fanfic_name = Horizontes de Luz

chapter = 3

author = Evi

Rating = AP15

Type = Adventure

fanfic = HORIZONTES DE LUZ

Por Evi

 

 

~ o ~

 

 

PROMOCIÓN

 

 

La alarma del reloj militar de Rick lo despertó antes de las ocho de la mañana. Tenían que estar en la base a las 1030 horas, así que tendrían tiempo suficiente para prepararse. Los Sterling pasarían por ellos a las 10 de la mañana y Rick sabía que Max era bastante puntual. El capitán Hunter abrió los ojos y se dio cinco minutos para despertarse completamente y sacudirse el sueño de encima. Finalmente se sentó en el sofá que hacía las veces de cama para él en esos días y se puso encima de los hombros una de sus mantas, mientras gruñendo y hablando entre dientes algunas frases incomprensibles, se dirigía al baño a lavarse el rostro y los dientes.

 

Después fue a la cocina y mientras dejaba calentando el desayuno, recogió su improvisada cama, dejando la sala impecable. Volvió a la cocina, y colocó el desayuno de Lisa sobre la mesa. Aquel día ella necesitaría un desayuno especial, él pensó. Fue a la habitación de Lisa y llamó a la puerta con cuidado. Inmediatamente escuchó su voz desde el interior, indicándole que podía entrar.

 

- ¡Buenos días! – Rick la saludó con una sonrisa. - ¿Dormiste bien? Porque hoy es un día especial… ¿Cómo estás?

 

Lisa estaba de pie a un lado de su guardarropa, sacando su uniforme. Su cama ya estaba tendida y las cortinas de la ventana habían sido corridas, haciendo que la suave luz de esa mañana invernal iluminara la habitación. Lisa se acomodó su bata y comenzó a hacer el nudo en la cintura cuando Rick entró. Lo recibió con una mirada tierna y una sonrisa cálida.

 

- Buenos días, Rick… sí, dormí muy bien. ¿Y tú?

 

- Como tronco. – Rick se acercó y la besó en el cabello. – Tu desayuno está listo, ¿Por qué no vas a desayunar mientras yo me baño?

 

Mientras Rick le decía eso, le había puesto en las manos una taza de café caliente. Lisa la recibió y miró al capitán interrogativamente con una sonrisita en los labios.

 

- Necesitamos que estés bien despierta el día de hoy, amor… así que para comenzar, ahí tienes tu latte con miel y leche de vaca contenta.

 

- ¡Rick! – Lisa se rió. Jamás dejaba de sorprenderla con sus ocurrencias. - ¿Cómo sabes que la vaca estaba contenta?

 

- Bueno, se veía contenta en el envase. – Él se encogió de hombros. – Cómo sea, su desayuno la espera, señorita.

 

- ¿No vas a desayunar tú?

 

- Me voy a dar una ducha… en un momento te alcanzo ¿De acuerdo?

 

Lisa asintió con la cabeza y Rick salió de la habitación. Ella miró la taza que sostenía en sus manos y sonrió divertida.

 

- Leche de vaca contenta… ese debe ser su secreto. – Se rió y tomó un sorbo. – Bueno, debo de darle crédito al capitán Hunter, nadie prepara el latte como él. Hmmm… podría acostumbrarme a levantarme cada mañana con este delicioso café.

 

Después de su baño, y mientras Lisa tomaba el suyo, Rick desayunó su consabido café negro y unos huevos revueltos con pan tostado. Escuchó a Lisa salir del baño y encerrarse en su habitación y sonrió soñadoramente, mientras su vista estaba clavada en el calendario frente a él. ¡Tenía tantos planes! Aunque en ese momento en particular lo que más le emocionaba era el ver a Lisa en su uniforme de gala. Jamás la había visto usar ese uniforme y sólo podía imaginarse lo hermosa y formal que se vería.

 

Cuando acabó de desayunar y limpió la cocina, entró al baño para acabar de arreglarse. Diez minutos después salió ya casi listo. Lo único que le faltaba para estar completamente uniformado era su levita, pues en ese momento sólo llevaba puesta su camisa blanca reglamentaria de la RDF con las dos líneas negras al centro, que bajaban desde el cuello hasta la cintura.

 

Se detuvo ante la puerta cerrada del cuarto de Lisa e iba a llamar, pero decidió darle un par de minutos más. Todavía tenían media hora antes de que Max fuera a recogerlos. Fue a la sala y terminó de uniformarse. El uniforme de gala para los capitanes, es decir, el que Lisa y él usarían para esa ceremonia, consistía en una levita negra cruzada al frente, con faldón y 2 hileras de 5 botones dorados, charreteras en los hombros y galones dorados en las bocamangas. La camisa blanca con las líneas negras al centro, pantalón (o falda, en caso de Lisa) negro. A la cintura, sobre la levita, un cinturón negro con el escudo de la RDF en la hebilla dorada, zapatos negros, guantes blancos y sus condecoraciones al pecho.

 

Rick terminó de uniformarse y mientras ajustaba su cinturón y colocaba sus guantes en los bolsillos de su levita, sus ojos se clavaron en la puerta cerrada. Se le hacía raro que Lisa no estuviera lista. Se acercó y llamó a la puerta con cuidado, casi como si no quisiera hacer ruido.

 

- ¿Lisa? ¿Estás lista? ¿Todo bien?

 

- Bien… - le respondió ella desde el interior.

 

Una pequeña sonrisa apareció en los labios del capitán. Había captado un leve temblor en la voz de Lisa, y conociéndola como él la conocía, eso sólo podía significar que estaba nerviosa, aunque jamás lo admitiría.

 

- ¿Puedo pasar?

 

Sin esperar a obtener respuesta, Rick abrió la puerta y entró a la habitación. Frente a su espejo, Lisa intentaba, con manos torpes, de abotonarse la levita. Rick sonrió cuando se percató de lo desaliñado que Lisa llevaba el cuello de la misma.

 

- ¿Necesitas ayuda?

 

Otra vez, sin esperar respuesta, se colocó frente a ella y comenzó a arreglarle el cuello de la levita. Lisa no protestó, antes bien lo miró al rostro con agradecimiento y suspiró profundamente.

 

- Estoy nerviosa, Rick.

 

El capitán Hunter se detuvo un segundo y sus ojos se agrandaron con la sorpresa de lo que acababa de escuchar. No podía creer que Lisa, que la Capitana Hayes le hubiera dicho aquellas palabras… y eso lo hizo sentirse conmovido, por la manera en que ella confiaba en él, al revelarle algo que ella consideraba tan personal y privado. La miró a los ojos y le sonrió con cariño, mientras proseguía con lo que estaba haciendo.

 

- ¡No te preocupes, preocupona! – Le habló con voz alegre. – No tienes nada porqué sentirte nerviosa… ¿Qué puede ir mal? Tienes muchos puntos a tu favor… eres hermosa… eres linda… eres preciosa… eres increíble… ah, y por supuesto también eres inteligente, valiente… y muy bella. Con todos esos atributos, tienes al consejo a tus pies.

 

Lisa sonrió pero esa sonrisa pronto se convirtió en una risita nerviosa. Rick le devolvió la sonrisa, mientras terminaba de arreglarle el cuello.

 

- ¡Listo! ¡Mira nada más que capitana tan linda y preciosa! ¡Lisa, amor, estás perfecta!

 

Lisa clavó sus ojos en los de Rick y aquella mirada profunda e intensa de sus ojos verdes hicieron que el capitán sintiera que las piernas se debilitaban bajo su peso. Aún así le sostuvo la mirada y le sonrió con amor.

 

- ¡Gracias Rick! – Lisa le habló con una nota de profundo agradecimiento y sinceridad en su voz y él supo que no le estaba sólo agradeciendo el que le hubiera ayudado con el cuello de su uniforme.

 

- ¡Todo va a ir bien! – Rick le puso las manos en los hombros, sin romper el contacto visual. – Por si de algo sirve, tú sabes que yo voy a estar ahí contigo todo el tiempo.

 

- Lo sé. – Lisa le sonrió, queriendo que él comprendiera que su sola presencia significaba todo para ella. - ¡Te ves muy apuesto!

 

- Gracias. – Rick se separó de ella y sonrió. – Tú no te ves nada mal, Hayes… ¡Wow, mira nada más esa colección de condecoraciones!

 

Lisa observó las cintillas que llevaba sobre el corazón y sonrió con una mezcla de orgullo y tristeza. Rick le sonrió y apuntó a la única condecoración que él llevaba: la cintilla de la Medalla Titanium al Valor.

 

- Yo te voy a presumir esta… la obtuve al salvar a una damisela en peligro de la Base Sara de Marte, ¿Sabes? Y por eso me siento muy orgulloso.

 

Lisa miró a Rick y le sonrió con gratitud.

 

- Y la damisela te lo agradece con toda el alma… Rick, sobre lo que sucedió en esa ocasión—

 

- Yo lo sé, Lisa. – Él la silenció, poniendo su mano en el hombro de ella. – No tienes porqué explicarme nada, ¿De acuerdo?

 

- Es que—creo que jamás tuve la oportunidad de agradecerte el que—el que hayas omitido en tu reporte el mencionar que yo…

 

- Yo no omití nada. – Rick le sonrió. – Si no puse algo en mi reporte seguramente fue porque no me percaté de ello. Eso es todo.

 

- ¡Gracias Rick!

 

Ya no pudieron hablar más, pues a los pocos minutos el jeep militar de los Sterling se detuvo frente a la casa de Lisa y ambos se apresuraron a salir al encuentro de sus compañeros. Era la hora exacta y después de los saludos de costumbre, los cuatro militares se dirigieron a la base.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Eran las 1100 horas en punto cuando la puerta del Salón de Consejo se cerró pesadamente y una alarma dio el aviso de que se llevaba a cabo una Sesión Solemne. Dentro del salón, además de los miembros del consejo militar de la RDF había representantes del nuevo Gobierno de la Tierra Unida y de las autoridades civiles de Ciudad Macross. Varios militares y otras personalidades estaban reunidos en aquel lugar, al igual que varios reporteros e incluso un par de cámaras de televisión. En total había cerca de un centenar de personas reunidas en aquel recinto.

 

El salón había sido decorado para la ocasión con los emblemas y banderas de la RDF, el SDF1 y el GTU, custodiados por una guardia de honor.

 

Lisa estaba nerviosa, jamás se imaginó que aquella ceremonia fuera a ser tan concurrida. Ella recordaba la ceremonia en la que Gloval había sido ascendido a Almirante… recordaba incluso la ceremonia en la que su padre había sido ascendido a Almirante, siendo ella todavía una niña… y no recordaba tanta formalidad y concurrencia en ninguna de las dos.

 

El Coronel Maistroff, quién presidía el Consejo, se puso de pie y llamó a atención. Se dio una orden con la trompeta y todos los militares presentes se pusieron en posición de firmes. Lisa estaba de pie, al lado de Rick, pero inmediatamente Maistroff le indicó que pasara al frente y tomara su lugar al centro de la sala. La capitana Hayes tomó aire y Rick imperceptiblemente le rozó con su mano la suya antes de que ella se alejara. Con ese sencillo gesto, Lisa supo que todo iba a estar bien.

 

- Tenemos varios puntos que cumplir en esta ceremonia. – Maistroff habló. – El primero de los cuales es reconocer a una oficial que a través de años de servicio bajo circunstancias ordinarias y extraordinarias, ha demostrado ser una militar ejemplar y una mujer de carácter y valor.

 

El coronel Maistroff se acercó a Lisa, mientras que le cedía la palabra al representante del GTU, quien prosiguió con el discurso:

 

- El consejo de la RDF y el Gobierno de la Tierra Unida han decidido por consenso, reconocer los méritos de la Capitana Elizabeth Hayes, otorgándole en este día la Medalla Titanium, por servicio excepcionalmente meritorio en una asignación de gran responsabilidad, por heroísmo militar extraordinario en operaciones de combate y por el valor mostrado en el cumplimiento del deber.

 

El coronel Maistroff abrió una de las varias cajas de terciopelo negro que estaban colocadas en una mesa cubierta con un mantel color rojo con el escudo de la RDF al frente. La Medalla Titanium brilló magníficamente mientras fue colocada en el pecho de Lisa.

 

- La RDF y el GTU también otorgan a la Capitana Hayes la Medalla Orión, por heroísmo y arriesgar voluntariamente la vida en cumplimento del deber, en las acciones llevadas a cabo durante la Batalla de Ciudad Macross.

 

Una hermosa medalla dorada representando a la constelación de Orión fue colocada por Maistroff en la levita de Lisa.

 

- Igualmente se le otorga la Medalla Polaris por haber sido herida en combate.

 

La Medalla Polaris, representando una hermosa Rosa de los Vientos fue a unirse a las demás medallas que Lisa portaba en su uniforme.

 

- Y finalmente, es un honor y un verdadero privilegio ser quien haga el anuncio de que la Capitana Elizabeth Hayes es la primera oficial de la RDF a quien, por votación unánime del Consejo de la Tierra Unida y la RDF, se le otorga la Medalla de Honor de la RDF, la Medalla Macross… una medalla que se entrega por su heroísmo, su comportamiento ejemplar, su eficiencia y fidelidad en servicio activo, así cómo por su impecable historial militar y los logros alcanzados durante su brillante carrera dentro de las Fuerzas de Defensa de la Tierra Unida.

 

Lisa sintió que su cuerpo era recorrido por una descarga de adrenalina que hizo que momentáneamente se sintiera mareada. Le costó algo de trabajo recuperar su aplomo y controlar su respiración que se había vuelto agitada. La Medalla Macross jamás había sido otorgada anteriormente… ¡A nadie! ¿Sería posible que ella, que Lisa Hayes fuera a ser la primera en recibirla?

 

Cuando vio aparecer la medalla en manos del coronel Maistroff, una hermosa medalla cuya cintilla en color dorado y azul sostenía una estrella de ocho puntas, en cuyo centro se encontraba el escudo de la RDF. Lisa había visto aquella medalla en libros y en ilustraciones… pero jamás en la vida real… y mucho menos sabiendo que era suya.

 

Rick no pudo evitar la sonrisa que apareció en su rostro. ¡Lisa había obtenido la Medalla de Honor de la RDF! No había duda alguna, su Lisa era una super-mujer. ¡Se sentía tan orgulloso de ella!

 

Maistroff dio un paso atrás y saludó militarmente a Lisa. Ella le devolvió el saludo formalmente, sin dejar siquiera entrever la emoción que en ese momento la embargaba. Era momento de ser formal y ella así se comportaba.

 

- ¡Felicidades, capitana Hayes!

 

- ¡Gracias, señor! Portaré estas medallas con honor y con orgullo.

 

- Así será.

 

Mientras el coronel Maistroff regresaba al estrado y hacía uso de la palabra, Lisa no podía dejar de pensar en el honor que acababa de serle conferido… ¡La Medalla Macross! No podía dejar de pensar en ello, ni siquiera podía creerlo… su padre hubiera estado muy orgulloso de ella… ¡Si tan sólo estuviera ahí para verla en esos momentos! Sentía la imperiosa necesidad de mirar sobre su hombro y sonreírle a Rick, pero se contuvo, sabiendo que aquello rompería con toda la solemnidad y etiqueta militar de aquel acto. Sin embargo, a pesar de todo, podía sentir la mirada de él clavada en ella… y eso la reconfortaba.

