fanfic_name = Horizontes de Luz

chapter = 2

author = Evi

Rating = AP15

Type = Adventure

fanfic = HORIZONTES DE LUZ

Por Evi

 

 

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ENERO 2012

 

 

Hacía calor… mucho calor. Lisa sentía cómo su ropa se pegaba a su cuerpo y cómo el rostro y las manos le ardían. No podía respirar y sentía los ojos llenos de lágrimas por el humo. Escuchaba gritos a su alrededor, pero no podía identificarlos. Lo único que en esos momentos de confusión podía hacer era aferrarse a su consola con todas sus fuerzas mientras escuchaba una voz… su voz en el tacnet gritando su nombre de una manera desgarradora. Lisa sabía que iba a morir y su último pensamiento fue para él.

 

- Rick… - murmuró. - ¡Rick, no! – ahora su voz fue un grito desgarrador.

 

- ¡Lisa! – lo escuchó llamarla. – ¡Lisa, despierta, soy yo!

 

Rick había escuchado el grito de Lisa mientras se alistaba para salir a la base. Con la chaqueta de su uniforme sin abrochar y aún en pantuflas, Rick entró corriendo a la habitación en la penumbra de aquella mañana gris, y encontró a Lisa sacudiéndose violentamente en la cama, víctima de alguna pesadilla. Rick se apresuró a ir a su lado y se sentó en la cama, tomó a Lisa por los brazos y comenzó a sacudirla, tratando de despertarla.

 

- ¡LISA! – habló con voz enérgica.

 

La capitana Hayes abrió sus ojos de golpe y los clavó en los ojos profundamente azules de Rick, que la observaban con una mirada llena de pánico y dolor, como si reflejaran los sentimientos que ella misma tenía en el corazón en esos momentos. Por un segundo se sostuvieron la mirada y enseguida Rick la atrajo hacia él, abrazándola protectivamente contra su pecho. Lisa estaba tensa, todo su cuerpo se sentía rígido e inmóvil, pero cuando sintió el calor del piloto y la manera cómo su mano comenzó a subir y bajar por la espalda de ella, mientras la otra le acariciaba el cabello, tratando de reconfortarla, y cuando escuchó su voz suave y cálida asegurándole que todo iba a estar bien, su cuerpo comenzó a relajarse.

 

Rick la sentía temblando en sus brazos. La abrazó aún más estrechamente y sintió cómo ella se aferraba a su uniforme, como si su vida dependiera de ello.

 

- Fue un mal sueño… - él le decía, sin dejar de acariciarla. – Ya pasó… estás a salvo, todo está bien.

 

Él capitán Hunter escuchó cómo ella suspiraba casi dolorosamente y sintió su cuerpo sacudiéndose levemente con aquel suspiro. Rick se separó un poco de ella para mirarla al rostro y cuando sus ojos se encontraron, el dolor y la desesperación que vio en ellos hicieron que su corazón se rompiera. Besó a Lisa en la frente con gran cariño y luego apartó su cabello de su rostro.

 

- ¿Estás bien?

 

- Fue una pesadilla. – murmuró.

 

Rick la volvió a atraer hacia su cuerpo y Lisa se permitió relajarse en aquel cálido abrazo. Era la primera vez desde el ataque de Khyron que se sentía segura. Era la seguridad que él le proporcionaba. Para ella el único lugar del universo donde parecía sentirse a salvo en esos momentos eran los brazos de su piloto. Lisa recargó su mejilla en el hombro de Rick y cerró los ojos. ¡Se sentía tan bien estar así con él!

 

- Tengo que reportarme en la base en media hora. – Rick comenzó a informarle, sin dejar de acariciarle la espalda. - ¿Te sientes bien? Porque si lo deseas puedo llamar a Max y decirle que—

 

- Estoy bien… no te preocupes por mí… tienes obligaciones que cumplir.

 

- No Lisa… me preocupo por ti.

 

- Voy a estar bien… fue sólo una pesadilla.

 

Lisa se separó de él y su corazón pareció entrar en calor cuando vio su sonrisa tierna y sus ojos que aún en la penumbra de aquel amanecer de invierno, brillaban intensamente. Mientras él la ayudaba a recostarse otra vez, ella no podía apartar su mirada de su apuesto rostro.

 

- Trataré de estar de vuelta a la brevedad posible. – Rick le dijo, inclinándose sobre ella. – Si necesitas algo, cualquier cosa, llámame enseguida, ¿De acuerdo? – ella asintió levemente. – Lisa… debes de comer algo, por favor… no has comido nada en muchas horas y necesitas alimentarte.

 

Lisa desvió su mirada a la mesita de noche, en donde vio el tentempié que Rick había dejado ahí hacía unas horas y que ella no había tocado. Luego volvió a mirar al capitán Hunter, quien seguía observándola con una mirada llena de ternura pero también de preocupación.

 

- Lisa… - su voz sonó seria. – No estoy haciendo esto porque piense que eres incapaz de cuidarte a ti misma o de salir adelante por tus propias fuerzas. Si hay alguien que te conoce en este universo, ese soy yo… sé de lo que eres capaz y sé que no hay nada que pueda detenerte. Lisa, estoy haciendo esto porque ahora ya no tienes que pelear tus batallas tú sola… estamos juntos en esto, ¿No es así?

 

Lisa asintió levemente con la cabeza, sin poder apartar su mirada de aquellos ojos que la hechizaban y la fascinaban.

 

- Pero sobre todo, - Rick se inclinó aún más sobre ella, de manera que su nariz casi rozaba con la de ella. – Hago esto porque te amo.

 

Rick notó como los ojos esmeralda de su capitana se habían llenado de lágrimas al escuchar esas palabras y ahora brillaban magníficamente… ¡Eran tan hermosos! ¡Ella era tan hermosa…! Rick se inclinó y le besó los ojos casi con devoción, al tiempo que capturaba la mano de Lisa en la suya. Cuando se separó de ella, se llevó su mano a los labios y siguió hablando:

 

- Prométeme que vas a comer y que te vas a cuidar mucho mientras no estoy… prométeme que vas a tomar tu medicina también.

 

Lisa asintió con la cabeza pero no dijo nada. Rick le dedicó una sonrisa sincera y cálida.

 

- Bien… así me gusta. Tengo que irme amor, pero te prometo que volveré tan pronto como pueda.

 

Una pequeña sonrisa casi imperceptible curvó los labios de Lisa y pareció suavizar sus facciones. Aquello fue suficiente para hacer que Rick se sintiera en las nubes. Él la había llamado “amor”… aquella sola palabra había sido suficiente para que Lisa sintiera que las cosas podrían estar bien… que era posible salir adelante… que ya no estaba sola, ahora estaban juntos… Rick Hunter la amaba.

 

Rick se inclinó y le besó casi juguetonamente la punta de la nariz, después se puso de pie, sin soltar su mano. Ella no podía apartar su vista de él.

 

- Regreso de rato, Lisa… ¡Te amo!

 

- ¡Rick! - Ella apretó su mano cuando sintió que él la iba a soltar.

 

Él se detuvo y la miró interrogativamente.

 

- Yo también te amo… - Lisa murmuró con voz apenas audible.

 

Rick sintió que su alma se llenaba de energía y sintió una oleada de calor recorriéndolo de la cabeza a los pies cuando la escuchó decir aquellas palabras. Se arrodilló al lado de la cama, aún sosteniendo la mano de Lisa, y la apretó contra su pecho, mientras su mano libre le acariciaba tentativamente el rostro. Ambos se sostuvieron la mirada, pero no hubo palabras. Eran innecesarias en ese momento, además ninguno de los dos sabía cómo expresar con palabras ese sentimiento que ardía en sus corazones. Finalmente Rick besó su mano y luego se acercó para besar su mejilla.

 

- ¡Cuídate, Lisa! – habló en voz baja. – Volveré tan pronto como pueda.

 

Lisa lo observó mientras se ponía de pie y se dirigía a la puerta. Antes de salir le sonrió una vez más y le hizo un saludo con la mano. Lisa se recargó en sus almohadas, su vista clavada en el techo. Cinco minutos después escuchó la puerta de la casa cerrarse. Suspiró profundamente y cerró los ojos.

 

- Rick me ama. – Pensó. - ¡Esto no es un sueño! Es cierto… realmente sucedió.

 

Y aún en medio del dolor y la impotencia de haber perdido a aquellas personas a las que tanto había amado y que tanto significaban para ella, Lisa encontró en ese pensamiento un poco de paz y consuelo.

 

 

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Rick volvió a la casa de Lisa al caer la tarde. El día había sido más largo y pesado de lo que él había anticipado y se sentía exhausto. Antes de salir de la base había pasado por el comedor para llevar comida a la casa, pues no tenía ganas de preparar nada.

 

Había regresado caminando, a pesar del frío y de la inminente nevada. Necesitaba algo de tiempo para pensar y meditar las cosas. El coronel Maistroff había hablado con él apenas había terminado su turno. Lo llamó a su oficina y volvió a preguntarle sobre Lisa, cuándo se reintegraría al servicio y si ya había hablado con ella sobre el funeral. Maistroff le informó que los cuerpos de “las cinco víctimas fatales del Puente” habían sido recuperados. Rick se preguntaba cómo podía ser tan técnico tratándose de Gloval, Claudia y las chicas, personas con las que Maistroff había trabajado y convivido durante años.

 

Rick le había planteado la posibilidad de que quizás Lisa—es decir, la Capitana Hayes, no estuviera en posibilidades de representar a la RDF en el servicio fúnebre. Maistroff le lanzó una mirada asesina y le dijo que en primer lugar, esperaba que no olvidara su etiqueta militar al referirse a la Capitana Hayes y que en segundo lugar, una militar como ella sabía cuales eran sus responsabilidades. Rick lo había cuestionado, recordándole que según los protocolos militares, la Capitana Hayes no era responsable de estar al frente de ese funeral, pero Maistroff lo silenció diciéndole que responsable o no, aquello era un deber… y que no iba a discutir con él asuntos que sólo atañían a la Capitana Hayes directamente.

 

Rick abrió la puerta de la casa y la encontró silenciosa y en penumbras. El servicio eléctrico había sido reestablecido esa tarde en la zona militar, así que encendió la luz del pasillo, dejó la bolsa de plástico con la comida en la barra de la cocina y fue directamente a la habitación de Lisa.

 

Ahí la encontró, sentada en el sillón reclinable, mirando distraídamente por la ventana, sus ojos perdidos en la inmensidad grisácea del cielo invernal. Rick se percató de inmediato que los panecitos de avena seguían intactos sobre la mesita… aunque el vaso de jugo de manzana estaba vacío.

 

-Lisa… - se acercó lentamente a donde ella estaba. – Ya regresé… ¿Cómo estás?

 

- Bien. – Lisa lo miró sin demostrar ninguna emoción.

 

Rick la observó sin saber qué decirle. Se pasó la mano por el cabello ensortijado, como lo hacía cuando estaba nervioso y habló con voz insegura:

 

- Traje algo para cenar… es comida de la base y sé que ya en alguna ocasión ambos determinamos por votación unánime que esa comida sabe a zapato pero… pues al menos es comestible.

 

Rick miró a Lisa y pudo distinguir un leve brillo momentáneo en sus ojos como respuesta a su comentario, pero enseguida volvió a mirar a la ventana. Rick se acercó a ella y le puso la mano en el hombro.

 

- Ven, vamos a la cocina… acompáñame a calentar la cena.

 

Lisa bajó la mirada y negó con la cabeza. Rick dejó escapar el aire de sus pulmones frustradamente y se arrodilló a su lado, tomando sus manos. Ella miró sus manos entrelazadas, apoyadas en su regazo.

 

- Lisa, escúchame. – Rick capturó su atención. – Sé que te sientes mal, sé que esto duele demasiado… pero no puedes abandonarte así. Debes de ponerte de pie y salir adelante, porque eso es lo que Gloval y Claudia esperaban de ti cuando te dieron esta oportunidad… sé que necesitas tiempo, pero Lisa tampoco voy a dejar que te hagas esto, que te pases los días culpándote por cosas que estaban fuera de tu control y no voy a dejar que te abandones de esta manera. Tienes que comer algo, no has comido en días y estoy preocupado por ti.

 

- Pero no tengo hambre. – Ella intentó débilmente de protestar.

 

- Eso no importa… Lisa, lo que ocurrió fue una tragedia que nos marcó a todos y que hizo que nuestro mundo cambiara por completo en un instante. Pero nosotros hicimos nuestra parte, luchamos nuestra batalla y de una u otra manera, cada combate nos ha dejado una marca y una enseñanza… yo hice mi parte, tú hiciste la tuya… todos hicimos lo que debíamos hacer, lo que sucedió y salió de nuestro control… supongo que eso fue el destino haciendo su parte.

 

- Pero las cosas no tenían porqué haber sido así, Rick… si tan sólo—

 

- ¡No Lisa! ¡No fue culpa de nadie! – él la interrumpió. – Ya no podemos regresar a cambiar las cosas; ahora tenemos la obligación de rehacernos, ponernos de pie una vez más y reconstruir nuestra vida… sé que en estos momentos nada parece tener sentido y te sientes confundida. Yo tampoco lo entiendo… pero sé que cuando hayamos superado estas tribulaciones, entonces las cosas tendrán más sentido. Seguir adelante es algo que les debemos a aquellos que por nuestro futuro estuvieron dispuestos a sacrificar su presente.

 

Lisa clavó sus ojos en los de Rick, sorprendida y conmovida por las palabras del líder Skull. Enseguida bajó su mirada y una expresión de tristeza absoluta apareció en su rostro. Rick puso su dedo índice bajo la barbilla de ella y con delicadeza la obligó a mirarlo a los ojos.

 

- Lisa… escúchame… está bien sentir dolor y tristeza… pero no podemos dejarnos vencer por estos sentimientos. No te voy a dejar sola… y no voy a permitir que te hagas esto a ti misma, ¿Me escuchas? – luego hizo una pausa antes de finalizar: - Podemos intentar detener el tiempo… pero el mundo continúa moviéndose y la vida sigue su curso a nuestro alrededor. ¡No podemos quedarnos atrás!

 

Los ojos de Lisa brillaban magníficamente con las lágrimas contenidas, lágrimas que ella se rehusaba a liberar. Rick le acarició el rostro con ternura, sin poder apartar sus ojos de los suyos, como hipnotizado por ellos. Luego se acercó a ella y la besó levemente en la frente.

 

- ¿Entonces qué dices? ¿Me acompañas a la cocina?

 

Lisa asintió levemente con la cabeza y Rick sonrió, al tiempo que se ponía de pie y la tomaba de las manos para ayudarla a que ella también se incorporara.

 

Mientras él calentaba la cena, le había pedido a Lisa que pusiera la mesa. Ella lo estaba haciendo en silencio, pero Rick recordaba que el psiquiatra le había dicho que intentara que ella volviera a la rutina, que se entretuviera en esas pequeñas cosas, que se mantuviera ocupada. Cuanto terminó de poner la mesa, Rick le pidió de favor que le preparara un té, como ella sabía que a él le gustaba.

 

Luego se sentaron a comer. La comida no era excelente, pero cumplía su propósito. Rick comenzó a platicarle un poco sobre su día, las cosas que había hecho, la nueva misión que le habían asignado. Quería que poco a poco ella comenzara a reintegrarse a la rutina militar. Lisa lo escuchaba sin hacer mayores comentarios, pero el solo hecho de haberla hecho cenar una comida completa ya era un logro y una victoria para Rick.

 

Cuando terminaron, el Capitán Hunter decidió que los platos sucios podían esperar. Antes bien condujo a Lisa a la sala y ambos se sentaron en el sofá. Rick la atrajo contra él y ella se permitió acurrucarse entre sus brazos, descansando su cabeza en el pecho de él, mientras el capitán le acariciaba el brazo y la espalda.

 

Había comenzado a nevar otra vez. Solamente la luz del pasillo estaba encendida, por lo que la sala estaba iluminada levemente por el reflejo que venía del exterior. En silencio, Lisa y Rick observaron el lento caer de los copos de nieve durante varios minutos. Finalmente Rick decidió que era hora de hablar con ella sobre lo que Maistroff le había encomendado. Cerró los ojos y suspiró profundamente, tratando de darse valor, y luego comenzó:

 

- Lisa… yo—estuve hablando con el coronel Maistroff.

 

Ella no se movió ni hizo ninguna señal que le dejara saber a él que estaba escuchándolo, pero él sabía que así era, por lo que decidió proseguir.

 

- Los cuerpos han sido recuperados. – Rick habló en un susurro y sintió el cuerpo de Lisa tensarse en sus brazos. – Lisa… Gloval y las chicas… murieron en combate y en cumplimiento del deber… igual que Roy.

