fanfic_name = Aduzi

chapter = 7

author = Berenice Wright

Rating = AP15

Type = Alternative Universe

fanfic =

Lisa lo alcanzó en el pasillo.

-Roy.

-¿Mmm?

-¿Y ahora?

-¿Qué?

-¿Cómo qué? Aduzi está acá… ¿Hablaste con Claudia?

-Todavía no.

-¿Y qué vas a hacer?

-Liz, Liz, no me atosigues.

-Pero estás enamorado de Aduzi.

-Sí.

-Y eso significa que vas a tener que hablar con Claudia y explicarle la situación.

-Lo voy a hacer, a su tiempo. Ahora es muy pronto para hacerlo. Liz, una cosa era amarla sin que estuviera acá… ahora que está, necesito ver qué tan intensos son mis sentimientos con respecto a ella.

Lisa nada dijo.

-Quizás ella cambió tanto en estos años, que ya no sea la persona que creía amar. Hasta estar seguro de eso, prefiero no decir nada. No quiero lastimar a Claudia. No quiero decirle ahora que estoy enamorado de otra y de pronto me doy cuenta de que ese sentimiento se convirtió en parte de un recuerdo. – suspiró – Ya se lo voy a decir… en algún momento, si me doy cuenta de que sigo enamorado de Aduzi – aseguró. Lisa no insistió. No pudo dejar de pensar en que Roy tenía razón. Si se daba cuenta de que no amaba a Aduzi, en vano le hablaría a Claudia de sus sentimientos por la joven piloto y la haría sufrir pensando en algo que no sucedería.

Habían pasado muchos años… tal vez Roy se estuviera aferrando a un recuerdo muy querido. Después de todo, había sido muy feliz junto a Aduzi.

Dejó escapar un suspiro. Él le dio una palmadita en el hombro.

-Debo regresar al puente – musitó ella.

-Creí que te habían dado permiso por maternidad.

-Sí, pero mis bebés están ahora en Alaska, con su abuelo, quien los va a traer el fin de semana y además, me necesitan acá – dio media vuelta y empezó a alejarse.

-Liz, no le digas a Claudia…

Lisa se detuvo.

-No te preocupes, aunque no voy a cubrirte por mucho tiempo.

-Entiendo y gracias.

Lisa se marchó. Roy se encaminó al cuarto que habían asignado a Aduzi. Su corazón empezó a latir apresuradamente. Trató de serenarse. Ya no era un adolescente.

Se detuvo frente a la puerta y dio un par de golpes.

Aduzi abrió un rato después. Vestía el uniforme, sólo que, a diferencia de las demás pilotos, que llevaban el uniforme color lavanda, el de ella era negro, con la polera y los bordes de color lila. Roy no pudo evitar contener el aliento al verla, ya que la prenda acentuaba su ya de por sí esbelto talle.

-¿Qué te pasó Fokker? Estás catatónico.

Roy sacudió la cabeza, sonriendo.

-Es la impresión de verte nuevamente en uniforme.

-Es raro ¿No? Creí que nunca iba a salir de ahí, de la base Nueva Gizah.

-Muchos creímos que habías muerto – confesó, un tanto culpable por no haberla buscado mucho tiempo atrás y haberla dejado en Marte tanto tiempo.

Una expresión melancólica apareció en el rostro de la joven, lo que sorprendió a Roy, ya que tristeza o melancolía eran emociones ajenas a Aduzi.

-Yo no puedo morir – musitó. Nunca podría hacerlo. Los diversos experimentos habían provocado mutaciones en su código genético, logrando una de ellas hacer que su cuerpo pudiera regenerarse o fabricar un clon un segundo antes de su “muerte” , capaz de crecer y desarrollarse en segundos, cuyo cerebro conservaba toda la información almacenada en las viejas neuronas… en síntesis, su memoria conservaba recuerdos muy antiguos, como su infancia antes de ser abducida, recuerdos de cuando tenía dos años en incluso meses de nacida, que habían quedado relegados a áreas de su cerebro, que siendo una humana común y corriente, nunca se hubieran activado. Los maestros habían logrado desarrollar su mente de una forma tal, que ésta era capaz de conservar hasta la más insignificante de sus memorias y de asimilar todo el conocimiento adquirido en el transcurso de su larga e interminable vida. Era una computadora viviente.