 

- Todos sabemos de los tristes acontecimientos que han sucedido en estos días en la Ciudad Macross, tras el brutal ataque del que fuimos víctimas. – La voz de Maistroff la trajo de vuelta a la realidad. – Sufrimos pérdidas terribles e irreparables dentro de nuestro personal militar de la RDF. Su heroísmo y su sacrificio supremo jamás serán olvidados. Ya se está trabajando, en conjunto con el GTU y las autoridades civiles de Ciudad Macross, en el proyecto de un monumento de honor que recuerde la memoria de nuestros héroes para siempre… el mismo SDF1 será un recordatorio constante del heroísmo del que fuimos testigos… y del legado de aquellos que se nos adelantaron un paso en la eternidad.

 

Se hizo silencio en la sala. Todos bajaron la vista, recordando a aquellos a quienes habían perdido y su póstumo sacrificio. Después de un momento el coronel prosiguió:

 

- Tras el sensible fallecimiento del Almirante Henry Gloval, la RDF ha quedado sin una cabeza y sin un guía… la imagen fuerte y noble del Almirante Gloval jamás será olvidada y sus enseñanzas servirán de guía para todos aquellos que tuvimos el honor y el privilegio de servir bajo sus órdenes. En esta mañana, sin embargo, nos hemos reunido en este Salón de Consejo, para asignar a quien a partir de hoy guiara el curso y destino de la RDF con mano firme y corazón fuerte, siguiendo los pasos de su ilustre antecesor y llevándonos por el mismo camino hacia la paz duradera en nuestro mundo.

 

El Coronel Maistroff tomó una carpeta con el escudo de la RDF y abriéndola, comenzó a leer el documento de Resolución de Promoción, sin mayor preámbulo:

 

“A todos los aquí presentes, miembros de la RDF, representantes del GTU, autoridades civiles de Ciudad Macross y demás asistentes a esta sesión solemne de Consejo, confiando en el valor, la fidelidad, el sentido del deber y la entrega, así cómo en las habilidades de la Capitana Elizabeth Hayes, le otorgo a nombre de la RDF y el GTU el rango de Almirante de la RDF. Esta oficial, por tanto, deberá cuidadosa y diligentemente llevar a cabo las responsabilidades a su cargo, realizando las acciones que sean necesarias para el cumplimiento de su deber, ordinarias o extraordinarias.

 

Y estrictamente ordeno y requiero a los oficiales, soldados y demás personal de rango menor, rendir obediencia al Almirante Elizabeth Hayes de acuerdo a su rango y posición. La Almirante Hayes, a su vez, acatará las órdenes y resoluciones emanadas del Consejo del Gobierno de la Tierra Unida y acuerdo a las leyes y estatutos vigentes.

 

Esta comisión entra en vigor inmediatamente y estará vigente y será cumplida cabalmente mientras la oficial Hayes permanezca activa y en funciones dentro de la RDF.

 

Se otorga la presente comisión en la Ciudad de Nueva Macross en el mes de enero del año 2012 y se firma por los oficiales del Consejo de la RDF y los representantes del Gobierno de la Tierra Unida.”

 

El coronel Maistroff cerró la carpeta y, seguido por uno de los representantes del GTU, se aproximó a Lisa una vez más. Ella permanecía impasible frente al Consejo, demostrando una gallardía y una elegancia dignas solamente de la Almirante de la Flota. El coronel saludó militarmente a Lisa y cuando ella respondió el saludo, él procedió a colocarle en el uniforme las nuevas insignias de su rango. Lisa sentía que su corazón latía sin control. Cuando vio aparecer aquella insignia de 4 estrellas en manos del coronel, la misma que ella tantas veces había visto en el uniforme de su padre, no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.

 

Finalmente el representante del GTU le entregó a Maistroff la gorra militar blanca y negra de almirante de la RDF. El coronel se la entregó a Lisa y ella la recibió con gran dignidad. Él le hizo una seña para que ella se colocara la gorra en la cabeza y cuando así lo hizo, no pudo evitar el sonreír al recordar todas aquellas veces, cuando siendo todavía una niña, se había puesto la gorra de su padre, que le quedaba demasiado grande. Esta, en cambio, parecía estar hecha a su medida.

 

El representante del GTU dio un paso atrás y Maistroff iba a hacer lo mismo, pero se detuvo cuando pareció recordar algo. Rick, quien ya tenía una sonrisa de oreja a oreja, sonrió aún con más alegría cuando vio al coronel sacar del bolsillo de su uniforme la placa que él le había entregado antes de la ceremonia, la que había pertenecido al padre de Lisa, al Almirante Donald Hayes.

 

Lisa sintió que la respiración le faltó por un segundo y sus ojos se abrieron con sorpresa cuando vio aparecer esa placa en manos del coronel.

 

- Pertenecía a su padre, Almirante Hayes. – Le habló en voz baja, mientras se la colocaba en la solapa del uniforme.

 

Lisa no hizo preguntas, enseguida supo de dónde había salido aquello y gracias a quién había llegado a manos de Maistroff. Sonrió para sí misma, mientras en su mente aparecía la imagen de esos profundos ojos azules que tanto amaba.

 

El Coronel dio un paso atrás y saludó a Lisa. Ella devolvió el saludo, mientras una escolta formada por un abanderado con la bandera de la RDF y dos escoltas armados, se aproximaban a ella. Lisa sabía lo que debía hacer. Saludó formalmente a la bandera y el guardia la inclinó levemente para saludar a la Almirante. Aún con su mano en alto, en aquel saludo militar, Lisa tomó un extremo de la bandera e hizo su juramento:

 

- Yo, Elizabeth Hayes, oficial de la RDF, habiendo sido promovida al rango de Almirante, solemnemente juro que defenderé al Planeta Tierra y a sus habitantes de cualquier enemigo, interno o externo. Que seré responsable, fiel y digna de confianza como oficial del a RDF y que haré cuanto de mí dependa por cumplir con honor las obligaciones del rango que hoy he adquirido.

 

Lisa soltó la bandera, la cual volvió a inclinarse y los guardias comenzaron a alejarse. Lisa volvió a la posición de firmes. El coronel Maistroff le pidió que se diera la media vuelta, para quedar de frente a quienes estaban reunidos en aquel salón. Cuando ella lo hizo, sus ojos inmediatamente se encontraron con los del Capitán Hunter, que la observaban con una mezcla de orgullo, satisfacción, alegría y amor. Una pequeña sonrisa casi imperceptible apareció en el rostro de ella, mientras escuchaba al Coronel Maistroff dar la orden de saludar. Todos los militares saludaron al Almirante Hayes al unísono y ella sintió sus ojos llenos de lágrimas otra vez. Devolvió el saludo y cuando aquel formalismo terminó, el coronel le hizo la seña de que podía usar el estrado si quería decir algunas palabras.

 

- Es algo corto. – Lisa caminó resueltamente al estrado. – No me tomará mucho.

 

Se paró frente al micrófono y sus ojos se cruzaron por un breve segundo con los de Rick, antes de que comenzara a hablar:

 

- Cuando recibí mi primer ascenso en la RDF, lo primero que hice fue correr a comunicárselo a mi padre, el Almirante Donald Hayes. Cuando lo supo, su respuesta fue una que jamás olvidaré. Me dijo que ese ascenso no era un premio, sino una responsabilidad… hoy sé que mi padre tenía razón. El saber que tanto él como el Almirante Gloval estuvieron en esta posición de almirante antes que yo es algo que me llena de orgullo pero me hace sentir humilde. Siento el peso de esta nueva responsabilidad que, sin embargo, sabré llevar con orgullo y poniendo mi corazón por delante.

 

Mi padre solía decir que debía reflexionar y meditar mis opciones antes de actuar o de tomar una determinación, porque en el momento en que la tomara, ya no podría tener dudas ni detenerme. Si mi decisión había sido la correcta, vencería en combate… si había sido la equivocada, sería vencida, pero esto sería una nueva oportunidad de ponerme de pie y reiniciar desde el principio, actuando con más sensatez y sabiduría. Mi padre decía que cuando un Hayes tomaba una decisión, llegaba hasta el final, cualesquiera que fueran las circunstancias o las consecuencias. Así que ahora que he tomado la decisión de aceptar este rango, en honor a mi padre y al Almirante Gloval, les prometo que llegaré hasta el final.

 

Sólo quiero terminar con una frase de John Bunyan que dice: "Aún cuando haya pasado por todo lo que pasé, no me arrepiento de los problemas en que me metí, porque fueron ellos los que me condujeron hasta donde deseé llegar. Ahora, todo lo que tengo es esta espada, y la entrego a cualquiera que desee seguir su peregrinación. Llevo conmigo las marcas y las cicatrices de los combates; ellas son testimonio de lo que viví y recompensas de lo que conquisté. Son estas marcas y cicatrices queridas las que me abrirán las puertas del Paraíso. Hubo una época en la que viví escuchando historias de hazañas. Hubo otras épocas en que viví simplemente porque necesitaba vivir. Pero ahora vivo porque soy una guerrera y porque quiero estar por siempre en la compañía de aquel al lado de quien tanto he luchado. "

 

 

Al decir esas últimas palabras, los ojos de Lisa se clavaron profundamente en los de Rick, quien seguía cada una de sus palabras con gran interés y admiración. Una pequeña sonrisa apareció en los labios de ella y fue reflejada en los del capitán Hunter.

 

Los diarios y noticieros, al informar sobre el ascenso de Lisa Hayes a Almirante, comentarían que, quizás por los nervios del momento, la Almirante había cambiado el final de esa frase tan conocida de Bunyan… pero Lisa y Rick sabían que no había sido así, que en realidad aquel cambio había sido deliberado… y era algo que era sólo entre ellos dos.

 

- Y ahora, le pido formalmente al Almirante Hayes que como primera acción de su almirantazgo, haga entrega de las medallas que la RDF y el GTU otorgan a la Teniente Primera Miriya Parino-Sterling, al Teniente Comandante Maximilian Sterling y al Capitán Richard Hunter.

 

Los ojos de Lisa y Rick volvieron a encontrarse mientras miradas de sorpresa y alegría aparecían en ellos, dialogando en un elocuente silencio:

 

- ¿Una medalla, para mí? – Los ojos de Rick preguntaban. - ¿Tú sabías?

 

- No, pero te la mereces. – Los de ella contestaban.

 

El coronel Maistroff requirió a los tres oficiales al centro de la sala. La Almirante Hayes entregó la Medalla Altaír, que consistía en una águila en vuelo sobre un escudo de la RDF y que era otorgada por heroísmo, méritos o logros extraordinarios en vuelos de combate y la Medalla Antares por acciones humanitarias a la Teniente Miriya Parino-Sterling y al Teniente Comandante Max Sterling.

 

Las mismas medallas, además de una segunda Medalla Titanium al Valor, fueron otorgadas al Capitán Richard Hunter. Cuando Lisa colocó las medallas en el uniforme de Rick, pudo sentir su corazón latiendo violentamente en su pecho. Tal vez fuera por su cercanía física o porque estaba emocionado con aquel honor tan inesperado… pero aquello provocó que el corazón de ella reaccionada de la misma manera.

 

Cuando dio un paso atrás y Rick la saludó, ella devolvió el saludo. Se sostuvieron la mirada y él no pudo evitar que sus ojos se humedecieran un poco al verla así, saludándolo de esa manera… esa escena lo transportaba a aquella mañana no hacía mucho, cuando ella lo había saludado de esa manera después de haberse despedido de él.

 

Lisa terminó el saludo, pero aún se quedaron frente a frente, con la mirada fija en los ojos del otro. Ni siquiera se habían percatado de que el Coronel Maistroff estaba hablando, dada por terminada aquella sesión solemne del consejo. Para Rick y Lisa el mundo parecía haber desaparecido a su alrededor. Fue un sonido largo y profundo de trompeta lo que los hizo despertar de su trance. Las banderas del RDF y GTU se retiraban del recinto y todos los militares saludaron con gran respeto.

 

Apenas habían salido, cuando se rompieron filas y antes de que Rick pudiera siquiera reaccionar, Lisa ya tenía a su alrededor a una multitud de reporteros que querían hablar con ella, entrevistarla, obtener sus primeras impresiones, una primera plana… alguna declaración.

 

Rick dio un paso atrás sin saber exactamente qué hacer. Sintió una mano en su hombro y cuando se dio media vuelta se encontró de frente con Maistroff, que lo miraba con cierta indiferencia.

 

- Felicidades por sus medallas, capitán. – Dijo sin mucha emoción.

 

- Gracias, señor.

 

- Capitán, sólo quiero dejarle algo en claro antes de retirarme. Usted deberá guardar el respeto y etiqueta militar hacia la figura, rango e investidura de la Almirante Hayes. ¿Entendido?

 

- No se preocupe, coronel. – Rick trató de contenerse. – Yo le aseguro que yo soy el primer interesado en mantener el respeto hacia ella.

 

- Sólo quería clarificarlo. – Maistroff se dio media vuelta para comenzar a retirarse, pero se detuvo y le habló a Rick: - Dígale al Almirante que espero que después de la comida podamos vernos. Necesitamos ponernos al día.

 

- Así lo haré, señor.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Max y Miriya fueron a felicitar a Rick no sólo por las medallas obtenidas, sino también por la manera en que se había comportado frente a Maistroff. Rick los felicitó a ellos, los tres admiraron sus medallas y comentaron sobre ellas. Miriya le comentó a Rick que debía ser grandioso para él tener ya dos Medallas Titanium, pero él, aunque sonrió, dentro de su corazón se arrepintió de haberle entregado su primera medalla a Minmei. Aquella era muy especial, la había obtenido por rescatar a Lisa. Casi como si leyera sus pensamientos, Max hizo un movimiento con la cabeza, señalando el lugar donde ella se encontraba rodeada de reporteros:

 

- No lo sé jefe, ¿No crees que es un momento oportuno para rescatar a la Almirante?

 

Rick miró a Lisa y sonrió un tanto divertido. Se veía pequeña y acosada entre tantas personas que querían hablar con ella, entre tantas cámaras fotográficas y de video y los micrófonos, grabadoras y celulares que tenía en la cara.

 

El capitán Hunter se abrió paso entre la multitud de reporteros y cuando quedó frente a Lisa, ella lo miró con ojos suplicantes. Él saludó formalmente y habló con voz fuerte para que todos lo escucharan:

 

- Almirante, su presencia es requerida en la oficina del Coronel Maistroff a la brevedad posible. Permítame escoltarla.

 

Lisa se disculpó con la prensa y enseguida Rick le indicó una salida por una puerta lateral de la Sala de Consejo que daba a una escalera de servicio por donde podían escabullirse sin ser vistos.

 

Una vez que estuvieron solos, Lisa respiró profundamente y se recargó en la pared detrás de ella, al tiempo que cerraba los ojos y trataba de relajarse.

 

- Muchas gracias por rescatarme, capitán. Oportuno como siempre.

 

- ¡Siempre, Almirante Hayes!

 

Lisa levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Rick, que parecieron clavársele en el alma. Él le sonreía con orgullo y el cariño que ella podía ver en su apuesto rostro hizo que Lisa agradeciera el apoyo que la pared en la que estaba recargada le proporcionaba, de otra manera podría haber colapsado. Sintió cómo Rick le quitó su gorra de almirante, para poder verla mejor a los ojos, puso sus manos en su cintura y la atrajo contra sí, sin romper el contacto visual. La frente del capitán se recargó en la de ella y traviesamente le besó la punta de la nariz.

 

- ¿Sería insubordinación decirle a la Almirante lo absolutamente hermosa que se ve el día de hoy?

