cuál tembló imperceptiblemente. – Almirante Gloval… el legado más grande que ustedes nos han dejado es el hecho de que hoy, finalmente podemos decir… que esta guerra ha terminado.
Lisa bajó el papel y por un segundo estuvo inmóvil, como queriendo controlar las emociones que amenazaban con desbordársele en el pecho. Rick lo notó y se acercó de inmediato a ella, para recibirla en sus brazos justo en el momento en que ella comenzó a llorar.
- ¡Hey! – Él le habló al oído, acariciándole la espalda con cariño. – Está bien, chiquita… no te preocupes, no hay nada de malo en ponerse emocional en un momento como este… ese discurso es hermoso, Lisa… estoy seguro de que todos van a estar conmovidos.
- No duró más de diez minutos, ¿No es así? – Lisa preguntó entre sollozos, ansiosamente, como queriendo controlar sus emociones con esos detalles técnicos.
- No… - Rick le acariciaba el cabello y la abrazaba aún más estrechamente contra sí. – Es perfecto tal y como es… ¡Todo va a salir bien, amor! No te preocupes… Gloval y las chicas deben de sentirse muy orgullosos y honrados de que seas tú quien esté preparando su funeral…
- Gracias Rick… - Lisa murmuró, sin dejar de llorar.
Él sonrió levemente a pesar de las lágrimas que le nublaban la vista. Sentía orgullo y satisfacción al estar ahí con Lisa en esos momentos. El poder sostenerla en sus brazos, consolarla, apoyarla… el que ella confiara en él, le pidiera su ayuda, su apoyo, su opinión… aquellos detalles que podrían parecer tan insignificantes eran muy importantes para él.
Después de unos minutos, Lisa se quedó completamente inmóvil en sus brazos. Él no se movió ni hizo comentario alguno. No quería interrumpir los pensamientos de ella, sólo se limitó a seguirla abrazando y reconfortando. Tenía un brazo en torno a la espalda de Lisa, sosteniéndola firmemente contra su cuerpo y con su mano libre masajeaba suavemente la base de su cuello. Aquello pareció relajarla; su respiración se hizo suave y rítmica y después de unos segundos se separó de él para mirarlo a los ojos.
- ¿Crees que es un buen discurso?
- Es excelente, almirante. – Rick le respondió con sinceridad. – Creo que lo mejor que pudiste hacer con ese discurso fue el enfocarte en sus vidas y no en su muerte.
Lisa asintió y se limpió las lágrimas con el pañuelo de Rick que todavía sostenía en su mano.
- Ellos no querrían vernos tristes, ¿Verdad?
- No… casi puedo imaginarme a Claudia dándote un buen manotazo y ordenándote que te limpiaras esas lágrimas e hicieras algo más productivo… como besar a tu novio, por ejemplo.
- Lo más triste de todo, es que tienes toda la razón. – Lisa se rió aún en medio de las lágrimas que le estaban costando tanto trabajo controlar.
Rick sonrió y se inclinó para besarla suavemente en los labios. En ese beso él pudo sentir el sabor de sus lágrimas y eso lo enterneció.
- A veces, cuando estábamos en lo más peligroso de un combate, llegué a pensar en la muerte… - Lisa habló. – No sólo en la de los hombres que estaban bajo mi responsabilidad, sino en la mía propia… y a veces me preguntaba—
- ¿Sí? – Rick la animó a continuar.
- No lo sé… - Lisa seguía limpiándose las lágrimas con el pañuelo. – Cuando las personas mueren… el mundo sigue adelante, la vida no se detiene… es la regla natural, claro… pero… a veces pensaba sí yo dejaría algo tras de mí… un legado… quizás un simple recuerdo… yo—me preguntaba si tras mi muerte… al día siguiente… ¿Alguien recordaría que yo había pasado por este mundo?
- Lisa…
Rick se acercó a ella y sin poderse controlar, la tomó en sus brazos y la besó larga y profundamente. Quería que con ese beso ella estuviera segura de que al menos había alguien que no sólo la recordaría… sino que estaba dispuesto a morir por ella. Pero a la vez, con ese beso quería sentirla viva… Rick aún no podía quitarse de la mente esos últimos momentos del SDF1, el impacto fatal de la nave de Khyron y el dolor mortal de saber que la había perdido… que ella había muerto ante sus ojos y que él no había podido hacer nada para impedirlo… ¡El verla aparecer con vida había sido un milagro! Y Rick se prometió que no pasaría un día en que no agradeciera al cielo la oportunidad que le había dado… y la mejor forma de agradecerlo era amando a Lisa de la manera que ella merecía, rindiendo su cuerpo, su alma y su corazón a ese amor que sentía por ella.
Cuando se separaron, Lisa automáticamente buscó el calor de Rick, acurrucándose contra su pecho. Él la abrazó con cariño y le besó el cabello. Los dos estuvieron inmóviles y en silencio por varios minutos. Ambos estaban perdidos en sus pensamientos.
Después de un momento, Lisa comenzó a hablar, contándole algunas anécdotas que habían sucedido en el Puente del SDF1 en los años que habían estado en el espacio. En ese momento ella sólo quería recordar cosas graciosas, momentos felices… era la mejor manera de rendirles un tributo a las chicas, quienes habían sido su única familia en ese tiempo en que ella estaba tan sola. Siempre había contado con ellas en esos momentos en los que sentía que no tenía a nadie.
Rick también comenzó a contarle algunas cosas sobre las chicas… rumores y chismes que él había escuchado en los hangares, comentarios de los otros pilotos. Aquello hizo reír a Lisa, sabiendo que aquellos rumores bien podrían ser ciertos. ¡No por nada les habían apodado el Trío Terrible! Él también le contó muchas cosas que Roy le había dicho sobre Claudia… y la mujer tan íntegra y maravillosa que ella había sido.
Aquella conversación se extendió por horas y ninguno de los dos se percató de lo tarde que se había hecho, sino hasta que ambos comenzaron a dormitar en el sofá. Fue cuando Rick le sugirió a Lisa que fuera a dormir. Había que madrugar al día siguiente y tenían que estar en la base muy temprano, pues había que supervisar detalles de último minuto antes de los funerales que estaban programados para el medio día.
Antes de que Lisa se retirara, Rick la besó con amor. Ella respondió a aquel beso y le agradeció su apoyo, su compañía, su paciencia y el hecho de que ella siempre podía confiar en él. Ambos se besaron por unos minutos antes de poder decirse las buenas noches. Aquellos besos eran suaves, tiernos, llenos de cariño y de amor. Esa noche la pasión había dado paso a la ternura y el cariño.
Lisa finalmente se puso de pie y le entregó a Rick una copia del discurso, que ya tenía preparada sobre la mesita. Rick la aceptó y le dijo que estaría listo para cubrirla en caso necesario, pero que tenía la absoluta confianza y la certeza de que ella podría terminar el discurso sin necesidad de ayuda. ¡Ella lo haría, él no tenía dudas al respecto!
Rick, aún sentado en el sofá, miró a Lisa que, de pie frente a él, le sonreía y le acariciaba el cabello. Él se acercó a ella y recargó su mejilla contra el estómago de Lisa, mientras sus brazos se deslizaban por la cintura. Lisa sonrió con ternura y siguió acariciándole el cabello y la espalda.
- Te amo, Lisa Hayes. – Rick susurró.
Lisa colocó su dedo índice debajo de la barbilla de Rick y lo obligó a mirarla a los ojos. Le sonrió de una manera que provocó que el corazón de él se detuviera por un segundo y le habló, con ese fuego verde brillándole en los ojos.
- Y yo te amo a ti, Rick Hunter… ¡Con todo mi corazón!
Ambos sonrieron y Lisa se inclinó para besarlo suavemente en los labios.
- Buenas noches, amor. – Lisa susurró y le sonrió con ternura.
- Duerme bien, Lisa. ¡Te quiero!
Lisa se enderezó y se dirigió a su habitación, sin perder el contacto visual con Rick, que la seguía con la mirada, observándola embelesado. Antes de que ella entrara a su cuarto, le lanzó un beso a Rick, que él recibió con una sonrisa. Ambos estaban agotados y no les tomó mucho tiempo el caer profundamente dormidos, mientras trataban de no pensar en los eventos del día siguiente.
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Rick abrió los ojos cuando el delicioso aroma de café recién preparado llegó hasta él. Pero el olor de ese buen café pareció eclipsarse con la imagen de Lisa, quien estaba sentada a su lado en el sofá, sosteniendo una taza. Ella le sonrió cuando lo vio despertar y lo saludó con cariño:
- Buenos días, dormilón.