 

- Igual que mi padre. – Lisa murmuró. – Es curioso cómo el destino se ha empeñado en llevarse una a una a todas las personas que significan algo para nosotros.

 

Rick movió un poco la cabeza hacia un lado, para besarla en la frente.

 

- Todos ellos están muy orgullosos de ti… de todo lo que has logrado y lo lejos que has llegado. Yo estoy orgulloso de ti.

 

- Gracias, Rick. – La voz de Lisa sonó sincera.

 

- Es por eso… que—bueno, Maistroff quiere que tú…

 

Rick se detuvo, sin saber como decirle lo que le tenía que decir. Lisa levantó su mirada desde el lugar en donde estaba perfectamente anidada en el pecho de Rick, y lo observó con curiosidad, esperando que siguiera con lo que le estaba diciendo. Rick se aclaró la garganta y la miró a los ojos. Le quitó un mechón de cabello de la frente y luego prosiguió:

 

- El consejo quiere que seas tú quien—quien esté al frente de los funerales.

 

Los ojos de Lisa temblaban con lágrimas contenidas. Bajó su mirada y Rick la observó con interés, tratando de leer sus pensamientos, aunque en esos momentos aquello le fue imposible.

 

- ¿Yo? ¿Dirigir los servicios fúnebres de—de ellos?

 

- Sí… Lisa, tal vez sería bueno para ti. Sería una manera de decirles adiós, de presentarles tus respetos, tu cariño… de cerrar el círculo.

 

- Yo no—yo no puedo hacerlo, no…

 

- Pienso que a ellos les gustaría.

 

- No…

 

Lisa se separó violentamente de Rick y se enderezó. Rick hizo lo mismo, listo para detenerla en caso de que quisiera salir corriendo.

 

- Lisa…

 

- Es que no puedo, Rick… ¿Qué podría decirles? ¿Qué yo sigo viva porque fui yo quien utilicé la única cápsula de emergencia operable del Puente? ¿Cómo podría presentarme ante ellos sabiendo que no tuvieron una oportunidad que a mí me fue otorgada? ¿Cómo podría hablar de su valor y de su lealtad, cuando yo misma—?

 

- ¡Lisa, por favor, detente! – la voz de Hunter había sido una orden directa. - ¡No quiero estucharte hablar así! ¡Entiende que no fue tu culpa!

 

- Éramos seis personas, Rick… ¡SEIS PERSONAS! Si solamente uno de nosotros iba a sobrevivir, ¿Por qué fui yo?

 

- Lisa, deberías de estar agradecida de estar viva en vez de lamentarte por lo que sucedió… ¿Recuerdas cuando Roy murió? Cuando me diste la noticia lo primero que yo te dije es que yo debía de haber estado en ese vuelo de patrullaje, YO y no él… tú me dijiste que no desperdiciara la oportunidad que él me había dado… ¿No lo recuerdas? ¡Son tus palabras, Lisa Hayes, no las mías!

 

- Hasta la muerte de Roy pudo haber sido mi culpa… fui yo quien te derribó en aquella ocasión, fui yo quién—

 

Rick estaba desesperado. Con un movimiento rápido tomó a Lisa por los hombros y la abrazó contra su pecho con todas sus fuerzas, impidiéndole con esto seguir hablando.

 

- ¡Por favor, Lisa! – le habló al oído, tratando de contener sus propias lágrimas. - ¡Por favor, no sigas con esto!

 

Rick la sintió temblar en sus brazos. Quería que llorara, que dejara salir todo el dolor y la tristeza que traía en el alma, pero ella no lo hacía. Rick deseaba que hubiera una manera en que él pudiera tomar todo el dolor de ella, llevar aquella pesada carga por ella. ¡No quería verla sufrir!

 

- No puedo hacerlo, Rick. – Lisa se separó de él y lo miró a los ojos.

 

- Es tu decisión, Lisa. – él le habló con voz calmada. – Lo que sea que decidas, yo estoy aquí para apoyarte… sin embargo pienso que tanto el Almirante como Claudia y las chicas se sentirían muy honrados de que fueras tú quien… hiciera esto.

 

Lisa negó con la cabeza y se puso de pie. Rick la siguió con la mirada.

 

- A cada momento, durante el día e incluso mientras duermo, esa imagen no se borra de mi mente. – Lisa habló en voz baja. – Las llamas, el calor intenso, el humo sofocante… los gritos… era el infierno, Rick… era el mismísimo infierno… ellas tenían toda una vida por delante, una carrera prometedora… y él, el Almirante Gloval… ¿Por qué decidió que mi vida era más importante que la suya? ¡Eso es mentira! Yo jamás seré lo que él fue… yo jamás podré hacer lo que él—

 

- Él siempre vio tu potencial y yo comparto su visión. Él decidió que tú debías seguir adelante con sus planes y sus proyectos, porque tú eres la mejor persona para hacerlo, Lisa.

 

Ella miró a Rick fijamente por unos segundos. Él le devolvió una mirada interrogativa y extrañada. Los ojos de Lisa se notaban particularmente tristes en ese momento.

 

- ¿Por qué estás conmigo, Rick? – le preguntó en un susurro. - ¿Por qué estás aquí cuando podrías estar en otro lugar?

 

Rick se puso de pie y se acercó a ella, tomándola por las manos y besándoselas antes de mirarla fijamente a los ojos.

 

- Estoy aquí porque es aquí donde quiero estar… contigo.

 

- No quiero que sientas lástima de mí. – la voz de Lisa sonó triste y decepcionada. – Rick, yo sé que lo que me dijiste aquella mañana… fue una declaración hecha en el momento, al calor de la batalla… no quiero que te sientas comprometido a—

 

- ¡No es lástima! – Rick levantó la voz, interrumpiéndola. – Ni es un compromiso, Lisa… estoy aquí porque te amo. – La miró a los ojos y después de una pausa continuó. – No te pido que lo creas. Sé que las cosas no han estado muy bien entre nosotros últimamente y estoy conciente de que nada se va a arreglar mágicamente. Tenemos mucho por hacer… así que no te pido que creas en mí ni que confíes en mi palabra, porque te he dado muchos motivos para que dudes de mí… ¡Te amo, Lisa Hayes! No lo creas si no quieres… pero dame la oportunidad de demostrártelo… y yo te convenceré.

 

Lisa bajó la mirada, sintiendo que estaba a punto de llorar, pero ella misma se había prohibido hacerlo. Los brazos de Rick le recorrieron los suyos hasta posarse en sus hombros y la atrajo suavemente hacia él, abrazándola con cariño y acariciándole el cabello con amor.

 

- Estamos juntos, Lisa… ya no estamos solos… jamás volveremos a estar solos otra vez.

 

Lisa escondió su rostro en el cuello de Rick y se estremeció de pies a cabeza cuando sintió los labios de él recorriéndole suavemente la línea del mentón en una serie de besos suaves que hicieron que una corriente eléctrica le recorriera momentáneamente el cuerpo entero.

 

- ¿Por qué no vas a tomar un baño y te relajas un poco, amor? – Rick le susurró en el oído. – Mientras yo limpio la cocina y me encargo de todo lo demás.

 

- De acuerdo. – Fue lo único que Lisa pudo responder, mientras se forzaba a sí misma a ignorar esa sensación tan placentera que Rick había provocado en ella con aquel sencillo gesto.

 

Se separó de él, pero sus ojos azules capturaron los suyos de inmediato. Mientras se alejaba de él, Rick la seguía con la mirada y le sonreía cálidamente. Antes de salir de la sala, una sonrisa pequeña y fugaz apareció en el rostro de Lisa, lo cual para Rick significó una pequeña victoria.

 

- Yo sé que detrás de esa máscara de hielo existe un corazón de fuego, capitana Hayes. – murmuró, con una sonrisita arrogante. – Y yo le voy a demostrar de lo que Rick Hunter es capaz cuando se propone algo… te voy a demostrar que te amo… y te lo voy a demostrar de manera que no te quede ninguna duda, Lisa Hayes. ¡Más te vale estar prevenida! ¡Ten miedo, ten mucho miedo!

 

 

 

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Aquella noche Rick no pudo conciliar el sueño. Se sentía cansado, pero muy intranquilo. Estaba preocupado por Lisa y en más de una ocasión abandonó su improvisada cama en el sofá de la sala para ir a asomarse a la habitación de Lisa, que sin embargo se veía tranquila… aunque ella misma pasó la mayor parte de la noche en vela.

 

Finalmente Rick decidió prepararse una taza de té y mientras se lo tomaba fue al librero de Lisa, buscando algo interesante que leer. Lo que encontró fue un álbum fotográfico. Ya lo había visto antes, pero aún así lo tomó y regresó al sofá. En ese álbum estaban algunas fotos que Max había tomado en la fiesta de Año Nuevo que las chicas habían organizado el año anterior… fiesta a la que él había asistido acompañando a Lisa. Rick suspiró, a la vez emocionado con los recuerdos y triste al ver la felicidad de todos en aquella ocasión… ¡Parecía que aquello había sido hacía muchos años!

 

Rick observó que en todas las fotografías, él y Lisa siempre estaban juntos y de una u otra manera ambos parecían estar conectados en todo momento, mirándose a los ojos, sonriéndose, en varias fotos él tenía su brazo sobre los hombros de Lisa… ¡Habían llegado tan lejos! Y lo habían echado todo a perder… pero ahora él estaba dispuesto a recuperar todo el tiempo perdido.

 

Su mirada se clavó en una foto de grupo que ocupaba toda una página del diario. En esa foto estaban, además de Lisa y él, los Sterling, Claudia, Vanessa, Kim y Sammy. Rick pasó su dedo sobre aquella fotografía y sin que él se percatara de ello, una lágrima resbaló por su mejilla. Había llegado a apreciar y a querer a las chicas… tal vez no las había conocido tan bien como Lisa, pero siempre las consideró sus amigas.

 

Rick observó a Claudia e inevitablemente recordó a Roy, su hermano mayor. Suspiró pesadamente, pensando en todo lo que él le debía a Fokker y lo mucho que su presencia había significado siempre en su vida. Cuando él había muerto, Rick se había sentido inevitablemente sólo en el mundo, una sensación que no había tenido ni siquiera cuando su propio padre había fallecido, porque entonces sabía que aún podía contar con alguien… pero cuando Roy murió…

 

- Fue entonces cuando tú te convertiste en la presencia más importante en mi vida, Lisa. – Rick trazó suavemente con su dedo índice el contorno del rostro de Lisa en la fotografía. – Roy, hermano, ahora Claudia está contigo… ahora sí pueden comenzar a vivir una eternidad juntos como se lo merecen.

 

Rick recordó aquella noche en el Parque Observatorio, cuando Claudia había aparecido de la nada y le había dicho que había una persona en su vida… alguien que estaba tan cerca de él, que ni siquiera la veía. “Sería positivo para ti tener a alguien que apreciara tu cariño”. Esas habían sido sus palabras… Claudia siempre lo había sabido… ella se había dado cuenta desde el primer momento de lo que Lisa y él tan obstinadamente se negaban a aceptar.

 

El capitán Hunter se limpió los ojos, que tenía llenos de lágrimas, con la manga de su pijama y luego clavó su mirada en Kim, Vanessa y Sammy. Las tres se veían felices y llenas de vida en aquella fotografía. Eran mujeres muy atractivas y Rick entendía por qué los pilotos de la base parecían tan interesados en ellas… aunque la mayoría de ellos les temían, las consideraban chicas peligrosas. Rick sonrió levemente al pensar en los múltiples encuentros que él mismo había tenido con ellas… siempre habían defendido a Lisa con fiereza y cuando él no podía evitar el encuentro, siempre había terminado siendo confrontado por ellas, quienes le preguntaban cosas sobre sus sentimientos por Lisa que generalmente él no podía responder.

 

Recordó aquella mañana, no hacía mucho, cuando por molestar a Lisa había invitado a Vanessa a desayunar después de haber discutido inútilmente con su capitana. Rick se arrepentía con todo su corazón de lo que había hecho esa mañana. No sólo había lastimado deliberadamente a Lisa, sino había colocado a Vanessa en una situación difícil e incómoda… pero había sido precisamente ella quien había abierto sus ojos.

 

- ¡Porque la capitana Hayes está enamorada de usted, por eso!

 

Esas palabras daban vueltas en la cabeza de Rick. ¡Había sido tan ciego! Ciego, tonto y testarudo… volvió a mirar la fotografía y ya no hizo ningún esfuerzo por controlar las lágrimas que corrían por sus mejillas. Entendía por qué Lisa estaba tan triste y por qué las muertes de las chicas la habían afectado tanto… ellas eran familia, su familia. Incluso Rick las había llegado a querer como si fueran sus propias hermanas.

 

- Pero jamás olvidaré lo que hicieron por Lisa… ustedes estuvieron ahí hasta el último momento… Claudia, tú en particular… ¡Gracias por darle una oportunidad a Lisa! Te prometo que no vas a arrepentirte de haberlo hecho… y por favor… ahora que estás allá arriba, dale mis saludos al viejo Roy. Dile que—que estoy bien. Que ahora estoy con Lisa.

 

Rick colocó el álbum en la mesita de café y apagó la lámpara. El té se quedó casi intacto sobre la misma mesita, pero súbitamente el sueño se había cargado en sus párpados. Cerró los ojos y casi enseguida se quedó profundamente dormido, su rostro aún manchado por las lágrimas que involuntaria, pero necesariamente había derramado esa noche.

 

A la mañana siguiente, Rick entreabrió la puerta de la habitación de Lisa y entró sin hacer ruido. Tenía que reportarse en la base a las 0730 y se había despertado muy temprano, sin poder volver a conciliar el sueño. Había tenido tiempo de bañarse, desayunar y aún preparar algo para que Lisa comiera. Ahora tenía que irse, pero la mañana era fría y fue a asegurarse de que ella estuviera bien. Se acercó a la cama y se inclinó a su lado. Colocó sobre la mesita de noche un par de pequeños objetos y luego pasó su mano por el cabello de Lisa, quien dormía profundamente. Rick no lo sabía, pero había estado despierta la mayor parte de la noche y apenas había conciliado el sueño hacía un par de horas. Se notaba cansada, pero tranquila y eso pareció relajar un poco al capitán Hunter.

 

Con gran cuidado y cariño le acomodó las cobijas, asegurándose de que estuviera caliente, y luego se acercó para besarla en la frente. Se separó un poco y sin poder evitarlo se acercó otra vez, besándola en los ojos, en la barbilla, en la punta de la nariz… luego la contempló por un momento. ¡Se veía tan hermosa!

 

- Lisa Hayes… lamento haber sido tan lento y que me haya tomado tanto tiempo el darme cuenta de lo que ahora es la verdad más grande y absoluta de mi vida. ¡Te amo! Pero no sólo te amo, además te admiro… te admiro mucho, Lisa… y me gustas, siempre me has gustado mucho… siempre he pensado que eres la mujer más hermosa que he conocido en la vida. Aunque antes jamás lo hubiera admitido pero—siempre me sentí atraído por ti y supongo que—que ese fue uno de los problemas.

 

Rick se inclinó otra vez y sin siquiera pensarlo, la besó suavemente en los labios, apenas rozándolos con los suyos, pero incluso ese toque fue algo mágico y poderoso para él, como si una energía le recorriera el cuerpo entero tan solo con aquel leve roce de los labios de ella… y Rick se pregunto, inconscientemente, qué se sentiría besarla… pero besarla bien, no por una orden ni bajo presión, sino simplemente porque quisiera besarla… suspiró y sintió cómo su corazón se aceleraba al imaginar a Lisa respondiendo a aquel beso… Rick sacudió la cabeza, tratando de sacudirse esos pensamientos y se puso de pie. Sonrió cariñosamente y acarició la espalda de Lisa sobre las mantas que la protegían del frío de la mañana.

 

- Te veo más tarde, preciosa… ¡Te amo!

 

El capitán Hunter salió de la habitación y se puso su gabardina antes de salir de la casa, en donde el frío glacial de la mañana lo recibió de una manera violenta. Sintió como el aire helado que le sacudía el cabello parecía cortarle el rostro y penetrar a su cuerpo. Rick enfundó sus manos en los bolsillos de su gabardina y totalmente perdido en sus pensamientos, se dirigió a la base.

 

 

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Pasaron varias horas antes de que Lisa finalmente abriera los ojos. La débil luz de día entraba a la habitación por debajo de las cortinas cerradas. Hacía frío y Lisa aún se sentía cansada y con sueño, pero tenía hambre… había sido esa sensación lo que la había despertado.