 

Lisa sonrió y negó con la cabeza, al tiempo que se sonrojaba. Los ojos del capitán brillaban con un fuego y una pasión que Lisa no recordaba haber visto antes… al menos no al estar clavados en los suyos. Rick comenzó a inclinarse lentamente, buscando sus labios. El corazón de Lisa se aceleró y sus manos se deslizaron por el pecho de Rick hasta apoyarse en sus hombros; sus ojos se entrecerraron mientras sentía que su cabeza comenzaba a darle vueltas… cuando sintió el aliento de Rick en su rostro y se percató de que las manos del capitán subían lentamente por su espalda, para atraerla contra su cuerpo, Lisa sintió que simplemente perdía la razón. ¡Aquel era el momento que había estado esperando durante tanto tiempo! El momento en el que Rick Hunter, por voluntad propia la besaría… por amor.

 

Sin embargo aquel beso no sucedería… no en ese lugar y no en ese momento.

 

La puerta se abrió y Max y Miriya aparecieron en la escalera de servicio. Se detuvieron en seco cuando vieron la escena ante ellos. Lisa y Rick se habían separado violentamente cuando habían escuchado el ruido de la puerta y ahora el capitán Hunter, gruñendo con frustración, escondía su rostro en el cuello de la Almirante, mientras ella soltaba una risita nerviosa y un leve sonrojo podía apreciarse en su rostro.

 

- ¡Oh! – Max sonrió un tanto apenado. – Parece que es un mal momento… ¡Lo siento mucho!

 

- ¡No, no lo sientes!

 

Rick se separó de Lisa y le lanzó un puñetazo juguetón a Max para golpearlo en el estómago. El comandante Sterling se dobló sobre sí mismo, fingiendo que Rick le había sacado el aire y el capitán Hunter aprovechó para atrapar el cuello de su amigo con su brazo derecho en una llave de lucha libre.

 

Lisa y Miriya sacudieron la cabeza, reprobando la actitud de aquellos oficiales que a veces parecían niños de preescolar, pero sonrieron de todas maneras. Miriya se acercó a Lisa y con una enorme sonrisa en el rostro, la saludó formalmente, mientras Lisa volvía a colocarse su gorra, que había recuperado de las manos de Rick antes de que este comenzara su pelea.

 

- ¡Almirante Hayes! ¡Muchas felicidades!

 

- ¡Gracias Teniente Parino-Sterling! – Lisa devolvió el saludo.

 

- Tenemos que reportarnos en la pista de vuelo en 20 minutos, sólo queríamos decirte que estamos muy orgullosos de ti y queremos que sepas que cuentas con nuestra lealtad incondicional.

 

Lisa sonrió y asintió con la cabeza. Rick y Max seguían peleando, pero de pronto se detuvieron y Max, sonriendo de oreja a oreja, mientras le aplicaba una llave al brazo de Rick, miró a Lisa y asintió a las palabras de su esposa.

 

- ¡Eso es cierto, Almirante! ¡Cuenta con nosotros para todo!

 

- ¡Pues no estaría mal que la primera orden de almirante que le dieras a este insubordinado fuera que me suelte! – Rick miró a Lisa.

 

- ¡Usted comenzó, capitán! – Max lo soltó.

 

- ¡No es cierto! – Rick se defendió.

 

- ¡Vamos Max! – Miriya atrapó el brazo de su esposo. – Tenemos trabajo que hacer y creo que la Almirante y el capitán deben… encargarse de algunos asuntos.

 

Mientras Miriya prácticamente arrastraba a Max por la escalera de servicio, el comandante Sterling le hizo un saludo a Lisa que ella correspondió y habló, antes de desaparecer de la vista de Rick y Lisa:

 

- ¡Pasamos por ustedes a las ocho!

 

- ¡Los esperamos! – Lisa le respondió.

 

Cuando estuvieron solos, Lisa miró a Rick y le lanzó una mirada asesina, aunque la pequeña sonrisa traviesa en su rostro la desmentía por completo. Se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, como esperando una explicación del comportamiento del capitán.

 

- ¿Qué? – Rick respondió inocentemente, arreglando su uniforme. - ¡Él empezó!

 

Lisa movió negativamente la cabeza y tomó la mano de Rick, mientras comenzaban a bajar las escaleras.

 

- ¡Vamos capitán! Tengo jaqueca… realmente necesito una taza de café. ¿Dices que Maistroff quiere hablar conmigo?

 

- Bueno, me dijo que esperaba que pudieran ponerse al día después de la comida. ¿Quieres ir a comer algo?

 

- Preferiría ir a hablar con él de una vez. – Lisa le respondió. – Entre más pronto mejor…

 

Ambos comenzaron a caminar por la base dirigiéndose al edificio que albergaba las oficinas del coronel y otros oficiales de la RDF. El personal de la base se detenía para saludar militarmente a Lisa y cuadrarse ante ella por donde quiera que ella pasaba. Era obvio que todos estaban conformes y satisfechos con aquella promoción, pues las sonrisas de todos los soldados, oficiales y demás personal que se encontraban en la base eran bastante elocuentes.

 

La Almirante Hayes se detenía a saludar a todos los que se acercaban y respondía a todos los saludos que recibía. El Capitán Hunter caminaba a su lado, de manera protectora, casi como si fuera su guardaespaldas, aunque para todos en la base era obvio lo que sucedía entre ellos. Todos estaban contentos de que Lisa Hayes fuera su nueva almirante, pero aún más felices de verla, por fin, al lado del Capitán Hunter.

 

Mientras caminaban, hombro con hombro, Rick no podía quitarle la vista de encima a Lisa ni dejar de sonreír orgullosamente al ver lo formal y lo absolutamente perfecta que se veía.

 

- ¿Qué sucede, Rick? – Lisa le sonrió, percatándose de la manera en que él la estaba observando.

 

- Nada… sólo pensaba en lo simpática que te ves con esa gorrita.

 

- Esta “gorrita” es una gorra reglamentaria del uniforme de almirante, ¿sabías?

 

- Si, lo sé, lo sé. – Rick se rió. - ¡Te ves hermosa!

 

Lisa se sonrojó un poco y habló:

 

- Hmmm… pienso que sería un acto de caballerosidad si el oficial que me escolta en estos momentos me ofreciera su brazo, ¿No le parece, capitán?

 

Rick la miró y ella notó que se veía un tanto nervioso… inseguro.

 

- ¿No te preocupa que te vean conmigo, Lisa? – preguntó con genuina preocupación. – Con el protocolo y todo eso…

 

Lisa le sonrió radiantemente y sin más lo tomó del brazo, abrazándose a él.

 

- Quiero que TODOS me vean contigo, Rick Hunter. – le respondió y sus ojos verdes brillaron como si estuvieran hechos de fuego.

 

Rick sonrió, sintiendo una alegría y un orgullo como jamás los había sentido en su vida. La Almirante Lisa Hayes, aquella mujer tan maravillosa, tan hermosa, tan inteligente, tan importante… ¡Tan perfecta! Ella lo amaba a él, a Rick Hunter… a un piloto de circo, como despectivamente solían llamarlo los miembros del consejo.

 

Ella no se avergonzaba de caminar de su brazo, antes bien quería que todos supieran que estaban juntos. Aquello hizo que Rick se hinchara de orgullo. Su postura adquirió un elegante aire militar, mientras caminaba a través de la base, escoltando al Almirante Hayes. Aquello no pasaba desapercibido para quienes los veían pasar y así, entre los saludos formales, no faltaron los oficiales que, traviesamente, les hicieran la “V” de victoria con los dedos o les levantaran el pulgar al tiempo que les guiñaban el ojo.

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Eran casi las siete de la noche cuando Rick regresó a casa de Lisa. Después de la ceremonia de esa mañana, ella había estado durante horas con el Coronel Maistroff y otros miembros del consejo, poniéndose al día en los asuntos de la RDF y las acciones a tomar en los días siguientes, así como los derechos y obligaciones que ahora ella tenía, como la nueva almirante.

 

Rick no la había vuelto a ver en todo el día. Se habían llamado al celular en un par de ocasiones, pero cuando él fue enviado a una misión de reconocimiento extraordinaria al frente del Escuadrón Skull, ya no pudieron seguir en contacto. Cuando regresó a la base, fue informado de que ella ya se había retirado. Rick se sentía algo cansado después de un día particularmente emotivo y ocupado, pero tenía ganas de salir a cenar con Lisa y los Sterling.

 

Durante su vuelo y en el camino de vuelta a casa, lo único que podía pensar era en lo que había sucedido en la escalera de servicio, cuando Lisa y él habían estado a punto de besarse. Por más esfuerzos que hacía por pensar en otra cosa, esa escena siempre volvía a él… ¿Estaban finalmente listos para dar el siguiente paso?

 

Cuando Rick entró a la casa y se quitó su gabardina, se percató de que la luz de la habitación de Lisa estaba encendida y había música suave que venía del aparato de sonido que estaba en la sala. Sonrió y fue a encontrarse con Lisa. Aunque la puerta de la habitación estaba abierta de par en par, él tocó con los nudillos antes de entrar.

 

- ¿Lisa?

 

La almirante Hayes estaba sentada en su tocador, cepillando su sedoso cabello color miel que le caía graciosamente sobre los hombros, contrastando con la blancura de la bata que llevaba puesta. Miró a Rick en el reflejo de su espejo y sonrió una pequeña sonrisa llena de cariño antes de darse la media vuelta sobre su asiento para verlo de frente.

 

- ¡Rick! ¿Cómo estás? ¿Qué tal estuvo tu patrullaje? Supe que te enviaron a una misión especial.

 

- Nada fuera de lo normal.

 

Rick se acercó a ella y se inclinó para besarla en la frente. Ella lo miró con una mirada y una sonrisa que hicieron que él sintiera mariposas en el estómago. Le devolvió la sonrisa y ella atrapó la mano que él tenía sobre su hombro.

 

- ¿Porqué no vas a tomar un baño? Los Sterling estarán aquí en una hora y ya sabes lo puntuales que son. – Lisa se acarició la mejilla con el dorso de la mano de él.

 

- Por supuesto. – Rick le sonrió y se dirigió a la puerta de la habitación. - ¿Es un restaurante muy formal? Porque en realidad no tengo ropa formal… sólo mi traje de siempre y…

 

- No te preocupes, no necesitas usar corbata. – Lisa le sonrió, volviendo a clavar la vista en el espejo. - ¿Porqué no te pones tus pantalones negros y el saco sport que usaste aquella vez en la cena de año nuevo? ¡Te veías muy apuesto con esa ropa!

 

Rick sonrió, agradecido de no tener que usar corbata. Jamás había sido amante de las corbatas y siempre que tenía que usar una se sentía incomodo.

 

- ¿Pero traje esa ropa conmigo?

 

- Si. – Lisa se puso de pie y caminó a su guardarropas. – Yo me aseguré de ello.

 

Cuando ella abrió el guardarropa, los ojos de Rick se agrandaron. Lisa había desocupado una sección del mismo, en donde ahora estaba su ropa perfectamente bien ordenada.

 

- Lisa… ¿Qué—?

 

- Pensé que sería más cómodo para ti tener tu ropa aquí en vez de tenerla hecha bolas en tu mochila… espero que no te moleste que me haya tomado la libertad de ponerla aquí.

 

- ¡Eres maravillosa!

 

- Lo sé. – Ella le sonrió y le guiñó un ojo, mientras iba a abrir su lado del guardarropas. – Yo tampoco tengo mucha ropa formal… por eso le pedí a Max que fuéramos a un lugar que no fuera demasiado formal… aún no sé que ponerme.

 

- Hmmm… - Rick caminó hasta quedar detrás de ella y comenzó a observar sus vestidos, que en realidad no eran muchos. – Bueno… ese vestido azul se te vería precioso… pero no sé si tendrás mucho frío con él.

 

Después de una breve deliberación, Lisa eligió un vestido color azul pálido, “azul hielo”, le había dicho Claudia el día que lo había comprado y sólo porque su amiga prácticamente la obligó a hacerlo, argumentando lo bien que le quedaría aquel modelo y lo hermosa que se vería usándolo… aunque nunca hasta ese momento había tenido la oportunidad de hacerlo. Lisa rogó porque el restaurante tuviera una buena calefacción, pues con lo frío de aquella noche, ese vestido no la mantendría particularmente caliente.

 

Rick sonrió, imaginándose a Lisa usando aquel vestido. Era sencillo, nada realmente formal ni espectacular pero él sabía que una vez que Lisa obrara su magia, el vestido sería el de una reina. Se dirigió al baño llevando consigo su ropa y decidiendo que debería de darse prisa, si quería pasar unos minutos a solas con Lisa antes de que los Sterling llegaran.

 

- ¿Estás segura de que no te causa molestias el tener mi ropa ahí? – Rick le habló desde el baño.

 

- ¡Claro que no! No te preocupes por eso, Rick… lo importante es que tú te sientas cómodo en la casa.

 

- Me siento cómodo. – él le respondió. – Yo—recibí un comunicado hoy, informándome que mi casa estará lista a principios de la próxima semana.

 

- Oh… - Lisa no pudo esconder su decepción.

 

- Bien, no tardo… me baño rápido.

 

Cuando el agua comenzó a correr en la ducha, Lisa aprovechó para cambiarse de ropa y terminar de arreglarse. Estaba dándole los toques finales a su cabello, que había decidido llevar suelto, cuando el teléfono sonó. Contestó, sabiendo de antemano que era Max quien llamaba.

 

- ¡Hola Max! ¿Qué sucede?

 

- Lisa… sólo hablo para avisarles que probablemente lleguemos unos 15 minutos tarde por ustedes... la niñera de Dana tuvo un inconveniente y Miriya y yo estamos tratando de encontrar otra de último momento… pero ahí estaremos.

 

- No hay problema, Max. Aquí los esperamos… ¡Gracias por avisar!

 

Después de aquella llamada, Lisa fue a mirar por la ventana. La noche era perfecta, era la primera vez en semanas que no estaba nevando e incluso en el cielo podían verse algunas estrellas brillando tímidamente. La almirante Hayes sonrió y suspiró profundamente. La música suave que tenía puesta en el aparato de sonido la relajaba y la hacía sentirse tranquila.

 

Lisa ya estaba lista, así que ya solo debía esperar a que Rick lo estuviera y qué los Sterling fueran a recogerlos. En la sala había una puerta corrediza que daba al jardín. Lisa la abrió un poco y el aire frío de la noche entró, provocándole escalofríos. Sin embargo el ambiente era bastante agradable: la noche fresca, la semipenumbra de la sala alumbrada sólo por una lámpara, la música suave…

 

Y algunos minutos después, los brazos fuertes de Rick cerrándose en torno a su cintura, mientras la abrazaba por detrás, tomándola por sorpresa. Su aroma le era algo que le era tan familiar a Lisa que inmediatamente la hizo sentir segura y tranquila. Sonrió y se acurrucó contra el cuerpo de Rick, cerrando los ojos.

 

- Te vas a enfermar si te paras así frente a una puerta abierta en una noche de invierno. – Rick le susurró al oído.

 

Lisa colocó una mano sobre las de Rick que se cerraban sobre su estómago y la otra subió para acariciarle la mejilla.

 

- Bueno, te tengo a ti para mantenerme caliente, ¿No es así?

 

Rick soltó una risita e involuntariamente, sin siquiera percatarse de lo que hacía, escondió su rostro en el cuello de Lisa, provocando con esto un estremecimiento que sacudió perceptiblemente el cuerpo de la almirante.

 

- Los Sterling no deben de tardar en llegar. –Rick comentó.

 

- Max habló… tuvieron un contratiempo con la niñera de Dana, pero llegarán en unos 15 minutos.

 

Rick sonrió para sí mismo y Lisa sintió esa sensación familiar, como si una corriente eléctrica le estuviera recorriendo la columna, cuando sintió los labios de él rozándole la oreja mientras le hablaba en voz baja:

 

- ¡Esa música es muy bonita, amor!

