Fanfic Name / Nombre del Fanfic: En busca de un sentido

Chapter / Capitulo: Capítulo sexto: Nuevas ilusiones

Author / Autor: skull02

Rating / Clasificacion: AP (All People = Todo espectador)

Romance

Action / Accion

Fanfic: Capítulo sexto: Nuevas ilusiones 
 
La guerra contra los zentraedis rebeldes continuaba y cada vez éstos aumentaban sus filas, pese a los esfuerzos del GTU y del embajador Exedore convencerlos de adaptarse a un estilo de vida pacífico, alejado de la guerra y la milicia. Es cierto que había una parte que estaba logrando adaptarse a estos cambios, otros aún se mantenían escépticos, y algunos de estos ya empezaban a sentírse frustrados y cansados por no poder asimilarse. Este último grupo era el mayoritario y el que fácilmente podía ser captado por los disidentes, quienes golpeaban duramente su estado de ánimo, logrando que se sintieran humillados. Lo cierto era que por miles de años los zentraedis no habían hecho otra cosa que pelear y guerrear contra cualquier civilización que se les ordenara. Cambiar esto era una tarea titánica, Exedor lo sabía, pero estaba consiente que esa situación tenía que cambiar y el no desmayaría en esta misión. 
 
Durante el curso de las sesiones de planeación, una de las revelaciones fue la presencia del capitán Rick Hunter, primero como asesor de la comandante Hayes, sentado detrás de ella, atento para alcanzarle algún documento o entregarle alguna tarjeta de comentario sobre los temas en discusión, para luego encargarse exponer los avances de los planes de defensa. Si bien desde un principio, Rick se negó a particpar activamente, aduciendo carecer de la preparación militar para poder llevar a cabo ese trabajo, pues consideraba que una cosa era ayudar con la elaboración de los planes, pero otra muy distinta era exponerlos y defenderlos ante la superioridad, pero Lisa presentía su capacidad y sabía bien su fuerza de voluntad y empeño. “Dime, ¿Quién es el piloto que no se ha rendido ante cualquier desafío que ha enfrentado?”, fue lo que le digo cuando tuvo que hacer su primera presentación ante el alto mando de la RDF y los miembros del GTU. Todo el tiempo que invirtió en el estudio de los textos de tácticas y estrategias que Claudia le recomendó, sumado a la orientación estricta y exigente del Lisa, rindieron sus frutos, pues si bien Rick nunca se había considerado elocuente, en aquella ocasión sobrepaso sus propias expectativas. Sus exposiciones resultaron ser claras, precisas y completas, señalando, con gran confianza, los puntos claves de las estrategias de defensa en los mapas y en los informes que se distribuían con anticipación; las preguntas, comentarios y cuestionamientos planteadas durante y después de sus intervenciones, fueron absueltas con aplomo y seguridad. Durante su exposición, hubo discretamente miraba a Lisa, se sentía orgulloso por poder colaborar con ella en algo más que no sea pilotar un varitech y agradecido por todo lo que había hecho y hacía por él.  
Cuando finalizaban las reuniones, Rick y Lisa intercambiaban algunos comentarios y se ponían de acuerdo como distribuirse las tareas y labores pendientes para la siguiente reunión, junto con documentos y notas, para luego despedirse y volver a sus labores. Luego de la primera exposición del capitán, Claudia se percató del azoramiento que había entre Rick y Lisa, al igual que adolescentes que se gustan y simplemente no tienen la menor idea de que decirse: 
Gloval: Si no conociera Hunter, me sorprendería saber que no es un graduado de la Academia Robotech. 
Claudia: Tiene razón, señor. Le ha costado tiempo poder aprender y prepararse. 
Gloval: Presumo que Ud. y la comandante Hayes tienen que ver con su preparación. 
Claudia: Bueno, recurrió a mí para que lo oriente cuando se le pidió que actúe como asesor de Lisa, además sabe que ella jamás negaría su consejo profesional a nadie. 
Gloval: Cierto. Se nota su influencia en Rick. Esta madurando, lo cual es bueno para él y para todos… Aunque me sorprende que hasta la fecha no la haya invitado a salir. 
Claudia: ¿Disculpe, señor?, inquirió sorprendida. 
Gloval: Claudia, tengo ojos y oídos, además también fui joven... y torpe. Espero que alguno tome la iniciativa, que no pierdan tiempo. Si como lideran en combate, decidieran su vida sentimental... Bueno, nos vemos, comandante. 
 
