fanfic_name = Aduzi
chapter = 8
author = Berenice Wright
Rating = AP15
Type = Alternative Universe
fanfic =
Rick se reclinó en su asiento, con aire cansado. La cafetería estaba llena a esa hora. Lisa apoyó una mano en el brazo de él, disfrutando de un poco de tranquilidad. Unos días atrás, habían creído por unos segundos que casi perdían su mundo y allí estaban, disfrutando del tiempo que estaban juntos, oyendo los ruidos de la gente a su alrededor.
- No quisiera que se fuera- confesó el joven. Lisa posó la vista en él.
- Quizás sea lo mejor para ella. Los zentraedi vinieron acá a buscarla y no dudo de que vengan más, convencidos de que continúa en este planeta. O peor ¿Si vienen los Invid?
Rick nada dijo.
-Además – siguió Lisa – Lastimosamente, no le queda mucho que la ataje a este mundo. Su familia murió hace mucho tiempo, igual que sus amigos y el hombre que amó está junto a otra persona.
-¿No es triste? ¿Tener que vagar sola por el universo, en busca de algún sitio en el que poder vivir tranquilamente y sin aferrarse a nadie?
-Sí, es triste – susurró. Rick apretó su mano, cariñosamente. Lisa le acarició el rostro.
En eso, Riber entró, pasando junto a ellos, sin mirarlos. Por fortuna para ambos, no los había molestado en lo absoluto después del episodio con Minmey.
-No te preocupes por él – le dijo Rick.
-Sí, no tiene sentido. Ya no va a molestar, además, me dijeron que está detrás de una muchacha que está en la marina.
-Me alegro. – la abrazó – Más vale que deje de mirar a mi chica.
Lisa rió, un tanto asombrada por el comportamiento posesivo del chico. No hubiera imaginado que él se enamoraría tanto de ella… ni ella de él. A veces no podía creer que hubiera dejado a Minmey por estar a su lado.
Suavemente, depositó un beso en su cuello. Rick rió.
-Comandante, estamos en un lugar público – bromeó.
-A lo mejor podemos buscar un lugar menos público.
-Mmm… los niños no van a estar en casa hasta el sábado – le lanzó una mirada significativa.
-Más vale que estés listo.
-Uuuuu… por cierto, creí que ibas a estar de vacaciones.
Lisa hizo una mueca.
-Ahora que hay tanto que hacer, no me siento bien estando en casa.
-¿Y cuándo lleguen los gemelos?
-Bueno, ahí voy a tener que quedarme, para no dejarlos solos.
-Bien.
-Y cuando todo esté más o menos organizado… podemos empezar los preparativos de nuestro casamiento…
-¿Por qué no empezar ahora?
-¿Estás hablando en serio?
-Claro ¿Cuánto más vamos a esperar?
Lisa sonrió.
Aduzi entró un rato después. Tenía sed. Buscó una mesa vacía, en vano. Lisa no pudo dejar de pensar en que parecía desamparada. Y no era para menos. Estaba sola allí. Levantó una mano, haciéndole una seña.
No pudo dejar de notar que la muchacha había cambiado mucho, desde la última vez que la vio. La Aduzi que recordaba, era una muchachita simpática y de mirada inocente, algo despistada, que era adorada por sus compañeros… muchos de los cuales ya no estaban. Ahora, era una joven melancólica, que no tenía ya mucho en común con la Aduzi que conocieron diez años atrás.
Avanzó hacia ellos, deteniéndose bruscamente al reparar en una muchacha de cabellos verdes, sentada junto a quien debía ser el hermano de Lucas Sterling, puesto que era idéntico a éste. Sus ojos se abrieron bruscamente, al tiempo que contenía el aliento.
-¿Miriya?
“¿Qué es eso? – preguntó la piloto, deteniéndose junto a Khyron, quien se encogió de hombros.
-Debe ser la cosa en la que están experimentando los maestros.
Miriya se acercó al vidrio, con intención de observarla mejor. Aquellos ojos eran los más fríos e inexpresivos que Aduzi había visto en su vida.
-Se parece a nosotros.
-Sólo que en tamaño reducido. Pero dicen que esta cosa puede clonarse.
-¿Cómo? – se volvió hacia él, perpleja.
