fanfic_name = En la Tormenta

chapter = 27

author = Seferino Rengel

Rating = AP

Type = Action

fanfic = Super Dimensional Fortress Macross: En la Tormenta

 

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PARTE 27: VISITAS, PASEOS...

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Lilya agita su cabello.

La manera que lo hace es inconsciente, un reflejo, un tic nervioso, algo que su mente usa para recordarse algo. Para vivir una vida ajena debe recordarse donde comienza y termina el engaño.

Como enfermera a trabajado casi de manera incansable todos estos días, durmiendo muy poco y mal. Por eso él poder ir a su casa a descansar todo el día es una bendición.

Su apartamento es pequeño, como todos en el lado norte de ciudad Macross. Su dormitorio es muy pequeño, él más pequeño de los tres cuartos que componen su minúsculo apartamento. Su alcoba solo es una cama y un armario. Pero Lilya esta acostumbrada a estas limitaciones.

No tiene televisor, solo una vieja radio que llena el silencio con música. Lilya se deja caer en la cama, casi en posición fetal, aun con su uniforme de enfermera, arrugado por pasar todo el día y toda la noche anterior con él. Trata de mantener su mente en blanco, pero es imposible, demasiadas imágenes aparecen de la nada. Imágenes de angustia, desesperación y miedo. Cierra los puños con tanta fuerza que de uno de ellos empieza a escaparse un delgado hilo de sangre, manchando la sabana.

Lilya Andreyeva Litvak (o Larissa Alexandrova Kuznetsova, Lara, como antes se hacia llamar) es una mujer brillante a su manera. Y la máxima ironía es que se parece mucho a Gennadi Engel, a quien tanto detesta pero del que también sentía cariño. No, no lo quiere, solo se había encariñado con él.

Si bien es inteligente y astuta, le faltó la capacidad de alargar a tiempo la mano y tomar lo que necesitaba. Engel lo había hecho, mas de una vez, y esa era la diferencia entre ellos. Había llegado primero porque a Lilya le faltó el valor en ese momento y mas que todo porque él tomo las decisiones correctas y cuando llego el momento no tuvo miedo de perder la vida con tal de hacer lo que debía.

Esa era una de las razones por la que lo respetaba tanto aunque no lo reconociera, pero al verlo, se siente una fracasada, una persona que sabe mucho sobre muchas cosas pero que nunca pasara de ser una farsa.

"Soy una perdedora" - se dice a si misma, acurrucándose mas.

Le hace sentir miserable, pero quizás realmente él no tenía la culpa de su situación. La culpa la tenia ella por no dar todo lo mejor de si. Busco el camino fácil y ahora es una simple enfermera, una profesión que nunca deseó.

¿Cómo cambiaria su situación con Gennadi? ¿Su vida seria mucho mejor si él pasara a mejor vida? No, esa no es la solución. Él había tratado de matarla con sus propias manos una vez, pero después, cuando tuvo su vida en sus manos, con todo el poder para matarla, la dejo.

Trata de dejar de pensar en él, pero le es imposible, pero de igual forma cae en un pesado sueño.

 

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Habían pasado escasos tres días desde el ataque de Quamzin, la ciudad esta destrozada, hay muchos civiles en los refugios esperando por ayuda. El consejo militar esta pasando por una crisis muy dura. Muchos militares de alto rango han perecido en el ataque, entre ellos todos los que habían sobrevivido la guerra espacial.

Es aterrador recorrer las calles, hay miles de heridos, refugiados, todo el campo militar esta devastado, la ciudad esta en ruinas. La nieve dificulta mucho las tareas de búsqueda y rescate. Aparentemente el susto del domingo aun esta presente para los afortunados que sobreviven en Ciudad Macross.

Se habilitaron varios hospitales provisionales para atender a todos los heridos, y se agilizaron las labores médicas para que los hospitales no perdieran su capacidad de atender a toda persona que se sintiera mal.

Estos últimos días han sido muy sombríos para el personal militar. La guerra de guerrillas contra los Zentraedi rebeldes continuara a pesar de la muerte de Quamzin, la posible amenaza de un ataque desde el espacio por parte de los Zentraedi o del Ejercito de Vigilancia. Cuando pensaba en el fin del mundo, siempre venia a su mente la imagen de huesos resecos sobre las arenas, entre los arbustos, en las casas, en las calles. Nunca le pasó por la cabeza, que unos pocos quedarían con vida, luchando para reconstruir el mundo.

Hikari Takeda había hablado sobre el fin del mundo con Engel mientras regresaban hace unos días de la misión en Brasil. Él le había contado su propia visión del Apocalipsis: una gran batalla en el cielo y la tierra, donde todos los bandos luchan unos contra otros, pero donde un pequeño grupo se salvaría para revivir una nueva tierra, con un nuevo sol y una nueva tierra. El Ragnarok, dijo, donde los dioses lucharían sin miedo porque era inevitable.