Luego de despedirse formalmente, el almirante se retiró tranquilamente mientras encendía su pipa, dejando a su interlocutora pasmada con el comentario final. No se había imaginado que el almirante Henry Gloval también estaba al tanto de la atracción entre Rick y Lisa, quienes hacía pocos instantes se retiraron en direcciones opuestas, sin poder estar más de acuerdo con su superior, mientras sonreía. 
 
Pasada la tarde, luego de cumplir su turno, Rick Hunter abandonó el cuartel general y decidió deambular por la ciudad. Hacía tiempo que no paseaba tranquilamente por “Macross Mall”, contemplando como algunos pasaban apurados, mientras otros estaban detenidos ante los escaparates de las tiendas, o los niños revoloteando por ahí. No faltaban las parejas que pasaban a su lado, cogidas de la mano o abrazadas, otras que estaban sentadas en las cafeterías, susurrándose palabras al oído e intercambiando miradas tiernas. Rick estaba ubicado en la mesa exterior de un pub, bebía tranquilamente una cerveza helada, recordó las contadas ocasiones en que pudo pasear libremente con Mimmei. Claro, era imposible estar así con la superestrella, pues en segundos sus admiradores la rodeaban pidiéndole autógrafos, entregarle “demos” o formularle por milésima vez las mismas preguntas; en esas situaciones, Rick simplemente era desplazado por la multitud y se quedaba olvidado en algún rincón, esperando que el vendaval pase.  
 
Una pareja comenzó a discutir casi frente suyo, no se enteró de cuál fue el problema o que palabras se dijeron, pero al final parecía que ambos reconocieron haber cometido algún error, pues luego se acercaron y caminaron juntos cogidos de las manos, situación que lo hizo suspirar profundamente. Un recuerdo golpeó a Rick, fue el día del estreno de la primera película de Mimmei, cuando se produjo un ataque zentraedi, la cual no pudo terminar de ver, pero al salir se topó de la manera más inesperada y bochornosa con Lisa; luego de que la fortaleza se transformó, ambos quedaron encerrados dentro de las estructuras, discutieron, se enfadaron, se hirieron, conversaron y, finalmente, se contaron algunas cosas personales; cuando todo acabó y veían el caos generado por la transformación, vieron a Mimmei y su primo Kail ingresar juntos a un hotel. Rick se despidió abruptamente para ir a reportarse a su estación, cuando lo que en realidad quería alejarse de ese lugar y buscar algo que distrajera su mente, para que su corazón olvide, aunque sea por algunas horas, ese momento. Lisa lo retuvo, diciéndole: “¿Tienes que irte tan pronto? No quisiera estar sola ahora. Además, si dices que has estado con un oficial superior, no tendrás problemas”. Ella había cogido su mano, la de ella era pequeña, suave y delicada, simplemente asintió y comenzaron a caminar. Casi todo el trayecto lo hicieron en silencio, hasta llegar a la puerta de la barraca de ella, cuando se despidieron con un “hasta luego”. 
 