Las personas utilizaban simplemente un pequeño porcentaje de su cerebro; ella, en cambio, el 75% y con el correr del tiempo, ese porcentaje iba aumentando.

-¿Carol?

Levantó la vista hacia él.

-¿Qué te pasa?

-No es nada. Dijiste que tenías una sorpresa para mí.

-Vamos, señorita. Lleva diez años esperándote.

Aduzi lo siguió. Roy parecía el mismo chiquillo que conoció y amó, alguna vez.

-¿Qué estás viendo? – le preguntó, divertido.

-Estás más viejo – bromeó

-Estás igualita.

Todo había cambiado… el mundo seguía adelante… menos ella. Pasarían años, siglos, milenios… y ella seguiría allí, viendo transcurrir la vida de todos los que amaba.

Ojalá y Zor llegara pronto.

Roy se detuvo frente a la puerta de un depósito y la abrió, descubriendo un enorme avión negro, que a primera vista parecería un F – 117 Night Hawk y que era conocido entre los pilotos como “Sable Negro”, debido a que la máquina se transformaba en un felino similar a una cruza entre los “gatos” de reconocimiento invid y un tigre dientes de sable. Zor la había construido para ella. Era la nave más rápida y avanzada de toda la milicia ( bueno, estaba hecha con ciencia extraterrestre) cuya tecnología aún no lograba ser descifrada por los científicos. Muchos habían tratado de volarla, mas ese avión de ataque poseía una extraña característica: sólo podía ser operado por ella, cuyo ADN era el único registrado por la computadora principal. El avión establecía una relación simbiótica con su piloto, convirtiéndose casi en un organismo vivo cuando ella lo manejaba, controlándolo con cada célula de su cuerpo, conectado a la nave por medio de miles de microcables que se incrustaban en él en el momento en el que se sentaba en la cabina, y enviaban mensajes de su cerebro a la computadora principal, que los traducía en órdenes. Ella era el “cerebro” de la nave y en su ausencia, ese aparato eran un montón de moderna tecnología inservible y desperdiciada.

Contuvo el aliento, preguntándose por qué no se llevó a “Sable Negro” consigo cuando el ataque en Marte. ¿Por qué se llevó el varitech? Quizás hubiera podido escapar pronto y buscar a Zor, donde fuera que estuviese.

-Acá está – dijo Roy.

-Lo guardaste – dijo, en voz baja.

-No iba a dejar que lo tocaran.

Aduzi se aproximó a la nave y apoyó una mano sobre su negra superficie.

-Jack estaba loco por pilotarla – comentó él. Ella meneó la cabeza.

-Pobre Archer, siempre aspira a más de lo que puede tener.

Roy soltó una carcajada. A Aduzi nunca le había caído bien Jack.

-Carol… - empezó ¿Qué iba a decirle? Su mente era un hervidero de emociones y viejos recuerdos – Yo quería decirte que… que yo…

Se volvió hacia él, con curiosidad. Roy experimentó la vieja sensación de cosquilleo en el estómago, que hacía tiempo no sentía, al ver esos ojos fijos en él.

-¡Ahí estabas! – Claudia se aproximó a Roy – Fokker , te estaba buscando.

Roy palideció.

-¿Te pasa algo, cielo? Estás muy blanco – apoyó una mano en su brazo. Roy se volvió hacia Aduzi. Claudia lo imitó, ahogando un gemido.

-¿Es el “Sable Negro”? - inquirió, asombrada. Era la primera vez que veía aquella máquina, que se había convertido, junto con su piloto, en una leyenda viviente.