 

Se talló los ojos, tratando con eso de sacarse el sueño de ellos, y se enderezó en la cama. Sentía que todo el cuerpo le dolía y que la cabeza le daba vueltas. No se sentía particularmente bien ese día. Su mirada fue inmediatamente capturada por algo que se encontraba sobre su mesita de noche. Con su mano tomó aquellos dos pequeños objetos e involuntariamente una pequeña sonrisa apareció en su rostro por un segundo.

 

Rick había hecho una pequeña rosa de papel con una servilleta y le había puesto un palito como tallo. La había colocado sobre una notita que había escrito sobre otra servilleta:

 

“Es difícil encontrar flores en esta época del año, pero encontré esta para ti. Tu desayuno está listo, solo debes de calentarlo, espero que te guste. Volveré lo más pronto que me sea posible, pero si necesitas algo no dudes en llamarme. Esta noche pienso cocinar para ti, así que piensa qué se te antoja cenar, ¿De acuerdo? Cuídate mucho, Lisa… ¡Te amo! – Rick.”

 

Lisa suspiró y puso la flor y la notita de vuelta sobre su mesita de noche. Se percató de que era casi medio día, pero eso en realidad no le importó demasiado. Se bajó de la cama, se puso sus pantuflas y su bata que estaba colocada sobre el respaldo de una silla al lado de la cama y corrió las cortinas. La nieve que había caído en la noche se amontonaba por todos lados, dándole al paisaje una apariencia monótona. El cielo estaba gris, presagiando mal clima. Lisa salió de la habitación y caminó hasta la cocina. Ahí encontró su desayuno listo sobre la mesa. Rick le había preparado todas las cosas que él sabía que le gustaban. Solo había que calentar el café.

 

Lisa tomó su bandeja con el desayuno y se dirigió a la sala, en donde encontró las mantas y almohadas de Rick cuidadosamente dobladas y colocadas sobre un sillón en una esquina. Aquello la hizo sonreír levemente. Se sentó en el sofá y puso su desayuno sobre la mesita de café. Alargó la mano para tomar el control remoto de la televisión de encima de la mesita, pero su mano se detuvo cuando se percató del álbum de fotos que Rick había dejado ahí.

 

Lenta y casi ceremoniosamente, Lisa lo tomó y lo colocó en su regazo. Lo observó por un momento, sin atreverse a abrirlo. Luego le pasó la mano por encima, acariciando las tapas con devoción. Bajó la mirada y cerró los ojos, como si estuviera tratando de contener el llanto… o tal vez diciendo una oración.

 

Lisa abrió el álbum y sus ojos se clavaron en la primera fotografía… era una de ella y Rick, sentados juntos, sonriendo y posando para Max, quien había sido el fotógrafo oficial de aquella fiesta. Lisa puso las yemas de sus dedos sobre aquella fotografía, como si estuviera acariciando a Rick.

 

- Gracias… - murmuró. – Rick… no se que haría sin ti en estos momentos… no se cómo podría haber sobrevivido sin ti…

 

Lisa hizo un gesto de dolor cuando pensó en aquello. La palabra “sobrevivir” se había vuelto insoportablemente dolorosa para ella en esos días. Dio vuelta a la página y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio una fotografía del grupo, la misma que Rick había estado observando la noche anterior.

 

- Claudia… - Lisa susurró. – Vanessa… Sammy… Kim…

 

Sin poder contenerse, Lisa echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos con fuerza, mientras sentía que un dolor fuerte y profundo se le clavaba en el pecho. El ver sus rostros sonrientes… de frente a ella… al verlas tan felices, llenas de vida y de alegría… aquello había sido como una puñalada directa a su corazón.

 

- ¡No puedo seguir así! – Lisa pensó. - ¡Dios mío, no puedo debo de—debo de superarlo, debo de…!

 

Sin poder evitarlo volvió a mirar la fotografía y sintió que un sollozo se le escapó directamente del alma, sin que pudiera evitarlo.

 

- ¿Por qué? – se preguntó en voz alta. - ¿Por qué ustedes? Habíamos sobrevivido a tantas batallas… batallas más peligrosas y ataques más fuertes que el último… y siempre salíamos adelante… juntas… ¿Por qué tuvo que suceder esto? ¿Por qué de esta manera? ¿Y por qué justo ahora? ¡Jamás voy a entenderlo! ¿Por qué ustedes y no yo? ¿POR QUÉ?

 

De pronto frente a sus ojos pareció desarrollarse aquella escena por milésima vez en esos días… la nave de Khyron en curso de colisión, la energía del SDF1 completamente agotada, los informes precisos y profesionales de las chicas, aún sabiendo que la colisión era inminente… Lisa recordaba haber gritado que se prepararan para la colisión… y recordaba el pánico y la ansiedad que sintió en el último momento, justo cuando la nave Zentraedi impactó al SDF1… ella se había aferrado a su consola con todas sus fuerzas, mientras escuchaba los gritos de terror de sus compañeras.

 

Vagamente recordaba haber visto a las chicas desplomarse a sus espaldas… antes de sentir las manos fuertes del Almirante Gloval sobre sus hombros, mientras la empujaba a la única cápsula de escape operativa… y la voz de Claudia… pero todo era tan confuso, tan extraño… los recuerdos eran borrosos y aquello le provocaba jaqueca… pero Lisa no podía olvidarse del dolor, de la impotencia, del calor sofocante, del humo… vagamente podía recordad los rostros de Gloval y Claudia… eran como imágenes mezcladas, como sacadas de un sueño… era como ver esa escena una y otra vez en cámara lenta… el almirante y Claudia le hablaban, pero ella no entendía lo que le decían… y luego una oscuridad total… era todo lo que recordaba.

 

Lisa sacudió su cabeza furiosamente y puso el álbum a un lado. De un manotazo arrojó la bandeja con su desayuno que estaba sobre la mesa al suelo y gruñó con toda la rabia y la impotencia que sentía en su corazón. Se dejó ir sobre los cojines del sofá, escondiendo su rostro en ellos y comenzó a sollozar.

 

Sentía que el pecho le dolía, sentía que el aire le faltaba… se sentía mareada y parecía que le estuvieran picando todo el cuerpo con miles de agujas que le penetraran la piel y se le clavaran directamente en el alma… aquel dolor, tanto físico como emocional, parecía imposible de soportar. En un rincón de su mente, Lisa se alegró de estar sola… no quería que nadie la viera en ese estado… no quería que Rick la viera en un momento tan vulnerable y de tanta debilidad.

 

Jamás en su vida había sentido un dolor semejante y rogó al cielo, con todas sus fuerzas, que aquello terminara… que por fin pudiera liberarse de tantos años de dolor y miedo, de tantos años de soledad e incomprensión… en ese momento Lisa sintió que había llegado tan bajo como le era posible llegar… que había tocado fondo.

 

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

El día había sido particularmente pesado para el Escuadrón Skull al mando del Capitán Hunter. Se les habían asignado varias misiones que debían cumplir a la brevedad posible y así lo habían hecho. No por nada aquel era considerado el mejor escuadrón de la RDF, el legendario Skull. Estaba por anochecer cuando los VTs habían finalmente aterrizado en la base e inmediatamente el capitán había salido corriendo rumbo a los vestidores.

 

Max entró al vestidor, mirando a su alrededor para localizar a Rick. No fue difícil hacerlo, pues él era el único que estaba en aquel lugar. Estaba de pie frente a su casillero abierto, recién bañado y con una toalla alrededor de la cintura. Max se acercó a él y le puso una mano en la espalda para dejarle saber que estaba ahí. Rick lo miró y lo saludó con una sonrisita, volviendo de inmediato a lo suyo. Quería vestirse de prisa e ir a casa de inmediato.

 

- Rick, - Max le informó. – Como viniste directamente al vestidor sin pasar por la oficina, pues vine a traerte un recado que tenías allá… Maistroff ordenó que te presentaras de inmediato en su oficina en cuanto regresaras del patrullaje.

 

- ¿Ahora mismo? – Rick miró a Max incrédulamente. – Pero… ¡Hemos estado volando por 10 horas seguidas! ¿Acaso Maistroff piensa que los pilotos somos robots y no necesitamos descansar? ¡Mañana debo presentarme a las 0600 horas en la base para revisar unos procedimientos!

 

- Lo sé. – Max se sentó en una banca de madera a espaldas de Rick. – Y lo siento, jefe. Aparentemente Maistroff piensa que de hecho los pilotos somos versiones micronizadas de los Battloids.

 

- Si, definitivamente. – Rick comenzó a vestirse. – Órdenes son órdenes… sólo espero que no tarde demasiado, quiero ir a casa y ver cómo está Lisa… estoy preocupado por ella.

 

- ¿Cómo sigue? ¿Todo está bien?

 

- No lo sé… a veces no logro comprenderla pero… pues el psiquiatra con quien he estado hablando dice que es un proceso normal… Lisa debe de aceptar su pérdida… ella es fuerte pero… le pegó duro, Max.

 

- Si, me lo imagino. A mi también me dolió mucho lo que sucedió… Miriya y yo hemos hablado mucho al respecto… la muerte de Gloval y las chicas ha sido un golpe terrible para la RDF… y uno personal para todos nosotros.

 

- Si, tienes razón.

 

- No puedo siquiera imaginarme la clase de dolor por el que Lisa está pasando. Me alegro que estés ahí con ella, Rick… en este momento te necesita más que nunca.

 

- A mí me alegra tenerla a mi lado. – Rick continuaba uniformándose. – Jamás pensé que estar con ella se sentiría tan… correcto.

 

Max sonrió y asintió con la cabeza.

 

- Supe… supe lo que pasó en la sala de consejo el otro día.

 

- ¿A qué te refieres? – Rick comenzó a ajustarse el saco de su uniforme.

 

- ¿A qué me refiero? – Max soltó una risita. – Jefe, todos en la base lo saben… el rumor ha sido la comidilla de todo el mundo en estos días…

 

Rick miró a Max, todavía sin comprender de qué le estaba hablando.

 

- ¡Estoy hablando de lo que les dijiste a los del consejo! Eso de que Lisa y tú estaban juntos… que eres su pareja.

 

- ¡Oh! – Rick parpadeó pero enseguida una sonrisa apareció en sus labios. – Claro… bueno, ¿Qué más podía decir? Es la verdad… y entre más pronto se enteraran es mejor. Ahora que Lisa y yo estamos juntos, no quiero que esto sea un chisme en los vestidores o murmuraciones por los pasillos… quiero que todo el mundo sepa abiertamente la verdad.

 

- ¡Eso es bueno! – Max respondió con entusiasmo. - ¿Qué dijo Lisa al respecto?

 

- No le he dicho todavía. – Rick se sentó al lado de Max y suspiró frustradamente. – No hemos hablado mucho… ella ha estado muy deprimida y—y a veces yo no sé exactamente cómo acercarme a ella. A veces yo mismo me desespero y llego a sentirme frustrado también… me siento confundido, nervioso… ¡No lo sé!

 

- ¿Por qué? – Max estaba un poco sorprendido con las palabras de su amigo. - ¿Todo está bien entre ustedes? ¿Hay algo de lo que quieras hablar, Rick?

 

- No Max… supongo que es normal, ¿No? Digo, no puedo exigirle a Lisa su atención y todo su amor en estos momentos tan difíciles por los que está pasando… no es sobre ella, es sobre mí… es que me siento tan torpe, no sé como demostrarle lo que siento por ella… a veces me da miedo acercarme demasiado… sé que debo hacerlo pero… siento que estoy invadiendo su intimidad, su espacio… a veces siento que si le demuestro cariño, que si le doy un beso o un abrazo… no lo sé, siento que estoy aprovechándome de ella y de lo vulnerable que está en estos momentos.

 

- Te entiendo Rick, y supongo que no es una situación fácil en lo absoluto. Pero ¿No has pensado que quizás es eso precisamente lo que ella necesita? Que tú la abraces, que la beses… que la hagas sentir bien.

 

- No sé… es que intenté besarla, ya sabes… - Rick se detuvo y se sonrojó un poco. – Quería… quería darle un beso… en los labios.

 

- Sí… - Max lo animó a proseguir.

 

- Entonces me acerqué… pero ella… ella no hizo nada… y yo me sentí mal, otra vez me sentí como un intruso o como un hombre sin sentimientos que sólo quería robarle un beso a una mujer vulnerable. Max, quiero besarla… ¡Lo deseo como nada en el mundo! Pero quiero que cuando lo haga, ese beso sea correspondido… quiero sentirla viva, quiero sentirla ahí, conmigo… ¿Lo entiendes?

 

- Sí, lo entiendo.

 

- Sé que es cuestión de tiempo pero… es frustrante. Max, esto no se trata de un simple deseo físico, ¿sabes? Es solo que—que la quiero… y la quiero tanto que—no sé, la necesito…

 

- No tienes porqué explicarme nada, Rick. – Max le palmeó la espalda fraternalmente. – Yo sé lo que se siente. Sólo debes de armarte de paciencia y demostrarle, de la manera que sea necesario, lo que sientes por ella. Las cosas se irán dando… y la espera valdrá la pena.

 

- Sí, sé que así será. – Rick sonrió levemente. – Max, no tienes idea de lo mucho que la amo… y de cuanto me gusta. Entre más estoy con ella y más la veo, más me siento atraído a ella… siento que la quiero cada día más… no, cada hora la quiero más. El tiempo que paso alejado de ella es tortura… como ahora por ejemplo, lo único que quiero es salir de aquí y correr a su lado. ¿Es esto lo que se siente cuando estás enamorado?

 

- Sí jefe… es eso lo que se siente estar enamorado. – Max sonrió. - ¿No es fantástico?

 

- Sí… lo es.

 

- Bien, pues yo te sugiero que no hagas esperar a Maistroff… entre más pronto hables con él, más pronto podrás ir con Lisa.

 

- Tienes razón. – Rick se inclinó para ponerse los zapatos. – Me pregunto que querrá esta vez.

 

- No lo sé.

 

- Gracias Max. – Rick se puso de pie. – Gracias por todo.

 

- De nada, jefe. Ahora date prisa…

 

Max no obtuvo respuesta de su amigo, pues Rick había cerrado su casillero de golpe y había salido de los vestidores corriendo a toda prisa. El comandante Sterling sonrió y se puso de pie, yendo a su propio casillero.

 

- Has estado enamorado de ella por años, Rick… siempre te has sentido así por ella… pero no querías admitirlo. Ojalá ahora que ambos aceptaron sus sentimientos, las cosas se arreglen pronto entre ustedes… porque te lo aseguro jefe, una vez que la beses, será difícil que puedas conformarte tan sólo con eso.

 

Max se rió y se echó la toalla al hombro, mientras se dirigía a las regaderas. Tenía la vaga idea de que una vez que Lisa y Rick se acercaran más en el plano físico, sería imposible para ellos mantener las manos lejos del otro.

 

 

 

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Rick se reportó a la oficina del Coronel Maistroff, tal y como se le había ordenado. Cuando entró, se encontró con que en aquel lugar estaban, además del coronel, algunos otros oficiales de alto rango de la RDF. El capitán Hunter los saludó formalmente y enseguida Maistroff le indicó que tomara asiento en una silla frente a su escritorio.

 

- Capitán Hunter, me parece que todos hemos tenido un día largo y pesado, por lo que no quiero hacer esto demasiado largo… lo hemos llamado aquí esta noche para pedirle que sea usted quien comunique a la capitana Hayes una decisión que el consejo ha tomado, en relación a su situación militar.

 

- Señor, - Rick habló respetuosamente. – Sé que Lisa— que la Capitana Hayes no se ha presentado en la base por varios días pero le aseguro que se reincorporará al servicio a la brevedad posible… ella está—

 

- Está bien, capitán. – Maistroff lo interrumpió. – No se trata de sus ausencias ni de su situación actual… todos deseamos verla recuperada a la brevedad posible y hacemos votos por su salud y pronta recuperación… pero esto se trata de otra cosa. Capitán Hunter, por decisión unánime del consejo se ha determinado que la capitana Hayes sea promovida al rango de Almirante de la RDF.

 

Rick sintió que el aire le faltaba. Sus ojos se agrandaron y sintió un frío intenso recorriéndole todo el cuerpo ante lo inesperado de aquel anuncio. Parpadeó un par de veces, sin saber si en realidad había escuchado lo que creía haber escuchado.

 

- ¿Almirante de la RDF? – balbuceó.

 

- Sí… es una decisión que se le debería comunicar a ella personalmente, pero bajo estas circunstancias tan extraordinarias, pues los procedimientos no pueden más que seguirse de forma igualmente extraordinaria. Esto está totalmente fuera de protocolo pero—

 

Maistroff alargó un sobre cerrado con los escudos de la RDF y el Gobierno de la Tierra Unida a Rick. Él lo recibió y enseguida vio el nombre completo y rango de Lisa escrito en él. Miró interrogativamente al coronel y él asintió con gravedad.