Lisa Hayes, una mujer que había entrado poco a poco en su vida, desde la primera vez que la vio en la isla antes del despegue del SDF-1, hasta hoy, que él se había convertido en un cercano colaborador para los planes de defensa. “¿Qué sucederá mañana?”, se preguntó en voz alta, pero no sabía qué pensar. Desde hacía algunos meses su relación había mejorado bastante, cuando menos las agresiones habían cesado, pero reconocía que se mostraba algo apático con ella, pese a que presentía que podía invitarla, sin temor, a pasear o a tomar juntos una taza de café. “Soy un soldado. Proteger a la raza humana es mi misión”, era la promesa que se había hecho algún tiempo atrás en aquel pequeño bosque. Lisa, nuevamente estaba pensando en ella. Hacía dos semanas que coincidió con ella en el comedor de la base, él estaba acompañado por algunos pilotos, que conversaban ruidosamente, sin habérselo propuesto quedó sentado, prácticamente, frente a ella, pues sólo tenía que ladear la cabeza ligeramente para contemplarla. Las chicas del puente estaban juntas y animadas, Lisa estaba sentada delante de una mampara, el sol brillando en lo alto le regalaba un resplandor tal que parecía que ella tuviera luz propia, refulgía ante los ojos azules del piloto, contemplándola de rato en rato, a veces ella escuchaba atenta a las demás, otras sonreía ligeramente o hablaba gesticulando delicadamente con sus manos. “Hermosa, simplemente hermosa”, había pensado en ese momento y ahora lo reafirmaba. Entonces ¿Qué es lo que detenía a ese aguerrido soldado? Rick suspiró pesadamente, no quería cansarse pensando por millonésima vez su situación sentimental, de la cual algo ya estaba definido: era necesario aclarar las cosas con Mimmei, siendo el rompimiento una de las opciones. Una canción de su “dulce tormento” sonó en el pub, poniendo fin a sus pensamientos. Canceló su cuenta y decidió seguir su paseo. 
 
Al salir del mall, el atardecer empezaba a caer sobre la ciudad, poco a poco el día fue adquiriendo un color anaranjado, sus pasos lo llevaron a alejarse de la multitud, las voces iban acallándose y la presencia de gente menguó, se encontraba ahora en un pequeño barrio comercial, las casas que antes existieron dieron paso a algunas tiendas donde se vendían curiosidades y diversos productos manufacturados, tales como bolsones, muñecas de trapo, cofres de vidrio de colores, cajas de material semejante al cuero. Entre esas tiendas estaba una de música, pero que a diferencia de otras, no ostentaban una imagen de Mimmei, sino que eran fotografías de diferentes músicos, algunos de los cuales vagamente recordaba, por lo que su curiosidad lo llevó a ingresar en ella. Detrás del mostrador se encontraba una persona mayor, de contextura gruesa, mirada inteligente, poco cabello y que enmarcado en sus bigotes y barbas entrecanas oscilaba una sonrisa amable. 
Rick: Buena tarde, señor. 
Smirnoff: Buena tarde, joven. ¿En qué puedo ayudarlo? 
Rick: Me ha llamado la atención las fotos en el escaparate, algunos me parecen conocidos. 
Smirnoff: Bueno, aquí vendemos música del recuerdo, tenemos varios géneros, desde música clásica hasta electrónica. Aunque tengo más de los setentas y ochentas, mi época juvenil. Disculpa, no me he presentado, aquí todos me conocen por Smirnoff. 
Rick. Soy Rick Hunter, piloto de combate. A mi madre gustaba de las baladas y papá el heavy metal. El fue también piloto de combate y después dirigió un circo aéreo. Ambos murieron mucho antes de lo de Dolza. 
Smirnoff: Lo siento. Todos hemos perdido a nuestros seres queridos, pero debemos seguir, ¿no es así? 
Rick: Ya lo creo. Vaya Ud. si que pudo rescatar su negocio, dijo mientras admiraba la cantidad de cd’s colocados en los estantes. 
Smirnoff: Nunca pensé en tener este “negocio”. Soy un melómano, al igual que mi esposa. En realidad soy sociólogo, fui catedrático en la Universidad de Lovaina. Cuando ocurrió el despegue en 2009 estaba realizando un trabajo de investigación acerca del efecto del contacto alienígena en un centro poblado mayor. 
Rick: Disculpe, si lo he incomodado. 
Smirnoff: No, por favor, dijo riendo y luego se puso pensativo. En casa quedaron mis hijos Bertrand y Hannah, con nosotros estaba el menor Mike, quien es ingeniero en la RFD. Como debía hacer una investigación prolongada, pedí a mi esposa que me acompañe y trajimos casi toda nuestra colección en varios discos duros. Ahora que debemos empezar de nuevo, decidimos hacerlo de esta manera. A propósito, mi esposa regenta el café que esta al lado. Tenemos la idea de unir ambos negocios, así la gente podría venir a comer o beber algo, mientras escuchan música del recuerdo. Si la idea funciona, tal vez podríamos acondicionar un karaoke para los fines de semana. 
Rick: Esa parece una buena idea. 
Smirnoff: Gracias, pero debemos empezar de a pocos. La música de Mimmei no me parece mala, solamente creo que debe existir variedad, puede que no a todos les agrade escuchar casi siempre lo mismo o, al menos, con igual formato. 
Rick Hunter se sintió a gusto con la conversación, la cual concluyó debido a que algunos clientes preguntaban por temas de The Ramones y Sex Pistols. Compró algunos cd’s de grupos y canciones que había escuchado con su padre y con Roy. Se despidió y volvió a la calle, procurando grabar bien las señas del lugar para regresar. 
 