 

- Es música celta. – Lisa se dio media vuelta en los brazos de él para mirarlo de frente. – Siempre me ha relajado mucho… me gusta.

 

- Es muy bella.

 

Rick mantenía sus brazos en torno a su cintura y Lisa deslizó los suyos alrededor del cuello de él y se recargó en su pecho. Ambos cerraron los ojos y comenzaron a moverse lentamente al ritmo suave de la música.

 

Rick aspiró profundamente el aroma intoxicante del cabello de Lisa y sintió que este penetraba en su cuerpo, inundándolo por completo. Ella, con su cabeza apoyada en el pecho de él, había dejado de pensar… era imposible hacerlo, cuando él la abrazaba con tanto amor… cuando podía escuchar su corazón acelerándose en su pecho.

 

La mano derecha de Lisa suavemente fue a posarse en la nuca de Rick y lentamente sus dedos comenzaron a deslizarse entre los cabellos oscuros del capitán, provocando que él apretara los ojos y suspirara profundamente. Durante un momento su universo entero parecía estar resumido a aquello: Lisa acariciándolo de esa manera. Sus manos comenzaron a subir y bajar por la espalda de ella, provocando que ella la arqueara involuntariamente, apretándose aún más contra él.

 

- Lisa… - murmuró contra su cuello.

 

La vibración de aquella palabra contra su piel hizo que Lisa dejara escapar un suspiro corto y profundo. Una corriente eléctrica la recorrió de la cabeza a los pies y fue cuando Rick sintió cómo sus dedos se deslizaban entre sus cabellos y bajaban hasta su nuca… y enseguida, como si fuera un sueño o una fantasía, Rick no pudo reprimir el gemido suave y apagado que escapó de su garganta cuando sintió los labios de Lisa posarse suavemente en su cuello.

 

- ¡Lisa! – susurró vehementemente.

 

Su respiración se agitó cuando Lisa comenzó a recorrer su cuello traviesamente con sus labios, sin que aquello fuera ni un beso, ni una caricia… era una tortura. Los labios de ella le recorrieron lentamente la piel entre su clavícula y el lóbulo de la oreja, mientras su mano seguía acariciando su nuca y su cabello. Rick pensó que aquello no estaba pasando… no podía estar sucediendo… ¡Se sentía tan bien! ¡Era delicioso! Involuntariamente Rick ladeó su cabeza, para darle un acceso más fácil a Lisa a su cuello.

 

Un gruñido suave pero profundo salió directamente de las profundidades de su alma, cuando ella comenzó a besarlo lentamente y sin prisa, recorriendo la distancia entre la base de su cuello y su mentón, sin dejar de acariciarlo. La respiración de Rick se había acelerado y su corazón latía sin control.

 

De pronto Lisa se detuvo abruptamente y él entreabrió sus ojos para mirarla al rostro. Rick respiraba entrecortadamente y sentía que su cuerpo entero temblaba ligeramente, anticipándose a lo que estaba por venir.

 

- Lisa… - susurró, clavando su mirada en la de ella. - ¡Te amo!

 

- Y yo a ti…

 

Rick había cerrado el estrecho espacio que existía entre el rostro de él y el de ella y ahora sus labios habían comenzado a besar el cuello de Lisa, mientras ella hacía lo propio con él suyo. Los sentimientos y sensaciones que aquellos besos estaban despertando en ellos eran demasiado poderosos como para ignorarlos.

 

- ¡Te amo! – Rick susurró contra su cuello, afirmándole sus sentimientos una vez más.

 

Lisa se separó lentamente, pero sólo el espacio necesario para mirarlo a los ojos, clavando en ellos su mirada profunda y llena de amor.

 

- ¡Yo también te amo!

 

Rick entrecerró los ojos, buscando los labios de Lisa lentamente, sin querer apresurar el momento, sabiendo que aquello era sólo el principio… casi como si fuera un reflejo, Lisa se acercó a él, buscando ávidamente sus labios.

 

Aquel primer toque fue mágico… fue poderoso, cargado de energía, de electricidad, de promesas e ilusiones, de sueños y sobre todo de amor… ¡Mucho amor! Más que besarse, sus labios sólo se habían encontrado y se habían tocado levemente. Ninguno de los dos se movió. Después de un momento Rick profundizó un poco aquel beso y ella le correspondió, pero de inmediato se separaron, aunque sin dejar de abrazarse. Sus ojos se entreabrieron y sus miradas se encontraron. Ambos sentían los ojos llenos de lágrimas.

 

Rick subió su mano y la colocó en la mejilla de Lisa, acariciándola con amor y devoción, mientras una lágrima resbalaba por el rostro de ella. Él se inclinó un poco y sus labios se encontraron otra vez. Después de un momento en el que el mundo pareció desaparecer de su alrededor y el tiempo se detuvo entre ellos, aquel beso se hizo más profundo y más íntimo. Sus labios se entreabrieron y Rick comenzó a devorarla con urgencia y pasión, abrazándola contra su cuerpo y perdiéndose en la sensación de estar con ella… de finalmente estar besando a Lisa Hayes, a la mujer a la que amaba más que a su vida.

 

Para Lisa aquel beso fue un momento cumbre en su vida… ese beso parecía cambiarlo todo, darle un nuevo significado, un nuevo rumbo a su existencia. Con ese beso estaba desapareciendo por completo aquella oficial dura, fría y sin sentimientos para dar paso a una mujer llena de vida, de sueños, de esperanzas y de amor.

 

Se habían besado antes, era cierto, pero jamás lo habían hecho de esa manera. Todos sus otros besos habían sido fríos, apresurados, con público, urgentes y en circunstancias que los habían hecho olvidarse por completo de que un beso es una expresión de amor. Este beso era diferente, en él estaban entregándose el uno al otro… sus almas se habían encontrado en sus labios, sellando con ello una promesa de un amor eterno e inmortal que los llevaría a las estrellas. Un amor que llegaría a convertirse en una leyenda de su propio tiempo.

 

El sonido de un claxon rompió intempestivamente la magia del momento. Rick y Lisa se separaron lentamente, sintiendo que aquella separación casi les provocaba dolor físico. Sus ojos se entreabrieron y se encontraron. Ambos trataban de controlar su respiración. Los brazos de Rick estaban en torno al cuerpo de Lisa y los de ella alrededor del cuello de él.

 

- Lisa… - Rick susurró, recorriéndole con la yema de los dedos la espalda desnuda, causando que ella temblara un poco en sus brazos. - ¿Realmente tenemos que ir a esa cena?

 

Aquel comentario provocó una sonrisa en ella. Se acercó a él y lo besó en la barbilla, en la comisura de sus labios y finalmente en los ojos con tanto cariño que Rick sinceramente pensó que sus piernas cederían al peso de su cuerpo en aquel momento. Lisa lo miró y en sus ojos él pudo ver el fuego y la pasión que en ese momento él había despertado en ella… ¡Y aquello le fascinaba!

 

El claxon sonó otra vez y Rick suspiró con frustración, dejando caer su cabeza sobre su pecho. Max se estaba volviendo bastante inoportuno últimamente. Lisa ya se había soltado de su abrazo y lo había tomado de la mano.

 

- ¿Podrías sacar los abrigos mientras cierro la puerta del jardín y apago el aparato de sonido?

 

- Si… claro, no hay problema. – Rick le contestó distraídamente, siguiéndola con la mirada mientras ella se movía por la sala.

 

¡Era tan hermosa!

 

Lisa fue al lado de Rick y él le ayudó a ponerse su abrigo antes de que él mismo se pusiera el suyo encima. Se dirigieron a la entrada, pero cuando Lisa puso su mano en el picaporte, Rick recargó su mano en la puerta, impidiendo que la abriera. Ella lo miró interrogativamente y él le lanzó una mirada tan llena de pasión y de deseo, que Lisa sintió que le atravesaba el corazón como si fuera una flecha. Sin decir ni media palabra y sin dar explicaciones, Rick levantó con su dedo la barbilla de Lisa para mirarla a los ojos y la atrapó entre su cuerpo y la puerta a sus espaldas, buscando sus labios casi con desesperación. Lisa no opuso resistencia, antes bien, cerró sus ojos y se abandonó a aquel beso…

 

… un beso que fue demasiado corto, pues ahora fue el timbre de la puerta lo que los interrumpió. Ambos se separaron e intercambiaron una mirada y una sonrisa de complicidad, pero no dijeron nada, aunque ambos podían descifrar la mirada en el rostro del otro: “¡Terminaremos con esto más tarde! ¡Claro que lo haremos!”

 

Lisa abrió la puerta y el rostro sonriente de Max apareció frente a ellos.

 

- ¡Buenas noches, almirante Hayes! ¡Buenas noches jefe! ¿Están listos? ¡Lamento el retraso! Pero ya estamos aquí y la noche es joven.

 

- No te preocupes, Max… llegaste justo a tiempo, como de costumbre. – Rick le lanzó una mirada asesina que Max prefirió ignorar.

 

Rick le ofreció su brazo a Lisa y los tres se dirigieron a la minivan de los Sterling, donde Miriya los recibió con una sonrisa y el comentario de lo bien que ambos lucían aquella noche. Un momento después la minivan ya estaba en camino, tomando el rumbo de la zona centro de Ciudad Macross.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

El restaurante que Max y Miriya habían elegido para celebrar esa noche era pequeño, agradable, íntimo y acogedor. La mesa que les habían preparado estaba en un pequeño privado enmarcado por celosías de madera cubiertas de vegetación artificial. El lugar estaba decorado con un estilo veneciano que le daba un aire romántico y privado. Cerca de donde las dos parejas se sentaron, una pequeña fuente complementaba el ambiente con el sonido suave y relajante del agua. En algún lugar del restaurante, una banda tocaba música suave.

 

- ¡Es perfecto! – Lisa comentó mientras Rick le acercaba la silla para que se sentara. - ¿Cómo es que ustedes encuentran este tipo de lugares?

 

- Bueno, Maximilian y yo tenemos la costumbre de salir a cenar juntos por lo menos 2 o 3 veces por semana.

 

- La experiencia de ser padres es hermosa y sin duda ha llenado nuestras vidas. – Max comentó, sentándose al lado de su esposa. – Pero Miriya y yo pensamos que es importante seguir cultivando nuestra relación de pareja y no solo convertirnos en los padres de Dana.

 

- Eso me parece muy inteligente de su parte. – Lisa les sonrió.

 

El mesero elegantemente les presentó el menú y se alejó un poco, para dejarlos elegir. Mientras Max y Miriya se concentraban en elegir su cena, Rick y Lisa apenas y podían mantener los ojos en el menú frente a ellos. Sin poder evitarlo sus miradas se encontraban una y otra vez, provocando sonrisas y un leve sonrojo. Aquello no pasó desapercibido para los Sterling, quien ocultos detrás de su menú, intercambiaban un guiño travieso y una sonrisa de satisfacción y alegría por sus amigos.

 

Max les hizo algunas recomendaciones a Rick y Lisa de las especialidades de aquel lugar que Miriya y él habían encontrado particularmente deliciosas en visitas previas. Rick y Lisa comenzaron a hablar en voz baja entre ellos, tratando de decidir qué les apetecía para la cena. Sin siquiera percatarse de ello, ambos se habían acercado más y Rick había tomado la mano de Lisa, que se veía pequeña y delicada en la mano fuerte del capitán, que la masajeaba afectuosamente. Max se lo indicó a Miriya con un movimiento de cabeza y ambos sonrieron otra vez.

 

El mesero se acercó y todos ordenaron su cena. Cuando se retiró, Miriya y Lisa se disculparon y se dirigieron al tocador de damas, dejando detrás de ellas a dos jóvenes militares que no podían quitarles la visa de encima.

 

- Bueno jefe, ¿Cuál es la historia?

 

- ¿La historia? – La voz de Max pareció sacar a Rick de un trance. - ¿Cuál historia?

 

- ¡Tú sabes a lo que me refiero, Rick! – Max le guiñó el ojo. – ¿Tú y Lisa? Es obvio que ya sucedió, ¿No es así?

 

Una pequeña sonrisa tímida apareció en los labios del capitán Hunter y por más que lo intentó, no pudo evitar el sonrojarse.

 

- ¿Es tan obvio?

 

- Un poco, sí… - Max se rió. - ¡Vamos jefe, no tiene nada de malo! Lisa y tú están juntos y el expresarse cariño y amor por medio de un beso es lo más natural del mundo.

 

- Fue mucho más que sólo cariño y amor, Max… lo que Lisa me hizo sentir cuando nos besamos… - Rick se detuvo, tratando de encontrar las palabras que pudieran explicar sus sentimientos. - … es que… no lo puedo explicar… jamás había sentido eso antes, Max… ¡Nunca! Ni siquiera cuando estuve con Minmei… tú sabes, en un plano más íntimo… ni siquiera entonces sentí lo que sentí al besar a Lisa.

 

- Se llama ‘amor’, Rick. – Max le palmeó la espalda a su amigo. – Y créeme, esto es sólo el principio… ¡Puedo asegurarte que a partir de hoy comenzarás a vivir el tiempo más maravilloso y emocionante de tu vida!

 

Rick sonrió y asintió levemente a las palabras de su amigo, clavando su vista en el mantel y trazando su diseño distraídamente con su dedo.

 

- Quiero irme con calma, saborear cada momento, cada etapa con Lisa… quiero hacer las cosas bien con ella, no apresurar nada… que todo se vaya dando naturalmente, en el momento en que las cosas deban de suceder… ¡Le debo tanto, Max! Mientras más tiempo paso con ella, más me doy cuenta de lo enamorado que estoy de ella… ¡Y me odio tanto por haber sido tan ciego, tan tonto y por haberla lastimado tanto!

 

- Dicen que no se puede juzgar el amor futuro por el sufrimiento del pasado, Rick. Lo que sucedió, pues deben de resolverlo, es cierto. Pero no deben de basar su relación en las heridas y cicatrices del pasado.

 

- No, claro que no. Siento que con Lisa todo es nuevo, diferente y especial… todo es simplemente mágico. No puedo encontrar otra palabra para describirlo. Esta noche, cuando nos besamos… Max, la sentí tan viva en mis brazos… fue como si… como si fuera el primer día del mundo, ¿Sabes? Como si de pronto yo hubiera comenzado a existir y — Max, cada vez que ella me mira, cada vez que me sonríe, cada vez que me besa, que me abraza… me hace suyo sin remedio.

 

- ¡Te pegó duro, jefe! – Max volvió a darle unos golpecitos en la espalda. - ¡No sabes lo feliz que Miriya y yo nos sentimos por ustedes! Además, debo de decir que te llevaste el premio grande, Rick… ¡La Almirante de la flota!

 

- Lisa es mucho más que sólo eso… - los ojos de Rick brillaron y su sonrisa se suavizó al decir esas palabras.

 

Max comenzó a hablar de la ceremonia de aquel día y de lo magnífica y elegante que Lisa había estado… pero Rick ya no lo escuchaba. Si mirada estaba clavada en la puerta por la que en cualquier momento el objeto de su afecto aparecería y le regalaría una mirada intensa, de esas que lo quemaban con aquel fuego verde lleno de pasión… y una sonrisa tan dulce, que lo haría olvidarse del mundo entero.

 

En el baño, Lisa esperaba pacientemente mientras Miriya se arreglaba frente al espejo. La Almirante Hayes jamás había sido una mujer particularmente amante de los espejos. Mientras Miriya terminaba de retocar su maquillaje, Lisa jugueteaba con las flores que había en un florero y comentaba sobre aquel restaurante.