- ¿Qué hora es? – Rick se talló los ojos, tratando de despertarse por completo. - ¿No se nos hizo tarde, verdad?
- No, vamos a tiempo. – Lisa puso el café en la mesita y se inclinó para besar a Rick suavemente en los labios. – Desayuna algo, me voy a bañar.
Aquel beso había terminado por despertar a Rick, quien no pudo menos que contemplar a Lisa mientras se alejaba, camino al baño. ¡Se veía preciosa en pijama, con el cabello revuelto y esa expresión aun adormilada en el rostro! Rick sonrió y se dejó caer de espaldas en el sofá otra vez, al tiempo que gruñía roncamente. La mañana era fría y no tenía ganas de levantarse. Sin embargo enseguida recordó el funeral y decidió que no podían retrasarse.
Se sentó y tomó la taza de café que estaba sobre la mesa. Al darle el primer sorbo se percató de que era quizás el café más perfecto que había tomado en su vida: la cantidad exacta de café, sin azúcar como él lo tomaba e incluso la temperatura era la correcta. ¡Así de bien lo conocía Lisa! Sobre la mesita también había dejado una pequeña charola con un par de panes recién tostados con mantequilla y un plato con fruta picada y algo de yoghurt. Rick sonrió y comenzó a pensar en lo bien que aquello se sentía… en esa paz y tranquilidad que sentía al estar con Lisa y al compartir esos pequeños detalles domésticos.
Para cuando Lisa salió del baño, Rick ya había terminado de desayunar y había limpiado tanto la cocina como la sala y esperaba pacientemente su turno en la regadera. Lisa le sonrió al pasar y le indicó que se apresurara a entrar al baño, mientras aun estaba tibio. Rick le devolvió la sonrisa y se dirigió a darse su ducha matutina.
Cuando salió del baño, vistiendo sus pantalones de gala y su camiseta blanca, pudo ver a Lisa en su habitación. Ya estaba completamente uniformada, excepto por su saco y su gorra, y repasaba su discurso. Rick la observó por un minuto sin que ella se percatara de ello. Era increíble el pensar que esa mujer que se veía tan pequeña y frágil fuera la almirante de la RDF y la oficial más condecorada del ejército. Una súbita sensación de orgullo inundó el pecho de Rick, mientras se dirigía a la sala, en donde sonrió cuando encontró su saco y su camisa sobre el respaldo del sofá, esperando por él.
- ¡Lisa, eres maravillosa! – pensó.
Unos minutos más tarde, Lisa salió de su habitación ya completamente uniformada. Rick estaba terminando de abrocharse su saco y ella se le acercó para arreglarle el cuello y las solapas. Era la segunda vez en esa semana que tenían que usar su uniforme de gala… excepto, claro, que la última vez Lisa había usado su uniforme de capitán… mientras que ahora lucía soberbia en el de almirante.
- ¡Qué elegante! – Lisa le sonrió cuando estuvo listo.
- ¡Pues tu no te quedas atrás, Hayes! – Rick le devolvió la sonrisa. - ¡Eres la almirante más bella que he visto en mi vida!
- Soy la única almirante que has visto en tu vida, Hunter. – Lisa le lanzó una sonrisa malvada.
- Bueno, eso no importa… eso no te quita lo bonita.
Lisa se rió y él le puso las manos en la cintura y la besó en la mejilla.
- ¿Todo en orden? – Rick le preguntó.
- Si… no va a ser fácil, amor. – ella lo miró a los ojos. – Admito que estoy nerviosa.
- Tienes el derecho de estarlo, Lisa. Pero no te preocupes, todo saldrá bien. Yo sé que este funeral será memorable.
- Tengo que estar en la base en media hora para recibir a algunas personas que vienen al funeral, altos funcionarios del Gobierno de la Tierra Unida, incluso embajadores zentraedis micronizados y Exedor, desde el satélite fábrica. Va a ser una mañana bastante ocupada.
- Lo sé… ¿Necesitas ayuda?
- Estaré bien… ya revisamos la orden del día y los protocolos para el funeral. Nada puede salir mal. ¡Gracias por ayudarme con el Escuadrón de Honor, Rick!
- Ni lo menciones, fue realmente un honor.
- Después del funeral tengo que volver a la base a una ceremonia con los familiares de las otras víctimas fatales del último ataque. Les vamos a entregar póstumamente algunas medallas y el pésame de parte del la RDF y el GTU.
- ¿Crees que podamos al menos comer juntos?
- Te prometo que haré hasta lo imposible porque así sea.
Rick la abrazó y ella se permitió descansar en su pecho por unos segundos. Rick seguía pensando en el discurso de Lisa… si ella no podía terminar, él debía estar listo para auxiliarla. Había repetido tantas veces el discurso en su cabeza, que ya prácticamente lo tenía memorizado. Ninguno de los dos pudo decir nada más, porque el jeep militar que los llevaría la base llegó a recogerlos.
Mientras Lisa cerraba la puerta, Rick de pie a su lado, contemplaba el cielo plomizo de aquella mañana fría y gris. Había nevado un poco en la madrugada, por lo que todo estaba cubierto con una fina capa de nieve. Rick pensó que el clima era bastante acorde con los eventos que debían llevar a cabo ese día. Le ofreció su brazo a Lisa galantemente y ambos caminaron hasta el jeep, en donde el conductor tuvo que reprimir una pequeña sonrisa al verlos juntos. En pocos segundos ya estaban camino a la base.
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Aunque el funeral no se verificaría sino hasta el medio día, la jornada había comenzado con bastante trabajo y Lisa no había parado en todo el día. Había protocolos que revisar, detalles de último momento de los cuales encargarse, personas que recibir… todo, mientras que cada media hora resonaba en la base un disparo que se escuchaba sordo y profundo en el silencio de aquella mañana. Eran las salvas que durante todo el día, y hasta que los cuerpos fueran inhumados, serían recordatorio de que Ciudad Macross estaba de luto. Lisa se permitió descansar unos momentos en su sillón, mirando por la ventana hacia la base enmarcada por la maravillosa vista de la ciudad. Todas las banderas estaban a media asta y estaban adornadas con listones negros.
- Almirante. – La sargento entró a la oficina de Lisa. – Me avisan de la oficina del Coronel Maistroff que el auto que la llevará al cementerio está listo y esperando por usted.
- Muchas gracias sargento. – Lisa le sonrió. – Puede retirarse.
Antes de salir de su oficina, tomó su teléfono celular e hizo una llamada personal:
- El auto está aquí… es hora de irnos… ¡Por supuesto que no me molesta que vayas conmigo en ese auto, Rick! Claro, te espero allá afuera en cinco minutos entonces… yo también te amo.
Lisa terminó la llamada, se guardó el celular en el bolsillo de su uniforme, se puso de pie y miró una vez más por el ventanal, mientras se limpiaba una lágrima que corría por su rostro.
- Bien… llegó el momento. Almirante Gloval, usted me dio la oportunidad de vivir y la misión de continuar su obra. No lo defraudaré… Claudia, tu siempre trataste de hacerme entender que la vida era una aventura y que yo me la estaba perdiendo… pero ahora voy a vivir día a día con todo el corazón… voy a amar con todas mis fuerzas y voy a ser feliz. ¡Te lo prometo!... Kim, Vanessa, Sammy… ustedes se las ingeniaron para poner una sonrisa en mi rostro aun en los momentos en los que sentía que no había motivos por los cuales seguir viviendo… quisiera que pudieran haber tenido una vida más larga en la cual pudieran hacer sus sueños realidad, pero me queda la satisfacción de saber que vivieron siempre al límite. ¡Las quiero, chicas! Jamás las olvidaré.
Lisa se colocó su gorra de almirante, se arregló el uniforme y tomó la hoja doblada en cuatro que contenía su discurso de encima del escritorio. La colocó dentro de una carpeta con el escudo de la RDF en la cubierta y dejó la oficina. Cuando salió del edificio, sus ojos inmediatamente se encontraron con los de Rick, quien formalmente la esperaba al lado del auto. Cerca de ahí el Coronel Maistroff, acompañado de Exedore y de algunos altos funcionarios del GTU esperaban al lado de algunos otros autos, todos ellos portando las banderas de la RDF y el GTU.
- Estamos listos, almirante. – Maistroff la saludó.
- En marcha entonces. – Lisa se limitó a responder.
Se acercó a Rick, quien la saludó militarmente con una formalidad y elegancia que Lisa jamás había visto en él.
- ¡Almirante Hayes!