En otro lado de la ciudad, Lisa y Claudia iban presurosas hacía un taller situado cerca del barrio militar, pues la comandante Hayes había decidido hacerse un “pequeño” obsequio: un Ford Munstag, color acero, 1978, de ocho cilindros. “¿Para que quieres un tanque?” le pregunto Claudia cuando su amiga le contó que uno de los mecánicos le dijo que habían encontrado ese vehículo, con casi toda su carrocería completa y que era posible repararlo. Si bien encontrar ese tipo de auto fue un milagro, restaurarlo era un reto superior, pues había que cambiarle el motor por uno moderno, con la suficiente potencia para mover esa mole; demás, era necesario fabricar algunas piezas, algo que sólo podían llevar a cabo verdaderos mecánicos, que conocieran o, por lo menos, entendieran, ese tipo de autos. Afortunadamente, había un grupo de mecánicos y técnicos que establecieron un taller y cuando vieron la carrocería, vieja, oxidada y algo quemada, el mayor de todos, reconoció el modelo al instante y dijo que no era sorpresa que todo ese acero fundido y hierro haya resistido el ataque del Dolza. El proceso fue lento, con altibajos, todos en el taller estaban entusiasmados y dispuestos a dejar como nuevo el auto, poniendo en el trabajo lo mejor de su creatividad y pericia. Cuando le comunicaron a la comandante, después de casi dos meses, que estaban dándole al auto la segunda mano de pintura, una muy similar a la original, no pudo menos que emocionarse, pues desde niña había soñado con ese tipo de vehículo, en ir por la carretera con Karl Riber, turnarse en manejarlo, con toda libertad hacía el horizonte. Karl Riber era un nombre cuyo recuerdo solía entristecerla, hacerla sentir que su vida estaba incompleta, pero ahora lo que le provocaba era la nostalgia por lo no vivido, fue una hermosa ilusión, una fantasía adolescente, nunca sabría qué hubiera pasado si estuviera vivo. Ahora ella estaba avocada a su trabajo, a su deber, tal vez más adelante podría decidir qué hacer en el futuro, algo para ella, aunque consideraba que ya estaba empezando. 
 