-Sí, cuando los Maestros la daban por muerta y estaban a punto de arrojarla con los desperdicios al espacio, dicen que de pronto, salió otra como ella de su interior, que creció en segundos y que es ésta que está acá.
-No puedo creerlo.
-Es en serio ¿Te gustaría apostar?
-Lo que quieras.
-A que no te animarías a probar lo que te digo.
-Por supuesto que me animo – desenfundó su arma. Khyron soltó una risita.
-Si ese bicho puede formar otro igual a él, no creo que deba preocuparle mucho que le dispares – comentó, viendo sus ojos asustados. Trató de moverse, mas los aparatos fijos a su cuerpo se lo impedían. Además ¿Cómo saldría de aquel contenedor lleno de líquido en el que la mantenían? Vio que Miriya la apuntaba al pecho.
-¿Por dónde empiezo?
-¿Qué te parece… dónde quieras?
Y Miriya le pegó un tiro en medio de la frente. Un fuerte dolor invadió todo su ser al sentir la bala. La sangre comenzó a caer a borbotones sobre su rostro, mientras recibía más disparos en todas partes de su cuerpo, haciéndolo pedazos… hasta que por fin, le dio de lleno en el corazón…”
-¿Te pasa algo? – Rick se acercó a ella.
-¿Qué hace ella acá? – preguntó, con voz ahogada.
-¿Quién?
Aduzi señaló a Miriya.
-Aw… sí, es una zentraedi. Pero no te preocupes, está de nuestra parte. Es la novia de Max.
¿De su parte? ¿Desde cuándo un zentraedi era amigo de los humanos? Eran criaturas sin sentimientos ¡¿Cómo podían creer que estaba enamorada de Max?!
De pronto sintió que todo daba vueltas a su alrededor. Trató de serenarse.
-Carol… - empezó Rick.
-Tengo que irme – echó a correr hacia la salida. Lisa se acercó a Rick.
-¿Qué pasa?
-No sé, se alteró al ver a Miriya.
Lisa se volvió hacia la zentraedi.
-A decir verdad, a mí también me pone nerviosa.
Aduzi salió de la cafetería, a trompicones. La cabeza le daba vuelas ¿ Y si Miriya la veía? ¿Y si avisaba a sus compañeros que estaba en ese planeta?
Debía marcharse cuanto antes ¿Qué iba a esperar? Zor podría tardar años en venir por ella… o tal vez la hubiera olvidado ya. Después de todo, habían pasado años y no vino a buscarla, como le prometió al subirla a la nave.
Estaba sola… como en el fondo siempre había estado.
Al doblar la esquina, tropezó. Alguien se apresuró a sostenerla, evitando que cayera al suelo.
-Cuidado – dijo una voz, que le resultó conocida, a pesar de haberla escuchado una sola vez. Levantó la vista, descubriendo aquellos ojos azules fijos en ella.
Lo observó como petrificada durante unos segundos.
-¿Estás bien?
Se apartó suavemente de él.
-Sí, gracias. Permiso – reanudó la marcha. El joven trató de decirle algo, mas ella ya no le prestó atención.
Abrió la puerta del depósito y corrió hacia el “Sable Negro”. Ya vería adónde iría. Primero debía alejarse del planeta. No deseaba que los zentraedi regresaran y atacaran la Tierra por su culpa.
Entró en la cabina, sintiéndose por fin en un lugar conocido.
-Espero que todavía funciones – le dijo. En ese momento, los pequeños cables atravesaron la tela de su uniforme. Las luces empezaron a encenderse. Colocó los brazos en el apoyabrazos y trató de serenarse y concentrarse.
Percibió que la nave empezaba a flotar, suspendida en el aire. Tomó los controles.
Los encargados se quedaron de una pieza al ver ese avión empezando a moverse hacia la puerta, saliendo al exterior, volando a baja altura.
-¿Qué pasa? – inquirió uno de ellos - ¿Por qué no se eleva?
Y entonces, el “Sable Negro” se inclinó hacia el costado izquierdo, cayendo sobre el ala y rebotando, volviendo a caer. Los trenes de aterrizaje salieron cuando la nave dio de lleno en el suelo.
Observaron atónitos que no le había sucedido nada. Cualquier otro aparato ya hubiera estado dañado.