Esa fue la primera y única que Engel había hecho referencia a algo religioso. Jamás decía 'Dios mío' o 'gracias a Dios', aunque de vez en cuando apelaba al Destino y a sus designios. Pensó en que quizás sea porque era uno de esos muchos rusos ateos que llegaron a pensar que Dios era un invento de los regímenes capitalistas, pero Sergei le había contado que la madre de Engel creía en un Dios mas allá de la realidad.

Sergei le contó que Engel le dijo: ¿Cómo un Dios benevolente y que amaba a sus hijos deja que sufran?

A pesar de la situación no puede prescindir del importantísimo descanso que se le ofreció. Pero lo merecía luego de haber sufrido todo lo que paso en los últimos días. Tuvo que pasar mas de 6 horas seguidas en un excautivo interrogatorio donde tuvo que reconstruir lo sucedido en Brasil, desde la partida de ciudad Macross hasta su regreso.

A Sergei Orlov le dieron de alta esta mañana, luego de una semana hospitalizado.

"No me siento mejor que nunca, pero a juzgar con todo lo que paso, prefiero no quejarme" - dice Orlov, dejándose caer en el sofá de su casa.

"Mejor no te quejes."

"Tienes razón, ¿has visto a Gennadi estos últimos días?"

"Si, solo me dijo que quería que lo dejara solo." - murmura Takeda, sentándose al lado de Orlov.

"Lo entiendo. Puede que parezca una persona insensible, pero se le puede herir mucho. Solo no puedo imaginar cuan herido esta ahora que lo han apartado de su hija."

"No dejaba de hablar de Yelena y de todos los planes que tenia para ella. Como la quería..."

"Sé que es mi amigo, pero creo que parte de eso fue su culpa. El no amaba a Marina. Nunca dejo de pensar en Sabina."

Era la primera vez que alguien le mencionaba ese nombre directamente, solo había escuchado rumores antes. Estaba a punto de preguntar, pero prefiere no hacerlo.

Sergei vio los ojos de Hikari, y prefirió explicarle.

"Sabina fue la primera esposa de Gennadi. Se conocieron en el colegio, fueron novios de toda la vida hasta que al final se casaron. Gennadi estaba igual de emocionado porque también estaba apunto de ser padre."

"¿Que pasó con ella?"

Sergei suspira antes de seguir hablando. "Ella murió de cáncer unos meses antes de que llegaras. Fue muy duro para él, porque perdió al bebé y más adelante su salud empeoró, hasta que ella... se dio por vencida. Él siguió sufriendo por ella todos esos años, y que Marina llegara no ayudó en nada. Él no la amaba de verdad, solo se casó con ella para no estar solo, a lo mejor porque tenia miedo de morir y necesitaba un hombro sobre el cual llorar."

"Nunca dijo nada de eso."

"No quiso que habláramos sobre ella. Al principio pensé que quería olvidarla, pero después me di cuenta que lo hería demasiado como para pensar."

 

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De nuevo al hospital.

Los hospitales le traen demasiados malos recuerdos, abrumando sus sentidos con todos esos olores, sensaciones y sonidos, que a lo largo de estos años a aprendió a odiar y temer.

Durante varios días seguidos apenas a logrado dormir unas cuantas horas, trabajando en cualquier cosa para mantener su mente ocupada.

La primera orden que se dio fue reunir a todos los pilotos y soldados que estuvieran en buenas condiciones para comenzar las labores de limpieza de la ciudad. Se comunicó con otras bases alrededor del mundo y en cuestión de horas había soldados por todas partes trabajando día y noche.

A pesar de proponérselo, no pudo hacer nada para evitar que Marina y Yelena se fueran.

Hacia tanto que no se sentía aterrado, indefenso y sobre todo solo...

Toca la puerta de la habitación.

"Pase."

Engel entra dando un silencioso saludo. Misa Hayase esta sentada en una silla cerca de la cabecera de la cama, aparentemente sumida en pensamientos de una interrumpida conversación...

"Me alegra mucho ver que se encuentra mejor" - dice Engel acercándose al lecho de Gloval.

"Lo mismo digo Gennadi."

Engel no parece en su mejor momento, aun que realmente nunca lo ha parecido, "¿y como se supone que debería estar luego de todas esas cosas que Dios le ha lanzado?" pensó Gloval.

"Debió tomarse esos días que le fije."

"No señor. Creo que lo menos que necesito ahora es sentarme en mi casa vacía. Polina no perdió tiempo, ni siquiera a terminado de arreglar el entierro de su esposo y ya esta adelantando el mi. Marina y esto también."

Gloval se siente incomodo, pocas veces se ha interesado por la vida personal de los que están bajo su mando, como esta interrumpida conversación con Misa sobre su situación con Hikaru Ichijo. Pero con Engel, y con los rusos en general, todos sus problemas son de naturaleza personal.

"A pesar de la ferocidad del ataque, no hubo tantas bajas como me imaginaba" - comenta Gloval tratando de evadirse.

"Escuche 1400, sin contar bajas civiles."

El Comodoro Bruno Gloval acomoda en su cama. Aun le duelen las piernas.

"No quiero imaginar que hubiera sucedido si Quamzin hubiera decidido usar esa arma nuclear sobre la ciudad."