Una semana después, las chicas del puente aprovecharon que se acercaba el mediodía para poder darse un respiro. Vanessa se quitó sus gafas mientras daba pequeños masajes circulares a las sienes, Kim se desperezó en su silla para ponerse en pie hacer algunos ejercicios de estiramiento y Sammy simplemente dejo aun lado los audífonos y se desplomo en su consola con los ojos cerrados. Lisa y Claudia las observaban y comprendían, pues estaban igual de cansadas que ellas, por si fuera poco, uno de los principales temores del alto mando parecía haberse hecho realidad: en una reunión secreta, Inteligencia había informado que habían datos suficientes para considerar que Kyron estaba reuniendo a todos los zentraedis inconformes en alguna parte de lo que la Amazonia, región que no había sido suficientemente explorada por falta de equipo y personal suficiente, pero aún había más, una de las sondas lanzadas desde el Satélite Fábrica que orbitaba el planeta, había mostrado indicios de los que podrían ser naves zentraedis que no fueron destruidas durante la batalla contra Dolza, o bien que la orden había sido recibida a destiempo, por encontrarse en los confines de la galaxia, siendo esta última la hipótesis que manejaban Bretai y Exedor, pues reconocían que nadie sabia, a ciencia cierta, cuantos ejércitos existían y si había o no otros satélites similares. Por el momento, el almirante Gloval dispuso que el personal del puente elabore detallados informes de los vuelos de reconocimiento y de exploración, así como revisar los reportes de incidentes por las patrullas aéreas para determinar qué zonas presentan mayores conflictos, labor que se multiplicaba debido a que desde ciudad Macross se disponían los planes de vuelo para los escuadrones estacionados en la mayoría de las nuevas ciudades, con la excepción de ciudad Monumento. Cuando terminó esa sesión, Gloval y Strassman se sentaron en silencio para fumar y beber un trago, ese informe vendría a trastocar parte fundamental de los trabajos realizados en esos meses, pues desde ya era un problema que Kyron pueda formar un ejército, pero era mucho peor que pudieran contar el apoyo de un indeterminado número de cruceros estelares. 
 
Aquel día, Lisa se permitió olvidar por un momento esos problemas, pues recibió la noticia de que en esa semana le entregarían su auto, debidamente restaurado y full equipo, hecho que le permitió relajarse de sus recargadas actividades, a las que ahora se sumaba el hecho de que se había oficializado su nombramiento como docente en la nueva Academia Robotech, razón por la cual ahora estaba avocada a elaborar del programa del curso sobre estrategias y tácticas que se le encomendó, pues aunque su dictado todavía era cuestión de algunos meses, debía presentarlo para su aprobación por el consejo curricular, aunque en realidad, la gota que colmó el vaso fue enterarse de que Rick había salido con Natalie. 
 
Poco tiempo después que el capitán asumiera una participación activa en las reuniones de seguridad, la comandante Delacroix, discretamente, inició el acercamiento. Rick reconocía que Natalie era una chica vivaz, inteligente y de buen humor, habían salido un par de ocasiones, la primera fueron a cenar a un restaurante y pudieron conversar, enterándose que ella había nacido en la ciudad portuaria de Amberes, que su padre había sido capitán de un barco mercante y su madre trabajó como cortadora de diamantes, su infancia transcurrió entre los muelles de esa ciudad, disfrutando del vuelo de las gaviotas y gustaba de recorrer sus iglesias góticas, situaciones que despertaron la curiosidad de Rick, quien disfrutó la velada y más la siguiente, cuando tomaron unas copas en un pub. Natalie era una persona agradable. Aun cuando Rick esperaba en qué momento Natalie le preguntaría por su relación con Mimmei, para suerte suya eso no sucedió, pues no tenía una respuesta para ofrecer. 
 
La tarde estaba cayendo con amenaza de lluvia, cuando la comandante Natalie Delacroix estaba en su departamento, cubierta únicamente por una ligera bata de baño que le llegaba a la mitad de sus muslos, sentada en el sofa mientras bebía un vaso con agua y hielo. Recordaba a Rick Hunter, el apuesto y guapo líder de escuadrón que empezaba a interesarle, pues había confirmado que era un hombre interesante, atento y caballeroso, alguien con muchas vivencias y anécdotas, antes y después de ser piloto de combate, pero como resultados de sus salidas y otras ocasiones que compartieron juntos, habían dos cosas que le llamaron poderosamente la atención: la primera fue que cuando estuvieron en el pub o paseando por las calles o en la misma base, era inevitable escuchar alguna canción de Minmei, ante lo cual Rick ni se inmutaba, su voz y su expresión se mantenían imperturbables, pues era un secreto a voces que existía una relación con la cantante; y la segunda fue cuando en un par de ocasiones se mencionó el nombre de Lisa, su mirada experimentó un cambio casi imperceptible, no podía asegurar que era melancolía o añoranza, poco a poco ese estado cambiaba. Respecto a lo primero, para Natalie era claro de que ya casi no existía nada entre Rick y Minmei, pero el problema era con Lisa, “¿Qué es lo que hay entre ellos?, se preguntó en voz alta, mientras se dirigía a su dormitorio. 
 