 

- Es muy bonito… y lo mejor de todo es que no hay muchas personas cenando aquí esta noche… bueno, supongo que los ánimos en Ciudad Macross no están como para salir a cenar en estos tiempos.

 

- La vida continúa a pesar de la guerra. – La antigua guerrera Zentraedi habló con aquella crudeza nacida de haber visto tantas batallas y que sin embargo encerraba una gran verdad. – Quienes murieron no lo hicieron para que nosotros lloráramos sus muertes. Lo hicieron para que nosotros siguiéramos adelante y viviéramos nuestras vidas. De otra manera su sacrificio sería inútil.

 

- Tienes razón. – Lisa asintió, sabiendo que aunque dolorosas, las palabras de Miriya eran ciertas.

 

- A Claudia y a las chicas les hubiera encantado verte con Rick, Lisa. – Miriya miró a su amiga y le sonrió. - ¿Te imaginas qué hubieran dicho?

 

- ¡Oh sí! – Lisa se rió y el recordar a sus amigas con alegría se sintió muy bien. – Kim, Vanessa y Sammy hubieran querido saber si Rick era bueno besando… y Claudia me estaría acosando con toda clase de preguntas íntimas sobre esta relación… dando por hecho que Rick es como Roy… aunque todos sabemos que, gracias a Dios, no es así.

 

- ¿Y bien? – Miriya le sonrió, mirándola traviesamente a los ojos. - ¿Cuál hubiera sido tu respuesta?

 

- ¿Qué? – Lisa la miró sorprendida.

 

- ¡Soy una Zentraedi, yo sé de estas cosas! Es obvio que Rick y tú se están moviendo en su relación… ¡Tienes que contarme todo sobre el Capitán Hunter! ¿Es bueno besando?

 

- ¡Miriya! – Lisa desvió su mirada y se sonrojó profundamente, al tiempo que una risita nerviosa escapaba de su garganta.

 

- Hmmmm… - Miriya estudió cuidadosamente a la nueva almirante de la RDF. – Sí, me parece que es bueno… supongo que ambos están un poco fuera de práctica, pero no es nada que no se arregle con un buen entrenamiento.

 

Lisa se rió, pero no pudo mirar de frente a Miriya. Se sentía un poco apenada. Su amiga le puso una mano en el hombro y le sonrió.

 

- ¡Vamos Lisa, está bien! Max me enseñó que cuando dos personas se aman lo más natural del mundo es que deseen pasar mucho tiempo en privado uniendo sus labios… aunque pronto eso ya no será suficiente, pero vayamos un paso a la vez. ¡Los humanos son tan complicados! ¡Es increíble que Rick y tú sepan menos de estos asuntos que yo, y se supone que aquí yo soy la extraterrestre!

 

Lisa no pudo menos que reírse de las ocurrencias de la Zentraedi. Sí, iba a extrañar profundamente los comentarios pícaros y sagaces de las chicas y los sermones y regaños de Claudia, pero comenzaba a darse cuenta de que en Miriya tendría el paquete completo.

 

- ¡Será mejor que regresemos a la mesa! Si dejamos a aquellos dos solos por mucho tiempo, se las ingeniarán para meterse en problemas de alguna manera.

 

- Cierto. – Lisa sonrió.

 

Las chicas regresaron a la mesa y fueron entusiastamente recibidas por aquel par de apuestos militares que sólo tenían ojos para ellas. Todos se sentaron y para comenzar, brindaron por el acontecimiento que había motivado la celebración de esa noche: la promoción de la Almirante Lisa Hayes.

 

Lisa agradeció las efusivas muestras de cariño y el entusiasmo de sus amigos, pero ella también aprovechó la oportunidad para brindar por los héroes que habían recibido tantas medallas aquel día. Aunque aquella no era una cena oficial, Lisa no pudo evitar el pronunciar un breve discurso sobre lo orgullosa que estaba de ellos, sobre lo mucho que ellos significaban para ella y el hecho de que ahora fueran su única familia… les pidió su apoyo y su ayuda para la nueva etapa que comenzaría para todos, con ella al frente de las tropas. Necesitaba gente de confianza a su alrededor y ellos eran su gente de más confianza… en ellos confiaría su vida.

 

Las palabras de Lisa provocaron una reacción bastante positiva en aquel grupo de militares. Los tres sintieron que para ellos sería más un honor que un deber o una responsabilidad el estar siempre al lado de la almirante Hayes. En silencio cada uno de ellos se hizo la promesa de que su estancia en la RDF tendría el propósito de ser para Lisa un apoyo incondicional y constante. No la iban a dejar sola jamás. A pesar de que nadie lo mencionó, Lisa pudo captar en sus miradas aquella promesa que cada uno de ellos le estaba haciendo. Fue un momento muy emotivo para los cuatro. Aquella noche esas cuatro personas tan diferentes se convirtieron en una familia.

 

Cuando la cena llegó, todos decidieron que hasta ahí llegaría la conversación formal y oficial. El resto de la noche sería para relajarse y divertirse, así que cualquier comentario que tuviera que ver con el trabajo, el ejército, sus órdenes del día siguiente o cualquier cosa que remotamente oliera a RDF, estaba absolutamente prohibida… y eso fue una advertencia dirigida con una dedicatoria especial para la Almirante Hayes.

 

La cena estuvo deliciosa y la conversación aún más. Hablaron de todo, de los recuerdos de su niñez, de momentos graciosos que habían vivido juntos en los últimos años, de sus planes para el futuro, de los sueños que cada uno de ellos tenía para los tiempos por venir…

 

Después de una larga conversación, y mientras esperaban el postre, Max se puso de pie y le pidió a su esposa que le concediera el honor de bailar con él la melodía que estaban tocando y que era una favorita de ambos. Miriya aceptó inmediatamente la propuesta de Max y los dos se dirigieron a la pista, en donde otras dos parejas bailaban lentamente.

 

Lisa y Rick se quedaron solos en la mesa y se sonrieron. Sus manos, que habían estado entrelazadas durante la mayor parte de la cena, descansaban entre ellos sobre la mesa. Rick apoyó su frente en la de ella y se permitió perderse en ese mar esmeralda en el que no le importaría naufragar.

 

- Es un lindo lugar, ¿No te parece? – Lisa comentó, recorriéndole la línea de la mandíbula con su dedo.

 

- Muy agradable. – Rick sonrió.

 

Lisa asintió con la cabeza pero ya no dijo nada más. Los ojos de Rick habían bajado, rompiendo el contacto visual y ahora le observaban insistentemente los labios. Lisa sintió que su corazón comenzaba a palpitarle de prisa… los ojos de Rick regresaron a los suyos y se entrecerraron levemente, al tiempo que ella sintió cómo él se acercaba más y más, buscando sus labios con timidez. Ella cerró los ojos y sintió una erupción volcánica en su pecho cuando los labios de Rick rozaron los suyos. Fue un beso breve y apresurado, pues ambos sabían que estaban en un lugar público y no estaban muy seguros de cuál era la manera correcta de comportarse.

 

Se separaron y se sonrieron con amor. Los ojos de Rick la miraban con una mezcla de ternura y deseo, provocando que el corazón se le derritiera y que el pulso se le acelerara sin control. Jamás, ni en sus sueños más intensos, se había atrevido a imaginar que algún día Rick Hunter la miraría de esa manera.

 

- ¿Te gustaría bailar? – La voz de Rick fue apenas un susurro.

 

- Oh Rick… es que—hace tanto que no bailo que… no sé si—

 

- ¡Vamos! – Rick la tomó de las manos. – Tú por lo menos sabes bailar… yo jamás lo he hecho.

 

- Pues fuiste bastante bueno aquella vez en la residencia de mi familia. – Lisa le sonrió.

 

- No tan bueno… aquella lección terminó en una bofetada. – Rick le guiñó el ojo traviesamente.

 

- ¡Rick! – Lisa se sonrojó. – Yo—no quería…

 

- ¡Vamos almirante! Concédame esta pieza…

 

Rick se puso de pie y condujo a Lisa hasta la pista de baile. Max y Miriya sonrieron cuando los vieron aparecer ahí. Jamás imaginaron que se atreverían a bailar aquella noche, y por lo mismo se alegraron al ver que lo estaban haciendo. Definitivamente aquella relación iba por buen camino, ellos le auguraban un futuro lleno de alegría y de mucho amor.

 

El capitán Hunter tomó la mano de Lisa y la colocó sobre su pecho, apretándola con fuerza. La mano libre de ella fue a posarse en su hombro y la de él en la cintura de ella, atrayéndola hacía sí, suave pero posesivamente. Sin romper el contacto visual, ambos comenzaron a bailar lentamente, siguiendo de manera automática el ritmo de la música. Ambos estaban totalmente perdidos en los ojos del otro… para Rick los ojos de ella eran fuego puro, tenían una profundidad que los hacía ser a la vez fascinantes y misteriosos… sus ojos lo atraían y lo intrigaban a la vez. Para Lisa los ojos de él reflejaban ternura y una inocencia casi infantil que era difícil encontrar en un militar. Esos ojos azules eran para ella como un faro que le marcaba el rumbo cada vez que sentía que estaba perdida.

 

Rick recargó su frente en la de Lisa y ambos se sostuvieron la mirada por un segundo más, antes de que ella recargara su cabeza en el hombro de él, mientras sentía cómo la apretaba aún más estrechamente contra su cuerpo. Aquello era un sueño… parecía como si fueran los únicos en aquel salón, cómo si estuvieran bailando sobre nubes, sin tocar el piso.

 

Lisa sintió los labios de Rick rozándole suavemente la mejilla y sonrió cuando aquel toque suave y provocador descendió un poco, dejando una sensación abrasadora por donde iba pasando. Rick la besó suavemente en el cuello y un estremecimiento le sacudió el cuerpo. Aquello no pasó desapercibido para él. La abrazó tan estrechamente como le era posible y sonrió cuando Lisa levantó su cabeza, y con los ojos cerrados, comenzó a buscar los labios de él. Rick apretó la mano de Lisa que sostenía contra su pecho con fuerza. Sus labios se encontraron y ambos comenzaron a besarse suavemente. Era un beso dulce, en donde más que pasión, había ternura.

 

- Al verlos tan enamorados y tan felices, es difícil imaginar que hace tan sólo una semana el drama Hunter-Hayes estaba en sus momentos más críticos, ¿No lo crees, mi vida?

 

- Si… - Miriya no podía quitarles la vista de encima. – En todo el tiempo que tengo viviendo con ustedes los micronianos, nunca había visto a nadie tan enamorado como ellos, Max.

 

- Es cierto. – Max concedió, observándolos con atención pero sin perder el ritmo. – No se cómo pudieron soportar tanto tiempo la tensión y la atracción entre ellos. Hay que admitir que hacen una pareja muy linda.

 

- Bueno, - Miriya sonrió esa enigmática sonrisa Zentraedi que Max aún no lograba descifrar del todo. – Creo que ahora va a ser difícil que se aguanten mucho tiempo más.

 

Max no pudo evitar la sonrisa traviesa que apareció en su rostro mientras asentía a las palabras de su esposa. Lisa y Rick parecían emanar un brillo especial aquella noche… simplemente no podían pasar desapercibidos para quienes los rodeaban. Max los observaba con interés. Habían dejado de besarse y ahora Lisa volvía a recargar su cabeza en el hombro de él, mientras Rick, con una sonrisa de felicidad absoluta en sus labios, recargaba su mejilla en el cabello de la almirante.

 

- ¡Míralos! ¡Se ven tan felices! Aunque necesitan acostumbrarse un poco a esto. – Max le comentó a Miriya. – Pero una vez que agarren confianza, tengo la sensación de que nadie los podrá detener.

 

- Pero eso no es tan malo, ¿O sí, Max?

 

- Claro que no… - él sonrió. – Ellos son exactamente lo que la RDF necesita en estos momentos, una fuente de inspiración, alguien con quien sentirse identificados… Lisa y Rick van a llegar muy lejos, Miriya, recuerda mis palabras.

 

- Juntos, ¡Claro que lo harán!

 

Max y Miriya se miraron y sonrieron y para no quedarse atrás, Max atrajo a su esposa hacia él y la besó con amor mientras la música seguía tocando y las dos únicas parejas que aún seguían en la pista no se percataban de nada de lo que ocurría en el mundo a su alrededor.

 

 

- - - - - - - - - -

 

La cena se había prolongado más de lo previsto. Rick y Lisa habían bailado por horas antes de que se percataran de que Max y Miriya, desde su mesa, los observaban divertidos, mientras se comían su postre. El capitán Hunter había guiado a la almirante de regreso a la mesa y habían disfrutado del postre y de la conversación siempre inteligente y salpicada de humor de los Sterling.

 

Sin embargo los cuatro jóvenes debían reportarse en la base temprano al día siguiente, así que después de unas maravillosas horas de tranquilidad y paz, salieron del restaurante y los Sterling llevaron a Rick y Lisa de vuelta a la casa de ella. Se despidieron efusivamente y después entraron a la casa.

 

- ¡Fue una velada maravillosa! – Lisa se quitó los zapatos y el abrigo y se dejó caer en el sofá de la sala.

 

- ¡Lo fue! – Rick se quitó su saco y se dejó caer al lado de Lisa. – La cena fue deliciosa, el lugar era muy bonito… y bailé con mi almirante favorita toda la noche. ¿Qué puede ser más perfecto que eso?

 

- ¡Rick! – Lisa sonrió.

 

Él no hizo más comentarios, simplemente la atrajo hacia él, para que descansara en su pecho. Lisa se acurrucó contra su cuerpo, cerró los ojos y sonrió. Fue Rick quien rompió el silencio después de unos minutos, mientras subía y bajaba su mano por el brazo de Lisa.

 

- ¿Cómo estuvo tu junta con Maistroff, amor? Ya no alcancé a preguntarte antes de irnos a cenar.

 

- Pues… digamos que tan bien como puede ir una junta con Maistroff… estuvimos hablando sobre asuntos generales… y sobre el funeral.

 

- ¡Oh! – Rick le besó la frente, apretándola aún más contra sí. - ¿Cuándo se llevará a cabo?

 

- El próximo viernes.

 

Rick asintió con la cabeza, pero no hizo comentarios… Lisa tenía muy poco tiempo para preparar las cosas. Antes de que pudiera decir nada, ella ya estaba hablando con voz apenas audible:

 

- Hoy Miriya me dijo algo muy cierto… me dijo que quienes murieron lo hicieron para que nosotros siguiéramos vivos, y que debíamos respetar y valorar su sacrificio… y vivir bien, por ellos.

 

- Claro que sí. – Rick asintió. - Debemos honrar su recuerdo y vivir de la manera en como ellos hubieran querido que lo hiciéramos.

 

Lisa levantó la mirada y se encontró con aquellos ojos azules, que aún en la oscuridad de aquella habitación, iluminada sólo por la luz que se filtraba del alumbrado público de la calle, parecían resplandecer al clavarse en los suyos.

 

- Hasta hace unos días me sentía culpable, Rick… ¡Me sentía muy culpable!

 

- Supongo que siempre nos sentimos así tras la pérdida de un ser querido, sobre todo bajo estas circunstancias tan adversas. Uno no puede evitar preguntarse porqué su vida fue requerida mientras la nuestra fue perdonada… sé que me sentí de esa manera cuando mis padres murieron… y aún más cuando Roy murió.

 

- Tienes razón. – Lisa volvió a recargar su cabeza en el pecho de él. – Sin embargo en este caso había algo más… no lo sé… sentía que yo ya no tenía derecho a ser feliz ni a sentirme alegre… sentía que debía de pasar la vida entera llevando el luto por su muerte, Rick.