"Yo si."

"Mayor, muchos de los oficiales generales murieron en el ataque. Solo un puñado de oficiales están capacitados para dirigir lo que queda de la Spacy."

"¿Por eso quería verme, señor?"

"Si, Mayor. Usted es uno de los oficiales mas antiguos con experiencia en combate, y... lo necesitamos" - explica Misa, hablando por primera vez.

"Hay oficiales de mayor rango que podrían servir."

"Gennadi, esto no tiene que ver de rango, sino de experiencia. Misa ocupara mi puesto hasta... bueno, dependiendo de lo que depare el destino."

"Me siento cansado..."

"Misa, ¿nos permitirías un momento, por favor?"

Gloval espera a que la puerta se cierre para continuar."

"Creo entender como se siente..."

"No creo que pueda."

"Yo también soy un ser humano. Nosotros los Almirantes siempre somos considerados Dioses insensibles en la batalla, entes que mantienen la calma en medio del caos, invulnerables a las emociones. Yo sufro de la misma forma que todos los demás. Cuando mi esposa Miho murió pensé que el mundo acabó para mi. El pensar que usted a sufrido eso dos veces me parece algo mas allá de lo que puedo siquiera imaginar. Que lo aparten de su hija es lo mas terrible que le pueden hacer a un padre. Gennadi, no quiero que me malentienda, no pretendo comprarlo con palabras para que acepte. No me importa si sigue en el ejercito o se retira, solo quiero que sepa que sin importar lo que suceda, solo tiene que seguir adelante. u hija no esta muerta, solo esta en otro lugar. No le de la razón a Bisyarina, solo trate de hacer que su hija este orgullosa de usted cuando crezca... solo eso es lo que le pido."

"Me siento perdido con todo. No se... estoy conciente de todo lo que depende de mi, pero... mi hija, Polina me la quitó, Marina se fue de mi precisamente por esto, por ser tan buen oficial."

"No por ser tan buen oficial, es que esta demasiado aferrado a su pasado. Dos de las mujeres que tanto amaba están muertas, acéptelo, no van a volver a la vida. Y lo ultimo que necesitamos ahora es que nuestro mejor oficial se pegue un tiro en la cabeza."

"Por favor..."

"Por favor nada, Mayor. ¿Recuerda cuando me dijo que la vergüenza y los problemas personales se dejan debajo de la almohada?, recuérdelo ahora. Su mundo no se ha acabado. Ahora viene la parte donde lo trató de comprar: lo necesito para que ayude a Misa."

"¿Es una orden o un consejo?"

"Lo que le plazca creer, Gennadi" - dice Gloval con un tono de desdén. Él también esta cansado.

"Me encanta su sutileza en estos asuntos."

"Tendría un ascenso."

"A Teniente Coronel... no lo quiero. Soy de los anticuados que piensa que uno debe ser ascendido por meritos propios, no por ser un buen burócrata."

"Si lo dice por Ichijo..." - empieza a decir Gloval. Para nadie es un secreto la molestia de Engel ante el meteorico ascenso de Hikaru Ichijo. Engel cuando se molestaba siempre tenia que ponerse a hablar estupideces.

"No en particular, pero Ichijo es un piloto extraordinario. La Comandante Hayase también es una oficial destacada, así como Jenius... y su esposa. Si, lo reconozco, si me diera las insignias de Coronel se las quitaría de las manos y me las pondría yo mismo. Pero no es eso lo que quiero."

"¿Que es lo que quiere?" - pregunta Gloval, visiblemente molesto por los vendajes en su abdomen, sintiendo cada centímetro de las suturas de sus cirugías.

"Recupérese pronto. No he conocido a mejor líder que usted."

"Gennadi, tampoco he conocido a una persona como usted. Es el tipo de oficiales que necesitamos para echar para adelante al mundo, de esos que arriesga su vida una y otra vez y no piden nada a cambio."

"Bueno, no se engañe, tengo una lista."

 

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Lilya despertó bruscamente. A través de las raídas cortinas, un pálido sol empieza a desaparecer en el horizonte.

«Estoy en mi cama. Después de todo, me siento libre» Estaba pensando en su sueño.

Una vez despierta, permanece inmóvil unos momentos, patrullando su mundo secreto y tratando de espantar de su mente sus malos pensamientos. Y al no conseguirlo, salta de la cama e impulsivamente, como hacia la mayoría de las cosas, se quita la ropa camino al baño para darse una ducha.

El agua helada le ayudaba a terminar de despertarse. Necesitaba despejar su mente y recobrar su fortaleza. Mientras temblaba de frío se da cuenta que apenas son las seis de la tarde. Claro, toda la noche en vela y luego dormir toda la tarde, pero su cuerpo ya se ha acostumbrado a dormir una cantidad fija de horas, sin importar a que hora se acueste ni cuanto tiempo pase despierta.