Lisa le devolvió el saludo y le dio la orden de descansar. Inmediatamente el conductor abrió la puerta del auto para que Lisa entrara y Rick le ofreció galantemente la mano, para ayudarla a hacerlo. Lisa le sonrió y cuando el conductor cerró la puerta, Rick caminó hasta el otro lado del auto y entró, sentándose al lado de Lisa. Ambos se sonrieron levemente, pero no hicieron comentarios. Rick se limitó a buscar la mano de ella y sus dedos se entrelazaron. El auto se había puesto en movimiento y durante todo el camino ambos estuvieron en silencio. Era un momento solemne.
A lo largo de las calles que separaban la base militar del cementerio, muchos habitantes de Ciudad Macross se habían congregado para ver pasar a la comitiva. Muchos portaban en sus manos banderas con el escudo de la RDF y flores. La gran mayoría de ellos vestía de blanco y Lisa sonrió con tristeza, al pensar en que aquel homenaje realmente conmovería a Gloval.
Cuando entraron al cementerio y los autos se detuvieron, Rick besó la mano de Lisa y enseguida se apresuró a salir para abrirle la puerta y ofrecerle su brazo para guiarla al sitio desde donde presidiría el funeral. El lugar, aunque lleno de militares, estaba en silencio. Se habían colocado algunos lugares especiales para invitados de honor, pero la mayoría de los civiles se encontraban detrás de unas vallas que se habían dispuesto para la ocasión, para evitar que algún tipo de tumulto pudiera interrumpir la ceremonia fúnebre.
Cuando la almirante Hayes apareció en aquel sitio, fue recibida por un formal toque militar que la tomó desprevenida. Muchas veces había escuchado ese mismo toque, anunciando la presencia del almirante… pero era la primera vez que era ella quien era recibida de ese modo. Cuando Lisa se colocó en su sitio, Rick sintió cómo su cuerpo se tensaba y enseguida temblaba ligeramente. Él se percató enseguida de lo que había causado tal reacción en ella, pues frente a ellos estaban los cinco ataúdes cubiertos con la bandera de la RDF y custodiados por una guardia de honor.
Rick se inclinó levemente sobre Lisa y le habló al oído:
- ¿A dónde debo retirarme?
- No… - ella le contestó. – Quédate conmigo.
El asintió con la cabeza y se quedó de pie al lado de Lisa. El coronel Maistroff, que acababa de llegar le hizo una indicación con la cabeza que Rick entendió enseguida, pidiéndole que se quedara de pie detrás de Lisa como si fuera su guardaespaldas, y que no fuera a tomar ninguno de los asientos. Rick dio un paso atrás, pero Lisa de inmediato se percató de lo que sucedía. Detuvo a Rick con un movimiento de su mano y habló en voz baja con Maistroff:
- El capitán Hunter es el Comandante de Operaciones Militares de la RDF por mandato expreso del Almirante Gloval. Él debe ocupar un sitio en este estrado… por el momento, coronel, el capitán como comandante de los escuadrones de la RDF se quedará a mi lado.
- A sus ordenes, almirante.
Maistroff prácticamente escupió aquellas palabras, lanzándole una mirada asesina a Rick, quien de inmediato tomó el lugar que Lisa le indicó a su lado. Se sentía un poco fuera de lugar e incluso amenazado por la actitud de Maistroff, que jamás lo había visto con buenos ojos, desde aquellos días ya tan lejanos cuando habían presentado aquel informe tras ser prisioneros de los Zentraedi. Pero a la vez Rick se sentía orgulloso y conmovido de la actitud de Lisa y la manera en cómo ella, sin importarle lo que los demás dijeran o pensaran, le estaba dando a él su lugar dentro de la cadena de mando de la RDF.
Desde su lugar, en una zona especial para los oficiales de la RDF, el comandante Max Sterling sonrió satisfecho al haber presenciado, aunque fuera de lejos, aquella escena que para todos los demás había pasado desapercibida. Su mirada buscó entre los invitados civiles que ya se habían colocado en sus lugares designados y enseguida localizó a un lado del Alcalde Tommy Luan a Minmei, la Señorita Macross, quien no podía quitarle la vista de encima al capitán Hunter, quien sin embargo no tenía ojos más que para Lisa.
Max suspiró profundamente, recordando el encuentro que había tenido con Minmei hacía unos minutos, justo antes de que la comitiva hiciera su arribo. Ambos se habían topado en la entrada del cementerio. Miriya había ido a supervisar algunos detalles de último minuto del Escuadrón de Honor y Max se había adelantado. Al parecer Minmei se había atrevido a hablarle al verlo sólo. Aquello había sido extraño por sí mismo, pues la Señorita Macross jamás parecía reconocerlo, aún y cuando habían pasado tanto tiempo juntos en la fiesta del cumpleaños número dieciséis de Minmei y aún cuando ella había cantado en su boda.
Lo primero que ella le había preguntado había sido por Rick. Aquello había molestado un poco al comandante Sterling, pues él bien sabía que su amigo ya se había despedido de Minmei. Max sentía que ella no tenía ningún derecho de volver a buscarlo, sobre todo cuando Rick había sido tan específico al decirle que estaba enamorado de Lisa.
- El capitán Hunter está bien. – Max le respondió. – Ha recibido varias condecoraciones y está comenzando una nueva etapa en su vida, al lado de la almirante Hayes.
- ¿Condecoraciones? – Minmei pareció querer ignorar deliberadamente las últimas palabras de Max.
- Sí, por su servicios a la RDF y su valor… ahora podrá presumir todas sus medallas cuando use su uniforme de gala… excepto una, que aparentemente perdió hace algún tiempo.
- ¡Oh, pero no la perdió! – Minmei replicó. - ¡Me la regaló!
- ¿En serio? Bueno… para un soldado esas medallas tienen mucho valor sentimental. Sería bonito que las tuviera todas, ¿No lo crees? En todo caso, no creo que valgan demasiado para otras personas. Pero bueno… ya ganará otras.
Después de aquello Minmei le había preguntado si él pensaba que Rick era feliz… porque ella sabía que Max era su amigo más cercano y seguramente él debería de saber.
- ¡Jamás lo había visto más feliz en mi vida! – Max se apresuró a contestar. – Aún en esta etapa tan difícil que todos estamos viviendo, Rick está bien… el estar con la almirante Hayes le ha hecho mucho bien. ¡Ella lo adora! Y él está perdidamente enamorado de ella.
En ese momento el auto de Lisa había llegado al cementerio y se había hecho un silencio entre Max y Minmei. Cuando Rick apareció en escena, ella respiró profundamente, como queriendo controlar sus emociones. Pero fue cuando el capitán Hunter fue a ofrecerle su brazo a la almirante Hayes, para guiarla al estrado, cuando Minmei ya no pudo seguir observando aquella escena. Se despidió de Max y se alejó, para tomar su lugar entre los invitados, al lado del alcalde de Ciudad Macross y sus tíos.
- ¿Qué sucede, Max? – Miriya le preguntó, notando la pequeña sonrisa en el rostro de su esposo.
Él no hizo comentario, sólo le indicó con un movimiento de cabeza la presencia de Minmei en el lugar. Miriya la vio y asintió con la cabeza, visiblemente satisfecha de ver a la Señorita Macross siendo testigo del amor que ahora existía entre el capitán Hunter y la almirante Hayes. Antes de que pudiera hacer cualquier comentario, la orden de “atención” fue dada y todos los militares presentes automáticamente se cuadraron en posición de “firmes”. La ceremonia había comenzado.
El capellán de la RDF se dirigió a donde los cinco ataúdes cubiertos con banderas estaban colocados ya al lado de sus tumbas. Se dio la orden de “descanso” al tiempo que una breve ceremonia religiosa tenía lugar.
Mientras el sacerdote llevaba a cabo los ritos propios de aquel funeral, Lisa respiraba profundamente, tratando de controlarse. Rick se daba cuenta de lo que ella estaba haciendo y de lo difícil que aquello estaba resultando para ella. Quería abrazarla, sostenerla, ofrecerle todo su apoyo y reconfortarla, pero sabía que no podía hacer eso teniendo a Maistroff a su lado.
La mente de Rick voló hasta aquel día en el que se había llevado a cabo el funeral de Roy en el SDF1 y como Lisa había sido quien había estado a su lado todo el tiempo. ¿Cómo era que él había pasado por alto todos esos detalles? Ella siempre había estado ahí cuando él la había necesitado. En aquella ocasión Lisa, rompiendo todo protocolo militar, le había tomado la mano justo en el momento en que él sentía que iba a perder el control. Y él se había aferrado a ella como si fuera su salvavidas en medio de una tormenta en un mar embravecido. Rick miró la tumba de Roy, justo al lado del ataúd de Claudia. Recordaba el día en que los restos de su amigo habían sido transferidos de aquellas criptas frías del SDF1, que parecían una morgue, a aquel lugar al aire libre, tal y como a su hermano le hubiera gustado… ese día Lisa también había estado a su lado.