 

- Ellas no hubieran querido eso, Lisa… todas eran muy alegres y estoy seguro de que ellas desean verte feliz… además, Gloval siempre fue un padre para ti. Yo sé que a él le honraría el saber que tú has salido adelante, que has sabido sobreponerte y llegar tan lejos a pesar de todas las dificultades.

 

Lisa no dijo nada, pero no pudo evitar que una lágrima escapara de sus ojos. Rick no podía verla al rostro, pero enseguida sintió que estaba llorando. No hizo comentario alguno, simplemente la abrazó con fuerza y la atrajo hacia él para besarle el cabello.

 

- Para mí será un honor poder presidir sus funerales, Rick.

 

- Cuenta conmigo para lo que sea, Lisa… estoy aquí para ayudarte en todo lo que pueda.

 

Lisa asintió con la cabeza, poniendo con eso punto final a aquella conversación. No quería arruinar una noche perfecta. Ya habría tiempo para llorarle a sus muertos… pero ahora era tiempo de rendirle tributo a la vida y al amor. Decidió cambiar abruptamente de tema, provocando con ello una sonrisa en los labios de Rick, quién sabía perfectamente la razón del súbito cambio.

 

- Max y Miriya se ven tan contentos. – Lisa comentó. - ¡Estoy tan feliz por ellos! Tienen una familia perfecta… un hogar, una bebita preciosa… siempre que los veo me siento enternecida, no lo sé… inspirada. Ellos me hacen confiar en el amor y me dan esperanzas al pensar que a pesar de todo, la vida de un soldado puede llegar a ser normal.

 

- Hmmm… - Rick sonrió. – Pienso que la vida con usted jamás será normal, almirante.

 

- ¿Por qué lo dices? – Lisa le devolvió la sonrisa.

 

- Porque usted, señorita Hayes, está llena de sorpresas. – Rick le hizo cosquillas en la punta de la nariz con su dedo y luego se inclinó a besarla ahí mismo. - ¿Sabes? Me gusta mucho la minivan de Max.

 

Lisa se rió, constatando una vez más que los pensamientos de Rick jamás parecían seguir una secuencia lógica.

 

- Está bonita.

 

- Sí… yo he pensado en comprarme un auto, ¿Sabes? Y últimamente lo he estado considerando muy seriamente…

 

- ¿Tienes alguno en mente? – Lisa lo miró y sonrió.

 

- No lo sé… no quiero nada demasiado formal… o grande… quiero algo que sea útil, que no sea delicado… no lo sé…

 

- Te imagino en un vehículo todo-terreno, Rick. – Lisa le sonrió.

 

- Si… bueno, sé que esos son algo costosos y aunque tengo unos ahorros pues… me gustaría que fuéramos a visitar algunas agencias de autos, cuando tengas tiempo… quiero tener tu opinión, saber cuál prefieres, cuál te gusta…

 

Lisa sonrió, emocionada de saber que Rick valoraba su opinión y que quería que ella se involucrara en sus cosas.

 

- El próximo fin de semana tengo que ir a Ciudad Monumento a una junta con el Consejo General del Gobierno de la Tierra Unida… - Lisa le comentó, trazando figuras en su pecho con su dedo índice. - Quizás podrías ir conmigo y después de la junta podríamos no sé, ir a buscar alguna agencia. Supongo que allá hay más opciones que aquí en Ciudad Macross. ¿Qué dices?

 

- Es una cita. – Rick le aseguró, sonriendo emocionado.

 

- ¡Hecho! – Lisa le devolvió la sonrisa.

 

Rick suspiró satisfecho y se recargó en el respaldo del sofá. Ambos estuvieron en silencio por un momento que pareció durar una eternidad. Inconscientemente la mano de Rick había comenzado a acariciar la espalda de Lisa, provocando que ella se relajara en sus brazos. Ella a su vez movía su mano por el pecho de él, acariciándolo con cariño.

 

- Se siente muy tensa, almirante. – Rick sonrió. - Creo que un masaje le ayudaría a relajarse un poco.

 

- La idea suena tentadora, capitán.

 

Rick se enderezó en el sofá, haciendo que ella también lo hiciera y con una presión leve en sus hombros, la obligó a darle la espalda, e inmediatamente colocó sus manos en los hombros desnudos de ella. Su piel se sentía tibia y muy suave.

 

Lisa echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, sin poder evitar el suspiro que salió de su pecho cuando sintió las manos tibias de Rick aplicando presión en la base de su cuello. Aquello se sentía deliciosamente bien.

 

- Estás muy tensa, amor. – Rick le susurró al oído.

 

Lisa le respondió con un gruñidito que hizo que él soltara una risita divertida, mientras sus manos continuaban trabajando en los hombros de la almirante. Con sus pulgares estaba presionando los omóplatos de Lisa, trazando espirales mientras sentía cómo los músculos de ella parecían relajarse poco a poco.

 

- Rick… - Lisa murmuraba, totalmente perdida en las sensaciones que él despertaba en ella. Aquello era increíble… ¡Se sentía tan bien!

 

Rick colocó las palmas de sus manos en los hombros de ella y comenzó a ejercer presión, provocando un nuevo suspiro en ella. Él no podía evitar el sonreír, sabiendo que él era el causante de aquellos suspiros. Eso le provocaba una íntima satisfacción que le llenaba el alma.

 

Y de pronto sus manos comenzaron a deslizarse por los brazos desnudos de Lisa, y ella no pudo reprimir el gemido que escapó de su pecho cuando sintió los labios suaves y anhelantes de él posarse en su cuello y bajar lentamente hasta sus hombros, mientras sus manos le acariciaban los brazos con un toque que casi parecía el de una pluma. Lisa se acurrucó contra el cuerpo de Rick, quien seguía besándole el cuello con una ternura desbordante de pasión.

 

- Lisa… - murmuraba en su oído. - ¡Eres tan hermosa! ¡Eres tan perfecta!

 

Lisa se separó un poco de él y súbitamente se dio vuelta para verlo de frente. Él detuvo de manera abrupta sus caricias y sus ojos se encontraron. En la penumbra de aquella habitación, Rick pudo ver un fuego interno brillando en los ojos verdes de la almirante, los cuales resplandecían de una manera terriblemente hermosa, casi hipnótica. Lisa puso sus manos en las mejillas de Rick y él correspondió, deslizando sus manos en torno al cuerpo de ella y atrayéndola hacía él.

 

Sus cuerpos se encontraron y sus labios se unieron en un beso largo, profundo, lleno de amor, de deseo y de sentimiento. Rick no pudo reprimir el gemido de placer que escapó de su pecho cuando los dedos de Lisa se deslizaron entre sus cabellos. Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo y con cierta timidez, pero con confianza infinita, su lengua comenzó a explorar los labios de Lisa y su boca… ¡Su aliento era tan dulce! Toda ella era hermosa y dulce… Lisa era una presencia cálida y protectora para Rick. Cuando estaba con ella, el mundo entero parecía desvanecerse. Después de unos segundos, Lisa profundizó aquel beso, haciendo que Rick apretara sus ojos, tratando de controlarse un poco. Pero todo control desapareció cuando la lengua de ella comenzó a explorar la boca de él, causándole una corriente eléctrica en todo el cuerpo.

 

Aquel beso tan íntimo y profundo era un beso que ambos habían estado esperando, anhelando y soñando durante muchos años. Desde aquella ocasión en la que se habían besado por primera vez en la nave de Breetai, ambos sabían que entre ellos había una química fuerte y poderosa y una atracción que iba más allá de su entendimiento. Y desde el principio aquello había sido algo que los había atemorizado… porque durante años habían luchado contra sus verdaderos sentimientos… habían tratado de convencerse de que entre ellos no ocurría nada… cuando la realidad era que entre ellos ocurría todo.

 

Pero esa noche ya todas aquellas dudas y la incertidumbre eran cosas del pasado. Esa noche ambos estaban seguros de sus sentimientos y sabían que estaban pisando terreno seguro. Finalmente habían llegado al puerto, después de la zozobra en la que habían navegado durante todas sus vidas, ahora finalmente estaban en tierra firme. La tormenta había terminado y ellos habían sido lo suficientemente tenaces –algunos dirían que incluso tercos- al seguir esa luz que brillaba en la distancia, ese faro al que confiaban su vida… y esa luz era el amor que existía entre ellos. Un amor que, a pesar de que había querido ser ignorado, sofocado, incluso destruido, había crecido fuerte y poderoso entre ellos. Era un amor que ya no podía ser negado ni podía ocultarse… era un amor que poco a poco comenzaba a desbordarse entre ellos.

 

El tiempo pasaba lento mientras Lisa y Rick, fundidos en un abrazo cálido e íntimo, seguían entregados a sus besos y a sus caricias. Sus labios se encontraban y sus almas se fundían en aquellos besos urgentes, hambrientos, llenos de pasión y de deseo pero a la vez cargados de amor y ternura. Ambos parecían no poder saciarse del otro. El fuego que ardía en sus corazones los consumía mientras ellos se devoraban mutuamente… Rick sólo separaba sus labios de los de ella para besarla en el cuello, unas veces con urgencia y la necesidad infinita que parecía tener en esos momentos de ella… otras veces con calma, disfrutando cada centímetro de su piel, mordisqueando el lóbulo de su oreja, bajando lentamente por su cuello hasta sus hombros, besando su clavícula, su pecho… para subir por el otro lado de su cuello hasta volverse a encontrar con sus labios entreabiertos.

 

Aquellas caricias se tornaban tímidas y un tanto torpes por momentos, ya que ninguno de los dos tenía mucha experiencia en los terrenos del amor… pero aquella noche era la primera vez que ellos podían amarse de esa manera, sin ninguna preocupación, sin ninguna duda… Lisa pronto descubrió un punto débil justo detrás de la oreja de Rick. En cuanto sus labios se posaron en ese lugar tan sensible, él no pudo evitar el arquear su espalda y dejar escapar un suspiro de sorpresa, mientras sus dedos se aferraban desesperadamente a los hombros de Lisa. Ella sonrió contra la piel de él, haciendo una nota mental de ese punto débil, para futuras referencias.

 

Finalmente sus ojos se encontraron. Rick recargó su frente en la de ella. Los ojos de ambos estaban entrecerrados y los dos respiraban entrecortadamente. Ella sonrió una pequeña sonrisa tímida pero satisfecha y Rick no pudo menos que tomar el rostro de Lisa entre sus manos y atraerla hacía él, reclamando sus labios una vez más. Aquel beso, que empezó cargado de fuego y pasión, poco a poco fue convirtiéndose en un beso tierno, dulce, lleno de ternura, dejando así establecido el hecho de que, a pesar de la pasión que estaba despertando entre ellos, lo que sentían el uno por el otro iba mucho más que sólo las sensaciones físicas… lo que había entre ellos era amor, un amor puro y verdadero.

 

- Te amo. – Lisa murmuró contra los labios de Rick cuando se separaron lentamente.

 

- Y yo a ti… ¡Te amo, Lisa!

 

Rick besó las comisuras de sus labios y cuando abrieron los ojos, al mismo tiempo, los dos estaban sonriendo. Rick dejó escapar un profundo suspiro de satisfacción y Lisa se recargó en el respaldo del sofá, sin poder quitarle la vista de encima al piloto, mientras con su dedo trazaba el contorno de su rostro, su oreja, sus cejas, provocando un escalofrío en la espalda de él. Todavía estuvieron ahí un buen rato, ya sin moverse y sin hablar, simplemente acariciándose y leyendo en sus ojos miles de ideas que simplemente no podían ser explicadas con palabras.

 

Fue Rick quien finalmente rompió la magia del momento, acercándose a Lisa y besándola suavemente en la mejilla.

 

- Es más de media noche, bonita… creo que deberías ir a descansar.

 

- Si… - Lisa sonrió soñadoramente. Le gustaba cuando Rick usaba esas palabras con ella. – Mañana va a ser un día pesado…

 

Los dos sonrieron, sabiendo que debían de ir a dormir, pero incapaces de romper el contacto visual.

 

- Gracias por una noche tan perfecta… Almirante Elizabeth Hayes.

 

- No lo agradezca, Capitán Richard Hunter… usted no estuvo nada mal.

 

- ¿No? – Rick sonrió traviesamente y se acercó a Lisa para besarla en el rostro. - ¿Realmente piensa eso, almirante?

 

- Hmmm… - Lisa sonrió. – Digamos que si sigue por este camino, pronto podríamos comenzar a considerar una promoción.

 

- ¿En el terreno profesional… o en el personal? – Rick le susurró al oído.

 

Lisa se separó de él, puso su dedo índice en la barbilla del piloto y lo atrajo hacia ella, besándolo profundamente en los labios. Aquello tomó a Rick por sorpresa… una sorpresa muy placentera, pero bastante inesperada. ¡El estar con Lisa de esa manera le estaba fascinando! Cuando Lisa terminó el beso, clavó sus ojos verdes en los de él y habló en voz baja pero llena de pasión que hizo que Rick se estremeciera:

 

- Creo que esa es una decisión que está en sus manos, no en las mías, capitán.

 

Lisa se puso de pie, mientras él la seguía con la mirada sin poder reaccionar. Estaba totalmente sometido e hipnotizado por esa mujer tan increíble. Lisa le sonrió y le dio las buenas noches, pero cuando iba a comenzar a retirarse a su habitación, Rick cerró sus brazos en torno a la cintura de ella y la atrajo hacia él, recargando su cabeza en el estómago de Lisa.

 

- ¡Te amo, Lisa Hayes! – su voz estaba llena de pasión y de sentimiento. - ¡Lamento tanto el que me haya tomado todo este tiempo el darme cuenta de ello!

 

- Rick… - Lisa sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.

 

Con cariño comenzó a acariciar el cabello del muchacho y poco a poco sintió cómo él se relajaba contra su cuerpo, aunque sin liberarla de su abrazo.

 

- Debes de descansar, amor… - ella le hablaba con cariño.- Es tarde y mañana hay mucho que hacer…

 

Finalmente Rick la miró al rostro y le sonrió con cariño. Ella se inclinó y ambos se besaron suavemente en los labios.

 

- Buenas noches, Lisa. – él le habló con ternura. ¡Te quiero!

 

- Buenas noches Rick… ¡Descansa!

 

Se besaron por última vez esa noche y Rick siguió a Lisa con la mirada mientras ella se dirigía a su habitación. Antes de entrar, Lisa le lanzó una última sonrisa y le sopló un beso. Rick sonrió satisfecho y cuando ella entró a su habitación, el joven capitán de la RDF se dejó caer de espaldas sobre el sofá, con una sonrisa radiante de oreja a oreja… a pesar de su juventud había vivido demasiado, pero entre todas las cosas que todavía habría de vivir, sin duda el estar con Lisa sería la aventura de su vida.

 

 

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Al día siguiente el capitán Hunter le dio los buenos días a la almirante con una taza de café y un beso travieso cuando ella salió de su baño matutino. Lisa apenas y tuvo tiempo de responderle con una sonrisa, antes de que él entrara a tomar su baño.

 

Mientras se tomaba su café negro sin azúcar, Rick observaba a Lisa acomodarse su nuevo uniforme de almirante y quejarse de lo mucho que le costaría acostumbrarse a él. Rick se acercó a besarla en el cuello, asegurándole que se veía perfecta y absolutamente hermosa. Cuando Rick le puso su “gorrito de almirante” en la cabeza, ella sonrió y se lo agradeció rozándole levemente los labios con los suyos.

 

Después ambos decidieron caminar hasta la base, tomados de la mano y hablando sobre la agenda del día. Sabían que iba a ser un día largo y muy ocupado, así que cualquier momento que pudieran aprovechar para estar juntos era muy valioso para ellos.