En otro lado, el atardecer también empezaba a colarse en las ventanas del cuartel general, pero las labores de la comandante Lisa Hayes proseguían, pues si bien la reunión programada había sido postergada pasado el mediodía, decidió concurrir a la sala de conferencias para revisar los proyectos de defensa, considerando la opinión del gobierno civil de Nueva Detroit. Estaba sentada sola en la amplia mesa ovalada ante su laptop, mientras verificaba las coordenadas en los planos, revisando las notas del capitán Rick Hunter. “Rick”, pensó penosamente mientras contemplaba su nombre en los documentos, si bien era cierto que hacía meses que no peleaban, no existía un mayor acercamiento entre ambos, pues desde que sus acaloradas discusiones cesaron, notó que Rick la trataba con formal cortesía, con cierta distancia, la cual sólo acortaba cuando conversaban sobre planes, estrategias, zonas y distribución de escuadrones. Lisa era una mujer decidida y enfrentaba cualquier situación con gran seguridad, pero ante el capitán se sentía desorientada y no atinaba a reaccionar para acercarse, por tratar de llevarse mejor y, eventualmente, reiniciar una amistad fuera del deber, de la milicia. Claudia ya le había recomendado que converse o salga con Rick, que despegue de una vez las dudas acerca de sus sentimientos. “Hazlo antes de que sea tarde”, le dijo en una ocasión, que la dejo intrigada, aunque al día siguiente se despejo la interrogante, pues el trío comentó que habían visto a Rick y a la comandante Delacroix en un pub. Esta noticia la afectó, pues desde el tiempo en la academia, Lisa sabía que Natalie siempre lograba conquistar al hombre por el que se sentía atraída, único aspecto en el cual ella no podía competir. 
 
La comandante decidió continuar con su labor y dejar de lado sus dudas personales, cuando la puerta automática se abrió ante la presencia inesperada de un oficial que ingresó a la sala. 
Rick: Hola Lisa, ¿He llegado temprano? 
Lisa: Hola, por lo visto no has revisado tu correo. 
Rick: La verdad no. Hace media hora que terminó mi patrulla y sólo tuve tiempo para cambiarme y coger mis documentos para la reunión. 
Lisa: Pero tú no tenías programado ningún vuelo. 
Rick: Sucede que uno de los pilotos asignados enfermó y decidí reemplazarlo, pues no veía ningún problema. 
Lisa: Bueno, resulta que después del almuerzo, la secretaría informó que la reunión se postergaba para la próxima semana, debido a que el grupo de Monumento tuvo problemas para desplazarse. 
Rick: De haberlo sabido. 
Lisa: Realmente lo lamento, estuve ocupada en tantas cosas que no estuve a cargo del tacnet, sino que se lo deje a Vanessa. 
Rick: Si no hay reunión, ¿Qué estás haciendo? 
Lisa: Como esta sala ya estaba reservada para la reunión, pensé que podría avanzar los planes de defensa terrestre de Nueva Detroit. 
Rick: Me parece una buena idea. A propósito, tengo algunas dudas respecto al apoyo aéreo de nuestras unidades. ¿No te molestaría si revisamos juntos esos planes? 
 