Polina le había pedido regresar, pero ella decidió quedarse, a lo mejor era lo correcto. Además, ya no tenia nada mas esperándole de regreso. Sus padres y hermanos habían muerto, en la guerra de unificación y durante la Lluvia de la Muerte Zentraedi. No tenia a nadie en el mundo. No tenia nada que la atara a su antigua vida, salvo Engel.

Durante todos estos meses a rondado por su cabeza la clara idea de matarlo. Él es el culpable de parte de su desgracia. Pero al contrario de Polina, ella había encontrado que había cabida para el perdón. ¿Pero, podría -y querría- perdonarlo?

Sigue siendo una mujer hermosa. Su alto cuerpo es de formas rotundas, con cintura esbelta y piernas fuertes. A pesar de recortar su cabello, sigue siendo abundante, volviéndose exuberante cuando lo descuidaba. Su rostro era sereno, inteligente, que para cualquiera que no la conociera dirían que representaba la frialdad en su corazón.

Luego de ducharse, regresa al dormitorio para vestirse. Con rápidos movimientos se cepilla el pelo, retorciéndolo y acomodándolo en una larga cola de caballo.

Se sobresalta cuando tocan a su puerta. Todos los días en los últimos cuatro años ha vivido con el terror de ser atrapada, ¿por quien? se sentía algo estúpida al pensar la respuesta. De todas formas sacó su pistola de su bolso.

"¿Quién es?"

"Yo..."

Reconocería esa voz donde fuera, y por alguna razón se siente mas tranquila.

"Nuevamente me vuelves a sorprender." - dice luego de abrir la puerta.

"No es ninguna sorpresa. Te he seguido todos los días hasta tu casa del hospital" - dice Engel, entrando como si la casa fuera de él.

"Oye, si quieres te invito a pasar."

Ya Engel estaba en la sala de estar, por no decir que ya había tomado asiento en una de las dos sillas de la mesa.

"¿Llegue en mal momento?"

"Si, en uno muy malo" - murmura Lara mientras sigue caminando hacia su dormitorio.

Engel la sigue con la mirada... hasta que ella se quita la toalla. Aparta la vista a otra parte de la casa.

"¿Que quieres?" - pregunta mientras se viste.

"Solo verte."

"Creo que te he mostrado suficiente."

"No me refería a eso."

"Lamento mucho lo de tu hija. No pensé que pasaría."

"¿Porque no te creo?"

"A lo mejor es porque no es verdad. Soy muy mal mentirosa."

Engel no le dice nada, solo sigue paseando la vista de la vacía casa. ningún adorno, ningún toque personal. Se estira para alcanzar la radio. Luego de pasar los canales se encuentra con una de las canciones de la única cantante que existe en el mundo.

"Odio esa voz. Me enferma" - dice Lara apareciendo ante él, vestida. "Quería descansar de esa nauseabunda voz al menos hoy. En el hospital la tiene como hilo musical todo el tiempo, como si estar oyendo las quejas de la gente no fuera suficiente tortura."

"Es una chica muy tierna" - comenta Engel casualmente.

"Claro, una chiquilla que buscó el camino fácil vendiéndose. En cambio una que se sacrifica en todo termina siendo una enfermera mal pagada."

"Bueno, todo esto es tu culpa, si hubieras tomado las decisiones correctas, nada de esto estuviera pasando."

"Pero no me arrepiento" - dice mientras prepara algo en la cocina.

"Pero creo que ya entiendes mejor las cosas. Si no, te hubieras ido con Polina tu también."

"¿Quieres un té?"

"Preferiría un café, no he tomado uno decente desde hace días."

"Me alegra que recuerdes aun mi café. Pero le hace daño al corazón, además de algunas cosas mas."

"Fumar también, pero he conocido a muchos que han muerto antes de que las uñas se les pongan amarillas" - dice Engel, reconfortado de que las suyas no se hayan manchado aun.

"Ese es un mal vicio, Geni. Yelena era la que fumaba. Una caja o mas al día. Siempre fumando a pesar de que le dio un infarto mientras fumaba."

"Mi salud no es mi primera prioridad en estos días. Marina se fue y no pude hacer nada para evitarlo."

"Como me dijiste" - dice dándole la taza y sentándose en la otra silla, frente a él, "tu tienes la culpa por no haber tomado las decisiones correctas. Se fue sencillamente porque sigues viendo a Sabina en cada rincón donde pones la vista."

"¿Quién te crees para decirme eso?"

"Considérame una amiga."

Engel se ríe de esto.

"No te rías que es cierto. Trate de convencerte pero tu de necio terminaste matando a todo el mundo en ese submarino. Crees que soy culpable por lo de Makeyev."

"¡Eres culpable!"

"Ya me juzgaste. pero, ¿tu no estas en la misma situación con el esposo de Polina? Allí tu si jalaste el gatillo."

"No se cuantas veces he contado eso a tanta gente..."

"A mi no."

"¿Y eso que te importa? Solo fue un accidente... me golpearon, solté unos disparos y él estaba atravesado. Pero pareciera que eso ya ha pasado hace años y no días.

"¿Deseaste que pasara?" - pregunta ella, con una voz que es solo un susurro.