 

- Le solicito, a nombre del consejo, que haga el favor de entregar esta notificación en manos de la Capitana Hayes a la brevedad posible y le haga saber que, según los procedimientos y protocolos de la RDF, en caso de no recibir respuesta suya en un período de 24 horas, se considerará aceptada la promoción y por tanto la ceremonia tendrá lugar pasado mañana a las 1100 horas en el salón de consejo. ¿Entendido, capitán Hunter?

 

- Si señor. – Rick se puso de pie y saludó militarmente.

 

- Le solicitamos que usted se encuentre presente en dicha ceremonia, capitán. – Otro de los oficiales habló.

 

- Ahí estaré, señor.

 

- Dígale a la capitana Hayes, - Maistroff volvió a tomar la palabra. – Que piense bien en su decisión. Para nosotros no fue fácil tomar esta determinación… la juventud de la capitana es cuestionable, sin embargo esa juventud es compensada por su experiencia en combate, su experiencia diplomática, su experiencia en misiones tácticas… sabemos que se graduó con honores en la Academia Militar, que fue la primera en su clase… no dudamos de sus conocimientos ni de su experiencia… tampoco podemos olvidar su impresionante árbol genealógico y el nombre de su familia dentro de las Fuerzas de Defensa de la Tierra Unida… sin embargo esta determinación fue tomada por dos factores principales…

 

- ¿Y qué factores fueron esos, señor? – Rick preguntó a la vez interesado y sorprendido por lo que estaba escuchando.

 

- La capitana Hayes siempre estuvo muy cerca del Almirante Gloval. – Otro de los oficiales contestó. – Fue su mano derecha por años y una persona en la que Gloval confiaba completamente. Por lo mismo podemos estar seguros de que ella comparte la visión de Gloval y seguirá sus proyectos, dándoles una continuidad y un seguimiento que nadie más en la RDF podría darles…

 

- Además de que el Almirante Gloval específicamente definió su postura al respecto… hace unos meses nos hizo llegar un manual de procedimientos bastante detallado, en caso de que algo como lo que sucedió pudiera pasar… hay que admitir que era un hombre previsor y que siempre estaba un paso delante de todos los demás. – Maistroff no pudo ocultar una nota de emoción en su voz. – Sé que tuvimos desavenencias y que en muchas ocasiones nuestras opiniones diferían pero—pero yo siempre admiré a Gloval… en fin, fue él quien en ese manual de procedimientos, que yo considero como su obra póstuma, su última voluntad, por así decirlo, señaló específicamente que en caso de que él llegara a faltar, él recomendaba ante el consejo a la Capitana Lisa Hayes para que siguiera con su obra… para que fuera considerada para ser su sucesora dentro de la RDF.

 

- ¿El almirante Gloval específicamente ordenó que Lisa fuera ascendida a Almirante si él moría?

 

- No lo ordenó, lo sugirió. – Maistroff contestó secamente. – Nosotros lo consideramos y aunque la decisión no fue unánime ni fue bien recibida por todos los miembros del consejo, ni por la autoridad militar ni por la civil, la votación favoreció a la capitana… además pensamos que esta acción será buena para la moral de las tropas, ella es una figura muy respetada y reconocida entre los soldados… y el hecho de que haya sido la única sobreviviente del Puente le da un gran valor para las tropas.

 

- Un momento. – Rick habló. – No quiero ser irrespetuoso pero—espero que no estén haciendo esto sólo por elevar la moral de las tropas… no sería justo que la figura de la capitana Hayes fuera utilizada como un parapeto político para mantener al ejército en paz mientras Ciudad Macross trata de rehacerse… no creo que la Capitana Hayes aceptara esta promoción bajo esas circunstancias y no quiero que parezca que estoy tomando decisiones por ella, porque no lo estoy haciendo… pero me preocupa la motivación detrás de esta decisión.

 

- No está usted en posición de cuestionar nada, capitán Hunter… pero dada su… relación con la capitana, puntualizaré algunas cosas. Primero, es cierto que este ascenso tendrá un beneficio político para todos… y que la decisión se tomó teniendo en mente el beneficio que también podrá aportar a la moral de las tropas. Usted mejor que nadie sabe que una figura fuerte es necesaria para los soldados. Sin embargo, el factor determinante de este ascenso fue la sugerencia expresa de Gloval… el hecho de que él mismo, justo antes de morir, le haya entregado a la capitana Hayes el mando del SDF-2… y el que sea la capitana Hayes quien mejor conoce los planes y proyectos de Gloval.

 

- Pues esas razones me parecen más convincentes y de mayor peso. – Rick asintió.

 

- Aunque su opinión sea irrelevante, me alegra que hayamos llegado a un punto de acuerdo. – Maistroff comentó con clara intención de hacer que Rick se sintiera mal. – Su única misión es entregarle esa notificación a la capitana Hayes, junto con el mensaje que le hemos transmitido. Los veremos a ambos en el salón de consejo en dos días… con uniforme de gala. Ahora puede retirarse, capitán.

 

Rick saludó militarmente y enseguida se retiró de la oficina de Maistroff. Una vez en el pasillo, miró el sobre que sostenía en la mano y sintió que jamás en su vida había sostenido un documento más pesado en su mano. En aquel trozo de papel estaba escrito el futuro de Lisa… ¡De la Almirante Hayes! La idea lo atemorizaba y lo llenaba de orgullo a la vez.

 

Sentía miedo al pensar en toda la responsabilidad que aquel papel pondría sobre los hombros de Lisa… pero a la vez el orgullo de saber que ella, que Lisa sería la sucesora del Almirante Gloval, por petición expresa de él mismo, eso lo hacía sentir un orgullo y una emoción que eran difíciles de contener.

 

El capitán Hunter decidió que era hora de volver a casa… quería ver a Lisa, quería darle aquella noticia, quería ver su reacción… tal vez eso lograra animarla. Tal vez una noticia de tal magnitud podría hacer que ella saliera del estado en el que se encontraba en esos momentos… pero sobre todo quería simplemente verla, estar a su lado… extrañaba sus ojos verdes, extrañaba su cabello color miel… extrañaba a aquella mujer que poco a poco se estaba convirtiendo para él en algo tan necesario y esencial como el aire que respiraba.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Rick entró a la casa de Lisa con una sonrisa en el rostro y haciendo malabarismos con el ramo de flores y la caja de chocolates que traía en una mano y la bolsa de plástico con comida de un restaurante francés que llevaba en la otra. Cerró la puerta detrás de sí y se sacudió los copos de nieve que traía en la cabeza.

 

- ¿Lisa? – Llamó alegremente. - ¿Dónde estás? Tengo algo para ti…

 

Se detuvo en seco cuando se percató de que las luces de la casa estaban totalmente apagadas, aunque un ruido amortiguado venía de algún lugar que no identificaba del todo. De pronto una alarma se encendió en su interior.

 

- ¿Lisa? – volvió a llamar, pero ahora con preocupación en su voz. - ¿Dónde estás?

 

Encendió la luz del pasillo y rápidamente fue a dejar su carga a la cocina. Desde ahí pudo ver que había varios objetos tirados en el suelo de la sala. Cuando fue allá se dio cuenta de que era el desayuno que él había preparado para Lisa esa mañana.

 

- ¡Lisa! – Rick prácticamente corrió a su habitación.

 

Entró y enseguida se percató de que el ruido que escuchaba era el agua corriendo en el baño. Lisa estaba tomando una ducha. Pero aquello lejos de tranquilizar al capitán Hunter, lo hizo sentir aún más desesperado.

 

- ¡Lisa! – llamó a la puerta del baño sin mucho protocolo. - ¿Estás ahí? ¡Respóndeme!

 

Espero unos segundos, pero no obtuvo respuesta. Ya bastante desesperado, volvió a llamar a la puerta de manera más ruidosa. Era imposible que ella no lo escuchara.

 

- ¡Lisa, soy yo! ¿Estás bien?

 

Nada…

 

Rick pegó su oreja a la puerta del baño, tratando de identificar cualquier sonido que pudiera venir del interior… y claramente pudo escuchar un sollozo apagado, casi sofocado por el ruido del agua.

 

- ¡Lisa! – gritó ya francamente desesperado. - ¡Lisa respóndeme! ¡Lisa abre la puerta o voy a tener que entrar!

 

Pasaron unos segundos que para Rick parecieron extenderse una eternidad. Decidió hacer un último llamado.

 

- ¡Si no abres la puerta en este momento…! ¡Lisa, respóndeme por favor! ¿Estás bien? ¡Lisa, voy a entrar!

 

Y sin más avisos, Rick dio vuelta a la perilla de la puerta. Al encontrarla con seguro, decidió usar la fuerza y con todo lo que tenía, se dejó ir contra la puerta, la cual se abrió de golpe, provocando que el capitán Hunter casi perdiera el equilibrio y entrara al baño dando traspiés.

 

Lo primero de lo que Rick se percató fue del vapor helado que llenaba por completo el baño. Inmediatamente y sin que lo pudiera evitar, sus dientes castañearon con el frío de ese lugar. Miró hacia la regadera y encontró a Lisa, bajo el chorro de agua helada, soportando su peso contra la pared con sus brazos extendidos. El agua corría libremente por su cuerpo, el cuál se sacudía con los sollozos que escapaban de su pecho.

 

- ¡Lisa! – Rick se alarmó. - ¿Qué estás haciendo?

 

- ¡Vete! – la voz de Lisa no parecía la suya. - ¡Déjame sola… por favor!

 

Rick se apresuró a tomar una toalla del anaquel y corrió a donde Lisa estaba. Cerrar la llave de agua y ponerle la toalla encima fueron dos acciones instantáneas.

 

- Tranquila… está bien…

 

Rick le puso los brazos alrededor de su cuerpo, tratando de sacarla de aquel lugar, pero Lisa se resistió, liberándose de aquel abrazo y refugiándose en la esquina de la regadera, su rostro hacia la pared, como si se estuviera escondiendo de él.

 

- ¡Vete Rick! – le ordenó. - ¡Déjame sola!

 

- ¡No te voy a dejar y bien lo sabes! – Rick levantó la voz.

 

- ¿No tienes siquiera el más mínimo respeto por mi privacidad? – Lisa lo miró con ojos que lanzaban fuego.

 

- No. – Rick le contestó con firmeza, acercándose a ella. – No cuando te estás haciendo daño a ti misma de esta manera, Lisa… ¿Qué te sucede?

 

- ¡Déjame!

 

Rick puso sus brazos en torno a Lisa, atrayéndola contra sí. Ella comenzó a luchar, tratando de liberarse de él, de soltarse de sus brazos, pero Rick podía ser tan terco como ella cuando se lo proponía. Si Lisa luchó con fiereza, el capitán Hunter lo hizo con determinación. Por un momento ambos forcejearon, pero fue finalmente la fuerza física de Rick la que se impuso. Logró poner sus brazos en torno al cuerpo semidesnudo de Lisa y la atrajo con fuerza hacia él, abrazándola estrechamente.

 

- ¡Lisa! – trataba de calmarla, pues ella aún en su abrazo seguía revolviéndose como si fuera un gusano. - ¡Ya basta! ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás haciendo esto? ¡Lisa! ¡Estate en paz!

 

Rick sintió como Lisa parecía abandonarse poco a poco, sabiendo que era inútil resistirse, o quizás simplemente dejándose vencer. Rick respiraba agitadamente, tratando de recuperar el aliento después de aquel forcejeo. El baño estaba helado y aquello no hacía fácil la respiración en lo absoluto.

 

De pronto Rick escuchó un sollozo apagado contra su pecho y sintió cómo el cuerpo tenso de Lisa parecía soltarse, como si se tratara de una muñeca de trapo y se estremecía violentamente, mientras el llanto escapaba de su garganta y un gemido de dolor rompía el silencio de aquel lugar. Lisa literalmente se dejó caer, y de no haber sido porque Rick la estaba sosteniendo, hubiera colapsado. Aún así Rick, sintiendo que Lisa cedía bajo su propio peso, se arrodilló sin soltarla, antes bien, abrazándola aún más estrechamente contra su cuerpo. Lisa se sentó en el suelo mojado y escondió su rostro en el pecho de él, mientras se asía desesperadamente a la tela de su uniforme.

 

Estaba llorando con tanto sentimiento, con tanto dolor y con tanta desesperación, que Rick no pudo evitar las lágrimas silenciosas que comenzaron a escurrir por su rostro. La abrazó más estrechamente contra sí, si aquello era posible, tratando a la vez de confortarla y de calentarla, pues el cuerpo de ella se sentía helado y se sacudía violentamente, en parte por el llanto y en parte por el frío.

 

- Está bien, Lisa… - comenzó a frotarle la espalda y a besarle repetidamente el cabello. – No estás sola… déjalo salir…

 

- Rick… - Lisa sollozaba contra su pecho. – No debería de ser así… yo—la hija de un almirante no puede llorar… un soldado no debe de llorar…

 

- Pero una mujer sí puede hacerlo. – Rick le susurraba al oído. – Llora Lisa… llora todo lo que tengas que llorar…

 

La manera en que ella se aferraba a él era casi dolorosa, pero a él no le importaba, antes bien respondía abrazándola aún más estrechamente, sin dejar de frotarle la espalda, sin dejar de sostenerla… sin dejar de besarla.

 

Lisa estaba llorando como jamás había llorado en su vida… como jamás volvería a hacerlo. Lloraba por todos aquellos a los que tanto había amado y quienes habían muerto… lloraba por sus padres, por sus amigos… lloraba por lo que había perdido en esa guerra, por todo lo que había sufrido… estaba llorando por todas las veces que debió de haber llorado en su vida y no lo hizo… por todas las veces que debió ser fuerte para los demás… por todas las veces que no se permitió derramar lágrimas a pesar de que su corazón se deshacía en un llanto silencioso que nadie parecía escuchar… por todas las veces que se mantuvo estoicamente de pie… mientras por dentro gritaba, suplicando un poco de consuelo… un poco de amor.

 

Rick la sostenía con amor. Jamás en su vida pensó que fuera a ver a Lisa, a la siempre autosuficiente Capitana Hayes, a la personificación de la fuerza y el temple militar, llorar de esa manera… quebrarse en sus brazos de la manera en que lo estaba haciendo. Aquello hacía que su corazón se enterneciera; sentía su dolor y su desesperación… pero también, en cierta forma, se alegraba de que Lisa finalmente hubiera dejado salir todo el dolor y toda la angustia que durante tantos años había acumulado en su corazón.

 

¿Cuánto tiempo estuvieron ahí? Rick jamás lo sabría… pero se sintió como si hubieran sido horas. Finalmente el llanto de Lisa murió en su garganta, convirtiéndose en una serie de sollozos que hacían que su cuerpo se sacudiera ligeramente, cada vez que intentaba tomar aire. Rick la sintió relajarse en sus brazos y él mismo se relajó, aunque sin dejar de abrazarla estrechamente.

 

- Ya estás bien, Lisa. – Finalmente le susurró al oído. – Necesitabas sacártelo del pecho… necesitabas desahogarte.

 

- No hay suficiente tiempo en la vida, Rick… - Lisa sollozaba. – No hay suficiente tiempo…

 

- Lo sé. – Él la besó en la frente. – Pero tenemos la eternidad, amor… y tenemos el día de hoy… debemos de vivir al máximo, aprovechar cada segundo… por nosotros, por ellos…

 

- He estado sola por tanto tiempo… - Lisa murmuró contra el pecho de Rick, ya sin hacer ningún esfuerzo por controlar su llanto que si bien ya no era violento, seguía siendo abundante. – Las personas me tratan como si fuera intocable… como si no quisieran acercarse… yo levanté murallas, es cierto… pero es que tenía miedo… jamás me atrevía a admitirlo… pero tenía mucho miedo…

 

- Lo sé. – Rick le respondió, abrazándola aún más estrechamente.

 

- Jamás me atreví a aceptar que… que yo también… necesitaba un poco de simpatía… una palabra cariñosa… un abrazo, una caricia… un beso…

 

Un nuevo sollozo impidió que Lisa siguiera hablando. Rick cerró sus ojos, ocultando su rostro en el cabello de ella, sintiéndose culpable de las cosas que ella le estaba diciendo. Él sabía que él la había herido demasiado.

 

- Mi mundo entero era el deber… - continuó, mientras su cuerpo se sacudía levemente. – Era un mundo oscuro, solitario… frío… pero… pero aún en esa oscuridad tú me encontraste… - Lisa se aferró aún más al uniforme de Rick. – Tú me viste… tú me alcanzaste… tú me salvaste de morir…

 

- ¡Lisa! – Rick susurró con ternura.