Aduzi abrió manualmente la escotilla, con expresión malhumorada. La escalerilla bajó automáticamente.
-¿Teniente comandante Rice, está bien?
-Desconcentrada – era imposible que volara en esas condiciones. El avión no iba a responderle mientras estuviera alterada. Lentamente soltó el aire.
Roy corrió hacia ellos.
-¿Qué estás haciendo?
-¿Quién te dijo…?
-Te seguí al verte salir así.
Ella se volvió hacia él, boquiabierta. Roy se dirigió hacia los empleados.
-¿Nos permiten?
Los hombres se alejaron. Aduzi esperó hasta asegurarse que no iban a escucharlos.
-¿Estás loco? – saltó - ¿Cómo dejaste así a Claudia?
-¿Qué?
-¿Qué va a pensar cuando descubra que corriste detrás de mí?
-No me importa eso ahora ¿Qué pasó?
Aduzi levantó los pies sobre el asiento y se inclinó hacia delante, abrazando sus rodillas. Roy observó los pequeños agujeros en la tela de su uniforme. Supuso que fueron aquellos cablecitos de la nave. Miró sus piernas, notando que estaban intactas, como si nada les hubiera sucedido. Le impresionó lo rápido que las células de su cuerpo trabajaban para reparar las miles de heridas que se habían producido mientras estaba unida al avión. Cualquiera de los demás pilotos, incluso él, hubiera estado sangrando por todas partes.
-No puedo quedarme – musitó Aduzi
-¿Por qué no? – no comprendió.
Ella aspiró con fuerza. Roy subió un par de peldaños de la escalerilla, hasta estar a su misma altura. Apoyó una mano sobre la suya.
-Más zentraedi pueden venir.
-¿Cómo podrían saber…?
-Uno de ellos está acá.
-¿Estás hablando de Miriya? Pero ella….
-… me disparó varias veces, cuando todavía estaba con los Maestros.
-¿Qué?
Aduzi cerró los ojos.
-Fue una apuesta con Khyron. Éste le contó que había logrado fabricar un clon de mí misma, poco después de que los signos vitales de mi anterior cuerpo se detuvieran. Para comprobarlo, Miriya destrozó a balazos mi cuerpo y otro clon salió de éste. Esperó a que terminara de desarrollarse y volvió a matarlo… y siguió así por lo menos diez veces más, hasta que uno de los científicos los descubrió y los expulsó del laboratorio. Nunca voy a olvidar sus carcajadas… y el dolor – apretó los puños – El dolor era insoportable, tanto que hubiera preferido morir en ese momento.
Roy palideció. Aduzi nunca había hablado de la época en la que había sido conejillo de indias del enemigo, así que ninguno de ellos tenía idea de cuánto había sufrido durante aquellos 700.
-No tenía idea – murmuró
-Cómo verás, no puedo creer que una zentraedi viva tranquilamente entre ustedes y que está “enamorada” de Sterling. Conviví con esas criaturas durante siglos, Roy – se volvió hacia él –Y jamás vi sentimiento alguno en esos ojos vacíos. Todo esto de que está enamorada y de quiere vivir entre nosotros… me parece una burla.
Roy nada dijo. Un escalofrío recorrió su espina doral al caer en la cuenta de que tenía razón. Aquella piloto zentraedi había matado a muchos de sus camaradas de armas… y había jugado con Carol, como si fuera un objeto tonto que no merecía la menor atención.
¿Cuánto conocían realmente de Miriya? ¿Por qué se infiltró en el SDF – 1? Khyron buscaba a Aduzi, lo puso en evidencia cuando ordenó por los altavoces que les fuera entregada. Los zentraedi llegaron a ese planeta por el SDF – 1 y por ella.
Se bajó de un salto al ver al almirante Global aproximándose.
-Señor – saludó - ¿No debería estar en el puente?
Global se sacó la pipa de la boca.
-¿Desde cuándo tengo que escuchar que me digan lo que tengo que hacer?
Roy se ruborizó.
-Perdón, señor.
Aduzi trató de ponerse de pie, mas su cuerpo se negaba a responder. Estaba entumecida.
-No se preocupe, Rice. Salí a fumar y vi un interesante espectáculo. ¿Olvidó cómo volar su avión?
Ella se puso colorada.
-Cálmese, teniente, está a salvo en este lugar.