"Lo imaginaba. No tenia nada contra él. Para mi solo era el hombre con quien se casó Polina. Pero me sacó de quicio y creo que empecé a odiarlo... y dije cosas que no debí haber dicho."

"Tu problema es que dices lo que sientes cuando te molestas. Si te mordieras la lengua y tomaras decisiones correctas, vivirías en un mundo diferente."

"¿Cómo cual?"

"Si te hubieras quedado conmigo" - responde Lara con calma.

"No soportaría estar contigo. Te pareces demasiado a mi."

"No... tu has cambiado demasiado en estos cuatro años. No eres él hombre que conocía."

"Mejor así. Tendrás de nuevo que aprender a conocerme."

"Viniste aquí porque estas solo. Me halaga que me aceptes mas a mi que a Orlov o a esa japonesa. Si no te conociera lo primero que se me hubiera ocurrido es que venias a buscar esa revolcada que dejamos pendiente. No te rías que es verdad. Ahora te molesta esa herida verdad."

Engel deja de reírse cuando empieza a dolerle su herida. ¿Porque sigue sufriendo por ella?

"Déjame verla" - le ordena Lara con toda la frialdad de una enfermera que no admite peros.

Sin discutir, Engel se quita la chaqueta y la camisa. La herida no había sanada en estos días, y el dolor sigue siendo tan pulsante como el momento en que ese pedazo de cristal se empotró en su humanidad.

Lara le quita los adhesivos y las gasas. Una fea cicatriz ramificada en tres partes esta cerrada por casi veintiséis suturas, pero de unas costuras esta saliendo un delgado hilillo de sangres.

"¿Te dijeron que debes limpiarla todos los días? me imagino que ni siquiera estas tomando antibióticos" - dice mientras va a traer algo para limpiar su herida.

Lara se sienta frente a él, tan cerca que Engel puede percibir el olor de su champú. Huele igual, como si fuera su olor natural. Se pone tan cerca como para traerle recuerdos de otros tiempos.

"¿Porque tanta preocupación por mi?" - pregunta Engel tratando de ocultar su mirada.

"Me preocupo, si" - explica mientras empieza a limpiar la sangre.

"Nunca he tenido suerte, siempre me pasa algo. Es como si Dios intencionalmente me hiriera."

"Dios... pensé que no creías en el. Los cosmistas como tu solo sueñan con ser dioses."

"No se ya en que creer. Se suponía que no existían extraterrestres, y de un día para otro hay mas extraterrestres en la Tierra que gente. Pensaba que faltaba mucho para el fin del mundo, y de repente se acaba. Imaginaba que solo eras un esqueleto en la cabina de tu avión en alguna parte del mar, y de repente estas aquí."

"¿Piensas que Dios, o mejor dicho, el destino, te tiene algo preparado mas adelante?"

"A lo mejor, pero parece que para eso tengo que ser la victima favorita de un Dios particularmente cruel."

Lara solo se concentra en curar la herida de Gennadi, trabajando en silencio.

"¿Por qué lo hiciste?" - pregunta de repente Engel en un tono de suplica.

"¿A que se refiere... Mayor?"

"Sabes a que me refiero."

"Tuve mis razones y creo que ya las dije" - responde y los recuerdos regresan para torturarla. "¿Y las tuyas?"

"Estoy aquí porque soy útil para todos. Si no, hubiese dejado de existir... como tu."

"Tus razones son estúpidas, Gennadi."

"¿Eso crees?"

"Si, conozco la verdad."

"¿Que verdad?"

"Lo que percibes como la verdad solo es un sueño."

"¿Cuál es?" - inquiere Engel, buscando por primera vez la mirada de Lara.

"¡Je!... Hay fuerzas que están mas allá de la realidad" - dice riendo y terminando su trabajo. "Fuerzas invisibles que tejen la tela de la realidad, como si fuéramos el sueño de otros, y si se despiertan... ¿nos apagaremos como velas?"

"¿Qué tratas de decir?"

"Nada. Tal vez mi mente solo divaga. Hay mas entre el cielo y la tierra de lo que sueña la filosofía" - Lara hace una pasa, mientras termina de cambiar le pequeña sutura suelta. "¿Hace cuanto tiempo nos conocemos? ¿Diez años?" - pregunta Lara suspirando.

"Quizás."

"Para muchos es poco tiempo, para otros es una eternidad. Es solo la manera como se vive la vida. Para mí han sido largos estos últimos años pero a la final, cuando se llega a este punto de la vida, se ve como que eso a perteneció a otra vida diferente a la propia. La universidad y los años en el ejercito, meses de huida... aquí contigo pareciera que eso no existió, que todo fue un sueño, a veces una pesadilla. Si muero en este instante, ¿Seré recordada? Tu si lo serás." - dice cerrando sus ojos.

"Has hablado mas que en años completos."

"Será porque estoy encontrando de nuevo un sentido para existir, a veces me pregunto si realmente existo, sino seré de verdad la fantasía de una mente perturbada, si ya cumplí mi deber para con el universo y acabare en la nada."