 

- Ellos murieron… pero yo sigo viva… yo debo de terminar esos proyectos que—que quedaron sin terminar… yo debo de seguir adelante por ellos…

 

- Así es. – Rick habló con ternura. – Porque ellos no querrían verte así, Lisa… debes seguir adelante en su nombre… pero debes de vivir por ti, Lisa… porque te mereces ser feliz.

 

Lisa continuó llorando, ya sin hacer más comentarios. El llanto poco a poco parecía irse calmando y Rick, sin dejar de sostenerla, respiró aliviado. Sentía que finalmente Lisa había entrado en razón. De pronto se percató de que ella se había quedado quieta en sus brazos, pero su cuerpo estaba temblando… se sentía helado.

 

- ¡Estás temblando! – le habló con cariño y preocupación. – Ven… necesitas ponerte algo encima Lisa… no quiero que te vayas a enfermar.

 

Rick comenzó a ponerse de pie, ayudándola a que ella también se incorporara. Ella se aferraba a él, sin querer soltarlo. Su cuerpo estaba sólo parcialmente cubierto con la toalla empapada que Rick había puesto sobre ella. El uniforme de él estaba totalmente mojado también, aunque aquello a él no le importaba. En ese momento lo único que le preocupaba era Lisa.

 

Cuando ambos estuvieron de pie, Rick alcanzó la bata de baño que estaba colgada en un gancho detrás de la puerta y se la puso a Lisa. Ella la aceptó sin protestar y se limpió los ojos mientras Rick le hacía el nudo en la cintura. Sus ojos se encontraron y por primera vez en mucho tiempo, ambos fueron capaces de sostenerse la mirada sin sentir miedo. Lentamente Rick colocó sus manos en el rostro de Lisa, sosteniéndolo con cariño, mientras sus pulgares le limpiaban las lágrimas que aún corrían por sus mejillas.

 

- Todo va a estar bien. – Le aseguró, usando ese tono de voz que hacía que Lisa se estremeciera de pies a cabeza cada vez que lo escuchaba. - ¡Dios santo, Lisa! ¡Eres tan hermosa!

 

- ¡Oh Rick! – ella bajó la mirada, sintiendo cómo sus mejillas se ruborizaban.

 

Rick sonrió con ternura y se acercó a ella. Sus manos bajaron, acariciando su cuello, sus hombros, sus brazos y luego su espalda. Atrajo a Lisa hacia sí, sin que ella opusiera resistencia, y recargó su frente en la de ella. Sus ojos volvieron a encontrarse y Rick le sonrió. Lágrimas silenciosas seguían corriendo por el rostro de ella, pero sin poder evitarlo, Lisa le devolvió la sonrisa, provocando que el corazón de Rick se acelerara. Se acercó y le besó los ojos repetidamente, sintiendo sus pestañas húmedas contra sus labios, queriéndolas secar con ellos.

 

- ¿Te sientes mejor? – Le preguntó con ternura, mirándola a los ojos otra vez.

 

Lisa parecía estar hechizada con esos ojos profundamente azules que la miraban con tanto amor y con tanta preocupación. Asintió levemente con la cabeza y se acercó a él, recargando su cabeza en el hueco entre su cuello y su clavícula, mientras suspiraba profundamente.

 

- Mucho mejor. – respondió en un susurro.

 

Rick sonrió y le besó la frente.

 

- Bien… entonces vamos a que te cambies y te pongas algo caliente, ¿De acuerdo? ¡Estás temblando, Lisa!

 

Rick la condujo a la habitación, en donde ella se sentó sobre la cama, mientras él abría el guardarropa y sacaba un conjunto deportivo color gris con verde. Lisa seguía sus movimientos con la mirada, como fascinada por él, como queriéndose asegurar que él en verdad estaba ahí con ella… que Rick Hunter estaba a su lado, en su casa esa noche.

 

- Ponte esto… te hará entrar en calor… mientras tanto iré a prepararte algo de té caliente, ¿De acuerdo?

 

Lisa asintió.

 

- Gracias, Rick. – le respondió sinceramente.

 

Él se arrodilló frente a ella, tomando sus manos en las suyas y besándolas repetidamente.

 

- No estás sola, Lisa Hayes… - le dijo mirándola a los ojos. – Te amo… y siempre voy a estar a tu lado cuando me necesites… incluso aún cuando no me necesites… ¡No vas a poder librarte de mí!

 

Rick le sonrió esa sonrisa arrogante que a veces la hacía enfurecer y que otras veces la hacía sonreír. En esta ocasión su reacción fue una sonrisa espontánea, aunque no hizo comentario. Rick le besó la frente mientras se ponía de pie.

 

- Voy a calentar la cena… traje algo especial, así que espero que tengas hambre Lisa… porque te tengo una sorpresa.

 

- Tengo hambre. – Ella aceptó.

 

- ¡Bien! – Rick sonrió con cierto alivio. – Entonces voy a prepararlo todo, ¿De acuerdo?

 

Lisa asintió con la cabeza, pero antes de que él saliera de la habitación, la voz de ella lo hizo detenerse.

 

- Rick… debes… cambiarte de ropa… yo tampoco quiero que te vayas a enfermar.

 

- Bien, esto es lo que haremos, te voy a preparar un té caliente… mientras te tomas tu té voy a dejar la cena calentándose y me voy a cambiar de ropa. En 15 minutos estaremos cenando, ¿De acuerdo?

 

Lisa le sonrió y Rick le devolvió la sonrisa. Sin más ceremonia salió de la habitación, mientras Lisa suspiraba profundamente… era la primera vez en mucho tiempo que sentía que podía respirar libremente, sin sentir esa opresión en el pecho. Aquella noche sentía que algo dentro de ella se había liberado… sentía como si un peso hubiera sido levantado de su corazón… sentía que, a pesar del frío que tenía en el cuerpo, su corazón comenzaba, poco a poco a calentarse.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Cuando Lisa entró a la sala, que había recibido una limpieza instantánea de emergencia de parte de Rick Hunter, notó que estaba iluminada por la suave luz de las lámparas y algunas velas que el capitán había colocado estratégicamente en varios lugares. La cena, que olía deliciosa y se veía muy apetitosa, estaba lista sobre la mesita. También sobre la mesa había una caja de chocolates. Lisa miró a Rick, quien sonreía satisfecho al ver su reacción de sorpresa.

 

- ¿Cómo pudiste preparar todo esto en 20 minutos?

 

- Bueno… uno se las arregla.

 

Rick le sonrió traviesamente y de pronto ante Lisa apareció el ramo de flores que Rick había comprado para ella y que hasta ese momento había escondido detrás de su espalda.

 

- Son para ti, Lisa.

 

- ¡Oh Rick! – Los ojos verdes de la capitana brillaron con lágrimas, mientras recibía las flores que él le entregaba. - ¡Son hermosas!

 

- Presiento que voy a necesitar un impermeable, porque ahí viene la catarata. – Rick bromeó, provocando una risita apagada en ella.

 

Rick condujo a Lisa al sofá y cuando ambos estuvieron instalados, comenzaron a cenar. Rick estaba impresionado al ver el cambio tan radical que Lisa había tenido esa noche. Parecía que ese episodio en el baño hubiera puesto un punto final al estado en el que Lisa se encontraba hasta esa mañana… por lo cuál él dio gracias al cielo. El doctor Evans le había dicho, la última vez que habían hablado por teléfono, que ella necesitaba sacar lo que llevaba dentro… lo que había sucedido esa noche había sido una manera brusca y violenta de sacar todo ese dolor y esa frustración, pero Rick sabía que había sido algo necesario.

 

Lisa comió todo lo que él le ofreció e incluso se rió de algunos de sus chistes, que a decir verdad no eran muy buenos. Cuando terminaron de cenar, Rick recogió los platos sucios y los llevó a la cocina. Sobre la mesita de noche sólo quedó la caja de chocolates.

 

- Rick… - Lisa habló cuando el volvió a sentarse a su lado. – Yo—quería disculparme contigo… por la manera en cómo me he estado comportando últimamente. Hoy estuve pensando mucho las cosas y me di cuenta de que mi actitud era inmadura… y que estaba siendo injusta no solo conmigo, sino también con ellos… y contigo.

 

- ¡Olvídalo, Lisa! Lo importante es que ya pasó… y no tienes nada de que disculparte.

 

- No Rick, sí debo hacerlo… ellos me dieron la oportunidad de vivir y yo, en lugar de agradecerla y demostrarles que yo sabré honrar su memoria, me estaba sumiendo en la autocompasión… esa no es la actitud que uno debe tener con alguien que le dio una segunda oportunidad, ¿No te parece?

 

Rick asintió levemente con la cabeza, pero no hizo mayores comentarios.

 

- Vi el álbum de fotos que dejaste aquí en la mañana… y entonces sentí que… que ellas me miraban desde esas páginas… que me reclamaban no el hecho de haber sobrevivido, sino el hecho de estar malgastando esa oportunidad… y entonces me di cuenta de que… de que tú estás luchando por mí, Rick… y yo… yo simplemente me acobardé… y me dejé vencer sin siquiera haber comenzado a luchar… yo—

 

- Me alegra que hayas aclarado esos puntos contigo misma, Lisa. – Rick le respondió con sinceridad. – Aún hay mucho por hacer… por ellos, por nosotros, por ti misma… necesitabas llorarles, necesitabas guardar el luto por unos días… pero ahora necesitas ponerte de pie una vez más, demostrarle a todo el mundo de qué estás hecha, lo fuerte que es la sangre Hayes que llevas en las venas… porque en este momento hay muchas cosas esperando por ti… tienes mucho trabajo por delante.

 

Lisa miró a Rick interrogativamente. El tono de voz que él había usado para decirle aquellas palabras le dijo a Lisa que no estaba hablando de manera hipotética… que había algo que él quería comunicarle. Rick se acercó a ella y la tomó de las manos, sonriéndole con una mezcla de cariño, orgullo y ansiedad.

 

- ¿Qué sucede, Rick?

 

- Bueno… no sé si sea el momento preciso pero… supongo que después de lo que acabas de decirme… la verdad es que para mí es un honor ser el portador de estas noticias… solo te pido que respires profundamente.

 

- ¿De qué se trata, Rick? Me estás poniendo nerviosa…

 

Rick levantó la caja de chocolates que estaba sobre la mesa y de debajo de ella tomó un sobre que tenía los escudos oficiales de la RDF y el Gobierno de la Tierra Unida. Lisa lo miraba con curiosidad. Sus ojos bajaron del rostro de Rick a la carta que él le extendía. En el sobre pudo leer su nombre: “Capitana Elizabeth Hayes”.

 

- ¿Qué es esto, Rick?

 

- Léelo.

 

Lisa tomó la carta de la mano de Rick y la abrió sintiendo que los dedos le temblaban con los nervios y la emoción. No sabía de qué se trataba aquello, pero la actitud de Rick le decía que era algo importante. Rick sonrió divertido al ver cómo Lisa se desesperaba por abrir la carta y cómo terminó rompiendo el sobre para sacar el documento que venía en su interior. Mientras ella leía, él no quitaba su vista de su rostro, leyendo en su expresión facial todas las emociones que aquel anuncio provocaba en ella: sorpresa, miedo… no, más bien pánico, terror… luego incredulidad… finalmente emoción.

 

- ¿Al—almirante…? – Lisa tartamudeó. - ¿… yo?

 

- Así parece. – Rick asintió, sin poder ocultar la emoción y el orgullo que él mismo sentía en ese momento. – Elizabeth Hayes, Almirante de la RDF.

 

Lisa miró a Rick con una mezcla de incredulidad y sorpresa. No sabía que se había escuchado más extraño, el que Rick la hubiera llamado por su nombre completo… o el que la hubiera llamado almirante de la RDF. Su vista bajó una vez más y releyó aquel comunicado dos o tres veces… pero el texto jamás cambió.

 

- Pero… no puede ser. – Lisa sacudió la cabeza. – Es que… debe de haber algún error… Rick, nadie salta de ser capitán a ser almirante… nadie excepto—

 

- El Almirante Gloval. – Rick asintió con la cabeza. – Y ahora usted, señorita.

 

- Pero… ¿Cómo…? ¿POR QUÉ?

 

- Pues porque necesitan a alguien fuerte y valiente… alguien que pueda hacerse cargo de la RDF, que inspire a los soldados, que le dé confianza a los oficiales… que guíe a los jefes… y no hay nadie mejor preparada para ese trabajo que tú, Lisa. Es tan simple como eso.

 

- Pero… ¿Qué hay del Coronel Maistroff, por ejemplo? ¿No sería lo más lógico que fuera él quien asumiera el control?

 

- Tengo la impresión de que las ambiciones de Maistroff son más políticas que militares… - Rick se encogió de hombros. – Además, siendo sinceros… ¿Quién en la RDF tomaría en serio a un almirante como Maistroff?

 

Lisa le lanzó a Rick una mirada de reproche que significaba que debía respetar a sus superiores, pero de inmediato aquella mirada se convirtió en una pequeña sonrisa de complicidad, pues ella misma opinaba lo mismo que Rick.

 

- Es que yo—no sé si podré, Rick… es una responsabilidad demasiado grande y yo—

 

- Podrás con esa responsabilidad… ¡Y serás la mejor! – Rick se acercó a ella y se inclinó para besarla en la mejilla. – Estabas nerviosa cuando te ascendieron a Capitana, ¿Recuerdas?

 

- Sí, siempre que uno obtiene un ascenso es natural sentirse nervioso pero—este ascenso es… Rick, ¿Tienes una idea de lo que significa ser almirante?

 

- No. – Rick respondió con sinceridad. – Sé que son gente importante, que reciben el mejor sueldo de todo el ejército, que tienen los mejores lugares en cualquier lugar a donde van… que pueden dar la orden que quieran a quien quieran a la hora que quieran y nadie los puede cuestionar.

 

- Si lo pones de esa manera suena muy tentador. – Lisa sonrió. – Pero con todo ese poder viene una gran responsabilidad.

 

- Responsabilidad que tú tienes, Lisa… yo tengo fe en ti, sé que podrás con este nuevo rango y que serás la mejor almirante de la historia.

 

- La primera almirante en la historia de la RDF. – Lisa completó.

 

- Motivo de más para sentirte orgullosa. – Rick se acercó a ella y la abrazó, acurrucándola contra su pecho. - ¡Imagínate lo feliz que debe de estar tu padre! Habrá otro almirante en el árbol genealógico de los Hayes.

 

Lisa sonrió, visiblemente emocionada al pensar en lo que Rick acababa de decirle.

 

- Mi padre fue almirante durante mucho tiempo… siempre pensé que para llegar a ese rango uno necesitaba ser grande, fuerte, importante… yo no me siento así en absoluto.

 

- Sí lo eres… en todo caso, quizás ahora los nuevos requisitos para ser almirante es que debes de ser inteligente, hermosa y absolutamente adorable… y esos requisitos los cumples cabalmente, amor.

 

Lisa miró a Rick al rostro y él le sonrió con ternura. Lisa no pudo menos que regresarle la sonrisa y abrazarlo estrechamente, tratando de calentarse contra su cuerpo. Aún sentía algo de frío… y aún no podía creer que estuviera ahí, con Rick… y que él le estuviera diciendo esas palabras… o que la estuviera abrazando de la manera en cómo lo estaba haciendo.

 

- Por otro lado, - Rick continuó. – supongo que otro requisito para ser almirante es que sepas dar órdenes, ¿No es así? Y en ese caso tú serás la mejor, pues no hay nadie más autoritativa y mandona en toda la RDF que tú, Lisa.

 

Lisa se separó de golpe de Rick, lanzándole una mirada asesina. Él ya se estaba riendo; puso sus brazos en torno a los hombros de Lisa y la atrajo contra sí.

 

- No capitana Hayes… usted no va a ningún lado… ¿O debería decir Almirante Hayes?

 

- ¿De verdad soy autoritativa y mandona?

 

- Hmmm… - Rick sonrió. – A veces… pero esa es otra de las cosas que me encanta de ti.

 

- Bueno… gracias… supongo. – Lisa no pudo menos que sonreír.

 

Estuvieron ahí, abrazados por un buen rato sin decir palabra. Imperceptiblemente Rick se había recargado contra los cojines a sus espaldas y ahora Lisa descansaba sobre su pecho, mientras él le acariciaba la espalda y ella trazaba algunas figuras en su pecho con su dedo índice. Ambos estaban perdidos en sus pensamientos. Después de un buen rato fue él quien rompió el silencio:

 

- ¿Qué piensas, Lisa? ¿Vas a aceptar?