-No lo creo, con esa zentraedi cerca.
El almirante la observó en silencio, durante unos segundos.
-Entiendo su recelo, créame, pero huír sin rumbo fijo no va a mantenerla a salvo. Y en cuanto a Miriya Parino, nos demostró en varias oportunidades que está con nosotros.
-¿Y si es una tapadera? – le preguntó Roy.
-Si es una tapadera, comandante, entonces yo mismo voy a ordenar que se apresada por traidora y juzgada como corresponda. Escuchen, tenemos que darle una oportunidad. Seamos tolerantes con ella. Al entrar en contacto con nuestra cultura, descubrió esas emociones que su raza nunca conoció y se dio cuenta de lo que su vida había sido. Si no la perdonamos y acabamos con ella, por el hecho de ser diferente, no vamos a ser distintos de nuestros enemigos.
Aduzi bajó la vista.
-Teniente, una vez le prometí que no íbamos a dejar que le hicieran daño y creo que cumplí con ello ¿Verdad?
Asintió con la cabeza.
-La mantuve escondida en Marte, mientras los zentraedi estaban aquí y ahora que fueron derrotados, la traje de vuelta.
-¿Usted sabía…? – Roy contuvo el aliento. El almirante asintió.
-Por supuesto. Aduzi no puede morir, así que era tonto pensar en que no iba a seguir en la base Nueva Gizah.
-¿Desde cuándo sabía…?
-Diez años.
Roy no podía creerlo. Miró a Aduzi, quien hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.
-¿Por qué no me lo dijo?
-Teníamos que protegerla. Sabíamos que un ejército mucho más grande venía detrás del que detuvimos en Marte. No podía arriesgarme a poner a todos en peligro, trayéndola.
Roy meneó la cabeza, abatido.
-Y pensar que todos estos años me sentí culpable por haberte abandonado.
-No deberías – le dijo Aduzi – Era lo mejor en ese momento.
Él nada dijo.
-Así que, teniente Rice, no hace falta que le pida que se quede - le dijo el almirante – Y que confíe en mí.
-No, señor.
-Entonces lleve ese vehículo a su lugar, no a ese depósito, sino adónde siempre debió estar.
-Sí, señor.
Global se marchó. Era hora de volver al puente.
-¿Por qué no te pusiste en contacto conmigo? – le preguntó Roy - ¿Por qué dejaste que estuviera sufriendo estos años?
-Roy… no iba a poder volver ¿Qué sentido tenía? Además, era mejor que reanudaras tu vida.
-¿Que reanudara mi vida? ¿Cómo?
-No tenía sentido que siguiéramos juntos.
-¿Qué estás diciendo? ¿ Cómo podrías decir eso?
-Afrontémoslo, Fokker ¿Qué futuro teníamos? Nunca voy a morir, no puedo tener hijos, jamás voy a envejecer… y siempre hablaste de que querías tener una familia grande y… van a pasar millones de años y yo voy a seguir así y no quiero invertir mis sentimientos en alguien que está con una persona a la que empiezo a apreciar - ¡Cómo le costó pronunciar esas palabras! Apretó los puños, incrustándose las uñas en las palmas, haciéndolas sangrar. Fijó los ojos en él, odiándose por hacerlo sufrir de esa manera – No voy a lastimar a Claudia y no voy a permitir que lo hagas.
Roy no logró articular palabra, atónito por lo que acababa de escuchar. Aquella no podía ser la misma Carol que le había dicho que lo amaba y que quería estar a su lado. Aduzi apartó la vista, para no ver su rostro… ese rostro con el que había soñado tantas veces en Marte. ¡Qué doloroso era aquello!
-Yo no voy a resignarme – él meneó la cabeza – No me importa que vivas eternamente…
-Con el tiempo te va a importar.
-¡No!
-¡Sí! Nadie puede convivir con la idea de un humano inmortal ¡¿Qué va a pasar en 50 ó 60 años, cuando estés viejo y me veas a tu lado, con la misma apariencia de siempre?! ¡¿Qué voy a hacer yo, teniendo que verte dejar este mundo?! ¡Prefiero perderte ahora, a que pases el resto de tu vida conmigo y tenga que hacerlo después! – bajó de un salto y echó a correr, dejándolo hecho pedazos
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