"Tus dudas existenciales, aunque también he sentido lo mismo."

"Tu hija era el optimismo por la vida te hacia levantarte todas las mañanas... ahora es por obligación."

Engel sencillamente no tiene palabras para exponer lo que siente por ella. Siente resentimiento y lastima, una ligera tristeza por su situación, que de alguna manera se paree mucho a la suya propia.

 

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Hacia rato que se había despertado, quieta escuchando su corazón. Aun esta bastante oscuro, pero le da igual. Igual no puede dormir mucho. Nunca había pasado mas allá de las cuatro horas.

No tiene ánimos de levantarse. Solo quiere quedarse allí, tratando de encontrar algo para motivarse e iniciar su día. Solo hay dos cosas, y son suficientes para reconfortarle y darle deseos de vivir.

Los números brillantes del reloj dicen que son las 4:45 AM. Pero vuelve la vista al techo. En la penumbra apenas puede ver la lámpara en el techo. Intenta abrir y cerrar su mano varias veces, reconfortándose al saber que volvería a usarla, al menos un día más. Extraño. Puede sentir como se mueve pero no puede sentirla. Si alguien le toca la mano, no puede sentirla. Lo mismo con casi un cuarto de su cuerpo. A veces se quedaba quieta, como ahora, tratando de sentir algo.

Nada.

Se había acostumbrado a dormir sola. Pero había sido cuando sabia perfectamente donde estaba Nikolái. Tenia la esperanza de que volviera de sus misiones. Siempre volvía. Siempre llegaba y la envolvía en sus brazos. Siempre lo hacia.

Lo había conocido durante la guerra, un Teniente de la Naval. Arrogante y con un contador de testosterona con un tope que rozaba el techo como todos los tipos de esa fuerza armada. No había sido precisamente amor a primera vista. Pero no podía dejar de pensar que ese tipo realmente le había gustado. Por supuesto ella no iba a decirlo a la primera. Debía ganársela, y al final ella cayo ante él, luego de no poca resistencia, encontrándose detrás de la fachada de hombre viril a uno sensible e interesado no solo en recibir sino en compartir.

Polina nunca pensó que un hombre volviera a darle algo así, había perdido la esperanza en los hombres, pero Nikolái le había devuelto esa esperanza.

Entonces vino el incidente en Arzamas. Al verse lisiada y totalmente destruida como persona espero que simplemente se alejara de ella. Pero no lo hizo, y ella sabia que nada tenia que ver la lastima. Verdaderamente la amaba. La amaba tanto que ante sus ojos seguía siendo una mujer hermosa y completa.

Ella le decía a Nikolái que las heridas le causaban dolor, constante, persistente. No hubo una noche en que no se despertara llorando por su dolor, ni noche en que él no se preocupara de ella. No importaba que tan cansado se encontrara, siempre la estrechaba entre sus brazos, reconfortándola y dándole seguridad. Incluso había tomado cursos de enfermería para ayudarla. Y muchas veces se sintió culpable al tener que dejarla a cumplir con sus deberes castrenses.

Su vida matrimonial estaba jalonada por prolongadas ausencias y gozosos regresos, que hacían su amor aun más precioso de lo que podía haber sido.

Habían recurrido a muchos tratamientos médicos. Era un milagro que estuviera viva. Los doctores dijeron que sufriría problemas del corazón. Era un milagro mayor que ella hubiera podido llevar un embarazo a término. Había sufrido mucho, pero al final había vivido, ella y su hijo Nikita.

Nikolái la había cuidado. Ella no se sentía incomoda de ser dependiente de él. No le importaba y se sentía agradecida. Era un hombre que no le importaba decirle a sus amigos que debía irse temprano a cuidar a su esposa y a su hijo, que había rechazado un ascenso a Comandante por pasar mas tiempo con su familia. Por eso ella puso todo de su parte para salir adelante para que él pudiera continuar.

Mantente en guardia y asegurarte de no ser asesinado. Es una orden" recuerda haberle dicho Polina hacia unos días.

"Sabes que lo haré mi Coronel. Por favor, cuídate tu y Niki, que aun me quedan dos meses por delante."

"Siempre lo hago. Tráeme algo de por allá. Cuídate y pórtate bien cariño."

"Dale un beso a Niki de mi parte. Adiós Polia."

Ahora Kolia esta muerto, a manos del mismo hombre que le había hecho esto. El mismo que por no poder tenerla había intentado matarla. Un hombre que busco a Marina como una sustituta cuando no pudo tenerla a ella. El mismo que al morir su esposa volvió a Marina como si fuera una... cosa para llenar el espacio vacío. No le sorprendería que el mismo haya matado a Sabina. Y Yelena. Dios, Yelena también. Al no poder tenerla le hizo lo mismo que a ella.

Polina le había pedido a Yelena que se apartara de él. Pero Lena le dije que no era tan mala persona.

"Las apariencias engañan" - le dijo Polina.

"No. He pasado mucho tiempo con él como para conocer muchas cosas sobre él" - respondió Yelena.

"Yo también. Nueve años y mira lo que me paso."