 

- ¿Crees que debería?

 

Rick sonrió. El hecho de que Lisa le estuviera pidiendo su opinión significaba mucho para él. En ese momento, agotado como estaba, decidió no enfrascarse en un discurso filosófico ni darle a Lisa la lista de razones por las que él pensaba que ella debería de aceptar. En lugar de eso, simplemente la miró a los ojos, le quitó el cabello de la frente y asintió con la cabeza.

 

- Sí… yo creo que deberías.

 

- La carta dice que fue… que fue una recomendación del Almirante Gloval.

 

- Lo fue… y tú sabes que él no querría a nadie más que a ti en ese cargo, Lisa. Sobre todo, no querría a uno de los secuaces de Maistroff.

 

- ¿Secuaces? – Lisa se rió.

 

Rick no pudo evitar el reírse también. La risa de ella era música en sus oídos. Aun la sentía melancólica y un tanto triste y distraída, pero sentía que la estaba recuperando.

 

- ¿Entonces?

 

- Bueno… - Lisa se movió un poco, apoyando su pecho sobre el de él para mirarlo directamente al rostro. - ¿Qué te parece si mañana cuando vengamos de regreso de la Base pasamos por tu casa a recoger tu uniforme de gala para la ceremonia?

 

Una sonrisa de oreja a oreja apareció en el rostro de Rick cuando escuchó aquellas palabras. Parecía que Lisa ya se sentía lo suficientemente repuesta como para regresar a la base… y aceptaría aquel puesto.

 

- No… no me parece. – Rick negó con la cabeza, tocando juguetonamente la punta de la nariz de Lisa, provocándole cosquillas. - ¡Que cara tan rara! – se rió.

 

- ¿Y por qué no te parece? – Lisa se quitó el dedo de Rick de enfrente, como si estuviera espantando a una mosca.

 

- Porque mañana ni tú ni yo nos vamos a presentar en la base… pienso tomarme el día libre y pienso pasarlo contigo, Lisa. Y ¿Sabe qué almirante? No es una petición ni una sugerencia… es una orden directa.

 

- ¡Insubordinado el muchachito! – Lisa le sonrió traviesamente. – Pero aún no soy almirante.

 

- ¡Ah, simples tecnicismos! Ahora… ¿Por qué no celebramos con esa caja de chocolates?

 

Lisa sonrió y alcanzó la caja de chocolates que estaba sobre la mesa. La abrió aspiró el aroma; enseguida tomó uno y miró a Rick. Se inclinó sobre él y con cariño y gratitud reflejada en sus ojos verdes y en su sonrisa, le ofreció el chocolate a Rick. Él no se negó ni se hizo del rogar. Mordió el chocolate que ella le ofrecía y luego ella se comió la mitad que había quedado en sus dedos.

 

Ahí estuvieron un buen rato más, comiendo chocolate, hablando de trivialidades hasta que finalmente Lisa se recostó en el pecho de Rick y cerró los ojos. Ambos estaban agotados después de una noche de insomnio y un día cargado de demasiadas emociones. Aunque ninguno de los dos quería dejar aquel sofá, el sueño y el cansancio fueron más fuertes que ellos y terminaron por vencerlos.

 

Ambos decidieron que era mejor retirarse a descansar por aquella noche. Lisa fue a su habitación a prepararse para dormir mientras Rick, en la sala, llamaba a Max por teléfono para avisarle que se tomaría el día. No quiso entrar en detalles, por lo que le dijo que luego le contaría lo que había sucedido, pero que las cosas estaban bien. Max se alegró con aquella noticia y le dijo que no se preocupara por nada, él se encargaría de todo.

 

Rick improvisó su cama en el sofá y después de ponerse su pijama, fue a la habitación de Lisa a desearle las buenas noches y a asegurarse de que estaría bien. Ella lo recibió con una sonrisa y su pijama de franela verde que no sólo la hacía ver adorable y le resaltaba el color de sus ojos y su cabello, sino además era muy calientita. Rick sonrió y le besó la mejilla, mientras le decía que ya había arreglado todo y que el día siguiente sería sólo para ellos.

 

Lisa lo miraba con una mezcla de cariño, gratitud, admiración y ternura que hicieron que el capitán Hunter sintiera la necesidad de abrazarla, besarla y jamás dejarla ir. Pero en lugar de ello simplemente decidió dejarla descansar. La besó en la frente y le deseó las buenas noches. Pero cuando se iba a retirar, Lisa lo tomó por la muñeca y le habló con una voz suave, como nunca había escuchado en ella:

 

- Rick… si quieres puedes quedarte aquí esta noche… conmigo.

 

- ¿Aquí…? ¿Contigo…? – Rick repitió sus palabras con un dejo de incredulidad en su voz, como si no creyera lo que sus oídos habían escuchado.

 

- Bueno… es que… hace frío y pensé que el sofá es algo incómodo y—bueno… - Lisa lo miró a los ojos y sonrió, al tiempo que sus mejillas adquirían un leve sonrojo. – La verdad es que no tengo excusas Rick… simplemente… me gustaría que te quedaras conmigo esta noche… no—no quiero estar sola.

 

- Yo tampoco. – Rick le respondió con sinceridad.

 

Lisa sonrió y cerró la puerta de la habitación. Lejos de sentirse nervioso o extraño con aquello, Rick se sentía bien… sentía que era lo correcto… que era lo que él quería. Sabía que esa noche ambos necesitaban la compañía el uno del otro y sabía que Lisa no le estaba pidiendo que se quedara con ella porque tuviera intenciones de otro tipo… ¡Dios, ni siquiera se habían besado todavía! Pero dormir con ella… descansar con ella… despertar con ella… aquello era lo más cercano que Rick podía imaginarse a una noche perfecta. Al menos en esa etapa de su relación.

 

Mientras él pensaba en esas cosas, Lisa ya se había metido en la cama y le sonreía con ternura y con cierta timidez, esperando que él hiciera lo mismo. Rick se acercó a la cama y se metió debajo de las cobijas… no era la primera vez que dormirían juntos… pero si era la primera vez que lo harían como pareja.

 

- Como pareja… - Rick pensó mientras Lisa apagaba la luz. – ¡Mi pareja! Lisa… mi chica… mi mujer… mi amor… ¡Mi universo entero!

 

Lisa se acercó a Rick y en la penumbra de la habitación lo miró al rostro. Él le sonrió y le besó la frente con ternura.

 

- ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?

 

- Mejor. – Lisa le respondió en un susurro, pero con gran sinceridad. - ¡Gracias Rick!

 

- Olvídelo, almirante. – Ambos sonrieron. - ¡Vamos, descansa!

 

Lisa recargó su cabeza en el pecho de Rick y extendió su brazo izquierdo sobre el pecho de él para que su mano descansara en su hombro derecho. Rick suspiró profundamente y puso sus brazos en torno a Lisa, recargando su mejilla contra el cabello de ella. Un prolongado silencio se hizo en la habitación. Por un momento él pensó que ella se había quedado dormida, pero luego escuchó su voz, apenas audible contra su pecho.

 

- ¡Te amo, Rick Hunter! – le dijo.

 

Rick sonrió y la apretó contra sí.

 

- Y yo te amo a ti…

 

- Lo sé. – Lisa sonrió contra su pecho.

 

- Descansa, Lisa… duerme bien.

 

- Tu también… amor.

 

La sonrisa que Rick tenía en el rostro se hizo más profunda. Era la primera vez que ella lo llamaba de esa manera y Lisa sintió cómo el corazón del piloto comenzó a palpitar más de prisa. Tenía su oído sobre el pecho de Rick, exactamente en el lugar en donde podía escuchar su corazón, el sonido de su vida. Lisa se acurrucó más estrechamente contra él y cerró los ojos. Tal vez era el hecho de que estaba agotada, tal vez que tenía frío y su calor la reconfortaba o simplemente que estaba descansando en sus brazos, pero en cuanto cerró los ojos cayó en un sueño profundo y relajado… y durmió como quizás no lo había hecho jamás en su vida.

 

Rick estuvo despierto por unos minutos más, sosteniendo a Lisa contra su pecho, subiendo y bajando su mano distraídamente por su espalda y con la mirada clavada en el techo sobre él y una sonrisa leve pero muy significativa en los labios. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando. El sonido acompasado de la respiración de Lisa y su calor terminaron por relajarlo por completo.

 

- Almirante Lisa Hayes. – Murmuró.- ¡Te amo!

 

Y con su último pensamiento de aquel día, agradeció al cielo que Lisa por fin hubiera reaccionado y se prometió que no la abandonaría, que pasara lo que pasara siempre estaría con ella para cuidarla, para protegerla, para apoyarla y para ser su amigo incondicional, su compañero, su cómplice, su aliado… para ser completamente suyo en cuerpo, alma y en espíritu desde ese momento y para el resto de la eternidad.

 

 

- - - - - - - - - -

 

 

Lisa entreabrió los ojos y se percató de que, si bien ya había amanecido, aún era muy temprano. A juzgar por la luz grisácea que se filtraba por los pliegues de las cortinas, aquel sería otro día frío. Parpadeó un par de veces y fue hasta entonces que se percató de que no estaba sola… ella estaba descansando sobre su costado, pero detrás de ella podía sentir el cuerpo tibio de Rick y su brazo colocado protectivamente alrededor de ella.

 

Aquello parecía ser un sueño… Lisa pensaba que su cama jamás se había sentido más cómoda y tibia y ella se sentía relajada y tranquila. Respiró profundamente y se percató de que incluso aquel acto tan básico, como lo era el respirar, parecía más sencillo y natural esa mañana. Había dejado de sentir esa opresión en el pecho que ya se había vuelto tan familiar para ella… porque la había acompañado durante años. Sonrió adormiladamente y se acurrucó aún más estrechamente contra Rick, quien dormía profundamente. Ella podía sentir su aliento en su cuello, amortiguado por su propio cabello y también podía sentir la respiración profunda y acompasada de su piloto en el lugar donde el pecho de él descansaba contra la espalda de ella.

 

Lisa comenzó a subir y bajar su mano por el brazo que Rick mantenía alrededor de ella mientras comenzaba a recordar lo que había sucedido el día anterior. El haber visto su álbum de fotos había acelerado un proceso que probablemente sin la ayuda y apoyo de Rick le hubiera tomado meses. El ataque de Khyron había ocurrido hacía sólo unos días, pero parecía que habían pasado años. Lisa sintió sus ojos llenos de lágrimas otra vez cuando los rostros de las chicas aparecieron en su mente. Pero esta vez no hizo el más mínimo esfuerzo para contener esas lágrimas, que resbalaron libremente por sus mejillas. El dolor aún estaba ahí, la rabia, la impotencia… pero Lisa había comenzado a comprender que no podía culparse por lo que había sucedido, y sobre todo, que no podía sentirse culpable de estar viva.

 

Ahora tenía muchos motivos por los cuales vivir y seguir adelante. Durante años su único motivo había sido el deber, pero ahora tenía planes, tenía proyectos, tenía sueños… ahora tenía el amor de Rick Hunter y eso, tan sólo eso, significaba todo para ella.

 

Al pensar en eso, más lágrimas surgieron del fondo de su alma… pero esas eran lágrimas de alegría. Jamás en su vida Lisa se hubiera imaginado que algún día amanecería en los brazos de él, de la manera en como lo había hecho esa mañana. Ni en sueños se hubiera permitido pensar que un día Rick la cuidaría de la manera en cómo lo estaba haciendo… que se preocuparía por ella… que se quedaría a su lado… que le diría que la amaba.

 

- No es un sueño. – Lisa murmuró entre dientes. - ¡No es un sueño!

 

- Para mí sí lo es. – Un adormilado Rick Hunter murmuró en su oído y luego la besó con cariño. - ¡Buenos días, hermosa! ¿Qué haces despierta tan temprano?

 

Lisa sonrió y cambió su posición en la cama, para mirar a Rick de frente. Los ojos de ambos estaban apenas entreabiertos y era obvio que ninguno de los dos había todavía despertado por completo. Rick le acarició el rostro con cariño con el dorso de su mano y luego con su pulgar siguió el caminito húmedo que las lágrimas habían dejado en su mejilla.

 

- ¿Por qué lloras, amor? – le preguntó con ternura. - ¿Te sientes bien?

 

- Muy bien. – Lisa le sonrió.

 

Rick no dijo nada más, solo la atrajo hacia él, abrazándola contra su pecho. Lisa se dejó consentir, cerró los ojos y se permitió relajarse y disfrutar del calor del cuerpo de él, de su olor, de su cercanía física. Ambos habían vuelto a cerrar los ojos y parecía que se iban a volver a quedar dormidos.

 

- Las voy a extrañar mucho, Rick. – Lisa finalmente habló.

 

- Lo se. – Él abrió los ojos y comenzó a subir y bajar su mano por la espalda de Lisa. – Pero desde donde estén, yo sé que te están mirando en este momento y se sienten muy orgullosas de ti… - Rick hizo una pausa. – Bueno, espero que no te estén mirando precisamente en este momento… quisiera algo de privacidad, ¿Sabes?

 

- ¡Eres un tonto! – Lisa soltó una risita y le pegó en el pecho.

 

- Bueno, con las chicas uno nunca sabe. – Rick sonrió, satisfecho de haber hecho reír a Lisa. – Me imagino que quieren estar al tanto de los chismes.

 

- Pienso que sí estarían muy felices de saber que—que bueno… que tú y yo…

 

- Sí… - Rick sonrió soñadoramente. – Aún no puedo creer que hasta hace unos días esto parecía tan lejano, tan… inalcanzable.

 

Lisa no pudo evitar el hacer un gesto de dolor al recordar los días anteriores al ataque de Khyron y lo mucho que había sufrido por Rick. Él sintió cómo ella se tensaba un poco y decidió que si bien ambos debían de hablar, arreglar su situación y aclarar muchos malentendidos, aquel no era el momento oportuno, por lo que simplemente decidió cambiar de tema.

 

- ¿Te gustaría salir a caminar? – Rick le preguntó, mirándola al rostro. – Hace días que no sales y pienso que te haría bien estirar un poco las piernas.

 

- Sí… - Lisa no se sentía con muchas ganas de salir, pero decidió hacer un esfuerzo. - ¿A dónde iríamos?

 

- No sé… un paseo por el parque… mira, voy a preparar algo de desayunar y luego.

 

- No. – Lisa se movió un poco, haciendo que Rick se recostara sobre su espalda y ella se recargó en su pecho, mirándolo a los ojos y subiendo y bajando juguetonamente su dedo índice en el pecho de él. – Yo preparo el desayuno… tú ya has hecho suficiente, Rick.

 

Él no dijo nada, sólo sonrió, clavando su mirada en los ojos verdes de Lisa que aquella mañana parecían tener un tono particularmente brillante. Siguió el contorno del rostro de ella con su dedo y asintió, feliz de darse cuenta de que Lisa volvía a su rutina, pues ese era uno de los puntos que el psiquiatra le había recomendado para ayudarla a superar su estado de stress post-traumático.

 

- Podría despertar de esta manera el resto de mi vida, ¿Sabes? – Finalmente él habló.

 

- Hmmm… - Lisa sonrió traviesamente. – No pienses que esto se va a convertir en una costumbre. Vas a tener que ganártelo, Rick Hunter.

 

- Entonces es mejor que desde ahora establezcamos una tabla de puntos, ¿No le parece capitana? Para ir llevando un marcador y saber a qué tipo de premio tengo derecho con los puntos que acumule cada día… pero desde ahora le advierto, me gusta competir y voy a ganar muchos puntos.

 

- Espero que así sea, capitán. – Lisa se acercó para besarlo en la frente. – No espero menos de usted.

 

Lisa se puso de pie y le lanzó a Rick una mirada llena de amor que provocó una sonrisa inmediata en el rostro de él. La siguió con la mirada hasta que salió de la habitación y luego se recargó en las almohadas, colocando sus brazos debajo de su cabeza y clavando sus ojos en el techo, al tiempo que suspiraba profundamente.

 

- Si… definitivamente podría acostumbrarme a esto.

 

 

- - - - - - - - - - -

 

 

El desayuno transcurrió en un ambiente tranquilo. Lisa había comenzado a hablar más sobre la experiencia del último ataque y Rick la escuchaba con atención. Hablaron sobre lo que había sucedido ese día, durante el ataque, las estrategias de defensa que se habían seguido, lo que había sucedido tanto en el puente del SDF2 como en el del SDF1 y de muchos tecnicismos. Lisa no podía evitar que de pronto alguna lágrima rebelde escapara de sus ojos y corriera por su mejilla, y no podía controlar su voz, que por momentos se quebraba, pero Rick sabía que aquello era bueno para ella, por lo que la motivaba a seguir hablando.