 

Entraron a la base y, siguiendo el protocolo militar, se soltaron las manos, aunque más de dos ojos los observaron. Su relación amorosa ya era el tema de conversación favorito entre el personal de la RDF. Rick acompañó a Lisa hasta la entrada del edificio en donde estaban sus oficinas, y ahí se despidieron aunque quedaron en que se encontrarían para almorzar juntos. Miraron a su alrededor, para asegurarse de que nadie los observara y sin poder contenerse se besaron furtivamente.

 

Rick le sonrió a Lisa y salió corriendo rumbo al hangar del Escuadrón Skull mientras Lisa se quedaba de pie frente al edificio hasta verlo desaparecer. Suspiró profundamente y sin poder ocultar su sonrisa, entró al edificio y se dirigió directamente a la sala de juntas, en donde Maistroff y algunos otros oficiales la esperaban para revisar la agenda del día.

 

Después de una larga sesión de entrenamiento que Rick tuvo con sus nuevos elementos del Escuadrón Skull, y después de una larga reunión de staff, de recibir a varias personas en su oficina y de autorizar un montón de documentos, el capitán Hunter y la almirante Hayes finalmente se encontraron en el comedor de oficiales de la base. Se retiraron a la mesa más alejada y privada del lugar, en donde fueron atendidos de inmediato.

 

- ¿Y cuál es el reporte de daños? – Rick preguntó con una sonrisa, mientras tomaba la mano de Lisa a través de la mesa.

 

- Digamos que hemos llegado a las 1400 horas y todavía respiramos. Ya es ventaja, ¿No te parece?

 

- Sí, supongo que sí. ¿A qué hora terminará tu turno, Lisa?

 

- No creo que los almirantes tengamos turnos. – Lisa se detuvo, todavía sin poder acostumbrarse a su nuevo rango. – Es decir, aparentemente con que cumpla la agenda del día es suficiente. Pero voy cubriendo todo con tiempo. Pienso que estaré libre a más tardar a las 1900 horas. ¿Qué hay de ti, Rick?

 

- Hmmm… los capitanes no tenemos tanta suerte. – Rick le sonrió con cierta indolencia. – Pensé que estaría fuera de servicio temprano el día de hoy, pero se nos asignó para escoltar a un convoy que viene de Ciudad Monumento. Tendrán que sobrevolar necesariamente sobre una colonia de malcontentos Zentraedi y como somos el único escuadrón que hemos tenido acción en la zona… pues fue una asignación de último minuto.

 

- ¡Vaya! – Lisa se notaba decepcionada. - ¿A qué horas deben partir?

 

- En cuanto vuelva al hangar. Le pedí a Max que tuviera a los chicos listos para un despegue sin horario especificado… para muchos de mis muchachos este será su primer vuelo, así que quiero comenzar a entrenarlos en esas llamadas imprevistas.

 

- ¿Y a qué hora piensan regresar?

 

- Antes de las 2200 horas… si todo sale bien. Supongo que te veré en la casa.

 

- Sí, así será… Rick—yo, esta mañana estuvimos revisando los protocolos del funeral del viernes y—no quiero poner más trabajo sobre tus hombros, porque sé que tu agenda ya de por sí es bastante apretada pero…

 

- ¡Lisa! – Rick dejó de comer y volvió a tomarla de la mano. – Tú sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. ¿De qué se trata?

 

- Bueno, pues parte del protocolo del funeral incluye a un escuadrón de aviones de combate… y estaba preguntándome si tal vez tú podrías organizar ese escuadrón.

 

- Entiendo… ¿Quieres que yo lo dirija?

 

- No. – Lisa lo miró a los ojos. – Yo preferiría que—que tu estuvieras conmigo durante el servicio… sólo quiero que elijas al escuadrón, que le des las ordenes pertinentes de cómo debe de llevarse a cabo el protocolo.

 

- No será un problema. – Rick sonrió. – Tú deja eso en mis manos, Lisa. No te preocupes por nada. Ahora mismo daré las órdenes pertinentes para integrar un Escuadrón de Honor, si tú no dispones otra cosa… es decir, un escuadrón especial formado por un VT de cada escuadrón en servicio.

 

- Esa es una buena idea. – Lisa asintió con la cabeza.

 

- Bien… entonces no se hable más. Está arreglado. Yo mismo supervisaré el día de mañana que el Escuadrón de Honor realice el vuelo como es debido. Todo estará listo para el viernes, Lisa. ¡No te preocupes por nada! Y si necesitas cualquier otra cosa…

 

- No, con eso será suficiente… ¡Gracias Rick! - Lisa le contestó con sinceridad.

 

Rick se dio prisa en terminar de almorzar. Entre más pronto saliera en su misión de escolta, más pronto regresaría a la base. Cuando terminó, se despidió de Lisa besándola en la frente y ambos quedaron de verse más tarde en la casa de ella. Rick salió a su misión y minutos más tarde Lisa volvía a su oficina, en donde tenía que atender un par de asuntos más y luego podría irse a casa a seguir preparando el protocolo de los funerales en un ambiente más relajado.

 

 

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Rick llegó a la casa de Lisa cuando eran ya más de las 10 de la noche. La misión de escolta había estado tranquila y sin incidentes, pero el día en general había sido bastante pesado y lo único que él deseaba era ver a Lisa y luego dormir como oso en invierno. Se sentía agotado. Sonrió cuando vio un jeep militar estacionado afuera de la casa y se alegró de pensar que Lisa había decidido no regresar caminando esa noche. La idea de tener su propio auto lo emocionó de pronto, imaginándose en lo mucho que iba a serle de utilidad para ir a recoger a Lisa después de un día de trabajo o bien para salir a dar un paseo después de una jornada desgastante como aquella.

 

Pero cuando Rick entró a la casa, inmediatamente se dio cuenta de que no había nadie, pues todo estaba oscuro y en silencio.

 

- ¿Lisa? – la llamó sin obtener respuesta. – Amor… ¿Estás en casa?

 

Rick fue a su habitación, buscó en el baño, en el jardín, incluso en el cuarto de lavado, pero Lisa no estaba en ningún lado. Corrió a la sala y de inmediato llamó a la base, en donde le informaron que la almirante Hayes se había retirado hacía más de cuatro horas. Ya francamente desesperado, y observando su reloj con una creciente preocupación en el rostro, Rick llamó a los Sterling… pero antes de que Max pudiera contestar el teléfono, la puerta de la casa se abrió y Lisa entró, cargando una bolsa de papel.

 

- ¡Lisa! – Rick colgó el teléfono y corrió a ella, quitándole la bolsa de las manos y prácticamente arrojándola al suelo, para luego abrazar a Lisa estrechamente.

 

- ¿Qué sucede? – La actitud de Rick alarmó a la almirante. – Rick… ¿Todo bien?

 

- Bien… sí… - Rick se separó de ella y la miró al rostro. - ¿Qué sucedió? ¡No me asustes así! Llegué y no te encontré y—pensé que…

 

- ¡Rick! – Lisa lo regañó, pero una sonrisa apareció en sus labios. – Estaba escribiendo el discurso para el funeral… pero necesitaba ordenar mis ideas, sólo salí a caminar… y a comprar algo de despensa.

 

- Pero es que no sabía donde estabas… ¡Lisa, no me hagas esto, por favor!

 

La almirante Hayes no sabía si debía sentirse ofendida por la actitud tan protectiva de Rick hacia ella o sentirse agradecida por lo mucho que él se preocupaba por ella. Decidió que no era momento ni ocasión para iniciar una discusión, aunque debía admitir que se sentía muy bien el saber que alguien se preocupaba así por ella. Lisa recogió la bolsa de papel del suelo y caminó a la cocina, seguida por Rick.

 

- ¿Porqué no me llamaste al celular? – Lisa sonrió.

 

- ¿… celular? – Rick preguntó con un tono de voz que hacía parecer que no conocía el significado de la palabra. – No— no se me ocurrió.

 

- Amor, - Lisa dejó la bolsa en la barra de la cocina y miró a Rick a los ojos. – Aprecio tu preocupación y te la agradezco, pero he vivido sola toda mi vida… creo que se cuidarme a mí misma.

 

- Lisa… - Rick se acercó a ella y le puso las manos en la cintura. – Lamento si te parece que estoy tratando de sobreprotegerte, porque no es mi intención. Yo mejor que nadie sé perfectamente que eres una mujer totalmente autosuficiente… sólo considera dos cosas, ¿Lo harás?

 

- ¿Y qué cosas son esas?

 

- Primero, ahora eres una almirante… debes de tener cuidado. ¿Lo comprendes?

 

- Sí… supongo que con el rango también vienen algunos riesgos.

 

- Así es… y segundo, Lisa… - Rick clavó su mirada profunda en sus ojos verdes. – Ya no estás sola…

 

El capitán Hunter dijo esas palabras en un tono de voz tan vehemente y lleno de amor, que Lisa sintió un calorcito recorriéndole el cuerpo. Puso sus brazos alrededor del cuello de Rick y asintió.

 

- Lo sé. – le respondió.

 

Rick se inclinó levemente sobre ella y le besó los labios con ternura.

 

- ¡Te extrañé mucho, Hayes! – Le dijo cuando se separaron. - ¡No sabes cuánto!

 

- Y yo a ti… Hunter. ¿Todo bien en tu misión?

 

- Todo en orden, almirante.

 

- Rick… te quería pedir algo, sólo espero que no te molestes.

 

- ¿Sí?

 

- Necesito… necesito terminar mi discurso para el funeral. – Rick notó que esos ojos verdes que tanto adoraba se llenaban de lágrimas. – Salí a caminar para pensar un poco… pero ahora necesito escribirlo y—quisiera estar sola… es decir, tú puedes quedarte aquí, esta es tu casa… pero, si no te importa, me voy a retirar a mi habitación.

 

- Oh, claro que no… pero— ¿No quieres que te prepare algo de cenar primero?

 

- No… ya me tomé una taza de té y un sándwich… tú cena algo.

 

Rick asintió con la cabeza y Lisa lo atrajo hacia ella, besándolo con cariño.

 

- Si necesitas cualquier cosa, llámame, ¿De acuerdo? Estoy por aquí.

 

- Gracias Rick… ¡Descansa!

 

Rick la soltó desganadamente y Lisa se dirigió a su habitación y cerró la puerta tras de sí. El capitán Hunter suspiró con tristeza y pensó que Lisa era una mujer muy fuerte e inteligente… el Almirante Gloval y el Almirante Hayes seguramente estaban muy orgullosos de ella, aunque no tanto como él, de eso no tenía duda. Sonrió y comenzó a guardar la despensa en la alacena, mientras trataba de decidir qué se prepararía para cenar.

 

 

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A pesar de que estaba exhausto después del día tan atareado que había tenido, Rick no podía dormir sabiendo que Lisa aún estaba despierta. Acostado en el sofá, no podía apartar la vista de la puerta cerrada de la habitación de ella. El débil reflejo que escapaba debajo de la puerta le indicaba que Lisa seguía trabajando. Más de una vez él miró el reloj y se tuvo el impulso de ir a verla, de preguntarle si todo estaba bien. Al final, para distraerse, encendió la televisión. Con decepción se dio cuenta de que el único canal que estaba en operaciones en esos días era el MBS en donde, en ese preciso momento, estaba empezando un programa de debate periodístico.

 

Rick iba a apagar la televisión, pero el escuchar el nombre de Lisa Hayes hizo que el programa capturara su atención. Al parecer, un grupo de desconocidos debatirían aquella noche sobre las razones y las consecuencias del nombramiento de la capitana Hayes como nueva almirante de la RDF. Cuando la imagen de Lisa apareció en la pantalla, Rick se sentó en el sofá y se inclinó hacia adelante, sonriendo al percatarse de lo absolutamente hermosa que Lisa se veía en la televisión, mientras protestaba su nuevo rango en la ceremonia del día anterior.

 

Sin embargo, los comentarios que aquellos periodistas hacían sobre la nueva almirante de la RDF no provocaron la misma sonrisa en él. Antes bien, hicieron que una ola de rabia le inundara el pecho.

 

- Es obvio que la capitana Hayes siempre fue la favorita del Almirante Gloval… hay fuertes rumores de que en realidad ella era una hija que jamás reconoció. No es de nadie desconocida la rivalidad que siempre existió entre el entonces capitán Gloval y el Almirante Hayes… ¿Acaso era una rivalidad nacida en terrenos amorosos más que militares?

 

- Muchos dudan que la ahora Almirante Hayes haya siquiera estado presente en cualquiera de los dos SDF’s el día del ataque… hay varios testigos que afirman que durante dicho ataque, la capitana Hayes fue vista en los suburbios de ciudad Macross. ¿Cómo podría haber estado en tres lugares a la vez?

 

- La gran sorpresa fue su designación como almirante… y no sólo eso, sino la premura con que la decisión fue tomada y la promoción otorgada. Sinceramente todo parecía estar arreglado… los motivos del coronel Maistroff detrás de esta decisión son igualmente cuestionables… él era el siguiente en el escalafón militar para ocupar ese puesto. ¿Por qué entonces validó el ascenso de la capitana Hayes, anteponiéndolo al suyo propio? No es lógico que una mujer con un rango de oficial haya sido ascendida a almirante, cuando había mayores y coroneles intermedios.

 

- Se habla de una última voluntad del Almirante Gloval… incluso se ha manejado la posibilidad de que la Almirante Hayes haya sido una imposición de los grupos Zentraedis que se mueven dentro de la RDF.

 

- Yo lo veo desde otro punto de vista. La RDF simplemente necesita sangre nueva y una nueva imagen. La suya quedó demasiado gastada tras esta guerra tan larga e inútil. Recordemos a Minmei, la Señorita Macross que en cuanto saltó a la fama fue utilizada como la imagen y el icono de la RDF. Creo que ninguno de nosotros puede olvidar los posters de reclutamiento con la imagen de la Señorita Macross frente a un VT, o la participación que tuvo durante la batalla contra Dolza. Minmei fue la imagen de la RDF por años, sin embargo a estas fechas esa imagen está gastada y la carrera de Minmei se ha ido a pique tras su rompimiento con su representante con quien estuviera posiblemente involucrada sentimentalmente… los enredos amorosos y los problemas personales de la señorita Macross no ayudan a la imagen de la RDF. Se necesitaba fabricar un nuevo icono.

 

- Y la almirante Hayes fue perfecta para ello… es joven, atractiva, heroína de la guerra Robotech, la mujer más galardonada de la RDF con un historial militar impresionante y un árbol genealógico incomparable… ¿Qué mejor icono para la nueva imagen de la RDF? En estos momentos no se necesitan fuertes figuras militares al frente, sino caras bonitas que atraigan la atención y la simpatía del público. Pienso que la figura de almirante que se le otorgó a Lisa Hayes será sólo el parapeto detrás del cuál el Coronel Maistroff y la cúpula de poder de la RDF podrán moverse protegidos por el anonimato.

 

- Cierto, Lisa Hayes es sólo la princesa del cuento de hadas, pero los verdaderos lazos de poder se moverán detrás de ella. Será utilizada como una distracción para el público. Incluso, yo no estaría sorprendido en lo absoluto si de pronto le inventan un romance a la Almirante, de preferencia con algún piloto de las Fuerzas de Defensa… es la historia de Romeo y Julieta que todos en Macross desean escuchar… y ya hay algunos nombres sonando fuerte.