"Sé que no lo vas a perdonar, fuera su culpa o no. Si fuera tu intentaría comprenderlo y escucharlo. Pero no soy tú y no creo que lo que diga cambie las cosas. Pero quiero que sepas que nada de lo que tu me digas hará que cambie lo que siento por él."

"¿Que es lo que sientes por él?"

"Respeto, mucho respeto. Espero que no estés insinuando nada mas allá de eso."

"No he sido yo la que lo dijo."

"No."

Polina al no poder cambiar su punto de vista, trato de apelar a su posición allí. Le dijo que nunca seria apreciada, y que la prueba de ello era que le habían dado el mando de las alas aéreas al tal Focker, pasando por encima de ella al ser mujer. Lena solo se contentaba con ser útil y no importante.

"Te arrepentías de todo eso Yelena."

Lastima que no haya vivido para arrepentirse, pensó Polina. Una mujer tan hermosa tener que terminar así. Tampoco se lo perdonaría. No había nada que pudiera perdonarle.

Gennadi Engel le había quitado a las dos personas a las que ella mas había amado. Le da lastima Marina, tener que vivir con un hombre del que no conoce nada. No sabia lo que había hecho en el pasado, incluso ni siquiera sabia que antes estuvo casado y que ella solamente es el nuevo adorno para llenar el vacío. Un hombre al que solo una cadena de eventos lo mantiene con vida. Cosas fuera del control de Polina. La decisión de Ivanov de creerlo útil, el corazón blando de Lara, incluso la misma ingenuidad de Marina.

Un malagradecido que solo la uso. Ella lo había encontrado y le había mostrado el camino que debía recorrer. Le había dado literalmente alas y lo había guiado en cada cosa que él necesitó. Ella le enseñó a seguir ordenes y a tener confianza. Lo había instruido tan bien que le había confiado su propia vida muchas veces. Pero eso no era todo lo que querría. La quería también a ella, que se entregara completamente no solo en alma sino en cuerpo para él. Fue tan egoísta que no acepto un amable no y al ver que no podía ser para él, no seria para nadie más.

Como no podía tenerla busco a Marina para ver si se sentía igual. Eso era, un reemplazo. Marina era su reemplazo, como luego lo fue Yelena y la propia Sabina. Sin estas, volvió con Marina. ¿Que hubiera pasara cuando se cansara de ella?

Al menos Marina ya asimiló todo y entendió el tipo de hombre que es Gennadi, aquí donde hay gente que la aprecia realmente.

Lo único bueno que pudo sacar de él fue a su preciosa hija. Yelena, el nombre no puede ser más apropiado. Una bebé tan hermosa que lo único que pudo hace fue estrecharla en sus brazos. Le hizo pensar en esa niña que tanto deseaba Nikolái. Marina estaba preocupada de que despreciara a la bebita solo por ser hija de Gennadi. Pero Yelena no tiene la culpa de ser hija de su padre. Con una buena educación y una familia que verdaderamente la ame será una gran chica, alejada de la vergüenza de su padre.

Le a traído una nueva luz a su vida, y solo deseaba abrazarla y tenerla cerca de ella. La criara como si fuera su hija, la alejaría de Gennadi y pondría sus esperanzas para el futuro en ella.

 

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Durante el intenso bombardeo orbital, conocido por el resto de la historia de la humanidad como la Lluvia de la Muerte, el blanco continente de la Antártica fue ignorado en su mayor parte por la fuerza de bombardeo.

Sus capas de hielo continuarían cubriendo sus parajes hasta mucho después de que tanto humanos y Zentraedis dejaran de existir.

Desde hace años la presencia humana abandonó este lugar, concentrándose en latitudes más cercanas, incluso lanzándose al espacio. Pero la vida continua floreciendo en este lugar aparentemente estéril y hostil. Los pingüinos continúan sus migraciones desde tierra adentro hacia el mar, las aves aun lucha por poner sus huevos en cualquier parche de tierra que sobresalga del hielo.

Pero también hay otra clase de vida, ajena a la humanidad.

Marginado durante tanto tiempo, ahora tiene una oportunidad. Siempre en la oscuridad, siempre en segundo plano, tuvo que mantenerse al margen de todos esos comandantes incompetentes que llevaron a toda la flota al desastre.

Desde que llegó a la Tierra su única orden fue la de quedarse allí y esperar. Ha aprendido mucho de los humanos (dejó hace mucho de llamarlos Micrones) pero la más importante fue la de conocer al enemigo como a uno mismo.

Gracias a sus investigaciones, muchas de las operaciones en la Tierra tuvieron éxito, pero también muchas de sus ideas fueron rechazadas por ser un comandante de segunda clase.

Había luchado mil batallas, quedándose detrás de sus comandantes que se quedaban con la gloria. Ahora era él el único Zentraedi verdadero que quedaba en este lado de la galaxia. Pero esta atrapado en este planeta, sin posibilidades de rescate ni recibir ayuda de los restos de la flota.

Una situación desesperada.