Lisa tuvo que reprimir su alegría por el momento, por la oportunidad de estar a solas con Rick, la cual se evidenció con una tenue sonrisa, mientras observaba que éste no esperó su respuesta, pues ni bien dejo su laptop y sus documentos cerca de los de ella, ya estaba acercando una silla, mientras preguntaba en qué parte se encontraba. Ambos comenzaron a revisar los mapas, utilizando el proyector colocado en la pared, intercambiando ideas y sugerencias, ya sea que estuvieran sentados leyendo los informes, memorias y otros documentos, o bien Lisa estaba de pie frente al mapa dictando puntos y coordenadas, los cuales Rick apuntaba en la laptop, aunque por momentos discutieron sobre cuantos equipos debían desplazarse de una ciudad a otra, de las áreas o zonas que requerían mayor vigilancia, o la ubicación de las baterías anti-aéreas en el desierto. Cuando la situación llegaba al límite, Lisa colocaba sus manos en la cintura, mientras bajaba la cabeza resoplando, mientras Rick volteaba la cabeza, dejando lo que hacia mientras se cogía la nuca, luego de breves segundos, ambos se buscaban con la mirada, pero como si estuvieran mutuamente de acuerdo, trataban de encontrar puntos de coincidencia, situación en que la comandante Hayes demostraba su capacidad de abstracción y síntesis, hecho que no sorprendió a su interlocutor, pero no por ello dejaba de admirarla. Ambos sólo decidieron parar cuando tuvieron un plan conjunto para la defensa de Nueva Detroit, incluido el plan de contingencia que en apoyo debía observar la base de ciudad Macross. Ya la noche había caído y se encontraban hambrientos, luego de casi tres horas de trabajo intenso, pero se encontraban satisfechos de haber podido haber adelantado en sus deberes. Luego de ordenar sus documentos, mientras ultimaban algunas coordinaciones, ambos se despidieron como correspondía a dos oficiales. Para Lisa fue como despertar de un sueño, ahora retornaba a la realidad, nada la unía a Rick, sino el deber, un vínculo gélido e imperturbable, formal, sentimientos que él compartía de la misma manera, mientras atravesaba la puerta, pues su decisión de abocarse únicamente al deber, le impedía poder acercarse a Lisa, ver en ella sólo a su superior, pero en esta ocasión eso lo molesto. 
 
Cuando Rick estuvo en el pasadizo, sintió un retortijón en el estómago, recordándole que habían pasado casi ocho horas desde su último alimento. “¿Porqué no la invite a cenar? Ella también debe tener hambre”, se dijo. Giro hacia la puerta cerrada, algo lo impulsaba a ir a buscarla y preguntárselo, pero estaba indeciso, no sabía lo que ella podía responderle, tal vez lo rechazaría o tendría otros planes. Del otro lado, Lisa había recogido su laptop y sus carpetas, contemplando apenada la misma puerta, mientras muchas preguntas bullían en su mente, todas referidas a la persona con quien estuvo allí mismo hacía poquísimo tiempo. Ambos jóvenes estaban separados por un par de láminas metálicas de tres centímetros de espesor, tan cerca de ella que si cualquiera hubiera hecho un ligero movimiento, éstas se habría abierto automáticamente, dejándolos uno frente el otro. Pero ninguno avanzó, más bien, como si estuvieran conectados por un hilo invisible, se alejaron al mismo tiempo, sumidos en sus dudas y penas, sin imaginarse qué hubiera sucedido de abrirse esa puerta, de cómo hubieran reaccionado de haber tenido frente a frente en ese momento. 
 
El capitán Hunter decidió que esa noche no llevaría trabajo a casa, gracias a la reunión con Lisa había podido aclarar algunas ideas y bosquejar algunas propuestas para las siguientes sesiones, luego de cerrar su oficina del hangar del escuadrón Skull y salió al fresco de la noche, con una ligera llovizna comenzaba a caer y a crecer en intensidad, mientras trataba de restar importancia a las preguntas formuladas hacia un rato, pero aún tenía que resolver el problema alimenticio. Eran cerca de las ocho de la noche y no tenía ganas de buscar algún restaurante en Macross, por lo que enrumbó al comedor de la base, sabiendo que, por la hora, aún se encontraba abierto para atender al personal que cumplía el turno de la noche y a los pilotos que retornaban de patrulla, al cual podían concurrir también oficiales fuera de turno, previo pago por su consumo. Cuando llegó, solamente había pocas personas en el amplio recinto, cogió una bandeja y se dirigió al mostrador, colocándola sobre la línea mientras se desplazaba apreciando las viandas del día, se encontraba tan distraído tratando de decidir entre ravioles en salsa de carne o asado con puré, que no se percató que delante suyo se encontraba otra persona, a la cual, accidentalmente, empujo, haciendo que cayera al suelo el paraguas que traía. Rick reaccionó la más rápido que pudo para auxiliarla, quien sólo atinó a decir que no había sucedido nada. Grande fue su sorpresa al ver a su inesperada víctima. 
Rick: Lisa, discúlpame, estaba distraído, no te vi. 
Lisa: No te preocupes, que no pasó nada. 
Rick: Gracias. Me sorprende verte aquí. 
Lisa: Realmente estaba hambrienta, con tanto trabajo, sólo pude almorzar algo ligero y rápido con Claudia. 
Lisa guardo silencio cuando Rick ordenó su cena: asado con puré, mientras que ella había escogido filete de pollo a la parrilla con verduras cocidas. Ella también estaba sorprendida por encontrarse con el piloto. 
Rick: Vaya, veo que te gusta comer sano. ¿Con qué piensas acompañar tu cena? 
Lisa: Todavía no lo sé, tal vez algún refresco o algo caliente. 
Rick: Yo pediré una taza de café. 
Lisa: Creo que también pediré lo mismo. 
 