 

En algún momento la conversación tomó un nuevo giro y terminaron recordando todos los buenos momentos que habían compartido con Claudia y las chicas. Rick parecía tener un talento especial para hacer reír a Lisa y eso le encantaba. Aún en medio de aquel drama y de todo el dolor, el hecho de saber que él podía hacer que ella se riera, con él, a causa de él, o incluso de él, le provocaba una satisfacción muy íntima… además de que le encantaba escuchar la risa suave y cristalina de Lisa y ver la manera en cómo su rostro se relajaba y sus ojos brillaban cuando reía. ¡Se veía hermosa!

 

Después de desayunar, y mientras Lisa tomaba una ducha que, por órdenes expresas del capitán Hunter debía de ser tibia y relajante, Rick se dedicó a limpiar un poco la casa. Lavó los platos y limpió la cocina, luego se movió a la sala y finalmente a la habitación. Para cuando Lisa salió del baño, secándose su cabello con una toalla, Rick estaba terminando su labor.

 

- ¡Que hacendoso! – Lisa le sonrió.

 

- Sí, bueno… no se te olvide anotarme mis puntos en la tablita, ¿De acuerdo?

 

Lisa sonrió y Rick le anunció que ahora él iría a tomar un baño rápido. Fue por su ropa y cuando pasó al lado de Lisa le dio un beso rápido en la mejilla de pasada. Entró al baño y Lisa suspiró profundamente, tratando de convencerse, por milésima vez en aquel día, de que aquello no era un sueño.

 

Cuando Rick salió del baño, vestido con jeans y el suéter azul que tanto le gustaba a Lisa, la encontró sentada frente a su computadora, revisando su correo electrónico. Fue a pararse detrás de ella y le rodeó los hombros con sus brazos, apoyando su barbilla en el hombro derecho de Lisa.

 

- ¿Alguna novedad?

 

- No… - Lisa contestó sin mucho ánimo. – Recibí algunos mensajes de Maistroff, con respecto a la ceremonia de mañana, pero nada importante. Estaba leyendo algunas actualizaciones que enviaron, sobre los servidores auxiliares que entraron en funcionamiento después de que los principales, que se encontraban a bordo del SDF1 sufrieron daños.

 

- Ya veo… nada interesante, ¿eh?

 

- No… nada interesante.

 

Lisa apagó su computadora y miró a Rick.

 

- Rick… me gustaría… tal vez si pudiéramos…

 

- ¿Sí?

 

- Bueno… quiero ir al SDF1.

 

- Pensé que tomaríamos el día libre. – Rick no pudo ocultar su desencanto en el tono de su voz.

 

- No, no quiero ir a trabajar… sólo quiero ir… a ver cómo van las cosas.

 

Rick se separó de ella, y Lisa giró sobre su silla para verlo de frente. Él puso sus manos en los hombros de ella y la miró a los ojos.

 

- ¿Estás segura?

 

Lisa asintió con la cabeza, al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas, aunque no se permitió derramar una sola de ellas.

 

- Según el informe que acabo de leer hubo un centenar de bajas militares y al menos la mitad de civiles. La mayoría de bajas civiles ocurrieron durante el primer ataque…estaba leyendo la lista de bajas militares… - sus ojos brillaron aún más intensamente, pero se controló. – Para muchos de ellos los restos del SDF1 serán su tumba… muchos cuerpos no pueden ser recuperados.

 

- Sí, había escuchado algo al respecto.

 

- Sólo me gustaría ir… tal vez llevar algunas flores…

 

- Entiendo. – Rick asintió con la cabeza. – Entonces iremos. En estos momentos se están llevando a cabo trabajos de limpieza y saneamiento. La zona está restringida pero… no creo que haya problema si quien quiere entrar es la nueva almirante. – Rick le sonrió.

 

- Todavía no soy almirante. – Lisa bajó la mirada, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa de emoción que apareció en su rostro.

 

Rick se puso de pie y la ayudó a hacer lo mismo. Cuando estuvieron el uno frente al otro, él la observó de la cabeza a los pies. Con los jeans y el suéter color verde que llevaba puesto se veía muy joven y particularmente hermosa. Parecía una universitaria y no la casi-almirante de la RDF. Lisa le acomodó el cuello de su suéter e hizo el comentario de lo atractivo que se veía aquel día y lo mucho que le gustaba verlo usar aquel suéter. Rick hizo la anotación mental de que lo usaría lo más que pudiera. Le ayudó a Lisa a ponerse su chamarra color caqui, que hacía juego con sus botas, su bufanda y sus guantes. Él mismo se puso una chamarra color azul y sus guantes y bufanda.

 

Cuando salieron de la casa, el frío aire invernal les dio la bienvenida, acariciándoles el rostro con un toque que parecía el de mil agujas clavándose en su piel. Rick le ofreció su brazo a Lisa y ella se aferró a él. Y así, juntos, comenzaron a caminar hacia el lago Gloval.

 

 

- - - - - - - - - - -

 

 

Había sido difícil encontrar flores blancas en lo más crudo de aquel invierno y en una ciudad devastada. Pero Rick y Lisa habían recorrido todos los lugares que habían podido, hasta que habían encontrado un pequeño ramo de ellas. Ambos jóvenes estaban impresionados pero a la vez conmovidos de la manera en que los habitantes de Macross se levantaban y seguían adelante una y otra vez sin perder jamás los ánimos ni la esperanza.

 

Enfundados en su ropa invernal, nadie parecía reconocerlos. En más de un lugar habían escuchado a las personas comentar sobre los últimos acontecimientos, sobre lo mucho que todo el mundo había sentido la muerte del Almirante Gloval y sobre las noticias que circulaban por todos lados, diciendo que al día siguiente se nombraría un nuevo almirante. El nombre que escucharon pronunciar una y otra vez fue el del Coronel Maistroff. Lisa y Rick intercambiaban miradas y sonrisas traviesas cada vez que escuchaban algún comentario en ese sentido. ¡El día siguiente traería sorpresas para los habitantes de Ciudad Macross!

 

También escucharon muchos comentarios de las personas que, entre ellos, conversaban sobre lo agradecidos que estaban de que no hubieran decidido evacuar a toda la ciudad. Los rumores decían que en un momento se había considerado la idea de trasladar a toda la población a Ciudad Monumento y a Ciudad Granite, pero que la RDF y las autoridades civiles habían decidido hacer un esfuerzo por sanear la zona y reconstruir Ciudad Macross una vez más.

 

Sin embargo el comentario más frecuente en las calles de Macross era que la guerra había terminado… que la guerra finalmente había terminado. Ahora, por fin, era el turno de la paz.

 

Rick llevó a Lisa a la zona de saneamiento, en dónde pudieron pasar sin mayores problemas. Los equipos de trabajo no se detenían, estaban trabajando en turnos que cubrían una guardia de 24 horas. El personal era relevado cada 6 horas, pero el trabajo jamás cesaba. Con el ritmo y la velocidad de trabajo, se esperaba que el saneamiento terminara en un par de semanas. La RDF había adquirido bastante experiencia en esos procedimientos tras el ataque de Dolza a la Tierra, cuando la totalidad del planeta quedó infectada con la radiación del brutal ataque. Ahora se usaban esos conocimientos adquiridos en la restauración del balance de Ciudad Macross.

 

Lisa y Rick fueron guiados por la zona por uno de los técnicos que estaban a cargo de aquel turno. Se les pidió que vistieran ropa especial y una vez dentro, pudieron observar la magnitud de los daños, y la eficiencia del trabajo realizado.

 

Posteriormente Rick acompañó a Lisa a la orilla del lago, en donde ella dejó caer, una a una, todas las flores blancas que había llevado hasta ahí para honrar la memoria de quienes habían muerto en ese ataque. Rick le dio a Lisa la oportunidad de que se tomara su tiempo. Sabía que aquello era parte del proceso de curación de ella, y Rick quería que Lisa hiciera todo lo que tenía que hacer. Después de arrojar todas las flores al lago, Lisa inclinó su cabeza en una oración silenciosa. Rick jamás había sido un hombre particularmente religioso, pero en ese momento, al lado de Lisa inclinó la cabeza e hizo una oración… por aquellos que habían muerto, por aquellos que vivirían con las cicatrices de esa última batalla, pero sobre todo, una oración por ellos… por él y por Lisa.

 

Lisa sintió cómo la mano de Rick buscaba la suya. Sus dedos enguantados se entrelazaron y él le dio un apretoncito que ella correspondió. Estuvieron un buen rato observando el Lago Gloval y los restos del SDF1 en silencio. Finalmente ella habló:

 

- Saldremos adelante, Rick… sé que lo haremos.

 

- Sí. – Él asintió. – Así será, Lisa.

 

Después de visitar el Lago Gloval, Rick decidió llevar a Lisa a comer un bagette al Café Seciele, que estaba cerca del parque y que siempre había sido un lugar que ellos frecuentaban. No habían estado ahí desde aquel día en que Rick había dejado a Lisa plantada, cuando habían quedado en ir a aquel malogrado picnic. Pero ambos sabían, aún sin decírselo, que iban a tener que comenzar a superar todos esos malos momentos y era mejor empezar cuanto antes.

 

Mientras comían ahí, Lisa hizo el comentario de las muchas horas que había pasado aquel día en ese lugar. Rick no quería entristecerla con una conversación sobre Minmei y el porqué habían sucedido las cosas de aquella manera en esa ocasión. Ya habría tiempo para hablar de ello. En lugar de eso, Rick le hizo el comentario de que ese picnic seguía pendiente y que esperaba compensarla por eso muy pronto.

 

Después de aquella comida ligera, ambos se dirigieron al parque, en donde caminaron sin rumbo fijo por horas, a veces en silencio, a veces conversando sobre la ceremonia del día siguiente, o hablando trivialidades. En algún momento Lisa siguió hablando sobre las chicas y luego su conversación se enfocó en el Almirante Gloval, lo mucho que lo admiraba, que lo quería… y cómo él siempre había sido una figura paterna para ella. Habló de los planes que él tenía, de sus esperanzas, de sus sueños para un futuro en donde la paz y el entendimiento universal pudieran ser posibles. Rick la escuchaba con atención, sintiéndose a la vez orgulloso y emocionado de escucharla hablar de ese modo. Sí, la capitana Hayes estaba regresando poco a poco… ¡Y aquello le encantaba!

 

Finalmente, después de una caminata que se extendió por horas, pero que ellos no parecieron sentir, los dos se sentaron en una banca de piedra, en un lugar apartado del parque, cerca de una fuente en donde el agua se había congelado. El paisaje era hermoso, aunque helado, pero Rick quería decirle a Lisa algo antes de volver a casa.

 

- ¡Todo es tan hermoso! – Lisa comentó, su aliento formando un vaho mientras hablaba. Hace mucho frío… pero este paisaje relaja mucho la vista.

 

- Sí… - Rick comentó distraídamente. – Lisa, hay algo que quiero decirte pero…

 

- ¿De qué se trata, Rick?

 

Rick miró la fuente frente a ellos y se encogió de hombros.

 

- Es sólo que… hay tantas personas a las que les debemos tanto… y estaba pensado que aunque ellos hayan caído, jamás se irán de nuestro lado, ¿No es así? Porque dicen que una persona no muere cuando su cuerpo deja de funcionar, sino más bien cuando su recuerdo es olvidado…

 

- Cierto… - Lisa sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas con las palabras de Rick. – Todos aquellos que amamos y que murieron… ellos simplemente fueron llamados a la Base antes que nosotros, ¿No es así? Su misión terminó antes que la nuestra…

 

Rick miró a Lisa y asintió a sus palabras. Sus ojos azules brillaban con lágrimas de emoción contenida por lo que quería decirle… pero que sin embargo no sabía cómo llegar a ello.

 

- Es que… siento que aún hay esperanza para nosotros, Lisa… para los que quedamos. Porque ahora que esta guerra terminó… fue necesario hacer un último sacrificio, uno que fue demasiado doloroso pero que… que nos dejó como legado la paz… ¡Por fin! Creo que todos perdimos demasiado en esta guerra pero también creo que ahora podemos recuperar lo que perdimos… - Rick se detuvo un momento, pero enseguida continuó. – Supongo que podemos… porque hay esperanza… y—y pienso que tenemos una buena razón para estar aquí y vivir un nuevo día… un día en donde la guerra sea sólo un recuerdo.

 

- Rick… - Lisa estaba enternecida con sus palabras.

 

El capitán Hunter tomó las manos de Lisa en las suyas y la miró a los ojos.

 

- Para mí tú eres mi razón, Lisa… porque cuando la última batalla terminó y te encontré, ahí a la sombra de los restos del SDF1, después de creer que te había perdido…

 

Rick se detuvo y pasó saliva, tratando de deshacer el nudo que sentía en la garganta. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y aquello contagió a Lisa de inmediato.

 

- Cuando te vi ahí, Lisa… supe que—que a pesar de todo lo que había perdido… había ganado más… ¡Te tengo a ti! En ese momento comprendí el significado del amor… del verdadero amor. Y sentí que finalmente me encontraba en puerto seguro… sentí como si tras años de estar perdido… finalmente volviera a casa.

 

Rick no pudo controlarse más. Se dejó ir contra Lisa, abrazándola vehementemente y escondiendo su rostro en el cuello de ella. Ella cerró los ojos y lo abrazó contra su cuerpo con todas sus fuerzas.

 

- ¡Perdóname Lisa! – Rick murmuraba en su cuello con voz quebrada por la emoción y el llanto que amenazaba escapar de sus ojos en cualquier momento. - ¡Perdóname por haber sido tan ciego! Perdóname por todo lo que te hice… por todas las veces que te lastimé, que te cuestioné, que te desobedecí… por todas las veces que te herí, que te di por hecho… Lisa, gracias porque jamás te diste por vencida conmigo… aunque no entiendo qué fue lo que viste en mí que te pareció que valiera la pena…

 

- Rick… - Lisa no podía controlar sus propias lágrimas. – Sé que tenemos muchas cosas de qué hablar… pero todo a su tiempo… no podemos arreglar todo en un segundo… pero no quiero que me pidas perdón… no quiero que te sientas culpable de nada… hubieron circunstancias que escaparon nuestro control… pero Rick, aunque tenemos que aclarar las cosas… no quiero que existan remordimientos entre nosotros… ¿De acuerdo?

 

- ¡Eres tan maravillosa, Lisa! – Rick susurró con amor. - ¿Qué haría sin ti? ¿Por qué tarde tanto en comprender las cosas?

 

- En ti Rick, simplemente encontré al único hombre que me comprende y que me hace sentir completa… que me hace sentir mujer… por eso te amo, Rick Hunter. Porque para ti mucho más que sólo una oficial superior, soy una mujer… tu descubriste a la Lisa Hayes que nadie más quería ver… a la Lisa Hayes que yo no permitía que nadie viera… ¿Cómo fue que te metiste debajo de mi piel y dentro de mi corazón? ¡Eso jamás lo voy a entender!

 

- Soy demasiado terco y demasiado furtivo para ti, ¿No es así, Lisa Hayes?

 

Rick se separó de ella, sonriéndole traviesamente, a pesar de las lágrimas que corrían por sus mejillas. Se limpió el rostro con la manga de su chamarra y se aclaró la garganta antes de seguir hablando.

 

- Yo—yo soñaba con tener a alguien que me esperara tras mis patrullajes, alguien quien me recibiera y me preguntara cómo me había ido… alguien que me escuchara, que se interesara en mí… que me dedicara aunque fueran sólo 5 minutos antes de irse a dormir… que estuviera orgullosa de mí…

 

Rick tomó las manos de Lisa y las besó sobre sus guantes, antes de volver a mirarla directamente a los ojos.

 

- Lisa, tú siempre hiciste todo esto, y más, por mí… tú cumpliste, sin que yo me percatara siquiera de ello, con todos mis sueños… todos, excepto uno…

 

- ¿Cuál...? – Lisa murmuró, con sus ojos llenos de lágrimas y sin poder apartar la mirada de los ojos de Rick.

 

- Soñaba que cuando las otras chicas estuvieran hablando de sus novios y de lo patanes e insensibles que ellos eran, mi chica, hinchada de orgullo, les dijera que yo era diferente… que yo era un buen hombre… que yo la respetaba, la consentía… que yo la amaba. Lisa, ese es el sueño que quiero cumplir ahora…

 

- ¡Oh Rick! – Lisa se rió, a pesar de las lágrimas que corrían por sus mejillas.