Aduzi esbozó una sonrisa.

-Sí, ésta es.

-No puedo creerlo – se aproximó – Escuché mucho de ella.

-¿Querías algo, Clau? - le preguntó Roy, un tanto confundido y ligeramente culpable.

-Estoy libre ahora y quería saber si querrías acompañarme a tomar un café. Hace tiempo que no pasamos un tiempo juntos.

Él posó los ojos en Aduzi, quien volvió a centrar su atención en su avión.

-Sí, vamos – accedió.

-¿Aduzi? – Claudia la miró. Aduzi fijó la vista en ellos, en silencio. En ese momento, supo cuál era su lugar y su posición en la vida de Roy.

-Yo voy a quedarme. No se preocupen.

-¿Seguro?

-Sí.

-En caso de que cambies de opinión, estamos arriba – le dijo Claudia.

-Gracias – sonrió.

Claudia se acercó a Roy y tomándolo de la mano, se alejó, Fokker se dejó conducir en silencio, no sin antes lanzar una mirada a Aduzi, quien se volvió hacia su avión.

Recordaba como si fuera ayer, el día en el que Zor se lo dio. Quería que escapara de la Regis, sabía que le había llamado la atención y había comenzado a hacerle preguntas a él acerca de cómo había sucedido aquel “accidente”, que la convirtió en una “super humana”. Zor sospechaba que tenía intenciones de atraparla y estudiarla, de modo a lograr la forma de conseguir super soldados invencibles, que la ayudaran en su guerra conquistadora.

¡Maldita la hora en la que se había involucrado con aquella alienígena! ¿Por qué no se mantuvo tranquilo, optando por una vida calmada en algún planeta perdido del universo? Sabía que los Maestros los estaban buscando ¿Cómo fue a meter la pata de esa manera?

Por supuesto que se había negado a dejarlo en Optera. No iba a marcharse sola. Él era lo único que tenía en el mundo… a pesar de detestarlo por lo que había hecho. Él dijo que aquello fue en beneficio de la ciencia… ¿Pero era fundamental ,en beneficio de la ciencia, envolverse en una relación sentimental con la reina de los Invid, a la que proporcionó un cuerpo humano para tal fin?

En un impulso, dio un golpe a la nave, buscando descargar su frustración. El maldito no tuvo mejor idea, después de seducir a la Regis y de robarse la flor de la vida, de ocultarla en esa nave zentraedi, que se estrelló en ese planeta. Nunca comprendió por qué la escondió allí. Los zentraedi eran los soldados de los Maestros de la Robotechnia. ¿Acaso pensó que no iban a saber quién era ella… o Zor acaso quería que la encontraran para así regresarla a los Maestros, para desligarse de la responsabilidad y del stress de tener que estar escapando y poder dedicarse tranquilamente a sus investigaciones?

Sacudió la cabeza. Conjeturas… meras conjeturas y preguntas sin sentido que nunca tendrían respuesta.

Percibió a alguien a sus espaldas. Se dio vuelta lentamente, hallando a un joven piloto de pie en el umbral, contemplando la nave. El muchacho era alto, de porte elegante y ojos azules de mirada inteligente. Lo que más llamó su atención fue su larga cabellera lila… como Zor.

Sin darse cuenta, se lo quedó mirando. ¿Por qué le recordaba a él? ¿ Seria el color de su pelo…?

¿Por qué la impresionaba tanto?

-¡Belmont! ¿Qué estás haciendo? – Santiago se le acercó. Se detuvo en seco al ver el avión negro

-¡Oigan! – Ben se detuvo junto a ellos, seguido de un grupo de pilotos, cuyos ojos “volaron” al avión de Aduzi, quien se ruborizó violentamente.

- ¿Es el “Sable Negro”?

-¡Y ella es la piloto!

-¡No puedo creerlo! ¡Es Aduzi!