Los pensamientos de Rick fueron interrumpidos cuando el capellán terminó el servicio y le cedió su lugar a Lisa, quien ahora tendría que rendir el último adiós y darle la despedida final a sus compañeros de armas y de tantas batallas.
Lisa iba a ponerse de pie y Rick, sin preocuparse ya de las formalidades, le puso una mano en el hombro y se lo apretó levemente, diciéndole sin palabras que él estaba ahí, que él no la dejaría sola y que tenía confianza en que todo saldría bien. Lisa se detuvo por un segundo y sin poder evitarlo, puso su mano sobre la de Rick, devolviéndole el apretón y agradeciéndole con eso su apoyo incondicional.
La almirante Hayes se colocó de pie frente a los ataúdes y los saludó militarmente antes de pasar al podio. Una vez ahí abrió su carpeta y al mismo tiempo Rick, en su asiento, metió su mano al bolsillo, para asegurarse de que su copia del discurso siguiera ahí. No tuvo que sacarlo, pues lo recordaba palabra por palabra.
- ¡Lo harás bien, Lisa! – pensó. - ¡Tú puedes, amor!
Lisa se demoró un segundo en empezar su discurso y Rick supo que estaba tratando de reunir todas sus fuerzas. Él estaba conteniendo el aliento y finalmente dejó salir el aire de sus pulmones con alivio, cuando ella comenzó a hablar con voz firme y llena de orgullo y respeto:
“Tiempo soy entre dos eternidades… antes de mí, la eternidad… luego de mí, la eternidad.”
La almirante Hayes comenzó con su discurso, el cual arrancó más de una lágrima entre todos los asistentes al funeral. Ella misma sentía sus ojos llenos de lágrimas y en un par de ocasiones su voz se quebró por la emoción del momento, pero se recuperó y siguió hablando de la vida y del legado de aquellas personas a las que tanto había amado.
Rick no podía quitarle la vista de encima. La admiraba por su valor, por su firmeza, por su elegancia, por todo lo que era como militar, pero aún más como mujer. Seguía su discurso, repitiendo cada palabra en silencio, listo a apoyarla si era preciso, sin embargo aquello no fue necesario.
- Hoy, finalmente podemos decir… que esta guerra ha terminado.
Lisa y Rick pronunciaron las últimas palabras al unísono, aunque él lo hizo en voz baja, lo que sin embargo no pasó desapercibido para el coronel Maistroff. Rick sonrió, sintiéndose orgulloso de Lisa. ¡Lo había logrado! Ella pareció respirar aliviada y por una fracción de segundo, sus ojos se encontraron. Pero de inmediato la orden de “atención” se dejó escuchar y todos los asistentes al servicio se pusieron de pie para rendir los últimos honores.
Una compañía de soldados de la RDF, apostada a un lado del lago que había cerca de donde se estaba llevando a cabo el servicio, presentó armas y comenzaron a disparar las 21 salvas ceremoniales. Los ojos de Rick se llenaron de lágrimas pero enseguida sintió mariposas en el estómago, anticipándose a lo que estaba por venir.
Y tan pronto como las salvas terminaron de dispararse, el sonido inconfundible de un escuadrón de Veritechs se dejó escuchar y todos los ojos se clavaron en el cielo, que lucía nublado y gris, como si incluso el cielo estuviera llorando la muerte del Almirante Gloval y las oficiales del Puente del SDF1.
El Escuadrón de Honor de la RDF, que el capitán Hunter había integrado y que los Sterling habían entrenado, apareció volando majestuosamente en los cielos de Ciudad Macross. Iban en formación de combate, un avión representando a cada escuadrón de la RDF, portando sus colores e insignias características. Y al frente de ellos, guiando la formación, un VT con los colores de la RDF.
Cuando el escuadrón pasó sobre el cementerio, el VT que los guiaba hizo una maniobra como si cayera en picada, separándose del resto de su escuadrón. Pero, mientras los demás se alejaban, tras haber perdido simbólicamente a su líder, el VT que caía en picada, con una maniobra perfecta levantó su nariz y enfiló hacia el cielo, dejando tras de sí una estela de los colores característicos de la RDF y desapareciendo tras las nubes, en un acto simbólico de que el compañero caído ya había partido hacia las estrellas.
La almirante Hayes y el capitán Hunter sonrieron conmovidos. Se escuchaban algunos sollozos entre los asistentes al funeral, sollozos que sin embargo fueron sofocados por el sonido fuerte, lúgubre y triste de aquel toque de corneta que lánguidamente despedía a un soldado que había caído en combate. Lisa no pudo evitar un sollozo que salió directamente de su corazón, mientras las lágrimas le corrían por el rostro. No había nadie en aquel lugar que en ese momento no estuviera llorando.
El toque de corneta terminó y Lisa dio un paso al frente. Un par de soldados ya se habían acercado a los ataúdes y comenzaron a quitar las banderas que los cubrían y a doblarlas con cuidado. Una vez que cada bandera estaba doblada, le era entregada al capellán, quien a su vez la pasaba a la almirante Hayes, quien era quien tenía la emotiva obligación de entregarla a los familiares que estaban presentes y decirles algunas palabras de apoyo y respeto. Lisa se acercó a entregar la bandera al hermano de Claudia Grant, a quién había visto en un par de ocasiones y quien también servía en la RDF. Él recibió la bandera con emoción y después, rompiendo el protocolo, abrazó a Lisa, sabiendo cuanto la había querido su hermana y todo lo que su amistad había significado para ella en todos esos años.
Lisa también entregó la bandera a los tíos de Kim Young, quienes habían venido desde muy lejos para estar presentes en el funeral. La siguiente bandera fue entregada en manos de un primo de Vanessa Leeds, quien acudió a la ceremonia con su esposa embarazada, y quienes informaron a Lisa que llamarían Vanessa a su bebé en honor a su prima. La bandera correspondiente a Sammy Porter le fue entregada a su abuela, una mujer elegante que no pudo evitar el romper a llorar en brazos de Lisa cuando la recibió. Lisa la reconfortó pero casi de inmediato la esposa del primo de Vanessa la abrazó para permitir que la almirante prosiguiera con la ceremonia.
La bandera que cubría el ataúd del Almirante Gloval fue la última en ser retirada y cuando el capellán la tomó en sus manos, se la presentó a Lisa, quien lo miró a los ojos interrogativamente, sin saber a quién debía entregársela.
- El Almirante Gloval la designó a usted como su sucesora y específicamente señaló que si algo llegaba a sucederle en combate, quería que fuera usted y nadie más quien conservara esta bandera.
- ¿Yo? - Lisa no pudo evitar las lágrimas que corrieron por su rostro.
El capellán asintió y Lisa apretó la bandera contra su pecho. Enseguida caminó frente a los ataúdes, saliéndose del protocolo oficial, besando la punta de sus dedos y colocándolos suavemente sobre cada uno de ellos, mientras se despedía por última vez de sus compañeras de tantas batallas, quienes habían sido sus hermanas… y del hombre que de muchas maneras había sido un padre para ella. El silencio era absoluto y sobre el estrado, Rick no podía evitar sentir ternura por Lisa y un deseo incontenible de abrazarla, reconfortarla y hacerle saber que todo estaría bien.
- Ahora me tienes a mí, Lisa. – pensaba. – ¡Y te prometo que no te voy a defraudar!
Lisa regresó al estado, al lado de Rick y le lanzó una mirada rápida pero muy emotiva que él comprendió. De inmediato la trompeta dio la orden de “firmes y saludar”, y se procedió a bajar los ataúdes a las tumbas. El viento hacía volar el cabello de Lisa aún debajo de su gorra de almirante. Rick la observaba de soslayo, sintiendo que su corazón se quebraba al ver las lágrimas en el rostro de Lisa… lágrimas que le eran arrancadas por el viento, igual que aquella mañana cuando ella se había ido a despedir de él.
Cuando los ataúdes habían descendido a las tumbas, la trompeta dio la orden de firmes y enseguida se ordenó romper formación, mientras un soldado vigía se colocaba al lado de cada una de las tumbas, montando guardia de honor.
Todas las personas comenzaron a alejarse del lugar y Rick enseguida se acercó a Lisa y le puso sus manos en los hombros. Ella lo miró al rostro y sin poder evitarlo, buscó su calor y su abrigo. Rick la abrazó contra su pecho, mientras le susurraba al oído que ya todo había terminado y que ellos estaban muy orgullosos de ella, que lo había hecho bien.