Si hubiera sido Quamzin, hubiera terminado suicidándose de la desesperación; Si hubiera sido Britai, hubiera terminado rindiéndose; Si hubiera sido Bodolza, hubiera terminado castigando uno a uno a sus oficiales hasta quedar solo.

Pero el General Zarn no era ninguno de ellos. Su misión principal estaba terminada hacia mucho tiempo. La operación de repliegue fue un desastre. En lugar de ir a la Antártica a sacar a Zarn y a sus 400 soldados, Quamzin decidió atacar al Macross. Zarn podía entender el odio por esa nave, pero era mejor esperar y regresar con toda la flota.

La soledad le asaltó cuando supo la noticia. No era que estimara a Quamzin, por el contrario, se alegra que este muerto. Lo merecía.

Por alguna razón se siente reconfortado de caminar en medio del paraje desolado del continente de hielo. Le gusta este lugar, silencioso, salvo el ocasional susurro del viento.

El hielo es tan extenso y carente de color que se funde con el cielo de modo que solo reina el color blanco: infinito, eterno, horrible. El color blanco y un espantoso frió. A pesar de contar con la más moderna tecnología en equipos de protección contra ambientes extremos, él frió le llega directamente a cada uno de los huesos de su cuerpo.

Las imponentes montañas transantártidas, tan prominentes cuando las sobrevolaron, solo parecen unas colinas en el horizonte norte. Espiando la vista al cielo, este sigue teniendo su extraña apariencia de sol en el horizonte y un azul oscuro en el cenit. Es una tierra extraña, diferente a los mundos que había visitado. Nunca lograría acostumbrarse a todo ese contraste.

Como todos los Zentraedis, su cuerpo envejece casi imperceptiblemente a partir del día en que salió de la cámara de clonación. Cuando un Zentraedi se microniza, se acelera el envejecimiento. Ese era el precio que debían pagar por querer ser humanos. Zarn ya no recuerda ese día, solo recuerda sus largos días de instrucción básica y su posterior educación para oficial. Según la definición humana, 'nació' sabiendo muchas cosas. A veces sentía que le asaltaban algunas preguntas, que podrían llamarse filosóficas. Preguntas sobre quien fue el Zarn original, como vivió su vida, y si es verdad que al tener su mismo material genético seria el mismo o estaba viviendo la vida de ese original.

Zarn es de estatura media Zentraedi, cabello negro y de característica mirada metálica, inteligente, muy preparado, solitario, alienado, y como todos los Zentraedis, no excesivamente imaginativo.

Sus 400 soldados y oficiales siguen esperando por su decisión. Había salido a caminar, como siempre lo hacia, para tratar de aclarar su mente. Cuando sus cinco mil trescientos golpean el hielo, sus pasos apenas se escuchan en el viento. Es el responsable del éxito o el fracaso de esta expedición, y ahora todos ponía sus esperanzas de vida o muerte en él. Hace unos días se sintió aliviado de no tener que decidir, pero ahora todo el peso esta sobre sus hombros.

Alma, oficial Zentraedi y segunda al mando prefirió continuar confinada en sus cuarteles en lugar de acompañarle, aguardando su decisión. Sus unidades habían sido desplazadas a este recóndito lugar con las mismas ordenes que las de él, y aun están allí bajo esa misma orden.

La vida de un Zentraedi esta regida por las ordenes. Sin ordenes nadie sabe que hacer y nace el caos. Sin ordenes todos harían los que les venia en gana. Todos, desde la General de mayor rango al soldado recién salido de las cámaras, tienen la seguridad de lo que hacen, y la única seguridad que tienen de que hacen lo correcto, es su creencia incondicional en una sólida cadena de mando.

El es la cabeza de esa cadena ahora. No hay nadie mas por encima de él. Puede considerarse con toda justicia como el comandante supremo de la 118ava Flota, y como tal su deber era reorganizar las fuerzas y continuar la ofensiva contra la Tierra, y de ser posible continuar la guerra en el espacio.

El General Zarn nunca había sido hombre de mentirse a si mismo, (otras cosas las podía ser, pero no esa en particular) y sabia muy bien cuando sentía miedo, y lo sentía en ese momento.

Levanta sus ojos grises directamente hacia el Sol, como si este le fuera a dar las respuestas.

Y es así, porque ahora tiene la respuesta y sabe con seguridad lo que debe hacer ahora.

 

[Fin Capitulo 27]

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Notas / divagaciones del autor:

Es uno de mis capítulos reflexivos, buscando un 'porque' de algunas cosas. Polina y Gennadi son las victimas favoritas de un Dios particularmente malvado. Polina a sufrido mucho, física, mental y emocionalmente, mientras Gennadi involuntariamente se vuelve el ejecutor de su sufrimiento.

Con Quamzin muerto entra en escena otro general Zentraedi, quizás dispuesto a tomar su lugar, o eso espero. Me siento culpable por haberlo matado sin que hiciera nada mas que ser un extra, vamos a ver si logro hacer algo bueno con Zarn. Además, se nos viene encima uno de los periodos mas fuertes de la historia Macross: los Levantamientos Malcontentos.

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