-Nosotros acompañamos al comandante Fokker a buscarla – comentó Ben, con un dejo de modestia. Santiago asintió con la cabeza.

-¿En serio?

-¿Es cierto que respiraba sin problemas en la atmósfera marciana?

-¿Es cierto que puede regenerar cualquier parte de su cuerpo que pierda?

-¿Vivió diez años en Marte?

-¿Pueden dejarse de hablar de ella como si no estuviera presente? – pidió el piloto de cabellos lilas. Todos callaron en ese momento, volviéndose hacia la joven, de pie junto al avión.

En eso, Rick se abrió paso entre los pilotos, que se apresuraron a cuadrarse al ver a su superior. Lisa lo seguía.

-¿Qué hacen acá? ¡Váyanse! – ordenó Hunter – Esto no es un circo, ni nadie está dando un espectáculo.

-¡Sí, señor! – se apresuraron a moverse. Aduzi quiso abrir la boca para detener el piloto de cabellos lilas, mas la voz no le salió. ¿Quién era?

-¡Shu, shu, shu! – Rick agitaba los brazos, haciéndoles gestos de que se marcharan cuanto antes.

-Rick, no son vacas – le dijo Lisa.

-¡Shu, shu!´¿Qué les pasa?

-Están eufóricos por la presencia de Aduzi.

-¡Qué bárbaro! – se volvió hacia la joven - ¿No te molestaron?

-No. Sólo miraban el avión y hacían comentarios.

Rick cerró la puerta del depósito.

-Esperemos que con esto se mantengan alejados.

Lisa se acercó al “Sable Negro”. Hacía diez años que no lo veía. Esa nave les había hecho falta durante su batalla contra los zentraedi… Aduzi les había hecho falta en ese momento.

-Siempre me gustó este avión – comentó.

-Liz, no vinimos para seguir hablando del avión – dijo Rick.

-Ya sé. Fue sólo un comentario.

-Carol… tenemos algo que decirte – empezó Rick, entrecortadamente, volviéndose hacia Lisa, quien se hizo la desentendida. –Eh… es… sobre…

Lisa caminó hacia él y lo tomó suavemente del brazo.

-No me parece justo hacer esto – musitó.

-No me parece justo que Roy no se lo haya dicho.

-Ese es tema de Roy.

-No quiero que ninguna de las dos sufra.

-Yo tampoco, pero, pobre, está sola en este planeta y no sé, Rick, Roy era lo único que tenía. ¿Y si él realmente la ama?

-Liz… ¿Cuándo cambiaste de opinión?

-Yo nunca hablé de decirle la verdad a Aduzi. Es responsabilidad de Roy.

- A este paso, mi hermano no va a decir nada.

-¿Roy y Claudia son pareja? ¿Eso venían a decirme?

Las mejillas de Lisa se tiñeron de rojo.

-¡Ay, me olvidé que tiene buen oído! – se lamentó Rick.

-Sí, era eso – confesó Lisa, con pesadumbre – Lo siento, pero no quisiera que alguien saliera lastimado y Roy…

-No está viendo las cosas de manera clara – Aduzi terminó la frase por ella – Sí, es cierto. Se está aferrando a un recuerdo.

-¿No te parece posible que todavía sienta algo…? – Rick se interrumpió, perplejo.

-Ay, Ricky, Roy no iba a vivir diez años aferrado a un amor por alguien que no estaba. Debía rehacer su vida.

-Le costó hacerlo- musitó Rick. Aduzi lo miró en silencio. Ya lo imaginaba. Claro que le había costado, mas qué sentido tenía estar con alguien que nunca iba a darle hijos, que nunca iba a envejecer a su lado, sino que permanecería igual, observándolo dejar ese mundo cuando llegara la hora.

-Y ahora que lo logró, yo no puedo regresar a su vida, Ricky – manifestó ella – No sería justo.

-¿Y qué vas a hacer? – le preguntó Lisa.

-No creo que me quede en la Tierra por mucho tiempo.

 

 

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