- Siento interrumpir su idilio, - el coronel Maistroff se acercó a ellos. – Pero almirante, le recuerdo que tiene que atender la ceremonia de entrega de medallas y debido a retrasos que sufrimos durante esta ceremonia, ya estamos sobre el tiempo. Le ruego que volvamos a la base de inmediato.
Maistroff saludó y se alejó de ahí, mientras Lisa se limpiaba las lágrimas con el pañuelo que Rick le había extendido.
- Parece que no habrá mucho tiempo para el luto este día.
- Uno de estos días podemos comprar un enorme ramo de flores y traerlo, Lisa. – Rick le habló, todavía sin soltarla del todo.
- Sí… eso estaría bien. – Lisa trataba de controlar sus lágrimas.
- Ven, vamos… regresemos a la base, te acompaño.
- Gracias Rick. – ella le agradeció con sinceridad.
Él sonrió y la tomó del brazo, guiándola de regreso al auto de una manera bastante protectiva, impidiendo que los reporteros se acercaran demasiado. Lisa se dejaba guiar, sosteniendo la bandera doblada de Gloval contra su pecho. Sabía que debía presentarse ante los deudos de los demás soldados caídos en la última batalla como la Almirante del RDF, así que debía de componerse a sí misma y sólo tenía diez minutos para hacerlo.
La almirante Hayes y el capitán Hunter entraron al automóvil que de inmediato se puso en marcha, seguido por otros cuantos, y enfilando directamente hacia la base militar. Rick no se había percatado siquiera de que había pasado a escasos metros del lugar en donde Minmei, al lado del alcalde, no había dejado de observarlo durante toda la ceremonia.
Aquel día muchas cosas habían sido enterradas… un ciclo se había completado y una nueva era había comenzado para todos en Ciudad Macross.
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Un par de horas después de que el funeral había concluido, Lisa pudo finalmente regresar a su oficina. Entró y se dejó caer en su sillón, detrás del escritorio, suspirando profundamente. Se sentía físicamente cansada y emocionalmente agotada. Miró la bandera que estaba doblada sobre su escritorio y los ojos se le llenaron de lágrimas. Extendió la mano para tocarla, pero el sonido del interfón la detuvo.
- Almirante Hayes, el coronel Maistroff está aquí y desea verla.
- Que pase por favor. – Lisa contestó con desgano, mientras se limpiaba los ojos.
El coronel entró a la oficina y saludó respetuosamente, aunque la expresión en su rostro le dijo a Lisa que no iba en son de paz precisamente.
- Descanse coronel. ¿En qué puedo ayudarlo? – Lisa ni siquiera le ofreció asiento.
- Almirante, antes que nada quiero felicitarla por la manera en cómo se condujo el día de hoy durante las ceremonias que se llevaron a cabo. Parece ser que sus emociones casi lograron vencerla durante el funeral… pero supongo que es normal, bajo dichas circunstancias. Su aplomo y presencia durante la entrega de medallas fueron ejemplares.
- Gracias coronel.
Lisa sintió rabia al pensar que le estaba cuestionando el haber sido sentimental durante el funeral. ¡Estaba enterrando a su familia! ¿Acaso no podía comprender eso? ¿Acaso un almirante perdía completamente sus sentimientos al recibir su insignia?
- Ahora, sobre la reunión de mañana en las oficinas del Gobierno de la Tierra Unida en Ciudad Monumento, un vuelo está programado para esta tarde a las 1800 horas para llevar a todo el personal que debe de asistir a la reunión. ¿Viajará usted con nosotros?
- No, en realidad yo lo haré por mi cuenta.
- Almirante, - Maistroff subió el tono de su voz. - ¡La reunión es mañana a las 0900 horas!
- Lo sé y ahí estaré… puntualmente. Aún tengo algunos asuntos que atender esta noche aquí en Ciudad Macross. – Lisa se entretuvo leyendo el memorandum de la reunión.
- ¿Cómo piensa viajar a Ciudad Monumento mañana por la mañana?
- Con todo respeto, pero mi medio de transporte no creo que sea de su incumbencia, coronel.
Maistroff suspiró profundamente y miró a Lisa a los ojos:
- Almirante Hayes, yo fui uno de los primeros que defendió la decisión del Almirante Gloval de que usted fuera su sucesora. Yo fui el primero en votar por usted y su promoción y creo que he sido un apoyo constante para usted y su carrera.
- Y se lo agradezco, coronel… aunque no veo a qué vienen estas declaraciones.
- Sólo le pido, con todo respeto, que no me haga lamentar mi decisión. Me parece que no está tomando su rango con la seriedad que debía, almirante Hayes.
- Coronel, - Lisa estaba molesta. – No voy a permitirle que venga a mi oficina a cuestionar mis acciones o mis actitudes porque, claro he tenido errores, pero dentro de lo que cabe, me parece que me he conducido de manera seria y profesional en estos días, sobre todo considerando la carga emocional que todos hemos tenido.
- Lo sé y la admiro por eso. No le hubiera dado mi voto de confianza de no haber pensado que usted tiene un enorme potencial. Sólo le pido que tenga cuidado con su vida personal.
- Me parece que eso sale de la jurisdicción de la RDF, señor.
- Se lo digo porque me interesa su bienestar, almirante. Y sinceramente yo cuestionaría el romance que mantiene con ese piloto, Hunter. No deje que se le vaya a la cabeza, almirante. No estoy seguro de que él sea hombre para usted. Su rango, su origen, su posición… ustedes son demasiado diferentes.
Lisa miró a Maistroff, lanzándole una mirada de fuego que el coronel no pudo ignorar, pero aún así siguió hablando:
- ¿No era este muchacho el que, hasta hace unos días, salía con la señorita Minmei?
A Lisa le extrañó el comentario del coronel, pero luchó por mantener un gesto impasible en su rostro que no revelara el vuelco que su corazón le había dado al escuchar aquellas palabras.
- No es que yo siga las noticias del medio del espectáculo o que me interesen particularmente, pero con dos hijos adolescentes en casa, resulta difícil no estar al día. – Maistroff trató de justificarse. – En todo caso, almirante, me parece que ese piloto sólo está buscando sus beneficios personales… primero Minmei, ahora usted… ¡Tenga mucho cuidado! Y se lo digo no sólo como oficial, sino como amigo. Usted es inteligente… y él es un vividor que va tras la mujer del momento. ¡No se deje envolver!
- ¿Ya terminó la consulta sentimental, coronel Maistroff? – Lisa estaba indignada. – Ahora déjeme decirle que usted está cometiendo un abuso de autoridad al venir aquí a cuestionar una relación que es estrictamente personal y que, hasta donde yo sé, dentro de mi conocimiento de ética, conducta, etiqueta y ley militar, no contraviene ninguna disposición. No pienso hablar de mi vida privada con usted y lo que exista entre el capitán Hunter y yo queda totalmente fuera de la jurisdicción de la RDF, señor coronel.
- Sólo le pido que no olvide que usted es la almirante, señorita Hayes. – Maistroff le habló con un tono de voz que hizo que los ojos de Lisa ardieran.
La almirante se puso de pie y caminó hasta donde estaba el coronel, mirándolo directamente a los ojos y provocando que él tuviera que dar un paso atrás.
- Espero que usted tampoco olvide ese pequeño detalle, coronel. – Lisa le escupió las palabras en el rostro. – Y de aquí en adelante exijo que usted se dirija a mí por el rango correspondiente, señor Maistroff, según lo manda el reglamento militar. Puede retirarse.
Maistroff tuvo que tragarse su orgullo y saludar a Lisa. Ella le devolvió el saludo de mala gana y regresó a su escritorio.
- La veré en Ciudad Monumento a las 0900 horas, almirante. – él le dijo antes de salir de la oficina, pero Lisa ni siquiera se tomó la molestia de contestarle.
Cuando Maistroff cerró la puerta detrás de sí, murmurando maldiciones en voz baja, lo primero que vio fue al capitán Hunter sentado en la sala de espera. Rick se puso de pie inmediatamente y saludó al coronel.
- ¡Coronel Maistroff, señor!
- Descanse Hunter. – Maistroff sacó un sobre de su bolsillo y se lo entregó a Rick. – Es la orden de mantenimiento de su casa. Ya está lista y puede regresar a ella hoy mismo.
- ¿Señor? – Rick tomó el papel que él le entregaba y lo miró con curiosidad. No sabía porqué el coronel en persona estaba entregándole aquel documento.
- Sólo le advierto que tenga cuidado, Hunter. – Maistroff le advirtió, poniéndole el dedo índice frente a los ojos. – Un paso en falso y usted se irá en picada.
- ¿A qué se refiere, señor?