Ambos avanzaron por la línea juntos y cuando llegaron a la caja, Rick inmediatamente pidió la cuenta de ambos. Lisa lo miró extrañada e iba a decir algo cuando, él le guiño un ojo diciéndole: “¿Acaso olvidaste que la siguiente invitación era mía? Vamos, búscanos una mesa mientras me encargo de esto”. Ella asintió como autómata, no había avanzado dos pasos cuando recordó aquella vez que le invitó una Petit Cola luego de un ataque a la fortaleza espacial, en aquella ocasión en que quedaron atrapados, alegrándose de que él no olvido la promesa que hizo en esa ocasión. Luego de cancelar la cuenta, Rick buscó a Lisa con la mirada, encontrándola en una mesa apartada de los demás comensales, al lado de una ventana con vista hacia la pista de aterrizaje e iluminada adicionalmente por los faroles y reflectores de la misma; mientras iba a su encuentro una extraña emoción lo invadía, al igual que a ella. 
 
Durante la cena, ambos jóvenes no dejaron de conversar, pero nada referente a planes de defensa, estrategia, logística o cualquiera cosa vinculada al trabajo, sino sobre sus recuerdos, su infancia, algunas travesuras. Rick se esmeraba en sus comentarios y ocurrencias, pues quería ver permanentemente a Lisa sonriente, la que le parecía a cada momento más adorable, mientras que ella se sentía halagada por las atenciones de su interlocutor, demostrándole que estaba muy a gusto en su compañía. “¿Es esto verdad? Tengo una cita con ella/él”, pensaban para sus adentros. Cuando dieron los últimos sorbos de sus bebidas, ya no había comensales en el restaurant, sino que dos mozos aguardaban sentados a que se retiren para concluir con la limpieza del local, ambos se ruborizaron al percatarse del hecho y decidieron retirarse lo más pronto. 
 
Cuando salían de las instalaciones, Rick se ofreció acompañar a Lisa hasta su casa. La lluvia sin ser copiosa, era persistente, lo cual tuvo como consecuencia que eran pocos los vehículos que circulaban en la ciudad. El piloto cogió el paraguas y ambos se guarecieron, estado tan cerca, que sus brazos se rozaban, sin que les importe. Caminaban pausadamente en las veredas casi solitarias, por el clima y la hora, sin dejar de conversar de tantas cosas, ambos deseaban que ese paseo no termine. Cuando estaban por llegar a destino, la lluvia parecía ceder. 
Lisa: Parece que pronto dejará de llover. 
Rick: Que bueno, podré llegar a casa casi seco. 
Lisa: Porqué mejor no esperas a que pare, puedo invitarte una taza de té. 
Rick: Genial. Así terminarás de contarme cómo fue que rompiste con ese cadete en tu primer año en la academia. 
Lisa: Con la condición de que primero me expliques cómo puede incendiarse el motor de un avión, si sólo ibas a revisar el aceite. 
Ambos rieron, mientras ingresaban a la casa de Lisa. En el fondo ambos hubieran deseado que la lluvia durase toda la noche. 

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