 

Rick apagó la televisión, sintiéndose asqueado por todo lo que había escuchado. ¿Quiénes eran esos tipos para hablar de Lisa como si la conocieran y supieran todo sobre ella? El capitán se sentía indignado… ¡Lisa había estado presente tanto en el SDF1 como en el SDF 2 mientras eran destruidos! Y por un milagro de la vida del que él no dejaba de agradecer al cielo, había sobrevivido… y si ahora era la almirante de las fuerzas de defensa era porque ella se había ganado ese rango a pulso, día con día con su trabajo, su dedicación y el corazón que siempre ponía en todo lo que hacía.

 

Maistroff no estaba interesado en un rango de esa naturaleza, sus anhelos eran políticos más que militares y en esos momentos estaba muy involucrado en varios proyectos del Gobierno de la Tierra Unida… y como Lisa misma había dicho, aquel rango no era un premio, sino una responsabilidad.

 

- Vas a ser la mejor almirante que la RDF alguna vez haya tenido, Lisa Hayes… y entonces esos tontos se tragarán sus palabras… aunque no sé quien es más tonto, ellos que hablan sin conocerte… o yo que conociéndote estuve escuchando sus tonterías y mentiras… bueno, valió la pena tan sólo por verla en la televisión. ¡Se veía hermosa!

 

Rick miró hacia la puerta de su habitación y se dio cuenta de que la luz estaba apagada. Fue cuando finalmente se relajó en su improvisada cama, se cobijó hasta los hombros, pues la noche era fría, y cerró los ojos, entregándose al sueño después de un día particularmente agotador.

 

 

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“Vengo a despedirme… sólo me queda una cosa más por decir… debo irme… ”

 

- ¡LISA! ¡No te vayas! ¡No me dejes!

 

Rick gritó, tratando de detenerla, pero la mano de Minmei atrapó la suya, impidiéndole ir tras la capitana Hayes.

 

- ¡Renuncia al ejército! – Minmei lloraba a sus espaldas. - ¿Cómo puedes hacerme esto si me amas?

 

- ¡Yo voy a cuidar a Lisa… porque yo la amo!

 

Y de pronto había explosiones por doquier… la ciudad estaba destruida, había cuerpos sin vida en la calle y Rick corría y corría, gritando el nombre de su capitana, sin obtener respuesta… hasta que a lo lejos escuchó una voz anunciando una noticia terrible:

 

- ¡El SDF2 recibió un impacto directo! ¡La situación es crítica! ¡Se hunden!

 

- ¡LISA! – Rick gritó, siendo testigo de la escena desde el aire, pero incapaz de hacer nada para proteger a Lisa, aún sabiendo que estaba a punto de morir ante sus ojos. - ¡Lisa, contéstame! ¡Capitana Hayes!

 

No podía establecer contacto con ella, pero en el tacnet podía escuchar su voz, fuerte y segura a pesar de que ella estaba consciente de su muerte inminente, dando las últimas órdenes de batalla a una tripulación condenada a muerte.

 

- ¡Lisa! – Rick la llamó sin obtener respuesta. - ¡LISA!

 

Y en cámara lenta vio el crucero de Khyron impactarse de frente contra el SDF1 y escuchó la voz de Lisa en el tacnet pronunciando su nombre… por última vez.

 

- ¡Lisa, no! ¡LISA!

 

Rick abrió los ojos de golpe y se sentó en el sofá, levantándose como movido por un resorte. Estaba cubierto en sudor y respiraba con dificultad. Sentía que el corazón le latía en la garganta y una opresión en el pecho que era dolorosa.

 

- ¡Lisa!

 

Sin siquiera pensarlo, Rick se puso de pie de un salto y corrió a la habitación de Lisa, pero se detuvo en la puerta. Recargó su frente pesadamente en ella y cerró los ojos, tratando de controlarse y normalizar su respiración y ritmo cardiaco.

 

- ¡Fue sólo un mal sueño, sólo una pesadilla! Todo está bien… ella está bien.

 

Rick se dio la media vuelta para volver a su improvisada cama, pero se detuvo. Miró sobre su hombro a la puerta cerrada del cuarto de Lisa y respiró profundamente al tiempo que abría la puerta con cuidado, tratando de no hacer ningún ruido.

 

Lisa estaba profundamente dormida. Estaba tendida sobre su costado y su respiración era suave, profunda y rítmica. Rick la observó desde la puerta, queriendo asegurarse de que ella estaba ahí con él y que estaba a salvo. Pasaron unos minutos en los que ni ella ni él se movieron. El capitán Hunter estaba a punto de volver a su cama, pero un impulso más fuerte que su propia voluntad lo hizo entrar a la habitación de Lisa y sentarse a su lado en la orilla de la cama.

 

Ella hizo algunos sonidos y se movió un poco, sintiendo aquella presencia en su cuarto, pero estaba tan cansada que no se despertó. Rick notó sobre su mesita de noche unas hojas con escritura, su discurso seguramente. Su mirada se clavó en el reloj despertador. Eran las tres de la mañana. Sus ojos enseguida se dirigieron al rostro de Lisa. Aún en la penumbra de la habitación él podía distinguir sus rasgos finos y hermosos. Con cuidado le acarició el cabello, rogando porque no se fuera a despertar. Pero aquello lejos de sobresaltarla pareció relajarla aún más.

 

- Rick… - Lisa susurró en sueños y se giró sobre sí misma, dándole la espalda al piloto.

 

- Aquí estoy. – Rick respondió con voz apenas audible. – Lisa… ¡De cuántas maneras y en cuántas ocasiones estuve a punto de perderte durante todos estos años! ¿Cómo pude ser tan tonto? ¿Por qué jamás me di cuenta?

 

Un par de lágrimas corrieron por las mejillas de Rick y el las secó con el puño de su camisa. Enseguida, sin siquiera pensar en lo que hacía, se tendió en la cama sobre las cobijas al lado de Lisa, abrazándola por detrás y escondió su rostro en el cabello de aquella mujer a la que pertenecía su alma.

 

- Dios, gracias… - Rick murmuró. – Hace mucho que no rezo y sé que probablemente las oraciones de alguien como yo no son escuchadas… pero no quiero pedir nada… sólo quiero agradecer a quien sea que esté allá arriba velando por ella, por haberla salvado de morir… de ahora en adelante yo la voy a cuidar y a proteger… no voy a desaprovechar esta oportunidad que nos han dado. ¡Gracias!

 

Rick cerró los ojos, simplemente queriendo sentir a Lisa viva entre sus brazos. En un par de ocasiones estuvo a punto de levantarse y volver al sofá, pero no pudo obligarse a hacerlo. La respiración de Lisa lo tranquilizaba, su cercanía física lo hacía sentir una paz y una seguridad profunda y total y su aroma lo transportaba directamente al paraíso. Poco a poco, y sin siquiera percatarse de ello, Rick comenzó a quedarse dormido, sosteniendo entre sus brazos a quien ahora se había convertido no sólo en la razón de su vida… sino en su vida misma.

 

 

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Aún estaba oscuro cuando Lisa se movió un poco y sus ojos se entreabrieron. Miró el despertador sobre su mesita, todavía faltaba una hora para que sonara y sonrió adormilada, pensando en aprovechar esa hora de sueño. Volvió a cerrar los ojos y a acomodarse en su cama, cuando de pronto se percató de qué estaba en los brazos del capitán Hunter, quién descansaba plácidamente a sus espaldas. Podía escuchar su respiración e incluso sentir su aliento tibio contra su cuello.

 

- ¿Rick? – Lisa murmuró con voz ronca, mientras recorría el brazo de él con su mano.

 

Él se estiró e hizo algunos ruidos con su garganta mientras parpadeaba repetidamente, sin poder mantener sus ojos abiertos. Pero de pronto se quedó absolutamente quieto, cuando sus ojos fueron atrapados por los de Lisa, que lo observaba sobre su hombro.

 

- ¡Lisa! – él susurró mientras ella se daba la vuelta para mirarlo de frente. – Yo—lo siento mucho, no quería…

 

Rick hizo el intento de incorporarse, pero ella no se lo permitió. Antes bien se acercó más a él, de manera que su cabeza estaba descansando en la almohada de Rick y su rostro separado del de él solo por unos cuantos centímetros. Lisa lo miraba insistentemente al rostro, cómo queriendo leer en sus ojos las respuestas a las preguntas que todavía no formulaba. Él fue incapaz de sostenerle la mirada, sus ojos se cerraron y por más esfuerzos que hizo, no pudo controlar ni reprimir un sollozo apagado que escapó de su garganta.

 

- ¿Qué sucede? – Lisa le preguntó suavemente, mientras le acariciaba el rostro. – Amor, ¿Te sientes bien?

 

Rick sólo asintió, pero no pudo decir nada. Lisa notó que él estaba temblando un poco y se percató de que estaba sobre las cobijas. Se movió en la cama y levantó la cubierta, indicándole a Rick que se metiera debajo de ella. El capitán no se resistió. Al entrar en el lecho de pronto se sintió protegido. La tibieza y la comodidad de aquella cama eran sin duda características de Lisa, de lo que ella le hacía sentir cuando estaba a su lado. Rick se acercó a ella, quien lo recibió con los brazos abiertos y ambos se fundieron en un abrazo.

 

- Tranquilo, amor… no pasa nada, todo está bien. – Lisa trataba de tranquilizarlo, mientras le acariciaba el cabello y la espalda con amor.

 

- Ahora todo está bien. – Rick susurró en su oreja.

 

El capitán se aferró a ella, escondiendo su rostro en el cuello de Lisa. Ella lo abrazó estrechamente, pero ninguno de los dos dijo nada. Las palabras sobraban en esos momentos, cuando ambos comprendían exactamente qué era lo que sucedía. Rick no tenía que darle ninguna explicación a Lisa, pues ella comprendía que él, aunque intentara hacerse el fuerte por ella, también tenía sus fantasmas que vencer y también debía superar muchas situaciones que se habían dado en su vida. Pero él mismo se lo había dicho esa noche, ahora estaban juntos… ninguno de los dos estaba sólo. Ya los tiempos de tristeza, de dolor y de soledad habían terminado para ellos.

 

Lisa y Rick se quedaron abrazados de esa manera, sin hablar, sin moverse, respirando el aliento del otro, sintiendo mutuamente los latidos de su corazón. Entre ellos se estaba creando una confianza y una intimidad que jamás habían experimentado en sus vidas con nadie más. En esos momentos sólo se necesitaban el uno al otro, no había necesidad de hablar, ni siquiera de acariciarse o de besarse… sólo necesitaban estar juntos. Estaban acostados de frente, sosteniéndose mutuamente, manteniéndose cerca el uno del otro. Las manos de él descansaban el la cintura de Lisa, mientras que ella mantenía su brazo alrededor de los hombros de Rick. La frente de él descansaba en la de ella y sus piernas estaban entrelazadas. Era una posición cómoda, relajada y muy íntima. Ambos estaban tan tranquilos que se permitieron dormitar por un momento…

 

… hasta que el despertador se dejó escuchar, rompiendo la magia de aquel instante.

 

Lisa alargó su brazo para apagarlo y cuando volvió a mirar a Rick, se encontró con aquellos ojos azules que tanto amaba, mirándola fijamente con una mezcla de amor, admiración y gratitud. Lisa le sostuvo la mirada por unos momentos, hasta que él se acercó y le besó levemente los labios.

 

- Buenos días, hermosa… - le habló con una voz adormilada que ella encontró absolutamente adorable. - ¿Dormiste bien? Te quedaste trabajando hasta muy tarde.

 

- Un poco, sí… pero dormí de maravilla. – Lisa se estiró y una sonrisita apareció en su rostro.

 

Rick no pudo evitar el sonreír también. Le gustaba estar con ella de esa manera… le gustaba contemplarla cuando dormía, le gustaba verla despertar… ¡Era tan hermosa, tan joven, tan llena de vida y con tanto amor que dar! Lisa se había quedado inmóvil, tendida sobre sus espaldas, con los brazos debajo de su cabeza, los ojos cerrados y una sonrisa adormilada en el rostro. Rick se levantó, sosteniendo el peso de su cuerpo en su brazo y miró a Lisa desde arriba. Ella abrió los ojos y su sonrisa se hizo más grande y más brillante cuando lo vio.

 

- ¿Alguna vez te había dicho que eres muy apuesto? – Lisa le preguntó, mientras sus dedos jugaban traviesamente con el cabello del piloto.

 

Rick sonrió y negó con la cabeza. La mano que tenía libre fue a posarse en el estómago de Lisa, provocando que su sonrisa comenzara a desvanecerse lentamente de sus labios, al tiempo que estos se entreabrían para recibir a los de él, que ya se inclinaba sobre ella para besarla.

 

Sus labios se encontraron y aquel beso profundo y apasionado le confirmó a Lisa que él estaba luchando contra sus propios miedos. Ella no era la única que estaba sufriendo, él también necesitaba mucho amor, mucho cariño… la necesitaba a ella. Los brazos de Lisa se cerraron en torno a la espalda de Rick, atrayéndolo hacia su cuerpo, sin romper el beso. Él no se resistió; lentamente se tendió sobre ella, al tiempo que el beso se volvía más profundo y más cargado de emociones y sentimientos. Cuando se separaron, Rick recargó su cabeza en el pecho de Lisa y ella continuó acariciándolo, mientras él se acurrucaba contra ella.

 

- Tenemos que levantarnos. – Rick murmuró, mirando el reloj sobre la mesita, pero sin hacer ningún movimiento para apoyar sus palabras.

 

- Podemos tomarnos cinco minutos más. – Lisa lo besó en la frente. – No creo que haya problema.

 

- Hmmm… - Rick sonrió y cerró los ojos, concentrándose en escuchar los latidos del corazón de Lisa.

 

- ¿Te sientes mejor? – Lisa le preguntó en voz baja.

 

- Sólo necesitaba estar contigo… - Rick le respondió en el mismo tono de voz. – Discúlpame por haberme metido así a tu cuarto y—

 

- ¡Shhh! – Lisa no lo dejó continuar. – Está bien, amor… todo está bien.

 

Ambos permanecieron así, abrazados en silencio, hasta el último minuto que pudieron. Sin embargo el tiempo seguía avanzando y ambos tenían obligaciones que cumplir. Se besaron un poco más antes de dejar aquel capullo tibio y seguro que era la cama de Lisa, y finalmente decidieron salir al mundo.

 

Mientras ella hacía la cama, él preparó el desayuno. El resultado de aquel tiempo que habían querido tomarse para ellos esa mañana fue que tuvieron que darse prisa al tomar su ducha matutina y que, mientras ella aún estaba en el baño, Rick decidiera llamar a un taxi, pues era demasiado tarde como para ir caminando hasta la base o para pedir que les enviaran un jeep.

 

Lisa se tomaba su café mientras terminaba de uniformarse y metía sus papeles en su bolsa de mensajero, mientras Rick, con un pan tostado con mantequilla en una mano, trataba con la otra de sacar su zapato de abajo del sofá. Cuando el taxi llegó, Rick tuvo que ir a la puerta dando brinquitos en un pie, mientras se terminaba de poner su zapato en el otro. Lisa no pudo evitar el reír, mientras ella misma terminaba de abotonarse la casaca de su uniforme y tomaba su gabardina del perchero que estaba cerca de la puerta. Un nuevo día había comenzado en Ciudad Macross. * * *

 

 

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NOTAS:

 

- Agradezco todos los mensajes y e-mails que me han hecho llegar con comentarios sobre esta historia. Me da gusto saber que les está gustando y les agradezco el tiempo que se toman en leerla y en escribirme. ¡Siempre me dejan con una sonrisa en los labios! ¡Gracias! :)

 

- Un agradecimiento especial a mis betas, Sara y Mau.

 

- La versión más actualizada de esta historia se encuentra en:

http://www.fanfiction.net/~evi021

 

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