- No crea que soy tan ingenuo… sé que está tratando de escalar en el escalafón militar, pero le advierto que el meterse debajo del ala de la almirante Hayes, aprovechando su estado emocional no lo va a llevar a la cima, Hunter. Así que tenga cuidado.
- ¿Es una amenaza, señor? – Los ojos de Rick chispeaban con rabia contenida.
- Tómelo como un consejo.
Maistroff dio media vuelta y se retiró. Rick lo siguió con la mirada, sintiendo ganas de alcanzarlo y darle un par de puñetazos, pero se contuvo. Miró el sobre que tenía en la mano y suspiró, al tiempo que lo ponía en su bolsillo.
- Sargento, ¿Podría avisarle a la almirante Hayes que estoy aquí?
- Usted no necesita ser anunciado, señor. – la sargento le respondió con empatía, pues había sido testigo de la escena. – La almirante Hayes ordenó que siempre que usted viniera a verla y ella no estuviera ocupada con otras personas, usted podía pasar directamente sin ser anunciado.
- Gracias sargento.
Rick abrió la puerta de la oficina y tocó suavemente con los nudillos.
- ¿Lisa?
La almirante estaba sentada en su sillón, mirando distraídamente el paisaje del ventanal, dándole la espalda a la puerta. En cuanto escuchó la voz de Rick se limpió los ojos de las lágrimas que los anegaban y giró sobre su asiento para mirarlo.
- Rick… pasa por favor.
El capitán Hunter cerró la puerta y caminó hacia Lisa, que ya se había puesto de pie y caminaba hacia él. Se encontraron a media oficina y él la saludó besándola levemente en los labios. Luego le puso las manos en los hombros y la miró al rostro.
- ¿Todo bien?
- Tan bien como podría estar. – Lisa le respondió con una sonrisa forzada. - ¿Cómo estás tú?
- Bien… acabo de terminar un entrenamiento especial para los nuevos pilotos del Skull y quise pasar a ver si querías ir a comer algo.
- Sí, supongo que me caería bien salir a comer ahora. – Lisa respondió mientras tomaba las manos de Rick y lo guiaba a sentarse en el sofá. – El funeral me dejó agotada y la entrega de medallas fue un evento bastante largo también. Además, Maistroff estuvo aquí.
- Me lo encontré allá afuera. – Rick asintió. - ¿Qué le pasa a ese tipo?
- ¿Te dijo algo? – Lisa preguntó con una nota de preocupación en su voz.
- Sí… bueno, me dijo que mi casa está lista y que ya puedo volver a ella… ¿Ahora los coroneles son los encargados de dar ese tipo de avisos a los pilotos?
Lisa se encogió de hombros, pero enseguida supo que Maistroff realmente estaba preocupado en la relación que ella guardaba con Rick. Lisa no lo sabía, pero después del programa de debate periodístico en el que su nueva designación como almirante había sido discutida, Maistroff había recibido bastantes críticas y cuestionamientos… y los reporteros no habían dejado de molestar.
- ¿Vino a verte? – Rick le preguntó con genuino interés. - ¿Te dijo algo? ¿Te molestó de alguna manera?
- No, todo está bajo control. – Lisa negó con la cabeza, tratando de no dar demasiada importancia al asunto. – Supongo que está nervioso, eso es todo… todos lo estamos.
Rick pudo sentir que Lisa estaba molesta, porque había desviado su mirada. Él le colocó su dedo índice debajo de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
- Lisa… ¿Todo está bien?
Lisa bajó su mirada y se encogió de hombros.
- Maistroff no ha dejado de cuestionarme sobre… sobre mi relación contigo.
- Oh… - Rick sintió que sus hombros se tensaban. - ¿Y tú que piensas?
- ¿Yo que pienso? – Lisa lo miró a los ojos con fuego brillándole en los suyos. - ¡Pienso que te amo, Rick Hunter! ¡Eso es lo que pienso!
Sin mayores preámbulos, Lisa se dejó ir sobre de él buscando sus labios y besándolo apasionadamente. A Rick lo tomó por sorpresa aquella reacción de Lisa, pero de inmediato cerró sus brazos en torno a ella y correspondió a aquel beso desesperado. Era como si Lisa estuviera tratando de buscar en él la certeza de que aquel amor era verdadero… tan verdadero como ella lo sentía. Rick puso todo lo que tenía en ese beso lleno de amor y de promesas para el futuro. Cuando se separaron, Rick limpió las lágrimas que habían escapado de los ojos de ella.
- Te amo, Lisa Hayes. – él le aseguró. – Y mi amor no está condicionado a lo que piensen o dejen de pensar los miembros del consejo. Si tú así me lo permites, voy a amarte para siempre.
Lisa no contestó, pues sintió que su voz podría quebrarse y entonces ella no podría controlar el llanto. Rick se inclinó hacia adelante, recargando sus codos en sus rodillas y escondió su rostro en sus manos.
- ¿Qué sucede, Rick? – Lisa le preguntó con algo de preocupación.
Él tomó aire y comenzó a hablar en voz baja:
- En realidad hay algo que quiero pedirte, Lisa… pero no sé cómo hacerlo.
- Sólo dilo… y si está en mis manos…
- Es que—hoy durante el funeral… al ver a los familiares de las chicas… y con todas las ceremonias que se llevaron a cabo, bueno… estuve pensando en muchas cosas.
- Yo también.
- ¿Si? – Rick la miró.
- Sí… bueno, supongo que es un momento muy emotivo… no lo sé. He perdido personas que fueron muy importantes para mí pero… de la mayoría de ellas ni siquiera tengo una tumba a la cuál ir a llorar.
Rick estudió cuidadosamente el rostro de Lisa. Sabía que se refería a su padre… pero también sabía que hablaba de Karl Riber. Trató de apartar de él ese sentimiento de celos que de pronto había sentido en su corazón y enfocarse en lo que tenía que decir.
- Lisa… cuando me uní al ejército en realidad no tenía a nadie, más que a Roy… él podría ser considerado mi familiar más cercano, aunque no lo fuera por sangre… lo era por lazos afectivos.
- Sí, lo sé.
- Bien… tú sabes que en nuestros registros militares debemos de tener el nombre de una persona, de nuestro familiar más cercano… en caso de que bueno, seamos heridos o lleguemos a morir en batalla… esa es la persona que… que—
- Lo sé. – Lisa tomó la palabra al percatarse de que Rick estaba luchando por controlar las lágrimas que brillaban en sus ojos. – Es la persona que recibe todas las notificaciones de cualquier cosa que nos suceda dentro del servicio… que lleva a cabo nuestras disposiciones en caso de incapacidad o de muerte… la persona a quién se le entrega la bandera que cubre el féretro, cuando lo inevitable llegue a suceder.
Rick asintió con la cabeza, pero se hizo silencio entre ellos por unos minutos. Ninguno de los dos parecía poder hablar. Lisa se limitó a poner su mano en la espalda de Rick y frotarla cariñosamente. Él seguía en la misma posición, su mirada clavada en el ventanal frente a ellos. Después de un largo silencio, Rick habló:
- Cuando me enlisté en la RDF fue el nombre de Roy el que puse en mis registros, como mi familiar más cercano. – Hizo una pausa y luego continuó. – Cuando él murió… - se encogió de hombros, sin saber cómo continuar.
- Entiendo. – se limitó a decir ella.
- Es que—en realidad no tenía a nadie más… pero… esta mañana en el funeral lo estuve pensando mucho y—Lisa, no sé cómo pedirte esto y no quiero comprometerte a nada… es sólo qué—
- ¿Si, Rick? – Lisa sentía que su corazón se había detenido momentáneamente, anticipándose a lo que él estaba a punto de pedirle.
- Lisa… - Rick la tomó de las manos y la miró directamente a los ojos. – Me sentiría honrado si tú… si tu aceptaras ser mi—es decir sí… si pudiera poner tu nombre en mi registro como… como mi familiar más cercano.
Los ojos de Lisa se llenaron de lágrimas y por un momento no pudo contestar. Rick la observaba con anticipación, conteniendo el aliento y sin dejar de sostener sus manos, que de pronto se habían puesto frías y sudorosas.
- Rick… - Lisa susurró. - ¿Realmente quieres que yo—?
El capitán Hunter asintió con la cabeza y habló en voz baja:
- Me sentiría honrado de que fueras tú, Lisa… por años estuve sólo… esa casilla en mi expediente militar estuvo vacía por mucho tiempo… pero ahora pienso que ya no tiene porqué estarlo más… porque ahora tengo a alguien… alguien que me ama y que respondería por mí… alguien a quien amo y por quien moriría con gusto… quiero tu nombre ahí en mi registro, Lisa Hayes… para mí sería un honor.