 

- No quiero cometer errores contigo… ya no. – Rick se notaba un poco nervioso. – Yo—no quiero dar nada por hecho contigo… y—jamás he hecho esto antes pero…

 

- ¿Si? – Lisa lo animó a continuar.

 

- Yo—no sé si esta sea la manera correcta… pero quiero que ambos estemos seguros, Lisa… que ambos sepamos, sin ninguna duda, que estamos parados en suelo firme… por eso—Lisa, quiero pedirte formalmente que—que seas mi novia.

 

Lisa parpadeó un par de veces, tratando de comprender lo que acababa de escuchar. Desde que ambos se habían revelado sus sentimientos hacía unos días, ella había dado por hecho que ahora eran una pareja formal… pero Rick tenía razón, era mejor dejar las cosas bien en claro… y el hecho de que él le hubiera pedido aquello de esa manera, con tanta formalidad, hacía que el corazón de Lisa comenzara a acelerarse en su pecho. Rick Hunter no dejaba de sorprenderla… sabía que jamás lo haría.

 

Rick la miraba a los ojos, sosteniendo sus manos en las suyas que le temblaban levemente. Sin siquiera darse cuenta, estaba conteniendo su aliento, esperando su respuesta.

 

Una sonrisa comenzó a aparecer poco a poco en el rostro de Lisa… una sonrisa tan radiante como él jamás había visto alguna anteriormente. Una sonrisa que pareció iluminar y calentar aquella helada tarde invernal. Lisa no pudo contestar a la pregunta de Rick, antes bien reaccionó echándole sus brazos al cuello y besándolo repetidamente en la mejilla, en el cuello, en la oreja…

 

Rick la apretó con fuerza y comenzó a reírse, por lo imprevisto de su reacción y por el hecho de que le estaba haciendo cosquillas. Se puso de pie y la giró por los aires, haciendo que Lisa se riera con una alegría que hacía mucho no sentía.

 

- ¡Eres increíble, Rick Hunter! – le dijo cuando la puso en el suelo. - ¡Jamás pensé que fueras a preguntarme algo así!

 

- Pero no has respondido a la pregunta. – Rick sonrió, pegando su frente a la de ella. – Sólo contéstame con un sí o un no.

 

Lisa sonrió y sus ojos brillaron, pero esta vez no con lágrimas contenidas, sino con lo que parecían ser chispas de un fuego que comenzaba a encenderse en un corazón que durante muchos años había estado atrapado entre muros de hielo. Miró a Rick directamente a los ojos y habló con voz seria y formal:

 

- Si, Rick Hunter… acepto ser tu novia.

 

Rick sonrió a la vez emocionado y aliviado. Puso sus brazos en torno al cuerpo de Lisa y la atrajo contra sí, abrazándola estrechamente y besándole repetidamente el cabello.

 

- ¡Que bueno que aceptaste! – había un timbre de travesura en su voz. – De otra manera, creo que hubiera tenido problemas tratando de explicar ciertas cosas al consejo.

 

- ¿A qué te refieres? – Lisa se separó de él y lo miró interrogativamente.

 

- Oh… a nada en particular.

 

- Rick… - aquella palabra fue una advertencia.

 

El capitán Hunter soltó una risita y le tocó la punta de la nariz a Lisa para hacerle cosquillas.

 

- Digamos que… nuestra situación sentimental ya fue… discutida en consejo, por así decirlo.

 

- ¡Oh! – Lisa se sonrojó. - ¡Rick, eres imposible! ¡Te quito la vista de encima por un minuto y volteas el mundo de cabeza!

 

- Espero que sea una lección bien aprendida… no es bueno que me dejes sólo.

 

- ¡Eres un…!

 

- ¡Uh-oh! – Rick le puso su dedo índice sobre los labios. – A su novio lo respeta, señorita.

 

Lisa sonrió y besó con cariño el dedo que Rick mantenía sobre sus labios. Sus ojos se encontraron al tiempo que las luces del alumbrado público se encendían y los primeros copos de nieve de lo que presagiaba ser una gran nevada, a juzgar por el frío y el aire que se habían soltado de repente, comenzaban a caer sobre ellos.

 

- Creo que—es mejor que volvamos, antes de que la nevada arrecie. – Rick habló con cierto tono de decepción en su voz.

 

Quería besar a Lisa… lo deseaba como nada en el universo. Aquel momento le había parecido el oportuno, pero no quería que aquel beso fuera rápido y apresurado… no, quería que fuera especial. Valdría la pena esperar un poco. Se inclinó y la besó suavemente en la frente. Ella le sonrió, pensando exactamente lo mismo que él estaba pensando y comprendiendo sus acciones.

 

- Rick… - lo detuvo cuando iba a comenzar a caminar. – Lo voy a hacer…

 

- ¿A qué te refieres, amor?

 

- El funeral. – Lisa le sonrió con tristeza. – Creo que estoy preparada para hacerlo… creo que se los debo… que sería un honor poder despedirme de ellos de esa manera… y que a ellos les gustaría que lo hiciera.

 

- Así es…

 

- ¿Cuento con tu ayuda?

 

- Siempre, capitana Hayes. ¡Siempre!

 

Lisa asintió con la cabeza y tomó la mano que él le ofrecía. Enseguida, y sin más preámbulos, los dos corrieron hacia la entrada del parque, sintiendo como la nevada comenzaba a arreciar.

 

- Mi casa está a la vuelta. – Rick le habló, mientras corrían. – Podríamos ir a refugiarnos ahí… y de paso recoger mi uniforme.

 

- ¡Yo te sigo, amor!

 

Iban saliendo del parque, cuando un jeep militar se detuvo frente a ellos y los rostros sonrientes de Max y Miriya los saludaron desde el interior, al tiempo que la puerta trasera del jeep se abría.

 

- ¡Adentro! ¡No queremos que pesquen una pulmonía!

 

- ¡Max! – Rick ayudó a Lisa a entrar y enseguida él hizo lo mismo. - ¿Qué hacen aquí?

 

- Venimos de la base, íbamos a casa... los vimos salir del parque y venimos al rescate. – Max los miraba con una sonrisa traviesa desde el asiento del conductor. - ¿A dónde van?

 

- A casa de Rick… a recoger su uniforme de gala para mañana.

 

- Bien… - Max comenzó a manejar hacia la casa de Rick, que se encontraba muy cerca de la suya.

 

- Nosotros también fuimos citados para la ceremonia de mañana. – Miriya, quien traía a la pequeña Dana sentada en su regazo, les informó. - ¡Lisa, no sabíamos la noticia! ¡Estamos muy emocionados! ¡Felicidades!

 

- ¡Es cierto! – Max completó. - ¡Almirante Lisa Hayes! ¿Qué se siente ser tan importante?

 

Lisa sonrió apenada y Rick le pasó el brazo por los hombros y la atrajo hacia él. Aquel gesto no pasó desapercibido para los Sterling, quienes se lanzaron una mirada y una sonrisa de satisfacción.

 

- No lo esperaba. – Lisa habló. – Yo—estoy emocionada, pero muy nerviosa.

 

- Yo estoy muy emocionada. – Miriya comentó. - ¡Que una mujer sea la almirante del RDF es maravilloso! Las mujeres hemos probado una y otra vez ser mejores militares que los hombres, ¿No te parece, Lisa?

 

La capitana Hayes soltó una risita, pero no hizo comentario. Rick la besó en la sien con cariño, en un gesto que fue espontáneo y muy natural. Max los miró por el retrovisor y sonrió.

 

- Creo que tenemos que ponernos al día en muchas cosas. Podemos ir a recoger tu uniforme, Rick… y después de eso, ¿Por qué no se quedan a cenar con nosotros mientras amaina la tormenta?

 

Rick miró a Lisa y ella se encogió de hombros. Ambos se sonrieron, comprendiendo que a los dos les agradaba la idea. Rick asintió con la cabeza y habló:

 

- Bien, será divertido… si después de la cena nos proporcionan servicio de transporte, claro está.

 

- ¿Bromeas? Jamás dejaríamos a nuestra Almirante favorita abandonada a la mitad de una ventisca como ésta… bien, llegamos a tú casa, Rick.

 

- ¡No tardamos! En cinco minutos estamos de vuelta…

 

Rick y Lisa salieron del jeep y corrieron a la casa de Rick. Él no había vuelto desde el día del ataque. Su casa había recibido algunos daños, pero no era nada particularmente peligroso. Ya estaba en lista de mantenimiento en la base y sabía que en cuestión de días estaría reparada. Entraron y Rick encendió la luz del pasillo. La casa todavía estaba llena de recuerdos de Minmei y él se arrepintió de que Lisa hubiera entrado con él… se dijo a sí mismo que se daría un tiempo para volver uno de esos días y quitar los posters de la Señorita Macross, deshacerse de su álbum de fotografías y hacer que su casa fuera ahora un lugar en donde Lisa se sintiera cómoda.

 

Pero a Lisa nada de eso parecía importarle. Ahora actuaba con una confianza y una seguridad que hacían que Rick se sorprendiera… era la seguridad nacida del saberse finalmente en tierra firme. Él sonrió, alegrándose de haber clarificado las cosas con ella esa tarde.

 

- Sólo empaco mi uniforme. – Rick entró corriendo a su habitación. - ¡No tardo!

 

Lisa entró detrás de él, sin prestar atención al póster de Minmei que engalanaba el muro a sus espaldas.

 

- Rick… - le dijo con una voz suave y cariñosa. – Supongo que van a tardar un poco en hacer las reparaciones pertinentes en tu casa… yo te sugiero que—bueno, si lo deseas, te lleves más cosas… por si tu estancia en mi casa resulta… ya sabes, más larga de lo esperada.

 

Rick le sonrió y ella se sonrojó un poco, pero le sostuvo la mirada.

 

- ¿Entonces puedo quedarme contigo hasta que reparen mi casa?

 

- Todo el tiempo que necesites… y todo el tiempo que quieras, Rick… tú no necesitas invitación.

 

- ¡Gracias Lisa! – le sonrió con cariño y se acercó a besarle la mejilla.

 

- Bueno, no iba a dejar a mi capitán favorito abandonado a la mitad de una ventisca como ésta, ¿No te parece? – Lisa repitió las palabras de Max.

 

- No, supongo que no…

 

Los dos sonrieron y recogieron las cosas de Rick. Unos minutos después estaban de vuelta en el jeep de los Sterling, y camino a su casa.

 

 

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En la casa de los Sterling, Max preparó algunos bocadillos para cenar mientras los demás daban cuenta de litros de té caliente y café. Después, mientras se ponían al corriente con los acontecimientos del día, Lisa jugaba con la pequeña Dana, quien siempre había mostrado una predilección especial por la capitana Hayes.

 

Rick no podía evitar el observar a Lisa y lo hermosa que se veía… lo maternal que era por naturaleza y lo dulce y tierna que se comportaba cuando estaba con la bebita. Eran actitudes que ahora ella estaba teniendo también con él… ¡Y aquello le encantaba!

 

Max y Miriya tampoco podían evitar el observar la manera en cómo Lisa y Rick actuaban alrededor del otro. Desde siempre ellos habían sabido que la capitana Hayes y el capitán Hunter estaban hechos el uno para el otro… que se gustaban, que se atraían… que estaban enamorados. Aquello siempre había sido demasiado obvio para ellos, quienes pasaban la mayor parte del día siendo testigos de la telenovela Hunter-Hayes. Por eso ahora, al verlos tan felices y tan enamorados, ellos mismos se sentían emocionados.

 

- No sabía que Rick Hunter era tan sobreprotector. – Max bromeó a su amigo, cuando ambos fueron a la cocina a traer un poco más de té.

 

- ¿A qué te refieres, Max?

 

- No lo sé, Rick… es que no le has quitado los ojos – ni las manos – de encima a Lisa en toda la noche. – Max se rió.

 

- Oh… - Rick se sonrojó. - ¿Es cierto?

 

- No te preocupes, jefe. Es normal… y me da gusto verlos tan felices… y también me da gusto ver a Lisa tan recuperada. Ella es muy fuerte, sabía que saldría adelante.

 

- Sí, se ha recuperado mucho… Max… ¿Cómo sabré cuando es el momento correcto de besarla?

 

- ¿No la has besado todavía?

 

Rick negó con la cabeza.

 

- No de la manera en que quiero, al menos. He estado a punto, en un par de ocasiones pero—tengo un poco de miedo.

 

- ¿Por qué?

 

- No lo sé… no quiero que ella piense que no estoy respetando su duelo, ya sabes…

 

- Sí, lo sé… pero no te preocupes, jefe. El tiempo vendrá y tú sabrás que es el momento correcto… ella te lo dirá. Sólo asegúrate de que no dejen pasar demasiado tiempo. Y que sea inolvidable para ambos.

 

Cuando la nevada amainó, Rick y Lisa, que estaban cansados después del día intenso que habían vivido y sabiendo que les esperaba otro igual, le pidieron a Max que los llevara a la casa de ella. Antes de despedirse, las dos parejas quedaron en que la noche siguiente saldrían a celebrar el ascenso de Lisa a un lugar elegante. La ocasión era tan especial que bien lo ameritaba. Así que, después de aquella velada tan agradable, finalmente Rick y Lisa llegaron a su casa.

 

 

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Era más de media noche, pero Rick había estado ocupado buscando insistentemente un pequeño objeto en las dos cajas de seguridad que Lisa guardaba en el pequeño almacén que había improvisado a un lado de su cuarto de lavado. Ahí, en esas cajas, estaba parte del material que ellos habían recuperado de la casa de los Hayes durante la Misión Sahara hacía ya un par de años. Rick sonreía al pensar lo bien que conocía la casa de Lisa y la confianza que poco a poco comenzaba a sentir otra vez, de moverse en la casa como si fuera la suya propia.

 

Le tomó bastante tiempo encontrar el objeto que con tanto interés estaba buscando, pero al final su paciencia y perseverancia fueron recompensadas cuando encontró una pequeña cajita oscura. La abrió y sonrió triunfalmente cuando en su interior apareció lo que estaba buscando: era una pequeña insignia de oro, con el escudo de la RDF rodeado de las 4 estrellas de almirantazgo y las palabras: “Almirante Hayes” grabadas en la placa. Era algo simple, pero elegante y sobre todo, había pertenecido al padre de Lisa. Rick quería que ella lo luciera en su uniforme al día siguiente, cuando su nuevo rango le fuese otorgado.

 

- ¿Qué se le puede regalar a una almirante? – Rick se preguntó, observando la placa con interés. – Supongo que nada… pero me imagino que le va a gustar este detalle… oh, Almirante Hayes, ¡Debe sentirse muy orgulloso de su hija!

 

Rick guardó la insignia en la cajita y arregló todo en el almacén antes de volver al interior de la casa. Todo estaba en silencio, incluso la habitación de Lisa, aunque por la puerta entreabierta se podía ver un débil resplandor en su interior.

 

El capitán Hunter entró con cuidado y de inmediato se dio cuenta de que Lisa se había quedado profundamente dormida con su laptop encendida sobre su regazo. Rick se acercó para quitársela de encima y no pudo evitar el mirar qué era lo que ella estaba escribiendo. Era el discurso que pensaba pronunciar durante los funerales de Gloval y las chicas… había escrito sólo unas cuantas líneas, pero Rick no pudo dejar de sonreír con ternura cuando las leyó.

 

“La guerra terminó y para que esto sucediera fue necesario hacer un último sacrificio, uno que fue demasiado doloroso pero cuyo legado eterno será la paz.”

 

Eran las palabras que él mismo le había dicho esa tarde en el parque. Rick apagó la laptop y la puso en el sillón reclinable. Regresó al lado de Lisa, se inclinó sobre ella, sonriéndole con ternura y le acarició el cabello. Luego sus labios bajaron hasta posarse en su frente y cuando se separó, sus ojos fueron capturados por la angelical belleza de ella… por esa paz absoluta que su rostro adquiría cuando dormía.

 

- ¡Eres tan hermosa! – la volvió a besar en la frente. - ¡Y te amo tanto! ¡Descansa, mi vida! Mañana va a ser un día muy especial para ti… y para mí también.

 

La contempló por un momento, con una sonrisa llena de amor, de cariño y de ternura. Luego se aseguró de que sus almohadas y sus cobijas estuvieran bien colocadas, para que estuviera cómoda y no pasara frío. Con cuidado se dirigió a la puerta y antes de salir de la habitación le dirigió una última mirada y agradeció al cielo la oportunidad que le había dado a ella de vivir… y a él de compartir esa nueva vida con ella, con su pareja, la mujer a la que amaba… la mujer al lado de quien quería pasar el resto de su eternidad.

 

 

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NOTA: La versión más actualizada de esta historia se encuentra en:

http://www.fanfiction.net/~evi021

 

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