Lisa no pudo responder, antes bien se dejó ir contra Rick, quien la recibió en su abrazo. Ella escondió su rostro en el pecho del piloto y comenzó a llorar con gran sentimiento. Rick la abrazó con fuerza, acariciándole el cabello y la espalda mientras le besaba repetidas veces la sien. Él mismo sentía cómo las lágrimas corrían por su rostro pero no hacía ningún esfuerzo para controlarlas.
- ¿Realmente quieres que sea yo? – Lisa lo miró a los ojos, sin poder dejar de llorar.
- Sí Lisa… quiero que seas tú… porque siempre has sido tú… ¿Aceptas?
Lisa puso su mano en el rostro de Rick y lo acarició con ternura, permitiéndose por un momento perderse en esos ojos azules que tanto amaba y que tanto la fascinaban.
- Acepto Rick… si tú aceptas corresponder de la misma manera.
- ¿A qué te refieres? - Rick trazaba el contorno del rostro de ella con su dedo.
- Quiero que tú nombre aparezca cómo el de mi familiar más cercano en mis registros… cuando mi padre murió, ese campo quedó vacío en mi expediente… hasta que Claudia me dijo que ella estaba dispuesta a—bueno, ella era como mi hermana.
- Lo sé. – Rick asintió con ternura.
- Ahora está vacío otra vez y… si tú aceptaras…
- Sería un honor, Lisa. – Rick habló con sinceridad.
- Rick… - Lisa lo miró a los ojos. – Yo también moriría con gusto… por ti.
Él capitán Hunter no pudo controlar las lágrimas que escaparon de sus ojos al escuchar a Lisa decir aquello… y la manera cómo lo había dicho. Movió su cabeza negativamente, no queriendo siquiera pensar en la posibilidad. Antes bien, buscó desesperadamente los labios de Lisa, besándola con pasión.
Aquel beso tan cargado de sentimientos y de promesas se alargó por varios minutos, hasta que el reloj de Rick hizo un sonidito que provocó que ambos se separaran lentamente; sus ojos se entreabrieron y una sonrisa apareció en sus labios.
- Son las cuatro de la tarde y no has comido nada Lisa, vamos al comedor. – Rick le besó los ojos con amor.
- Sí… Lisa se puso de pie y caminó hacia el escritorio. – Sólo déjame hacer una llamada.
Mientras Lisa tomaba su interfón, Rick se colocó detrás de ella y la abrazó, poniendo sus brazos en torno a su cintura y escondiendo su rostro en el cabello color miel que siempre lo intoxicaba con su suave perfume.
- Sargento, por favor comuníqueme con Recursos Humanos… gracias.
Lisa sonrió mientras esperaba la comunicación, acurrucándose contra el cuerpo de Rick y permitiéndole que él la besara en el cuello.
- ¿Recursos Humanos? – Lisa recuperó su voz formal y Rick sonrió contra su cuello, sabiendo que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por sonar seria. – Habla la almirante Hayes… necesito actualizar los registros, tanto el mío como del capitán Rick Hunter, Líder del Escuadrón Skull…
Lisa le dio un codazo a Rick en el estómago cuando él atrapó traviesamente el lóbulo de su oreja entre sus labios, pero sonrió de todas maneras, mientras escuchaba la risita apagada de Rick contra su cuello.
- Sí, gracias… necesitamos actualizar los registros sobre nuestros familiares más cercanos… sí, se que se debe de firmar la orden… es urgente. ¿Podría estar listo hoy mismo? ¿En una hora? Perfecto, le pido que pase a mi oficina por favor en una hora… aquí firmaremos los documentos pertinentes. ¡Muchas gracias, teniente!
Lisa colgó el teléfono y de inmediato se dio la media vuelta en los brazos de Rick para verlo de frente, con una mirada de fuego que sin embargo era desmentida por su sonrisa.
- ¡Rick Hunter, eres un—!
Él la silenció besándola suavemente en los labios.
- ¿Me decía, almirante? – le respondió traviesamente.
Lisa se hizo la indignada, dejó escapar un gruñidito y se soltó de su abrazo, tomándolo de la mano y arrastrándolo hacia la puerta.
- Vamos a comer… creo que necesitas un poco de azúcar en tu sistema… ¡Esto te pasa por tomar café negro en las mañanas!
Rick no podía dejar de reírse mientras le permitía arrastrarlo de aquella manera. De pasada tomó la gorra de Lisa de encima de su escritorio.
- ¡Espere almirante! ¡Se le olvida su gorrita!
Lisa lo miró con falsa indignación, le arrebató la gorra de las manos y se la puso en la cabeza. Rick le sonrió y la detuvo, atrayéndola contra sí y mirándola a los ojos con amor.
- ¿Alguna vez te había dicho lo hermosa que te ves cuando te enojas?
La almirante Hayes no pudo menos que sonreír.
- ¡Eres un bobo!
Rick se rió otra vez, pero ahora su risa encontró eco en la de ella. Aquello fue cómo música para los oídos de Rick. Lisa aceptó el brazo que él galantemente le ofrecía y ambos salieron de la oficina, dirigiéndose al comedor de oficiales, que a esa hora, por suerte, estaría casi vacío.
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Rick se detuvo al lado de una maquina expendedora de Petite Cola a la salida del hangar del Escuadrón Skull e introdujo una moneda. Dos latas salieron de inmediato y él las tomó, ofreciéndole una a Max, que lo acompañaba.
- Así que firmaron los documentos y ya todo es legal. – Max se aseguró de que había entendido bien lo que su amigo le había contado, mientras abría su lata de refresco.
- Sí, así fue. – Rick sonrió, recordando la escena, mientras se recargaba en la máquina expendedora y abría su propio refresco. – Ahora todo es legal… fue bonito.
- Me sorprendes, jefe. – Max sonrió. – No pensé que fueras a estar listo para ese tipo de compromisos tan rápidamente.
- No es un compromiso, Max… es… no lo sé. Es lo correcto. Como te dije antes, al estar en el funeral y ver toda la ceremonia pues… no sé, comencé a sentir algo aquí. – Rick se tocó el pecho a la altura del corazón. – Y entonces supe que quería que Lisa… es decir, si algún día—
- Dios no lo quiera. – interrumpió Max.
- Sí, si algún día – Dios no lo quiera – algo así llega a pasarme a mí pues quiero que sea ella… ¿Lo entiendes Max?
- Sí, lo entiendo… te gustaría que fuera ella quien recibiera tu bandera… y con eso decirle al mundo que ella fue la mujer a la que tú amaste.
- ¡Exactamente! – Rick se alegró de que su amigo hubiera encontrado las palabras que él no había podido.
- Esperemos que nunca tengan que llegar a esos extremos, Rick. Pero el gesto que tuvieron mutuamente fue muy significativo. En serio, estoy conmovido.
Rick sonrió, pero no comentó nada más. Estuvo un momento en silencio, contemplando su lata de refresco como si nunca hubiera visto una en su vida. Max lo miró de reojo y decidió lanzar la bomba.
- Minmei estuvo en el funeral. – Max comentó como de pasada, mientras fingía estar también muy interesado en el diseño de la lata de Petite Cola.
- Sí, lo sé. – Rick comentó en el mismo tono despreocupado.
- ¿Lo sabes? – Max lo miró, genuinamente sorprendido.
- La vi sentada al lado del Alcalde Tommy Luan. – Rick se encogió de hombros. – Se ven muchas cosas cuando estás en el estrado.
- ¿Y qué piensas al respecto?
- Bueno… Minmei conocía al almirante Gloval, pienso que fue un gesto noble que acudiera a su funeral. Vi que llevó flores.
- ¿Nada más?
- Nada más. – Rick bajó la mirada. – No veo porqué tendría que pensar alguna otra cosa al respecto. Supongo que va a haber encuentros inevitables y no pienso pasar la vida estando nervioso por ellos… Max, amo a Lisa. Eso es todo lo que puedo decir.
Max sonrió satisfecho por la respuesta de Rick, pero decidió que debía contarle todo lo que sabía.
- Sin embargo no creo que el pensamiento de Minmei sea tan definitivo como el tuyo, jefe… hablé con ella y me preguntó por ti.
- ¿Qué le dijiste? – Rick preguntó sin mucho interés.
- Que estabas bien… que jamás te había visto tan feliz… que estabas enamorado de Lisa y eras correspondido, eso fue lo que le dije.
- Y eso es todo lo que ella debe de saber. – Rick sonrió con tristeza. – Siento lástima por ella y le deseo toda la buena suerte del mundo, Max. Pero no pienso complicarme la existencia ni complicársela a Lisa por causa de Minmei. Eso ya quedó atrás.
- ¡Y no sabes el gusto que me da escucharte hablar así, Rick! Sinceramente no creo que valga la pena que arriesgues lo que tienes con Lisa por… por nadie más.
- Lo sé. – Rick asintió con una sonrisa sincera en los labios. - ¡Y no lo pienso hacer! Creo que he aprendido mi lección. Y espero que Lisa esté preparada para lo que viene porque pienso redimirme… ¡Y no sabe de qué manera!
- ¡Así se habla, jefe! Y hablando de la almirante… ¿Dónde está ella?
- Salió de la base hace dos horas. – Rick miró el cielo nocturno. – Me dijo que quería caminar un poco, estar sola. Tuvo un día muy pesado y emocionalmente agotador. Además tenía que terminar de preparar lo de la junta de mañana en Ciudad Monumento. ¡No entiendo de donde saca Lisa toda su energía! Siento que necesita relajarse un poco, ha trabajado demasiado…
- ¿Tienes algo en mente?
- Tal vez. – Rick sonrió. – Estaba pensando hacer algo especial para su cumpleaños… falta más de un mes, pero eso me da tiempo suficiente para prepararlo todo y que sea perfecto.
- ¡Pues cuenta con nuestra ayuda para lo que sea! – Max le palmeó la espalda a Rick.
- Gracias Max… bueno, pues me retiro por hoy. Tuve que quedarme a revisar el VT que mañana vamos a usar para ir a Monumento.
- ¿Te llevarás el VT-VF1D del Escuadrón Skull?
- Sí, necesito el VT biplaza para que Lisa vaya cómoda. – Rick sonrió traviesamente. – Además supongo que no está dentro de la etiqueta militar el llevar a una almirante en las piernas mientras vuelas, ¿No es así?
- ¡Eres un demonio! – Max se rió. - ¿A qué hora salen?
- El despegue está programado para las 0700 horas, así que debemos de madrugar.
- Bien, pues vámonos entonces… yo también voy para mi casa, te dejo por ahí. ¿Vas a tu casa o a la de Lisa?
- A la de ella… ya debería de volver a la mía hoy, pero no tuve tiempo de arreglarla y como mañana salimos temprano, pues Lisa y yo pensamos que—
- Sí, sí… - Max se rió. – No necesitas explicarme nada.
Rick se sonrojó un poco. Mientras se dirigían a la entrada de la base, el capitán Hunter le comentó a su amigo del incidente que Lisa había tenido esa tarde con Maistroff y la manera en que ella le había restregado tu rango en la cara al coronel. Ambos oficiales se rieron alegremente y de ahí la conversación pasó a terrenos menos militares, cuando comenzaron a hablar de autos… específicamente del que Rick tenía pensado comprar.
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Rick entró a casa de Lisa y se percató de que todo estaba en silencio… hasta que se acercó a la habitación y pudo escucharla tararear una canción en el baño, aunque no se escuchaba correr agua, por lo que Rick dedujo que estaba tomando un baño de burbujas y no pudo evitar la sonrisa que apareció en su rostro.
- ¡Lisa amor, ya llegué!
- ¡En un momento estoy contigo! – Le respondió su voz musical desde el interior del baño.
Rick pegó su frente a la puerta del baño de Lisa y por un momento tuvo el impulso de pedirle autorización de entrar… pero se contuvo, pensando que las cosas debían darse naturalmente, sin ser forzadas. Respiró profundamente, tratando de quitarse esos pensamientos de la cabeza y en lugar de ello le preguntó a Lisa si quería algo de cenar. Ella le respondió que no tenía hambre, que sólo cenaría un té y algo de fruta, pero que él podía prepararse lo que quisiera.
Rick observó que ya había una maleta preparada en el pequeño estudio de Lisa. ¡Esa mujer no perdía tiempo! Sonriendo se dirigió a la cocina, en donde preparó algo de fruta con miel y un té para Lisa y un sándwich doble con mucho queso y una limonada para él. Apenas estaba poniendo la comida en la mesa cuando Lisa apareció enfundada en su bata de baño y le sonrió con amor.
- ¡Buenas noches, capitán Hunter! ¿Cómo estuvo el resto de su día?
Lisa se acercó y lo besó suavemente en la mejilla, pretendiendo no haber notado la mirada que Rick le había lanzado cuando la había visto aparecer en la cocina.
- Tranquilo… estuve hablando con Max… me trajo a casa.
Lisa se sentó y sonrió cuando vio la fruta y el té que él le había preparado. ¡Rick estaba resultando ser un compañero increíble! El paquete completo, Lisa pensó.
- Siéntate amor… vamos a cenar.
- Sí. – Rick se sentó frente a ella y le sonrió. - ¿Qué tal estuvo el resto de tu día?
- El capellán fue a verme… tenía una carta del almirante Gloval para mí.
- ¿En serio? – Rick se detuvo justo cuando iba a darle la primera mordida a su sándwich. - ¿Qué clase de carta?
- Bueno, una en la que me habla de muchas cosas… de su visión de la vida, de sus planes para la RDF y su anhelo de paz. Muchas de las cosas de las que voy a hablar mañana en esa junta con el consejo del GTU estarán basadas en esa carta… me gustaría que la leyeras.
- A mí me gustaría leerla, si tú me lo permites.
- Por supuesto… bueno, cuando me dio la carta sentí que debía ir al cementerio… necesitaba estar a solas con ellos un rato, leer la carta ahí… a su lado.
- Entiendo. – Rick asintió.
Lisa guardó silencio por un buen rato, concentrada en comerse su fruta. Rick la observaba mientras comía, sabiendo que estaba recordando los eventos del día. No quería interrumpirla, así que se limitó a comerse su cena, sin perder de vista a Lisa ni un segundo.
- Hoy se cerró un ciclo. – Finalmente Lisa habló, con una sonrisa triste en los labios. – Creo que cumplimos con nuestro deber, Rick… es doloroso y seguirá siéndolo, pero la vida sigue. Y por ellos, nosotros debemos de seguir adelante.
- Cierto. ¡Me alegra tanto verte ya tan recuperada, Lisa! Estaba muy preocupado por ti.
- Lo sé… y no sabes cuánto te agradezco todo lo que has hecho por mí en estas semanas. Sé que no te he dedicado el tiempo que debería, pero… te prometo que las cosas van a cambiar, Rick.
- No tienes que prometerme nada, Lisa. Yo entiendo.
- Pero no pienso cometer los mismos errores que cometimos antes, Rick… no voy a dar nada por hecho contigo… esta vez quiero hacer las cosas bien.
Lisa estiró su brazo sobre la mesa para tocar la mano de Rick. Ambos sonrieron y él tomó su mano y la besó con cariño.
- Lo mismo digo, almirante… ¡Lo mismo digo!
- Bien… - Lisa se puso de pie y llevó sus trastes sucios al lavadero. – Si no te molesta, quisiera ir a dormir. Estoy agotada… y mañana hay que madrugar.
- Claro que no me molesta, Lisa… de hecho te iba a decir que me gustaría que fueras a descansar.
- Dejé la carta del almirante sobre la mesita de la sala… me gustaría que la leyeras.
- Lo haré.
Lisa le sonrió a Rick y se inclinó para estar al nivel de los ojos del capitán. Aquella sonrisa provocó un corto circuito instantáneo en el cuerpo de Rick, quien involuntariamente retrocedió un poco, sintiéndose completamente subyugado por la mezcla de la sonrisa, la mirada y el aroma de Lisa. Pasó saliva nerviosamente y cerró los ojos cuando sintió que Lisa le ponía las manos en las mejillas y lo besaba con amor.
- Empaca ropa suficiente para dos días. – Ella le susurró cuando se separó de él. – La junta debe terminar al medio día… y el resto del fin de semana es única y exclusivamente para ti, Rick Hunter.
El capitán del Escuadrón Skull no pudo reaccionar, sus ojos se abrieron, desorbitados por aquella súbita declaración y la actitud de Lisa. Ella se enderezó y soltó una risita traviesa al notar la reacción que había provocado en Rick. Caminó hasta la puerta de la cocina, sintiendo cómo él la seguía con la mirada. Ahí se detuvo, lo miró, le sonrió y le deseó las buenas noches de una manera que hizo que el corazón de Rick se acelerara y sus piernas se sintieran débiles.
- ¡A sus órdenes, almirante! – fue lo único que Rick pudo murmurar, cuando ella ya había desaparecido de su vista.
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NOTAS:
*** "Sonetos Nocturnos" - Carlos Pellicer.
La versión más actualizada de esta historia se encuentra en: http://www.fanfiction.net/~evi021
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